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El Catoblepas, número 46, diciembre 2005
  El Catoblepasnúmero 46 • diciembre 2005 • página 17
Polémica

Religiones de libro y tolerancia indice de la polémica

José Manuel Rodríguez Pardo

Réplica a Mohamed Bilal Achmal respecto a su crítica a Gustavo Bueno
por sus afirmaciones sobre el terrorismo de raíz islámica

Mohamed Bilal Achmal realiza en su artículo «¿Destruir o instruir?» (El Catoblepas 40:18) una serie de críticas a algunas afirmaciones realizadas por Gustavo Bueno Martínez a raíz de los atentados del 11 de Septiembre en algunas entrevistas y artículos en los medios de comunicación (aunque a veces el aludido parece ser Gustavo Bueno Sánchez). El carácter de actualidad de aquellos temas hizo que en ellas apareciesen algunas afirmaciones de carácter incendiario y algunos argumentos ad hominem, dirigidos para referirse a la conducta de algunos sujetos particulares; en esa misma línea ha respondido Mohamed Bilal. Esta forma de argumentar no puede considerarse falaz en tanto que se refiere siempre a una determinada línea doctrinal, y por eso mismo, en tanto que involucran esas críticas al materialismo filosófico o a determinadas concepciones del Islam, quienes no somos ajenos al materialismo filosófico tenemos algo que decir, aun no siendo Gustavo Bueno. Por eso mismo hemos decidido replicar al artículo de Mohamed Bilal.

1) La primera de las críticas de Mohamed Bilal se refiere a la asimilación de la ideología terrorista al Islam que parece desprenderse de ciertas afirmaciones de Gustavo Bueno. De este modo, la interpretación de la Yihad como guerra santa es falsa, y sería en todo caso imputable a ciertos sujetos sin instrucción, caso de los causantes de la matanza de Casablanca, el 11 de Marzo de 2003, un año antes de la matanza de Madrid del año 2004.

2) En segundo lugar, la posición que defiende la destrucción de las raíces del Islam basada «en las armas del racionalismo», tal y como aparece en un titular de una entrevista realizada a Gustavo Bueno, implica un rasgo de intolerancia que ataca a los creyentes del Islam que no defienden estos métodos.

3) Por lo tanto, la forma de combatir el terrorismo no se basaría tanto en la destrucción como en la instrucción, en la educación de aquellos elementos que cometen tales barbaridades, auténticos «crímenes contra la Humanidad».

Pasemos a responder a estas tres afirmaciones:

1) Efectivamente, no puede identificarse sin más al Islam con quienes asesinan en su nombre. Pero lo que señala Gustavo Bueno en la entrevista indicada por Mohamed Bilal es que los fenómenos de inmolación, de matarse, no de entregar la vida por otros, son característicos del islamismo: ni ETA, ni el IRA, ni las FARC ni otros grupos violentos cristianos han utilizado jamás semejantes métodos. Y una de las posibles explicaciones, a falta de otra alternativa, es la forma de concebir la individualidad y la persona en el Islam, lo que lleva a investigar en las obras de filósofos como Averroes, el último gran autor islámico. Mohamed Bilal acepta lo que señala Gustavo Bueno, que la razón sea supraindividual, aunque señala que «una cosa es la razón agente, global y otra cosa es la razón pensante de cada cual. Averroes, en su libro sobre las concordancias entre la verdad religiosa y la verdad filosófica o el 'Fasl' dejó claro que hay una diferencia entre ambos metódicamente hablando, pero en el fondo, todos son la misma cosa. No quiere eso decir que haya una razón única excepto la del Ser Supremo. No, Averroes sostiene que hay dos razones si queremos llamarlos así. Uno humano, el otro divino. La razón humana consiguió llegar a las verdades que antes habían sido planteados por la razón divina. Por eso llamó a una paz duradera entre la filosofía o razón humana, y la Ŝari'a o razón divina. Pero Averroes no llegó jamás a sostener que alguien piénsese por nosotros. Y eso si ocurría, que diríamos de la filosofía como opción humana de buscar la verdad por su propia cuenta. ¿Será que nosotros, cuando invocamos actualmente al espíritu averroísta, perseguíamos en vano una luz inalcanzable?»

Sin embargo, aquí la cuestión no es tanto la famosa doctrina averroísta de la doble verdad que señala Achmal, sino el entendimiento agente, descrito en el famoso texto del Libro III en su tratado Acerca del Alma. El Estagirita indica en este pasaje que existen dos tipos de entendimiento: uno en potencia, o paciente (nous pathetikós) y otro en acto o agente (nous poietikós). Como Aristóteles nunca aclaró qué clase de entendimiento era ese entendimiento agente, aparecieron distintas interpretaciones: suponiendo que sea separable, Teofrasto identificó el nous poietikós con la propia alma humana; Alejandro de Afrodisia, clasificador de los escritos de Aristóteles, distinguió tres entendimientos: uno material o paciente; otro habitual, en un estado más perfecto que el anterior, y otro agente, opinión que ha influido en los musulmanes, para quienes el entendimiento agente universal es el mismo para todos los hombres. De aquí se deduce que todos han de pensar siempre lo mismo, pues la verdad es una, lo que abre el camino al desprecio a la individualidad corpórea y en consecuencia a una posible inmolación o terrorismo suicida. Un fragmento de Averroes es bastante clarificador:

«Por la misma razón ocurre también que la idea del entendimiento que es causa eficiente del entendimiento agente, no es otra cosa que la idea de éste, ya que tanto el entendimiento productor como el producido son específicamente una misma cosa, sin otra diferencia que aquél existe de una manera más noble. Esto ocurre también [con respecto a los otros principios]; de modo que el principio primero entiende el ser, de una manera más noble, desde todos los puntos de vista en que pueden excederse [unas a otras] las inteligencias libres de la materia, ya que, no distinguiéndose específicamente la idea del primer principio de las ideas del hombre, con mucha menos razón se diferenciará de las ideas de los demás seres separados; si bien, en cuanto a la nobleza, está muy por encima del entendimiento humano, siendo la cosa que más se acerca a él la inteligencia que le sigue, y así sucesiva y gradualmente, hasta llegar al entendimiento humano.» (Averroes, Compendio de Metafísica, Libro IV, 47, edición de Carlos Quirós Rodríguez, publicada en la Imprenta de Estanislao Maestre, Madrid 1919.)

De hecho, hay mucho averroísmo en las propias afirmaciones de Mohamed Bilal, como cuando señala que: «Todos somos humanos, pero humanistas somos pocos. Matar es deshumanizarse por propia voluntad, y deshumanizar el «ser matado» por haberle quitado lo más valioso de su existencia: la vida. Por eso, quienes maten, maten también los valores de la vida, y viven la más grande nicrofilía de todos los tiempos. Las matanzas, son horribles, fueron por voluntad o involuntad, y por tanto, contra toda la Humanidad. Es el propio Corán quien dijo, una vez, quien mate una persona, es como si hubiera matado a todo el mundo, y quien le preserva la vida como si hubiera preservándola a todo el mundo». Si quien mata a una persona es como si hubiera matado a todo el mundo, es porque la verdad es una y la conciencia también una, es decir, la doctrina de Averroes.

Por contra, Santo Tomás afirma que todos los seres de una especie tienen en común la potencia de sus acciones; por ejemplo, el conocer los primeros principios está al alcance del hombre, pero eso no implica que todos conozcan las mismas cosas, aunque su saber se derive de un mismo principio. De este modo, la posesión común que los hombres tienen de los primeros conceptos inteligibles demuestra la unidad del entendimiento separado, pero no la unidad del entendimiento agente (Summa Theologica, 1 q. 79 a. 5). Y esta consideración viene de la Trinidad cristiana, pues si la razón es corpórea, ligada al cuerpo individual, ésta variará en cada individuo dependiendo de sus contingencias: si uno se equivoca es que existe, como diría San Agustín. De hecho, cuando se pregunta Mohamed Bilal: «¿Por qué no implicamos al catolicismo en los atentados perpetrados por ETA en España? ¿A caso el cristianismo dejó claro su rastro laíco desde su nacimiento? ¿O que logró apaciguar su relación con el mundo material de aquí, y se conservo la gerencia del más allá?», hay que responderle que efectivamente, ETA tiene en sus orígenes un componente católico muy fuerte –nació en un seminario–, el propio de una institución como la Iglesia católica que se mantiene por encima de los Estados y trata de debilitarlos para conseguir sus fines. Y este catolicismo influye en sus procedimientos terroristas: ni un solo terrorista de ETA ha pretendido inmolarse para causar daño, pues su mayor preocupación es precisamente no salir herido de sus acciones terroristas.

También, en la misma línea, se pregunta, si acaso retóricamente: «¿llamó alguien alguna vez a destruir las raíces del Cristianismo cuando hayan sido aniquiladas las vidas del pueblo iraki a mano de la maquinaría destructiva de los Estados Unidos de América? Aún más: ¿Pretendió alguien hacerlo con el Judaísmo durante la matanza feroz del hombre y de la historia en Palestina por parte de Israel? ¿O por algo será que ahora piden la cabeza del Islam como sea? Hay que tener suficiente valor para confesar que parte de todo esto es pura conspiración contra una forma de ser bastante molesta para algunos».

Y digo retóricamente porque aquí se dan por supuestas dos cosas: que Estados Unidos sea sin más aniquilador del pueblo iraquí (¿por qué no citar a los terroristas suicidas reclutados en Irán y Siria, auténticos aniquiladores de la población iraquí?) y la existencia de un Estado agredido por los judíos llamado Palestina, olvidando que son precisamente los palestinos, que jamás tuvieron un Estado, quienes se lanzan contra los israelíes, que disponen de tal fuerza militar que, si realmente quisieran realizar una «matanza feroz del hombre y de la historia», no habrían dejado un solo palestino vivo.

Además, lo importante aquí es que Gustavo Bueno no apela sin más a destruir al Islam como totalidad, sino que hace referencia a determinados fenómenos que sólo surjen en el Islam y no en el Cristianismo. Ese destruir significa en realidad convertir a esos islámicos radicales en otra concepción del mundo que tendría un fundamento más racional, en tanto que apela al corporeísmo de la persona, no a un sujeto universal averroísta y abstracto por el que uno puede inmolarse. Y desde luego que esa conversión no se logrará por la fuerza de las palabras, sino combatiendo con la crítica de las armas, que diría Marx.

2) Bueno cae en una posición intolerante contra estos fenómenos del islamismo más radical, sobre todo porque considera que la tolerancia no es una virtud universalmente positiva y deseable. De hecho, señala Gustavo Bueno en El sentido de la vida que la tolerancia es virtud aristocrática, propia de quien posee el dominio sobre otras personas a quienes puede tolerar en su ignorancia o su impotencia, ya que son inferiores a él. Es más, esa fue la tolerancia que funcionó en la hoy día idealizada Al Andalus: los islámicos, que eran los dominadores de ese territorio, toleraban a cristianos y a judíos, en tanto que los consideraban infieles y por lo tanto inferiores, rebajándolos a ciudadanos de segunda (incluso los judíos eran esclavos en muchos casos). La España cristiana de Fernando III el Santo era tolerante con los judíos y cristianos: como bien se encarga de señalar el propio Gustavo Bueno en su libro España no es un mito: los cristianos prohibieron el culto a los judíos y musulmanes, si es que querían equipararse en derechos a los primeros. Si no, eran convertidos en ciudadanos de segunda. La intolerancia practicada por unos y otros no significa sin más totalitarismo, sino intención de llevar las propias creencias a otros que son considerados ciegos y que por lo tanto han de ser convertidos.

Por lo tanto, no me cabe la menor duda que el Islam es una religión de tolerancia, pero uno no puede dejar de sorprenderse ante quienes se admiran por ello y por la llamada España «de las tres culturas». Que alguien se admire por ver cómo a otros se les rebajaba a ciudadanos de segunda categoría por ser de otra religión, y que ello se ensalze como tolerancia, debería dar que pensar acerca de tales sujetos y lo que dirán hoy día en situaciones similares y ante otras religiones de libro.

Asimismo, la crítica fundamental de Mohamed Bilal a Gustavo Bueno es que: «El plan de destrucción de los raíces del Islam, debía seguir según Bueno, el ejemplo de lo sucedió con 'la Iglesia en el Siglo XVIII'. Pero el profesor Bueno se olvidó de que en el Islam no existía una institución como la Iglesia tal como esta concebida en la Cristiandad.»

Pero entonces esta afirmación entra en contradicción con las numerosas y eruditas referencias coránicas de Mohamed Bilal sobre la Yihad o guerra santa. Supone ni más ni menos que demostrar que tales referencias no significan nada por sí mismas. Y es que si no existe una interpretación canónica del Corán, como el propio Bilal Achmal señala al comparar el Islam con la Iglesia católica, es decir, no existe una Iglesia islámica con un cuerpo de doctrina reconocible, entonces ¿cómo puede hablar nadie en nombre del Islam? Hablará en su propio nombre o en el de algunos doctores, en tanto que cualquier islamita puede ser ulema, pero sin explicar nada de lo que sucede en realidad con los fenómenos criticados por Bueno.

De hecho, bien podría decirse que las visiones del Corán que deben importarnos sobremanera son las de personajes como los talibanes, la familia real de Arabia Saudí o Bin Laden, de tendencias wahhabitas (seguidores de Wahhab, islamita radical de finales del siglo XVIII y muerto en 1818 a manos de los otomanos, quien predicaba que todo infiel, por el mero hecho de serlo, era una amenaza por su corrupción para el Islam y en consecuencia debía ser eliminado), y no tanto porque sean más ciertas que las de cualquier ulema (al fin y al cabo, ni Dios, ni Alá ni Yahvé existen, por lo que en cuanto a sus contenidos todas las religiones de libro son falsas), sino porque tales proyectos, planes y programas, son asumidos por poderosas familias y jefes de estado: los Bin Laden, la familia real saudí, &c., que con su dinero (petrodólares) financian a los ulemas que vienen a España y otros países a predicar el odio a los cafres y los politeístas, es decir, a nosotros. Por eso mismo, y aplicando lo que decía Maquiavelo sobre la distinción entre profetas con armas y profetas sin armas, desde luego que ha de dársele una beligerancia mayor a Bin Laden y los talibanes que a quienes, Corán en mano, predican el amor eterno y la alianza de civilizaciones. De hecho, para Wahhab la Yihad es lucha contra quienes no pertenecen a la umma (comunidad islámica), y por lo tanto no pueden ser sino eliminados por el simple hecho de existir.

3) Mohamed Bilal supone que la solución a los problemas del terrorismo se basa en la instrucción y la educación. Pero semejante conclusión es tanto como suponer que las personas cambian únicamente por el ambiente que les ha rodeado durante su vida, y que bastará cambiar su ambiente para que se vuelvan buenos. Y bien sabemos, como señalaba Marx en la Tesis 2 sobre Feuerbach, que los propios educadores ya han sido educados, y por lo tanto lo que buscan es perpetuar aquello en lo que han sido instruidos: un cristiano buscará inculcar a sus alumnos el cristianismo, un wahhabita la Yihad como lucha contra el infiel, &c. La educación es esencialmente conservadora; ni siquiera en los lugares donde se concebía que la educación era algo revolucionario, como los países del llamado socialismo realmente existente, tuvo tal rango jamás: la educación se convirtió en una forma de perpetuar el sistema revolucionario y de educar a las masas para evitar que se pasara a una situación prerrevolucionaria. Y desde luego que la instrucción no va a evitar que sigan existiendo los fenómenos del terrorismo ligados a determinadas interpretaciones del Islam, al menos mientras tales interpretaciones puedan seguir divulgándose y conservándose. De hecho, la apelación al munkar o mal social no basta, pues quienes fueran eventualmente escolarizados lo serán en alguna doctrina concreta, ya sea cristiana, wahhabita, atea, &c. De hecho, la educación en el Islam de Wahhab no acabará con el terrorismo suicida, sino que lo incrementará de forma dramática; y eso es lo que buscan países como Arabia Saudita cuando envían ulemas pagados por ellos a los países como España, con la mira puesta en la recuperación de Al Andalus.

Y quizás porque Mohamed Bilal no percibe estas circunstancias, se queje de que Gustavo Bueno considere el diálogo como especulativo, lo que para él es contradictorio, pues «[...] si el diálogo nos llevaría a un callejón sin salida, ¿por qué seguimos abusando de él? Curiosamente, uno de los más importantes valores de la Humanidad se vinieron abajo a cambio de un realismo a corta distancia. Erradicar el terrorismo, através de la destrucción de sus raíces, mantener el diálogo de la fuerza, son armas eficaces en hacer que los fenómenos violentos crezcan de una manera brusca y infinita. Porque nadie, en el otro lado, se quedaría las manos cruzadas ante un acto de violencia. Hay que tener paciencia en las cosas de lo humano. Aplicar la violencia significa mantener el estado de guerra en vez de crear condiciones de paz».

Pero la cuestión no es que el diálogo no sirva para nada, sino que éste se vuelve imposible si quienes pretenden dialogar no se han entendido previamente: es imposible que un musulmán y un cristiano se entiendan en asuntos religiosos, pues el primero le considerará al segundo politeísta por afirmar que Dios tiene madre humana; y viceversa, el cristiano pensará que el musulmán es un fanático por poner la religión por encima de todo. Ese politeísmo, en el que un cristiano jamás se reconocería, aparece también en los textos de Averroes: «Por eso, la escuela que afirma de Dios la corporeidad, opina, respecto de la que la niega, que ésta es atea; en cambio, la escuela que niega de Dios la corporeidad, opina, respecto de la que la afirma, que ésta es politeísta» [Teología (Kasf an Manahiy), Capítulo IV, §. II, II, traducción de Manuel Alonso S. I., CSIC, Madrid-Granada 1947]. De hecho, muchas veces se dialoga y se ofrece cariño y amistad al enemigo, porque uno se sabe incapaz de vencer si se produjera el «diálogo de la fuerza», con vistas a imponerse más adelante, cuando la fuerza sí esté de su lado. Y la violencia, efectivamente, cesará cuando haya paz. En el caso de los terroristas islámicos, no cometerán más acciones violentas cuando todos nos hayamos sometido, cuando hayamos aceptado la sumisión (islam) a su islamismo wahhabita.

 

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