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← Quito 1985 · capítulo 4 · páginas 158-165 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

Los sostenedores principales

Durante la II Guerra Mundial el gobierno estadounidense se dirigió a la Amazonía como fuente de caucho y quinina, estimulando un interés norteamericano más amplio en la región. Mientras que los estrategas consideraban a Sudamérica un bastión para obtener materias primas, los empresarios terminarían la guerra con grandes cantidades de capital{10}. En Lima el Peruvian Times, órgano de la comunidad empresarial angloamericana, opinaba que dos nuevos factores prometían un rápido desarrollo de la Amazonía. Uno era la aviación y otro el hallazgo de petróleo. No se podía viajar por el oriente peruano sin toparse con un prospector petrolero tras otro{11}.

La fuente de esta agitación era la Compañía Petrolera Ganso Azul, propietaria del primer pozo petrolero en producción de toda la Amazonía. El sitio había sido descubierto por un geólogo de Los Ángeles en 1929, año en que Guillermo Townsend empezó a buscar, en el mismo sur de California, gente que lo respaldara en sus propios planes amazónicos. “Debe haber algún petrolero cristiano que nos dé un aeroplano”, escribía el hermano Paul en un periódico presbiteriano{12}. Desgraciadamente no lo hubo. Sin embargo, después de 1937 Ganso Azul entró en producción en manos de empresarios de California del Sur, entre los cuales sobresalía el magnate minero Harvey Seeley Mudd, benefactor de la contraparte [159] congregacionalista de la universidad presbiteriana donde Townsend había estudiado{13}.

Las solicitudes de los misioneros a los inversionistas extranjeros no eran algo irregular en esa época. En los años veinte, las misiones protestantes en el Perú gozaron de la caridad de los principales respaldos financieros del gobierno, los bancos Morgan y la International Petroleum Company de la familia Rockefeller. Apelando al cónsul de Estados Unidos, ellos podían usualmente ganar sus pleitos con la Iglesia Católica{14}. Pero cuando los gobiernos peruanos no sirvieron su deuda externa en los años treinta, los protestantes se encontraron en apuros financieros y amenazados por la reacción católica. Hacia fines de la década, los norteamericanos temían que, como buena parte de América Latina, el Perú estuviera flotando hacia los brazos de los poderes fascistas de Alemania, Italia y Japón.

Durante la II Guerra Mundial los Estados Unidos reemplazaron a Gran Bretaña como socio principal del Perú. De repente, una avalancha de fondos hizo mucho por la amistad interamericana. Junto con las nuevas misiones militares llegaron los 'servicios', equipos técnicos para entrenar a peruanos en agricultura, salud y educación al estilo norteamericano. Los servicios había sido ideados por Nelson Rockefeller, quien antes de la guerra había llegado a preocuparse por el futuro de las inversiones de su familia en América Latina. Como Coordinador de los Asuntos Interamericanos en Washington, Rockefeller ayudó también a desmantelar empresas fascistas. Sin embargo, aunque muchos sacerdotes católicos de España e Italia en América Latina eran considerados simpatizantes del fascismo, el gobierno norteamericano negó todo interés en promover el protestantismo. Mientras que partidarios protestantes y católicos competían por posiciones en el Departamento de Estado, en el Perú los contratos estaban a disposición de los norteamericanos que los solicitaran.

En base a su aporte para enseñar inglés a los extranjeros durante la guerra, Kenneth Pike obtuvo, a fines de 1943, una invitación para el ILV por parte del Ministro de Educación, Enrique La Roza. Sin embargo, cuando un año más tarde La Roza dio a Townsend luz verde, su visa de salida de los Estados Unidos tuvo que ser facilitada por la embajada norteamericana en México. De acuerdo con los Hefley, “un influyente católico [160] ultraconservador en el Departamento de Estado la tenía encarpetada”{15}. El convenio del ILV con el Ministerio de Educación dejaba, como los siguientes contratos, una salida para el mejoramiento moral. A cambio de una oficina en Lima, visas, privilegios de importación y el derecho a operar radios y avionetas, el ILV estudiaría los idiomas indígenas, prepararía cartillas, actuaría de intérprete para las autoridades, organizaría cursos lingüísticos, desarraigaría los “vicios por todos los medios posibles” , y traduciría “libros de gran valor moral y patriótico”{16}.

El mismo año que el presidente Manuel Prado (1939-1945) aprobó el convenio con el ILV, el gobierno prohibió la propaganda protestante sobre la base de que era divisionista, anticonstitucional y antipatriótica{17}. Aunque el decreto tuvo poco efecto, era de prever una bulliciosa respuesta católica a ambiciones tan grandes como las de Townsend. Por ello, éste presentó a sus Wycleffes como el “Instituto Lingüístico de la Universidad de Oklahoma”{18}. Excepto por una que otra vaga referencia, que sólo el iniciado hubiera entendido, hasta 1954 las frecuentes noticias en el Peruvian Times omitían toda referencia a la Biblia y la cristiandad{19}. Según un misionero católico, el primero de ese campo en convertirse en amigo de la filial, durante los primeros años los miembros “ocultaron su fin religioso –el hecho que fueran misioneros evangélicos–” pero a menudo conducían servicios religiosos entre los indígenas.

Mientras los presuntos lingüistas universitarios se mudaban a la selva, Townsend mismo se ocupó de lograr acuerdos con otros ministerios y de construir alianzas contra la Iglesia Católica. Los indigenistas peruanos fueron fácilmente convencidos: aunque se decía que algunos eran comunistas, éstos habían perdido su entusiasmo por la revolución en favor de la integración nacional. [161]

El Dr. Luis Valcárcel, de Tempestad en los Andes, un compañero del teórico marxista José Carlos Mariátegui y sucesor de La Roza como Ministro de Educación, defendería al ILV treinta años más tarde. El Dr. Hugo Pesce, otro hombre cercano a Mariátegui, tendría un pabellón a su nombre en la base del ILV. Townsend se hizo miembro del Instituto Indigenista Peruano, siendo aparentemente el único extranjero, y era tan estimado que representó al Perú en congresos del Instituto Indigenista Interamericano{20}.

La embajada de los Estados Unidos puso también a los lingüistas bajo sus alas, permitiendo que el ILV confundiera la distinción entre una institución particular y el auspicio oficial norteamericano, su propia “misión de escuela lingüística” y los servicios o “misiones” del gobierno norteamericano, extendidas bajo su Programa de Cuatro Puntos{21}. Una de las primeras tareas del ILV resultó ser la preparación de cartillas para el Servicio Cooperativo Peruano-Norteamericano de Educación{22}. El embajador Prentice Cooper ayudó a Townsend a negociar la adquisición de un avión anfibio de la Misión de la Marina estadounidense y lo entregó al gobierno en una ceremonia. Según Cooper, “una institución científica y cultural” de los Estados Unidos” estaría utilizando el avión para “misiones culturales, científicas y de salud”{23}. Cuando Townsend mostró en 1951 una película sobre el ILV, el Senado peruano envió una nota de agradecimiento al Ministerio de Educación, y la embajada de Estados Unidos escribió sus propias cartas de agradecimiento a dos senadores{24}. Con la ayuda de los indigenistas y de los ministerios, la embajada de Estados Unidos y los servicios del Programa de los Cuatro Puntos, Townsend llevó a su campo a parlamentarios, a los empresarios de Lima representados por éstos, y más importante aún, a oficiales militares peruanos.

El Servicio Selvático de Aviación y Radio (SSAR) que Townsend organizó a pesar de la oposición de la junta directiva del ILV/TWB, era su capital más importante para lograr favores y ganar influencias. El primer [162] piloto y supervisor de SSAR, Larry Montgomery, fue reclutado de la misión militar estadounidense en Lima. Cuando en 1947 un avión militar se estrelló en la selva, sólo el anfibio del ILV era capaz de bajar cerca del accidente. Un traductor del ILV sirvió de guía{25}. SSAR prestó sus servicios a una serie de ministerios, incluyendo vuelos a puestos militares aislados y el transporte de prisioneros hacia la colonia penal del Sepa{26}.

El Instituto Lingüístico ganó mucho terreno bajo el gobierno del general Manuel A. Odría (1948-56), un general a quien Townsend había logrado encantar siendo ministro antes de tomar el poder. Odría figuró en la historia del bote volador, una maniobra de Townsend que el SSAR considera una victoria sobre un arzobispo. Probablemente con ello ya en mente, Townsend había convencido a dos ministros mexicanos, a importantes indigenistas y a Aaron Sáenz de comprar un avión anfibio Catalina, excedente de la guerra, en memoria del hermano Moisés. El heredero de la Avena Quaker, Henry C. CroweIl, aportó 5.000 dólares comentando que el “proyecto era tan valioso como gesto diplomático que incluso si el avión era llevado a la selva, atado a un árbol y olvidado, su dinero habría estado bien empleado”.

En México, el presidente Miguel Alemán confió el aparato al embajador peruano, Óscar Vásquez Benavides, con instrucciones de entregarlo a su presidente para la obra del ILV. Pero cuando el avión llegó al Perú, “el arzobispo de Lima estaba planeando un ataque furibundo contra el trabajo del ILV, esperando poder echarlos del país. El arzobispo había aconsejado personalmente al presidente Manuel A. Odría en contra de participar en la ceremonia de recepción del avión”. Forzado por el hecho de que su colega mexicano estaba involucrado, Odría lo aceptó en una ceremonia de abril de 1951, que contó también con la presencia del embajador norteamericano Harold Tittman. “La movida fue de tremendo efecto diplomático”, concluye SSAR. “El arzobispo tuvo que posponer su ataque por dos años y, para entonces, el ILV estaba tan completamente aceptado por el gobierno peruano… que el ataque apenas fue percibido”{27}.

Desgraciadamente, SSAR representaba una tremenda pérdida de dinero. Sus primeros cinco aviones fueron financiados por dos hombres de [163] negocios evangélicos del sur de California, el Instituto Bíblico de Los Ángeles, Henry CroweIl del Instituto Bíblico Moody, y una persona no precisada de Texas{28}. Pero con el escándalo aún vivo de las políticas mexicanas del fundador, pronto alimentado por el escándalo sobre su política peruana, no quedaban suficientes fieles en Estados Unidos que aún creyeran que Wycleffe era la obra del Señor. Por eso, para 1952, la filial estaba apelando públicamente a peruanos adinerados y a empresarios extranjeros. En septiembre se organizó un comité de Amigos del ILV. Cinco años antes, el ILV había declarado al Peruvian Times que sólo gozaba de un “pequeño grupo de apoyo” y que “dependía de contribuciones de gente inclinada a ayudar dicha labor”{29}. Ahora el Times informaba que el ILV “está enfrentado a problemas económicos” y El Comercio de Lima anunció que se aceptarían donativos “ya sea ropa, herramientas o dinero” en la oficina limeña del grupo{30}.

La formación del comité de Amigos del ILV coincidió con una acometida por el petróleo amazónico. Habiendo derogado la legislación proteccionista, en octubre de 1952 Odría reabrió la costa y la selva a compañías petroleras, en su mayoría norteamericanas. Dado que algunas de estas compañías carecían de su propia aviación, le agradecieron incluso el pequeño servicio de vuelo de SSAR que, en su momento máximo, llegó a tener una docena de aviones. El tráfico comercial, a menudo para compañías petroleras, subsidiaba los vuelos de los lingüistas, a tal punto que los Hefley lo llaman el “salvavidas fiscal” de SSAR{31}. El avance del Evangelio dependía de él financiera y políticamente, en tal medida que la competencia entre comerciante y misionero por el último acre de Dios se convirtió ahora en una empresa conjunta{32}. [164]

Dos hechos durante las primeras licitaciones para campos petrolíferos –el inicio de las escuelas bilingües y la llegada de Robert Le Tourneau provocaron la crisis con la jerarquía católica. Le Tourneau era un fabricante de maquinaria pesada y millonario fundamentalista de Texas, un hombre que se había hecho solo. Era un contratista significativo del Pentágono, daba vueltas en un bombardero convertido B-26, y hacia el fin de su vida fabricó cascos de bombas para la misma guerra en la cual una de sus beneficencias favorecidas, la Alianza Cristiana y Misionera, se esforzó por salvar las almas de las tribus Montagnard{35}.

Como otros empresarios evangélicos Le Tourneau confiaba profundamente en el Señor en lo relativo a sus negocios. Él, sin embargo, tenía una dificultad extraordinaria en distinguir entre los dos. “Dios”, declaró Le Tourneau, “es el presidente de mi directorio”{36}. En el Perú se hizo conocido como “el socio de Dios” e identificó tan absolutamente la religión evangélica con el capitalismo que el ILV quisiera olvidarlo{37}. A esas alturas de su carrera, el principal deleite de Le Tourneau era construir enormes máquinas para tumbar árboles.

Un año antes de venir al Perú, Le Tourneau lanzó su primera versión espiritual de los Cuatro Puntos en Liberia. Tomó en concesión 500.000 acres para abrir la selva africana, sacar caoba y sembrar productos. “Los hambrientos nativos”, explicó, “nos escucharán sobre Dios si les podemos mostrar un campo de granos con una cosechadora recogiendo en un día más de lo que ellos pueden comer en un año”{38}. Opinó que este tipo de ayuda sería “una vacuna segura contra la epidemia infecciosa del comunismo y una demostración práctica del poder de la cristiandad”{39}.

De acuerdo con las primeras de las muchas noticias que el Peruvian Times publicó sobre Le Tourneau, en abril de 1953, estaba explorando la ruta del propuesto ferrocarril de Tambo del Sol a Pucallpa, un proyecto que había arruinado fortunas y esperanzas por medio siglo{40}. Entre las [165] personas que formaban el grupo, el Times incluía a Townsend; el ex-embajador Vásquez Benavides –ahora representante legal de Le Tourneau en el Perú y cabeza del comité Amigos del ILV; el Dr. V. R. Edman, presidente de Wheaton College, una distinguida institución evangélica cerca a Chicago; y W. G. Nyman, “Secretario Tesorero del Instituto Lingüístico de Verano, de quien el Sr. Le Tourneau es uno de los sostenedores principales”.

El Times añadía que “las posibilidades para una colonización a gran escala” le habían sido señaladas por los doctores Vásquez y Townsend{41}. Le Tourneau únicamente responsabilizó a Townsend, quien no sólo lo había invitado al Perú, sino también lo presentó al presidente Odría y le sirvió como intérprete en sus negociaciones{42}. En el Times, el fundador del Instituto Lingüístico certificó los numerosos beneficios que podía esperarse de la proyectada concesión a Le Tourneau. Se convertiría en un “activo centro agrícola, ganadero y de progreso” y reduciría a la mitad el costo de llevar madera a la costa. Por último, consumiría el petróleo de Ganso Azul, aún sin mercado{43}.

Algunos meses antes, en noviembre de 1952, Townsend había persuadido al Ministro de Educación, general Juan Mendoza, y al presidente Odría de auspiciar un programa para entrenar maestros bilingües administrado por el ILV. El siguiente destacamento del general Mendoza fue Washington, como jefe de la delegación peruana ante la Junta Interamericana de Defensa{44}. En México, el ILV nunca había podido confiar en los programas gubernamentales de alfabetización para inducir a los indígenas a leer la Biblia. Ahora, por primera vez, el ILV controlaría un programa oficial de alfabetización. Para aquellos miembros que argumentaron que Townsend estaba mezclando tributo al César con tributo a Cristo –la instrucción católica era obligatoria en las escuelas públicas– éste citó un precedente del Libro del Éxodo (2: 1-9): “Es como la hija del Faraón pagando a la madre de Moisés para que criara a su propio hijo”{45}. En otras palabras, un Estado católico subvencionaría sin saberlo a misioneros protestantes para evangelizar a los indígenas.

Notas

{10} Davis 1977: 24-6

{11} Peruvian Times, 5 de abril 1946 (p. 9) y suplemento de mayo 1947 “A Report on Eastern Peru” (p. viii).

{12} Hefleys 1974: 66, 72.

{13} p. 3, Peruvian Times 17 de enero 1964: el Peruvian Year Book (junio 1944 pp. 9-10) y el Anglo-American Blue Book (diciembre 1944 p. 39) del mismo periódico. Mudd dotó Harvey Mudd College de Claremont University.

{14} McCurry 1972: 398.

{15} Hefleys 1974: 123-5, 129-33. Wallis y Bennett 1966: 177-9.

{16} Summer Institute of Linguistics-Perú 1955.

{17} Damboriena 1962: 114. Este autor jesuita (ibid pp. 118-9) describe el abuso que hizo el ILV de su afiliación a la Universidad de Oklahoma.

{18} p. 9 Peruvian Times 10 de mayo 1946.

{19} Por ejemplo, exposiciones por miembros Robert Schneider (27 de abril 1951 pp. 9-10) y Rachel Saint (28 de noviembre 1952 pp, 7-8), quien cita un versículo de la Biblia. La única referencia (p. 39 Anglo-American Blue Book febrero 1947) a la verdadera meta del ILV es una lista de los contenidos de las cartillas que incluye selecciones de la bíblia.

{20} Perú Indígena (Lima, Instituto Indigenista Peruano) y Boletín Indigenista {México, D.P., Instituto Indigenista Inter-americano) publicaron informes ocasionales de la filial.

{21} p. 9 Peruvian Times 2 de agosto 1946.

{22} p. 9 ibid 7 de marzo 1947.

{23} Hefleys 1974: 144-5 y p. 39 Anglo-American Blue Book febrero 1947.

{24} p. 5 Translation julio 1951.

{25} Peruvian Times 28 de noviembre 1947.

{26} p. 18 ibid 23 de julio 1954.

{27} Buckingham 1974: 27, 47-9. Para una versión ceremonial, ver SIL-Perú 1955: 53-7.

{28} Hefleys 1974: 160, 169 y Buckingham 1974: 25.

{29} p. 39 Anglo-American Blue Book febrero 1947.

{30} p. 19 Peruvian Times 14 de noviembre 1952 y Comercio 19 de septiembre 1952 (reimpreso en SIL-Perú 1955:90).

{31} Hefleys 1974: 169.

{32} En 1959 el Peruvian Times informó que el ILV estaba abriendo una nueva pista de aterrizaje entre los ríos Huallaga y Ucayali para la Union Oil Company de Los Angeles. Un piloto de SSAR llevó a los trabajadores, acuatizando en un lago cercano, y luego probó la nueva pista con un avión común. Se programó una cantidad de ejercicios similares{33}. En 1964 el tráfico petrolero cubría el 12% de los vuelos del SSAR (con 50% para el ILV, 20% para el ejército y 11% para otros misioneros evangélicos). En 1969, el tráfico petrolero llegaba a 16% y el militar a 18%{34}.

{33} Peruvian Times 10 de abril 1959.

{34} p. 3 ibid 28 de agosto 1964 y Hefleys 1972: 107.

{35} Cascos de bomba, Le Tourneau 1976: 61-7.

{36} p. 2 Peruvian Times 22 de mayo 1953.

{37} p. 11 New York Times 1 de octubre 1953.

{38} p. 2 Peruvian Times 22 de mayo 1953.

{39} Le Tourneau 1967: 246.

{40} p. 1 Peruvian Times 10 de abril 1953.

{41} pp. 1-2, página de fotos ibid 22 de mayo 1953.

{42} Le Tourneau 1967: 257-8, Townsend y Pittman 1975: 27.

{43} p. 3 Peruvian Times 7 de agosto 1953.

{44} p. 16 ibid 23 de enero 1953.

{45} Hefleys 1974: 175-7.

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