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← Quito 1985 · capítulo 7 · páginas 318-321 →

David Stoll · ¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio? El Instituto Lingüístico de Verano en América Latina

Coroneles para Cristo en Bolivia

Ahora que muchos clérigos católicos se niegan a dar su bendición a las juntas militares terroristas, éstas deben buscar su santificación en otra parte. Para algunos evangélicos, la tentación ha sido demasiado fuerte para resistirla. Cuando un funcionario del ILV-Bolivia organizó un desayuno presidencial de oración para su viejo amigo el general Hugo Banzer en 1975, el presidente concedió al evangelista Luis Palau cinco noches de espacios estelares en la televisión para moralizar al país. El Nuevo Testamento se convirtió en el texto religioso oficial en todas las escuelas bolivianas{75}. Fue durante esos prósperos días, en que el narcotráfico en las propiedades presidenciales podía ser ignorado y cuando el sadismo oficial no había alcanzado los niveles posteriores, que el ILV de Bolivia publicitó su versión de Pablo a los Romanos 13:1 en ocho idiomas indígenas: “Obedece a los superiores legales porque Dios es quien les ha otorgado el cargo. No hay ningún gobierno en la tierra [al] que Dios no haya permitido llegar al poder”{76}.

Subsecuentemente, la filial pasó a estar bajo protección de militares que tomaron el poder para proteger el tráfico de cocaína. Que lo hubieran hecho con la ayuda de matones entrenados por antiguos nazis no debería sorprender: Romanos 13: 1 era una de las Escrituras favoritas del Führer. Poco después que el coronel Ariel Coca otorgara al ILV una medalla en su condición de Ministro de Educación y Cultura, la Agencia [319] Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) confirmó que el militar estaba implicado en el tráfico de drogas{77}. Afortunadamente, su gobierno también quería que los evangélicos norteamericanos enseñaran moralidad a la ciudadanía. “Dios actúa en el mundo de una manera misteriosa”, explicó Luis Palau a sostenedores de Wycliffe antes de lanzar otra campaña oficialmente respaldada en Guatemala. “El está haciendo mucho más de lo que podamos comprender. Nuestro deber es simplemente ser soldados obedientes y hacer lo que se nos ordena. Con demasiada frecuencia, todos tratamos de ser estrategas. Hay un solo comandante en jefe, el Señor Jesús. Él está a cargo. Si hacemos exactamente lo que se nos dice, Él se encargará de mover las piezas del tablero de ajedrez y jalará al rey y la reina a su manera”.{78}{79}

Esta cómoda confusión entre Coronel y Cristo era el resultado lógico de la diplomacia townsendiana en un país que es gobernado desde las barricadas o los cuarteles, generalmente desde estos últimos. El fundador había venido a Bolivia para el Congreso Indigenista Interamericano de 1954. Presentó las nuevas escuelas bilingües del Perú, las que el, congreso recomendó a todos sus países miembros. Logró también ser presentado al presidente Paz Estenssoro, quien había llegado al poder dos años antes cuando los mineros revolucionarios desarmaron al ejército boliviano. Con un país en bancarrota y viviendo de la limosna de la ayuda externa estadounidense, sin mencionar las grandes esperanzas de petróleo y [320] ganado en amplios espacios ocupados únicamente por indígenas, Paz Estenssoro aprobó el contrato de Townsend con pocas modificaciones{81}. Los primeros equipos llegaron al año siguiente y abrieron su base de Tumi Chucúa en la selva del Beni cerca de Riberalta.

Al carecer de un indigenismo institucionalizado, el gobierno llegó a confiar tanto en el ILV que sus representantes en la capital se convirtieron en funcionarios del Ministerio de Educación. La filial se acostumbró a la atención a nivel presidencial, lo que hizo la administración del general Juan José Torres (1970 - 71) especialmente traumática. A continuación de la expulsión del Cuerpo de Paz, el ILV fue rescatado por el coronel Hugo Banzer (1971-78), quien hizo de su base un lugar de veraneo. Después que su régimen lanzara un proyecto de importar grandes cantidades de blancos supremacistas refugiados del sur del África, el ILV estuvo involucrado en otro, para reubicar a sobrevivientes Hmong del ejército Montagnard de la CIA en Laos{82}. La caída de Banzer y los sucesivos gobiernos posteriores pusieron en peligro a la filial, particularmente durante las primeras semanas de presidencia de Lidia Gueiler, pero el sangriento 'golpe de la cocaína' de julio de 1980 restauró un toque de estabilidad.

La filial jura concluir su obra para 1984, dejando atrás traducciones Bíblicas y servicios sociales administrados por el gobierno, misiones hermanas y líderes indígenas evangélicos. En el altiplano, donde compiten grupos religiosos y políticos por los Quechua y Aymara que constituyen la mayoría de la población boliviana, los nacionalistas indígenas no sólo rechazan la labor pionera del ILV en educación bilingüe: quieren expulsar a todos los misioneros, librarse de los antropólogos y proscribir el español. Los Chipaya, hasta entonces un reducto étnico no tocado, son el gran éxito de la filial en el altiplano: a costa de mucho conflicto, la mitad de esta población de ochocientas personas se ha incorporado a cinco diferentes iglesias que pelean entre sí{83}.

En la selva, el ILV y otras misiones evangélicas han sido acusados de complicidad en genocidio, por su entusiasmo para atraer a los indígenas [321] libres a la civilización y sus peligros, incluyendo las mortales epidemias y la semiesclavitud. De manera típica, sin embargo, los evangélicos son acusados también de aislar a los indígenas de la sociedad boliviana{84}. En todo caso, una vez que los pueblos nativos están atrapados por la colonización, las misiones cristianas parecen su única fuente de ayuda médica y educacional. A muchos de los Sirionó, que son famosos etnográficamente como los 'nómadas del arco largo', los traductores los encontraron en ranchos con distintos grados de tuberculosis{85}. El ILV informa que los Chacobo, que puso en contacto con la sociedad boliviana, aumentaron de 135 a 250 personas en veinticinco años{86}. Un funcionario estaba tan orgulloso de su cristianismo cultural y de su cooperativa que quería encontrar un antropólogo para que viera los resultados por sí mismo.

Mientras la filial se preparaba para la retirada, la Agencia para el Desarrollo Internacional estimulaba el interés oficial en las escuelas bilingües con un préstamo de cinco millones de dólares para la educación rural. Miembros del ILV fueron contratados para supervisar los proyectos Quechua y Aymara, mientras la filial misma obtenía 100,000 dólares de la AID por su “curso de capacitación de líderes” de 1976-77, una combinación de educación bilingüe, capacitación médica y desarrollo comunal. Pronto las escuelas bilingües de la filial se habían más que duplicado; sesenta maestros, cuarenta y cinco con salarios del gobierno, enseñaban en doce idiomas. Tres equipos de desarrollo comunal organizaron proyectos de comercialización, incluyendo cooperativas, tiendas, apicultura y construcción de caminos y pistas de aterrizaje. La meta era transferir a los bolivianos los cursos de capacitación en la base del ILV, incrementar los contactos igualitarios entre los indígenas y la sociedad boliviana, y construir un sistema escolar que pudiera ser puesto en manos del Ministerio de Educación, ojalá con conciencia del bilingüismo.{87}{88}

Notas

{75} Palau 1981: 16.

{76} SIL Bolivia 1975.

{77} pp. 1, 7 New York Times 31 de agosto 1981; p. 6 In Other Words, febrero 1981: y p. 8 Uno Más Uno (Mexico, D.F.), 15 de abril, 1981.

{78} Palau 1981: 15

{79} “Es difícil creer”, dijo Wycliffe a sus sostenedores norteamericanos en un perdido confidencial de oración en abril de 1982, “que los vicios y la anarquía del pueblo norteamericano puedan tener impacto en las tribus de la selva del occidente de Colombia y del altiplano de Bolivia. Sin embargo, el altamente rentable tráfico ilícito de marihuana y cocaína está inyectando una prosperidad inimaginable hasta el nivel aldeano entre los indígenas de estos dos países. Aunque los intermediarios pagan apenas una migaja a aquellos que producen las materias primas para estas drogas, esa migaja es inmensa riqueza para mucha de esa gente, que sólo recientemente ha empezado a comprender la economía monetaria. La introducción de la violencia, el alcohol e incluso el consumo de drogas a las tribus no preparadas para esta embestida de materialismo está haciendo estragos. El único antídoto seguro es la Palabra de Dios en los idiomas de la gente, pero la tentación del materialismo es tan grande que a veces hasta es difícil conseguir ayudantes lingüísticos”{80}. En 1981, las mafias bolivianas de la cocaína se mudaron a la selva del Beni donde el ILV tiene su sede.

{80} Hoja de oraciones, TWB-Huntington Beach, abril 1982.

{81} Hefleys 1974: 187-8. El contrato fue publicado en pp. 262-7 Boletín Indigenista (México, D.F.), diciembre 1954.

{82} Jeff Stein, Pacific News Service, pp. 7-8 Latinamerica Press (Lima, Noticias Aliadas), 21 de diciembre 1978.

{83} p. 7. Translation setiembre/octubre 1974. In Other Words noviembre 1976 (pp. 1-2), verano 1978 (pp. 1-3), y febrero 1980 (pp. 1-2).

{84} Para las críticas a la filial respecto a éstos y otros temas, ver Riester 1975: 49-55, Lewis 1978: 11-16, Cano et al 1979: 157-73, y Pereira 1981.

{85} Garrard (1970: 59-62), quien esboza la labor del ILV en cada grupo.

{86} pp. 1-2 In Other Words marzo 1980.

{87} Grant nº 60074, documentos de USAID-La Paz entregado al autor por USAID.

{88} Nota a la edición en español: La base de Tumi Chucúa fue entregada al gobierno boliviano en abril de 1982{89}.

{89} p. 4 Summer Institute of Linguistics Annual Report octubre 1981, a septiembre 1982.

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