El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas

El Catoblepas · número 1 · marzo 2002 · página 9
Libros

El socialismo utópico del señorito andaluz

Jorge Lombardero Álvarez

Sobre el libro de Antonio Cabral Chamorro, Socialismo utópico y revolución burguesa: el fourierismo gaditano, 1834-1848 (Diputación Provincial de Cádiz 1990, 194 páginas)

Este libro constituye uno de los escasos estudios sobre el llamado socialismo utópico en España. Hasta su aparición contábamos con la selección de textos preparada por Clara E. Lida, Antecedentes y desarrollo del movimiento obrero español (1835-1888). Textos y Documentos (Madrid 1973), y las antologías prologadas y anotadas por Antonio Elorza, Socialismo utópico español (Madrid 1970) y El Fourierismo en España (Madrid, 1975).

Hasta esta obra los autores que han tratado el tema del furierismo en España, desde Juan Díaz de Moral, hasta Bernaldo de Quirós y Núñez Arenas, pasando por Práxedes Zancada, Francisco Mora, Juan José Morato y Marvaud, se limitaban a reproducir lo dicho por Fernando Garrido en su Historia de las clases trabajadoras:

«Desde 1840, la propaganda socialista comenzó en España y poco a poco ha ido dando sus frutos. Los primeros propagadores de las doctrinas socialistas fueron discípulos de Fourier, figurando el primero entre todos don Joaquín Abreu, diputado que fue de las Cortes de 1823 y uno de los 12 que en Sevilla votaron la destitución del rey Fernando. Abreu, emigrado en Francia, conoció personalmente a Fourier en 1831 y tomó parte en el ensayo intentado en Coudé-sur-Vesgres, que no llegó a completa realización. Vuelto a España en 1834 y establecido en Cádiz, comenzó a exponer las teorías falansterianas en los periódicos de aquella ciudad y en El Eco del Comercio de Madrid. Al cabo de algunos años reunió un grupo activo de propagandistas, entre los que por su constancia sobresalieron don Pedro Luis Hugarte, don Manuel Sagrario de Veloy y don Faustino Alonso. De todos estos primeros apóstoles de la redención social, y especialmente del anciano Abreu y del infatigable Hugarte, recibió el autor de esta obra, hace ahora poco más de treinta años, las primeras nociones de la ciencia social y, propagandista como ellos, ha procurado esparcir las ideas que le habían inculcado. Bajo la acción incansable de Hugarte, primero, del doctor don José Bartorelo, de don Pedro Bohorques, de don Pedro Juan Orts, de don José Demaría, de don Ramón de Cala, de Doronzoro, de don Rafael Guillén y otros que sería ya prolijo enumerar se continuó después la propaganda socialista en la provincia de Cádiz, lo mismo en los campos que en las ciudades. En 1841 don Manuel Sagrario de Veloy intentó realizar en el sitio llamado Tempul, no lejos de Jerez, una asociación armónica desmontando y poniendo en cultivo gran extensión de territorio, debía fundar un falansterio, para lo que había reunido un millón de duros de capital; pero vino a Madrid a fin de obtener del Gobierno la entrada libre de derechos de aduanas, de útiles y material para la fundación y la concesión de cierto número de soldados o de presidiarios, en su defecto, a los que pagaría un plus, y el Gobierno le negó lo que pedía, con lo que abortó el proyecto. Establecido en Madrid en 1845, el autor de esta obra se ocupó activamente, como en Cádiz, en la propaganda, y al siguiente año comenzó la publicación de una revista decenal titulada La Atracción, primer periódico socialista que se publicó en España, y que, falto de suscriptores, sólo vivió tres meses (...)» (Fernando Garrido [1821-1883], Historia de las clases trabajadoras [1870], El trabajador asociado, capítulo XVI.)

Tal como señala Garrido, el furierismo español se agrupó en torno a la figura de Joaquín Abreu, en la provincia de Cádiz, por lo que el libro de Cabral, lejos de quedar en uno de tantos trabajos chovinistas locales, es para nosotros el estudio más completo sobre el furierismo en España. Antonio Cabral Chamorro (1953-1997), gaditano de Trebujena, fue un historiador especializado en el mundo agrario y con una significativa militancia de raíces comunistas, lo que le situaba en una sólida posición desde la que acometer el estudio del socialismo utópico en su provincia. Para Cabral Chamorro las principales deficiencias de los estudios anteriores sobre el furierismo español son, en primer lugar, que el conocimiento de los furieristas era tanto insuficiente como sesgado; después, que lo publicado sobre el pensamiento de los furieristas se debe más a la disponibilidad de los textos que a su interés, y por último, que las interpretaciones del furierismo gaditano se realizaron desde una óptica urbana e industrial, olvidando que la provincia de Cádiz, donde se desarrolló este movimiento, era esencialmente rural. Mundo al que Antonio Cabral dedicó trabajos como: La Cámara de Comercio en la crisis y reconversión de la economía jerezana, 1886-1900 (Jerez 1986); «Un estudio sobre la composición social y el arraigo del anarquismo en Jerez de la Frontera» (Estudios de Historia Social, 1987); «Observaciones sobre la regulación y ordenación del mercado del vino de Jerez de la Frontera, 1850-1935: los antecedentes del Consejo Regulador de Denominación de Origen Jerez-Xeres-Sherry» (Agricultura y Sociedad, 1987); «Calamidad y socorro de los trabajadores de la campiña jerezana (1778-1873)» (Agricultura y Sociedad, 1994); «Decadencia y crisis de la Sociedad Económica de Sanlúcar de Barrameda: la respuesta de Hernanz Dávila a la circular del Consejo de Castilla en fecha de 14 de julio de 1786» (Revista de Estudios Regionales, 1994); Propiedad comunal y repartos de tierras en Cádiz (siglos XV-XIX) (Cádiz 1995); Agronomía, agrónomos y fomento de la agricultura en Cádiz: 1750-1855 (Cádiz 1995); La colonización ilustrada y liberal en Cádiz: 1750-1850 (Sevilla 1996).

Además de los trabajos citados, su interés por los asuntos del campo gaditano se concretó en su iniciativa de crear un museo agrario en el I.E.S. Santa María de Hungría de Jerez de la Frontera, donde trabajaba. El profesor Antonio Cabral impulsa este proyecto en 1994, al conseguir la cesión de diversos aperos y maquinaria de labranza, labor que le sería reconocida póstumamente al ser bautizado dicho centro como: Museo Antonio Cabral de Tecnología Agraria. Pero no sería esta la única muestra de agradecimiento de sus paisanos al esfuerzo de Antonio Cabral por divulgar el pasado de su tierra, sino que a su muerte se celebró un encuentro de historiadores en Jerez de la Frontera en Homenaje al Profesor Dr. Antonio Cabral Chamorro (1998), y se editó el libro Panfletos y Materiales. Homenaje a Antonio Cabral Chamorro, historiador 1953-1997 (Trebujena 1999), con trabajos principalmente de profesores de la Universidad de Cádiz, institución que junto con el Ayuntamiento de Trebujena estableció en su memoria el Premio de Investigación Histórica Antonio Cabral Chamorro.

La tesis de Antonio Cabral, respecto del socialismo utópico en España, sostiene que mientras que en Inglaterra y Francia éste aparece y se desarrolla cuando ya está consolidada la revolución burguesa y existe un grado considerable de desarrollo industrial, en nuestro país su recepción coincide con la tarea de liquidación del régimen señorial (libertad de industria, desamortización de la tierra, &c.). Dándose, además, una clara diferencia dentro de España entre el caso catalán y el gaditano. En Cataluña, la existencia de un sector industrial de cierta entidad, explicaría la inicial difusión en esta región del sansimonismo, que no llegó a cuajar por la debilidad de los sectores más dinámicos de la burguesía, y el mayor éxito de las doctrinas de Cabet, por dirigirse a las aspiraciones de los artesanos y obreros, por defender el desarrollo industrial y comercial, así como por reclamar el derecho a la igualdad social para la clase trabajadora. En cambio el predominio de la agricultura en la provincia de Cádiz, daría lugar a que el socialismo utópico llegara de la mano de una burguesía comercial y profesional, seguidora de las ideas de Carlos Fourier. El pensamiento de Fourier había atraído en Francia, más a los profesionales de la burguesía que a los trabajadores, a los que por otro lado nunca se dirigió, sino que Fourier siempre trató de incorporar a sus filas a las clases cultas de la sociedad y a los mismos gobiernos. Joaquín Abreu, era uno de estos burgueses ilustrados capaces de acercarse al furierismo, ocasión que se le presentó durante su exilio francés, en el que conoció al propio Fourier y los primeros experimentos de ingeniería social que más adelante trataría de ensayar en España.

El trabajo de Cabral hace un extenso repaso por la vida y obra de los furieristas gaditanos, con especial atención al rico hacendado don Joaquín Abreu, «el primero de todos». Se detiene después en la figura de Manuel Sagrario de Veloy, al que denomina «sacerdote de la humanidad», que aunque nacido en Zamora, era vecino de Cádiz donde tenía importantes intereses comerciales. Este discípulo de Abreu es el principal impulsor del proyecto de falansterio de Tempul (Jerez), al que consagra todos sus esfuerzos y que abandona por lo que él considera escaso apoyo por parte del gobierno para esta obra decisiva para el futuro de la humanidad, volviendo a sus negocios. También se da noticia de la «feminista» Margarita López de Morla, jerezana perteneciente a una de las familias más ricas de la localidad y autora del opúsculo, Una palabra a las españolas (1841). Y termina con el retrato del «médico de los pobres» José Demaría; del regidor del Ayuntamiento del Puerto de Santamaría, Faustino Alonso; y del profesor de matemáticas Luis Huarte, navarro establecido en Cádiz.

El libro se completa con unos apéndices, donde se dan a conocer artículos hasta entonces inéditos de Joaquín Abreu; y el documento Proyecto de Falansterio para el sitio de Tempul (1841), en el que Manuel Sagrario de Veloy se dirige a las autoridades pidiendo apoyo público para su realización, cuya transcendencia consiste en que: «Trata nada menos, que de averiguar hasta que punto puede mejorarse la condición moral y física de la especie humana, oponiendo a la vez un dique a las guerras, a las revoluciones, y a los motines. Es la empresa más santa de cuantas han podido imaginarse; pues sus beneficios deben alcanzar, no a un solo pueblo, provincia o nación, sino a la humanidad entera, sin que la cueste una gota de sangre, ni una lágrima.»

Y por último reproduce un retrato de Joaquín Abreu que localizó en Cádiz en 1983, en la casa de una anciana sobrina-nieta de éste. Retrato que sería muy difundido a partir de entonces, sin citar muchas veces su procedencia, de lo que se queja Antonio Cabral, en la segunda nota de su artículo «Los repartos de tierras municipales en los siglos XVIII y XIX» (Aljaranda 12, 1994), donde escribe: «No hace mucho que me tropecé con la agradable sorpresa de ver parte de mi libro Socialismo utópico y revolución burguesa: el fourierismo gaditano, 1834-1848 , extractado por J. Navarro Cortecejo para la revista Aljaranda 7 (1992). Y ese mismo año recogía María Francisca Cortés Melgar en su artículo 'La vida y la muerte en Tarifa en la primera mitad del siglo XIX', publicado como suplemento de Almoraima 7 (1992) la foto de Joaquín Abreu que tanto me costó localizar y que di a conocer en mi libro citado, si bien la autora no especifica su fuente.»

En cuanto a la interpretación del furierismo gaditano, la postura de Antonio Cabral difiere de la de autores anteriores, siendo a nuestro juicio la suya más acertada. Según Maluquer de Motes (El socialismo en España 1833-1868, Barcelona 1977) al furierismo español le faltó capacidad de aplicación autónoma y original, pero esto no quita que mantuviese una línea clara y decidida contra los privilegios de la burguesía: así Abreu sería un socialista que ha denunciado el carácter opresivo de la sociedad capitalista, y comprendido la explotación del proletariado industrial y la lucha de clases. Mientras que para Antonio Elorza, si bien proponer a la altura de 1848 la creación de falansterios suponía perder todo contacto con la realidad social, el furierismo actuó con un alto grado de lucidez y coherencia crítica. En cambio para Antonio Cabral todos los furieristas son miembros de la clase dirigente. Entre ellos no hay ningún artesano, ni pequeño campesino y mucho menos jornalero alguno. Todos provienen de las filas liberales y participaron en las luchas políticas del periodo (Guerra de la independencia, Trienio liberal, &c.), sin darse nunca una ruptura entre el liberalismo de su juventud y su posterior socialismo, pues colaboraron siempre con las filas políticas liberales. Además su «fe» socialista fue acompañada siempre por el realismo de los sólidos hombres de negocios y terratenientes que eran. Su «fe» falansteriana no los llevó, como señala Cabral, a lanzarse por los campos y ciudades a propagar la buena nueva, ni les hizo emprender proyectos imposibles y mucho menos arriesgar ni un céntimo propio, aunque disponían de recursos para hacerlo. Y por último, y lo que es más importante, esta primera generación de furieristas gaditanos no llegó a romper con los ideales anclados en el siglo XVIII y permanecieron fieles a una visión ilustrada del mundo. Esto hizo que el movimiento histórico los relegara al más completo de los olvidos y a que en ocasiones ellos mismos se olvidaran del mundo en que vivían, como se aprecia cuando se lanzan a perorar contra la industria y la técnica como creadoras del paro cuando en Andalucía y Cádiz la miseria, más que consecuencia de la industrialización y de la técnica, probablemente fuera el producto de la ausencia de éstas. Por ello, habría que esperar, como señala Antonio Cabral, a que nuevos hombres como Fernando Garrido, Ramón de Cala, Rafael Guillén, y otros se encargaran de adecuar las viejas ideas a las nuevas realidades.

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