David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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El paso del ecumenismo

En Norteamérica y Europa, el movimiento ecuménico dio grandes pasos para unir a los católicos y a los protestantes, pero esto no sucedió en América Latina. Las autoridades católicas se encontraban particularmente desilusionadas. Hasta lo que podían ver, el resultado más visible del ecumenismo era un crecimiento evangélico más rápido. Los católicos leales que nunca se habían sentido libres para asociarse con evangélicos visitaban ahora sus cultos y descubrían la realidad de una alternativa atractiva; algunos se convirtieron en neófitos.{13} La Iglesia Católica deseaba interpretar al ecumenismo como un acuerdo «de cortesía» entre dos misiones, por el cual cada uno se restringe a cierta esfera para no violar el trabajo de los otros. A cambio de ser tolerados, los evangélicos tendrían que abstenerse de proselitizar entre los católicos. [47]

Ciertos protestantes en América Latina eran cooperativos, pero eran aquellos que ya no se interesaban en convertir a las masas católicas. En cuanto a los de pensamiento más evangélico, algunos se mostraban deseosos de admitir que parte de la Iglesia Católica se estaba abriendo a la Biblia y a Cristo. Pero también estaban seguros de que el ecumenismo era una táctica clerical para asimilarlos, para detener el flujo de católicos insatisfechos hacia sus iglesias. No estaban dispuestos a aceptar la afirmación de los católicos de que representaban a la mayor parte de la población. La idea de reunir a los cristianos institucionalmente –la premisa del ecumenismo desde un punto de vista católico– era para ellos un absurdo. Aún los evangélicos moderados continuaban creyendo que lo mejor para la Iglesia Católica sería que un gran porcentaje de su rebaño se convirtiese al protestantismo.{14}

Como resultado, los evangélicos mostraban muy poco interés en la negociación. «Somos muy sinceros, algunas veces ingenuos», me dijo con amargura el obispo de Ambato, Ecuador, «pero aquí es imposible tener ecumenismo porque no hay nadie en una posición responsable con quien tratar».{15} Incluso en la Nicaragua revolucionaria, en donde los católicos y protestantes conservadorse sintieron igualmente amenazados por la revolución sandinista, no unieron sus fuerzas. «Aquí en Nicaragua tú eres católico o protestante», declaró un líder evangélico en 1985. «No consideramos que los católicos son cristianos, y por tanto tratamos de atraerlos hacia nuestra fe. Ellos sienten lo mismo sobre nosotros. Por tanto, cualquier cosa que se llame ecuménica no tiene mucho detrás de sí.»

Sin embargo, durante unos quince años después del Vaticano II, las autoridades católicas generalmente se refrenaron de quejarse sobre los evangélicos en público. La cautela parece haberse originado en Roma, que se mostraba ansiosa por evitar más acusaciones sobre persecuciones religiosas. Aquellos clérigos locales que luchaban para defender a sus parroquias de intrusos sectarios resentían la actitud distante y fría de sus superiores. En la década de 1980, la alarma sobre el crecimiento protestante se manifestó nuevamente al interior de la jerarquía católica. Aparte de los logros obvios que realizaban los evangélicos, otra razón fue su ambición franca de convertir al continente entero al protestantismo. [48]

«América Latina es una región católica», admitió el analista evangélico Jim Montgomery, de Cruzadas de Ultramar, «pero no hay razón para asumir que necesariamente seguirá siendo así. Podría convertirse en una región evangélica en algún momento. Creo que si... Guatemala se convierte en la primera nación predominantemente evangélica en América Latina, tendrá un efecto de dominó.»

«Por supuesto que nuestro énfasis no es político o para destruir a la Iglesia Católica», continuó Montgomery, «pero hemos tenido éxito en llamar su atención. Muchas cosas negativas se han escrito, y a los evangelistas se les acusa de tratar de tomar el país. Desafortunadamente, las líneas de batalla están trazadas, a pesar de que no es nuestro objetivo estar en guerra con la Iglesia Católica.» Montgomery fue el autor de Disciplinando a todo un País (AMANECER), un programa de iglecrecimiento probado en Filipinas antes de ser puesto en práctica en América Central. El objetivo para Guatemala era «el 50% evangélico para 1990.»{16}

Obispos, arzobispos e incluso nuncios papales comenzaron a incluir a «las sectas» en sus cartas pastorales sobre las aflicciones de América Latina. No abandonaron la construcción del puente ecuménico para aquellos protestantes deseosos de corresponder, pero desde ese momento se empeñaron en defender su fe. Ya para 1979, durante la conferencia episcopal de Puebla, los obispos se quejaron de la invasión de sectas.{17} Cuando el Papa Juan Pablo II realizó una gira por América Central en marzo de 1983, y fue luego a Haití para dar inicio a otra conferencia episcopal, el tema más apremiante de la agenda era el auge del Protestantismo fundamentalista. En noviembre de 1984, el delegado apostólico del Vaticano en México declaró que los gobiernos latinoamericanos debían oponerse al Instituto Lingüístico de Verano y a otros grupos protestantes que engañaban a los latinoamericanos.{18} Poco después, los obispos brasileños enviaron un informe al Vaticano sugiriendo que detrás de la infiltración sectaria en América Latina estaba la Agencia Central de Inteligencia.{19}

En cuanto a los evangélicos, comenzaron a sospechar que la Iglesia Católica era la responsable de sus propias dificultades, especialmente con los gobiernos. La Confederación Evangélica Colombiana se quejaba [49] de que, mientras que los misioneros católicos de otros países no encontraban obstáculos, se negaban casi todas las visas para los misioneros protestantes. Debido a un concordato con el Vaticano, acusaba la confederación, a los evangélicos se les impedía el acceso a los medios de comunicación, se les prohibía el servir como capellanes castrenses para las fuerzas armadas y, a diferencia de los católicos, se les forzaba a pagar impuestos sobre las propiedades eclesiales.{20}

La Alianza Evangélica Costarricense acusó a la Iglesia Católica de maquinar un cambio en las leyes para visas, con el fin de impedir que más misioneros se establezcan en Costa Rica tras escapar de la violencia política de los países vecinos. A los curadores de fe y evangelistas que habían utilizado el estadio de la capital, se les negó acceso en el futuro. La alianza denunciaba, también, que las autoridades estaban utilizando códigos de construcción y leyes de perjuicio público para impedir la construcción de nuevas iglesias. Un cambio legislativo costó a las iglesias no-católicas su exención de impuestos (aunque no sucedió lo mismo con la católica), y los evangélicos luchaban en contra de una nueva ley de educación que podría dar autoridad a la Iglesia Católica sobre sus institutos bíblicos.{21}

Aparentemente en cada país y algunas veces a nivel diocesano, la jerarquía católica había entregado a un departamento de ecumenismo o de evangelización la tarea de vigilar a los evangélicos y de sugerir cómo contrarrestarlos. «La salvamos ahora o la perdemos completamente», me dijo un funcionario, refiriéndose a las lealtades religiosas de todo el Ecuador. La Iglesia Católica estaba perdiendo, no solamente a católicos nominales, aquellos que iban a la iglesia únicamente para ser bautizados y enterrados, sino también a líderes seglares comprometidos. Hasta la década de los años 70, los neófitos evangelistas pertenecían generalmente a las clases populares. En el presente, la idea de integrarse a una iglesia evangélica llegaba más alto en la escala social.

Notas

{13} Read et al. 1969: 267.

{14} Read et al. 1969: 268.

{15} Entrevista del autor a Monseñor Vicente R. Cisneros Durán, Ambato, 17 de junio de 1985.

{16} «DAWN is About to Break on Guatemala», Global Church Growth, marzo-abril de 1984, p. 351.

{17} Bamat 1986: 34.

{18} Elisabeth Isais, «Apostolic Delegate in Mexico Urges Governments to 'Counteract' and 'Nullify' Protestant Groups», Missionary News Service, 15 de diciembre de 1984, pp. 2-3.

{19} El Nuevo Diario (Managua), 28 de enero, 14 y 16 de febrero de 1985.

{20} «Los protestantes denuncian discriminación», El Tiempo, 27 de junio de 1985, y «Afirman los protestantes: somos ciudadanos de tercera», El Tiempo, 28 de junio de 1985.

{21} Entrevista del autor a Fernando Ramírez, Alianza Evangélica Costarricense, San José, 11 de julio de 1985.

 

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