David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Puente Internacional del Amor

Mientras el primer presidente evangélico de Guatemala restringía a los escuadrones de la muerte en la capital y se imponía a las guerrillas en el campo, se acercaba una fecha muy importante. En noviembre de 1982, se cumplía el centésimo aniversario de la primera misión protestante en Guatemala. Seguramente, creían muchos evangélicos, esta convergencia entre el centenario de su fe y el primer líder cristiano del país era una señal del Señor. Al igual que la Iglesia del Verbo y el mismo Ríos Montt, concluyeron que él era el hombre de Dios para salvar a Guatemala del comunismo y para guiar a la nación hacia Cristo. [230] Para los creyentes que anteriormente habían preferido no discutir sobre política, un tema considerado como un tabú se convirtió en un milagro de Dios.

Los enemigos alegaban que los ancianos de Verbo tenían una influencia similar a la de Rasputín sobre el nuevo presidente. Pero su única función visible en el nuevo régimen era la de certificar su integridad. Esta no era una tarea pequeña o sin importancia, sin embargo, y se ocupaban de ella con gran empeño. A pesar del anuncio de una nueva era de moralidad, la estrategia del ejército guatemalteco en el altiplano estaba produciendo una cantidad sin precedentes de refugiados indígenas. No se satisfacían sus necesidades y sus historias sobre el barbarismo del ejército contradecían las declaraciones de Ríos Montt de hacer respetar los derechos humanos.

Frente al público, los ancianos de Verbo nunca vacilaban. A su llegada al palacio presidencial, habían puesto énfasis en los males del régimen anterior, y en cómo Ríos iba a mejorar la situación.{19} Y lo había logrado, afirmaban. Como amigos personales del presidente, sabían que él no podía estar ordenando masacres de civiles. Por supuesto, admitían, Ríos no podía ser responsabilizado por cada acto cometido por un ejército de veinte mil individuos. Pero ya que ahora las fuerzas de seguridad estaban bajo su control, éstas no podían ser responsables de tales crímenes. De acuerdo a la Iglesia del Verbo, las bendiciones derramadas por el Espíritu Santo el 23 de marzo fueron tan poderosas que produjeron un giro de 180 grados en el comportamiento respectivo del ejército y de la guerrilla.

Lamentablemente, no todos estaban dispuestos a reconocer este nuevo hecho. En poco tiempo, los ancianos de Verbo se encontrarían envueltos en una lucha espiritual con dos de las manifestaciones más insidiosas del humanismo secular del mundo actual. La primera eran otros cristianos, o por lo menos así se denominaban, ya que en las persistentes calumnias de ciertos supuestos grupos cristianos, los ancianos de Verbo detectaron la influencia de la teología de la liberación. Es decir, tendrían que luchar contra aquel intento marxista para reemplazar al evangelismo con la política y torcer la escritura hasta convertirla en una justificación para la revolución violenta. Sin embargo, el enemigo más acérrimo de Ríos eran los medios de comunicación liberales, con sus [231] prejuicios y propaganda escandalosos. Cegados por la noche y la neblina que cubre la visión de los incrédulos, los periodistas no reportaban la tan clara verdad que la Iglesia del Verbo percibía.

¿Dónde podían los ancianos del Verbo encontrar hermanos cristianos que les ayudaran a combatir estas mentiras? Pocos años antes, el altiplano había estado poblado por misiones, agencias y centros para el desarrollo de esto y aquello, generalmente financiados por extranjeros. Desgraciadamente, el régimen anterior había identificado a dichos esfuerzos como el Caballo de Troya de la subversión, había colocado a sus coordinadores indígenas locales en listas, y los había perseguido hasta la muerte.{20} Ahora, los horrorizados patrocinadores se preguntaban cómo ayudar a los sobrevivientes sin estimular más derramamiento de sangre. La mayoría tomó la decisión de esperar.

Pero dos no esperaron –el conocido promotor de salud comunitaria Dr. Carroll Behrhorst y el Instituto Lingüístico de Verano (SIL)–. El programa de desarrollo de Behrhorst había terminado cuando once de sus cuarenta y siete promotores mayas murieron misteriosamente bajo el gobierno de Lucas García. En cuanto al Instituto de Verano, éste se había unido al programa de alfabetización del mismo régimen. A pesar de que la nueva campaña de alfabetización era administrada por la policía nacional, la cual podría estar menos interesada en producir nuevos lectores que en recoger inteligencia, éste había sido un momento oportuno para que el SIL llevara a cabo su política de servir a Dios al servir al gobierno. A pesar de su ansia por relacionarse con las autoridades, la mayoría de los traductores bíblicos del SIL se mostraban reacios a perder el tiempo pensando en política, pues sentían que ésta sólo obstaculizaría su labor misionera. Sin embargo, a medida que las amenazas y la violencia aumentaban, los traductores fueron forzados a responder. Lo hicieron marchándose, llevando a los asistentes mayas a la capital para terminar sus traducciones del Nuevo Testamento lo más rápido posible. Estos grupos no regresarían al campo hasta que éste se encontrase bajo control, lo cual incluía poner bajo control al ejército. ¿Podría el nuevo presidente proporcionar esta garantía?

Para probar que podía hacerlo, Ríos Montt designó a un miembro del directorio de la Fundación Behrhorst, Harris Whitbeck, para que [232] sirviera como su personero en el campo de auxilio. Un ex-sargento de los marines estadounidenses y contratista de construcción que resultó tener influencia en Washington, Whitbeck servía como nexo entre los militares y los colaboradores civiles. Reforzados de esta manera, para julio de 1982 los tres grupos –la Iglesia del Verbo, la Clínica Behrhorst, y varios traductores del Instituto Lingüístico de Verano– organizaron la Fundación de Ayuda para el Pueblo Indígena (FUNDAPI). El personal de Behrhorst y los traductores del Instituto de Verano servirían como agentes de campo, mientras que la Iglesia del Verbo proporcionaría el personal en la capital y obtendría fondos en los Estados Unidos. Mucho se había hablado sobre cómo los evangélicos norteamericanos vendrían a la ayuda de su hermano Ríos Montt. Él mismo había dejado caer la cifra de un billón de dólares. A finales de julio, anunció que una rama de Gospel Outreach llamada Puente Internacional del Amor (International Love Lift) administraría las contribuciones de los Estados Unidos.{21} En Guatemala, los nuevos oficiales de FUNDAPI se preparaban para recibir una avalancha de fondos.

Los ancianos de Verbo anticiparon que al dar alimento, medicina, vestimenta, vivienda y herramientas de trabajo, satisfarían las necesidades de los refugiados, ganarían su apoyo para el nuevo gobierno y crearían oportunidades para el evangelismo. La presencia misionera, esperaban en privado, también frenaría al ejército de los crímenes que sabían que todavía estaba cometiendo. Finalmente, esperaban reforzar la credibilidad de Ríos Montt en los Estados Unidos. Las peticiones de fondos prestarían los nombres de líderes espirituales como el televangelista Pat Robertson, Bill Bright de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, y de Jerry Falwell, fundador de Mayoría Moral, a la causa del nuevo presidente cristiano.

En poco tiempo, FUNDAPI se encontraba llevando a los visitantes a un lugar donde podía mostrarles «lo que realmente estaba pasando» –en contraste con el cuadro pintado por los refugiados, periodistas, grupos revolucionarios y organismos de derechos humanos–. Por muy brutal que haya sido el ejército antes de Ríos Monnt, decía FUNDAPI a los visitantes, la violencia había sido provocada por la guerrilla. ¿Por qué aquellos que criticaban al ejército nunca mencionaron que la guerrilla utilizaba a los civiles como escudos contra el fuego del ejército? [233] FUNDAPI sostenía que la gente había quedado atrapada en medio, y que ahora escapaba hacia el ejército en busca de protección. Se decía que otros refugiados todavía permanecían como rehenes de la guerrilla, la cual mataba a aquellos que trataban de escapar. Simplemente no había pruebas de que Ríos Montt hubiera ordenado dichas atrocidades, afirmaba el personal de FUNDAPI. Insistían además que, en muchos casos, supuestas masacres del ejército habían sido perpetradas por la guerrilla, las cuales querían desacreditar al nuevo gobierno y evitar que los Estados Unidos reanudase la ayuda militar.

Muchos misioneros evangélicos no compartían la visión algo ingenua de la Iglesia del Verbo. Otras dos escuelas de pensamiento aparecieron a medida que informes de nuevas masacres llegaban a raudales desde el altiplano. Unos pocos misioneros decidieron que Ríos Montt estaba utilizando su fe para cubrir la escalada de terror del ejército; pronto fueron forzados a abandonar el país. Otro grupo, bastante más grande, menospreciaba tales informes, aceptaba las buenas intenciones de Ríos Montt, y esperaba que él estabilizaría la situación. Pero continuaban abrigando dudas sobre la idea de un dictador renacido, y realmente no creían que el ejército guatemalteco se había transformado en una institución humanitaria. A diferencia del sector aleluya del evangelismo norteamericano, estos misioneros más pragmáticos y experimentados aceptaban al nuevo régimen militar y a sus promesas de reforma como a un mal menor que la revolución.{22}

Notas

{19} Joseph Anfuso, «The Coup in Guatemala», Radiance, mayo de 1982, págs. 3, 6-8.

{20} Davis y Hodson 1982.

{21} Shelton H. Davis, «The Evangelical Holy War in El Quiche», Global Reporter (Boston: Anthropology Resource Center), marzo de 1983, págs. 7-10.

{22} David Scotchmer al autor, comunicación personal.

 

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