El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 191 · primavera 2020 · página 11
Artículos

Coronavirus: ¿El fin de una idea apotropaica de la globalización?

Joaquín Robles López

El mito de la globabilización y el problema del mal en el mundo

globalización

«La ideología de la globalización se nos presenta, desde esta perspectiva, como un característico mito apotropaico destinado a proteger del terror que habrá de desencadenarse en quienes se dejan arrastrar por la contemplación de un caos que empieza a entreverse por todos lados.» (Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna, págs. 349-350.)

Tras el fin del comunismo realmente existente, la ideología de la globalización comenzó a funcionar como una ideología monista (tan monista como el mismo comunismo, pero también como el propio capitalismo) con funciones apotropaicas (es decir: funciones defensivas o calmantes de naturaleza mitológica o praeterracional). Funciones tendentes a construir la ilusión de un mundo sin entropía en donde el orden estaba garantizado frente a toda digresión individualista o pluralista. El anarquismo, tanto en su versión bakuninista como en la anarcocapitalista, en tanto que ideología contraria a ese orden, fue igualmente atacado desde el comunismo y el capitalismo.

Las funciones de esta mitología apotropaica (recordemos a Fukuyama: tras el descalabro de su tesis sobre el fin de la Historia, publicó un librito ensalzando “la confianza”), por muy praeterracionales que sean, tenían la función práctica de dotar a los individuos de un cielo consolador, de una dosis necesaria de la droga de la confianza para arriesgar en inversiones, generar proyectos, vender y comprar, sabiendo que, por encima de la prosa ordinaria de la vida, existía un orden no sometido a los caprichos y vaivenes del destino e, incluso, superior a la entropía de los estados nación en su dialéctica política, en su lucha por la vida.

La ideología de la globalización como idea apotropaica enlazaba, de este modo, con la tradición de los diferentes credos que, acaso inspirados en el dualismo agustino de la ciudad de Dios y la ciudad terrena, habían fabricado un orden sobrenatural que cumplía estas funciones defensivas, consoladoras y aun escatológicas frente a la realidad de un mundo infecto gobernado por el pecado.

Ahora bien, mientras que la ilusión teológica podía mantenerse al margen del desorden real, puesto que, al fin y al cabo, en ese desorden se hacía consistir la inseidad misma de nuestra existencia frente al luminoso y uránico mundo de la ciudad celeste, la ideología de la globalización, sustentada sobre una ilusión inmanente al mundo real, no puede realizar semejante desdoblamiento.

Sobre todo cuando el caos se produce al margen de las prolepsis, de los planes y proyectos en marcha de las sociedades del presente (suponiendo que este virus no sea, como muchos sospechan, en diferentes sentidos, una construcción humana concebida para debilitar la paz americana, o bien, para frenar el crecimiento de China, elijan ustedes: yo no tengo ni idea).

La pandemia del coronavirus destruye la confianza al situarnos frente a la cruda verdad de que nuestros planes y programas, insertos siempre en un estado nación, no están condonados o protegidos por un orden supranacional que, cual dios trascendente, vigila su eficacia o su propia realización.

No quiero decir con esto que esta crisis vaya a ser la causa de una vuelta a la defensa de los estados nación frente a las ideologías globalistas. Bien pudiera ser que estas ideologías salieran fortalecidas de la crisis mediante el expediente de mostrar la insuficiencia de esos estados para dar respuesta a una pandemia global. Tampoco puede descartarse que esta pérdida de confianza en la globalización nos llevara al reforzamiento del patriotismo y a una feroz dialéctica de estados mucho más evidente, por menos solapada, que la que existe.

En cualquier caso, lo que queremos decir es que así como las religiones entran en crisis cuando muchos de sus acólitos contemplan atónitos el mal en el mundo (se atribuye a Adorno: “Después de Auschwitz no puede existir Dios”), después de esta pandemia la ideología apotropaica de la globalización ha sufrido un varapalo del que creemos poco probable que vuelva a erigirse. Porque si las religiones pueden sobrevivir, puesto que al fin y al cabo Dios escribe recto con renglones torcidos, mal lo tienen los globalistas para combatir esta pandemia con apelaciones a la confianza.

La cuestión abierta ahora es la siguiente: dado que ese horizonte apotopraico parece una ilusión necesaria, ¿habrá que volver a confiar en la Providencia divina? ¿Qué mitos ocuparán el lugar de la ideología globalista? ¿Son necesarios estos mitos y las instituciones que los alimentan? ¿Acaso no sería mucho más prudente reforzar nuestra nación, eliminando las autonomías y dejando de financiar los proyectos globalistas, altermundistas, y las ideologías, etc. de esas instituciones? ¿Habrá que recordar que los derechos humanos no han servido para dotar de respiradores a los ancianos que mueren solos y abandonados?

Martes, 24 de marzo de 2020.

El Catoblepas
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