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El Catoblepas, número 151, septiembre 2014
  El Catoblepasnúmero 151 • septiembre 2014 • página 11
Libros

Ramón Rubinat y su «Crítica de la obra literaria de Javier Cercas»

María Teresa González Cortés

Reseña del libro de Ramón Rubinat Parellada (2014), Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo.

«Nuestro tiempo nos deleita con un mensaje de salvación posmoderna, en el que las ideologías y los psicologismos de una teología de la literatura tratan de reemplazar los conocimientos críticos y científicos.»

Jesús Maestro (2007), Los Materiales Literarios. La reconstrucción de la Literatura tras la esterilidad de la «Teoría Literaria» posmoderna.

Fuego y cenizas La labor de los novelistas se nutre del acto de dar rienda suelta a la imaginación y, claro, del deseo de juguetear con los sin límites de la ficción. Sin embargo, cuando un cuentista, es el caso de Javier Cercas Mena, procura ir más allá de los horizontes de la fantasía; cuando este escritor se empeña en negar la substancia quimérica de cuentos y relatos; cuando trata de justificar su locuacidad por la credibilidad y verosimilitud del discurso literario; cuando Javier Cercas intenta equiparar su idea de representación de mundo al criterio de veracidad; cuando se exige, en suma, la obligación de convencernos de que su literatura, la personal, la subjetiva, puede competir con la mirada «objetiva» de las ciencias; entonces estamos ante las veleidades de un filólogo que, amén de literato, confunde los distintos órdenes de la realidad hasta atreverse a trazar analogías entre la física, la biología, las matemáticas… y el arte (de deleitar, persuadir o conmover) de la retórica.

J. Cercas piensa que existe un paralelismo entre el falsacionismo científico y el trabajo del escritor. Incluso admite que la literatura ni se crea ni se destruye. Simplemente se transforma{1}, conclusiones estas que son a todas luces inadmisibles puesto que la creatividad literaria es ajena a los protocolos del materialismo filosófico, espléndidamente desarrollados por el pensador español Gustavo Bueno.

Haciendo frente a equívocos epistemológicos tan notorios como peligrosos, Ramón Rubinat ha escrito su gran Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual. Publicada por Editorial Academia del Hispanismo, ha recibido el Premio Internacional <<Academia del Hispanismo>> de Investigación Científica y Crítica sobre Literatura Española. Y es para alegrarse, pues Rubinat desvela de forma magnífica el gusto por la ilógica de Javier Cercas. Y a la vez que examina el sentido cercasiano de verdad, posmoderno y pontificador, a Rubinat no se le escapa ninguno de los excesos incongruentes en que incurre este prosista de éxito, abusos entre los que se cuentan las aporías o enunciados inviables desde el punto de vista racional.

Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual es un texto de lectura obligada para quienes quieren estudiar los nichos actuales del irracionalismo y entender las claves del dogmatismo de nuestro tiempo. El libro, que comienza con una introducción y un prólogo, está dividido en cinco partes: I. El irracionalismo del proyecto literario cercasiano, II. El disparate científico de Javier Cercas, III. Aporías literarias cercasianas, IV. La impostura de los críticos literarios, y V. La impostura del intelectual. El estudio de Rubinat incluye así mismo una amplia y cuidada bibliografía, un riguroso aparato crítico, y como colofón rescata una cita, acertadísima, de El Organon de Aristóteles.

¿Quién soy yo?

«¿Quién soy yo?» se preguntaba el surrealista francés André Breton al comienzo de Nadja (1928). ¿Quién es Javier Cercas?, inquirimos nosotros. Conocedor excelente de su obra literaria, Ramón Rubinat nos descubre a un escritor que vive a gusto instalado en el juego de perplejidades. ¿Perplejidades? Por supuesto, ya que a este escritor de origen extremeño (Ibahernando, Cáceres, 1962) le seducen los imposibles de la cuadratura del círculo, le hechizan las piruetas intelectuales que proceden de los dilemas incomprensibles del Minotauro:

«Si uno no se pregunta lo que significa entiende lo que significa; pero si uno se pregunta lo que significa no entiende lo que significa».No contento con la obscuridad de tales incoherencias, Cercas nos avisa del valor elevado de las paradojas y nos ilumina acerca de que la novela «es capaz de mostrarnos ideas completamente contrapuestas conviviendo en un mismo sitio. En esas contradicciones es donde está la verdad», dice Cercas.{2}

Bien, ya sabemos a qué atenernos. Y, expuesto este pequeño retrato, sobresalen los siguientes trazos: «la literatura, al menos tal y como la concibo yo, es eso, es una forma de desmitificar; una forma de destruir mitos para construir mitos», se sincera Javier Cercas{3}. Entendemos ahora por qué para este escritor español la desmitificación es mitificación, y, como demuestra Ramón Rubinat, por qué la dogmática es la puerta cercasiana a la Verdad con mayúsculas:

«En la literatura encuentro una verdad máxima, una verdad suprema», escribe Cercas. Ítem más. Frente a la verdad histórica que se ocupa de los hechos, «la verdad literaria quiere ser una verdad universal, moral […, de modo que] la literatura no sirve para crear belleza, sino para decir la verdad», afirma categóricamente el escritor.{4}

La aspiración de toda literatura, declara Cercas, consiste en «llegar a la verdad esencial mediante la manipulación de verdades accidentales, mediante la mentira».Y no solo eso. «Hasta donde me ha sido posible he tratado de ser fiel a los hechos, y solo los he alterado cuando ser fiel a ellos acababa traicionando la verdad que perseguía»,concluye entre absurdos este escritor.{5}

«Desde hace ya más de un mes empecé a escribir esta historia inventada pero verdadera, esta Crítica de verdades ficticias y mentiras reales», apunta Javier Cercas. Y buscando la fuente de la verdad, pude descubrir que la novela está obligada a la mentira «porque es su instrumento de acceso a la verdad».{6}

Algunas de estas sentencias se repiten cuando Javier Cercas es entrevistado:

«[Ródenas] –La verdad de la ficción es verdad, también fuera de la ficción.

[Cercas] –¡Claaaaro!»{7}

Estas salidas de tono parecen evocar la estética rocambolesca del Manifiesto del surrealismo (1924) de Breton cuando este aporta la imagen de un hombre «cortado en dos» por una ventana. Pues bien, Javier Cercas aplaude vivir en la unidad de la amputación desde el momento en que admite que a la literatura le es lícito explorar-retorcer ad libitum los planos físico-sensoriales/mental-imaginarios de los sueños, de las obsesiones y… de las mentiras, y concede que la retórica posee la llave definitiva de la realidad, el poder taumatúrgico de ENUNCIAR verdades reales de carácter universal.

En contra de esta pasión por la omnipotencia que recuerda a los dogmáticos se opone con rotundidad Ramón Rubinat, quien se manifiesta en los siguientes términos: «nosotros negamos que exista una verdad literaria, negamos tal exabrupto, pues la literatura no formula verdades».{8} Y es que, por si aún no nos hemos dado cuenta, la literatura no pertenece al ámbito de la gnoseología. Dicho de otro modo. Las composiciones literarias no conducen ni tienen por qué llevarnos por el camino de la verdad, aunque sí al terreno del solipsismo, es decir, al mapamundi de lo que es colegido en las alcobas caprichosas del «yo» creador.

Así que, por mucho que Javier Cercas intente, con su verbo, subvertir la manera de ser, de existir o de ocurrir las cosas, la literatura sigue siendo literatura, que no ciencia, o, como explica de manera atinada Ramón Rubinat, «la literatura ni puede decir verdad, ni está sujeta a veridicción; por eso, en la medida en que Cercas subordina sus obras a la consecución de una verdad las convierte en una falacia científica».{9}

Las hemorragias del irracionalismo

Ramón Rubinat sabe, a través del conocimiento minucioso que tiene de los escritos literarios y periodísticos de Javier Cercas, con qué frecuencia cae este autor en toda clase de fórmulas irrazonables o aporías, las cuales, además de destrozar los criterios de racionalidad, le permiten a Cercas desenterrar la VERDAD délficamente suprema.

Tras repasar la espléndida Crítica de la obra literaria de Javier Cercas, se tiene la sensación de que estamos, por un lado, ante un «artista» que le gusta evangelizar, o sea, transformar su norma literaria de «verdad» en un mandato «moral» para uso social «universal». Y, por otro lado, ante el típico intelectual «engagé» (comprometido) que se pretende sabedor de certezas y que en el cénit de su rebeldía piensa que no hay que justificar esas certezas más que a través de los ardides surrealistas de la antilógica. Explica Cercas:

«La idea es que en toda gran novela hay un punto ciego, es decir, un punto a través del cual no se ve nada, pero ese no ver nada es precisamente el modo que la novela tiene de ver». «El no ver es lo que permite ver; ese no decir es el que dice realmente». «El punto ciego no significa nada por sí mismo y, al mismo tiempo, es lo que de verdad irradia significado».{10}

Leídas estas declaraciones, pomposas hasta el empacho, comprendemos que «Cercas es un grandísimo sofista que se arroga la referencialidad del signo lingüístico y que, por tanto, únicamente nos ofrece una retahíla de enunciados formalmente correctos, con apariencia de sesuda disquisición filosófica, graves en el tono pero semánticamente hueros», afirma Rubinat.{11}

¿Cercas un prosista insustancial de apariencia sesuda? La prueba está en la teoría cercasiana del tiempo que desovilla a la perfección Rubinat. Veámoslo: si para Javier Cercas el pasado es una dimensión del presente que, a su vez, es cercasianamente una dimensión del pasado, resulta que desde el dictamen omnisciente de Cercas «el futuro también puede ser una dimensión del presente».{12} Pero, y puestos a corretear y enredarnos entre palabras, podríamos decir, por qué no, que el futuro es una extensión del «pasado presente» porque además, desde el juicio experto de Javier Cercas, «es imposible precisar el origen exacto de un acontecimiento histórico, igual que es imposible precisar su exacto final: todo acontecimiento tiene su origen en un acontecimiento anterior, y este en otro anterior, y este en otro anterior, y así hasta el infinito». {13}

Con este «despiporre», Rubinat dixit, Javier Cercas justifica el todo vale y, por ende, dinamita las leyes estructurales de la causalidad al defender que se puede relacionar en secuencias infinitas toda cosa con cualquier cosa otra. Ahora bien, a fuer de destruir los criterios de conexión causal, Cercas confunde «causalidad» con «casualidad» y, al hacerlo, ahoga las vías del conocimiento científico ya que, y lo señala acertadamente Ramón Rubinat al citar a Platón, «si todo estuviera conectado con todo o si nada estuviera conectado con nada, el conocimiento sería imposible».{14}

En la nada solo existe Javier Cercas

Recapitulemos. Estamos ante un escritor que trabaja con «la caótica isovalencia de los significados, […] con la maleabilidad de los conceptos que, una vez desemantizados, se convierten en una ductilísima (polisémica) plastilina», advierte Rubinat.{15}

Es más, por coquetear con la nada, Javier Cercas legitima indagar los caracteres verdaderos de la mentira en los fosos de la nada y, lo explica Cercas, «igual que el objetivo de la memoria es el olvido, el objetivo del pensamiento es no pensar […]. ¿De verdad la verdadera sabiduría consiste en no pensar nada? ¿De verdad el pensamiento es el enemigo de la vida, como sentía Hamlet, o es simplemente que no pensar es la forma más exquisita del pensamiento, el privilegio lucidísimo, extático e inspirado de los que piensan mejor?»{16}

Flaubert anheló, lo reconocía en 1852, conversar sobre la nada, deseó escribir un libro sin nada en torno a la nada, sin andamios ni soportes, incluso sin apenas la presencia del sujeto, como si el autor fuese químicamente delicuescente, hasta invisible. Javier Cercas no es Flaubert. Tampoco quiere serlo, eso es evidente. Y, quizá por ello, carece de la humildad de quien no reconoce los límites entre la ficción y la realidad.

Por tales razones, en la mente cercasiana las fantasías ocupan un lugar más primordial que los hechos reales. Y si para este escritor español el lector incluso no existe, al final y tras tanto jugar con imposibles Javier Cercas se ve aislado en el túnel cartesiano y obligado a concluir que lo que único que existe es el sujeto que cuenta historias.{17}

Dicho con otras palabras. De la mano de las incoherencias cercasianas arribamos a la orilla del nihilismo en cuyas playas lo único que existe no es ya la nada, sino sólo él, Javier Cercas, el escritor «gurú», tal es el carácter dogmático, la naturaleza mesiánica de este prosista, nos descubre Rubinat.{18}

«Concluyendo», que es gerundio

¿Qué hace un novelista de proyección internacional manipulando en estos tiempos un enfoque esencialista y teológico de la literatura? ¿Y qué hacen los intelectuales y los (no) críticos, denuncia Rubinat en el capítulo IV de su libro, aceptando las palabras cercasianas cual becerro de oro?

Tanta falta de espíritu crítico, tantos imbéciles –la etimología de «imbécil» alude a quien carece del bastón o «baculum» de la coherencia racional– es lo que ha colocado a Javier Cercas en el ara de la literatura sacerdotal. Pero, ni la literatura es una disciplina científica ni tampoco constituye un credo. En cualquier caso, y como ha apuntado Jesús Maestro:

«la literatura no se manifiesta ni como verdad –no es un axioma (Ciencia), ni un dogma (Teología), ni una lógica (Filosofía), ni un hecho empírico (Historia)–, ni como mentira; no pretende engañar a nadie, pese a que los moralistas de todos los tiempos (filósofos socráticos, creyentes católicos y protestantes, fundamentalistas judíos y musulmanes, teólogas feministas y demás posmodernidades...) se tomen en serio la realidad virtual de sus contenidos imaginarios».{19}

Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual es, lo volvemos a repetir, un libro necesario y absolutamente indispensable para quienes quieren estudiar los nichos del irracionalismo contemporáneo. Ahora bien, si usted en su posmodernidad quiere ser como la musa «Léona» a la que André Breton bautizó con el nombre de Nadja y de la que dijo que le había tomado por un dios, allá usted y su salud mental.

Notas

{1} Ramón Rubinat Parellada (2014), Crítica de la obra literaria de Javier Cercas. Una execración razonada de la figura del intelectual, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, pp. 67 y 35-36.

{2} Ramón Rubinat Parellada, o. cit., pp. 29 y 87.

{3} Ibídem, p. 55.

{4} Ibídem, pp. 28 y 25.

{5} Ibídem, pp. 38 y 83.

{6} Ibídem, pp. 48 y 54.

{7} Ibídem, p. 63.

{8} Ibídem, p.91.

{9} Ibídem, p. 23.

{10} Ibídem, pp. 70, 71 y 73.

{10} Ibídem, p. 30.

{12} Ibídem, p.34.

{13} Ibídem, p.35.

{14} Platón, Sofista, 250e-255a.

{15} Ramón Rubinat Parellada, o. cit., p. 35.

{16} Ibídem, p. 29.

{17} Ibídem, p. 31.

{18} Ibídem, p. 93.

{19} Jesús Maestro (2007), Las ascuas del Imperio: crítica de las Novelas Ejemplares de Cervantes desde el Materialismo Filosófico, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, pp.87-88, citado porRamón Rubinat Parellada en Crítica de la obra literaria de Javier Cercas…, o. cit., p. 95.

 

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