El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 191 · primavera 2020 · página 13
Artículos

Perspectivas geoestratégicas para España después de la crisis del coronavirus

Sergio Vicente Burguillo

Sobre el papel de España en el mundo postCOVID-19

España

La crisis del COVID-19 ha demostrado (verum est factum) que la unidad atributiva de mayor rango a escala política es la del Estado{1}, y que la Humanidad no es sino una totalidad distributiva, cuya unidad es biológica, pero no política; y que, por eso, se propagan los virus distributivamente atravesando fronteras, a la vez que los humanos se repliegan (sinalógicamente: en familias, hogares) según su ciudadanía (que la otorga, y no sobra decirlo, un Estado concreto). También vemos que los recursos (por ejemplo, de material sanitario), no transitan fronteras generosamente, ni siquiera entre miembros de la UE, de modo que la cruda biocenosis interestatal en que consiste la UE queda de nuevo patente. Y es que, en efecto, el motor de la Historia es, ha sido, y no hay ningún motivo para pensar que no será, la dialéctica de Estados y de Imperios.

Dicho de otro modo, la unidad mínima de análisis geopolítico es el Estado: unidad territorial y política que cuenta con Ejército, leyes y soberanía para decidir e imponer sus decretos en un territorio. Y que el resto de parámetros con incidencia política (clases sociales, grupos morales o religiosos, empresas, etc.) solo pueden entenderse desde los quicios del parámetro estatal.

En este marco, la dialéctica de Imperios que trajo la SGM cristalizó en un mundo bipolar, tras una serie de acontecimientos e instituciones (Bretton Woods, FMI, BM, OTAN, UNESCO, Plan Marshall, Pacto de Varsovia).

Durante 45 años (1945-1990) las dos potencias, soviética y norteamericana, se disputaron la hegemonía y control de terceros Estados. Un punto de inflexión clave fue la reunión de Kissinger con Mao en 1973, donde una potencia emergente, China, no se dejó absorber por la URSS, y encontró en EEUU una alianza solidaria contra la propia URSS, que se desplomaría apenas 15 años después.

Durante la década de 1990 a muchos les pareció que habíamos entrado definitivamente en la época del globalismo y el Fin de la Historia (Fukuyama); que la democracia homologada de mercado pletórico resolvería todos los conflictos con los instrumentos del diálogo, la paz o la conquista progresiva de derechos (sobre todo de bragueta). Es la época donde cristalizan con mayor pregnancia las ideologías ligadas a los fundamentalismos democrático y científico (el religioso, sobre todo islámico, se puede ver como una reacción a los anteriores).

Sin embargo, era fácil entender que esas apariencias eran falaces atendiendo a la geopolítica, donde los intereses y conflictos no se han dejado de reajustar nunca. O considerando que seguía habiendo cinco potencias con derecho de veto en la ONU. O que los Estados no han dejado nunca de invertir en Seguridad y Defensa, o en el desarrollo de las armas NRBQ.

Rusia se fortaleció, sobre todo de la mano de Putin. Hoy podemos diagnosticar la nematología oficial de la URSS –la Historia como lucha de clases– como otra apariencia falaz; que la URSS fue un Imperio que duró 70 años; y que no ha sido nada más (y nada menos) que una fase más del imperialismo ruso. China, por su parte, creció mucho económica y militarmente. Estas dos, considera Kissinger en El orden mundial (2014), más EEUU, Japón, India o la UE (con unidad polémica, reconoce), serán las que se repartan las esferas de influencia del globo (y habría que dar por perdido, a su vez, el empeño en democratizar el islam).

Llegamos a 2020, y tomamos como referencia los análisis de Alfredo Jalife.{2} Su tesis fundamental es que el mundo a escala política no puede considerarse unido armónica o políticamente; que tampoco hay un Estado hegemónico; ni dos (bipolaridad), sino que las grandes esferas de influencia han cristalizado en un mundo tripolar. Esas tres potencias serían EEUU, China y Rusia. Es más, sostiene que los intereses comunes de Rusia y China son numerosos (entre otros: energías, rutas de la seda o por el Ártico). Por otra parte, sostiene que en EEUU impera una “Doctrina Monroe 2.0”, en virtud de la cual América entera volvería a ser controlada por EEUU (y en este marco sitúa las revueltas de Chile o Bolivia -el litio vendido a China-; o una posible invasión de Méjico), toda vez que EEUU no quiere competir en los escenarios de Oriente Medio, y su estrategia se basaría, sobre todo, en contener a China.

¿Y qué queda de España?: Parece que las nematologías en las que estamos envueltos (Pensamiento Alicia, Agenda 2030, LIVG 2.0, europeísmo, nación “de naciones”, Leyenda negra antiespañola, fundamentalismos democrático y científico…), con sus implicaciones distáxicas (rebeliones, sediciones, individualismos disolventes, dilapidación de presupuestos…), habrán de replantearse ante la crisis (al menos económica) que parece inevitable. Y también habrá de replantearse, a nivel geoestratégico, aunque sea como hipótesis de trabajo, cuál podría ser el papel de España en ese mundo tripolar que nos dibuja Jalife, teniendo también en cuenta, huelga decirlo, los análisis de Gustavo Bueno, sobre todo en España frente a Europa o en el Colofón a El Mito de la Izquierda, donde habla de las plataformas morales islámica, anglosajona, china e hispana.

Estas son algunas de las líneas geoestratégicas que cabe ensayar para España:

1) Alineamiento con el eje Rusia-China. Cabe la posibilidad de hablar de una vía “euroasiática”, análoga a la de la UE (cuyo eje era Francia-Alemania), solidaria esta vez frente al bloque liderado por EEUU; tal vez la posición de España se haría fuerte por su componente geográfico (Estrecho de Gibraltar; Islas Canarias; cruce de rutas hacia África o apertura al Atlántico) y lingüístico-cultural (más de 500 millones de hispanohablantes con la posibilidad de conexión con ciertos mercados). España puede jugar esas bazas y tener un papel clave como aliada de China en sus planes de distribución de productos manufacturados, o de Rusia (vg, energías).

2) Alineamiento con el bloque liderado por EEUU. Suponiendo, o no, que EEUU controle (neo-monroísmo) al resto de América, como señala Jalife. Ya hay más hispanohablantes en EEUU que en España, con una superpoblación de hispanos en estados como California o Tejas. Además, en este bloque España puede ofrecer su geografía; y el vínculo morfológico-moral de la lengua puede asentar una relación estrecha entre América y España. Aquí el peso de España, equilibrando fuerzas de EEUU con las del resto de América, podrían ser muy importantes.

3) Una síntesis de 1) y 2). No tienen porqué ser excluyentes las dos opciones anteriores. Se pueden tejer acuerdos (comerciales, diplomáticos) con China y/o con Rusia, sin descartar otros acuerdos con EEUU o algunos países de América.

Nadie conoce el futuro. Y en las democracias occidentales es difícil trazar planes geoestratégicos de más de un lustro (por las elecciones y cambios de rumbo de los gobiernos). Pero la política sin Geopolítica es ciega. Y no parece menor el empeño de esbozar, como hipótesis de trabajo, cuáles pueden ser esas líneas geoestratégicas que den algún horizonte a España. Algo que los partidos políticos españoles no parecen haber hecho en las últimas décadas, envueltos como han estado en las ideologías arriba señaladas. Si se quiere ganar soberanía, es decir, poder relativo en el mundo, habría que ponderar también la importancia de tener moneda propia y contar con armamento nuclear. Y que la Educación nacional (instrucción), hundida hoy por la Metafísica más vulgar y orientada a la distaxia, sirva de una vez a la persecución que los planes geoestratégicos arrojen.

Martes, 24 de marzo de 2020.

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{1} Me remito a los análisis de este número 191 de El Catoblepas. Ver también los artículos en DENAES de Santiago López o Daniel López. Asimismo, es clave conocer los libros de Gustavo Bueno España frente a Europa o La vuelta a la caverna, así como los análisis de Daniel López últimamente en la Escuela de Oviedo sobre El fin del globalismo. En España contamos, entre otros, con análisis de la Revista Ejércitos, el grupo GESI (especialmente atención merece Javier Jordán) o el IEEE.

{2} Alfredo Jalife. Las tesis que se señalan aquí son conocidas. Ver, por ejemplo, sus lecciones y charlas en YouTube. O sus artículos en Sputnik. O sus libros, por ejemplo: “El (des)orden global en la era post-EU”.

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