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El Catoblepas, número 158, abril 2015
  El Catoblepasnúmero 158 • abril 2015 • página 7
La Buhardilla

Benjamin Franklin y el Pobre Richard

Fernando Rodríguez Genovés

Benjamin Franklin, por medio de su heterónimo Richard Saunders, enseña el camino virtuoso que conduce a la riqueza.

Benjamin Franklin y el Pobre Richard

«Si quieres hacerte rico —como dice [Poor Richard] en otro almanaque— presta la misma atención al ahorro que a la ganancia. Las Indias no han hecho rica a España porque sus gastos han superado sus ingresos. Elimina tus costosas locuras, y no tendrás motivos para quejarte de lo mal que andan los tiempos, de los gravosos impuestos y de las cargas familiares».

En 1758, Benjamin Franklin recopila en un breve texto algunos pasajes y proverbios de su célebre Poor Richard’s Almanack (Almanaque del pobre Ricardo) al que da el título de «The Way of Wealth», volumen del que extraigo el párrafo anterior. En este genuino manual de prudencia y de supervivencia espiritual y material, halla el lector sencillos y saludables consejos con los que poder salir adelante en la vida; en particular, si ese lector —inmigrante, expatriado, perseguido— ha decidido fijar su residencia en el Nuevo Mundo. Tanto ayer como hoy.

Ocurre que residiendo en América, uno, sencillamente — ¿por qué no? —, puede hacerse rico, si se lo propone en serio. No dice Franklin que el camino a la riqueza resulte tarea fácil. Señala que se trata de un empeño del que no cabe renunciar de antemano; tampoco excusarse por pretenderlo ni avergonzarse por conseguirlo. Los pioneros y los sucesivos colonizadores de EEUU, hasta el presente, anhelan prosperar y hacer fortuna en el Big Country. Al Nuevo Mundo se va para iniciar una nueva vida, no para perseverar en el modo de existencia dejado atrás. La búsqueda de la riqueza, según Franklin, no está animada por ninguna clase de «fiebre del oro», sino promovida por la actividad fabril, por la previsión, por la prudencia, por el comedimiento.

En la tierra de las oportunidades, buscan los sucesivos peregrinos desprenderse de complejos y prejuicios, del poder autoritario, burocrático y vertical, característicos de los antiguos regímenes procedentes de la vieja Europa y otras antiguas civilizaciones. La riqueza y la posición social, según la democracia en América, no brotan del árbol genealógico ni de las prebendas logradas a la sombra del Estado y/o los poderosos. Surgen del trabajo y el talento, el esfuerzo personal y la Fortuna, en un marco de seguridad jurídica.

Estas ideas proclama Richard Saunders, heterónimo empleado por Franklin para dirigirse a la gente común y, más en particular, a los inmigrantes llegados a Pensilvania, en Nueva Inglaterra, para fijar allí la residencia, o bien continuar la ruta hacia el Oeste. Las recomendaciones de Richard/Benjamin están inspiradas en el espíritu austero y emprendedor, propios del colono, jamás del ya situado o fijado a una plaza. Como lo cortés no quita lo valiente, sólo bajo un ánimo afanoso y feraz, a la vez que templado, puede cimentarse una comunidad en la que hacerse rico no suponga un motivo de vergüenza moral, de persecución fiscal o de escándalo social, sino todo lo contrario: un motivo de orgullo, un modelo a seguir y hasta de intentar emular.

Dice Saunders/Franklin en 1758: «Las Indias no han hecho rica a España porque sus gastos han superado sus ingresos». Y yo pregunto: ¿de qué «Indias» habría que hablar en la España de 2015? España, especialmente, en estas últimas décadas, respira (otra vez) un aire viciado, en cuanto lugar que huele a cerrado, que no sólo no estimula la libertad ni los valores del ahorro y la austeridad, el trabajo y la prosperidad particular de los ciudadanos, sino todo lo contario: pregona el despilfarro y el gasto público (enmascarados bajo la etiqueta de «políticas expansivas y de crecimiento»), anatemiza al capitalismo y al rico, haciéndoles pasar por culpables de todos los males, las más de las veces sin definir con precisión quién es rico o qué significa, en rigor, ser rico. El resentimiento, el fanatismo, la ignorancia, el miedo, la indignación, la socialización de la pobreza, no han hecho nunca rica a ninguna nación. Ni a sus ciudadanos. Ha hecho de ellos unos pobres ciudadanos…

 

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