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El Catoblepas, número 40, junio 2005
  El Catoblepasnúmero 40 • junio 2005 • página 17
Artículos

¿Es la teoría de la ciencia
de Kurt Hübner circularista?

Carlos M. Madrid Casado

Se explica esta filosofía de la ciencia y se sostiene que su historicismo antirrelativista, pese a lo que se ha venido manteniendo, ni siquiera puede ser clasificado como circularista indeterminado

Gustavo Bueno plantea en Teoría del cierre categorial las siguientes preguntas: «¿Hasta qué punto puede afirmarse, sin embargo, que el circularismo y la teoría del cierre categorial se identifican? ¿No serán posibles versiones del circularismo gnoseológico no materialistas? ¿No serán posibles versiones del circularismo distintas de la versión del cierre categorial?» (TCC 1362). Tras realizar la distinción crítica entre circularismo determinado (aquel circularismo que asume la doctrina de los contextos determinantes) e indeterminado (o que no contempla tal doctrina), Bueno pasa revista a las concepciones circularistas –evidentemente: indeterminadas– que rastreó Alberto Hidalgo en su artículo «Estrategias metacientíficas (Parte II)» (El Basilisco, 2ª época, núm. 6, Oviedo 1990, págs. 26-48). Según Hidalgo, que criticaba la tendencia al monopolio del circularismo por parte de Bueno, «(s)erán circularistas aquellas estrategias [se entiende, metacientíficas] que, oponiéndose frontalmente al adecuacionismo, asignan valor de verdad a la negación conjunta de materia y forma» (pág. 42). De otro modo, para Hidalgo, eran condiciones necesarias –¿y suficientes?– del circularismo la siguiente terna, a saber: (i) negación de la hipóstasis de la materia (fenómenos, experimentos, datos...) y de la forma (hipótesis, leyes, teorías...) en ciencia; (ii) asunción de que sólo existe una materia técnicamente trabajada o elaborada de antemano a la ciencia; (iii) la actividad científica procede mediante re-construcción de esos materiales; y (iv) concepción de la verdad en sentido del pragmatismo histórico de Vico (Verum Factum). Supuesto esto, Hidalgo encontraba claros indicios circularistas en las teorías de la ciencia de Gaston Bachelard y de Kurt Hübner. Algo de lo que Bueno acabó haciéndose eco (TCC 1363-1364). Pero, realmente, ¿es circularista (indeterminada) la teoría de la ciencia del último?

La teoría de la ciencia de Kurt Hübner está contenida en su obra de 1978 titulada, con buscada resonancia kantiana, Kritik der Wissenschaftlichen Vernunft (Albert Verlag, Friburgo 1978), y consiste en una teoría historicista, bien temperada, de la física, que fundamenta las condiciones de posibilidad de sus hechos, enunciados, leyes y axiomas en su propia historia. Así, las categorías científicas son estipulaciones justificadas a posteriori, en concreto, se distinguen cinco clases: instrumentales (atañen a las mediciones), funcionales (conciernen a la interpretación de los datos de medición obtenidos), axiomáticas (por ejemplo, Leyes de Newton), judicativas (p. ej. principios de falsación) y normativas (p. ej. principios de causalidad). Además, su importancia relativa ha variado y varía históricamente, tesis que Hübner extrae tras revisar diversas estampas de la historia de la física (verbigracia, la publicación de Astronomia Nova por Kepler, la transformación de las leyes del impulso desde Descartes a Huygens, el problema de la causalidad y de la lógica en Mecánica Cuántica...).

Para nuestro autor, el cambio científico es esencialmente búsqueda de armonización de las discrepancias pertenecientes a diversos sistemas científicos coetáneos. Cambio que, a veces, se trasluce en dos tipos distintos de progreso científico: el progreso I ligado a periodos de explicación –comparable a la ciencia normal kuhniana– y el progreso II ligado a periodos de mutación –comparable a la revolución científica kuhniana– de un sistema científico. Sin embargo, el distanciamiento con Kuhn sobreviene cuando Hübner sostiene que su perspectiva historicista no puede equipararse con la relativista pues el automovimiento de las ciencias no es arbitrario sino consecuente con diversas estipulaciones (sobre todo judicativas y normativas) que, a su vez, también pueden evolucionar a lo largo del tiempo:

Quizás un ejemplo pueda contribuir a aclarar aún más este estado de cosas. Supongamos que unas personas juegan a las cartas. En virtud de sus reglas, se determina qué es lo que en este juego es verdadero, falso, bueno o malo. Es, por ejemplo, verdadero que uno habrá de perder un juego en el que un determinado color es triunfo si uno no tiene ninguna carta de ese tipo. Que es una buena táctica actuar con cautela y no ser demasiado arriesgado, etc. Supongamos, además, que los jugadores comprueban que estas reglas presentan ciertas discordancias recíprocas. Habrán entonces de modificarlas; consecuentemente se modificará también lo que es verdadero, falso, bueno o malo en este juego. Después de un cierto tiempo, puede suceder que las nuevas reglas parezcan también insatisfactorias; los jugadores habrán entonces de cambiarlas nuevamente con las consecuencias consiguientes ya mencionadas, etc. Podemos ahora imaginarnos que finalmente llegan a jugar un juego que ya muy poco tiene que ver con aquél que jugaron al comienzo (a pesar de que pueda hasta tener el mismo nombre). ¿No sería un disparate presentar este ejemplo si uno quisiera mostrar qué es relativismo? Aquí no sólo se da, si se me permite la expresión, una especie de lógica de la situación, sino que, además, el cambio de las situaciones mismas surge de una cierta lógica. Jugamos al juego de la experiencia pero con consecuencias más o menos obligatorias y con un reiterado y también fundamentado cambio de las condiciones. (Crítica de la razón científica, Editorial Alfa, Barcelona 1981, pág. 140; cursivas nuestras.)

Pero sin olvidar, y esto resulta francamente sorprendente, que Hübner no renuncia a la verdad en ciencia. Tras criticar la noción popperiana de verdad absoluta a la que la ciencia vaya acercándose progresivamente (así, asevera en página 141: «debemos abandonar definitivamente la comparación del proceso de desarrollo del conocimiento científico con la pintura de un retrato en la que uno puede irse acercando cada vez más a una representación exacta de la persona real retratada»), Hübner propone una noción relacional, que no relativista, de verdad: verdad como verdad con respecto a un conjunto de estipulaciones S. El determinar hasta qué punto esta concepción es verdadera cae fuera del campo de atención de este artículo, mas sí conviene resaltar las siguientes iluminadoras palabras de Hübner: «No podemos esperar que la luz bajo la que vemos las cosas sea la luz de las cosas mismas; pero sí podemos esperar que la naturaleza se nos presente bajo esta luz, que se nos haga visible bajo esta luz y que nos muestre cómo realmente se presenta bajo esta luz» (pág. 191).

Hasta aquí las similitudes –por otro lado, manifiestamente notorias con la terna de ítems circularistas indicados por Hidalgo (sobremanera con (i) y (iv))–, a partir de ahora, las diferencias. Diferencias que, a mi entender, alejan por completo a Hübner de la órbita circularista. En lo tocante al debate realismo–instrumentalismo, se rechaza tanto el realismo progresivo –se asevera que ni el progreso I ni el progreso II crecen acumulativamente– como, atención, el realismo de entidades y el realismo de teorías, ya que Hübner mantiene que «la ciencia no proporciona necesariamente una imagen permanentemente mejorada y ampliada de los mismos objetos y del mismo contenido empírico» (pág. 129). Como va dicho, en su opinión, la ciencia no se desarrolla de modo continuo sino discontinuo, de hecho, asimila la manida tesis de inconmensurabilidad de entidades homónimas de diferentes sistemas científicos: «tanto en la física actual como en la antigua encontramos expresiones tales como masa, impulso, velocidad, tiempo, espacio; sin embargo, a menudo, significan cosas totalmente distintas según el contexto teórico en el que las utilicemos: dentro del marco de la física cartesiana, de la newtoniana o de la einsteniana» (pág. 128). Esto es, Hübner recoge la doctrina kuhniana al respecto: «Las diferencias entre paradigmas sucesivos son necesarias e irreconciliables» (La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México 1971, pág. 165). Dicho en corto, los científicos que trabajan en dos paradigmas contiguos emplean conceptos teóricos –referentes a entidades, estados o procesos– de significado distinto, aunque sean homónimos: «Aunque el mundo no cambia con un cambio de paradigma, el científico después trabaja en un mundo diferente» (La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México 1971, pág. 191). Además, desde esta óptica común a Kuhn, el cambio entre paradigmas, mediante una revolución científica, es una sustitución traumática que no tiene que ver necesariamente con causas gnoseológicas (pongamos por caso, un experimentum crucis): «Las revoluciones científicas se inician con un sentimiento creciente, a menudo restringido a una estrecha subdivisión de la comunidad científica, de que un paradigma existente ha dejado de funcionar adecuadamente en la exploración de un aspecto de la naturaleza» (La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México 1971, pág. 149).

En suma, esta concepción hübneriana del corpus científico como discontinuo en el tiempo (sirva como ilustración: si –como va dicho por Hübner– la masa relativista apenas ha de ver con la masa newtoniana, entonces el límite clásico de la teoría de la relatividad que permite recuperar la teoría newtoniana es una pseudo-demostración, puesto que masa significa cosas incompatibles a ambos lados de la expresión matemática del límite) separa ineludiblemente a Hübner del circularismo (indeterminado), acercándolo por momentos al teoreticismo de raigambre kuhniana. Y es que obsérvese –como apunta Bueno–:

(U)na ciencia comienza con «puntos de cristalización» diversos, no fáciles de integrar; lo que en el momento inicial aparece como fundamental, pasa con frecuencia a tener que ser apoyado en fundamentos ulteriores: el orden axiomático no es siempre el mismo que el orden histórico. Hay «vueltas del revés», «revoluciones», sin duda, en la historia interna de las ciencias [...pero...] sobre todo: los contenidos verdaderos históricos de una ciencia han de poder ser reconstruidos por la «ciencia revolucionaria» (la Geometría de Euclides como «Geometría elíptica»; la Mecánica de Newton como un caso límite de la Mecánica relativista). Las discontinuidades son, no ya aparentes, sino abstractas, puesto que lo que aparece discontinuo y opuesto diametralmente a la ciencia anterior resultará ser sólo un momento más del sistema (como se ve claramente en la historia de las geometrías no euclidianas). [...] (T)anto las construcciones mecánicas, como las electromagnéticas, constituían tejidos característicos de la capa básica de la Física prerrelativista. Pero tampoco puede decirse que el cuerpo de la Física del siglo XX (la Física relativista, la Física cuántica, la Física nuclear o la Astrofísica) se haya desprendido de aquellos tejidos básicos como si los hubiera arrojado fuera de su cuerpo. Por el contrario, no sólo la física relativista, sino la teoría de los cuantos, en tanto pretende reexponer la teoría de la gravitación en términos mecanocuánticos, se edifica sobre aquellos tejidos básicos. (TCC 224 y 895-6)

En definitiva, si se acepta nuestra argumentación, debe concluirse que nos quedamos sin una supuesta modalidad circularista alternativa, por cuanto la teoría discontinua de la evolución científica de Kurt Hübner difícilmente casa con el materialismo gnoseológico.

 

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