Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 2 • abril 2002 • página 5
La estrategia maestra del desarrollo en los 42 años de revolución en Cuba se sustenta en la justicia social y la equidad, en la que el hombre es su eje central
I. El desarrollo económico social cubano hasta 1959.
El examen de las características de la economía nacional y su evolución en el transcurso de la formación y desarrollo de la economía de transición al socialismo exige por lo menos una identificación sintética de algunos de los rasgos que la tipificaban previos al triunfo de la Revolución y que en parte se han sostenido en estos años.
El predominio del capital extranjero en Cuba, el papel del complejo agroindustrial exportador y de las relaciones capitalistas de producción e intercambio permiten sintetizar una serie de rasgos que reflejan las deformaciones estructurales generadas por el modelo neocolonial y sus impactos socioeconómicos en Cuba anterior a 1959.
El rasgo determinante de la economía en Cuba antes del triunfo de la Revolución era su carácter agroindustrial predominante.
La economía de plantación creó todas las condiciones para la integración agroindustrial ya que las producciones agrícolas fundamentales, tales como la caña de azúcar, el café, el cacao, el tabaco, el henequén, la ganadería y otros se producen directamente para la industria transformativa como comprador prácticamente único. Por tanto, la agroindustria era (aún sigue siéndolo) el mercado agrícola fundamental del país.
El latifundio terrateniente burgués de la tenencia y explotación del suelo se complementaba con la marginación del campesinado. El capital monopolista norteamericano dominaba sobre el 25% de las tierras mejores del país. El 85% de las fincas campesinas se explotaban bajo formas de arrendamiento, aparcería y precarismo. Los campesinos constituían una clase social minoritaria respecto al proletariado, ocupando por su número el segundo lugar. Cuba no era, por tanto, un país agrario ni campesino.
La falta de una base industrial nacional del sector de bienes de capital (Grupo A) que satisficiera las demandas del desarrollo, ni tan siquiera del complejo agroindustrial exportador, imposibilitaba el crecimiento autosostenido.
El sector de los servicios –banca, electricidad, comunicaciones y el gran comercio– estaba copado por el capital monopolista norteamericano.
El otro rasgo clave consiste en la alta dependencia nacional en contraste con el carácter monoexportador de origen agroindustrial.
Cuba en su condición de pequeño país subdesarrollado y de economía abierta, hereda una alta dependencia externa y la orientación de la producción y su comercio hacia el mercado externo, fundamentalmente al de los Estados Unidos. El carácter abierto de la economía hace que los sectores primarios sirvan de pivotes de la acumulación que condujo al subdesarrollo dependiente, a través del comercio exterior. Esto revelaba la endeblez y la debilidad de sustentación de cualquier programa para alcanzar el crecimiento económico sostenido y sostenible.
La triste historia de los acuerdos comerciales con los EEUU desde principio de siglo aseguraban a los mercaderes yanquis el monopolio casi absoluto del mercado cubano. La monopolización del mercado externo cubano por los EEUU, más el carácter del producto principal en que se basaba el crecimiento económico le otorgaban al ciclo económico nacional un altísimo nivel de incertidumbre e inestabilidad.
Por otro lado, el crecimiento agroindustrial y comercial se desarrolló a cambio de una gran apertura del mercado de consumo interno a los productos de Estados Unidos antes de 1959. La monoexportación de un producto básico con muy bajo nivel de trabajo agregado y la multiimportación de bienes de capital, insumos y alimentos fue la consecuencia más inmediata de este proceso.
Otro rasgo derivado del anterior consistió en que las producciones de bienes frescos para el consumo directo fueran subvaloradas y en otros casos marginadas.
Así, los sectores agroalimentarios tradicionales quedaron excluidos de una adecuada inserción en la economía, a una integración agrocomercial y agroindustrial equivalente al de los sectores fundamentales.
El desempleo crónico y cíclico era una consecuencia de la lógica capitalista, pero agudizada por las deformaciones estructurales y la estacionalidad del complejo agroindustrial nacional.
La falta de equidad y el atraso social eran males crónicos. La desigualdad extrema en la distribución del ingreso, el desempleo masivo, el analfabetismo, la insalubridad y desnutrición, especialmente en el campo; la discriminación social y otras lacras laceraban a la sociedad.
Estos rasgos y otros propios a la articulación agrocomercial en Cuba tuvieron una gran influencia en el proceso de cambios estructurales que inició la Revolución en esta esfera. Los rasgos de la economía capitalista subdesarrollada cubana coinciden en lo esencial con la fisonomía de la inmensa mayoría de los países capitalistas subdesarrollados del Tercer Mundo, particularmente la de los pequeños y periféricos de África, Asia y América Latina.
El modelo neocolonial si bien dio un impulso inicial al desarrollo de las fuerzas productivas, especialmente durante el primer cuarto de este siglo, desde los años treinta entró en una crisis permanente que solo culminaría en enero de 1959. La profundización de la crisis estructural cuando se articuló con la crisis política en la década del cincuenta generó las premisas objetivas y subjetivas para el surgimiento, desarrollo y victoria final de las fuerzas revolucionarias en 1959.
A partir del triunfo de la Revolución en 1959, el sector externo continúa jugando un papel fundamental en el desarrollo con la finalidad de lograr la independencia económica del país. Mucho más tarde, y a pesar de la industrialización de la agricultura y de los avances sostenidos en la edificación de una industria nacional relativamente desarrollada, el país no pudo evitar algunas consecuencias derivadas de que la agroindustria exportadora sirviera de lanzadera del crecimiento económico en los marcos de la integración al CAME.
Las medidas de organización de la nueva economía en gestación después del triunfo revolucionario, en la etapa que va de 1959 hasta bien entrado el año 1963, estuvieron encaminadas fundamentalmente a la transformación estructural de la economía por los cauces de la liberación nacional y rápidamente por el inicio de la construcción socialista; todo ello condujo a la política de afianzamiento de las posiciones del Estado en la economía, a la regulación de la esfera monetario-financiera y precios,{1} al mismo tiempo que se dieron los primeros pasos en la organización de la gestión planificada del desarrollo de la economía nacional.
II. La Justicia Social y Equidad como estrategia maestra del desarrollo en la revolución cubana.
El desarrollo a partir de condiciones del subdesarrollo económico y social.
Los clásicos del Marxismo no dejaron un modelo detallado de la sociedad futura, sino una teoría científica del desarrollo. La ausencia de un proyecto preciso y detallado de la economía, la sociedad y el Estado poscapitalista es una de las pruebas más convincentes de la fidelidad a su teoría. La complejidad de la teoría de la futura sociedad alcanza una mayor dimensión e importancia en el caso de la transición de los países subdesarrollados.{2}
La economía de transición es un sistema único y a la vez diverso, heterogéneo y contradictorio. Está formado por diversos tipos y formas de economía. Esta heterogeneidad socioeconómica es una manifestación de los niveles insuficientes de desarrollo de las fuerzas productivas lo cual se traduce en formas incompletas de socialización de la producción y del trabajo. Para Lenin constituían «elementos, partículas, pedacitos tanto de capitalismo como de socialismo».{3} Lenin identificó (para la Rusia soviética) cinco tipos socioeconómicos: 1) Economía campesina, patriarcal, 2) Pequeña producción mercantil; 3) capitalismo privado; 4) capitalismo de Estado; 5) socialismo.{4} La transición es y no puede dejar de contener atributos económicos y sociales de su ser maduro como del viejo orden que acaba de desplazar.
La transición al socialismo en los países coloniales, semicoloniales y dependientes se concebía viable siempre que mediase bien la universalización de la nueva sociedad en los centros hegemónicos del capitalismo mundial, o bien, que un campo más amplio ya revolucionado asumiese el papel de garante de aquellos, integrándolos de un modo u otro a su espacio geopolítico-económico.{5} En tales condiciones las fuerzas productivas «locales» serían asimiladas, subsumidas, por la socialización la retaguardia desarrollada.{6}
Para estos países, la transición al socialismo es un producto directo e inmediato del subdesarrollo capitalista endógeno, y no del desarrollo. Es, por tanto, un modelo particular para acceder al desarrollo, escapando a la lógica del capital, sin pretender alcanzar la meta imposible del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo monopolista.
Las estrategias de aquellos países que iniciaron el desarrollo desde condiciones de subdesarrollo, representan un caso muy particular si se refiere a los pequeños países subdesarrollados y periféricos. Tales transiciones representan un modelo alternativo y muy específico de desarrollo por el cual se pretende escapar a la férrea lógica de la acumulación capitalista sin descontar su presencia en un grado determinado. La heterogeneidad socioeconómica y estructural de estas economías da lugar a la existencia y acción de diversidad de leyes económicas encontradas y de multiplicidad de intereses económicos. El movimiento económico y su tendencia dominante no es la resultante de la suma aritmética de múltiples determinaciones sociales enfrentadas a diversas contradicciones. Los rasgos genéricos que tipifican a los pequeños países subdesarrollados se erigen en obstáculos colosales a la nueva ley de la acumulación social.
Así pues, de la misma forma que no existe una teoría de la transición, tampoco existe un cuerpo teórico sobre el desarrollo para los pequeños países subdesarrollados que salen de la órbita del capital y optan por una alternativa no capitalista de desarrollo.
Concepto de Desarrollo Humano.
Como se ha dicho, después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron un grupo de modelos de crecimiento económico en los que las variables cuantitativas de medición de los objetivos macroeconómicos dejaron relegadas a un plano insignificante el papel del ser humano en los procesos de desarrollo. En 1990, la Comisión de Naciones Unidas para el Desarrollo ( PNUD) asumió el reto de asignarle al desarrollo un nuevo enfoque el cual se asocia no solo con el ingreso y el crecimiento económico, sino que pone a los seres humanos, sus oportunidades, necesidades y aspiraciones en el centro del proceso de desarrollo.
Así, en el primer informe del Desarrollo Humano, editado en 1990 se expone que «el Desarrollo Humano es un proceso mediante el cual se amplían las oportunidades del ser humano. En principio estas oportunidades pueden ser infinitas y cambiar con el tiempo. Sin embargo, a todos los niveles del desarrollo, las tres oportunidades más esenciales son: disfrutar de una vida prolongada y saludable, adquirir conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente. Por tanto, el desarrollo debe abarcar más que la expansión de la riqueza y los ingresos. Su objetivo central debe ser el ser humano.»{7}
Si bien la acepción más simple del desarrollo es importante para captar su esencia, es necesario tener presente las seis dimensiones que complementan la explicación de este paradigma de desarrollo a los fines de encontrar la unidad y las diferencias con otros enfoques. Tales dimensiones tal y como han sido formuladas son: la equidad, la sustentabilidad, la productividad, la potenciación, la cooperación y la seguridad.{8}
Estas dimensiones son parte orgánica de cualquier desarrollo que se considere verdadero, no aparentemente humano. Su codificación como dimensiones obedece al análisis en sistema de un fenómeno tan complejo, diverso y abarcador como es el desarrollo y distinguirlo de cualquier otro modelo o teoría del desarrollo que pretenda mostrar un rostro humano sin serlo en su esencia. Tal es el caso de la concepción neoliberal del desarrollo.{9}
Lo más significativo del enfoque de los teóricos cubanos del modelo de desarrollo de la revolución es la diferenciación entre el crecimiento económico y el desarrollo, el análisis del desarrollo desde posiciones tercermundista y la dimensión social, esencialmente humana del desarrollo, ubicando al hombre como eje central, principio y fin de un proceso que integra la dimensión económica con la social. El paradigma de desarrollo que hoy se define como humano es el que se ha fundamentado e implementado como estrategia maestra en la Revolución cubana desde sus inicios. Su signo más distintivo y su esencia es la justicia social y la equidad.
Correspondió al cubano Dr. Carlos Rafael Rodríguez, las definiciones originales acerca de la interpretación del desarrollo que han servido de fundamento en la práctica económica concreta del país durante ya 42 años. Este enfoque esencial ha acompañado al proceso cubano hasta la actualidad y es, el fundamento último que explicaría los éxitos sociales de Cuba a pesar del bajo nivel relativo de su PIB per cápita y descubre la razón final del consenso sostenido de la población respecto al proyecto social cubano en toda su trayectoria histórica.
Las estrategias de desarrollo económico desde el triunfo revolucionario de enero de 1959 han reflejado la demanda nacional de alcanzar la liberación económica y social del país, impulsando el crecimiento económico con equidad y justicia social. Por tanto, el concepto de desarrollo humano ha presidido la formulación e implementación de las políticas macroeconómicas de la Revolución Cubana, aún en las peores situaciones de estos 42 años. Cuba se adelantó, históricamente hablando, a las concepciones formuladas sobre el desarrollo humano por el PNUD de los años noventa.{10}
Crecimiento y desarrollo: la autosostenibilidad.
Las concepción de la Revolución cubana sobre el desarrollo integral tiene la virtud de establecer las importantes diferencias entre crecimiento y desarrollo.
Conviene insistir en que desarrollo y crecimiento económico no son conceptos idénticos, entre ellos median diferencias sustantivas más allá de la tecnología de cálculo. Tales diferencias se fundamentan en las disparidades existentes en las visiones filosóficas y políticas acerca de a quién debe servir y beneficiar una dinámica determinada de la economía y una política económica dada.
El concepto de desarrollo implica el de crecimiento económico, pero con un enfoque social que lo predetermina y al que sirve finalmente. Esto es, desarrollo equivale a crecimiento con justicia y equidad social. Una articulación semejante no se concibe como una resultante mecánica ni espontánea que esté implícita en el crecimiento, sino como una meta, un objetivo deliberado que se traza la sociedad, previo al acto productivo de creación de la riqueza social. Hay por tanto una distribución a priori de la riqueza, la justicia y la equidad social están implicadas en el propio desarrollo y son sus premisas inexcusables.
Aceptar tal concepto de desarrollo lleva inmediatamente a juzgar al orden capitalista. No puede alcanzarse el desarrollo, estrictamente hablando, sobre la base de la ley de la acumulación capitalista y de las relaciones de propiedad que la sustentan. El orden capitalista tiene que ser revolucionado, la sociedad en pleno debe asumir el mando de la economía; no importa ahora como se denomine tal orden de cosas, socialismo o comunismo u otra denominación cualquiera.
En los tiempos que corren, el de la globalización neoliberal, muchos en Occidente han tomado conciencia acerca de que no basta con seguir postulando el simple crecimiento económico como gran objetivo de la sociedad. Ahora se viene hablando del «crecimiento con enfoque social» y del «crecimiento con rostro humano». El PNUD ha hecho una labor meritoria en esta dirección con el diseño del concepto de «desarrollo humano» que implica de suyo poner al hombre en el centro de atención del desenvolvimiento económico. Estas ideas son validas al indicar una toma de conciencia creciente en el Planeta sobre un problema crucial de la humanidad, sin embargo, la génesis de esta anomalía mundial rebasa los límites de las buenas intenciones.
El hombre como centro de la estrategia de desarrollo en Cuba.
El modelo de desarrollo socialista va transformando el papel y lugar de los individuos en la sociedad. El nuevo carácter de esta economía viene dado por «un Estado de cosas que permita a cada miembro de la sociedad a participar no solo en la producción, sino también en la distribución y en la administración de las riquezas sociales y que mediante la dirección planificada de toda la producción, acreciente de tal modo las fuerzas productivas de la sociedad y su rendimiento, que se asegure a cada cual en proporciones cada vez mayores la satisfacción de sus necesidades razonables».{11}
Esta esencia hay que concebirla como resultado de un proceso prolongado de participación creciente y total de los miembros de la sociedad en la actividad social en todas las etapas de desarrollo de la formación de la nueva sociedad.
En todo el trayecto del desarrollo económico cubano hasta finales de los años ochenta pueden distinguirse algunas etapas muy precisas en que se formularon determinadas estrategias para el despegue económico y la solución de los problemas sociales. Desde 1959 los cambios estructurales en la base económica constituyeron el eje articulador de la política de desarrollo. Ya en la década de los sesenta se diseñó una primera estrategia de industrialización que rápidamente sería sustituida por otra más coherente que partía del desarrollo del complejo agroindustrial exportador azucarero; en los años setenta se impulsó la industrialización acelerada que ocupó quince años. El resultado fundamental de esta etapa fue la edificación de un aparato industrial que condujo a una mayor integración de la economía nacional bajo la égida del complejo agroindustrial nacional.
Desde 1959 el país orientó sus esfuerzos en una estrategia de crecimiento económico que satisficiera a su vez el logro de una mayor equidad y justicia social. El crecimiento económico debía beneficiar en primer lugar a las grandes mayorías preteridas de la nación y en función de este objetivo se puso en marcha el Programa del Moncada que estaría presidido por los cambios estructurales en la base económica, especialmente la modificación de las relaciones de propiedad en la esfera de la agricultura y la nacionalización de las riquezas fundamentales del país que estaban en manos del capital extranjero, especialmente norteamericano. Otras medidas de orden social fueron implementadas con la finalidad de alcanzar una mejor y más justa distribución del ingreso y promover el desarrollo humano. Le seguirían casi inmediatamente las nacionalizaciones de carácter socialista que suprimieron el papel hegemónico que hasta entonces había tenido el gran capital nacional. Así se inició la etapa socialista del desarrollo hacia finales de octubre de 1960 a 21 meses de la victoria de las fuerzas revolucionarias en enero de 1959.
La economía cubana se transforma sin abandonar el curso socialista del desarrollo. Desde principios de los años noventa, la Revolución Cubana inició un proceso de ajustes y reformas económicas las que vienen modificando el modelo económico precedente, que estuvo caracterizado por la universalización de la socialización estatal de casi todos los medios de producción, con el Estado como agente económico prácticamente único en su dualidad de propietario y productor directo. A partir de los años noventa se difunden diversas formas de propiedad y posesión de los medios de producción y se da apertura al mercado sin abandonar la regulación planificada de la economía ni el dominio de la sociedad sobre el curso del desarrollo socialista.
El modelo de desarrollo humano cubano ha entrado en una nueva etapa. De lo que se trata es del perfeccionamiento de la concepción y de la práctica del desarrollo humano, lo que significa el perfeccionamiento del socialismo.
Notas
{1} Según el economista Sánchez Noda, los vínculos que se establecen entre el conjunto de mercados existentes en Cuba son aún fragmentados y requieren de una interconexión más coherente. Ramón Sánchez Noda, «Cuba: los desafíos de la equidad y la reestructuración económica», Ponencia presentada a evento en EE.UU., noviembre de 1998, pág. 4.
{2} Federico Engels en carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882 declaró inevitable la revolución en los «países semicivilizados» y advertía la complejidad de aquellas transiciones dada la diversidad, en aquel momento desconocidas, de las «fases sociales y económicas que estos países tendrán que pasar antes de llegar también a la organización socialista», después del triunfo del socialismo en Europa y Norteamérica. Ver: Carlos Marx y Federico Engels, Obras escogidas en tres tomos, Progreso, Moscú 1973, págs. 185-186.
{3} V. I. Lenin, «Infantilismo de Izquierda y el espíritu pequeño burgués», Obras escogidas en tres tomos, Progreso, Moscú 1961, tomo 2, pág. 726.
{4} Ibídem.
{5} Pocos años más tarde Stalin sistematizó la idea hasta extremos de considerar posible la revolución socialista en las colonias a las que consideró «reservas de la revolución proletaria». Ver: Ernesto Che Guevara, Temas económicos, pág. 301.
{6} «Trasladar mecánicamente el concepto de la necesaria correspondencia entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, de validez global al "microcosmos" de las relaciones de producción en aspectos concretos de un país dado durante el paríodo de transición, (...)» el Che lo consideraba uno de los errores de Carlos Bettelheim que conducía a «conclusiones apologéticas, teñidas de pragmatismo, sobre el cálculo económico». El Che en su trabajo «La planificación socialista: su significado», en Temas económicos, pág. 349.
{7} Investigación sobre el Desarrollo Humano en Cuba 1996, Editorial Caguayo, La Habana 1997, pág. 3.
{8} Idem, págs. 4-5.
{9} Victor Figueroa Albelo, Jaime García Ruiz y colectivo, «El neoliberalismo como concepción y práctica del capitalismo contemporáneo se oferta como única solución viable, como modelo idealizado de economía y sociedad, capaz de solventar los conflictos que sacuden a la sociedad capitalista y a los países que transitan hacia el capitalismo; pero más aún se propone como receta a todos, incluso a aquellos, como es el caso de Cuba, que continúan apegados a una fórmula no capitalista de desarrollo». Ver: Ensayos Sobre la Construcción Socialista en la Experiencia de Cuba, Editorial de la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara 2000, pág. 320.
{10} La idea de la industrialización matizó de un modo u otro a las políticas económicas en estos cuarenta años; había una clara conciencia y consenso sobre su papel para alcanzar el crecimiento autosostenido. Los diseños de estrategia elaborados por etapas para alcanzar la estrategia maestra (hoy conceptualizada como «Desarrollo humano») no estuvieron exentos de deficiencias en la concepción y en otros casos de aplicación; no pocas veces su fundamentación científica se vio limitada a causa de una pobre base estadística, fenómeno muy común en los países subdesarrollados, a debilidades de procedimientos y también por culpa del subdesarrollo de la economía política de la transición al socialismo. También recibió las influencias de concepciones y prácticas diversas.
{11} Federico Engels, Obras escogidas en dos tomos, Progreso, Moscú, tomo 2, pág. 171.