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El Catoblepas, número 45, noviembre 2005
  El Catoblepasnúmero 45 • noviembre 2005 • página 23
Libros

Franco

Felipe Giménez Pérez

Sobre el libro de Pío Moa, Franco, un balance histórico,
Editorial Planeta, Barcelona 2005, 208 páginas

Don Pío Moa ha escrito una reflexión metahistórica sobre Franco. Se trata, como dice él mismo, de un balance histórico. Ahora resulta que Franco tenía razón y que es el más grande estadista español del siglo XX. Desmonta sistemática y sucesivamente todos los tópicos y mentiras difundidas durante decenios contra el general Franco y busca establecer la verdad histórica en torno al general. Nosotros vamos a seleccionar algunos tópicos y lo que nos parece más relevante del libro de Pío Moa.

Ahora que sabemos que el comunismo y el nazismo fueron dos aberraciones paralela y que conocemos cómo las gasta la Anti-España cuando está en el poder, podemos hacernos una idea del significado de la Segunda República, de la Guerra Civil Española y del antifranquismo.

El antifranquismo no es más que resentimiento. Lleno de rabia, odio e impotencia, sólo supo inventar mentiras. Franco es odiado porque venció. La legitimidad del franquismo es la victoria. «Su victoria militar está en el origen de todo ello, y las diatribas contra él transmiten la impresión de que esa victoria constituye un crimen gigantesco, inexpiable, contra el pueblo español, contra la libertad, la paz y el progreso, contra la historia.» (pág. 10.)

¿Saben por qué es tan odiado Franco? Porque venció. Es cierto ese sintagma «invicto caudillo». Fue invicto. Perdió la batalla de la propaganda simplemente. Los rojos, los progres, las izquierdas son muy hábiles en la cuestión de la propaganda. Los historiadores progres se han impuesto en los últimos 30 años hasta que Pío Moa se ha atrevido a revisar sus errores y mentiras. Tarea emprendida por otros como L. Suárez, Ricardo de la Cierva y César Vidal entre otros. Confiemos en que la verdad resplandezca finalmente. La historiografía en España se ha convertido en un campo de batalla ideológico más que en una ciencia positiva. La historiografía progresista denigra a Franco pero no tiene pruebas para ello. «Por lo común, hoy la actitud académica prevalerte hacia el viejo Caudillo oscila entre la tradicional aversión, muy reavivada en los últimos años, y la consideración del personaje como un dictador de segundo orden, cruel, vulgar y mediocre. A mi juicio, lo último no puede sostenerse. La profundidad del odio que le ha sido tributado, merecido o no, indica algo muy distinto de la mediocridad, y lo mismo el hecho de que a lo largo de cuarenta años derrotara, militar y políticamente a todos sus enemigos, nada desdeñables muchos de ellos, sorteando peligros realmente letales.» (pág. 15.)

Hay que decir que Franco siempre se mantuvo en la legalidad y que sólo cuando el Gobierno de la República consintió el asesinato del jefe de la oposición, Calvo Sotelo, llegó a la conclusión de que el proceso revolucionario era imparable y de que había que sublevarse contra la República, que por cierto, comenzaba a desaparecer como Estado de derecho. Entonces, Franco y la derecha se desprendieron de todas sus inhibiciones. «Finalmente, los acontecimientos se precipitaron el 12 de julio cuando, so pretexto del asesinato por las derechas de un oficial de policía instructor de milicias izquierdistas, el portavoz derechista Calvo Sotelo fue secuestrado y asesinado por un grupo de guardias de asalto y milicianos socialistas capitaneados por un guardia civil también instructor de milicias. Tanto el autor directo del asesinato como el jefe de la expedición pertenecían al círculo de hombres de mano del socialista Prieto. Otra expedición semejante no lograba hacer lo mismo con Gil-Robles, al no hallarlo en casa. La descomposición del Estado había llegado a su extremo: la policía operaba como una organización terrorista más, en conjunción con las milicias revolucionarias.» (pág. 49.)

A pesar de fracasar el golpe del 18 de julio, Franco no se amilanó y «Franco proclamó desde el primer momento, en contraste con sus anteriores vacilaciones, una «fe ciega en la victoria», actuando desde el primer momento como jefe, aunque no lo fuera en absoluto.» (pág. 64.)

El territorio dominado por el Frente Popular cayó en el caos. La legalidad republicana desapareció por completo. Era la guerra entre la contrarrevolución y la revolución. La superioridad militar del Frente Popular era evidente y sin embargo, no pudo reaccionar con eficacia por el caos: «Sorprende a primera vista la ineficacia del Frente Popular, dueño no sólo del mar sino también del aire, para impedir tanto el puente aéreo como un temerario transporte de tropas y pertrechos por agua de Ceuta a Algeciras. La causa de esa ineficacia radica en el desorden creado por la revolución y por las zancadillas y rivalidades entre las izquierdas, que impedían un mando único y articulado.» (pág. 65.)

Llega 1939 y Franco exige a los republicanos la rendición incondicional: «Franco no admitió otra salida que la rendición incondicional, y sólo prometió clemencia a quienes no hubieran participado en el terror izquierdista, y algunos atenuantes en la justicia.» (pág. 75.) Al final, los republicanos prefirieron entregarse a Franco antes que entregarse a Stalin. Se produjo un golpe de Estado en Madrid contra Negrín, pero «Sorprendentemente, los comunistas no movilizaron sus fuerzas, y las que reaccionaron parecían haberlo hecho espontáneamente, sin órdenes.» (pág. 75.) Esto es ciertamente sorprendente, pero no hay explicación de ello.

Según afirma Pío Moa, «Si analizamos la conducción de Franco durante la fase larga de la guerra, llegamos fácilmente a la conclusión de que fue, en líneas generales, excelente.» (pág. 75.) Algún autor ha afirmado que Franco era un incompetente desde un punto de vista militar, pero un incompetente, un mediocre venció a los rojos. ¡Qué patético¡ «Pero en definitiva, son los resultados los que cuentan, y su ejército, casi siempre inferior en número, resultó más móvil, adaptable y capaz de rehacerse con rapidez, sin necesidad de aplicar a la tropa las medidas disciplinarias realmente terroristas de sus adversarios». (págs. 75-76.)

Franco ganó la guerra y esto no se lo perdonaron jamás las izquierdas. De hecho aún no se lo perdonan. Viven del odio y del resentimiento. Las izquierdas tercera, cuarta y quinta han caído en el nihilismo pasivo. Gustavo Bueno{1} afirma que, conscientes las izquierdas tercera, cuarta y quinta de la inanidad de sus proyectos políticos actuales, «rencorosas por lo que ellas perciben como frustración personal, buscan el modo de mantener su distancia y su separación con la derecha, y como no la encuentran en el presente recurren a la 'memoria histórica'».{2} Al final, lo único que cuenta es denigrar al general Franco para mantener una diferencia ficticia. Aparece así un antifranquismo tardío, póstumo y sobrevenido. Todo sea para impedir que el PP retorne al poder.

Tras la Victoria, que es la legitimidad de Franco, quiero decir que su legitimidad era su victoria, aparece la idea de una democracia orgánica. «La idea de una democracia orgánica superadora de la atomización social achacada al liberalismo mediante los cauces «naturales» de la familia, etc., tenía raíces tanto en el pensamiento ultraconservador como en el izquierdista.» (pág. 89.)

Hubo muchos muertos en la guerra en el frente de batalla. Hubo muchos muertos ejecutados, fusilados, con juicio y sin él. Ahora los progres se dedican a realizar ejercicios excavatorios, exhumatorios de muertos del Frente Popular. Los tribunales franquistas después de 1939 pronunciaron 50.000 penas de muerte, cumpliéndose en torno a la mitad de ellas. «En esas condiciones es seguro que en muchos casos fueron ejecutados inocentes y perdonados individuos mezclados en crímenes. ¿Cuál fue la proporción? No lo sabemos, y quizá resulte imposible averiguarlo. Pero no puede admitirse la pretensión, puesta hoy en boga por una historiografía mendaz, de incluir por igual, bajo el rótulo de víctimas, a inocentes y a asesinos brutales.» (pág. 93.)

La represión fue durísima, pero no tanto como afirman los historiadores progresistas. «Represión, pues, durísima, pero ajena a los bulos hechos correr en buen número de artículos de prensa y presuntos libros de historia, como el de que todos los soldados del ejército izquierdista pasaron por consejos de guerra, o los resumidos en frases de este jaez: «Las declaraciones de franco y sus generales nunca disimularon su propósito de exterminio», «Los enemigos sólo gozaban de un destino seguro: el exilio o la muerte», «Franco convirtió Madrid en un gran presidio», etc. Ni de lejos existió exterminio. La inmensa mayoría de los soldados movilizados por el Frente Popular (1,5 millones de hombres), de quienes lo votaron en 1936 (4,6 millones ) o vivieron en su zona (14 millones) ni fueron fusilados ni se exiliaron.» (págs. 95-96.)

Los jefes del Frente Popular tuvieron tiempo de exiliarse cómodamente y de saquear el patrimonio nacional y los bienes de los particulares. Fueron, ciertamente, muy previsores: «Sin embargo, no sería justo achacar a los líderes del Frente Popular una imprevisión generalizada. En algunos aspectos mostraron, por el contrario, notable perspicacia para adelantarse a los acontecimientos.» (pág. 98.)

Al final, los dirigentes del Frente Popular eran unos vulgares ladronzuelos y saqueadores. De Negrín a Filesa hay una larga evolución y continuidad del delito del PSOE. Si hay una tradición del PSOE bien clara, esa tradición es precisamente la de la corrupción. Joyas, obras de arte, libros antiguos, metales preciosos. Se rompieron las cajas de seguridad de los bancos. Se robó a los particulares. Desvalijaron los montes de piedad. También saquearon el patrimonio histórico español. Saquearon el Museo Arqueológico, robando monedas visigodas y monedas antiguas de oro y plata. Había que atender a los jefes en el exilio. Negrín fletó un yate cargado de joyas y de riquezas y tesoros y lo envió a México y Prieto se apoderó de él con la ayuda de Lázaro Cárdenas, corrupto presidente de México. Entre ambos se lo repartieron. Prieto posteriormente a 1939 se dio cuenta de sus errores políticos pero nunca devolvió el dinero robado. Igual el PSOE nunca ha devuelto el producto de sus latrocinios efectuados entre 1982 y 1996. Es una continuidad histórica evidente.

Franco venció y su régimen se consolidó. En 1975 la renta per cápita española se aproximaba a la media de Europa. A partir de 1960 se había producido un formidable desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas. España había seguido una vía prusiana hacia la modernización capitalista. Apartar a las izquierdas de tercera, cuarta y quinta generación había sido necesario para vivir en paz y para que no hubiera trabas para el desarrollo de la sociedad española. España se convirtió en un país capitalista avanzado. «Uno de los mayores orgullos de Franco y uno de los argumentos principales a su favor fue el auge económico de aquellos años. Con su sistema político el país disfrutaba del período de paz interior y exterior más prolongado en dos siglos y de una prosperidad nunca vista.» (pág. 152.)

Comenzaron en los años 60 los problemas con la Iglesia. La alianza entre el Régimen y la Iglesia se quebró. El Concilio Vaticano II introdujo el progresismo en la Iglesia. Franco había salvado a la Iglesia del exterminio. Habían sido eliminados 8000 sacerdotes y religiosos y 13 obispos. Ahora los clérigos se dedicaban a coquetear con el marxismo, con las izquierdas, con los separatistas y con ETA. La Iglesia se preparaba para el final del franquismo. Había que congraciarse con la oposición antifranquista.

El franquismo duró 37 años o 36 años aproximadamente. Esta paz prolongada ha sido fundamental para el desarrollo de la economía española. Nuestro régimen de 1978 es sucesor del franquismo. Ha nacido de las entrañas mismas del franquismo. Los restos de las izquierdas definidas, caídas en el nihilismo pasivo bien podrían ser llamadas las izquierdas bogavantes, por el reducido tamaño del encéfalo del que parecen estar dotadas.

Una pregunta que cabe hacerse es por qué duró tanto el franquismo. Si según la oposición antifranquista, España entera odiaba al dictador, ¿Por qué duró tanto tiempo la dictadura? «Ante todo, debe admitirse que una importante masa de españoles encontraba en el régimen de Franco muchos rasgos positivos» (pág. 158). La República quedó en el pensamiento de la mayoría del pueblo español como algo nefasto, con desorden, violencia y arbitrariedad.

Respecto al régimen nuevo nacido en 1978, ha nacido de Franco, no de la República. «En síntesis, cabría definir así la situación: la democracia actual procede del franquismo y no de la República. Esto no es un mal, sino un gran bien, porque significa el desarrollo sin ruptura del más largo período de paz y estabilidad que haya gozado España en dos siglos» (pág. 185).

Franco derrotó a la revolución. He ahí a su mérito. Es el mayor estadista español del siglo XX. Sólo Cánovas se le puede comparar. Franco merece «recibir la gratitud y el reconocimiento de la mayoría de los españoles» (pág. 190).

En fin, es éste un buen libro de Pío Moa que contribuye a la tarea de poner a Franco sobre sus pies.

Notas

{1} Gustavo Bueno, España no es un mito, Ediciones Temas de Hoy, Madrid 2005.

{2} Gustavo Bueno, España no es un mito, op. cit., pág. 135.

 

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