El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 191 · primavera 2020 · página 31
Artículos

SARS-CoV-2 y el agere de la Naturaleza

Jorge Vázquez Vega

Se ofrece una meditación espinosiana a propósito de ciertos juicios teleológicos proyectados sobre el fenómeno del SARS-CoV-2

Spinoza excomulgado

«Nature is sending us a message»{1}. Las anteriores palabras fueron proferidas en una entrevista para el diario The Guardian por la actual directora del programa medioambiental de la ONU, Inger Andersen, con ocasión de la pandemia de COVID-19 que asola el globo. Cualquiera pudo haberlas proferido con la misma dosis de candor bienintencionado. Cualquiera podría reconocer las inflexiones de su propia voz en ellas. Primero, porque todo individuo es tan intercambiable como las opiniones que se imagina suscribir por libre decisión de su voluntad; segundo, porque tales palabras son síntoma ejemplar del prejuicio más incurablemente arraigado en la mens humana, aquel a partir del cual todos los otros se siguen con esa necesidad inconcusa que tanto obra en el error como en la verdad, y cuyo estúpido asombro –más efecto de la ignorancia que de la sabiduría– evierte la Naturaleza hasta el punto de hacerla delirar lo mismo que la comba imaginación de los hombres, a saber: quod scilicet communiter supponant homines, omnes res naturales ut ipsos propter finem agere. Es decir: «que los hombres supongan, comúnmente, que todas las cosas de la naturaleza actúan, al igual que ellos mismos, por razón de un fin» (EIap){2}. La fórmula pertenece al Apéndice que cierra la parte primera de la Ethica de Spinoza. Cruentas páginas, las de dicho Apéndice, dedicadas a la trituración sin miramientos de toda variedad de doctrina que pretenda endilgar al resto de las cosas naturales un agere, esto es, un actuar teleológicamente orientado como el que ostentan esas sobredeterminadas cosas entre cosas que son los individuos humanos. Toda variedad de doctrina; la que acusan, por ejemplo, aquellas anecdóticas palabras de la Sra. Andersen que aquí he tomado sólo a manera de pretexto. La que profesan, a sabiendas o no, quienes hablan del SARS-CoV-2 como de un nuncio vengador de la Naturaleza, la cual conciben que precisa defenderse de los hombres, igual que un dios airado, a través de enfermedades y catástrofes ecológicas que restituyan su nitidez a las aguas, purifiquen los cielos y devuelvan a los animales sus entornos originarios{3}. Bucólico retrato.

Pero no. La Naturaleza no responde a la imagen evertida que de ella se forman «aquellos a quienes el vulgo adora como intérpretes de la naturaleza y de los dioses» (EIap){4}; no responde al delirio de aquellos que buscan aparecer como vicarios suyos al decir que los hombres son el genuino virus que perturba el orden armónico de lo natural, sin reparar en que tal índole de juicios no hacen sino instituir al hombre como un imperio dentro otro imperio, como una anomalía privilegiada en el engarce causal de lo infinito, puesto que limitan la irrestricta potencia de Dios (esto es, la irrestricta potencia de esa Naturaleza de la cual todo es parte y momento transitorios) a la irrisoria potencia de los demiurgos finitos que somos.

No, insisto. La Naturaleza lo hace todo en vano. Somos nosotros los que fantaseamos con la regularidad y el sentido de sus causas –igual que fantaseaban los científicos de la novela de Lem con la “Solarística”– para no abandonarnos del todo a la certeza de que cierto concurso mínimo de ellas puede hacer de la Historia entera un palimpsesto, sin deber aducir para ello justificación o finalidad algunas. «We need to see what nature is trying to tell us here»{5}. Nada. No hay en su oráculo más de lo que nuestra imaginación desespera por descifrar. Ningún sentido, ningún fin, ninguna maldad, bondad o armonía que no estén puestos por la mirada del objeto que se imagina ser sujeto. Nosotros. Cuya tragedia ha sido siempre idéntica:

Illud in his rebus miserandum magnopere unum
aerumnabile erat, quod ubi se quisque uidebat
implicitum morbo, morti damnatus ut esset,
deficiens animo mæsto cum corde iacebat,
funera respectans animam amittebat ibidem.
Quippe etenim nullo cessabant tempore apisci
ex aliis alios auidi contagia morbi,
lanigeras tamquam pecudes et bucera saecla.
Idque uel in primis cumulabat funere funus.
{6}

Domingo, 5 de abril de 2020.

——

{1} https://www.theguardian.com/world/2020/mar/25/coronavirus-nature-is-sending-us-a-message-says-un-environment-chief

{2} Spinoza, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico, trad., introd., y notas de Vidal Peña, notas y epílogo de Gabriel Albiac, Madrid: Tecnos, 2017, pág. 111.

{3} http://www.comunidadism.es/actualidad/la-naturaleza-en-tiempos-del-covid-19

{4} Spinoza, 2017, pág., 118.

{5} Nuevamente: https://www.theguardian.com/world/2020/mar/25/coronavirus-nature-is-sending-us-a-message-says-un-environment-chief

{6} Pero allí lo más triste y lastimero era que, apenas se veía uno presa del contagio, perdía todo ánimo y yacía inmóvil, creyéndose condenado a morir, el corazón henchido de tristeza, y pensando sólo en la muerte rendía la vida allí mismo. En efecto, en ningún momento el contagio del mal insaciable cesaba de irse comunicando de uno a otro, como en lanosos carneros o en un rebaño de bueyes. Ésta era, sobre todo, la causa que apilaba muertes sobre muertes. LUCRECIO: De rerum natura, VI, 1230-1237. (Sigo la traducción de Eduard Valentí Fiol: De la naturaleza, Barcelona, Acantilado, 2012.)

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