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HISPANIDAD: génesis de la festividad del 12 de Octubre y función dentro de la dialéctica de estados y de imperios

Forja 052 · 12 octubre 2019 · 32.45

¡Qué m… de país!

HISPANIDAD: génesis de la festividad del 12 de octubre y función dentro de la dialéctica de estados y de imperios de nuestro presente en marcha

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y aquí da comienzo este nuevo capítulo dedicado a la conmemoración de la Hispanidad. Porque, aunque el Imperio español desapareció desde el punto de vista político, la civilización a la que dio lugar aun permanece y su primer efecto es la lengua: somos países hermanos, España uno más entre todos.

En febrero de este año publicamos un capítulo titulado Hispanidad: lo que no nos contaron en el colegio: ahí tratábamos la idea de Hispanidad desde el vínculo formal, material y objetivo que nos une y así abordábamos los siguientes aspectos: comunidad universal, modelo de imperio generador, política de pactos, réplica de la célula original, educación interracial, las artes, las instituciones, estatuto jurídico de la población, la lengua y dimensión espiritual y religiosa.

En esta ocasión, sin embargo, quisiéramos centrarnos en un aspecto particular de la Hispanidad: su relevancia dentro de la dialéctica de estados y de imperios de nuestro presente en marcha. Para empezar queremos leerles un fragmento de la crónica que Francisco Lucientes, periodista español enviado especial de la Agencia Efe en Nueva York, remitió el día 13 de octubre de 1947. En dicho artículo se lamentaba de «que en la conmemoración del 455 aniversario del descubrimiento de América, hecha en Nueva York el día 12 por la numerosa colonia italiana, representantes de la Marina, del Ejército, de la Policía, alumnos de escuelas católicas, miles de obreros de los servicios municipales neoyorquinos, Caballeros de Colón y muchísimos miles de personas, no se citase una vez, ni por casualidad, el nombre de España (…) Para la mayoría de los yanquis, el 12 de octubre es la fiesta italiana y el descubrimiento de América una proeza italiana».

Asimismo, el corresponsal en Washington del ABC de Madrid, Carlos Sentís, informó el mismo día 13 de octubre de 1947: «Lo del descubrimiento de América funciona con el acaparamiento total de Cristóbal Colón. El Columbus day, equivalente al Día de la Raza, es en Nueva York un día italiano. Absolutamente italiano. La cuna de Colón anula y hace desaparecer toda otra circunstancia (…) El Columbus day neoyorquino me ha hecho el efecto de que Colón arribó a las Antillas sólo y nadando desde una playa de Génova. El nombre de España apenas sale y no se destaca a ninguno en la totalidad de españoles que concurrieron al descubrimiento».

El propio presidente Truman había declarado entonces: “Desde los días en que Cristóbal Colón descubrió América, incalculables miles de seres han venido al Nuevo Mundo desde las costas de Italia para contribuir con su esfuerzo a nuestra cultura y civilización. Ellos han seguido el trabajo de Cristóbal Colón, reviviendo el espíritu que él ejemplarizó, y en este aniversario del afortunado final del intrépido viaje yo les saludo por la fiesta que ellos han representado en la historia de esta nación”.

Por supuesto, el silenciamiento de España como principal responsable en la construcción del Nuevo Mundo venía de muchísimo tiempo atrás. El problema es que, en los últimos años, todos estamos observando un rebrote intensísimo en los ataques a los símbolos históricos de tradición hispánica, esto es, un recrudecimiento de la Leyenda negra tanto en Estados Unidos como en el interior de nuestras propias naciones. La diferencia está en que mientras en EEUU esa hispanofobia sirve para reforzarse internamente como nación, en los países hispanoamericanos y en España sirve para dirigir ese odio hacia dentro, creando facturas internas muy graves.

Aquellos que niegan la existencia de esta ideología antiespañola tendrán que explicar por qué el dedo acusatorio que hoy día justifica el derribo de las estatuas de Cristóbal Colón en distintos puntos de los EEUU no señala, culpabilizándola, a la nación italiana y a los italianos, sino que se dirige, imperturbable hacia España. La respuesta es que sobre la historia de España y sobre los españoles pesa un enjuiciamiento moral que es justamente la base sobre la que se fundó la Leyenda negra contra España hace 500 años. Antes de retomar de nuevo esta polémica, a la que dedicaremos unas consideraciones contundentes al final de este capítulo, analizaremos brevemente la génesis de la festividad del 12 de octubre.

Génesis de la festividad del 12 de Octubre

El Columbus Day, o sea, el Día de Colón, venía celebrándose en los emergentes Estados Unidos de Norteamérica desde 1792, aunque de forma no oficial. De hecho, no sería hasta 1934 cuando, a propuesta de las dos Cámaras legislativas, el Presidente Roosevelt proclamó el 12 de octubre como fiesta federal. Sobre lo que ocurría en España, veamos lo que decía el periodista español José María González García: “En 1892, en el IV Centenario del Descubrimiento, el gran Cánovas del Castillo quiso establecer la Fiesta Nacional del 12 de Octubre en España y en América. Y en aquel año, en 1892, fue efectivamente festivo en España y se dictó la Fiesta en algún país de América y la iban decretando los Estados Unidos con el nombre de Día de Colón” (“El origen de la Fiesta de la Raza”, 1930).

Este mismo periodista ya propuso en 1909 que se declarara fiesta nacional el día 12 de octubre sugiriendo, de forma ingenua, el título de Día de Colón. Dicho periodista que, por cierto, utilizaba el seudónimo de Columbia (el muy cándido… por lo de Cristóbal Colón), intensificó su campaña en 1912 y en 1914: tanto el periódico El Liberal como El País publicaron la carta «El Día de Colón obra de la Prensa. En defensa de una iniciativa». Y quiero que se fijen bien en este titular que acabamos de leer: «El Día de Colón obra de la Prensa. En defensa de una iniciativa». Es decir, 1914, la iniciativa es de la prensa, no de la Iglesia ni de los políticos.

Parece ser que el autor de la denominación «Fiesta de la Raza» fue el ex ministro D. Faustino Rodríguez San Pedro. Dicho rótulo fue utilizado en enero de 1913 en una hoja difundida por la asociación Unión Ibero-Americana de Madrid y esta misma organización celebró por primera vez la denominada “Fiesta de la Raza” el día 12 de octubre de 1914 solicitando el reconocimiento oficial de la fiesta en España.

Y aquí habremos de detenernos brevemente porque esto de la raza puede conducirnos a fatales equívocos. Así que regresemos al día 12 de octubre de 1900, fecha en la que la Asociación Patriótica Española organizó una fiesta literario-musical, en el teatro Odeón de Buenos Aires con objeto de conmemorar el descubrimiento de América. Ese día, el ínclito argentino Don Ernesto Quesada pronuncia un discurso titulado “Nuestra raza”. Hay que tener en cuenta que en ese momento y en ese ambiente, el término “raza” equivale a “cultura”, es decir, no se atiene al sentido estricto de “raza” que en otros ambientes, como los de la Europa protestante, por ejemplo, encerraba ya una fuerte carga racista y en este punto les remito al capítulo 22 de este canal en que abordamos algunos de estos asuntos. Esta cita de Miguel de Unamuno resulta muy atinada para entender por dónde vamos: “Raza, palabra castellana (…) Pero más que raza de sangre, más que línea de sangre, raza de lenguaje. Y un lenguaje es un pensamiento, es un sentimiento común, es una filosofía, hasta una metafísica” (Hispanidad, 1927).

Cosa distinta, hay que advertirlo, es la idea de raza cósmica que el mexicano José Vasconcelos propugnaría en 1925 en su obra La Raza Cósmica. Misión de la raza iberoamericana. Ahí Vasconcelos presenta, más bien, el ideal de una futura raza definitiva y así habla de una quinta raza «la raza definitiva, la raza síntesis o raza integral hecha con el genio y con la sangre de todos los pueblos». Y continua: «América, hogar de la raza nueva, la quinta raza que será síntesis de las cuatro contemporáneas y la primera raza universal, la raza definitiva, la raza cósmica.» Pero, atención, porque no cree Vasconcelos que la cuna de esa quinta raza sea el continente americano en general, sino únicamente Iberoamérica dado que los españoles crearon mestizaje “y esto señala su carácter, fija su responsabilidad y define su porvenir. El inglés siguió cruzándose sólo con el blanco y exterminó al indígena; lo sigue exterminando en la sorda lucha económica, más eficaz que la conquista armada. Esto prueba su limitación y es el indicio de su decadencia”. Bueno, esto es lo que sostenía Vasconcelos en 1925, nosotros ahí lo dejamos.

Pero retomando al argentino Ernesto Quesada, leamos ahora lo que escribía en ese discurso de 1900 refiriéndose a los pueblos sajones: “Para ellos nuestra casta, tanto en la península como en el continente americano, va lentamente a su ocaso. Es, pues, presa segura, cuyos despojos se preparan tranquilamente a repartirse. En la vida diaria nos tratan individualmente, es cierto, con toda la consideración o la simpatía que las personas puedan inspirar; pero, del punto de vista colectivo, nos miran con un desdén profundo y sincero”. Y unos párrafos más adelante incorpora la distinción entre finis operis y finis operantis y así dice: “Y si en algunas regiones apartadas de América se cometieron abusos por hombres sin piedad, convirtiendo el yanaconazgo, la mita y la encomienda en verdaderas servidumbres de la gleba, no es menos cierto que jamás fue ello tolerado o dejado sin castigo, y que se hizo cuanto fue posible por atraer a la civilización cristiana a las innumerables tribus indígenas. No han obrado así quienes se precian de superiores: en otras partes se ha preferido sencillamente exterminar a los indios, por las armas o por el triste veneno del alcohol”. Esto escribe Ernesto Quesada en el año 1900 (en Nuestra raza).

Leyendo los documentos de la época, no hay duda de que todas estas personas eran ya muy conscientes de que las naciones hispanoamericanas se encontraban en abierta dialéctica contra la Norteamérica anglosajona y valoraban la importancia extraordinaria que en dicho contexto jugaba la lengua española. Que un idioma siempre está en competencia dialéctica con otros idiomas es una realidad evidente y ahí tenemos a Filipinas, por ejemplo, donde el español ha perdido la oficialidad. O a los EEUU financiando desde hace décadas el espanglish, esto es, un español degenerado, tratando de asimilar a las enormes masas de población hispana que no termina de asimilarse al inglés. Contra la lengua española, la segunda más hablada del mundo y en crecimiento, han tratado de potenciarse históricamente las lenguas vernáculas y en la propia España el español es objeto de agresión constante por parte de quienes reivindican un sin fin de identidades ficticias. No en vano, el argentino Don Ernesto Quesada, ya había escrito en 1900 un libro de 157 páginas titulado El problema del idioma nacional. ¿Debe propenderse en Hispano-América a conservar la unidad de la lengua castellana o es acaso preferible favorecer la formación de dialectos o idiomas nacionales en cada república? (ver la bibliografía del autor en Nuestra raza). Es decir, cuestión clave en el momento de consolidación de las independencias hispanoamericanas era determinar si se debía pensar a favor o en contra del español. Ernesto Quesada fue cofundador en 1910 de la Academia Argentina de la Lengua, que nació con objeto de corregir y ampliar el léxico local contenido en el diccionario de la Real Academia de la Lengua española y de coordinar, junto con el resto de academias hispanoamericanas, la confección de un vocabulario hispanoamericano separado.

En fin, en torno a este complejísimo asunto de la Hispanidad se nos abren a cada paso múltiples líneas, pero en pos de la inteligibilidad nos conviene reordenarnos. Buscando la génesis de la festividad del 12 de octubre cuenta Zacarías de Vizcarra que el 12 de octubre de 1915 se habría celebrado por vez primera el “Día de la Raza” en la Casa Argentina de Málaga. Y el 4 de octubre de 1917 el Gobierno de la nación argentina, con la firma del presidente y de todos los ministros, declaró fiesta nacional el 12 de octubre. Estamos viendo, por tanto, el enorme protagonismo que Argentina y los argentinos asumieron en relación a esta cuestión, pues fue precisamente Argentina la primera nación hispanoamericana en declarar el 12 de octubre como Fiesta Nacional. Lo hace antes que España. Esto sucedía en 1917, siendo presidente Hipólito Irigoyen, celoso guardián de la soberanía de las naciones hispanas, quien escribió que «es eminentemente justo consagrar la festividad del 12 de octubre, en el mensaje de España, progenitora de naciones, a las cuales ha dado con la bravura de su sangre y con la armonía de su lengua una herencia inmortal que debemos de afirmar y de mantener con jubiloso reconocimiento» (puede leerse en “La Fiesta de hoy y el Decreto de Irigoyen”. Un año más tarde, en 1918, Antonio Maura, Presidente del Consejo de Ministros de Alfonso XIII y el propio Alfonso XIII firman el decreto que hacía festivo el 12 de Octubre como “Fiesta de la Raza”, conmemorativa del descubrimiento de América.

Sin embargo, el rótulo Fiesta de la Raza fue suscitando desde muy pronto razonables recelos por su indefinición y por las adherencias ideológicas de las que se iba cargando el propio concepto de raza tras los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, momento en que las ideologías racistas de los países noreuropeos quedaron plenamente al descubierto. Porque recordemos que el racismo científico nace en Francia con la Ilustración, se expande por el área de difusión germánica, anglosajona y escandinava y es el que justifica los métodos abrasivos del colonialismo del siglo XIX. Es decir, España y en general los países mediterráneos quedaban históricamente al margen de esta trayectoria irracionalista: países latinos y católicos. Y no olvidemos que el modelo antropológico del supremacismo racial fue considerado políticamente correcto en zonas de tradición anglosajona hasta después de la II Guerra Mundial y basta recordar el tratamiento jurídico que se daba a los aborígenes australianos en los años 60.

Pues bien, el 12 de octubre de 1918, en Buenos Aires, el español Ricardo Monner Sans introdujo el rótulo “Fiesta hispanoamericana”, pues al parecer le repugnaba el de Fiesta de la raza, “ya que hoy, en el siglo XX, no acierto a ver más que una raza, la humana”. Y continuaba: «Apellidar Fiesta de la raza a lo que es sencilla y netamente fiesta de la familia hispanoamericana, se me antojó siempre inadmisible hipérbole, pues pugna con la lógica y con la historia» (La fiesta hispanoamericana, Buenos Aires 1918).

Pero sigamos. Hasta ahora hemos visto cómo van barajándose distintos rótulos para la celebración del 12 de octubre: “Día de Colón”, “Fiesta de la Raza”, “Fiesta hispanoamericana”, &c. Habremos de abordar ahora el origen del término “Hispanidad”. Hispanidad es término del español clásico que llevaba décadas en desuso a principios del siglo XX. Tan antigua es la palabra que ya la encontramos en un tratado de 1531. Renació en 1910, maduró durante unos años en Córdoba, Argentina, y floreció a partir de 1926 en todas los territorios de tradición hispánica (ver “Hispanidad” en Filosofía en español).

Hacia 1929 el sacerdote católico español Zacarías de Vizcarra, radicado en la Argentina, propuso en un artículo publicado en la revista Criterio de Buenos Aires, que “Hispanidad” debiera sustituir a “Raza” en la denominación de las celebraciones del 12 de octubre. Para Vizcarra, la idea de hispanidad representaba la suma de humanidad y de cristiandad, en sentido católico se entiende. La hispanidad se presentaba, frente al protestantismo, como la síntesis perfecta entre la caridad cristiana y la igualdad entre todos los hombres. Esta identificación entre lo español y el catolicismo es la que triunfa durante el franquismo y de ahí viene también la idea de que la Hispanidad es una celebración propiamente franquista. Pero en este programa estamos viendo, en primer lugar, que la reivindicación de tal festividad es muy anterior a la llegada de la dictadura de Franco; en segundo lugar, que la nación Argentina cumple un papel absolutamente protagonista en estos asuntos; en tercer lugar, que son los periodistas de un lado y otro del océano, y no los eclesiásticos, quienes asumen en muchas ocasiones la iniciativa y en cuarto lugar, que Miguel de Unamuno empieza a utilizar el término hispanidad veinte años antes que el sacerdote católico Vizcarra. La apropiación de la idea de la Hispanidad por parte de la Iglesia católica es relativamente tardía y, de hecho, la cuestión religiosa no lo cubre todo y mucho menos en nuestros días. La celebración de la Hispanidad tuvo en sus orígenes y mantiene en la actualidad un sentido civil, no meramente religioso, y puede defenderse en un sentido cultural y filosófico precisamente frente a la pujanza de los EEUU y del inglés.

El término hispanidad, como decimos, fue utilizado ya por Unamuno en un artículo publicado por La Nación, en Buenos Aires, el 11 de marzo de 1910 y comenzó un nuevo florecimiento a partir de 1926 de la mano del médico argentino Avelino Gutiérrez y de dos periodistas españoles, el socialista Luis Araquistain y el liberal Dionisio Pérez, quienes se convirtieron, durante los años 1926 y 1927, en principales propagadores de su uso (particularmente en periódicos como El Sol y La Voz). Ya en el exilio, Miguel de Unamuno declararía su preferencia por el término hispanidad antes que por los de españolidad, italianidad o argentinidad y en 1927 escribió su famoso artículo “Hispanidad”: “La Hispanidad, ansiosa de justicia absoluta, se vertió allende el Océano, en busca de su destino, buscándose a sí misma, y dio con otra alma de tierra, con otro cuerpo que era alma, con la Americanidad (…) Y bien, a fin de cuentas, ¿qué es la Hispanidad? Ah, sí yo la supiera… Aunque no, mejor es que no la sepa, sino que la anhele, y la añore, y la busque, y la presienta, porque es el modo de hacerla en mí”.

El 15 de diciembre de 1931, Ramiro de Maeztu, que había sido Embajador de España en la Argentina en 1928 y 1929, inicia la revista Acción Española con un artículo “La Hispanidad” que comienza: “El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad”. A lo largo de 1932 y 1933 Maeztu va puliendo y popularizando en Acción Española su idea católica de la Hispanidad, que queda consolidada en la primavera de 1934, cuando aparece su libro Defensa de la Hispanidad. Como vemos, todo esto se está desarrollando en el contexto de la Segunda República española y sobre esto habría tantísimo que decir… por ejemplo, podríamos hablar de la intensísima violencia anticlerical que por entonces se vivía en España y también en México, con lo de los Cristeros. Nos conformaremos con señalar que en 1935, en la plenitud de la Segunda República española, se celebra por primera vez el “Día de la Hispanidad” en la Academia Española de la Lengua.

En 1931, el entonces comunista Santiago Montero Díaz defendió, contra los separatismos, al “conjunto de naciones ligadas por una comunidad de intereses y subordinadas a una denominación común de hispanidad”. En 1937 Antonio Machado, en su discurso de clausura del Congreso Internacional de Escritores de Valencia, habla como “un español consciente de su hispanidad”. En España, la denominación del Día de la Hispanidad alcanzaría reconocimiento oficial en 1958 y sería refrendada en 1981. El 12 de octubre fue ratificado como festividad nacional en España en 1986 aunque entonces volvió a prescindir de la denominación “Día de la Hispanidad”. A pesar de ello, dicho término sigue siendo el mejor implantado hoy día a nivel popular.

Tomando partido por la Hispanidad

El auto odio español estalló con motivo del Quinto Centenario del Descubrimiento de América de la mano del laureado escritor español, Rafael Sánchez Ferlosio. El muy peine escribió entonces Esas Yndias equivocadas y malditas para decir que aquí nada había que celebrar puesto que todo había sido crueldad y rapacidad por parte de España. Para evitar trifulcas y por si acaso se ofendía a algún oído piadoso, se cambió el lema de la efeméride y en vez de “descubrimiento” se dijo «Encuentro entre dos mundos». El Gobierno de la Nación española decidió otorgar el Premio Nacional de las Letras Españolas al ocurrente odiador.

En América, estas arremetidas se dicen en nombre de los autoproclamados indigenismos, movimientos que en todo el mundo gozan de muy buena prensa, dado que apelan al relato sentimental de unas supuestas minorías históricamente oprimidas. Tanto en Nicaragua, Venezuela como Navarra, España, la festividad oficial del 12 de octubre ha pasado a llamarse El Día de la Resistencia Indígena y en distintos lugares de EEUU ha dejado de celebrarse el Columbus day para dar paso al Día de los pueblos indígenas. Y el despiporre no ha hecho más que empezar, por supuesto. Asimismo, estos ataques han renacido con mucha agresividad en España de la mano de los movimientos separatistas que buscan directamente la secesión apoyándose en el argumentario hispanófobo de toda la vida.

Y lo que hay que señalar es que todos estos movimientos, cuyo efecto inmediato es el extravío identitario y la disolución de las naciones canónicas, no surgen como una reacción natural y espontánea de la ciudadanía, sino que vienen alentados por las élites políticas, periodísticas y universitarias y cumplen una función política e ideológica importantísima: por un lado, borrar la culpa de los EEUU en la depredadora expansión colonizadora de sus antepasados, los colonos angloprotestantes norteamericanos, y transferir esta culpa, no ya a los italianos, qué curioso, sino a España.

Lamentablemente, tanto en la España actual como en las distintas naciones hispanoamericanas, una parte importantísima de nuestras élites practican desde hace años esta metodología negrolegendaria que consiste básicamente en sustituir la historia por la antihistoria a golpe de omisiones y exageraciones, alejándose vergonzosamente de todo rigor científico y filosófico. Y es que, queridos amigos, la leyenda negra es una ideología política que sirve a intereses políticos y económicos muy concretos y si no, observen el gigantesco negocio que el separatismo catalán ha logrado a costa de seguir presentando a Castilla, la región más despoblada y desindustrializada de España, como una tiránica, inquisitorial y frailuna fuerza opresora.

Negar hoy día la existencia de la hispanofobia, su actual vigencia y su extraordinaria rentabilidad a nivel político, es estar completamente ciegos. Que una parte importante de nuestras élites, a un lado y otro del océano, sigan fomentándola en los planes educativos y en sus productos culturales (películas, documentales, proyectos artísticos, etc.) es ejemplo de extrema imprudencia política y todos deberíamos denunciarlo de forma contundente. Porque al reducir la acción imperial española a una pura depredación genocida no solo incurrimos en un crimen de lesa historia, sino que facilitamos la hegemonía de las potencias anglogermánicas de tradición protestante, es decir, nos ponemos al servicio de los poderes realmente hegemónicos y efectivos. De forma trágicamente ingenua por parte de unos, desinformada, maliciosa o cobarde por parte de otros, esta actitud derrotista por parte de los hispanos de ambos hemisferios no hace más que debilitarnos de cara a la dialéctica de imperios de nuestro presente en marcha, así que más nos vale espabilar.

Lejos de exaltaciones nostálgicas y de triunfalismos carentes de realismo político, lo cierto es que cada vez surgen más voces en defensa de la Hispanidad y aquí seguiremos plantando batalla hasta que nos quedemos sin aliento. Desde un punto indeterminado de la recoleta meseta castellana, envío un fuerte abrazo a todos los hispanohablantes del mundo, a un lado y otro de los océanos. Agradecemos su apoyo a todos nuestros mecenas y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.



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