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El Catoblepas, número 163, septiembre 2015
  El Catoblepasnúmero 163 • septiembre 2015 • página 2
Rasguños

Respuesta a las preguntas formuladas por Don Alejandro Nolasco Asensio

Gustavo Bueno

El pasado miércoles 23 de septiembre, La Gaceta publicaba una versión acortada de una entrevista con Gustavo Bueno. Aquí se publica la versión completa de las preguntas y las respuestas.

Historia de las Ideas filosóficas

1. Es casi inexorable, por lo que dicen los sondeos, que la coalición independentista será la ganadora en los comicios catalanes. ¿Cómo cree que debería reaccionar el ejecutivo ante este desafío anticonstitucional?

En esta pregunta se presupone que la actitud del gobierno de Mariano Rajoy, de momento, parece «bastante pasiva». Sin discrepar de su juicio, me parece obligado precisar por mi parte que «parece bastante pasiva», como por ejemplo, y sobre todo, a los viñetistas de muchos diarios nacionales y de sus directores. Los viñetistas que diariamente, a lo largo de semanas, y aún años, representan al señor Rajoy tumbado en una hamaca, o en la playa, con un puro en la boca, en las fechas de la Diada o de elecciones municipales, los viñetistas que de un modo perezoso y simplista repiten una y otra vez sus dibujos creyendo que con ellos sintetizan la fuente del oleaje secesionista, a saber la «pasividad del ejecutivo». Nunca he visto que en alguna de esas viñetas aparezcan algunos indicios de un Rajoy activo, que reprime los deseos de «meter los tanques en Barcelona». Porque, si no entiendo mal, Rajoy sabe que una actividad semejante desencadenaría a las dos horas una concentración de por lo menos 500.000 ciudadanos que, enardecidos ante los tanques, podrían dar lugar a 500 muertos tendidos sobre las calles, por lo que a los cinco días los estados del «dosel báltico»- Dinamarca, Suecia, Noruega, Letonia, Lituania, Finlandia…- reaccionarían reconociendo la soberanía de un estado catalán. Por ello, la actitud del presidente del Gobierno actual no podría ser interpretada, obviamente, como pasiva, porque también habría que ensayar la interpretación de tal «pasividad» como activo resultado de una previsión de la prudencia política. Una actividad que tiene en cuenta la posibilidad alternativa de una reacción ante el secesionismo suficiente.

En cualquier caso, las fuentes de las que se alimentan los movimientos secesionistas catalanes (o vascos, o gallegos, o andaluces…) no habría a mi juicio que buscarla en la pasividad del gobierno actual sino en la misma Constitución de 1978, sin perjuicio de reconocer la conveniencia y aún la necesidad de algunas reformas circunstanciales (por ejemplo, en el título II y en título VIII) y sin que el reconocimiento de la conveniencia de estas reformas haya de considerarse como anticonstitucional. Y entones, la distancia entre los constitucionalistas y los reformistas puede ser mucho mayor que la distancia entre los constitucionalistas inmovilistas (integristas) y los constitucionalistas reformistas.

Los redactores de la Constitución del 78 tenían un horizonte político muy limitado, a saber la «dictadura franquista». En función de ella tendían, por pura reacción, a subrayar la democracia y a los derechos humanos como la meta suprema de la nueva constitución. Pero no estaba claro lo que se entendía entonces por democracia y por derechos humanos. Coincidían casi todos en que la nueva constitución debía atenerse al dibujo de un estado de derecho, y además a un estado social del derecho. Daban por supuesto que la dictadura franquista no tenía nada que ver con el estado de derecho ni con el «estado social», ni tampoco nada que ver con la democracia. Y en esto, a mi entender, se equivocaban. En realidad no tenían en cuenta que su verdadero horizonte político no podía limitarse a una «liberación del fascismo», que ya era una cuestión histórica después de la victoria de los aliados en la II Guerra Mundial (incluyendo a los soviéticos).

En todo caso la democracia, como liberación de la dictadura franquista, no era el horizonte histórico adecuado para constituir un nuevo estado fuerte y duradero. ¿Acaso Inglaterra había alcanzado su fortaleza imperial por vía democrático-parlamentaria?. Desde su horizonte coyuntural antifranquista era imposible trazar un horizonte de un radio mayor capaz de envolver a las circunstancias coyunturales. Y esto ya lo habían entendido lo mismos catalanes soberanistas por boca de Prat de la Riva. Ningún estado soberano que desee redactar una constitución política (no meta-política o metafísica) puede refugiarse en el horizonte de los derechos humanos o de «la Humanidad». Porque la Humanidad o el hombre no es un sujeto positivo de derecho. «el Género humano» que aparece en el himno de la Internacional, no puede «reflexionar sobre sí mismo». Esta reflexión es pura metafísica. La «Humanidad», el «Género humano», es solo una idea límite (meta política) a la que tienden las partes de esa totalidad presupuesta cuando pretenden tener en cuenta todas las demás propuestas que tienden a desarrollar sus propios imperialismos. «Mi primo y yo, dice Francisco I refiriéndose a Carlos V, estamos de acuerdo y queremos lo mismo : Milán».

En realidad, los redactores de la Constitución del 78 carecían de una doctrina definida del Estado y se guiaban sobre todo por ideales «evangélicos», como los derechos humanos y el pacifismo, y esto tanto los socialdemócratas como los democristianos que, por cierto, bebían en las fuentes comunes del pre Concilio, en el diálogo marxismo-cristianismo. Un marxismo muy degenerado expuesto en vulgatas del tipo del manual de Marta Harneker, y muchas veces colindante con el anarquismo más ingenuo.

Los redactores carecían también de doctrina filosófica firme sobre la nación, sobre la religión, sobre la lengua, sobre la cultura. Se conformaban con reivindicar la «Ilustración « de Carlos III, para suponer un origen independiente del marxismo. De algún modo cabría afirmar que aquello que unía a los redactores de la Constitución del 78 era la ignorancia. La ignorancia de los elementos imprescindibles de una doctrina del estado y de sus relaciones con la nación, con la religión, con la lengua y con la cultura. Solo así se explica que los «padres de la patria» aceptasen la introducción en el título primero de la Constitución, del término «nacionalidad» como contra distinto del termino «nación». Ignoraban la más elemental taxonomía de las especies históricas de la idea de nación – la nación biológica, o la nación étnica, o la nación política, y sus relaciones con los estados imperialistas- y consideraban que las diferencias entre las ideas de nación política y de nacionalidad eran «meramente semánticas» (conviene recordar que en los años 70 la lingüística moderna de Saussure, Bühler, Hjemslew, Martinet, Chomsky…había producido la impresión en un amplio círculo de gentes semicultas de que lo importante era distinguir la semántica de la pragmática). Y así también, la Constitución de 1978, cuando habla de la cultura flota en una atmósfera genérica, en una nebulosa lisológica. Sólo dice (artículo 44, punto1) que los poderes públicos procurarán «el acceso a la cultura» de los ciudadanos, pero sin especificar (morfológicamente) si esa cultura podía ser la cultura cretense, la azteca, la hitita, o la euskérica.

Tampoco concretaba nada morfológicamente la Constitución del 78 referente a la lengua española (a la que se le asigna como referente la lengua castellana), sin duda para sugerir que las lenguas vernáculas peninsulares (catalán, gallego, aranés, bable, panocho, castúo) no fueran españolas. Desde este punto de vista, las «Ideas» expuestas en el discurso que el sábado 19 de septiembre pronunció Fernando Trueba al recoger el Premio Nacional de Cine, delante del ministro de educación (que escuchó sus palabras en actitud diplomática y aún contraponiendo sus propios sentimientos españolistas a los del agraciado, es decir, sin llegar a mayores, sin retirar ipso facto el premio nacional al presuntuoso y cuasi analfabeto director de cine), pueden ser consideradas como una quintaesencia de la ideología de la libertad que se incubó en los días de las transición de 1978. Fernando Trueba dijo, seguramente acordándose de «la Ilustración» que hubiera preferido que Francia ganase la Guerra de la Independencia, y que él no se había sentido español ni un solo minuto de su vida. Al parecer proclama una «sociedad civil» en la que ningún Estado pueda imponer sus normas, capaces de comprometer la libertad del artista. Escuchando a Trueba nos acordábamos de la famosa sentencia de Hegel : «Imposible es meter el espíritu en un perro dándole a mascar libros».

2. ¿Que hay detrás de la retórica independentista catalana?

En mi opinión, no tanto intereses económicos propios de empresarios de tejidos o de banqueros, cuanto miopía política, es decir, ignorancia. Ignorancia que se prueba simplemente por el hecho de que los redactores de la Constitución no establecieron como obligatoria, en la totalidad del Estado español, la enseñanza de la lengua española (sin perjuicio de reconocer también la conveniencia de la enseñanza de las lenguas vernáculas). O bien en el hecho de descuidar totalmente la redacción de una Historia de España común a todas las Comunidades Autónomas del Estado. O dar libertad para que desde cada autonomía, se pudiera escribir la historia de España a su modo, llegando incluso los vascos a hablar de Juan Zuría y la batalla de Arrigorriaga, o de Breogán en Galicia.

3. Muchas veces usted ha dicho en sus conferencias que política y ética son dos conceptos que deben ir separados. No se puede gobernar con la ética, sino con la política, y que, a fuerza de simple y pura ética podemos cometer graves errores e injusticias. La llegada masiva de refugiados sirios ha abierto el debate en cuanto a los pros y contras que puede generar este fenómeno. ¿Son, a su juicio, más apropiadas las medidas que está tomando Hungría, de cerramiento de sus fronteras, que las que se propugnan desde Francia, España o Alemania, entre otros?

Por influjo de Kant (principalmente) suele entenderse por ética algo así como el conjunto de normas inspiradas por el «imperativo categórico» generado por la conciencia de cada individuo. Los imperativos éticos emanan, según Kant, de la autonomía de las conciencias individuales inmanentes. Y se distinguen de los imperativos hipotéticos (morales o políticos) en que estos se fundan no en su autonomía, sino en la heteronomía de las normas que reciben la presión coactiva de las costumbres (mores) o de las leyes.

Sin embargo este criterio de distinción entre ética y moral (o política) adolece de un psicologismo inadmisible que nos remite a la metafísica del cogito ergo sum cartesiano o al no menos metafísico imperativo categórico kantiano. Un iluminado puede escuchar la voz de su conciencia cuando le inspire asesinar a todos los vecinos negros que le salgan al paso en la calle.

Por ello, el criterio de distinción entre la ética y la política (o de la moral) no lo ponemos en la supuesta génesis de las normas respectivas sino en los objetivos de todas esas normas. De este modo las normas éticas serán entonces aquellas normas, procedan de donde procedan, orientadas a conformar a los individuos en su fortaleza, en su firmeza o en su generosidad. Las normas morales o políticas se caracterizarán por estar ordenadas a la constitución y fortaleza de la vida de los grupos humanos o de las sociedades políticas.

Por ello, las normas éticas y las normas morales o políticas no siempre son compatibles, a pesar de que sean inseparables o indisociables. Hay sin embargo una gran resistencia, en nombre de un armonismo panfilista, a reconocer la incompatibilidad entre las normas éticas y las normas morales o políticas. Desde un punto de vista no panfilista habrá que reconocer que las normas éticas tienen un juego y alcance distinto del que conviene a las normas morales o políticas. Las normas éticas exigen acoger a los refugiados de los que usted habla, pero el acogimiento puede tener sus límites políticos y morales porque con el acogimiento doméstico (que ingenuamente ofrecen muchos vecinos o incluso municipios) no resuelve los problemas reales de integración en la sociedad política, sino que más bien pone en peligro el propio sistema laboral de las sociedades acogedoras que tengan un paro interno superior al 20%. Según esto cada Estado (Alemania, Hungría, España…) tiene que ajustar prudencialmente el alcance de sus normas éticas y de sus normas políticas y sociales. La casuística es aquí decisiva y por ello no cabe declarar en general como absolutamente inadmisibles los cierres de fronteras de un Estado a los refugiados y echando la culpa siempre a las corrientes o limitaciones de la voracidad de las clases dirigentes.

4.Hay opiniones encontradas en cuanto al tema de la inmigración islámica. Unos defienden que el Islam es una religión de paz y que son unos pocos- los yihadistas o radicales- los que interpretan erróneamente el Corán. Otros, por el contrario, opinan que el germen del terrorismo y de la yihad está inserto y es implícito al propio Corán y al Islam, por lo que la inmigración específica de musulmanes es altamente dañina para Occidente. ¿Con cuál de estos dos grupos se identificaría usted más?

Las relaciones o conexiones religiosas entre los númenes animales, humanos o divinos constituyen una categoría, la Religión, que se entreteje constantemente con las categorías éticas, políticas, estéticas, económicas, etc., pero que sólo en muy pocos casos pueden separarse mutuamente aunque puedan disociarse (son disociables los ritmos de los días respecto de los ritmos de las semanas del calendario, o los ritmos de las semanas respecto de los ritmos de los meses o de los años pero son inseparables porque un día está siempre inserto en una semana del mes y este en un año, etc., etc.).

El Islam, como el cristianismo (en cuanto religiones proselitistas) tienen un componente conflictivo con otras religiones y entre sí, y pueden llevar a la formación de una Yihad. En este sentido, la guerra está implicada en muchas religiones históricas, según la época de su evolución, Dicho de otro modo, las guerras religiosas no surgen únicamente de componentes sobreañadidos a la religión. Ni tampoco pueden ser explicados a partir de la barbarie, o del salvajismo, de una religión dada. El tratamiento del Yihad de Averroes no está escrito por un salvaje, sino por un aristotélico muy refinado, Y la tolerancia entre las religiones no es tanto el efecto de una «reflexión ética» sino del mismo enfrentamiento religioso que, en un mismo campo social, ha alcanzado poder político suficiente para tener que suavizar las relación con otras religiones. En cualquier caso la tolerancia, en principio, no fue considerada como una virtud sino como un vicio.

5.¿Qué solución ve al problema del autoproclamado Estado Islámico? ¿Es partidario de la intervención bélica directa y total por parte de países europeos o de los propios Estados Unidos?

No le veo solución general alguna, es una cuestión prudencial que debe tener en cuenta que las guerras no se dividen en justas e injustas sino en prudentes e imprudentes. Si las acciones yihadistas traspasan un cierto límite (que habrá de ser apreciado por los Estados responsables que se sientan en la Asamblea General de la ONU), será prudente la más estricta intolerancia bélica. La dificultad reside en el cálculo del margen que pueda atribuirse a esta aprudencia.

6. Hace unos años publicó usted el libro «Zapatero y el pensamiento Alicia» que trataba de analizar el discurso del presidente socialista; un discurso adornado en la forma, vacío de contenido, simplista, indeterminado y lleno de soflamas populistas con el único propósito de captar votos. ¿Piensa que el discurso del partido Podemos- y aledaños- también podría encuadrarse dentro de este pensamiento Alicia: buenista y demagógico?

El «Pensamiento Alicia» es sin duda panfilista, o armonista. Se comprenderá mi preferencia, dado mi apellido, por el término tradicional panfilismo en lugar del término hoy día muy generalizado de «buenismo». Pero los movimientos «Podemos» y aledaños, aunque sean panfilistas (cuando piensan en el futuro), carecen del componente socialdemócrata propio del pensamiento Alicia.

7. ¿A qué cree que se debe la rápida multiplicación de partidos políticos homólogos a este por toda Europa?

Probablemente al desmembramiento de la Unión Soviética y a la inspiración anarquista del democratismo que nos invade por todos los lados.

8. Por último, ¿Ha notado, con el paso de los años, una decadencia del pensamiento crítico, lógico y razonado en los argumentos que esgrime la mayoría de la población a la hora de votar? ¿Es necesario instruir más a la gente sobre qué es la Filosofía y su importancia?

Desde luego, he notado este proceso de degradación sobre todo en el terreno de la llamada cultura popular (en el proceso de identificación de la música tradicional con la danza macarra) y en el terreno de la filosofía académica por culpa de planes de estudio inspirados por sociólogos, psicólogos y pedagogos.

Pero esta degradación no creo que deba confundirse con el proceso de la, en tiempos llamada, «muerte de la filosofía», ni menos aún con el llamado «proceso de la realización de la filosofía» de inspiración marxista. Lo que se ha degradado, a mi juicio, es la filosofía espontánea de los científicos, de los futbolistas, de los cocineros, de los artistas. La filosofía mundana en auge sorprende porque en nuestros días todo el mundo tiene ya su propia filosofía. El político: «La filosofía de nuestro partido consiste en lograr la victoria ante la oposición o aliarnos con ella para mantenernos en el poder». El futbolista: «La filosofía de nuestro club se condensa en la estructura de sus alineaciones, en nuestro caso (1,2,3,5)». El cocinero: «La filosofía de mi negocio es esta: lunes, miércoles y viernes, carne; martes, jueves y sábados, pescado; domingo, huevos rotos.»

La «filosofía espontánea« del político, del futbolista, del científico o del empresario transforma a este político, futbolista, o cocinero en un majadero que considera superfluo dedicar una parte del presupuesto a sostener cátedras por proyectos de filosofía sistemática académica, pretendiendo sin embargo adornarse con el prestigio heredado del nombre de Filosofía.

 

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