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El Catoblepas, número 96, febrero 2010
  El Catoblepasnúmero 96 • febrero 2010 • página 19
Libros

Corrupción democrática

Tomás García López

Intervención en la presentación en Oviedo del libro de Gustavo Bueno, El Fundamentalismo Democrático, acto organizado por Nódulo Materialista en la sede del Club Prensa Asturiana el 21 de enero de 2010

Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, Temas de Hoy, Madrid 2010Buenas tardes,

Con la expresión «corrupción democrática», tomada de la página 18 del libro de Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, que hoy presentamos en Oviedo, sintagma contrapuesto por el autor, una línea más abajo, a «corrupción circunscrita», intentaré condensar el contenido de esta breve introducción a la exposición que Gustavo Bueno hará a continuación.

En principio, el vocablo: «democrática» o «democrático», utilizado por la mayor parte de nuestros políticos, juristas, periodistas, y demás «istas» pertenecientes a la constelación de los fundamentalistas como feministas, pacifistas, ecologistas… etc., añade un plus de excelencia al término que califica. Así, por ejemplo, lo apreciamos en expresiones tales como: justicia democrática, economía democrática, ciudadanía democrática, ética democrática, moral democrática, solidaridad democrática, ciencia democrática, arte democrático, música democrática, filosofía democrática, y hasta felicidad democrática u orgasmo democrático, en sonoras revelaciones, estas dos últimas, hechas, respectivamente, por los dirigentes socialistas María Teresa Fernández De la Vega y Pedro Zerolo, portadores ambos del síndrome de fundamentalismo democrático primario de corte rusoniano, consistente en creer que la democracia parlamentaria es la forma más depurada de la convivencia política y social mediante la cual, (cito textualmente):

«El Genero humano ha alcanzado por fin los valores supremos de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad (hoy Solidaridad)» (pág. 9.)

Es decir: la Democracia es el Fin de la Historia.

Mutatis mutandis, en la expresión «corrupción democrática, por la misma ley de la excelencia, el término corrupción podría quedar exonerado (descargado) de su connotación peyorativa por la acción «etérea» (celestial) del vocablo «democrática». Y esto ocurrirá en el momento en el que la corrupción sea circunscrita al ámbito de la Fiscalía anticorrupción, que pondrá en los Tribunales a los individuos corruptos para que los jueces les apliquen el Código penal, relativo al cohecho, la prevaricación o la malversación de fondos, les priven de la «libertad de», les reinserten a continuación, cerrando así el círculo de la corrupción, y «santas pascuas».

Es decir: «aquí cárcel y después gloria». Fin de la corrupción, la Democracia ha quedado a salvo y reluce más que el sol, dirán ufanos los fundamentalistas democráticos.

Pero ¡no es oro todo lo que reluce en la democracia, amigo Sancho!

Nada más lejos de esta sublime concepción de la inmaculada democracia de los fundamentalistas se encuentra Gustavo Bueno.

En efecto, habitando en la caverna democrática española, como cualquiera de nosotros, el profesor Bueno ha ido tomando buena nota, a partir de las apariencias veraces suministradas por los medios de comunicación y los archivos generales, de los numerosos casos de corrupción; pero, a diferencia de muchos de nosotros, no se ha quedado impasible, contemplado esas muestras, sino que las ha clasificado, como primera operación, aunque entre tantas corrupciones tuviera, incluso, que toparse con los huevos podridos.

Y gracias a él hemos podido enterarnos de que, además de la corrupción circunscrita y la corrupción democrática, antes aludidas, existen otras muchas clases de corrupción como: (y perdonen esta larga pero necesaria enumeración) corrupción funcional y corrupción administrativa, corrupción individual y corrupción política, corrupción definida y no destructiva y corrupción definida y destructiva, corrupción catastrófica y corrupción conservativa, corrupción fuerte y corrupción débil, corrupción endógena y corrupción exógena, corrupción por disipación y corrupción por condensación, corrupción per se y corrupción per accidens, corrupción antropocéntrica (antrópica, beta operatoria) y corrupción anantrópica (anantropocéntrica, alfa operatoria), corrupción expresada en términos de realidad y corrupción expresada con juicios axiológicos.

En estas clasificaciones de la corrupción el profesor Bueno ha procedido sin escrúpulo alguno, incluso hasta mancharse las manos, del mismo modo que no tuvo reparo en clasificar basura en su libro Telebasura y Democracia, escrito en el año 2002, dando con ello, en ambos casos, ejemplo de madurez filosófica:

«Y en lo que concierne a esas cosas que podrían parecer ridículas, tales como pelo, barro y basura, y cualquier otra de lo más despreciable y sin ninguna importancia, ¿también dudas si debe advertirse,= de cada una de ellas, una forma separada y que sea diferente de esas cosas que están ahí al alcance de la mano? ¿O no?» (Platón, Parménides, editorial Gredos, 130d);

Le pregunta Parménides al joven Sócrates, según nos relata Platón en su diálogo El Parménides, y añade:

«Claro que aún eres joven, Sócrates –dijo Parménides–, y todavía no te ha atrapado la filosofía, tal como lo hará más adelante, según creo yo, cuando ya no desprecies ninguna de esas cosas» (130e).

Y esto último ocurre en el caso del filósofo Gustavo Bueno que, a diferencia de esos otros filósofos afectados por el fundamentalismo filosófico circunscrito a la «Filosofía Pura» de la estratosfera universitaria, abre su filosofía de la corrupción y de la basura a la nación española.

El paso siguiente en su escarpada subida (anabaino) lo da al superar el embrollo de las definiciones de corrupción al uso. No se conforma el profesor Bueno, naturalmente, con las acepciones ordinarias y vulgares del vocablo corrupción que los diccionarios de la lengua española nos ofrecen, ni tampoco con el tratamiento semántico que el Código Penal da al concepto corrupción, por su indefinición tanto en un caso como en otro

Señala hasta seis puntos de indeterminación grave en la idea general vulgar de corrupción:

1) Sustantivación del sustrato de la corrupción, asociada a una concepción binaria y formalista de la causalidad, aplicada al asunto.

2) Imprecisión en el alcance de la corrupción.

3) Imprecisión en los límites de su extensión.

4) Ausencia de causas o factores que determinan la corrupción del sustrato.

5) Indeterminación para establecer la unidad de la idea de corrupción.

6) Indeterminación sobre la cuestión de si la corrupción es una idea objetiva.

En consecuencia tiene que redefinir filosóficamente la idea vulgar de corrupción e ir al núcleo ontológico de la corrupción:

1) Lo corruptible es siempre corpóreo de un modo asertivo y no excluyente.

2) Para que un cuerpo sea corruptible tiene que estar inserto, interactivamente, entre otros cuerpos.

3) La corrupción de un cuerpo en movimiento es una transformación no una aniquilación.

4) No caben ritmos armónicos preestablecidos.

Con el establecimiento de estos criterios ontológicos funcionales para definir los casos de corrupción realmente existente el filósofo Gustavo Bueno alcanza el grado máximo de ascensión (anabaino), tras haber remontado el mundo de las apariencias del que partió, y haberse salido, por un tiempo, de la caverna platónica.

Pero como filósofo crítico y sistemático que es, el profesor Bueno baja (katabaino) de nuevo a la caverna democrática española:

1º. Para indicarnos que la corrupción no se circunscribe, exclusivamente, al Ministerio Fiscal ni al Código Penal, y que ésta es tan sólo un tipo de corrupción.

2º. Para advertirnos de que la corrupción democrática (no circunscrita), no se corrige con «más democracia», sino todo lo contrario.

3º. Y sobre todo, para sugerirnos que el Fundamentalismo democrático primario, que atesoran los socialdemócratas de última generación, instalados en el gobierno de la nación con José Luís Rodríguez Zapatero a la cabeza, es una ideología con la que tratan de encubrir la «corrupción democrática» no delictiva, tolerada en gran medida, cuando no propiciada por ellos, aun sabiendo que al «bajar a la caverna» su crítica deletérea y demoledora a semejante actitud le acarreará más de un vituperio y más de una incomprensión, en el mejor de los casos.

Pero los hombres justos, como el filósofo Gustavo Bueno, están siempre dispuestos a soportar estos pesares o sinsabores y a correr estos riesgos.

La corrupción democrática no delictiva se extiende, sin solución de continuidad, por todas las capas de la Sociedad Política, y de ella nos ofrece el profesor Bueno algunas muestras en la segunda parte de su libro El fundamentalismo democrático:

—La doctrina del estado de derecho («Montesquieu ha muerto»); El caso del juez Garzón, corrompido por el complejo de Jesucristo; Y la remuneración escandalosa de los altos ejecutivos, son ejemplos claros de corrupción o degeneración democrática no delictiva, asentada en la capa conjuntiva de nuestra Sociedad Política.

—La gratuita «ley de plazos» del aborto, ligada al control de natalidad; Los estatutos de Autonomía secesionistas, que pretenden descuartizar el territorio español, son muestras de perversión o corrupción democrática no delictiva, funesta para la capa basal de la nación española.

—La defensa del Europeismo sublime; o los trapicheos de la OPA hostil a Endesa con la implicación de otro Estado y las ansias secesionistas de una parte de España, son otros tantos ejemplos de corrupción o descomposición democrática no delictiva que afecta a la capa cortical de nuestra Sociedad Política, provocando agujeros difíciles de reparar.

Naturalmente con la sola lectura de este libro no conseguiremos limpiar y dar esplendor a nuestra democracia española, magistralmente presentada en este libro, como una modulación de la Sociedad Política desde sus ya consolidadas obras Primer ensayo de las categorías de las ciencias políticas (1991) y Panfleto contra la democracia (2004), obras en las que expone y desarrolla sus teoría materialista del Estado, constituido por tres capas (conjuntiva, basal y cortical) y dieciocho ramas del poder, nueve de ellas descendentes y las otras nueve ascendentes.

¿Cuándo aprenderán nuestros gobernantes, nuestros legisladores y nuestros jueces que sus poderes son tan sólo tres de los dieciocho posibles?

¿Cuándo abandonarán su concepción formalista de la democracia circunscrita a los tres poderes descendentes de la capa conjuntiva de la Sociedad Política?

¿Y, por extensión, cuándo muchos de nuestros periodistas y demás «istas» de la constelación fundamentalista dejarán de reflejarlo así, en ejercicio de mimetismo político?

Final

Decíamos que con la sola lectura del libro de Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, no conseguiremos acabar con la corrupción democrática no delictiva, pero con su lectura podremos, al menos, localizar los focos malolientes de nuestra democracia realmente existente porque, y ésta es la sentencia final del libro:

«La democracia no muere por la corrupción; solamente hiede» (pág. 367);

Y por tanto, con su lectura, adquiriremos una sapiencia (sapientia) que nos permitirá mantenernos distanciados prudencialmente de esos puntos pútridos, evitándonos el contacto directo con los malos olores contaminantes. Tiene la palabra Don Gustavo Bueno.

 

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