David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Política evangélica

A principios de la década de 1970, algunos neo-evangélicos se hallaban avergonzados por el fracaso de sus iglesias al apoyar al movimiento de los derechos civiles de los negros y oponerse a la Guerra de Vietnam. Aquí y allá surgieron signos de una conciencia crítica social. Billy Graham se sintió conmovido por la caída de su amigo Richard Nixon en el escándalo de Watergate, repudió la cruzada anticomunista de su juventud, y habló del control de las armas nucleares como su «interés social nº 1».{20}

Una influencia sobre Graham fue lo que Richard Quebedeaux llamó una «izquierda evangélica».{21} Educado en los seminarios y en las universidades más liberales como Fuller, cerca de Los Angeles y Wheaton, cerca de Chicago, tomó su inspiración de las «iglesias de la paz» –algunas denominaciones menonitas y la Hermandad Unida (United Brethren). La tradición pacifista de tales organismos había sido separacionista y pietista, pero estos cristianos eran activistas. Al propagar sus puntos de vista a través de grupos como Evangélicos para la Acción Social, Sojourners, y The Other Side, reclamaban ser escuchados en la Asociación Nacional de Evangélicos. A pesar de que ellos apoyaban la necesidad del evangelismo y rechazaban la violencia revolucionaria, su misión era cuestionar el militarismo norteamericano, y convencer a sus hermanos sobre la necesidad de la reforma social.

Los evangélicos de esta tendencia alcanzaron su apogeo durante la presidencia de Jimmy Carter (1977-1981). La estimación de un partidario, que decía que representaban una cuarta parte de los evangélicos blancos, parece más bien optimista.{22} No obstante, millones de protestantes negros, teológicamente conservadores, compartían sus intereses. Quienes les escucharon fueron los neo-evangélicos de peso, como Billy Graham y Christianity Today, la revista que éste ayudó a fundar en 1956. A través de las carreras profesionales de la gente a la que influenciaban, su pensamiento se filtró en el liderazgo de muchas iglesias y agencias. [71]

La elección arrasadora de Ronald Reagan en 1980 fue un rudo despertar. Los evangélicos de centro izquierda habían liderado el camino en incitar a sus hermanos para que se involucrasen en los asuntos sociales, pero la derecha religiosa cosechó la mayor parte de activistas. Acusó a los evangélicos de centro-izquierda de ser protestantes liberales, y criticó al liderazgo neo-evangélico por tolerarlos. Los asuntos sociales que los neo-evangélicos bien educados del este y del norte de los Estados Unidos deseaban plantear –empleos para los pobres, el hambre mundial, la amenaza del holocausto nuclear– no capturaron la imaginación de la mayoría de evangélicos.

Lo que sí captó su atención fueron las advertencias fundamentalistas en contra de las amenazas a la forma de vida americana. La enseñanza de la teoría evolucionista, la decisión de la Suprema Corte, en 1962, de proscribir la oración en las escuelas públicas, su decisión de 1973 de legalizar el aborto, la igualdad para las mujeres, derechos para los homosexuales –éstos eran los temas que preocupaban a la mayoría de los evangélicos. El detener las guerras y ayudar a los pobres contaba menos que oponerse a los cambios sociales que los hacían sentir como extraños en su propio país.

Algunos fundamentalistas habían entrado en la actividad política en 1976, al apoyar para presidente a un bautista sureño seglar, Jimmy Carter. Decepcionados por Carter una vez en el poder, se pusieron de acuerdo con los hombres que reorganizaban la derecha del Partido Republicano. Estos nuevos aliados estaban principalmente interesados en restaurar el capitalismo de laissez-faire y luchar contra el comunismo. Pero para reclutar a los fundamentalistas como soldados para sus millonarios colaboradores financieros, estaban deseosos de explotar temas morales y se alinearon con los televangelistas, quienes se convirtieron en los profetas de la derecha religiosa.{23}

El demócrata Jimmy Carter era un anciano en su congregación bautista sureña, y allí enseñaba en la escuela dominical. Pocos pensaban que fue un presidente efectivo, en parte debido a que se comportaba como un sirviente cristiano. Esto, a los ojos de la derecha religiosa, lo convertía en algo como un cobarde. Ellos querían un hombre duro en la Casa Blanca, e hicieron mucho para elegirlo. Ronald Reagan, un actor [72] de cine divorciado, que rara vez se molestaba en ir a la iglesia, y que entregaba poco para la caridad, no parecería ser un cristiano renacido muy convincente. En contraste con el discurso de Carter sobre la necesidad de la humildad, Reagan enfatizó el poder y la grandeza de los Estados Unidos. En contraste con los intentos de Carter por promover los derechos humanos y por negociar la paz en el Medio Oriente, Reagan realizó campañas para nuevos sistemas bélicos y promovió nuevas guerras. Pero para la derecha religiosa, él representaba el renacimiento espiritual. Se ocupó de las cuestiones morales que les interesaba a ellos, especialmente la oposición al aborto, al que consideraban un homicidio. Nunca se dieron cuenta de que en Guatemala y en El Salvador, la elección de Reagan de 1980 fue seguida de un crescendo de terror oficial. Los escuadrones de la muerte de América Central pensaban que su hombre estaba en la Casa Blanca. La derecha religiosa se regocijaba con su nuevo presidente cristiano.

Notas

{20} Ralph Chandler, «The Fundamentalist Heritage of the New Christian Right», en Bromley y Shupe 1984: 56. «Billy Graham: Evangelists Go To Far», Sacramento Bee, 4 de enero de 1985, p. A2.

{21} Quebedeaux 1978: 84-96.

{22} Grant Wacker, «Uneasy in Zion», en Marsden 1984: 18.

{23} Para una descripción del reclutamiento de evangélicos conservadores por la derecha religiosa, véase Wallis 1986.

 

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