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Fortunata y Jacinta

España y Rusia: Leyenda negra y el Quijote

Forja 002 · 26 septiembre 2018 · 7:37

¡Qué m… de país!

¡Buenos días sus Señorías! Mi nombre es Fortunata y Jacinta y aquí da comienzo un nuevo programa de opinión “parcial, apasionada y política” en redes sociales.

Suena el final conclusivo del Vals número 2 de Shostakovich.

Y esto que acaba de sonar es el bellísimo vals de Shostakovich que es este compositor ruso que a mí tanto me gusta... Y mientras estaba yo bailándolo, así a la española, me daba cuenta de que efectivamente España tiene una contextura histórica muy particular, una de las más complejas del mundo occidental junto con Rusia, en opinión de muchos especialistas.

Verán, sus señorías, resulta que España y Rusia comparten una serie de características y no lo digo solamente porque a los españoles nos gusten especialmente los escritores rusos como Tolstói, Dostoyevski, Gógol o Pushkin o porque, desde su publicación, El Quijote haya tenido una recepción extraordinaria en Rusia y, por ejemplo, Catalina la Grande lo leyera con fruición mientras almorzaba una deliciosa sopa de col con gachas.

De hecho, a muchos líderes rusos se les ha tildado de “quijotes”. Por ejemplo, Napoleón llamó ‘Quijote’ a Pável I de Rusia. Esto es: iba un día paseando por el Hermitage Pablo I Emperador y Autócrata de Todas las Rusias e hijo de Catalina la Grande y va Napoleón y le suelta: “¡Quijote, que eres un Quijote!” Y fíjense que Napoleón se lo decía seguramente con un poco de mala leche. En primer lugar porque los ilustrados franceses le tenían ya un poco de inquina a los rusos por eso de que habían sabido conservar un imperio enorme y muy poderoso, mientras que ellos todavía no. Y en segundo lugar porque la recepción de la novela de Cervantes por parte de los ilustrados franceses –no olvidemos que Napoleón era hijo de la Ilustración–, fue hecha en clave cómica, es decir, que los ilustrados franceses entendieron la novela como la narración de una serie de divertidas peripecias protagonizadas por un personaje estrafalario y punto pelota y se acabó.

Pero ahí no termina la cosa porque luego llegó Bakunin, el anarquista ruso, el ideólogo de ese movimiento antiestatista que tanta implantación ha tenido en España, saben ustedes, con todo eso de “fuera el Estado, ea, fuera todo”. Bueno, pues llega Bakunin y también llama “Quijote” a Nikolái I, o sea al nieto de Catalina la Grande, la que leía con fruición y deleite al Quijote y que cuentan las malas lenguas que le gustaba mucho el sexo y que murió de un ataque al corazón a causa de su irrefrenable deseo sexual por los caballos… Ya saben ustedes, estos relatos fantásticos que suelen aderezar la vida de los imperios y que generalmente tienen mucho de leyenda y muy poco de documento histórico.

Pero con tanto Quijote por aquí y Quijote por allá yo me pregunto, pero ¿y Sancho? ¿Dónde está Sancho? Nadie habla de Sancho.

Españoles, Sancho Panza o el escudero más famoso de la literatura universal, ha muerto. Porque claro, ¡si usted interpreta a Sancho como un personaje cómico y nada más que eso, usted lo mata, lo fulmina, lo destruye, lo aniquila!

Verán, se lo tengo que contar: primavera de 2018 y yo asisto en la capital española a unos seminarios sobre hispanismo e hispanismos. Allí había una hispanista rusa muy interesante pero de cuyo nombre, sin embargo, no me acuerdo. En su exposición, ella solo habló de Don Quijote: “Quijote p’arriba, y Quijote p’abajo. Al terminar su ponencia, yo le pregunté si consideraba que Sancho Panza encarnaba, más allá de su apariencia zafia y grotesca, el carácter más íntimo tanto del pueblo español como del ruso.

Yo lo que quería comunicarle a esta señora es que Sancho Panza a mí me congela la risa, por ejemplo cuando se niega a incurrir en las corruptelas típicas en el gobierno de la Isla de Barataria y entonces sale el tío con su buen juicio y esa nobleza de carácter que revela, precisamente, la ruindad, la miseria moral y la estulticia mental en que se encuentran las élites políticas e intelectuales de la sociedad de su época. Y que quizás debíamos tener un poco más en cuenta a esta figura, a este arquetipo, y empezar a referirnos más al pueblo, al carácter de la gente del pueblo y dejarnos ya de tanto político e intelectual “quijote”.

Entonces la hispanista rusa o ucraniana –no saber– me miró y me dijo: “Querrida Fortunata y querrida Jacinta, nosotros interpretamos a Don Quijote en clave espiritualista frente al materialismo de Sancho Panza, gracias por su amable pregunta, el siguiente”.

¡Pero señora mía, si has dado en el clavo! Pero desarróllalo más: espiritualismo frente a materialismo pero da un paso más allá, mójate un poco, si no vives peligrosamente, no vives, asume riesgos, la vida sólo florece en el peligro. Pero nada, ella solo dijo: “Gracias por su comentario, el siguiente por favor”.

Total, que España y Rusia compartimos una serie de características, como el haber perdido el mundial de fútbol frente a los ilustrados franceses. Y claro, como ya nos miraban por encima del hombro, pues ahora un poquito más… Aunque es verdad que esto lo decimos un poquito en broma porque realmente nos gustan mucho y les queremos mucho y hemos estudiado allí et on parle le français… Y, además, también compartimos con los rusos cierta fama de ilusos, románticos, imaginativos, visionarios, utópicos, noveleros, idealistas y quijotes olvidando, en muchos casos, incorporar en la ecuación a la figura de Sancho Panza y, más grave todavía, es cuando nos olvidamos de Cervantes y de su incuestionable racionalismo desmitificador en pleno siglo XVII, una auténtica novedad.

Y hasta aquí este capítulo de ¡Qué m… de país! Nos vemos en el próximo y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”. Hasta luego.

 



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