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El Catoblepas, número 113, julio 2011
  El Catoblepasnúmero 113 • julio 2011 • página 14
Libros

Actualidad de Julián Marías

Rubén Franco González

Comentarios sobre los libros Julián Marías, Notas de un viaje a Oriente, Páginas de Espuma, Madrid 2011 (enero) y Rafael Hidalgo, Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado, Rialp, Madrid 2011 (mayo)

«En España, no ha habido más nación que España
Julián Marías

Julián Marías, Notas de un viaje a Oriente, Páginas de Espuma, Madrid 2011 Julián Marías falleció el 15 de diciembre de 2005, pero el interés por su vida y obra sigue vigente. Buena prueba de ello es que en los últimos meses se han publicado dos libros: uno del propio Julián Marías, y otro sobre él, escrito por Rafael Hidalgo.

En el primer caso se trata de Notas de un viaje a Oriente, que es ni más ni menos que la reedición del Diario de Marías de 1933, donde da cuenta del famoso viaje en crucero a lo largo del Mediterráneo en el verano de ese mismo año. Desde que se publicó en 1934 (junto al diario completo de Carlos Alonso del Real y el parcial de Manuel Granell) en el libro Juventud en el mundo antiguo. Crucero universitario por el Mediterráneo no había vuelto a aparecer impreso, siendo así que Páginas de Espuma ha considerado necesario darlo a conocer a nuevos lectores (ya hace tres años, en febrero de 2008, reunió los tres volúmenes de Una vida presente –publicados en 1988 y 1989–, las memorias de Marías, en un solo libro). En esta ocasión, viene además con una introducción y notas de los encargados de la edición, Daniel Marías y Francisco Javier Giménez; la correspondencia entre Marías y su familia durante el crucero; fotos y documentos del viaje{1}.

En segundo lugar tenemos el libro Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado, publicado en mayo de 2011 por Rialp. Su autor es Rafael Hidalgo, que dedicó su tesis doctoral a estudiar el tema de la muerte en Julián Marías –disponible en http://cort.as/15LI–. También tiene publicado el artículo «Julián Marías y la muerte», en el nº 123 de la revista católica Arbil. Anotaciones de pensamiento y crítica (disponible en internet).

Vayamos por partes.

Notas de un viaje a Oriente

El 15 de junio de 1933 salía de Barcelona el barco Ciudad de Cádiz con 190 estudiantes y profesores universitarios de la capital de España. Tenía como destino distintos puntos del Mediterráneo, en un viaje que se extendería durante 48 días. Algunas visitas de anularon y fueron sustituidas por otras. Pero dejemos que sea el propio Julián Marías quien nos diga dónde estuvo:

«Fuimos a Túnez (allí cumplí los diecinueve años), Susa, Kairuán; de allí a Malta, un día gris y casi lluvioso, seguramente infrecuente, que me dejó una imagen dramática y atractiva; luego, a Egipto (Alejandría, El Cairo, Gizeh); después, a Judea, entonces el mandato británico de Palestina, hoy el estado de Israel; Jaffa era un pequeño puerto primitivo; Tel Aviv, poco más que una aldea sin personalidad; Jerusalén Belén, el mar Muerto, las tierras casi desérticas, conmovedoras; desde allí a Creta, con el palacio de Cnossos, excesivamente restaurado por Evans; Fodele, el lugar natural del Greco; y luego Rodas, una isla llena de belleza; y después Esmirna, donde todavía vi tranvías de mulas; y Constantinopla, ya llamada Istanbul, maravillosa ciudad desde fuera –desde el mar o desde una torre–, no tanto por su interior, salvo Santa Sofía y unas cuantas mezquitas; pero el Bósforo, los Dardanelos, el mar de Mármara, todo lleno de historia. Y nos esperaba Grecia: Salónica, Atenas, Eleusis, Nauplia, Micenas, Epidauro, el canal de Corinto, Delfos, Olimpia, Lepanto… Todo parecía irreal; recuerdo el descubrimiento, en pleno campo, de la Puerta de los Leones de Micenas, siempre una lámina de libro; y así la Acrópolis, los templos, los monumentos. Y la gente, llena de vida y simpatía. Y el español del siglo XV de los judíos sefardíes, ya desde Rodas, en tierras hebreas, en Turquía y en Grecia. Finalmente, Sicilia, Siracusa, Palermo con aquella plaza con los cuatro reyes españoles, Nápoles y toda la bahía, Pestum, el Vesubio… Valle-Inclán, que era director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma, fue a Nápoles a encontrarnos y volvió a España, con sus hijos, en el Ciudad de Cádiz; recuerdo las tertulias con él, en la cubierta, hasta Palma de Mallorca y luego hasta Valencia» (págs. 31-32.)

Esto nos relata Marías en un fragmento de las páginas dedicadas al crucero en sus Memorias, y que los editores se han encargado de incorporarlas al libro que estamos reseñando como prólogo al Diario.

Los estudiantes debían realizar un diario durante el crucero, y al final, el mejor de ellos sería premiado con su publicación y con una dotación económica{2}. El ganador fue Carlos Alonso del Real (amigo de Marías por entonces –en la correspondencia con su familia, sale con frecuencia el nombre de Carlos–), pero se decidió publicar también parte del diario de Marías (el prólogo saldría en El Sol) y de Manuel Granell. El texto del Diario de Marías de Notas de un viaje a Oriente es exactamente el mismo que el que figura en la edición de 1934. El filósofo vallisoletano nunca quiso editarlo completo en vida (cosa rara, como comentan los editores, dada la tendencia a reeditar sus libros.)

El Diario va relatando las diversas sensaciones que experimenta Marías al encontrarse en lugares de gran belleza e importancia histórica. Es cierto (con todas las precauciones que se quieran), como apuntan los editores, que ya se puede ver en estas líneas del diario del joven Marías de 19 años lo que será en los años posteriores: tanto en el estilo literario como en la forma de su pensamiento filosófico.

Estas Notas de un viaje a Oriente son un estupendo documento de aquel viaje y de aquella época de entreguerras de los años treinta. Por ejemplo, cuando llegan a Siracusa ya advierte cómo unos lugareños responden a sus preguntas de viajero perplejo con los brazos levantados, propios del fascismo (p.81), aunque reconoce que no sabe muy bien cómo enjuiciar a tal movimiento. Así, al hablar de Palermo nos dice:

«En las calles, camisas negras del Fascio, a veces en grupos que avanzan en formación militar. No sé ahora qué es el fascismo, y no sólo lo que es en sí, sino tampoco su papel en lo italiano. Pero lo indudable es que llena el aire y se lo advierte en todo. Es otra cosa muy distinta de un modo de gobierno. Otra cosa, y más. Algo que trasciende absolutamente de lo político para entrar de lleno en el modo de ser, en el tono de las cosas. Acaso sea esto, sin embargo, lo político –lo que informa y caracteriza a la ciudad, a la población–, y la otra manera, reducida a una cuestión de gobierno, sea una mutilación esencial de la idea de política.
El resto, es decir, el contenido actual y activo del fascismo, queda para mí en sombra, al menos por ahora. No me es en absoluto posible juzgar nada sobre él, sobre su bondad o inconveniencia. Únicamente es visible y patente su momento cuantitativo. El fascismo, bueno o malo, es en Italia mucho. Algo muy importante que condiciona el tono general del vivir. De ningún modo es algo marginal y superpuesto, sino que, por el contrario, emerge del mismo fondo social. Palermo, sin fascismo, sería otra cosa. Esto –que, por cierto, no es poco– es lo único que realmente puedo ver, referente al Fascio.» (págs.83-84.)

Y en la carta a su familia enviada desde Constantinopla el 7 de julio de 1933, escribe estas líneas dirigidas al «grácil Casás»{3}:

«En Rodas he visto el primer ejemplo de organización fascista, y he hablado con un judío balilla, que estaba entusiasmado. No he sacado mala impresión, y parece que la gente está contenta.» (pág. 114.)

Este «no he sacado mala impresión» escrito en 1933 choca con lo que dice en sus en el primer tomo de sus Memorias, en 1988, y que los editores nos lo recuerdan en la nota 133:

«En Italia tuve una vislumbre del fascismo, por el que sentía bastante repulsión, que se acentuó: en Palermo me pareció inquietante, poco agradable, pero serio; en Nápoles lo encontré chabacano y con algo de farsa.» (pág. 191.)

Por supuesto, con esto no queremos decir que Marías fuese filo-fascista, ya que lo más probable es que, efectivamente, supiese bien poco sobre la Italia mussoliniana. Pero sí nos puede servir para mostrar la falibilidad de la memoria biográfica o episódica. Cuando uno se pone a recordar, por muy buena memoria que tenga siempre estará sujeta a errores y tergiversaciones, aún cuando no tenga voluntad de engañar o colorear una etapa pasada (recordemos que Marías hizo la promesa, junto a su hermano, de decir siempre la verdad{4}). Y aunque no es aquí el lugar de hablar de esto, se patentiza lo absurdo de realizar una ley basada en la memoria. Porque, memoria, ¿de quién? Las múltiples memorias se enfrentan unas con otras, y con la destrucción de esas memorias, podrá el historiador (junto con otras cosas) componer la historia, que, desde luego, tampoco es imparcial ni neutral, como pretenden muchos ingenuamente{5}.

Marías en 1933 nos dice que «no sé ahora qué es el fascismo» y que «no me es en absoluto posible juzgar nada sobre él, sobre su bondad o inconveniencia». Sin embargo, más de medio siglo después explica que ya entonces (en la época del Crucero), «sentía bastante repulsión» por el fascismo.

Hay aún otras dos referencias a este tema en las cartas enviadas a su familia el 23 de julio desde Palermo y dos días después desde Nápoles. En la primera:

«A Casás, que los carabinieri gastan unos uniformes que son un poema, y que la camisa negra se la compre en la calle de la Montera, porque no quiero líos ni en Italia ni en la frontera.» (pág.131.)

En la segunda, con un cierto secretismo, escribe:

«A Casás, que ya le hablaré largo de fascismo y de otras cosas, cuando vuelva. Ahora no quiero escribir nada, por muchas razones.» (pág.133.)

En la nota 244, los editores comentan que «los cruceristas tuvieron un contacto cercano y directo con el movimiento fascista en su visita a Italia, en Siracusa, en Palermo y en Nápoles. Entre los cruceristas se vivió el contacto con el fascismo de distintas maneras, contrapuestas. Julián Marías prefirió, como se apunta en la carta, reservarse sus opiniones para la vuelta a Madrid».

En otro orden de cosas (en lo que concierne a la importancia de usar la lengua española), en la carta enviada por el padre de Marías el 20 de julio de 1933 recomienda a su hijo el uso del español:

«(…) Después de ´Iσπανία, ¿por qué no pones España, en español? Hay que divulgar y fomentar el uso de nuestra hermosa lengua, ¡en lugar de hacer el artículo a otras!» (págs. 125-126.)

En la carta escrita por Marías el 25 de julio de 1933 desde Nápoles contesta a su padre:

«Debajo de ´Iσπανία ponía Espagne porque el francés es la lengua oficial de la Unión Postal Universal.» (pág. 133.)

Parece que se debía a una cuestión de cortesía o educación hacia los trabajadores de la Unión Postal (ya que la carta llegaría de todos modos, y en el mismo plazo de tiempo, aunque figurase España y no Espagne). Si bien es cierto que podría añadir por tercera vez el nombre de España en español tras ´Iσπανία y Espagne. Quizá estaba aplicando el principio economista occamiano.

Para terminar esta parte, puede ser oportuno, en esta invitación a la lectura de los libros que reseñamos, citar unos fragmentos del final del Diario de Marías. Se titula (con ribetes mouriñistas, diríamos hoy) «Por qué» y es una justificación del diario y del viaje personal («mi viaje personal»). Demos la voz al joven filósofo:

«Un filósofo, además de filosofar algunas veces, hace muchas cosas más o menos vulgares. Come, pasea, se entristece, se alegra, escribe libros, se muere. Hace muchas cosas que, evidentemente, no son Filosofía. En una palabra: la vida del filósofo no es Filosofía. Esto parece absolutamente claro. Pero no es menos claro que esa vida es «de» un filósofo, es decir, que viene condicionada por la Filosofía. No es ella misma, pero no puede ser sin ella y, desde luego, es como es justamente por ese momento que va hincando en su esencia (…)
Hasta aquí vengo hablando de los filósofos, y parece, en consecuencia, que nada tiene que ver conmigo. Pero ocurre que la Filosofía, además de ser una construcción mental –y aún más–, que se logra penosamente y por muy pocos, es primariamente una cierta actitud. Y yo, que llevo algún tiempo dándome golpes contra la puerta de la Filosofía, tengo forzosamente que participar de la actitud que el filosofar impone, incluso en la mera tendencia. La Filosofía ejerce una auténtica acción a distancia y, lejana y sin lograr, va moldeando todo el vivir del que clava sus ojos en ella.
(…) La Filosofía, en primer lugar, aumenta la conciencia del vivir. Produce una excitación de la sensibilidad, exacerbando la esencial posibilidad humana de darse cuenta de las cosas. Da un afán casi morboso de ver, en ese sentido hondo del darse cuenta de la vida misma. Mantiene siempre penosamente abiertos los párpados de la conciencia (…) Al saberse, en un grado más alto, la vida a sí misma, queda todo trabado y enlazado en una unidad consciente. Y con eso se desvanece la periferia vital en cuanto tal, y todo tiene graves resonancias en el conjunto. Por eso la vida es entonces esencialmente más compleja, porque es, en el pleno sentido de la palabra, orgánica, con principio y fin, inclusos en ella. Y, finalmente, la Filosofía da a la vida el imperativo de ver el sentido radical, la verdad de las cosas. Esto es decisivo. Pero ocurre que para ver hay que mirar, y esto obliga a volver ansiosamente los ojos en torno, buscando el sentido de lo que hay ante ellos.
Advierto que esto es un modo de decir, aceptable. Pero, en realidad, lo que ocurre es lo inverso de lo que acabo de bosquejar. La Filosofía no es algo que esté ahí pueda influir sobre otra cosa. La realidad es que la vida, cuando se hace exageradamente consciente y una y siente una sed de sentido, de radicalidad, entonces tiende a la Filosofía, esto es, se coloca en una peculiar actitud, que es la filosófica (…)» (págs. 91-93.)

Valgan estas líneas para indicar cuál era el hilo del pensamiento de Marías en aquellos primeros años de «vida filosófica». Y es precisamente la vida, la que no para de salir de su pluma. Un vitalismo que ha calado (o está calando) hondo en Marías. Y que en los años inmediatamente ulteriores lo hará aún más al tener contacto directo con Ortega (y buena relación personal).

Este libro es una reedición necesaria: setenta y siete son muchos años sin que se tuviera acceso a este texto de Marías, máxime cuando muchas obritas se reeditan cada poco. Podríamos echar en cara a los editores la pesada manía de poner las notas al final del libro (no cuesta nada en ese formato, y nos eximiría de tener que ir de un lado a otro constantemente), pero no lo haremos. Nos quedaremos con el hecho de cualquier ciudadano pueda entrar en una librería y ver en la estantería esta obra.

Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado

Hace apenas dos meses salía a la venta el cuarto libro de Rafael Hidalgo Navarro (1968), tras Julián Marías y la muerte, Historia de la Filosofía para peatones y Empresarios y samurais. Aplicaciones del Bushido a la estrategia y gestión empresarial.

Pese a que Julián Marías escribió sus memorias (que abarcaban hasta 1989, dejando vacío el espacio hasta 2005, cuando falleció{6}), Rafael Hidalgo ha considerado oportuno escribir una biografía de Marías. Se apoya en múltiples textos de Marías en cuanto a su vida se refiere (fundamentalmente sus Memorias), pero además dedica muchas páginas a describir el contexto en el que Marías se desenvolvía en diversas épocas, utilizando para ello fragmentos de Francisco Ayala, Julián Besteiro, Serrano Suñer, Caro Baroja, García Morente y tantos otros, además de artículos de periódico (El Socialista, ABC, &c.). El libro no contiene ni bibliografía, ni índice temático o de autores, por lo que uno se lleva relativas sorpresas al ver cómo cita a un autor o a un libro que no se esperaba por ser no habitual{7}.

El libro está dividido en seis capítulos (más un prólogo y un epílogo), dedicado cada uno a un tema. Son los siguientes: El Filósofo (17 páginas), El Enamorado (27), El Acusado (58), El Amigo (46), El Patriota (32) y El creyente (22). Uno ya sabe, más o menos, qué se va a encontrar en cada capítulo.

Ya que es un libro biográfico, el autor empieza así su libro:

«Permanecía en pie frente al tribunal dispuesto a defender mi tesis doctoral. La mañana, gris; el corazón, presuroso; la sala, vacía.

Por un instante no pude evitar que mi pensamiento reparara en lo paradójico de mi situación. Llevaba años preparando una tesis titulada Muerte e inmortalidad personal en Julián Marías, y apenas una semana antes el filósofo había fallecido a los noventa y un años. Mi intención inicial era haberme acercado a entregarle un ejemplar de la tesis tras el examen, pero eso ya no iba a ser posible.» (pág.13.)

El autor desvela cómo se sentía aquel día, y líneas después nos informa de que su libro «es un retrato; no un tratado académico o un estudio erudito» (pág. 15) (no tiene ni una sola nota a pie de página). En las páginas finales confiesa que le ha costado escribir este libro y que es el resultado «de la contemplación durante muchos años y sin reservas de una figura de una talla moral e intelectual excepcionales» (pág. 229).

El capítulo número 2 lleva como rótulo «El Enamorado» y es el que adjetiva al filósofo Marías en el título del libro. Se ocupa del amor a su familia, y sobre todo, a su querida Lolita, y nos narra cómo le afectó la muerte de ésta (en unos días, se cumplen setenta años del día de su boda, acaecido el 14 de agosto de 1941). Se sirve para ello, además de Una vida presente del libro de José Luis Olaizola Más allá de la muerte. El país sin descubrir (1994), donde ocho personas responden a la pregunta de si hay vida más allá de la muerte (entre ellos, Marías).

Nos detendremos en los capítulos 3 y 5. El primero (el número 3), está dedicado a la figura del Acusado. Antes de narrarnos quiénes fueron los que injuriaron a Marías, nos habla del estallido de la guerra y de la función que desempeña don Julián durante la misma:

«(…) la República que Marías defiende es la que ampara un régimen de convivencia democrática y pacífica (…) Por eso nunca se incorporará a unas milicias, y cuando deba tomar parte de la defensa de la República, lo hará como simple soldado» (pág. 79.)
«Cuando estalla la guerra Julián Marías es un recién licenciado que había quedado exento para el servicio militar, pues en el sorteo de su quinta, celebrado el año anterior, había salido excedente de cupo. Con la guerra es movilizado por el Ejército Popular y, debido a su miopía, destinado a servicios auxiliares en una compañía de Intendencia.
Dada su formación en lenguas, acaba siendo empleado como traductor, lo cual lo satisfizo especialmente por no verse obligado a disparar contra nadie ni a abandonar Madrid. Sin demasiado que hacer, le encomendaron traducir un grueso volumen inglés titulado Spy and Counter-Spy (The History of Modern Espionage). (…)
Durante este periodo trató con un inspector de milicianos de la cultura llamado Fernando Sainz de Bujanda, quien tenía entre otros cometidos el de transmitir en inglés y en francés informaciones de prensa por medio de una emisora (Ici Madrid, la Voix de l´Espagne républicane). El común deseo de ambos jóvenes por promover la vuelta a la convivencia pacífica dentro de la República, los llevó a crear sus propios contenidos. Marías los redactaba y Fernando los radiaba (…).
En este tiempo el joven Julián realiza algunas colaboraciones con el diario ABC de Madrid, dirigido inicialmente por el padre de una antigua compañera de Facultad. Cuando se reanudó la publicación de Blanco y negro también escribirá diversos artículos (…)» (p. 83.)

En las páginas siguientes se ocupa de la figura de Julián Besteiro, con quien tanto trato tendrá Marías. Nos dice del primero que «su rectitud moral lo llevará a declinar cualquier participación en puestos políticos en el momento en que estalle la guerra. Sólo aceptará presidirle Comité de Reforma, Construcción y Saneamiento de Madrid, con el único propósito de ayudar a la población perjudicada por los bombardeos» (p. 87). Marías mostrará su apoyo y confianza en Besteiro, y éste le encarga una importante tarea:

«El viejo profesor le explica qué es lo más importante en aquellos momentos. Se trata de dar a conocer a los españoles la verdadera situación. Pero no sólo a los que viven en zona republicana, sino a todos. Hay que preparar a la población para la paz, y esto pasa por un examen de conciencia que les haga comprender lo sucedido, que saque a la luz los errores y mentiras que han conducido a tamaño despropósito, que aliente un espíritu de reconciliación. (…) De hecho Marías llegará tan lejos en la claridad de sus escritos, que Casado pedirá leerlos antes de su publicación. El joven soldado escribe incansablemente. Sus textos aparecen como editoriales de los periódicos o manifestaciones del Consejo (…).» (págs. 94-95.)

Recuerda Hidalgo que la valentía era uno de los rasgos de Marías, como señaló su hijo Álvaro en un libro colectivo de 2006 tras la muerte de su padre. Decía que «uno de los rasgos más sobresalientes de su padre era el de la valentía. Siempre escribió y dijo lo que pensaba, aún a riesgo de padecer por ello» (pág. 96).

Marías cuenta en sus Memorias cómo le «habían llegado noticias indirectas, procedentes de la zona «nacional», de que un amigo y compañero de Instituto y Universidad, de cuyo nombre no quiero acordarme, estaba dedicado a una campaña de denuncia contra mí. Era tan incomprensible como peligroso. Por diversos caminos me fui dado cuenta del alcance de la empresa. Había movilizado a un profesor de reconocido fanatismo para que firmase una denuncia que tendría más valor que la suya; buscó «testigos de cargo» para sustentarla». Estas líneas las recoge Hidalgo en la página 103, y a continuación nos dice quién fue el antaño amigo y luego un traidor:

«Estos son todos los datos que aporta el filósofo sobre sus denunciantes. Jamás quiso airear sus nombres. Sólo los más íntimos los conocían, básicamente sus hijos y aquellos amigos que habían vivido de cerca aquellos acontecimientos.

Hoy sí sabemos quiénes fueron. Su hijo Javier en un artículo publicado en el diario El País el 16 de junio de 1994 daba algunas pistas. Algo más tarde, en su novela Tu rostro mañana 1. Fiebre y lanza haría explícitos los nombres, incorporados dentro del relato. Hay que decir que dicha revelación disgustaría al filósofo, como ha reconocido su propio hijo (…) El nombre que Javier Marías había dado era el del mejor amigo de su padre: Carlos Alonso del Real. El compañero de clase, de confidencias, de meriendas domésticas, aquel con quien compartió el crucero universitario y la autoría del primer libro Juventud en el mundo antiguo (…). Respecto al «profesor de reconocido fanatismo» se trataba de Julio Martínez Santa Olalla. El joven arqueólogo y docente en la Facultad de Filosofía y Letras que también participó en el crucero. Aquel que fue rescatado de la checa de Fomento por la mediación de Besteiro.» (págs. 103-104.)

Marías ingresa en la cárcel, pero:

«Lolita, la fiel Lolita, removió Roma con Santiago para ayudar a su amigo enamorado. Habló con unos y con otros, se documentó sobre el funcionamiento de los procesos, consiguió testigos, como su amigo Camilo José Cela, quien con el andar de los años llegaría a Premio Nobel, aunque por entonces todavía no había publicado ninguna novela. También Soledad Ortega, compañera de Universidad e hija de su gran maestro» (pág. 105.)

El 7 de agosto de 1939 sale de prisión. El 30 de septiembre de ese mismo año se celebrará un examen en la Universidad para la obtención del Premio extraordinario de licenciatura. Marías se presenta y lo gana, gracias a la habilidad de García Morente y pese a la oposición del rector.

El 13 de enero de 1942 (ya publicada su Historia de la Filosofía, hace setenta años) debe Marías hacer la defensa de su tesis doctoral sobre el padre Gratry. El filósofo sabía que no era visto con buenos ojos por «los más adictos al régimen en la Universidad». García Morente le tranquilizó y le dijo que no habría mayor problema. Así que, ahí estaba ese día para ser doctor en Filosofía ante un tribunal formado por García Morente (el presidente), Barbado Viejo, Yela Utrilla y García Hoz. La tesis fue suspendida. Algo inesperado. El «escándalo Marías». Hidalgo cita el fragmento de las Memorias donde se refiere al triste episodio:

«Nada de académico tuvo aquello; el tribunal parecía más bien el de una «cheka». Salvo Morente, desplegaron una insólita agresividad contra la tesis y, todavía más, ¡contra el P. Gratry! En un momento, Yela gritó: ‘!Lo odio, lo odio!’ Morente respondió calmosamente: ‘¿A quién odia usted, Sr. Yela, al doctorando?’ ‘Al P. Gratry!’, contestó. Morente le pidió que se calmara, pero Yela contestó: ‘No, la filosofía es orgiasmo, y si no, no es nada.’ Apenas hubo objeciones de contenido. Morente hizo un gran elogio de la tesis (…) Me entregaron la papeleta, firmada por García Hoz; decía: ‘Suspenso (con el voto en contra del Sr. Morente).’ En la papeleta puede leerse, impreso: ‘Las calificaciones serán Sobresaliente o Aprobado’.» (págs. 118-119.)

En el capítulo 5 habla del Marías interesado por España y su historia, y de su liberalismo. Para él, España ha sido y es católica{8}, y el futuro de España ha de tener en cuenta esa condición para «seguir siendo ella». Parece que quien no estaría de acuerdo con esto sería José Luis Abellán, quien en su último libro Ensayo sobre las dos Españas. Una voz de esperanza (Península, junio 2011) achaca los males de España «al establecerse la unidad de España sobre la base de un catolicismo monolítico y dogmático, sin alternativa posible».

También tiene hueco en este capítulo su crítica a los que consideran la democracia la panacea universal y la coartada para pergeñar las mayores barbaridades:

«Primero liberal, luego demócrata. Bien sabía que una democracia desprovista de un fundamento liberal tiende a obrar como un instrumento totalitario (…). Marías decía que, por ejemplo, una mayoría parlamentaria no estaría legitimada para deshacerse de los cuadros del Museo del Prado, por mucho respaldo electoral con que contase, pues son un patrimonio que excede con mucho a la potestad de una generación o de un periodo electoral concreto» (pág. 180.)

Es la crítica a la dictadura de las mayorías. Es una crítica, en realidad, al fundamentalismo democrático. Que el Parlamento apruebe una Ley del aborto no quiere decir que sea acertada{9}.

En este capítulo, además, nos expone el periodo de Marías como senador real y su posicionamiento pro-argentino en la Guerra de las Malvinas.

Sirvan estas páginas para animar a algún lector a sumergirse en las páginas de estos dos volúmenes de los que hemos hablado.

Notas

{1} En el libro de 1934, el Diario de Marías se extendía desde la página 191 hasta la 254. En esta nueva edición de enero de 2011 lo hace entre la 35 y la 94 (además de las notas correspondientes al diario, páginas 176-193).

{2} Además de este premio había otros dos. Uno destinado a la mejor descripción geográfica de los países visitados durante el viaje, y otro al mejor reportaje fotográfico del viaje. Los ganadores fueron los profesores Emilio Camps y Pascual Bravo. Véase la nota 30, pág.168.

{3} En la nota 199 se nos dice que «García Casás fue jefe del Sindicato Español Universitario (SEU) de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid. El SEU, organización estudiantil creada por Falange, nació poco después del Crucero, en noviembre de 1933. Varios cruceristas recuerdan la presencia de «camisas negras» italianos en la ciudad de Rodas, y que las calles y muros de la ciudad aparecían empapeladas con la imagen de Mussolini».

{4} Nos lo recuerda Rafael Hidalgo en la biografía sobre Marías que veremos a continuación, cuando recoge las palabras del filósofo en la última entrevista de su vida, realizada por Leticia Escardó, para Cuenta y Razón, en noviembre de 2005. Escardó le pregunta: «Mirando para atrás, ¿de qué se siente más orgulloso?» y don Julián responde: «De no haber dicho mentira alguna desde… Yo tenía 6 o 7 años y mi hermano tres más. Nos prometimos no decir nunca una mentira. Y lo he cumplido».

{5} Como nos parece que es el caso, por ejemplo, de José Javier Esparza, que en el capítulo nº 10 –«Contra la Memoria Histórica», págs. 127-150– de su último e interesante libro, Juicio a Franco (Libros Libres, mayo de 2011), establece la distinción entre Memoria e Historia, para denunciar la inconsistencia de la famosa ley. Mantiene la postura de que cuantos más datos e información obtengamos más nos aproximaremos a la verdad. Termina así el capítulo: «Sólo la mirada del historiador, crítica por oficio y distante por método, podría delimitar con exactitud la naturaleza de estas cosas: sería la versión-historia. Pero, precisamente, esa es la mirada que la versión-memoria considera prescindible. Estamos en el camino más rápido posible hacia el delirio colectivo». Es obligado aquí recomendar el artículo de Gustavo Bueno «Sobre la imparcialidad del historiador y otras cuestiones de teoría de la Historia», El Catoblepas, nº 35, enero 2005.

{6} Al final del libro, Hidalgo refiriéndose a los últimos años de la vida de Marías nos confiesa que «(…) le quedaban muchas cosas por hacer, muchos libros por escribir, por ejemplo un cuarto tomo de sus Memorias que pensaba titular Todavía presente o el ultimo curso que había impartido en el Instituto España llamado Lirismo y prosaísmo, pero las ultimas energías se iban extinguiendo. Toda vida es inconclusa, al menos en este mundo», pág. 222.

{7} Como es el caso del artículo de José Luis Garci (donde habla, sobre todo, del Marías que escribe sobre cine: el que puede leerse en los dos tomos de Visto y no visto –1970– y en El cine de Julián Marías –1992–, éste último una serie de artículos compilados por Fernando Alonso Barahona) publicado en ABC (ABC de las artes y las letras) el 24 de diciembre de 2005, tras la muerte de Marías nueve días antes. Nos dice Hidalgo: «La más certera descripción sobre el modo de escribir del pensador español no se debe a la pluma de un metafísico o de un filólogo, sino a la de un artista henchido de sensibilidad y humanidad; me refiero al director de cine José Luis Garci (…)» (pág. 34).

Ya que Marías tuvo relación directa con el Papa Juan Pablo II («El conocimiento de Juan Pablo II no era exclusivamente literario y mediático, sino que don Julián tuvo la fortuna de poder tratarlo personalmente. Primero en 1979, a raíz de una estancia suya en Roma a donde había sido invitado para participar en una reunión internacional (…) (después en) una reunión de intelectuales europeos organizada en Roma. Se produjo a finales de 1981 (…) La segunda oportunidad se presentaría un año después como consecuencia de la creación del Consejo Pontificio de la Cultura (Pontificium Consilium de Cultura) (…) El nombramiento era por cinco años, y don Julián vería renovada su participación vencido el primer periodo. Todos los años el Papa recibía a los miembros del Consejo y charlaba con ellos; además, seguía con interés sus actividades», págs. 219-220), es pertinente contar como anécdota reciente que José Luis Garci ha estado a punto de tenerla con el Papa Benedicto XVI, durante la Jornada Mundial de la Juventud (la ya famosa JMJ) que se desarrollará en Madrid en agosto de 2011. Según nos contó Garci en la entrevista que le realizó Cristina López Schlichting el sábado 9 de julio de 2011 en el programa Dos días contigo de la COPE, éste pretendía hacer una película sobre la llegada del Papa:

«A mí lo que me interesaba era el Papa, no el encuentro con los jóvenes, sus discursos… Eso ya lo voy a ver por televisión (…) Yo quería ver al Papa en Madrid, en la ciudad de Madrid (…) Lo planteé, esto es muy complicado… Tuve que llegar a Rouco Varela, y le dije ‘Yo quiero que el Papa entienda que yo no voy a meterme en nada que a él le moleste, que yo creo que voy a saber guardar la distancia de la cámara, pero yo quisiera saber cuando llegue a Madrid qué libros trae, si es que lee por la noche, y qué desayuna, y si bebe con vino las comidas… Quiero filmar al Papa de verdad’ (…) Entonces me dijo ‘Yo no sé lo que diría el Papa…’, y llegamos a la conclusión de que le escribiera una carta al Papa, para decirle cómo veía yo la película… Por supuesto, le dije yo ‘No soy Dreyer…’. Entonces, le mandé la película Canción de cuna que él vio, y entonces, dijo que sí el Papa. Dijo que de acuerdo. Y estábamos en abril o así… Y lo que es la burocracia: diez días, quince días… Pasa el tiempo y yo les digo ‘Oye, ya no da tiempo de preparar la película.’ Y no se hace, y yo no sé quién tiene la culpa. Te puedo dar nombres y apellidos. Estaba implicado Yago de la Cierva, que llevaba todo esto y las relaciones… Hablé con Rouco Varela personalmente en la archidiócesis, le pareció a todo el mundo muy bien… Pues no ha habido manera de ponerlo en marcha. ¿Por qué? Porque así es esto, así se trabaja… Entonces, yo quería filmar la llegada de él a Madrid, cogerla ya… Empezar en Roma, ya con él, para cuando pise suelo español, la primera vez que le veamos, lo veo desde el avión entrando aquí. Sobre todo, insisto, era esa visión de un filósofo, como es el Papa, un hombre… un intelectual muy grande de la Iglesia, hablarle de lo que supuso… pues eso, la Escuela de Frankfurt, Horkheimer, Adorno… Su mundo filosófico (…) A mí me gustaba saber eso, y creo que mucha gente descubriría otro Papa. Cuando él termine con esos 40º de calor, en una explanada donde va a estar hablando con la gente, ¿no? Decirle: ‘Bueno ahora llega usted y ¿qué hace? ¿Se toma una ducha? ¿Descansa? ¿Qué pide, una ensalada? ¿Cómo es esto?’ Yo he lamentado ese punto de vista personal y humano.»

{8} Evidentemente, es (era) falso que «España ha dejado de ser católica», y sobre todo, puede ser (lo ha sido) suicida para la nación política, para su eutaxia, el creer e imponer (o dejar que se imponga, por negligencia y como consecuencia de un panfilismo teórico y práctico) lo contrario.

{9} Marías fue uno de quienes vio el aborto como un alevoso asesinato. Lo denunció durante años, explicando que lo más espeluznante del siglo XX no era el aborto (que ha existido y seguirá existiendo) sino la aceptación social del aborto.

 

El Catoblepas
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