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El Catoblepas, número 157, marzo 2015
  El Catoblepasnúmero 157 • marzo 2015 • página 3
Artículos

Contra la espiritualidad (2)

José Luis Pozo Fajarnés

De los espíritus puros a los extraterrestres.{1}

El humanoide de Atacama

Antropología crítica vs. Antropología insurgente

Con el paso del tiempo la disciplina que denominamos Antropología se está complicando, desgranándose en disciplinas que no guardan mucha relación unas con otras. En la misma Antropología aparecen conceptualizaciones que se alejan de lo que tiene que ser un saber riguroso. En algunos casos encontramos, como si de realidades se tratara, lo que no puede ser tratado como tal. Es el caso de lo que Gustavo Bueno denomina «fantasmas gnoseológicos» y que van desde la expresión de un fantasmagórico «reino hominal» que ha querido ser instituido en el discurrir de la disciplina (disciplina-ficción, pues la misma Historia de la Antropología es también un fantasma en el mismo sentido), hasta el mucho más fantasmagórico todavía «reino extraterrestre», que es pedido como principio cuando se considera la Exobiología como una nueva disciplina (tan fabulosa o más que las anteriores, pues su estudio transforma a sus muchos seguidores en meros creyentes). Estos fantasmas fueron definidos por él mismo en el año 1991, cuando escribió el prólogo del libro de Elena Ronzón Antropología y antropologías. Ideas para una historia crítica de la antropología española. El siglo XIX. Bueno presenta el trabajo de esta antropóloga como el origen de lo que tendrá que ser una crítica radical a la Historia de la Antropología, generadora de estas secreciones, de estos fantasmas:

…el libro de Elena Ronzón puede considerarse como una bomba de relojería instalada en el interior mismo de los talleres españoles en los cuales se teje esa historia convencional de la Antropología. Pues de la misma manera que el proyecto de Antropología tiene que ir a buscar en la historia de su ejecución su propia corroboración, así la crítica global del proyecto de antropología, como disciplina exenta, no puede dejar de aplicarse a tal presunta Historia del proyecto y de su ejecución. Y si esta crítica a la presunta historia de ese fantasma gnoseológico que es el proyecto de de una Antropología y su ejecución logran mostrar que esa presunta Historia es, en rigor, tan sólo una Historia-ficción, será evidente que el proyecto mismo quedará vaciado de contenido.{2}

La insurgencia de la Exobiología

La Exobiología se ha desarrollado a partir de la ciencia de la Biología. Pero como no puede ser de otra manera, la Biología está concebida como biología terrestre, pues no tenemos noticia de seres vivientes más que en la Tierra. Toda vida que consideremos fuera de ella es mera fantasía. Si se encontrara en el espacio exterior un ser vivo -fruto de la búsqueda incoada por los distintos viajes espaciales realizados continuamente desde hace más de sesenta años-, por ínfimo que tal ser pudiera ser, la fantasía dejaría de serlo. Pero sucede que, a día de hoy, no se ha encontrado ninguno. La Exobiología solo tiene de ciencia la programación elaborada y no la materia a estudiar, dado que no la hay. Es el mismo caso que se daba cuando se tenía en consideración la ciencia de los ángeles, la «Angelología» (fantasmas gnoseológicos también). Ni una ni otra son ciencias. Las ciencias tienen que tener necesariamente, para que sean ciencias, campos corpóreos. Si no hay cuerpos no hay ciencias. La Biología, por ejemplo, considera a todos los seres vivos: cuerpos que nacen, crecen se reproducen y mueren. Estos seres son estudiados con una metodología estricta, la de la ciencia biológica, y las operaciones para su estudio se desarrollan en laboratorios o también en sus hábitats.

Por otra parte, la ciencia biológica -o cualquier otra ciencia que consideremos- nada puede decir mediante operaciones mentales. Las operaciones mentales son incomunicables (se quedan en la mente de cada individuo). Las operaciones, para ser efectivas y susceptibles de desarrollar el campo de la ciencia que las trate, tienen que ser realizadas con las manos, son, por tanto, operaciones quirúrgicas. La materia de la ciencia siempre ha de ser manipulable, tiene que ser corpórea, y no puede ser de otra manera. Además, cuando las ciencias están establecidas, sucede de un modo natural que sus contenidos aumentan gradualmente: lo que la ciencia contiene no puede agotar a su materia. Esto es fundamental, pues si no sucediera así la ciencia habría dicho ya todo lo que pudiera decir, y esto es absurdo. Aparecerán nuevos conceptos, emergerán nuevos descubrimientos, que incluso harán que la disciplina se bifurque, se derive. Incluso aparecerán nuevos cierres categoriales. Pero de estas derivaciones podrán aparecer también insurgencias. La idea de insurgencia es opuesta a la de emergencia. Emerge algo que hay que descubrir mientras que la insurgencia es un fantasma que es tratado como una realidad. Insurgencias relevantes son, por ejemplo: el caso de «Dios» en la Teología; el del «Hombre» en la Antropología; el de los ángeles en la Angelología; o el de los «extraterrestres» en la Exobiología. Dios, hombre y extraterrestres, en sus respectivas «ciencias» insurgentes son todos ellos fantasmas gnoseológicos.

¿La perfección del Universo pide existencia de extraterrestre?

El primero en definir los «espíritus puros» fue Aristóteles. La expresión de un Primer Motor Inmóvil como límite positivo de la perfección, y un mundo sublunar como límite opuesto, dejaba un enorme espacio celeste que pedía, para explicar los movimientos «eternos» que se daban en él, una multiplicidad de seres incorpóreos. Unas inteligencias puras, similares en perfección al primero, pero con una perfección que bajaba de grado según se alejaban espacialmente de él y se acercaban al centro del universo ocupado por los cuatro elementos. Estos motores aristotélicos debían mover, cada uno de ellos, una esfera etérea. Aristóteles admitió unas veces 47 y otras 55 esferas, correspondientes al mismo número de inteligencias puras. Estas inteligencias serán los ángeles de la teología cristiana. El número de motores fue aumentando con el paso del tiempo, paralelamente a la sofisticación de sus expresiones. Los motores, por el desarrollo de la Astronomía, sus expresiones gracias a las consideraciones de los distintos autores, desde las teológicas de Santo Tomás hasta las filosóficas de Francisco Suárez. Este último fue el que pondría algunas cortapisas a su conocimiento, pues veía ciertas limitaciones en su posibilidad. Para Suárez, la sustancia inmaterial creada estaba limitada, en primer lugar, con relación a la existencia, que era solo probabiliter, pues solo Dios podía saber si existen las sustancias angélicas. Y en segundo lugar, con relación a la perfección, pues los seres angélicos, las inteligencias puras, no debían ser sin embargo muy inteligentes, pues los ángeles que mueven los cielos pertenecen a órdenes inferiores:

…es de hecho más verosímil lo que dije y lo que expone Aristóteles y, con él, otros filósofos y teólogos, sobre todo porque no piensan que los ángeles que mueven los cielos pertenezcan a los órdenes supremos de los ángeles, sino a los inferiores.{3}

Aunque uno de los jalones más relevantes en la consideración de las sustancias angélicas es anterior a los dos últimos. Nos referimos al Padre de la Iglesia por antonomasia, a San Agustín, que en La Ciudad de Dios ya había ordenado el mundo aristotélico en base a esas mismas realidades inteligibles. Desde su perspectiva cristiana, trastocó la jerarquía expresada por el Estagirita, pues los seres más semejantes a la divinidad no eran ya los ángeles, sino los hombres. Para definir a este nuevo protagonista, al hombre, San Agustín expresaba unas coordenadas muy heterogéneas:

Ante todo, hay que constatar que San Agustín introduce un sistema de coordenadas (unas espaciales, otras temporales míticas, otras metafísicas: cielos, demonios, tierras, ángeles) tal, que desde él queda delimitada, extrínsecamente, cabría decir, la unidad del «género humano», la humanidad como una unidad definida en función de diversos ejes.{2}

En Cuestiones cuodlibetales Gustavo Bueno nos hacía observar la metafísica agustiniana, ya proclive a la construcción de los fantasmas que estamos aquí denunciando. En la misma línea de pensamiento antimetafísico se mueve en su texto El mito de la felicidad, en el que consigue marcar una distancia total de la metafísica para definir lo que pudiera ser el «espíritu». Allí podemos leer que no se puede manejar la definición de «sustancia simple», pues no podemos saber de ninguna de las maneras lo que tal sustancia pueda ser. En concreto, no podemos saber si los que así hablan de ella, cuando la denominan «simple», se refieren a que es incorpórea, o a que no tiene partes… algo contradictorio esto último, pues los espíritus se expresan como esencias compuestas (partes) de materia y forma, a los que Dios les da la existencia. Las definiciones espiritualistas suelen ser meras tautologías, expresiones vacías. Es por tanto indispensable, asegura Bueno en El mito de la felicidad, una nueva definición no metafísica, una definición que permita entender lo que queremos decir con «espíritu». Y solo lo podremos entender si lo contrastamos con lo que sí puede ser conocido, con la materia. El espiritualismo señala la posibilidad de que hay vivientes sin cuerpo orgánico, o sea, unos seres -unos animales- que no podrían ser considerados como físicos. Al no tener cuerpo no tendrían sus potencias: no mostrarían vis appetitiva, serían animales metafísicos con solo vis cognoscitiva, el intelecto sería su única potencia. Estos animales no físicos son de los que trata la ciencia de la angelología: querubines, serafines, ángeles &c. Puede resultar chocante el denominarlos como «animales», pero se les da ese nombre por una razón muy fuerte: los ángeles son solo «alma», o como se dice en latín, «anima», que es de donde deriva el nombre «animal». Por eso fue que se les dio el nombre a los espíritus puros de animales. Los seres vivos corpóreos no solo tenían alma. Algo que derivó en que fueran a su vez considerados menos animales que los primeros.

Gustavo Bueno señala que ese campo, el de los sujetos vivientes animales, debe ser hoy día ampliado, pues a los grupos de animales anteriores debe incorporarse un tercero del que ya hace tiempo que tenemos idea: los extraterrestres. Estos seres guardan una relación filosófica y teológica con las inteligencias separadas del mundo supralunar aristotélico y con los seres creados del eje metafísico de San Agustín. Pero también con relación al hombre, pues los extraterrestres solo pueden ser imaginados como corpóreos. Tan corpóreos como lo eran los démones negados por el ateísmo de los filósofos griegos y por las consideraciones de la divinidad de las religiones superiores. Y tan corpóreos como lo eran los únicos dioses que han sido verdaderos, los animales de las pinturas rupestres, los númenes de la religión primaria.{5}

Respecto de todos estos fantasmas gnoseológicos que estamos aquí considerando, es obvio que nada podemos afirmar sobre su existencia. Nada podemos decir de los vivientes que no sean corpóreos (caso de Dios, o de los ángeles). Esta afirmación es fundamental para el espiritualismo, pero es la que taxativamente niega el materialismo: «…no existen vivientes incorpóreos. Lo que el materialismo niega en realidad es la existencia de las sustancias espirituales, previamente definidas por vía positiva».{6} Pero los entes metafísicos que negamos -las inteligencias separadas de origen aristotélico- tenían unas características extremadamente diferentes a las últimas que hemos incluido en el conjunto de los sujetos «vivientes» animales. Los seres inteligentes que, desde principios del siglo XXI se consideran pobladores de los más remotos confines del Universo, son aceptados como «realmente existentes» por el común de los mortales. Tanto, que si alguien se le ocurre poner en duda su posibilidad, es tachado de «iluso» (el que no cree en la ilusión es iluso, tremenda paradoja).

Sabemos que, según fue agrandándose el universo conocido, estos nuevos pobladores del mundo supralunar han ido alejándose también. Estas opiniones se fueron consolidando a lo largo de pocas décadas (en el siglo pasado las primeras inteligencias de las que se hablaba eran marcianas, selenitas, venusianas... todas ellas de nuestro sistema solar), aunque podemos retrotraernos a finales del siglo XVIII para atender a algunas opiniones estrafalarias, como las de Manuel Kant. Antes de elaborar la filosofía que le valió el merecido prestigio que hoy tiene -recogida sobre todo en sus tres famosísimas Críticas- dedicó su tiempo a distintas cuestiones especulativas, entre ellas, algunas relativas a ciertas implicaciones de la nueva física de Newton. Pese a lo relevante que pudieron ser sus afirmaciones sobre las galaxias, fueron muy desafortunadas las referidas a los fabulosos pobladores de los planetas de nuestro sistema solar. Kant dijo que en ellos podría darse la vida inteligente pero con las restricciones derivadas de las leyes gravitacionales. Supuso que dada la dificultad de movimiento en situaciones de mayor gravedad, los habitantes extraterrestres más torpes estarían en el planeta más denso, que sería el más cercano al sol, Mercurio. Y como el grado de inteligencia sería inversamente proporcional a la densidad planetaria, los extraterrestres más inteligentes poblarían los planetas más lejanos, los más inteligentes estarían por lo mismo en Saturno. Kant se inventa estos seres, y con tal invención se convierte en la figura más eminente de la filosofía moderna que ha defendido la creencia en extraterrestres. O, lo que es lo mismo, en el defensor moderno de lo que los griegos denominaron démones. Decía Gustavo Bueno en una entrevista que en 2004 le hizo el diario La Nueva España, que con estas afirmaciones Kant expresa unos fundamentos ridículos, y que «podrían poner a Kant como patrono de la Nasa por su teoría de los extraterrestres».{7}

Pese al absurdo de la especulación kantiana, la creencia en seres extraterrestres se ha universalizado de una forma tan inexplicable como inexplicable era la universalización que proponía para los imperativos de su moral. En un terreno y en otro el triunfo de Kant es innegable, lo cual no es óbice para que nosotros aquí nos situemos justo en frente de sus afirmaciones.

Una divina conclusión

Francisco Suárez se había apoyado en el argumento de continuidad para afirmar la probabilidad de la existencia de las inteligencias separadas. Señalaba que dado que hay una gradación continua de perfecciones perceptibles, es lógico que en el mundo supralunar pase lo mismo. Podemos comprobar que pese a lo alejados que se saben de la filosofía suarista este mecanismo argumentativo está aceptado por la mayoría de los que ven a diario la televisión, o van al cinematógrafo, o navegan por Internet… La concepción del mundo que tiene esa inmensa mayoría, todos creyentes en los extraterrestres, les lleva a aceptar la existencia también de un ser inteligente que fuera la causa de nuestra génesis. El argumento de continuidad, pese a estar elidido como mecanismo racional, se descubre implícito en la aceptación de tal ser extraterrestre que estaría en el límite de lo existente. El problema que aparece es precisamente el del límite, pues tal punto originario es ficticio, pues lejos de estar definido, lo que aparece es una regresión al infinito. Si un extraterrestre (o una pluralidad de ellos) es el diseñador, ¿quién lo diseño a él?

Bibliografía

BUENO, G.: El mito de la felicidad, Ediciones B, Barcelona, 2005.

BUENO, GUSTAVO: Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Mondadori, Madrid, 1989.

RONZÓN, E.: Antropología y antropologías. Ideas para una historia crítica de la antropología española. El siglo XIX, Pentalfa ediciones, Oviedo, 1991.

SUÁREZ, F.: Disputaciones metafísicas, Tomo V. Gredos. Madrid. 1963.

Documentos de Internet consultados

BUENO, G.: Contra la espiritualidad. Fonoteca de la Fundación Gustavo Bueno. http: //www. fgbueno. es/med/2002cle. htm

BUENO, G.: Sobre la finalidad y la teleología. Escuela de Filosofía de Oviedo, noviembre, 2012. http://www.fgbueno.es/act/efo031.htm

VV.AA.: Religión (artículo). Enciclopedia SYMPLOKÉ. http://symploke.trujaman.org/index.php?title=Religi%F3n

Notas

{1} Continuamos el artículo Contra la espiritualidad. Apuntes y anotaciones posteriores relativas a la conferencia de Gustavo Bueno con el mismo título (http://nodulo.org/ec/2013/n141p08.htm), que apareció publicado en El Catoblepas, número 141, noviembre 2013, página 8.

{2} RONZÓN, ELENA: Antropología y antropologías. Ideas para una historia crítica de la antropología española. El siglo XIX. La cita pertenece al prólogo de Gustavo Bueno. Pág. 23.

{3} SUÁREZ, FRANCISCO. Disputaciones metafísicas, Tomo V, Disputación XXXV. Pág. 519

{4} BUENO, GUSTAVO: Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Mondadori, Madrid 1989, pág. 326.

{5} Remitimos al artículo sobre "religión" que podemos leer en la enciclopedia Symploke: http://symploke.trujaman.org/index.php?title=Religi%F3n

{6} BUENO, GUSTAVO: El mito de la felicidad. Pág. 179.

{7} La Nueva España. Oviedo, 12/02/2004. http://www.fgbueno.es/hem/2004b12.htm

 

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