Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 3 • mayo 2002 • página 1
El domingo 21 de abril de 2002 vivió Francia la primera vuelta de sus elecciones presidenciales: el democrático pueblo francés prefirió a Jean-Marie Le Pen y su Frente Nacional, y relegó al primer ministro socialista Lionel Jospin
Los resultados de las elecciones francesas del pasado 21 de abril eran presentados así en News BCC: «Francia se ha visto convulsionada por el sorpresivo éxito obtenido por el líder de extrema derecha Jean-Marie Le Pen en la primera ronda.» Pero para quienes seguimos con cierta atención el desarrollo de la derecha radical francesa, que Le Pen haya pasado a la segunda vuelta de las presidenciales desplazando al candidato socialista no constituye sorpresa alguna. Y ello por dos motivos: el primero por la estabilidad que viene mostrando su partido en los resultados electorales desde hace casi veinte años (entre el 9% y el 15%), sin haber tocado poder salvo en media docena de ciudades, lo que da cuenta de la fidelidad de su electorado; y segundo por el hecho de que la campaña electoral se haya centrado sobre el debate inseguridad-inmigración, tema estrella del Frente Nacional desde sus inicios.
Además Le Pen no es flor de un día, nada que ver con Ruiz-Mateos o Mario Conde. Le Pen, nacido en 1928, lleva más de cincuenta años en el escenario de la política francesa. En 1949 ya era presidente de la Asociación Corporativa de Estudiantes de Derechas. En esta asociación inicia su formación como orador y organizador de los servicios de orden para los actos de los partidos de derechas, en unos momentos en que estos apenas tenían base militante.
En 1953 se alista como voluntario para combatir a los comunistas en Indochina, regresando a Francia en 1955 donde entra en contacto con el poujadismo. Pierre Poujade había iniciado en 1953 una serie de huelgas contra el sistema fiscal francés. La base de este movimiento estaba compuesta por la pequeña burguesía comerciante, artesanos y pequeños propietarios rurales víctimas de la concentración capitalista. Estas capas protestan contra el proceso de estatalización y en su odio por los funcionarios llegan a realizar movilizaciones que culminan con ataques a las oficinas de recaudación de impuestos. Sus dirigentes dicen desconfiar de todos los partidos, de la política y de los políticos, y pretenden atenerse exclusivamente a la defensa de sus intereses corporativistas. Esta es la razón por la que Poujade no quiere transformar el movimiento en partido político. Pero para poder presentar candidatos a las elecciones necesita una estructura, así nace la Unión de Defensa de Comerciantes y Artesanos (UDCA), que en 1956 obtiene 52 escaños en la Asamblea Nacional. Uno de ellos fue ocupado por el joven Le Pen.
Pero la unión con el poujadismo durará poco. En 1957, Poujade condena la expedición contra el canal de Suez, de la que Le Pen forma parte integrado en el Primer Regimiento de la Legión Extranjera. Le Pen rompe entonces con Poujade y aprovecha su escaño para defender la Argelia francesa, creando el Frente Nacional de los Combatientes, con el que es reelegido diputado en noviembre de 1958, integrándose en el grupo parlamentario del Centro Nacional de Independientes y Campesinos (CINP) de Antoine Pinay, partido cabeza de puente entre la derecha y la extrema derecha.
En 1962 pierde su escaño e inicia su particular travesía del desierto hasta que en 1972 participa en la fundación del Frente Nacional. Y como lo más urgente ahora es ganarse la vida monta en 1963 la empresa Societé d'Etudes et de Relations Publiques (SERP), dedicada fundamentalmente a la edición fonográfica de himnos y marchas militares, con la II Guerra Mundial como tema favorito, asegurándose entre sus correligionarios a sus mejores clientes.
Cuando en abril de 1964, Tixier Vignancour, antiguo secretario de estado de Vichy y popular abogado defensor de los OAS encarcelados, anuncia su candidatura presidencial, todos los grupos de la extrema derecha la apoyan con entusiasmo, incluida la Europe-Action del ex-OAS Dominique Venner, que de este modo renuncian a la vía activista y aceptan la lucha legal. Como director de la campaña aparecerá Le Pen. Pero los escasos resultados (poco más de un 5%) y la recomendación de Tixier de votar a la izquierda en la segunda vuelta rompe la frágil colaboración electoral entre los distintos grupos.
Tras el fracaso electoral Europe-Action pretende convertirse en un partido respetable rompiendo con su pasado violento, y pasa a llamarse Movimiento Nacionalista de Progreso (MNP), pero la confrontación electoral de 1967 sólo les da el 2'5% de los votos. Como circunstancia curiosa se da el hecho de que el candidato de este partido en la ciudad de Metz fue apoyado públicamente por el comunista español exiliado Valentín González, Campesino.
Y como viene siendo tradición en la extrema derecha francesa: a nuevo fracaso electoral nuevo grupo. Ahora será el Movement Occident, y vuelta a la añorada acción directa. A principios de 1968, Roger Holeindre –dirigente de Occident– funda el Frente Unido de Apoyo a Vietnan del Sur. Objetivo: obtener publicidad y ayuda económica del gobierno sudvietnamita. Los enfrentamientos con los Comités Vietnan de Base, patrocinados por la extrema izquierda no se hicieron esperar. El Frente Unido organiza una exposición fotográfica sobre Vietnan los días 28 y 29 de abril, que es asaltada por un grupo maoista que destroza el local, resultando heridos diez miembros de Occident, entre ellos el propio Holeindre. La respuesta no se hace esperar y contraatacan a los izquierdistas refugiados en la Sorbonne, la aparición de la policía pone fin al enfrentamiento, y en la retirada un militante de Occident lanza un coctel molotov, el primero de mayo del 68 contra las fuerzas de seguridad.
En los sucesos de mayo, aunque una parte de la militancia de Occident defenderá las barricadas, la mayoría se pondrá de parte del orden realizando labores de colaboración con los servicios de inteligencia del gobierno. Así mientras los grupos de extrema izquierda fueron prohibidos a finales de mayo, Occident permaneció en la legalidad hasta octubre. Su herencia la recogerá Ordre Nouveau, que obtiene un 3% en las municipales de 1971. Este escaso eco electoral hace que en el tercer congreso de la organización la dirección exponga sus intenciones de contactar con otros grupos y crear un gran frente nacional anticomunista. Los acuerdos de Holeindre con Le Pen suponen de hecho la creación del Frente Nacional, al que se incorporan también los monárquicos de Restauración Nacional. Esta participación de los conservadores monárquicos en los acuerdos llevó al sector de Ordre Nouveau dirigido por Alain Robert, a radicalizarse para diferenciarse de ellos, lanzando una campaña salvaje contra la inmigración, que culminó con fuertes enfrentamientos callejeros con la Liga Comunista Revolucionaria, con el resultado de numerosos locales políticos incendiados, coches destrozados, levantamiento del adoquinado en varias calles y la ilegalización de Ordre Nouveau. Estos hechos fueron aprovechados por Le Pen para formalizar la creación del Frente Nacional, invitando a entrar en él a los miembros del ahora disuelto Ordre Nouveau.
Así, el Frente Nacional (FN) surgió como una amalgama de las diferentes tendencias la extrema derecha y el neofascismo francés. Presentado públicamente el 5 de octubre de 1972, sus fundadores fueron entre otros: Victor Berthélemy, un ex-comunista que había militado en el Partido Popular Francés de Doroit; Pierre Bousquet, un ex-Waffen SS de la División Charlemagne; Roland Goguillot, ex-militante de la UNP de Marcel Deat; Alain Robert, encabezando a los militantes del disuelto Ordre Nouveau; y Pierre Sergent y Roger Holeindre que representaban a ex-combatientes de las guerras coloniales y de las OAS. El líder Jean-Marie Le Pen aportaba el pequeño Partido de Unidad Francesa sin apenas militancia, y la herencia recibida por su primera esposa Pierrette, tras la muerte de su madre. De nuevo el pobre resultado electoral de 1973 (2'25%) lleva al grupo de Alain Robert a romper con Le Pen y a crear en 1974 el Partido de las Fuerzas Nuevas (PFN). A partir de esta fecha ambos grupos entablan una lucha encarnizada por obtener la hegemonía de la extrema derecha en la que no faltaron ni los enfrentamientos físicos.
Pero, ¿por qué prevaleció finalmente el FN sobre el PFN? En primer lugar porque mientras el PFN aparece como el partido de una élite ligada a círculos intelectuales, como el «Club de l'Horlage», o el Groupement de Recerches et d'Etudes pour la Civilisation Européenne (GRECE) de Alain de Benoist, el FN se presenta como un partido de derecha nacional, popular y social. También porque al contrario que el PFN, muy preocupado por las nuevas tecnologías y la nueva forma de organización del trabajo, el FN se apoya en las inquietudes y los temores individuales y colectivos agudizados por la crisis y las traduce en consignas de agitación sencillas: «Un millón de parados, un millón de inmigrantes más», que lanza ya en 1975 iniciando a gran escala la propaganda contra los trabajadores inmigrantes. Y por último mientras que el PFN no tiene un jefe a quien destacar (para su cartel electoral han de recuperar al histórico Tixier Vignancour), el FN presenta un Le Pen organizador, orador, un hombre político experimentado, tanto en la actividad militante de calle como en los debates públicos y parlamentarios.
Además en esta época Le Pen se vincula internacionalmente con numerosos organizaciones anticomunistas de inspiración estadounidense, como la Liga Mundial Anticomunista o la secta Moon, y también con representantes del mundo financiero, destacando su relación con Hubert Lambert (de cementos Lambert), del que heredará de forma más que dudosa una importante fortuna. Mientras que las alianzas del PNF serían el MSI de Giorgio Almirante y la española Fuerza Nueva de Blas Piñar, es decir sumando la nostalgia fascista y franquista a la de Vichy, en definitiva una alianza con el pasado, que por otro lado puso en bandeja a Le Pen la ocasión para acusar a este grupo de neofascista.
En resumen el periodo que precede a las presidenciales de 1981 es un tiempo de preparación. Desde su fundación el FN presenta candidatos a todas las elecciones: municipales, cantonales, regionales, legislativas, presidenciales. Pero sus apariciones en los medios de comunicación son escasas. Pero a partir de la elección de Mitterrand como presidente de la República, con su interés por dividir a la derecha, la presencia del FN en la televisión aumenta sospechosamente. De manera que si horas antes de aparecer en un programa de audiencia masiva nadie hubiera dado un franco por el futuro político de Le Pen, tras expresar sus convicciones ante las cámaras la cotización electoral del FN subió como la espuma.
En las municipales de 1983 logra los primeros éxitos parciales. Pero su salto definitivo se da en las europeas de 1984, con 2.205.000 votos y diez diputados en la eurocámara. En las legislativas de 1986 consigue 2.700.000 votantes, el 9'8%, y en las presidenciales de 1988 obtiene un 14'39%, es decir 4.375.000. Techo que ha roto en la primera vuelta del 21 de abril con el 17'5%, desplazando al candidato socialista Jospin de la lucha por la presidencia, venciendo además en 9 de las 22 regiones francesas y convirtiéndose en el partido más votado por los trabajadores y la juventud.
Por otro la lado, como prueba de la estabilidad de su electorado, tenemos que las dos escisiones de los años noventa no sólo no le han restado votos sino que le han dado una imagen más moderada que le ha permitido crecer. En efecto la escisión de 1992 estuvo protagonizada por el secretario nacional François Touzé, que criticó el excesivo personalismo de Le Pen y el desplazamiento de los sectores que participaron en la fundación del partido a favor de los de derecha moderada, entre ellos Bruno Megret, que protagonizará la segunda ruptura, en 1999. Esta aparecerá ligada a la lucha por la sucesión de Le Pen, en la que los mejor colocados eran Bruno Megret, delegado nacional, y Bruno Gollnisch, vicepresidente. La inhabilitación judicial de Le Pen para presentarse a las elecciones europeas de 1999, por haber agredido a una candidata socialista, lleva a Megret, número dos del partido a postularse para encabezar la lista. Pero Le Pen impone su candidato: su segunda esposa Jany. Lejos de resignarse, Megret trata de convocar un Congreso Extraordinario del partido con el fin de hacerse con la dirección y expulsar a Le Pen, para lo que cuenta con el apoyo de 62 secretarios departamentales sobre 104, y con 13 de los 42 miembros de la ejecutiva, incluyendo a una de las hijas de Le Pen. Pero este Congreso es anulado por la justicia y Le Pen expulsará a los disidentes que pasan a formar el grupo Frente Nacional-Movimiento Nacional, mientras entablan una disputa legal por las siglas, que al resolverse a favor de Le Pen, les obligará a adoptar el nombre de Movimiento Nacional Republicano.
Con Megret se fueron finalmente la mayoría del sindicato estudiantil Grupos de Unión y Defensa (GUD), los colectivos de ecologistas paganos agrupados en torno a las revistas Terre et Peuple, dirigida por Pierre Vial, e Identité, de Jean-Claude Bardet, y los intelectuales Yvan Blot y Jean-Yves Le Gallou, provinientes del Club del Reloj. Megret comete el mismo error que el PFN en su día, al aparecer como un elitista club de intelectuales, lo que facilita a Le Pen presentarse como auténtico líder popular acusando a sus disidentes de representar a la extrema derecha burguesa e intelectual, que por otro lado no ha podido superar el 2'5% en estas elecciones.
El segundo motivo por el que no nos sorprende el resultado de Le Pen se deriva directamente de la evolución de la campaña electoral, centrada en el problema de la inmigración, eje fundamental del programa del FN desde 1975. Respecto de este asunto los candidatos de los partidos en el poder han tenido que posicionarse ante las propuestas de Le Pen, bien recusándolas pero sin dar ninguna otra respuesta (Jospin), bien aceptándolas en parte pero rechazando el planteamiento global (Chirac). Además la coincidencia fundamental entre Jospin y Chirac en los asuntos económicos y europeos, ha dejado el campo libre a Le Pen para aparecer como el candidato de los perjudicados por la globalización y el euro. Así muchos ciudadanos declararon haber votado a Le Pen motivados por el incumplimiento de las promesas electorales de los partidos tradicionales y por el crimen de la desaparición del franco. Esto le permite a Le Pen, tras conocer los resultados, presentarse como «el candidato de los pobres y de los oprimidos, de las víctimas de la mundialización, de Europa y de un sistema político nacional dominado por una clase política corrompida» y hacer una llamada a todos los patriotas, soberanistas y auténticos republicanos a que apoyen su candidatura para oponerse a la Europa tecnocrática de Bruselas y se unan para crear una fuerza verdaderamente popular que defienda la independencia nacional y frene la globalización.
Pero el concepto de nación del FN aparece impregnado de un fuerte componente étnico. Su doctrina de la preferencia nacional establece el «ius sanguini» como criterio de nacionalidad: sólo serán franceses aquellos que son hijos de franceses, ¿pero remontándose hasta donde? Sus campañas contra la inmigración no se centran en la denuncia de la expoliación imperialista tanto de los trabajadores nacionales como extranjeros, sino en la protección de «nuestras raíces étnicas», con lemas como «los franceses primero».
Ante la Unión Europea lanza consignas como romper la disciplina de Mastrique. Pero estas no se orientan a la creación de un bloque antiimperialista europeo, sino a la formación de un utópico capitalismo nacional francés. Las ideas socieconómicas subyacentes a estas formulaciones pasan completamente por alto la realidad del vigente sistema. Capitalismo es ante todo y sobre todo producción industrial en condiciones de apropiación privada, destinada a un mercado con vistas a la reproducción de un excedente que adopta la forma de beneficio. El Frente Nacional, al igual que la mayor parte de la extrema derecha, reduce el capitalismo al plano del interés financiero, o a una economía de rentistas, como justificación de una propuesta de alianza entre los asalariados y los empresarios nacionales para defenderse del «invasor». Le Pen, como Haider en Austria, intenta una oposición nacional-liberal a Mastrique, caracterizada principalmente por un eje de lucha contra la inmigración en nombre de invocaciones identitarias de signo etnocultural, gaseosas entidades matafísicas tras las que no puede ocultarse más que el racismo. (Véase a este respecto el rasguño de Gustavo Bueno en el número anterior de esta revista: «Etnocentrismo cultural, relativismo cultural y pluralismo cultural».)
El próximo día 5 de mayo el pueblo francés tendrá que elegir entre un político corrupto o un racista. ¡Vaya panorama!
Cangas del Narcea, 26 de abril de 2002
Preferencias del pueblo francés el 21 de abril de 2002
Resultados obtenidos en la primera vuelta por los dieciseis candidatos a la presidencia de Francia (datos ofrecidos el miércoles 24 de abril de 2002 por el Consejo Constitucional de Francia)
Inscritos: 41.194.689 franceses
Votantes: 29.495.733
Válidos: 28.498.471
En blanco y nulos: 997.262
Abstención: 11.698.956 (28,40%)
Jacques Chirac (presidente saliente, neogaullista): 5.665.855 • 19,88%
Jean-Marie Le Pen (Front National, extrema derecha): 4.804.713 • 16,86%
Lionel Jospin (primer ministro socialista): 4.610.113 • 16,18%
François Bayrou (centro): 1.949.170 • 6,84%
Arlette Laguiller (trotskista): 1.630.045 • 5,72%
Jean-Pierre Chevènement (soberanista): 1.518.528 • 5,33%
Noël Mamère (ecologista): 1.495.724 • 5,25%
Olivier Besancenot (trotskista): 1.210.562 • 4,25%
Jean Saint-Josse (cazadores, derecha): 1.204.689 • 4,23%
Alain Madelin (derecha liberal): 1.113.484 • 3,91%
Robert Hue (partido comunista): 960.480 • 3,37%
Bruno Mégret (extrema derecha): 667.026 • 2,34%
Christiane Taubira (izquierda): 660.447 • 2,32%
Corinne Lepage (ecologista, derecha): 535.837 • 1,88%
Christine Boutin (derecha): 339.112 • 1,19%
Daniel Gluckstein (trotskista): 132.686 • 0,47%