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El Catoblepas, número 83, enero 2009
  El Catoblepasnúmero 83 • enero 2009 • página 22
Libros

El alma de los brutos en el entorno del Padre Feijoo y otros asuntos involucrados

José Manuel Rodríguez Pardo

Acerca de la publicación de El alma de los brutos en el entorno del Padre Feijoo, Biblioteca Filosofía en Español, Oviedo 2008, y las cuestiones abiertas que plantea esta obra

José Manuel Rodríguez Pardo, El alma de los brutos en el entorno del Padre Feijoo, Biblioteca Filosofía en Español, Oviedo 2008, 519 páginasCon la publicación en diciembre de 2008 del libro El alma de los brutos en el entorno del Padre Feijoo, he visto cómo se culminaba la parte más importante de mis trabajos filosóficos. Varios años de trabajo se publican en forma de mi primer libro, y que previamente encontraban su adecuada culminación el 11 de junio de 2004, con la defensa de mi tesis doctoral, El alma de los brutos en el entorno del Padre Feijoo. Análisis desde el materialismo filosófico. No puedo estar más que agradecido a la Fundación Gustavo Bueno, responsable de la publicación.

En mi tesis pretendía analizar, inicialmente, el discurso «Racionalidad de los brutos» publicado por el Padre Benito Feijoo en 1729, dentro del Tomo III del Teatro Crítico Universal. Allí afirmaba el benedictino que, dentro del árbol predicamental porfiriano fijista («Las especies son creadas por Dios», decía Linneo), acciones en los animales que son más que sensitivas, luego habrían de ser racionales al igual que las humanas, aunque en un grado menor respecto a la espiritualidad, libertad y responsabilidad que entre otras virtudes se le suponían a alma humana en diferencia a la de los animales en el contexto de la filosofía escolástica.

Sin embargo, lo que parecía una afirmación más o menos ocurrente del benedictino ovetense, se convirtió en una tesis clave para entender las relaciones entre hombres y animales durante la Edad Moderna en el ámbito hispano. Me di cuenta de ello al comprobar que el único apologista verdaderamente comprometido con las tesis del Padre Feijoo sobre la cuestión, el noble portugués Miguel Pereira de Castro Padrao, afirmaba en su Propugnación de la racionalidad de los brutos (1753), que las almas de los animales son espirituales y creadas por Dios, al tiempo que negaba las tesis del mecanicismo animal que postuló Gómez Pereira en su Antoniana Margarita (1554). Dado que la concepción predarwinista de estos autores no daba posibilidad a analizar relaciones de transformismo entre hombres y animales, se podía considerar, siguiendo a Eloy Bullón, en El alma de los brutos ante los filósofos españoles (1897) –«la doctrina que respecto de ella [el alma de los brutos] se enseñe no puede menos de influir muy de cerca en la doctrina que acerca del alma humana se explique»–, que tras las tesis de estos autores estuviera latiendo con fuerza la necesidad de bautizar, de darles la bendición sobrenatural de la Gracia, a aquellos seres humanos a los que se reducía en Portugal a la condición de brutos: los esclavos, que constituían un inmenso negocio tanto comercial como productivo dentro del Brasil portugués.

De hecho, la diferencia específica que el aristotelismo marcaba entre el animal y el hombre, «animal racional», no era una distinción que estableciese un abismo entre ambos seres, sino que reconocía la indefensión del hombre ante los animales (el famoso Mito de Prometeo en el que el hombre recibe el logos, el fuego sagrado que roba el titán para dárselo a los hombres y poder defenderse de los animales), y sólo la Gracia divina, las virtudes sobrenaturales que «iluminan los ojos de la mente», como diría Santo Tomás de Aquino, podían «elevar» al hombre sobre la pecaminosa Naturaleza. De este modo, lo que se manifestaba en la doctrina se veía positivamente en la pugna entre dos potencias globalizadoras, España y Portugal, una de carácter generador, que intenta realizar el ortograma católico de un Dios que conoce a todos los hombres, sin establecer privilegios teológicos entre ellos, y la otra depredadora, en la que se producían colisiones en primer lugar de dialéctica de Estados, como se comprobó en la provincia del Paraguay en los asaltos de los bandeirantes paulistas a las misiones jesuíticas que realizaban ese ortograma católico, con el objetivo de conseguir esclavos indígenas. Frenados gracias al adiestramiento y formación de un poderoso ejército guaraní al servicio de España por el veterano de los Tercios de Flandes Domingo de Torres, los conflictos se recrudecieron posteriormente durante el acuerdo del Tratado de Límites (1750) entre ambos Estados, contemporáneo a la polémica de la racionalidad de los brutos.

Pero también se producían conflictos de dialéctica de Clases, en tanto que los jesuitas que realizaban análoga labor en Brasil fueron expulsados de Portugal en 1759 por oponerse a la esclavitud de los indígenas y de los negros africanos; mientras, la nobleza portuguesa, como pudo ser el caso de Miguel Pereira de Castro, era aniquilada. Cuestión que nos muestra una peculiar memoria histórica en Brasil, pues los bandeirantes reciben su homenaje en Sao Paulo, en una estatua que tienen dedicada en el Parque Ibirapuera. Así, un país avergonzado de haber mantenido la esclavitud tanto tiempo, homenajea a los salteadores paulistas, al igual que los británicos homenajean a los piratas y salteadores de las costas españolas.

Si como dice Gustavo Bueno en Materia, Materia designa primeramente a la hyle, es decir, selva, terreno sin roturar, se puede decir que la cuestión del Alma de los Brutos en Feijoo ha quedado convenientemente roturada y acotada. Sin embargo, pese a que la tesis está virtualmente agotada, aún quedan asuntos a tratar, y el objetivo de este escrito es precisamente reconstruir lo que fue el análisis de mi tesis doctoral, ahora replanteado respecto a asuntos involucrados sobre los que es conveniente profundizar. Con más motivo ahora que se han publicado interesantes aportaciones en las que basarse. Por eso considero conveniente, en primer lugar, regresar a las primeras publicaciones que constituyeron mi tesis.

Y estas tuvieron lugar, precisamente, en El Catoblepas. La sección Animalia fue testigo de muchos momentos de maduración de mi tesis: mi artículo sobre el conocimiento animal y humano, incluyendo su segunda parte, trabajos con los que elaboré casi todo el Capítulo 10 de mi tesis sobre la Idea filosófica de Conocimiento; mi reseña de la Antoniana Margarita de Gómez Pereira publicada en el número 2 de El Catoblepas, que sirvió para componer el Capítulo 5 de la tesis, y la polémica con el embajador Gonzalo Puente Ojea que inicié, junto a Atilana Guerrero y Alfonso Tresguerres, al reseñar su libro El mito del alma, cuyos resultados me sirvieron para completar el Capítulo 8 de mi tesis, acerca de la clasificación de las Teorías del Alma. Dentro de esa misma sección, también destaca mi estudio sobre Julián de La Mettrie y su obra filosófica, publicado en el número 12 de la revista, que no usé demasiado en mi tesis, aunque aparece mencionado en el Capítulo 13 a propósito de la Teoría de teorías del Alma, citando el traducianismo defendido por el médico francés en la sección a de este capítulo.

La polémica con Puente Ojea, además de para completar el ya mencionado Capítulo 9 de mi tesis, sirvió para irme formando y entrar en contacto con el panorama filosófico español. En cierto sentido, me considero un privilegiado, pues otros estudiantes y «jóvenes filósofos» prefieren no publicar nada de lo que conciben tras sus lecturas, bajo el absurdo miedo de equivocarse, cuando lo único que está en juego es la sabiduría coyuntural y fácilmente ampliable gracias a estas confrontaciones polémicas. Sin embargo, los mismos que se negaban a publicar siempre presumieron de haber resuelto los más elevados problemas filosóficos en conversaciones de biblioteca, cafetería, despacho u oficina, a base de una serie de fórmulas convencionales ya memorizadas. Presos de sus propios dogmas, pensaban que la elaboración y ampliación de los mismos los pondría en evidencia ante potenciales lectores, por lo que les resulta más cómodo repetirlos sin que nadie pueda salirles al paso y sin que quede constancia escrita de tal dogmática. Pero sin ese cotejo ante otros rivales es imposible tomar conciencia del nivel filosófico que puede alcanzarse, y difícilmente puede así progresarse en esa tarea. Mejor ser objeto de crítica cuando uno es un joven, que no verse sin posibilidades de publicar y orgulloso subjetivamente cuando uno es anciano y se limita a esperar el paso del cadáver del enemigo.

Podría decirse, sin temor a equivocarse, que la tercera oleada del materialismo filosófico ha crecido al calor de las páginas que iba publicando en El Catoblepas, sin que la falta de una publicación asidua de muchos de ellos pueda considerarse un agotamiento de sus capacidades, sino un efecto del primum vivere que les encadena a la realidad mundana. Esta «Revista crítica del presente», esto es, de análisis sobre problemáticas de actualidad, que incluyen libros, películas, acontecimientos, &c., ofrecía desde su inicio una inmejorable oportunidad para que los más jóvenes se fueran formando a nivel filosófico, y mejorando su formación publicando breves reseñas de libros, comentarios de películas y otros artículos de actualidad.

Sin embargo, pese a existir ya un número considerable de jóvenes, muchos de ellos recién licenciados, interesados por las cuestiones del materialismo filosófico, poquísimos son quienes a día de hoy han engrosado lo que constituye en la actualidad la cuarta oleada del materialismo filosófico, que podríamos considerar iniciada con las «Tesis de Gijón» de Ismael Carvallo Robledo, presentadas en los XI Encuentros de Filosofía en Gijón (2006). Tesis que tienen su mayor realización en el periódico El Revolucionario, y en las que el materialismo filosófico ha dado ya el salto definitivo y sin marcha atrás hacia la comunidad hispánica ya formulada como objetivo en el comienzo de la tercera oleada, con el Proyecto Filosofía en Español. Entre quienes se han incorporado al sistema en esta cuarta oleada destacaremos a Santiago Armesilla, junto al citado Ismael Carvallo, como a uno de sus más activos representantes.

Volvamos, sin embargo, al proceso de maduración de mi tesis. Tras los fieros embates ya citados, en el año 2003 tuvo lugar en Murcia el Congreso Filosofía y Cuerpo, cuyas actas aparecieron en el año 2005. Entre sus comunicaciones, precisamente la única que no pudo incluirse en sus páginas, estaba la de Pedro Insua, «Biología e individuo corpóreo: El problema del “sexto predicable”», continuada en el número 51, terminando así en mayo de 2006 la sección (por ahora). Estudios que resultan muy importantes a la luz de mi trabajo y sobre los que me gustaría profundizar en futuros trabajos.

Terminada la tesis, me he mantenido inmerso en muchas cuestiones, temas diversos como puede verse en mis publicaciones de El Catoblepas desde entonces, muchas de ellas obligadas por mis propias circunstancias biográficas, muy en la línea del famoso primum vivere deinde philosophari. Pero eso no significa que lo concebido entonces haya sido abandonado durante cuatro años y no haya añadido, al menos, algunos «decimales». Justo después de doctorarme, presenté una comunicación para los IX Encuentros de Filosofía en Gijón, dedicados a la figura de Kant, donde expongo algunas cuestiones sobre el neokantismo etológico que no cité en la tesis, «La influencia del idealismo trascendental en la constitución de la etología» (El Basilisco, nº 35, julio-diciembre 2004, páginas 51-56).

Asimismo, mi reseña de la película Apocalypto de Mel Gibson insistía también en las ideas sobre la Gracia santificante que los religiosos católicos consideraron que servía, por encima de consideraciones políticas, para elevar por encima del pecado a los habitantes precolombinos de América, y sobre la que podría trabajarse considerando a la Iglesia católica una derecha extravagante, como señala Gustavo Bueno en El mito de la derecha. Y sin duda que la polémica del año 2005 sobre la religiosidad primaria, uno de los momentos finales de la tercera oleada del materialismo filosófico, constituye un resultado atribuible, por lo que a mí me corresponde, a la fertilidad de mi tesis, complementada sin duda con los valiosos artículos de Joaquín Robles y especialmente por la tesis de Íñigo Ongay de Felipe, defendida justo tres años después de la mía, el 11 de junio de 2007, «El Proyecto Gran Simio desde el materialismo filosófico».

La publicación apenas ha sufrido modificaciones respecto a su defensa del año 2004. Inicialmente se pensaba en una edición rápida, pero diversas cuestiones la han retrasado hasta hoy. No decidí tocar, salvo en las correcciones de estilo necesarias, el texto base de la tesis, con el objeto de mostrar un trabajo acabado en la situación que estaba entonces. Pero eso no significa que no se pueda progresar a través de otras líneas que ofrecía la obra, y en contra de lo que muchos doctores hacen normalmente, me he decidido a profundizar en la temática, ya en una nueva etapa totalmente distinta. Nuevos trabajos que amplían la perspectiva del materialismo filosófico son motivo más que suficiente para trabajar sobre la base de mi tesis. Especial mención merecen los nuevos avances del Tomo VI de la Teoría del cierre categorial, que aunque no esté publicado, ya ofrece al público una parte importante en la teoría de las instituciones que Gustavo Bueno publicó en El Basilisco en el número 37 (2005). La racionalidad «institucional» que caracteriza al hombre frente a los animales abre una nueva vía a la hora de analizar la «racionalidad de los brutos» como distinta a la racionalidad humana.

En definitiva, más de cuatro años después de la lectura de mi tesis doctoral, y vistos los avances del materialismo filosófico durante ese tiempo, he creído oportuno recapitular cuestiones que se citaron de forma breve en la tesis, pero que podrían reconstruirse, y que voy a enumerar, con el objeto de desarrollar en lo sucesivo las cuestiones más importantes, que podemos clasificar según los tres ejes del espacio antropológico:

— En el eje circular, en tanto que la tesis se refería a la distinción entre hombres y animales, podría realizarse un estudio más a fondo de la Antoniana Margarita. Por ejemplo, estudiar el análisis que Gómez Pereira realiza de la filosofía de San Agustín (que llegaría también a Descartes por mediación indirecta, como tantas fuentes que cita el francés en su obra). Debido a que el médico medinense era para mi trabajo más un medio que un fin en sí mismo, quedó este asunto en el tintero, pero sin duda podría analizarse la perspectiva agustiniana, tan influyente en la Historia de la Filosofía, respecto a la distinción entre hombres y animales.

Por otro lado, también la situación del esclavismo y su relación con la Economía Política, en el marco de la primera globalización que constituye el Imperio Español, pese a ser analizada con cierta prolijidad en mi tesis, podría seguir estudiándose con mayor detalle. No sólo la problemática del Derecho de Gentes y la famosa Controversia de Valladolid, que tan brillantemente han tratado Pedro Insua y Atilana Guerrero, sino también la cuestión, relativa a la propia configuración económica realmente existente, acerca de si los escolásticos españoles son los fundadores de la Economía Política, o para no decirlo en tan sectarios términos, de la Escuela Austriaca de Economía, o quizás de la teoría del valor-trabajo de Marx. Lo que enlaza con el proyecto de periodización de las teorías económicas que inició Javier Delgado Palomar hace ya unos años en esta revista.

También destaqué en su día el carácter pontificio de las doctrinas de la racionalidad animal, pues era en Roma donde más se defendía esa tesis, a raíz de las fuentes que señalaban los autores implicados en la polémica. De hecho, un libro citado de forma indirecta a propósito de esa polémica llamó poderosamente mi atención: Anima brutorum secundum saniores canones Philosophia vindicata, publicado en 1742 por el Cardenal Juan Felipe Monti, donde plantea la problemática de la racionalidad de los brutos en un sentido muy similar al de Miguel Pereira de Castro Padrao, al señalar que sus almas eran espirituales y creadas por Dios, en lugar de engendradas por la materia, como sostenía la doctrina escolástica más canónica. Dado que se trataba de una fuente indirecta, no consideré necesario su análisis en profundidad más allá de lo que los autores implicados citaban, pero a día de hoy parece más que necesario el análisis de tan raro ejemplar.

— En el eje radial resulta más complicado encontrar asuntos involucrados en mi tesis, pues en él, por definición, no existen sujetos apotéticos a los que atribuir racionalidad. Sin embargo, sí puede analizarse el surgimiento de la nueva religión soteriológica del cambio climático, basada en una ideología aureolar, algo ya ensayado en mi artículo «Al Gore, el nuevo Joaquín de Fiore», y que puede estudiarse a raíz de la constante recuperación de la religiosidad secundaria que constituyen las películas relacionadas con la existencia de vida extraterrestre, y por lo tanto con animales no linneanos, recuperación de los démones, titanes y demás deidades de la religiosidad secundaria ya mencionada en El animal divino por Gustavo Bueno hace más de veinte años.

También las cuestiones relativas al mecanicismo que se desprende de la polémica de las especies intencionales en la Eucaristía. Las especies intencionales, el resultado producido por los átomos sobre nuestros sentidos, fueron acuñadas por Descartes y usadas por los religiosos católicos para afirmar que en la doctrina eucarística, cuando la forma es consagrada durante la comunión, la sustancia de pan y de vino desaparece, para dejar paso en la hostia a Cristo como sustancia, quedando de los anteriores alimentos sólo accidentes que, por acción divina, se mantienen sin que exista ya su sustancia. Si se acepta el atomismo, se pierde el canon del cuerpo humano individual, pues afirmar que en la Eucaristía no pueden sostenerse los accidentes como cualidades reales y absolutas de la sustancia, implica la imposibilidad de que Dios mismo esté presente en la Eucaristía, en sustitución de la sustancia del pan y el vino. En su lugar, se supone a Dios representado en cada parte átoma de las especies presentes en el fenómeno eucarístico.

Al margen de la existencia o inexistencia real de Dios en la Eucaristía, cuestión que podría ser interpretable como más propia de la fe, lo cierto es que reconocer que Cristo toma forma corpórea tiene implicaciones inmediatas sobre todos los hombres, pues supone que el canon corpóreo donde se encuentra el espíritu o alma racional es el humano conocido por todos, mientras que, desde la perspectiva de las especies intencionales, ese canon queda disuelto y reducido a sus partes materiales, con lo que se recae en un formalismo primogenérico (M1). Así, sucede que quienes sostienen que el hombre no es un animal, prejuicio este puramente pagano, a decir de Descartes o Malebranche, no tendrán el más mínimo reparo en acogerse a esa explicación sobre los accidentes eucarísticos, reduciendo el alma de los brutos a una disposición de las partes átomas de los mismos, cuya causa está en la acción de los espíritus animales. Algo que percibió Feijoo perfectamente. Una parte de mi tesis fue dedicada a esbozar estas cuestiones, por su implicación en la problemática del alma de los brutos, y puede seguirse profundizando al respecto.

— Finalmente, en el eje angular, pese al detallado estudio que realicé en mi tesis sobre la cuestión del alma de los brutos, han quedado cuestiones pendientes que podrían analizarse con mayor detalle. Por ejemplo, las tesis que defiende Antonio de Fuentelapeña en El ente dilucidado (1676), donde el fraile capuchino incluye referencias no sólo sobre espíritus y otras sustancias metafísicas que destacó en su día el Padre Feijoo y que eran inexcusables para mi tesis, sino también cuestiones muy detalladas sobre la «racionalidad de los brutos» que sólo llegué a mencionar.

Y por último, y no por ello menos importante, la cuestión sobre la formación de un nuevo árbol predicamental que analizan Feijoo, Pereira de Castro y Martín Martínez a propósito de la racionalidad animal, es motivo suficiente para trabajar, en la línea de los dos artículo de Pedro Insua ya citados. La clasificación de las especies se convierte en un asunto primordial, una vez consumada la «revolución lógica» del darwinismo, tantas veces mencionada por el materialismo filosófico.

Gijón, 24 de diciembre de 2008.

 

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