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← Quito 1985 · capítulo 9 · páginas 430-437 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

Zona de protección y búsqueda de libertad

En 1975 la Universidad Católica de Quito dedicó una conferencia a la filantropía estadounidense, en particular al Instituto Lingüístico y su obra Auca. Calificando al ILV como un medio de penetración para el capital extranjero, el economista Fernando Velasco atribuyó su advenimiento a la necesidad de controlar futuros campos petroleros. Disimulados como la Voz de Dios, los lingüistas altamente tecnificados habían empleado diversos métodos de agresión cultural contra los indígenas, tales como ponerlos en reservas. Según la Federación Shuar, los Aucas se dirigían a Raquel Saint como… 'Reina' y 'Estrella'… adoptando una imagen mítica que provoca completa sumisión”{67}. El ILV había cerrado importantes [431] zonas del Oriente a la investigación científica, declaró el naturalista alemán Erwin Patzelt. Por los Aucas, él se había enterado de que los cinco misioneros del ILV muertos en 1956 habían disparado a un Auca en la frente. Aunque la mayor parte de la tribu estaba ahora bajo control misionero, sesenta personas habían escapado de Tigüeno en busca de la libertad{68}.

Algunos Huaorani más o menos pacificados estaban de hecho en revuelta contra sus benefactores. Según Raquel Saint, ella no había tenido tiempo suficiente para enseñar a los blancos de las reubicaciones la Cristiandad. El nuevo antropólogo de la filial opinaba que una política de intercambio estaba reemplazando a una política de guerra.

Después de las reubicaciones de 1968, el ILV finalmente había persuadido al gobierno de ceder una reserva que fuera probable conseguir. El gobierno nunca había estado dispuesto a titular para los indígenas la tierra requerida para una economía tradicional de caza: cincuenta hectáreas por familia era la regla. Pero como los Huaorani eran un caso especial, en abril de 1969 la oficina de colonización IERAC les otorgó “tiempo razonable” para incorporarse a la cultura nacional. La recompensa por la reubicación fue una “zona de protección” de 1.600 kilómetros cuadrados. Esto era una treceava parte de los 21.000 kilómetros cuadrados que los Huaorani habían controlado, pero para seiscientas personas eran todavía 270 hectáreas por persona.

La Zona de Protección no incluía derechos sobre la explotación petrolera o regalías, porque el Estado ecuatoriano se reserva los derechos minerales. Significaba sí que el IERAC se abstendría temporalmente de titular a otras personas en la misma tierra. A cambio, el ILV tiene corno supuesto “aceler[ar] su labor benéfica de concentración de las familias Aucas en determinadas áreas de la zona”. El IERAC daría entonces título a los Huaorani de acuerdo al número de familias en cada núcleo, dejando el resto abierto a la colonización{69}. En el máximo de su generosidad, el IERAC cedería cincuenta hectáreas por familia, por un total de tal vez seis mil hectáreas o 1/27 avo de la Zona de Protección y 1/350 avo del territorio pre-pacificación. El ILV no estaba feliz con el arreglo pero aceptó lo que podía conseguir. Tal vez un futuro gobierno sería más generoso. Entre tanto los Huaorani consideraban a la Zona de Protección como su tierra; [432] el ILV los alentó a defenderla; y, hasta 1979, el IERAC no estaba procediendo a la etapa final{70}.

Al cumplir con los ultimátums petroleros, el ILV había ganado respaldo oficial para concentrar a los Huaorani libres de competidores. Un escritor dice que Anglo-Ecuadorian Oilfields ofreció llevarlo a cualquier sitio salvo las zonas Huao: las compañías tenían un arreglo con el ILV. El ejército también. Cuando la conferencia en la Universidad Católica acusó al ILV de proscribir a los ecuatorianos de su propio territorio nacional, un vocero del gobierno calificó la acusación de absurda: podría ser cuestión de seguridad nacional{71}.

Las pretensiones exclusivistas de Saint sobre los Huaorani tenían una justificación inapelable, una larga serie de asesinatos. Dado que la benevolencia misional alentaba a los Huaorani a buscar más contactos gratificantes con los de afuera, ella desalentaba los viajes a lo desconocido enfatizando el peligro. Los instintos posesivos de una misionera eran casi imposibles de distinguir de las medidas de seguridad, el aislacionismo del proteccionismo. Lo que Saint llamaba “patrones Aucas” continuaban aflorando, incluso en Dayuma y la única solución era una adaptación Huao del cristianismo. Resultó que Dios quería que los Huaorani siguieran siendo Huaorani. Aunque se vestirían decentemente e irían a la iglesia, dejarían de matar, fornicar y tontear con la brujería, ellos continuarían cantando canciones Huao, bailando bailes Huao, cazando jabalíes con lanza y monos con cerbatana, ahora con la bendición de Dios. Saint no quería que los hombres Huao trabajaran para las compañías petroleras, explicó Vicente el hijo de Carlos Sevilla, por temor a “precipitarles a la civilización” –alcohol, armas de fuego y prostitución{72}.

A veces la filial admitía visitantes para confirmar que todo estaba en su sitio en Tigüeno, pero con su mayor empeño desalentaba visitas a sus nuevos e inciertos clientes del este. Aquí el maestro Toña había sido muerto en junio de 1970. Los fugitivos de río abajo atacaron dos veces a trabajadores petroleros. Y se dice que un antropólogo norteamericano lanzó [433] una docena de rifles a un claro Huao antes de volverse a su país con prisa{73}. Pero dado que la gente del este estaba fuera de efectivo control misionero, dentro de fácil alcance de los campamentos petroleros y receptivos al trueque, estos ejercían un poderoso atractivo como 'los últimos Aucas'.

Aquí las defensas del ILV fueron penetradas por Erwin Patzelt, un naturalista decidido a filmar a los Huaorani visiblemente salvajes, es decir desnudos. Ya que sus expediciones eran costosas, eventualmente produjo documentales y una colección de fotos. Además compartió los costos con otros dos alemanes quienes realizaron sus propias publicaciones sobre los últimos Aucas, Peter Baumann y Karl Dieter Gartelmann. Dos otros logros de Patzelt fueron exponer un defecto en la leyenda de Playa Palma y, junto con Wycliffe, introducir al hijo de Dayuma a la explotación de los Huaorani para beneficio personal.

En julio de 1971 Patzelt voló a la base petrolera de Tivacuno. Meses antes, el ILV había hecho su primer contacto no-letal con la banda del este, y los fugitivos de río abajo habían clavado veintiséis lanzas en un cocinero petrolero. Con la ayuda del Western Geophysical Service y de Howard Stephen Strouth, el geólogo norteamericano acreditado por el descubrimiento de petróleo rentable en el Oriente, Patzelt alquiló helicópteros para hacer expediciones a las bandas del este. Su intérprete fue Sam Padilla, a quien el ILV había mandado al campamento de Tivacuno para impedir más desgracias{74}. En la tercera salida de Patzelt en setiembre de 1971, él y Catherine Peeke aterrizaron en el mismo lugar, cada uno en su propio helicóptero. “Señorita no se preocupe por mi vida”, dice él que le dijo. “Me está yendo bien acá dando regalos”. Cuando trató de alquilar un helicóptero para una cuarta expedición, la compañía se rehusó.

Patzelt no había empezado a pelear todavía. Acompañado de un hombre vestido de civil, a principios de 1972 otra vez fracasó en contratar un helicóptero petrolero. Raquel Saint había denegado el permiso. Desconocido para el ILV, el acompañante de Patzelt era el Coronel Carlos Espinoza, sub-director del Instituto Geográfico Militar. Pocos días después, durante una de sus conferencias en la academia militar de Quito, Patzelt mencionó que ni siquiera los oficiales militares podían inspeccionar ciertas partes de su patria. Esto hizo intervenir a la policía secreta en el caso: el ILV [433] capituló con un tour guiado{75}. De ahí en adelante Patzelt visitó los Huaorani del este en helicópteros militares así como de compañías petroleras, llevando consigo a amigos militares, autores y hasta al cónsul alemán a ver a los últimos Aucas no malogrados por la civilización.

Alrededor de Tigüeno, la política proteccionista del ILV estaba también cayéndose a pedazos, no menos porque los Huaorani compartían su zona de protección con un consorcio petrolero. Aunque el pozo perforado a tres kilómetros de Tigüeno resultó 'anti-económico', la empresa petrolera estatal CEPE pasó por allí nuevamente cuatro años más tarde y probablemente regrese. La recompensa Huao era el botín de la exploración petrolera, en dimensiones nunca antes vistas en Tigüeno. Pronto todas las casas tuvieron techo de calaminas, salvo la de Raquel Saint.

Muchos trabajadores del petróleo eran Quichua del Oriente, el grupo idiomático más grande de la selva ecuatoriana. Desplazados por la colonización, son un pueblo en aumento y sediento de tierra, con razones para resentir la Zona de Protección. El Alto Curaray había sido siempre una ruta de intercambio, a la que sus mortales enemigos se habían mudado sólo en los últimos tiempos. Ahora el gobierno estaba dando a los Aucas derechos exclusivos a una escala negada a los Quichua. Trabajar para las compañías petroleras era una oportunidad para explorar con seguridad y conocer a los nuevos y ojalá temporales propietarios{76}.

Ninguna de estas presiones era la más seria amenaza a la política proteccionista del ILV, sin embargo. Esta venía de los Huaorani mismos, en forma de demandas que el ILV no quería satisfacer y de juegos de poder al interior del sistema clientelista de Raquel Saint. El signo más claro de que algo estaba muy mal fueron las deserciones de Tigüeno, el llamado escape a la libertad.

Para 1971 una facción de 'rebeldes' estaba moviéndose, no hacia el este como la de Baiwa y sus lanzas el año anterior, sino hacia el oeste, hacia el río Napo, como si estuvieran en busca de mejores socios de trueque. Incluía a uno de los cinco asesinos de Playa Palma redimidos por Rachel Saint, Nimonga, y eran dirigidos por uno de los antiguos peones de Sevilla, Zoila Wiñaemi. Como las otras mujeres Huao de Sevilla, Zoila [435] hablaba Quichua y un poco de español, lo que hacía de ella una de los pocos Huaorani capaces de actuar como intermediarios con gente de afuera. Como la especial relación entre Saint y Dayuma le daba a la segunda casi el monopolio de mediación y sus recompensas, ella y Zoila riñeron amargamente.

La filial remite la ruptura final a una confrontación en 1971 entre Zoila y Dawa, la número dos de Saint. Cuando un helicóptero bajó a un equipo petrolero en la vecindad de Zoila entre la zona de Protección y el río Napo, los trabajadores se aterraron al contacto con los indígenas. Según el contratista y jefe del equipo, el Capitán Nelson Villalba, él controló la situación invitando a la banda de Zoila al campamento. Otra versión incluye una oportuna avalancha de regalos desde un helicóptero de la Texaco.

Tal vez una semana después del amistoso contacto, según Villalba, Dawa llegó de muy mal genio con otros catorce hombres y mujeres. Dawa increpó al capitán, exigiendo que se fuera porque sus hombres iban a robar la caza de los Huaorani. Zoila intervino a favor de Villalba y las dos mujeres se trabaron en una pelea a gritos, en medio de los dos bandos Huao armados y de los trabajadores. Creyendo que las mujeres estaban arrojándose amenazas de lanzas, Villalba llamó por radio a Texaco, quienes a su vez llamaron al ILV. Un helicóptero trajo a Catherine Peeke, quien convenció a Dawa y a su gente de marcharse{77}.

Un hombre acomodaticio como Villalba era justo lo que Zoila y su gente andaban buscando. El llevó a cuatro de los hombres donde el Presidente Rodríguez Lara; rehusaron abandonar el palacio hasta recibir un montón de viejas escopetas y rifles 22. Villalba regaló la banda a la Alianza Cristiana y Misionera (ACM), la cual ayudó a ésta a asentarse en Dayuno, a un día de camino del río Napo, en la frontera norte de la Zona de Protección. Un pastor Quichua, Pedro Chimbo de la ACM, abrió una escuela en Dayuno en diciembre de 1973.

Entre los primeros foráneos en visitar este centro de negocios Quichua-Huaorani estuvo Erwin Patzelt, Peter Baumann y el Mayor del Ejército Tito Parreño. A través de Pedro Chimbo y Zoila como intérpretes, escucharon preocupantes historias del régimen de Raquel Saint en Tigüeno. El pastor Chimbo la llamó “una cárcel de misión”, donde el ILV impedía [436] a Huaorani aprender cualquier cosa sobre el mundo de afuera y donde las gentes indisciplinadas eran atadas de pies y manos{78}.

Dayuno fue el primer asentamiento Huao en atraer a gran cantidad de turistas, grupos semanales de jóvenes mochileros, sobre todo norteamericanos y europeos, escoltados desde el río Napo por un guía. Cuando mi grupo de siete pasó una noche en Dayuno en octubre de 1976, la atmósfera de desconfianza y oportunismo total era palpable. Los niños Huao eran vivaces y receptivos, los jóvenes alternativamente hoscos y sarcásticos, la gente mayor mayormente melancólica. Media docena de hombres Quichua estaban de visita para cazar. Los Huaorani trataban de vender a los turistas cerbatanas de juguete, collares y cosas por el estilo; algunos mendigaban ropa interior femenina y aspirinas.

Un periodista estuvo tan impresionado por la autoridad de Zoila que clasificó a la sociedad Huao como un matriarcado tradicional sacado del Estadio Medio de Salvajismo de Lewis Morgan{79}. Mi impresión de Dayuno fue un estadio medio de desintegración. Pedro Chimbo resultó más accesible que Zoila; era considerado un hombre valiente porque Dayuno incluía a hombres sobre los cuales la Buena Nueva había hecho poca impresión. Aún tenían cuentas pendientes desde las últimas batallas de los años sesenta; en un momento de ira, cualquier foráneo serviría como un blanco apropiado.

Chimbo estaba pensando irse porque el grupo le estaba ocasionando problemas; dudaba que el Ministerio de Educación encontrara un reemplazo. Pensaba que los Huaorani pedían demasiado y recibían demasiados obsequios para su propio bien. Pero lo peor era que nuestro guía daba la mayor parte de sus mercedes a Zoila, quien no las distribuía a los otros, que se ponían furiosos y a veces refunfuñaban algo acerca de lancear a los turistas. Durante la cena, un joven llegó furioso y rápidamente estuvo contratado para llevarnos en canoa al día siguiente.

Cuando insistí en la cuestión del turismo, Chimbo añadió que desafortunadamente estaba en manos de hombres como nuestro guía (de la costa) en lugar de los Quichua. Los dos se acusaban mutuamente de engañar a los Huaorani con su artesanía. Un mes después de nuestra visita, una alarma de lanzas recorrió el Napo: Pedro Chimbo estaba en peligro, tal vez [437] muerto. A principios del año siguiente él trató de proscribir el turismo, lo que enfureció a Zoila y su gente.

Notas

{67} En los años sesenta Dayuma llamó a Saint Nimu (Estrella) en memoria de una hermana.

{68} Mercurio (Cuenca) 18 de enero 1975.

{69} Resolución, Comité Ejecutivo, Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización, 14 de abril 1969.

{70} Reflejando una nueva política indigenista, en abril de 1983 el Presidente Osvaldo Hurtado entregó a los Huaorani una reserva de 66.000 hectáreas, con derechos de caza sobre otras 250.000 hectáreas de reserva estatal.

{71} Tiempo (Quito) 18 de enero 1975.

{72} Entrevista del autor, Puerto Misahualli, 19 de octubre 1976.

{73} Baumann 1975: 89 y Kingsland 1980: 155.

{74} Baumann 1975: 13-4, 216-7.

{75} Erwin Patzelt, entrevistas del autor, Quito, 24 de febrero y 9 de junio 1976.

{76} La Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana, que incluye prominentemente a los Quichua del Oriente, apoyó el título de reserva Huao de 1983 y ha demandado su ampliación.

{77} Nelson Villalba, entrevistas del autor, Quito, 29 de octubre y 17 de noviembre 1976.

{78} Baumann 1975: 93-114.

{79} pp. 1, 15 Comercio 29 de abril 1974.

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