Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 28, junio 2004
  El Catoblepasnúmero 28 • junio 2004 • página 13
Polémica

Disputas ontológicas
sobre temas cosmológicos indice de la polémica

Javier Pérez Jara

Respuesta al artículo de José Antonio López Díaz,
a propósito de las matemáticas y la estructura del universo

A la polémica ontológica sobre las matemáticas y el universo mantenida en las páginas de esta revista, ahora se suman las importantes e interesantes aportaciones de José Antonio López Díaz (en El Catoblepas, nº 27, pág. 14), que asume, en esta polémica filosófica, el papel de defensor junto con Letichevsky, de la teoría del Big bang, la realidad del vacío físico, el «indeterminismo microscópico» de que nos habla la mecánica cuántica, &c. Teorías que considero, desde el materialismo, no ya meta-científicas, sino metafísicas (y por tanto falsas). Naturalmente, para decidir sobre cuál de las dos posturas (la defendida por Letichevsky y José Antonio López Díaz y la defendida por mí) es la verdadera filosóficamente (ya que este debate desde el principio excedió los horizontes categoriales de las ciencias positivas), la única manera, a mi juicio, si queremos proceder críticamente, es enfrentar ambos sistemas de Ideas para ver cuál es más potente. En este artículo se defiende que el materialismo filosófico es un sistema de ideas mucho más potente que el defendido por mis dos contrincantes.

§ 1. El Vacío y el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura nula

José Antonio López Díaz escribe en su artículo «A propósito de las matemáticas y la estructura del universo»:

«El vacío absoluto, entendido como puro espaciotiempo, no es contradictorio en sí mismo. Si lo fuera no se entiende cómo ha dado tanto juego en física, que ha llegado a la conclusión, según la teoría de la relatividad general, que es universalmente aceptada como la mejor teoría disponible para su descripción, de que es una variedad cuatridimensional con una métrica de signatura de Lorente.»

Ahora bien, en este fragmento se refleja, a mi juicio, la inadmisible hipostatización que José Antonio López Díaz (JALD) realiza sobre el espacio-tiempo de Minkowski. Desde las coordenadas del materialismo filosófico{1} –y dada la naturaleza ontológica de estos problemas es imposible hablar de ellos si no es desde unas coordenadas filosóficas dadas–, el espacio-tiempo de Minkowski, en la teoría general de la relatividad, asume las funciones de «forma» como expresión física de la codeterminación de las masas materiales ligadas por la gravitación; o lo que es lo mismo: el espacio-tiempo de Minkowski con entidad física consiste, por tanto, en la codeterminación diamérica de las masas gravitatorias. Esto significa, entre otras cosas, que el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura nula es un concepto límite, con una relevancia matemática, pero no física (la curvatura nula significaría que no existe materia); en otras palabras: el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura nula no puede existir físicamente. Este espacio-tiempo, en el contexto de la materia física, siempre tendrá una curvatura no nula, dado que él mismo no es una sustancia que acoja a los cuerpos, a modo de red (eso sí, «deformada» por los propios cuerpos que acoge) sino, al contrario, un sistema de relaciones existente por las masas gravitatorias, y sin las cuales carece de todo sentido físico. JALD, ignorando la génesis de las materialidades terciogenéricas, hipostasia el espacio-tiempo de Minkowski matemático, llegando a sostener que puede existir físicamente aun teniendo curvatura 0 (llamado a veces «Universo de Minkowski)», lo que no me recuerda sino a la teoría de las inteligencias separadas como formas separadas de toda materia de las que hablaba Suárez en sus Disputaciones metafísicas. En efecto, y como ya hemos señalado, el espacio-tiempo de Minkowski con entidad física es un sistema de relaciones consistente en la codeterminación diamérica de las masas gravitatorias; por tanto, el espacio-tiempo está en función de estas masas, y sin ellas, pierde todo sentido físico y se convierte en una entidad ideal límite, como pueda serlo el dado perfecto (¿alguien puede ir a un casino a jugar con este dado?).

El propio Einstein escribió:

«Para llenar nuestra finalidad es necesario vincular los conceptos fundamentales de la Geometría con objetos naturales [primogenéricos según nuestra terminología], pues sin esa vinculación esta ciencia no tiene ningún valor ni significado para el físico. (El significado de la relatividad. Conferencias de Princeton de 1921).»

Y en otro lugar también muy conocido:

«De acuerdo con la relatividad general, el concepto de espacio desprendido de todo contenido físico no existe. La realidad física del espacio está representada por un campo cuyos componentes son funciones continuas de las cuatro variables independientes: las coordenadas del espacio y el tiempo. Es precisamente esta clase particular de dependencia lo que expresa el carácter espacial de la realidad física. (Einstein, «Acerca de la teoría de la gravedad generalizada») [cursivas mías].»

JALD, en todo su artículo, deja ver claramente como hipostatiza el espacio-tiempo con fórmulas sustancialistas como: «el hecho de que el espaciotiempo se vea afectado por la presencia de la materia» o con su mito de cosmogénesis, que, siendo tan falso como pueda serlo el de Lactancio, se presenta irónicamente como una formulación de una teoría que, lejos de ser mítica (en el sentido peyorativo), es perfectamente racional y verdadera (aunque no sabemos muy bien bajo qué criterio de verdad científica).

Volviendo al terreno de la teoría de la relatividad, hay que decir que la inseparabilidad ontológica, en el plano físico, del espacio-tiempo de las masas materiales, se puede ver, por ejemplo, en las ecuaciones relativistas que ligan los tensores métricos y los tensores energéticos; en efecto, los tensores métricos, como es bien sabido, se refieren a la estructura geométrica formal (o curvatura del espacio-tiempo en una región específica); mientras que los tensores energéticos irán referidos al contenido material de la región que es fuente de la curvatura. Median, por tanto, relaciones circulares y de sinexión entre los tensores métricos y los energéticos de tal manera que unos son impensables sin los otros y viceversa, de igual modo como son inseparables el anverso y el reverso en una figura determinada (dejando de lado el caso particular de las superficies de Möbius).

Considerar como pura fantasía el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura 0 físico nos lleva también a una consideración de relevancia decisiva, a saber, negar la posibilidad de una fuga gravitatoria, según la cual las masas físicas, al ir expandiéndose en un espacio ilimitado de manera indefinida, llegarían a desaparecer cuando se llegase al límite k = 0, para el cual, el espacio-tiempo de Minkowski estaría completamente vacío al llegar a ser 0 su curvatura; o lo que es lo mismo: las masas materiales desaparecerían por completo. En efecto, la fuga gravitatoria nos conduce a la delirante conclusión de que la materia puede aniquilarse, desaparecer por completo, pues si las masas desaparecen para el límite k = 0, también lo hace el propio espacio-tiempo, ligado sinectivamente a las masas materiales como anteriormente hemos señalado.

El principal error ontológico de JALD en este punto, y a mi juicio, es del hipostasiar M3 (al menos en lo que a contenidos geométricos se refiere), dado que, según se desprende de su artículo, considera al espacio-tiempo de Minkowski matemático como originario, y no como construcción derivada generada por la actividad operatoria (segundogenérica) del sujeto gnoseológico (el matemático) sobre contenidos corpóreos (primogenéricos). En efecto, los contenidos terciogenéricos no son originarios (lo que nos llevaría a un esencialismo platónico, o formalismo terciogenérico, tan practicado hoy por muchos «hombres de ciencia»), sino derivados; en efecto, la idealidad de las construcciones geométricas o matemáticas no es fruto de vislumbrar esencias puras «que bajan del cielo», sino de llevar al límite, mediante operaciones lógicas del sujeto operatorio, determinadas configuraciones corpóreas, prácticas. Los espacios multidimensionales, por ejemplo, han sido generados regresivamente por el sujeto operatorio a partir de los cuerpos empíricos tridimensionales (fenomenológicos), lo que implica que afirmar que nuestro mundo físico es una clase particular de la familia de espacios geométricos posibles es una afirmación metafísica, en tanto sitúa a los espacios terciogenéricos como originarios, cuando lo que ocurre es que las construcciones matemáticas son construcciones derivadas del ámbito corpóreo mediante la actividad lógica del sujeto operatorio, y sin la cual, dejan de tener todo significado, y más aun, ni siquiera existen, pues los contenidos de M3 proceden, en su génesis, de la dialéctica entre M2 y M1 sin la cual es imposible que existan (y esto en contra de los que hipostasían M3, situándola ya sea en un «cielo platónico», en el entendimiento infinito de Dios padre, o en cualquier otro «lugar» imaginario).

Muchos contenidos terciogenéricos intercalados en procesos continuos, cuando llevamos al límite las configuraciones procesuales que entretejen estos procesos, llevan a resultados contradictorios, o aun absurdos, por lo que deberemos adoptar la estrategia dialéctica de detención del proceso de paso al límite (mediante la anástasis o catástasis). Otras veces, expresiones que tienen significación física pueden tomar valores (en el seno de campos de variabilidad discretos) para los que dejan de tener significación física, y que por tanto sólo tienen coherencia dentro de las matemáticas puras.

Éste último caso sucede con el parámetro de curvatura del espacio-tiempo de Minkowski, (que sólo puede obtener valores discretos [1, -1 ó 0]), de tal modo que cuando k = 0 (espacio plano), este espacio-tiempo deja de tener significación física y se convierte en una construcción ideal, como pueda ser un hipercubo en otro contexto.

Pongamos por caso, en la métrica de Friedman-Robertson-Walker, la ecuación:

ecuación

El parámetro k no puede tomar sin riesgo de caer en una contradicción física el valor 0, de análoga manera como en las ecuaciones de Lorentz: x' = (x - vt)/(1-ß2)½  » t' = (t - vx/c2)/(1-ß2)½, el término c no puede obtener valores por encima de 3·108 m/s, ya que si no, el valor de ß sería mayor que 1 con lo que obtendríamos valores de espacio y tiempo imaginarios, y por tanto sin sentido físico alguno. No cabe llegar a un límite contradictorio y llamarlo «singularidad», inmunizándose de la posibles críticas alegando que las leyes de la física no pueden explicar (ya sea «de momento», ya sea «para siempre») esta presunta singularidad, pero que, sin embargo, es real, dado que las ecuaciones llevan a ella para determinados valores («llegamos aquí, y lo que haya más allá no es competencia nuestra, o no podemos explicarlo»); y esto porque, como ya hemos visto, las ecuaciones físicas son entidades terciogenéricas derivadas del mundo de los fenómenos en el que actúa el sujeto operatorio (aunque constituyan un género de materialidad inconmensurable respecto a los que proviene en su génesis), tales que, para determinados valores (como los que afectan a la temperatura, a la velocidad de la luz o al parámetro de curvatura dentro del paradigma relativista) dejan de tener significado físico y se constituyen como límites o figuras ideales que si bien no son contradictorios en la pura materialidad terciogenérica (la ecuación expuesta antes de la métrica de Friedman-Robertson-Walker, por ejemplo, si la desligásemos de toda significación física y la tomásemos como una expresión diferencial de las matemáticas puras, el parámetro k podía ser 0 sin riesgo de contradicción) sí lo son en la materialidad primogenérica. Un ejemplo más trivial: tomemos una serie continua que fuese dando valores al parámetro a que expresaría el volumen de un cuerpo (primogenérico); pues bien, esa serie, si quisiese mantenerse en el estricto campo de la significación física, debería parar por anástasis los valores para las cuales a = 0 (ya que un punto deja de ser un cuerpo, en tanto que la idea de cuerpo está ligada a la de tridimensionalidad; un punto no puede ser nunca una entidad primogenérica) ó a = ∞ (pues para este valor, se negaría la necesaria pluralidad y finitud de los cuerpos primogenéricos) y no cabe por tanto decir que pueden existir cuerpos-punto o un cuerpo infinito porque las ecuaciones nos llevan a ello, dado que las ecuaciones, como en general todo contenido terciogenérico, son algo derivado y no primigenio (afirmar lo contrario sería platonismo o idealismo esencialista). De manera análoga, por tanto, negamos tanto el Big bang (que nos pone ante las puertas de una curvatura infinita) como la fuga gravitatoria para la que el espacio-tiempo de Minkowski tendría curvatura nula.

A parte de negar el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura nula o infinita con entidad física, también negamos que hubiese partes del espacio-tiempo vacías (en sentido absoluto, y no relativo tipo «vacío barométrico», &c.), pues si el espacio-tiempo es un sistema de relaciones que desde las coordenadas del materialismo filosófico es visto como la propia codeterminación diamérica de las masas gravitatorias, una supuesta región «vacía» del espacio implicaría que allí no existen ondas gravitatorias, por ejemplo, lo que contradice a la propia naturaleza del espacio-tiempo del que hablamos (no sustancialista); el espacio y el tiempo no pueden existir al margen de la propia materia primogenérica.

Concluimos por tanto: la materia primogenérica es un plenum energético en el que el espacio y el tiempo son la propia materia en una de sus formas de codeterminación diamérica (ya que la materia siempre es plural, y la pluralidad implica codeterminación) de tal modo que el espacio-tiempo de Minkowski de curvatura nula es sólo una entidad imaginaria, una entidad de M3 construida regresivamente, pero contradictoria físicamente.

El vacío, como ya hemos expuesto anteriormente, es una apariencia fenomenológica ligada a los filtros de kenosis del sujeto operatorio; este mecanismo actúa filtrando contenidos reales para posibilitar la percepción. El caso más paradigmático de esta «apariencia» es en el caso del sentido de la vista, donde los mecanismos de filtro de la kenosis actúan de modo tal que dan la sensación al sujeto operatorio que entre él y el objeto apotético no hay nada, cuando en realidad ocurre que la materialidad física es un plenum energético en el que se han filtrado determinados contenidos, gracias al sistema nervioso del sujeto operatorio, para posibilitar la visión a distancia (ya que si no, no sería posible la visión; la expresión «visión a distancia» es una redundancia). Ahora bien, cuando se olvida, o más bien se ignora la génesis perceptiva del vacío y se lo hipostasia, tenderá a ser coordinado con el espacio absoluto (contenido terciogenérico inexistente físicamente) cayendo en todas las posiciones metafísicas de JALD.

§ 2. El Big bang

En este asunto, comienza JALD reivindicando la supuesta naturaleza «científica» de la teoría del Big bang; ahora bien, esta reivindicación sólo puede hacerse (suponemos) desde la Idea teoreticista de ciencia, opción impugnada por la gnoseología circularcita de la Teoría del cierre categorial; en efecto, la teoría del Big bang, al igual que la de los Agujeros negros (y más aun, la de los llamados «agujeros de gusano»), por poner un ejemplo, carece de términos (corpóreos) con los que operar, y por tanto es imposible obtener ninguna identidad sintética en torno a estas supuestas entidades (recordemos que el eje sintáctico del espacio gnoseológico está constituido por términos, operaciones y relaciones); esto significa, entre otras cosas, que no puede haber verdad científica alguna sobre el Big bang en tanto que esta misma entidad, por definición, imposibilita que puedan ser elaboradas identidades sintéticas sobre ella, al carecer de términos sobre los que operar el sujeto gnoseológico. Ahora bien, si no es posible construir identidades sintéticas, esto es, verdades científicas sobre el Big bang (y por tanto construir una teoría «cerrada»), significa que la teoría del Big bang no puede ser científica, en tanto ella misma, por definición, se sitúa más allá de los horizontes categoriales de las ciencias positivas. El «estatuto científico» del Big bang, en suma, no es superior al «estatuto científico» de la teoría de la continua creación de materia de Bondi y Hoyle, o al vacío cuántico del que nos habla Prigogine en Entre el tiempo y la eternidad (Alianza, Madrid 1990); o lo que es lo mismo: el «estatuto científico» de la teoría del Big bang es simplemente inexistente (al menos desde el materialismo gnoseológico). Allá donde no es posible construir identidades sintéticas no hay ciencia positiva en sentido estricto. Esto no significa que no sea posible teorías racionales, y aun rigurosas, sobre el supuesto origen de nuestro universo, &c., significa que estas teorías no serán de índole científica, en tanto no pueden «estar tejidas» por identidades sintéticas. La naturaleza de estas teorías será filosófica (o metafísica cuando se sitúen en la vía del sustancialismo), y la decisión de toma de partido por una teoría o por otra, necesariamente tendrá que ser hecha por vía apagógica, dialéctica (al menos si queremos actuar críticamente y no dogmática o gratuitamente). Si JALD pretende seguir manteniendo el supuesto estatuto científico de la teoría del Big bang, tendrá que enfrentarse dialécticamente con la gnoseología de la teoría del cierre categorial. Por lo que al materialismo filosófico respecta, las críticas al teoreticismo pueden encontrarse en diversos lugares, principalmente el tomo cuatro de la Teoría del cierre categorial.{2}

Posteriormente, JALD alude a las ecuaciones que conducen a la singularidad del Big bang; ahora bien, las ecuaciones, como ya señalamos anteriormente, son entidades terciogenéricas que, en el marco de una teoría imaginaria metafísica, pueden conducir a resultados también imaginarios (como pueda serlo la singularidad primordial), que si bien pueden tener coherencia terciogenérica en el estricto campo de las matemáticas puras, no pueden tener ningún sentido físico, de igual modo que no puede existir físicamente un cuerpo de dos dimensiones o de quince.

Lo que la teoría del Big bang dice predecir es fundamentalmente lo siguiente, a saber, 1) La existencia de una «radiación de fondo» en todo el Universo observable; 2) la «expansión» del Universo físico; 3) Las proporciones de los elementos, especialmente la ubicuidad del hidrógeno en la composición actual de nuestro Mundo.{3} A este respecto, Gustavo Bueno escribe (y yo lo suscribo plenamente) lo siguiente:

«No puede decirse, por ejemplo, que la teoría [del Big bang] haya predicho la "radiación de fondo" y que Penzias y Wilson hubieran verificado en 1978 esta predicción. Penzias y Wilson observaron una radiación uniforme que fue interpretada en el contexto de la teoría del big-bang, cuando ésta estaba, a la sazón, en ascenso; pero que podía haber sido interpretada también en el contexto de otras teorías. Por su parte, la teoría del big-bang, sólo podía deducir la radiación de fondo si agregaba a sus postulados otros tomados precisamente del descubrimiento de Penzias-Wilson. En lugar de deducción y predicción (progressus) sería mejor hablar de regressus de unos fenómenos observados (la radiación de fondo) hacia unas hipótesis con las cuales podría construirse un sistema coherente. Otro tanto se diga, mutatis mutandis, de las otras "predicciones confirmadas". » (TCC., pág. 250)

De esto se deduce, entre otras cosas, que interpretar la teoría de microondas en términos de la teoría de Hubble es, por usar palabras del propio Gustavo Bueno, un salto mortal; salto que no fue aceptado por motivos gnoseológicos, sino por motivos enteramente gratuitos, cuando no completamente sospechosos, ideológicos (no olvidemos, entre otros, el apoyo del catolicismo al Big bang desde el principio para coordinarlo con «la Creación»).

Ahora bien, aun aceptando que la teoría del Big bang no es una teoría científica (al menos cuando tomamos una Idea clara y distinta de ciencia positiva estricta), y aun más, que los motivos que parecían llevar inexorablemente a la veracidad de esta teoría son cuando no gratuitos en el peor de los casos, sí bastante débiles; aun aceptando esto, digo, ¿podría ser esta teoría verdadera (en el sentido de la verdad filosófica, no de la identidad sintética científica), no obstante? En otras palabras ¿podría ser posible que, efectivamente, nuestro universo procediese de una singularidad primordial en donde no existían ni el espacio y el tiempo? Por nuestra parte, así lo negamos.

JALD escribe sobre algunas de las objeciones que a esta teoría hice en mi anterior artículo:

«Tras este bosquejo de los hechos fundamentales en torno a la teoría del Big bang, la réplica a las objeciones de JPJ es bastante inmediata. El punto de energía es una singularidad de carácter matemático asintótico, mientras se contrae el universo lo hace por igual en todos sus puntos, no hacia ningún punto, y como indiqué, la teoría cubre con un velo de ignorancia lo que sucede a partir de un determinado límite. En ningún momento pide la teoría que se conciba al Universo como flotando en un espacio distinto al espaciotiempo en que estamos, y esto es válido siempre. Por tanto la cuestión referida a la "ubicación" del punto debe JPJ contestársela de forma paralela a la "ubicación" del Universo en la actualidad.»

No puedo estar de acuerdo con JALD; en la teoría del Big bang, se ejercita un regressus desde el estado del universo actual (con un radio determinado, esto es, con un estado de «expansión» determinado, dentro de las coordenadas de la teoría del Big bang) hasta una singularidad primordial en la que R = 0, y por tanto, donde la curvatura del espacio sería infinita y el «volumen» del Universo, nulo. La singularidad primordial es, pues, un punto; sin embargo, esto carece por completo de sentido, pues en el regressus, al curvar infinitamente el espacio (y por tanto hacer desaparecer las masas gravitatorias), se hace desaparecer el propio espacio-tiempo de Minkowski (ligado sinectivamente a las masas gravitatorias, como antes decíamos), y por tanto, la posibilidad de hablar de un «punto» o de cualquier otra entidad espacialmente categorizada. No hay «punto» sin espacio; ¿en dónde se «refleja» el punto de la singularidad primordial? La singularidad primordial no es más que una entidad imaginaria fruto de llevar al límite categorías que encontramos en nuestro estado actual del Mundo (temperatura, espacialidad, &c.); es completamente erróneo que, según JALD, «la cuestión referida a la "ubicación" del punto debe JPJ contestársela de forma paralela a la "ubicación" del universo en la actualidad», pues, obvio es decirlo, carece por completo de sentido preguntar por dónde está situado el universo, ya que llevaría a hipostasiar el espacio y sacarlo fuera del universo, algo completamente absurdo, pues como ya dijimos anteriormente, el espacio, al igual que el tiempo, son sistemas de relaciones existentes entre las masas gravitatorias, y no misteriosas sustancias metafísicas que nos «acojan». Sin embargo, es completamente pertinente denunciar el absurdo de «la singularidad primordial» como un «punto», en tanto que -repetimos- en ella se ha hecho desaparecer toda referencia espacial (al regresar a una situación en la que el espacio-tiempo de Minkowski dejaría de existir).

Por supuesto, y esto también es esencial, carece por completo de sentido hablar de «puntos» o cualquier otra entidad ideal (terciogenérica) al margen de M2 y M1, pues los contenidos de M3, en su génesis, son fruto de un tipo especial de confrontación dialéctica entre contenidos del primer y del segundo género. Esto significa, entre otras cosas, que hablar de contenidos de M3 sin M2 ni M1 es tanto como practicar la más oscura metafísica sustancialista, hipostasiando M3 y viendo, posteriormente, a M2 y M1 como su «despliegue», en tanto que todas las morfologías de nuestro Mundo actual se encontraban ya, de algún modo, en la singularidad primordial (que como digo no puede ser designada, en modo alguno, como una entidad primogenérica, sino más bien terciogenérica). La teoría del Big bang, presupone, por tanto, a M1, M2 y M3, géneros de materialidad que sólo tienen sentido a escala del sujeto operatorio, pero que en esta teoría se han hipostasiado, y practicado con ellos, además, un formalismo inaceptable.

La singularidad primordial, además, no puede concebirse como una entidad infinitamente simple en tanto que la reducción del universo a un «punto de ignición originario», en el que como hemos dicho estaría comprendido todo lo resultante posterior a la «expansión», conlleva a concebir al «punto de ignición» como una totalidad cuyas múltiples partes se hallan comprimidas y deformadas hasta el límite. Límite tal que permita afirmar que la «gran explosión» se produjo simultáneamente en todas sus partes, «llenando» todo el espacio (recién creado especialmente por la «explosión», pues recordemos que «antes» el espacio-tiempo no existía{4}).

Posteriormente, JALD añade «La pregunta acerca del «estallar» está mal dirigida porque la expresión es puramente metafórica, para describir las extraordinarias velocidades de expansión de los instantes iniciales.». No puedo estar de acuerdo; mi pregunta por el «estallar» no es sino mi pregunta por el «cambio» del estado de la singularidad primordial al posterior estado (pongamos el designado por 10-43 segundos «posteriores» a la propia «creación» del tiempo), pues todo «cambio» supone el tiempo, y el tiempo no es una sustancia metafísica, sino «la medida del devenir» («el tiempo es el reloj»), y el devenir sólo puede darse lugar en el seno de lo que el materialismo filosófico conoce como totalidades jorismáticas; totalidades en las que sus partes no se dan de modo simultáneo, sino sucesivamente. Ahora bien, mediante el postulado de corporeidad holótica, el materialismo filosófico afirma que no existen totalidades sin cuerpos, por lo que no cabe hablar de devenir fuera de las totalidades jorismáticas (entidades primogenéricas). Dicho de otra forma, el «devenir» no es sino la propia materia componiéndose y descomponiéndose, y este proceso de «composición» y «descomposición» sólo puede darse en el seno de las totalidades jorismáticas; no tiene sentido regresar a una situación en la que las totalidades jorismáticas no existen y por tanto no existe el tiempo, porque de esa situación «sin tiempo», se tendría necesariamente que realizar un progressus al estado del Mundo donde existen las totalidades jorismáticas, pero eso implicaría introducir, de modo necesario, el devenir (en la singularidad primordial para «pasar» a otro estado), que precisamente había sido negado al afirmar que en la singularidad primordial no existe el tiempo, ni es corpórea (y por tanto tendría que permanecer «eternamente» estática).

Se puede afirmar, por tanto, que si el regressus del estado del mundo actual a la singularidad primordial es contradictorio, aun lo es más el progressus de esa singularidad al mundo actual (o simplemente al «mundo físico» de los cuásares), en tanto al llegar a una situación en la que no existe el devenir y por tanto el tiempo, se pretende progresar luego de esa situación primordial a la materia en devenir, tesis completamente contradictoria, dado que la singularidad primordial debería ser «temporal» para poder cambiar a otro estado, lo que llevaría a la propia negación de la «singularidad» como entidad donde no existe el devenir).

JALD también escribe «Así que en último análisis la materia "estalla" por exactamente la misma razón que una piedra de 1 kg y un dispositivo de almacenamiento masivo de 1000 Gbytes de información que pese 1 kg se comportan exactamente igual en un campo gravitatorio (en el vacío)». Ahora bien, esto es inaceptable, pues la naturaleza de la singularidad primordial es radicalmente distinta a la de la materia cósmica «posterior» (pese a haber sido construida regresivamente a partir de ésta), y por tanto estas analogías carecen de sentido. En efecto, una piedra estalla porque es una totalidad jorismática (una pluralidad cuyos contenidos se van codeterminando sucesivamente), pero no así la singularidad primordial, que debería permanecer «eternamente estática», según hemos dicho más arriba.

En la singularidad primordial, los atributos de la materia («multiplicidad» y «codeterminación») se hallan llevados al límite, completamente deformados de manera contradictoria. Los defensores de la teoría del Big bang suelen alegar a esto que sólo podemos dar cuenta lo que sucede 10-43seg., después de la «metafórica explosión», donde las condiciones del universo ya podrían ser estudiadas por la física (en la «singularidad primordial», las condiciones serían tan «extrañas» que la física no podría dar cuenta de ellas). Sin embargo, el afirmar «no sabemos que pasa antes de los 10-43 segundos posteriores a la "metafórica explosión"» no sirve, pues antes de los 10-43 segundos «primeros» del universo hay un conocimiento negativo (que no es la negación de todo conocimiento), por el que, entre otras cosas, los defensores de esta teoría «saben», vía regressus, que en la singularidad primordial no existe el espacio-tiempo, o que la curvatura o la temperatura es infinita en ella. Ahora bien, estas condiciones son ontológicamente absurdas, como ya hemos expuesto anteriormente, y aun los defensores de la «expansión» del universo, deberían detener el proceso de regressus hacia la singularidad primordial vía anástasis, pues deberían saber que el límite al que lleva este proceso de regressus es completamente absurdo y contradictorio, y que, por tanto, es simplemente inviable. No tiene sentido apelar a que determinadas «ecuaciones» llevan a ella (ecuaciones, además, que suelen «suponer» muchas cosas, como la homogeneidad e isotropía del universo a gran escala en la métrica Robertson-Walker), y esto por el mismo motivo por el que impugnábamos anteriormente la posible existencia del «Universo de Minkowski», en tanto límite ideal que no tiene sentido físico, pero que sin embargo ha sido generado, como entidad terciogenérica ideal, regresivamente a partir del mundo físico por la actividad operatoria del sujeto gnoseológico, y que, por tanto, es simplemente un límite ideal físicamente inexistente.

En cuanto a la afirmación de JALD: «mientras no aparezca un sustituto de la RG que modifique las premisas básicas de esta teoría, no queda más remedio que contemplar como una posibilidad muy real el Big bang.» es, evidentemente, puramente gratuita. En cuanto a autores modernos que denuncien lo gratuito de esta afirmación, baste por poner de ejemplo el libro de Halton Arp, Controversias sobre las distancias cósmicas y los cuásares (Tusquets, Barcelona 1992), libro que además denuncia la falsa conciencia de muchos cosmólogos para aceptar que la teoría del Big bang es, cuanto menos, gratuita.

§ 3. La eternidad del universo

JALD escribe:

«JPJ no ha calado la maleabilidad del espaciotiempo relativista, y por tanto de su dimensión temporal. Por ejemplo, si un astronauta tiene la desgracia de caer a un agujero negro, en su tiempo propio se extinguirá destrozado por la marea gravitatoria en pocos segundos, pero un observador externo verá acercarse cada vez más despacio al astronauta al agujero negro, sin llegar a terminar de verlos nunca penetrar en él, en un tiempo asintóticamente eterno.»

Sin embargo, nuevamente, este ejemplo no es más que un límite ideal sin sentido físico alguno. Lo que escribe JALD sobre los agujeros negros es puramente imaginario, (y por supuesto no científico, en cuanto no se pueden construir identidades sintéticas sobre los agujeros negros, como antes dijimos) y las causas de mi oposición ya han sido dichas anteriormente de manera repetida.

Posteriormente escribe:

«Pero además, si desde el materialismo filosófico se insiste en formulaciones como "la eternidad de la materia ontológico-general" tendrán que aclarar en primer lugar a qué tiempo refieren esa eternidad. Pues la materia ontológico-general aglutina realidades que se comportan de forma muy diferente con relación al tiempo físico, desde las de M1 completamente sujetas a él, y por tanto a la posibilidad de eventos como el Big bang, hasta algunas de M3 que son «acrónicas» y por completo refractarias al mismo. Si a esta última forma de eternidad asemejamos la de la materia ontológico-general, es decir, «eternidad» como «acronicidad», entonces no se presenta ningún conflicto con la teoría del Big bang (no se me alcanza a ver cómo el Big bang pueda afectar a la temporalidad, sea cual fuere, o viceversa, del teorema de Pitágoras). Si es alguna forma de temporalidad distinta de las dos anteriores merecería recibir un nombre especial, por ejemplo tiempo ontológico-general. Esto tendría la ventaja de evitar que se hipostasiara indebidamente el Tiempo absoluto de Newton y de nuestra intuición trasponiéndolo sin más a la materia ontológico general, que creo que es lo que JPJ subrepticiamente hace tratando de refutar teorías como la del Big bang desde la "eternidad de la materia ontológico-general".»

Aquí habría que señalar que la «eternidad» de la materia ontológico general está referida a su «intemporalidad», en tanto está fuera del tiempo, dado que el tiempo, como categoría, lo hemos extraído de las totalidades jorismáticas de las que antes hablábamos; ahora bien, los elementos del segundo género de materialidad y los del tercero, están ligados sinectivamente a estas totalidades jorismáticas primogenéricas; el sistema nervioso, por ejemplo, es una totalidad jorismática que está en la génesis de los contenidos segundogenéricos –y de ahí el tiempo «subjetivo»–, sin que ello lleve a la conmensurabilidad de un género en otro. Los elementos de M3 al no estar en un cielo estrellado, sino ser producto, genéticamente, de las relaciones gnoseológicas entre M1 y M2, «se dan» en el tiempo, pese a ser acrónicos. Gustavo Bueno escribe al respecto:

«Suponemos, desde luego, que los contenidos del tercer género, aunque sean intemporales e inespaciales, no por ello están «fuera» del espacio y del tiempo. Sea una masa newtoniana dotada de movimiento uniforme rectilíneo; su trayectoria, que proyectada en un plano da una recta de trazo continuo, en un momento dado se desvía (acelera) por influencia de una fuerza constante, tomando la forma de una línea parabólica. Con «línea punteada» trazamos la trayectoria inercial de la cual se ha desviado el cuerpo de referencia. Diremos que la trayectoria parabólica es la real (fenoménica, física, primogenérica); ¿cómo interpretar la línea punteada? Esta no simboliza alguna realidad material primogenérica. ¿Diremos que es «mental» (segundogenérica), que no existe, por tanto? En modo alguno: si la línea punteada expresase sólo una entidad mental, la desviación parabólica lo sería sólo por relación a una línea mental y, por tanto, la fuerza, como causa de la aceleración, no sería necesaria, pues no hace falta ninguna fuerza necesaria para desviar la trayectoria de un móvil respecto de una línea mental que tomamos como referencia. La línea punteada designa algo real (material), sólo que su materialidad no es ni física ni mental; es ideal objetiva, terciogenérica. Pero, ¿por ello habría que considerarla segregada del movimiento físico, hipostasiada como un contenido de un metafísico mundo ideal? El ejemplo muestra cómo es posible reconocer a los contenidos terciogenéricos sin necesidad de «desprenderlos» del mundo; pues la línea inercial aparece asociada intrínsecamente (y como «inducida» por él) al móvil que está desviándose de ella.» (Teoría del cierre categorial, pág. 1424.)

Los elementos del tercer género de materialidad, al estar ligados sinectivamente a los contenidos del segundo género y del primero, no existen desde siempre, dado que las morfologías del primer género de materialidad, como totalidades jorismáticas, tuvieron un principio y tendrán un final, y por tanto también los contenidos terciogenéricos, ligados sinectivamente a estas morfologías de M2 y M1. Ello implica a que, por ejemplo, el teorema de Pitágoras, pese a ser «acrónico», no exista desde siempre; de igual modo que le ocurre a las Ideas (la Idea de Cultura no tiene más de 200 años, por ejemplo). La materia ontológico general, en cambio, no puede «surgir» (creación) o «desaparecer» (aniquilación) –no hay ningún contexto ontológico más amplio que ella–; sino que está, por decirlo así, «antes» del Mundo, «en» el Mundo, y «después» del Mundo; o lo que es lo mismo: siempre existe y no puede dejar de existir. En este sentido escribí que la materia ontológico general era eterna, y no en el sentido metafísico del concepto clásico de eternidad que Boecio predicaba de Dios («interminabilis vitae tota simul et perfecta possessio»). Si los elementos del tercer género puedo desaparecer, pese a ser ellos mismos acrónicos, es porque están ligados sinectivamente a elementos que sí están sometidos al cambio. Estas morfologías primogenéricas en devenir, provienen de morfologías anteriores, y cuando desaparezca, darán lugar a otras nuevas, pues la materia ontológico general siempre está en acto, y se puede concebir, ordo cognoscendi, a la materia cósmica como las «formas universales» de la materia ontológico general M. Si retiramos la perspectiva de M, o bien eternizamos las morfologías dadas en el Mundo (al más puro estilo aristotélico), o bien, al regresar a un punto donde las morfologías actuales no existían, postulamos que el Mundo proviene de la «nada» (dado que al retirar la perspectiva de M, se cae en el mundanismo de creer que los tres géneros de materialidad «agotan» la realidad). Pero desde la perspectiva ontológica que nos da M (perspectiva que es alcanzada de un modo dialéctico, no dogmático), sabemos que las morfologías de los tres géneros de materialidad no agotan la realidad, y que la materia cósmica siempre está en devenir, y que por tanto carecen de sentido regresar a puntos donde el «tiempo» no existía, o progresar a un momento donde deje de existir (como en el de la fuga gravitatoria antes comentado).

§ 4. Las matemáticas y la estructura última de la realidad

JALD escribe:

«Otro eje de la polémica gira en torno a la afirmación de Letichevsky de que las matemáticas pueden ser constitutivas del Universo (El Catoblepas, nº 22). Esta afirmación ha sido interpretada por JPJ en el sentido de que las matemáticas sean la estructura última de la realidad, posibilidad que rechaza enérgicamente alegando que esto sería practicar un formalismo terciogenérico, entrando en el terreno de la metafísica.»

La polémica sobre las matemáticas no giraba en torno a la afirmación de que las matemáticas fuesen constitutivas, sin más, del universo (es obvio que las matemáticas son constitutivas del mundo de nuestra experiencia, como también lo son las ideologías), sino que esta constitución, según Letichevsky, consiste en que las matemáticas son la instancia última de lo real, de tal modo que el mundo de los cuerpos sería una «refracción» de unas misteriosas instancias matemáticas originarias. Esta tesis no corresponde a ninguna interpretación subjetiva mía, sino que está defendida por Letichevsky de manera objetiva a lo largo de su artículo «Las matemáticas son creativas y quizá constitutivas del universo»; ya hablé suficientemente de esto en mi anterior artículo. No obstante, volveré a transcribir un fragmento del artículo de Letichevsky que habla por sí mismo:

«Las matemáticas no son un simple instrumento, sino que tienen un intrínseco poder creativo, lo que al parecer se debe a que, en última instancia, la «materia» es una manifestación de la estructura matemática del Universo. No tiene sentido decir que «la materia se evapora», porque la realidad humana es el nivel sensorial. Pero al trascender el realismo próximo se relativiza el antagonismo materia/idea, y sobre todo la oposición materialismo/idealismo en filosofía.» [cursivas mías]

Como para Letichevsky el término «materia» sólo afecta a los contenidos físicos, es obvio que aquí ve como este autor defiende (aunque no fuese de modo dogmático, sino acaso, quizá, como una «propuesta racional») que los contenidos del primer género de materialidad (y por tanto los del segundo, en tanto producidos, en su génesis, por el sistema nervioso primogenérico) se reducen, en «última instancia» a una manifestación de la estructura matemática del Universo (que desde el mundanismo de Letichevsky podríamos identificar con la realidad como omnitudo rerum). En otras palabras: para Letichevsky lo originario son determinadas estructuras matemáticas (que estarían vertebrando la realidad aun antes de la aparición del hombre), mientras que lo derivado, son los contenidos del primer género y del segundo género, en tanto «manifestaciones» de esas estructuras primordiales M3.

Mi crítica al formalismo terciogenérico practicado por Letichevsky, según JALD, se vería notablemente «debilitada» desde la «la descripción de la naturaleza que nos ofrece la física cuántica». Ahora bien, en primer lugar las ciencias no ofrecen descripciones de la Naturaleza (instancia que por lo demás es un mito); las ciencias no son descriptivas, ni teoreticistas, ni adecuacionistas, sino que son construcciones, constructivas. Dejando de esto de lado, vayamos a ver qué quiere decir con JALD con la tesis de que la física cuántica debilitaría las críticas materialistas a los formalismos terciogenéricos. JALD, en efecto, poco después añade:

«Como es bien conocido esta teoría introduce la incertidumbre en el corazón mismo de la física, y de hecho está formulada toda ella en términos de probabilidades, no de certezas (salvo en los casos en que las probabilidades toman el valor 0 o 1). Estas probabilidades son al parecer irreducibles, es decir, no tienen que ver sólo con nuestra falta de conocimiento(inexistencia de variables ocultas) sino que forman parte de la misma manera de ser de la naturaleza. Cuando en el experimento de la rendija lanzamos un fotón hacia una disposición simétrica de rendijas, la probabilidad de que pase por cada una de ellas es ½, y siempre observamos que pasa por una u otra, no se bifurca. Esta irreducible incertidumbre tiene consecuencias filosóficas profundas en el campo epistemológico, como es obvio, pero quizá también en el plano ontológico.»

El acausalismo de la física cuántica es simplemente absurdo, dado que los propios atributos trascendentales de la materia, a saber, la multiplicidad y codeterminación son incompatibles con cualquier forma de acausalismo (la codeterminación, posibilitada por la multiplicidad, conduce al determinismo). El error fundamental, a mi juicio, es confundir las indeterminaciones ordo cognoscendi, con supuestas indeterminaciones ordo essendi (como hacía Puente Ojea, en otro contexto, al creer que la materia ontológico general estaría, según el materialismo filosófico, ordo essendi indeterminada). En efecto, todo este tipo de confusiones ontológicas, tienen a mi juicio como clásico exponente a Bohr y su teoría de los sistemas de Caos indeterminista, que establecía que serían los propios aparatos del físico los que de algún modo introducirían algún orden en los fenómenos observados. Gustavo Bueno escribe a este respecto:

«La mecánica cuántica totaliza el universo a través de la escuela de Bohr, en tanto se concibe como «teoría completa [total] de los fenómenos atómicos» sin «variables ocultas». En el famoso artículo de 1935 de Einstein-Podolsky-Rosen, la completud, interpretada como totalidad fenoménica bohreana es sometida al siguiente dilema: (1) o la mecánica cuántica es incompleta [= no total] y habrá que completarla, (2) o es completa [= total] y entonces contradice la mecánica racional (por cuanto se producen acciones a distancia). Por tanto, lo que se discute (en términos de teoría de la ciencia) es si la mecánica cuántica construye totalidades meramente fenoménicas –«estructuras fenoménicas» formadas por objetos atómicos (cuánticos) y aparatos de investigación (clásicos)– que no pretenden reflejar la realidad atómica sino solo controlar nuestros experimentos en un mundo totalizado (y así habría interpretado Heisenberg su principio de incertidumbre: «no podemos lograr un conocimiento totalizado de lo fáctico») o bien se construyen totalidades esenciales «reales». [...] las estructuras sistemáticas que la Naturaleza «guarda ocultas» no revelan «a la mente o a la conciencia» que las descubre sino a los dispositivos gráficos, a los aparatos de registro (incluido aquí el papel o la pantalla) manipulados, es cierto, por la conciencia de un sujeto operatorio. Aquí es donde (según la interpretación de Copenhague) la función de onda que describe el sistema microscópico experimenta un cambio discontinuo («colapso de la función de onda») desde su estado inicial al estado final en el que la magnitud medida toma un valor concreto. Bohr supuso en efecto que el mundo puede ser dividido en dos partes: la que corresponde a los sistemas microscópicos (regidos por la mecánica cuántica) y la que corresponde a los sistemas macroscópicos (regidos por la mecánica clásica); la medición (en mecánica cuántica) sería una interacción entre el observador (macroscópico) y los sistemas microscópicos que conducen a un registro permanente del suceso. Desde nuestras coordenadas, la situación es otra: las operaciones tienen siempre lugar en la escala macroscópica de nuestro cuerpo, de nuestros diagramas y aparatos; y la escala microscópica no «interactúa» con ellos (lo que equivaldría a hipostasiarla) sino que resulta de un regressus dialéctico a estructuras sistemáticas que, como el punto geométrico, dejan de ser corpóreas en sentido macroscópico. Son, por tanto, las estructuras macroscópicas, eminentemente las geométricas o matemáticas, ligadas al espacio operatorio del sujeto corpóreo, en tanto son trascendentales (en el sentido positivo de este término, por recurrencia) por su capacidad sistematizadota, a las diversas regiones de la experiencia, la fuente de la posibilidad de nuestras construcciones científicas.» (Teoría del cierre categorial, páginas 504-505, 548-549.)

Simplemente, los científicos operan con unos términos que dan unos resultados que son interpretados en el marco de una teoría ontológica metafísica, que desborda por completo los marcos de una teoría científica (categorial), de igual modo como la teoría del Big bang desborda los horizontes de la ciencia estricta. En cuanto al materialismo filosófico, esta filosofía aboga por los sistemas de Caos determinista, no indeterministas.

La mecánica cuántica, en suma, tal como se la entiende habitualmente, está «preñada» de elementos metafísicos (no científicos) tales como la hipostatización del «mundo macroscópico» y del «mundo microscópico», o el «acausalismo»; elementos, éstos, que nos suelen poner ante las puertas del idealismo más metafísico (es interesante a este respecto las tesis Paul Forman sobre cómo se creó ideológicamente esta «física»).

Muchos científicos, en su ignorancia filosófica, confunden la ciencia positiva con la metafísica (baste recordar la teoría de los múltiples mundos de Hugh Everett) al no tener una idea clara y distinta de ciencia (Idea ésta que, dicho sea de paso, sólo puede esbozarse «en las tierras» o «campo de batalla» de la Gnoseología). Es simplemente absurdo, por tanto, decir cosas como que la física ha demostrado que el «acausalismo» rige en las «instancias últimas» de la «Naturaleza». Y esto porque la teoría de la causalidad es estrictamente ontológica (desbordando por tanto todo horizonte categorial), y sólo en un mundo determinista son posibles las operaciones mediante las que el sujeto operatorio, en tanto sujeto gnoseológico, puede construir identidades sintéticas (verdades científicas). En un supuesto mundo donde rigiese el acausalismo no podrían ser construidas identidades sintéticas, y por tanto no podría haber si quiera ciencia positiva. En suma, el acausalismo es una opción metafísica impugnada por el determinismo materialista (que podemos construir en base a los atributos de multiplicidad y codeterminación de todo lo material)

En cuanto a la parábola que JALD propone sobre la materia y la forma usando a Aristóteles de trasfondo, me parece puramente capciosa, en primer lugar por usar un concepto metafísico del par de conceptos conjugados materia/forma y en segundo lugar por confundir, ontológicamente, el azar con el indeterminismo. Desde las coordenadas del materialismo filosófico, el par de conceptos conjugados materia/forma está en función de las operaciones de transformación (técnicas o tecnológicas) del sujeto operatorio con totalidades corpóreas. La «forma» está, por tanto, en función de las operaciones de con-formación del sujeto operatorio de tal modo que las mismas formas son materiales (son multiplicidades de contenidos que se codeterminan recíprocamente). Un ejemplo claro de ello es que las formas, en las operaciones de conformación, pueden actuar como «materia» respecto de terceras formas. En resumen, y para no extendernos más: todo es materia (la realidad íntegra es material) de tal modo que el par de conceptos conjugados materia/forma van referidos a la materia mundana en el contexto de las operaciones de conformación del sujeto operatorio. Quiere esto decir, en primer lugar, que no cabe hipostasiar ni la materia ni la forma; si se interpreta a M1 como «materia» y M2 como su «forma» (la conciencia como «secreción» o epifenómeno del sistema nervioso) es fruto de hipostasiar el par de conceptos materia/forma, de tal modo que, con la misma autoridad metafísica, se podría ejercitar la opinión inversa, a saber, ver a los cuerpos como «formas» de la conciencia segundogenérica. De análoga manera ocurre con los formalismos que van referidos al tercer género de materialidad, y de los que ya hemos hablado suficiente.

En cuanto al par de Ideas filosóficas azar/determinismo, tendríamos que señalar los siguientes puntos fundamentales, a saber, que el azar y el determinismo se mueven en contextos lógicos distintos, de tal manera que el azar presupone al determinismo. En otras palabras: no cabe hipostasiar el azar e «independizarlo» del determinismo (de análoga manera ocurre con el problema de la libertad, del que aquí no podemos hablar). El azar aparece a nivel de clases, mientras que el determinismo aparece a nivel de individuo. Pongamos un caso que Gustavo Bueno suele usar como ejemplo: en una tirada de dados, el movimiento de cada dado es determinista, pero el conjunto de dados no lo es. Si al estudiar fenómenos donde interviene el azar o disposiciones probabilísticas se piensan como acausales de algún modo, es porque se olvida, o más bien se ignora, la estructura determinista que posibilita estos fenómenos (no obstante, todos estos temas son demasiado complejos y extensos como para pretender exponerlos, aun en sus líneas maestras, en este breve artículo, para lo que remitimos a las obras fundamentales de ontología del materialismo filosófico al lector que quiera profundizar más en la perspectiva ontológica de este sistema de Ideas sobre estas cuestiones).

Notas

{1} Cfr. Gustavo Bueno, Teoría del cierre categorial, pág. 846.

{2} En concreto, Gustavo Bueno habla sobre este mismo asunto del Big bang y el teoreticismo en la página 1179, 1195 y 1206. En la página 1195, por ejemplo, escribe: «la teoría del big bang o la de los «agujeros negros», no tiene referenciales materiales, ni aun puede tenerlos, a la manera como los tiene la astronomía clásica. El ejercicio teoreticista de la física teórica, en tanto se mantiene como un conjunto de construcciones cada vez más sutiles y alejadas de los referenciales ordinarios, constituye el «teoreticismo ejercido» más importante de nuestra época. Ello explica ya la tendencia de tantos físicos teóricos, cosmólogos, &c., a adherirse a las concepciones teoreticistas de signo popperiano, por ejemplo.». Pero estas teorías, al estar cada vez más alejadas de los referenciales materiales, imposibilitan que sean construidas mediante identidades sintéticas, y por tanto que puedan ser teorías cerradas. Esto significa, como ya hemos señalado, que estas teorías cosmológicas no son teorías científicas, sino especulaciones que trascienden el horizonte categorial en que se mueven las ciencias positivas, y que por tanto se mueven en el terreno de la filosofía, o de la metafísica.

{3} Cfr. Gustavo Bueno, Teoría del cierre categorial, páginas 249, 250.

{4} Cfr. ibíd., pág. 504.

 

El Catoblepas
© 2004 nodulo.org