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El Catoblepas, número 149, julio 2014
  El Catoblepasnúmero 149 • julio 2014 • página 8
El mundo no es suficiente

Guatemala. Epicentro evangélico y disgregador

Grupo Promacos

El auge de de la supercheria indigenista barrena el desarrollo de la difusion de la hispanidad y el español en America.

Traductores Bíblicos Wycliffe

La reciente noticia del hallazgo del cadáver de un niño guatemalteco muerto por deshidratación al tratar de entrar a los Estados Unidos cruzando la frontera por el Condado de Hidalgo, en el sur de Texas, ha conmovido a la opinión pública internacional, conmoción que aumentó al conocerse algunos detalles en absoluto accesorios. El niño Gilberto Francisco Ramos Juárez se dirigía, guiado con por un coyote, al encuentro de su hermano mayor radicado en Chicago, cuyo número telefónico llevaba garabateado en la parte interna de la hebilla de su cinturón. Un último detalle resulta del mayor interés, el niño llevaba un rosario al cuello.

En efecto, tal institución religiosa constituye un factor muy importante al analizar la realidad centroamericana, como prueba el hecho de Rosa María Leal Flores de Pérez, esposa del presidente guatemalteco, durante su viaje a Tucson, se haya reunido con el obispo católico de la diócesis, Gerardo Federico Kicanas, tratando de obtener protección sobre los miles de menores, la mayoría guatemaltecos, que cruzan la línea cortical norteamericana con la intención de vender su fuerza de trabajo perdiendo en ocasiones la vida en el intento o, al menos, comprometiendo la exigua hacienda familiar, como es el caso de Gilberto, cuyo fatal viaje costó 5.400 dólares de los cuales la familia pidió prestados 2.600.

La condición guatemalteca de esta mediática tragedia sirve para volver los ojos sobre un territorio en el cual han arraigado algunas de las más potentes nematologías que gravitan sobre el continente americano.

La primera de ellas es la que lleva el sello del llamado «Apóstol del Continente», el alucinado clérigo Bartolomé Las Casas, a quien le fue otorgada, para su evangelización, esa región denominada desde entonces de la Vera Paz, en la cual trató de poner en marcha su pintoresco proyecto de implantación de una orden religiosa llamada «De la espuela de oro». Una paz de carácter evangélico que se distanciaba, en incluso entraba en conflicto, con la que resulta de la política, pues conviene recordar que el vocablo «pacificación» se empleó con profusión una vez comenzado el despliegue imperial español.

Fue una potente institución tecnológica, la imprenta, la que se puso al servicio de la difusión de una ideología que trataba de detener la conquista americana, nutriendo de argumentos a las potencias que trataban de disputar tal continente a España. El proyecto de Las Casas, fallido en cuanto a su dimensión terrena, se mantuvo vigoroso en el papel impreso y sirvió de sustento, entre otros, a un Bolívar cuya revolución fue útil a los intereses comerciales británicos e inútil a los indígenas que hoy reclaman derechos prehispánicos apelando más a Pacha Mama que a la cruz. En cualquier caso, podemos localizar en la actual Guatemala, donde todavía se conserva la toponimia lascasiana dada la existencia de una Alta y otra Baja Vera Paz, el epicentro de muchos movimientos indigenistas que se reclaman herederos de las ideas de Fray Bartolomé. Y empleamos la palabra epicentro por la posibilidad de establecer una metáfora que subyace en el fondo del presente artículo, a saber, que los movimientos e ideología que trataremos someramente suponen la puesta en práctica de esa clásica estrategia del divide y vencerás que los Estados Unidos de Norteamérica han desplegado sobre el resto del continente ya sea con recursos vinculados a las iglesias ya en un plano más explícitamente político.

Si en el caso norteamericano todavía en curso, ambas acciones, la religiosa y la política, se han coordinado con los efectos que se pueden observar, cinco siglos antes, la obra del español Las Casas desató grandes controversias, a pesar de lo cual el avance político prosiguió acompañado de muchos hombres de la Iglesia que dedicaron sus energías a elaborar gramáticas de idiomas prehispánicos cuyo valor filológico es incalculable. La tarea, sin embargo, mostraba a las claras la disparidad de intereses entre el Trono y el Altar, hasta el punto de que en 1550 el emperador Carlos V ordenaba enseñar el castellano a los naturales de las Indias tratando así de evitar que amplias bolsas poblacionales quedaran bajo la exclusiva tutela eclesiástica.

Cuatro siglos más tarde, Guatemala servirá de escenario para dar comienzo a otra expansión de sesgo religioso, la que llevaron a cabo los Traductores Bíblicos Wycliffe cuyo explícito propósito es «llevar la Palabra de Dios a todos los pueblos del mundo en el idioma de su corazón», aunque para ello haya de llevarse a cabo un adecuacionismo que encuentre en el entorno de la comunidad indígena que se pretende evangelizar analogías con lo escrito en los Evangelios. Para llevar a cabo tal ajuste será necesario el concurso de antropólogos que encontrarán en las fragosas tierras centroamericanas valiosos materiales con los cuales redactar tesis doctorales en sus universidades.

El origen de tal proyecto hemos de buscarlo en el Campamento Wycliffe, obra Guillermo Cameron Townsend (1896-1982), quien se inspiró en el teólogo inglés, y traductor de la Biblia, Juan Wiclef (1324-1387). Tras el acto fundacional Townsend crea en 1942 dos organizaciones: los Traductores Bíblicos Wycliffe y el Instituto Lingüístico de Verano. Pronto, en 1917, Townsend pisaría América Central para emprender su prédica a los indígenas guatemaltecos llevando a cabo una labor en el terreno lingüístico similar a la que realizaron los esforzados clérigos españoles. Su mayor logro fue la confección del «método psicofonémico», con el que en breve lapso de tiempo, el evangelizador podía desenvolverse en tan exótico entorno. La labor de Townsed, no obstante, desbordaría pronto el ámbito rural y se ampliaría tras el contacto con el catedrático mexicano Moisés Sáenz, quien le sirvió como vehículo para introducirse en un México que le abriría las puertas de su universidad y le brindaría el apoyo del General Lázaro Cárdenas, aquejado de anticlericalismo católico.

La potente plataforma mexicana serviría para reimpulsar los proyectos. Desde el otrora virreinato de Nueva España convertido en república política soberana, en 1946 Townsend, pondría los ojos en la otra cabeza imperial hispanoamericana: Perú. En este caso, a la oferta cultural se unían apetitosos productos logísticos que no pasaron inadvertidos para las autoridades políticas y militares sudamericanas. El Instituto Lingüístico de Verano se veía definitivamente consolidado y su labor conservacionista sería de gran utilidad para que la ideología indigenista cristalizara definitivamente.

De este modo, el movimiento católico lascasiano encontraba un paralelo evangélico siglos más tarde con un similar trasfondo: el de la percepción del indígena como una suerte de hombre inmaculado al que no conviene manchar, al menos intencionalmente, con aquellos componentes provenientes del mundo político.

Y decimos intencionalmente porque, si en el caso de Las Casas se pretendía que lo político retrocediera hasta su desaparición, dejando a los clérigos la tutela de los indios, en el del Instituto Lingüístico norteamericano su acción, pretendidamente etnolingüística, vino acompañada de factores netamente políticos algunos de los cuales llevaban el sello de la anticomunista CIA que permanecía muy atenta a los movimientos revolucionarios apoyados por una Cuba tras la cual operaba la Unión Soviética.

En tal dialéctica, hoy cada vez más lejana habida cuenta del derrumbamiento del bloque soviético y la reordenación geopolítica posterior, en la cual han emergido repúblicas islámicas como la iraní, bien relacionada con algunas de las repúblicas hispanoamericanas y, sobre todo, el crecimiento de una China también interesada en esta vasta región, al margen de las injerencias políticas, se sentaron las bases de una implantación cada vez más creciente de las iglesias evangélicas que ofrecían dones espirituales pero también interesantes recursos materiales a algunas áreas de población especialmente empobrecidas.

Dadas así las cosas, el indigenismo cobraría gran vigor alcanzando uno de sus hitos propagandísticos en los años que rodearon al V Centenario del Descubrimiento de América, cuando en 1992 la guatemalteca Rigoberta Menchú obtiene el Premio Nobel de la Paz. El ascenso de la Menchú vendrá propiciado, entre otros factores, por las entrevistas que en París le hizo Elisabeth Burgos, por entonces casada con el francés, Regis Debray, último entrevistador de Ernesto Che Guevara antes de su asesinato en Bolivia…

Como ocurriera en el siglo XVI con la Brevísima relación de la destrucción de Las Indias, de Las Casas, la imprenta volvía a servir de medio de difusión para una serie de ideas y afirmaciones que más tarde se demostrarían falsas, a partir de las obras del antropólogo católico norteamericano David Stoll, cuyos trabajos encontraron graves dificultades para ser publicadas hasta que una editorial ecuatoriana católica, Abya-yala, y Nódulo Materialista lograran ponerlas a disposición del público.

Sea como fuere, y a pesar de la creciente hispanización de los Estados Unidos al menos en el terreno lingüístico, todo invita a pensar que el ascenso de la ideología indigenista proseguirá con fuerza, apoyada en plataformas evangélicas y reafirmada por componentes procedentes del Mito de la Cultura, alcanzando sus mayores cotas de implantación en repúblicas como Bolivia, Ecuador o Perú, naciones políticas que van permitiendo, asesoradas en ocasiones por transitólogos españoles que tratan de exportar ideas como la disparatada nación de naciones o estructuras como el fallido Estado autonómico español, la consolidación de estructuras pseudopolíticas de alcance étnico que sin duda amenazan la propia unidad y eutaxia de tales sociedades políticas.

Mientras en los desiertos del México norteño se desvanecen los sueños de niños y hombres que tratan de alcanzar el bienestar yanqui encomendando su suerte a rosarios, coyotes y celulares, a sus espaldas quedan unas tierras en plena e incierta transformación.

 

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