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El Catoblepas, número 36, febrero 2005
  El Catoblepasnúmero 36 • febrero 2005 • página 17
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Historia de la URSS

Luis David Bernaldo de Quirós Arias

La historia de la URSS a través de obras y autores prestigiosos,
algunos de ellos disidentes marxistas

La historia de la Unión Soviética, como la historia de cualquier país regido por un sistema totalitario, tiene dos versiones: una, la oficial, que suele ser la falsa, y otra, la no oficial, que suele ser la verdadera. En la primera se cuentan las cosas dichas y no hechas, y en la segunda se narran las cosas hechas y no dichas. Evidentemente, de la versión oficial existen muchos libros publicados. De la versión no oficial también existe abundante bibliografía, aunque se haya intentado silenciar.

Para empezar, el nombre de URSS quiso borrar el nombre de la tierra o de los pueblos (Rusia, Ucrania, etc) en aras de un proyecto político «socialista-soviético». Esto duró relativamente poco: en 1989, curiosamente doscientos años justos después de la Revolución Francesa, la propia historia de los pueblos barrió los mitos y el sistema aparentemente sólido que había creado Lenin, originando un cataclismo que haría desaparecer el comunismo y sus dogmas ideológicos de la faz de Europa, mostrando la quiebra de un modelo económico y la fragilidad de unas estructuras sociopolíticas

La versión no oficial de la historia de la Unión Soviética, está contada por personas que vivieron en el mundo comunista e, incluso, llegaron a ocupar altos cargos en el aparato del PCUS o en su «nomenklatura». También está contada por personas simpatizantes del sistema que, viviendo en Occidente, han renegado de dicho sistema una vez que comprobaron el engaño. En esta historia no oficial se habla del hambre, del terror, de la corrupción, del engaño, de la mentira, de la persecución religiosa, etc, todo ello silenciado, obviamente, por la historia oficial.

Esta historia no oficial, viene refrendada, entre otras, por las siguientes personas y obras: Sinfonía en rojo mayor, del médico de la NKVD José Landowsky, editorial Nos 1950; Los caminos de la libertad, del premio Nobel Bertrand Russell, Aguilar S.A. de Ediciones, 1961. La misma editorial publicó en 1969 otra obra de Russell, Escritos básicos, en donde se habla, entre otras cosas, de hambruna. Así, en la página 419 se puede leer que «La dictadura del proletariado se convirtió en la dictadura de un reducido comité y, últimamente, en la de un solo hombre: Stalin. Como único proletario con conciencia de clase, Stalin condenó a morir de hambre a millones de campesinos y a trabajos forzados en campos de concentración a otros millones.» Sigue contándonos Russel cómo Stalin dictó leyes para que el «plasma germinal debía obedecer a los decretos soviéticos y no al fraile reaccionario Mendel». Después nos dice Bertrand: «Soy completamente incapaz de concebir cómo es posible que algunas personas, que son tan humanas como inteligentes, puedan encontrar algo que admirar en el inmenso campo de esclavitud que ha creado Stalin.»

En Cartas a Stalin, de M. Bulgákov y E. Zamiatin, editorial Mondadori España, 1991, estos dos escritores rusos nos cuentan la censura del estado soviético, así como también el servilismo y la burocracia de la literatura soviética. La vida soviética, de G. Froment-Meurice, editorial Oikos-Tau, 1972; La tentación totalitaria, de Jean-François Revel, Plaza y Janés, 1976; La gran mascarada, también de Revel, Santillana Ediciones, 2000; El terror bajo Lenin, de Jacques Baynac, Tusquets Editor, enero 1978; Después de la caída, de Robin Blackburn, Grijalbo Comercial, 1993; La ceguera voluntaria, de Jelen Christan, con prólogo de Jean-François Revel, editorial Planeta, 1985; Máscaras: el comunismo entre bastidores, de Juan Carrascal, editorial Sal Terra, 1954; Unión Soviética, de la utopía al desastre, de Vladimir Boukovski, Arias Montano Editores, 1991; La corrupción en la Unión Soviética, de Ilia Zemtsov, Plaza y Janés, 1977. Si el mundo os odia, de Irina Osipova, Ediciones Encuentro, 1998; Nosotros, soviéticos conversos, de Tatiana Goritcheva, Ediciones Encuentro, 1991.

Aparte de lo mencionado, también hay que tener en cuenta los escritos y obras de Koestler, Pasternak, Solzenhistin, Ettore Vanini, Czeslaw Milosz (Premio Nobel de Literatura 1980), S. Melgunov, J. Bjzzinski, Yuri Kariakin, Carlos Semprún, K. Bartosek, P. Sudoplatov, B. Souvarin, Francisco Félix Montiel, Enrique Castro Delgado, André Frossard, F. Furet, André Gide, D. Hyde, W. Krivitsky, S. Koch, Alexander Nokolsky, alias «Orlov» (jefe de la KGB en España que se refugió en EE.UU., en donde publicó una serie de artículos muy interesantes), Tatiana Goritcheva, Irina Osipova, Jesús Hernández etc, etc, etc, todos ellos desencantados del comunismo, o muy críticos con él, con excepción de Pavel Sudoplatov que en su obra Misiones especiales se jacta de sus hazañas criminales.

Merecen especial mención, por haber sido comunistas españoles, las obras de Enrique Castro Delgado, El Campesino y Jesús Hernández. Del primero destacaríamos La vida secreta de la Komintern, Madrid, editorial EPESA, 1950; Mi fe se perdió en Moscú, Barcelona, Ediciones Caralt, 1964 y Hombres made in Moscú, Barcelona, Ediciones Caratl, 1963.

De «El Campesino» nombraríamos Yo escogí la esclavitud, Barcelona, Plaza y Janés, 1977. Y de Jesús Hernández mencionaríamos En el país de la gran mentira, Madrid, E. G. del Toro, 1974.

Moscú en Wall Steet. El imperio financiero soviético en Occidente, de Eric Laurent, Planeta, 1989, concretamente el capítulo «Mantequilla o cañones», página 52, habla sobre el hambre; La Nomenclatura. Los privilegiados en la URSS, del historiador ruso Michael Voslensky, traductor en el proceso de Nüremberg, profesor de historia en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú, miembro del Consejo de la Academia de Ciencias Sociales de la URSS, ex militante marxista que abandonó la Unión Soviética en 1972, editado por Argos-Vergara en 1981 y prologada por Fernando Claudín. De esta obra son muy interesantes los capítulos «Los bajos salarios», «El trabajo de las mujeres y los niños», «El nivel de vida standard», «El salario efectivo», «El grado de explotación», «La transformación de la plusvalía», «El carácter forzado del trabajo» y la «Alienación en el socialismo real», páginas 158 a 179. El verdadero Lenin, de Dimitri Volkogonov, general adjunto de Propaganda del Ejército Rojo, director del Instituto de Historia Militar y encargado por Yeltsin de los archivos del Partido y del Estado, editado por el Grupo Anaya en 1996. Dimitri tuvo acceso a más de 6.000 documentos escritos de puño y letra de Lenin; Yo escogí la libertad, del ex alto funcionario soviético Víctor Kravchenko, editorial Nos, 1946, (interesante el capítulo el capítulo «Las dos verdades», página 421); Koba el Temible, del historiador británico Martin Amis, editorial Anagrama, 2004.

Especialistas y prestigiosos historiadores como Richard Pipes, Robert Service o el sovietólogo Robert Conquest también han escrito sobre la historia de la URSS. El primero, en su Historia del comunismo, colección Breve Historia Universal, se puede leer una breve historia de la Unión Soviética que va desde la revolución de 1917 hasta el Gran Terror y la II Guerra Mundial, acabando con la caída del régimen.

Robert Service, profesor de Historia de Rusia en la Universidad de Londres, que tuvo acceso a los archivos estatales, en su obra Historia de Rusia en el siglo XX, editorial Crítica, 2000, nos habla de hambrunas, deportaciones y masacres.

De las varias obras del sovietólogo Robert Conquest, antiguo miembro del servicio secreto británico, hay una que destaca: La cosecha del dolor: la colectivización soviética y la hambruna del terror. Aquí se puede leer la colectivización forzosa provocó la muerte de millones de ucranianos .

Mención especial merece también el libro Rusia inacabada, de la francesa Hélène Carrère D'Encausse, historiadora de Rusia y secretaria perpetua de la Academia Francesa, editado por Salvat Editores, 2001. En esta obra, página 18 se puede leer: «A mediados del decenio (se refiere a la década de los 80 del siglo XX) se inicia en la URSS la época de los ajustes de un sistema acorralado. La economía está paralizada; la poderosa URSS no puede hacer frente a la presión tecnológica de los Estados Unidos, ni acabar con la resistencia del débil pueblo agfano, un nuevo David que mantiene a raya ala segunda potencia militar del mundo; en lo que se refiere a los milagros de la tecnología soviética, son ridiculizados por el desastre de Chernobil en 1986. La voluntad reformadora de Gorbachov, en el marco controlado de la salvación del comunismo, en lugar de frenar la carrera hacia el abismo, lo acelera. Puesto que ha llegado el momento de un discurso sincero, entonces todos, todos los pueblos, se adueñan de ese derecho a la palabra para hacer sus cuentas y convertirse a su vez en acusadores».

También merece mención especial la obra La corrupción en la Unión Soviética, del sociólogo Ilia Zemtsov, ex profesor del «Instituto Lenin» de Bakú y que en 1973 se fue de la URSS. Dicho libro está editado por Plaza Janes en 1977. Aquí nos cuenta Zemtsov como un cargo de presidente de un koljós se compra por 50.000 rublos, por ejemplo, o una dirección de sovjós por ochenta mil (página 88)

En la página 19 se puede leer que «...es evidente que la pobreza, en la Unión Soviética es, cualitativamente, una de las más crueles del mundo. Si tenemos en cuenta los ingresos monetarios (doscientos setenta francos al mes de promedio, según Sajarov), no hay país en Europa donde las remuneraciones sean tan bajas. Pero hay que tener en cuenta, sobre todo, las condiciones de acceso a los bienes que estos ingresos permiten adquirir. Estas condiciones están caracterizadas por la penuria económica, la incertidumbre en la distribución y, sobre todo, por la cola, la sempiterna, la interminable, la agotadora cola».

En la página 54 nos sigue hablando de las colas en las que la gente lleva inscritas en el rostro «la desesperación, la resignación, una indiferencia total y una triste sumisión. Los zapatos agujereados, las ropas sucias. Esta multitud permanece toda la noche bajo un aguacero». Sigue Zemtosov en la página siguiente: «en las tiendas falta el pan, así como los demás productos alimenticios. La carne y las materias grasas son distribuidas cada viernes en las empresas con tickets proporcionados por los comités locales.»

En el tema de la corrupción propiamente dicho, nos cuenta Zemtsov (página 74 y siguientes) como en una empresa de fabricación de colorantes, las materia primas empleadas en la fabricación de los mismos «el blanco de albayalde y la grasa animal son reemplazados por creta y asidol, unos sucedáneos cuyo precio es casi treinta veces inferior al de los componentes habituales».

También nos cuenta el fraude en empresas como Ivanov, fábrica de pañuelos y gorros, así como en la fábrica de radios Popov y en la de relojes de Moscú.

En la página 89 se puede leer: «Se compraba y se vendía todo. Un título académico costaba cincuenta mil rublos: el de un director de Instituto, cuarenta mil; el de un rector de «Vuz» (establecimiento de enseñanza superior) podía llegar hasta doscientos mil rublos; un cargo de director de teatro, de ópera, de teatro dramático o de teatro para la juventud variaba entre diez y treinta mil rublos.»

Y terminamos con lo que nos cuenta el autor en la página 103 sobre la sociedad soviética: «la esencia de la sociedad soviética se refleja en su patología. El totalitarismo considerado sin hipocresía es el mundo de la mentira, en el que las relaciones entre los hombres son desnaturalizadas, donde todo es falso y simulado: el amor, la amistad y a menudo el propio vicio. Es el universo de la alienación, de apariencia engañosa y vana; un universo en el cual los hombres disimulan bajo unas máscaras sus inclinaciones, sus intenciones, y los motivos de sus actos. En las costumbres reina una uniformidad engañosa y vil. Parece que todos los caracteres responden al mismo modelo, se incita a los individuos a conformarse a las costumbres, y no a hacer lo que desean. Las relaciones humanas auténticas son desnaturalizadas. La corrupción hace estragos en todas partes, la amistad sincera es una excepción, no hay respeto ni confianza y, con el pretexto de la colectividad, se han instaurado la sospecha, la hostilidad y el odio. Para la opinión pública, como por otra parte para el propio individuo, el valor de la personalidad y el lugar ocupado en la sociedad son una misma cosa. Éste es el origen de las leyes y reglas de la jerarquía socialista. La actividad social del hombre –las instituciones que ha creado– ha tenido como resultado romper la unidad entre su ser profundo y su existencia y pervertir sus relaciones naturales. En esta ruptura se resume la totalidad de la realidad soviética, en la que el único medio de no hundirse en la desesperación es convertirse en cínico o transgredir la ley.»

A pesar de todo lo expuesto, aún quedan personas que, atrincheradas en su búnker ideológico, añoran el sistema comunista y pretenden instaurar una dictadura intelectual que nos llevaría de nuevo al totalitarismo marxista.

 

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