David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
←  nódulo 2002 • capítulo 8 • páginas 286-289  →

Servicio militar patriótico

Aunque los sandinistas cristianos fuesen tan inteligentes como la serpiente y gentiles como la paloma, la cruel realidad de la revolución y de la contrarrevolución los colocaba en una posición difícil y antipopular. La inflación, el racionamiento, y el colapso del poder adquisitivo, no eran las únicas razones por las que los evangélicos se indisponían frente a la revolución. También existía el Servicio Militar Patriótico. Evadir al servicio militar en el siglo diecinueve había constituido una verdadera técnica de supervivencia en Nicaragua, ya que los rivales políticos despoblaron de hombres al sector rural para que tomen parte en sus interminables guerras civiles. En la década de 1850, se dice que el filibustero norteamericano William Walker obtuvo una breve popularidad entre los pobres porque, a diferencia de la élite nicaragüense, únicamente tomó a voluntarios.{70} Ahora, con las necesidades militares de la Revolución Sandinista, el pacifismo inundaba las iglesias.

Era fácil detectar una nota hipócrita en este despertar moral. Muy pocas denominaciones protestantes en América Latina se han preocupado por la moral de la guerra. Los pacifistas consecuentes –oponentes a toda violencia– eran tan raros como los budistas. En los conservadores brotó una conciencia antiguerra, utilizando textos bíblicos como «no matarás» para pedir a los jóvenes que no se sometiesen al servicio militar sandinista y excluir a aquellos que lo hacían.{71} Dos grupos tradicionalmente comprometidos con el pacifismo fueron los primeros en sufrir por este giro teológico. En marzo de 1982, a veinte y cinco misioneros menonitas se les dio veinticuatro horas para abandonar el país, antes de ser indultados en el aeropuerto.{72} Nueve Testigos de Jehová extranjeros fueron deportados por poner en peligro la defensa nacional.{73}

El campo de batalla en 1981-1982 era la milicia sandinista. Supuestamente ésta era una institución voluntaria. No obstante, si el Frente Sandinista local decidía que necesitaba aumentar las fuerzas para defenderse de los ataques de los contra, aplicaba el peso de su presión, reforzado por la opinión mayoritaria de la comunidad. De acuerdo a una misionera bautista norteamericana, Sheila Heneise, se hablaba menos sobre el pecado de llevar un rifle a medida que aumentaban las atrocidades de los contra. A partir de la declaración de la conscripción militar [287] en septiembre de 1983, el sentimiento pacifista se puso al frente. No se podía culpar a los misioneros norteamericanos de derecha por la oposición al servicio militar, pensaba Heinese, porque los mismos sentimientos eran fuertes en iglesias sin ellos.{74} Por corto tiempo, existieron exenciones, caso por caso, para objetores de conciencia. Pero tantos dieron un paso adelante que las excepciones se restringieron a seminaristas, lo que produjo un auge de inscripciones en los seminarios. Para aquellos que no tenían la buena fortuna de servir a Dios en esta manera, el último recurso era el servicio alternativo dentro del ejército –esto es si se podía arreglar con comandantes locales, algunos de los cuales no gustaban de la idea–. Los pastores conservadores que detestaban a los sandinistas, hombres con una alta opinión de los Estados Unidos, se encontraban impotentes mientras sus jóvenes partían en uniforme sandinista. Sabían que algunos regresarían en cajones después de enfrentarse a las fuerzas insurgentes apoyadas por los mismos Estados Unidos.

«No, no somos pacifistas», me dijo un líder de las Asambleas de Dios. Por tanto, si su iglesia no objetaba la conscripción militar en El Salvador, Honduras y Guatemala, ¿por qué aquí? «Porque es para una guerra ideológica... para imponer el comunismo», explicaba. La objeción era «por la ideología, no por el servicio militar en sí.» Según los sandinistas, aquellos pastores eran los responsables de que miles de jóvenes escapasen hacia Honduras y Costa Rica. Pero este líder de las Asambleas negó que su denominación estuviera impulsando a los jóvenes a dejar el país. Las Asambleas pueden no gustar de la ley, decían él y un colega, pero su iglesia la estaba obedeciendo. Además, decían, se necesitaba a la juventud de edad militar para que testificase de su fe dentro de Nicaragua.{75}

De lo que las organizaciones evangélicas pro-sandinistas carecían, y se hizo evidente a medida que avanzaba la revolución, era de base popular. El Eje Ecuménico fue el ejemplo más evidente: sus líderes habían figurado entre los jóvenes bautistas expulsados de sus iglesias en los años sesenta debido a sus contactos con el proscrito Frente Sandinista. Encontraron un hogar en las organizaciones del Consejo Mundial de Iglesias, como el Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC) y la Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana (CELADEC).{76} Después de que los sandinistas tomaron el poder, el Eje afirmó que, [288] bajo liderazgo sandinista, sus miembros habían luchado por la liberación nacional durante quince años.{77}

«Cuando existía un problema en Nicaragua», recuerda un pastor del Eje Ecuménico, «éste partía para Europa con un plan y visitaba a las agencias para solicitar dinero». Mientras tanto, en Nicaragua, la organización se identificaba con los sandinistas de manera inflexible, como si los evangélicos debieran aclamar al FSLN como a su vanguardia espiritual. Cuando los sandinistas se tomaron las iglesias en 1982, el delegado del Eje para el Consejo de Estado emitió una advertencia. Si los grupos religiosos no obtenían sus papeles de incorporación bajo los auspicios de su organización, ésta no podría certificar su integridad. Es decir, serían sospechosos de tendencias contrarrevolucionarias.{78} A mediados de 1985, el Eje había alienado a todos los evangélicos de derecha a izquierda y se encontraba moribundo.

Otras bajas eran un puñado de pastores pro-sandinistas de las Asambleas de Dios, una de las denominaciones más grandes del país y también la más desafiantemente anti-sandinista. En febrero de 1984, las Asambleas suspendieron a dos de los hombres por defender a la revolución en una publicación. Su crítica de los evangélicos «apolíticos» no había sido bien recibida por los líderes de la denominación, quienes la interpretaron como un ataque personal.{79} Otro hombre de las Asambleas fue también expulsado, después de que trató de mediar.{80}

«Al verdadero cristiano no le gusta vincularse con la política», me dijo un pastor de las Asambleas. «Si vemos a un pastor salir de la iglesia para unirse a una marcha, sabemos que no es realmente un cristiano.» A pesar de que los miembros tenían libertad para unirse ya fuera a los sandinistas o a los contras, como ellos quisieran, me aseguró otro miembro de las Asambleas que él tenía dudas sobre si era posible ser un buen sandinista y un buen cristiano.{81} Estos hombres sentían que era un pecado mezclar la religión con la política. No obstante, si apoyar a la revolución era algo político, resistirse a ésta no lo era. En cuanto a los pastores pro-sandinistas, tenían una estimación pesimista de su apoyo al interior de las Asambleas. Admitieron que éste era casi nulo. [289]

Los evangélicos no eran un bloque monolítico anti-sandinista, como afirmaban algunos conservadores. Por un lado, existían sectores agradecidos por los logros revolucionarios, en lo que se refiere a redistribución de tierras y otras reformas sociales.{82} Por otro, la separación de la revolución no significaba, necesariamente, apoyo a la oposición: mientras los sandinistas podrían no haber sido muy populares en 1985, los evangélicos tendían a considerar que los contras eran demasiado brutales como para ser una alternativa. Esta posición separatista también podía significar temor a las consecuencias de ser identificados con los sandinistas, debido no sólo a las incursiones de los contras, sino también a la posibilidad de una invasión estadounidense seguida por represalias masivas.

En Managua, el número de personas que los evangélicos revolucionarios podían atraer a sus funciones disminuyó. Para reemplazar a los evangélicos nicaragüenses que ya no llegaban como antes, se encontraban amigos del extranjero, delegaciones de clase media de iglesias progresistas de los Estados Unidos y Europa. Debido a que la revolución demandaba mayores sacrificios, los evangélicos que se habían unido a la celebración nacional tras la caída del régimen de Somoza estaban regresando a su antigua abstención de la política. ¿Cuál había sido el error? Tras la política agitadora, generadora de expectativas de un partido revolucionario en busca del poder, los evangélicos pro-sandinistas se encontraron atrapados en la política de austeridad y sacrificio, de disciplina y control de un partido revolucionario defendiendo al poder.{83} Cuando los evangélicos revolucionarios reaccionaron contra la tradición evangélica al considerarla como alienante, su mensaje parecía menos espiritual que político, en la forma de llamados constantes a favor de la revolución, de los cuales la población ya recibía una dieta completa por parte del mismo Frente Sandinista.{84} Al tratar de defender a una revolución bajo asedio, se colocaron a sí mismos bajo asedio.

Notas

{70} Carr 1963:127, 209.

{71} «Mediation Resolves Conflicts Over Draft», Newsletter (CEPAD), enero de 1986, págs. 3-4. Pablo Vander Harst, «Los evangélicos nicaraguenses: ser cristiano entre cuatro paredes» [manuscrito mecanografiado], Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, 20 de junio de 1985.

{72} Subcommittee on Security and Terrorism 1984:151-152 y entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

{73} «Expulsados diez 'Testigos' diversionistas», Barricada, 22 de marzo de 1982.

{74} Entrevista del autor, Managua, 29 de julio de 1985.

{75} Entrevistas del autor, Managua, agosto de 1985.

{76} Centro Ecuménico Antonio Valdivieso 1982. Torres 1981:43-46.

{77} La petición del Eje para recaudar fondos está citada en Institute on Religion and Democracy 1984b:8. Véase también «Nicaragua: Different Perspectives on Church and State», Pulse (Wheaton, Illinois: Evangelical Missions Information Service), noviembre de 1982, págs. 5-7.

{78} «Comunicado del Eje Ecuménico: ¡Sectas deben legalizarse!» El Nuevo Diario, 30 de julio de 1982.

{79} Centro Ecuménico Antonio Valdivieso 1984. Comisión Evangélica de la Responsibilidad Social (CEPRES), «Cada oveja con su pareja», El Nuevo Diario, 29 de septiembre de 1983. «Sospechosa la 'Cruzada' evangélica», El Nuevo Diario, 4 de febrero de 1984, pág. 1. Véase también Marvin Antonio Guevara G., «Coincidencias de las Asambleas de Dios y la Administración Reagan», El Nuevo Diario, 18 de junio de 1984.

{80} «Declaración de CEPRES ante el juicio iniciado a uno de sus miembros», El Nuevo Diario, 6 de marzo de 1984. Miguel Angel Casco G., «Las Asambleas de Dios en Nicaragua», El Nuevo Diario, 29 de junio de 1984.

{81} Entrevistas del autor, Managua, agosto de 1985.

{82} Para una caracterización de los evangélicos de base con una visión generalmente favorable sobre la revolución, véase el estudio comparativo de Roger Lancaster (1986:177-216) sobre religiosidad popular, teología de la liberación y protestantismo evangélico en algunos barrios de Managua.

{83} Colburn 1984.

{84} Belli 1985:177.

 

←  David Stoll¿América Latina se vuelve protestante?  →

© 1990-2002 David Stoll • © 2002 nodulo.org