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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 3 • mayo 2002 • página 9
Economía

Desaceleración y crisis económica

Javier Delgado Palomar

En este trabajo, defendido ante el 39 Congreso de Filósofos Jóvenes
(Gijón, 2-5 de abril de 2002), se analiza la función de la Idea de Tiempo
en el marco categorial de la Economía Política

0. Introducción

Desde la perspectiva del materialismo filosófico{1}, el tiempo es una Idea. Esto quiere decir que nos la encontramos atravesando diferentes campos gnoseológicos de diferentes categorías científicas{2}; pensemos por ejemplo del tiempo en la Física, el tiempo en la Historia, en la Psicología o en la Economía.

El objetivo del siguiente trabajo es desentrañar cómo funciona la idea de tiempo en la Economía Política. Para ello hemos dividido la comunicación en tres partes. Las dos primeras se limitarán a ser meramente expositivas, se intentará explicar la teoría del valor marxista y el papel del mercado y la producción de mercancías en el proceso de desaceleración económica que vivimos en el presente. Se intentará plantear en estas primeras partes, en la medida de nuestras posibilidades, la «gramática» capitalista de la producción, en acertada metáfora de Gustavo Bueno.{3}

En la tercera parte, intentaremos anclar la exposición teórica de la economía política marxista con un problema del presente histórico: La petición de los sindicatos llamados «de clase» o «de izquierda» sobre la reducción de la jornada laboral a treinta y cinco horas semanales. Se mostrará cómo desde las mismas coordenadas del pensamiento marxista, esa petición de los sindicatos aparece confusa y contradictoria con los intereses de quienes dicen defender o representar.

Antes de empezar hemos de aclarar que en cada categoría científica, la Idea de tiempo adquiere una modulación diferente. Así, en la Economía Política la medida del tiempo es convencional y la determinan los observatorios nacionales de los países occidentales como el Observatorio Naval de Washington o el Real Observatorio de Greenwich cuyos resultados son coordinados por una agencia internacional, La Oficina Internacional de la Hora con sede en París.{4}

1. La función de la magnitud del tiempo en la teoría del valor. La esfera de la producción de mercancías

En principio, las mercancías se nos presentan como cosas útiles productos del trabajo humano.{5} Cosas que vienen a satisfacer unas necesidades humanas de la más diversa índole (reales o imaginadas). En este sentido, un kilo de carne, un curso de filosofía pura o una película de Almodóvar, tienen en común una cualidad genérica: satisfacen esas necesidades humanas, físicas o históricas. Esta capacidad de satisfacer necesidades es lo que les confiere su carácter en tanto valores de uso. Sin embargo, nos encontramos con que, en el mercado, se intercambian variadas mercancías, cualitativamente diferentes, en las más diversas proporciones. Por poner un ejemplo del propio Marx:

20 varas de lienzo = 1 levita

Esta segunda propiedad de las mercancías (poder ser cambiadas unas por otras) es la que les confiere su carácter en tanto valores de cambio, y este es, siempre desde las categorías de la Economía Política marxista, el doble carácter de la mercancía: valor de uso y valor de cambio.

Pues bien, si estas mercancías, cuyos valores de uso son inconmensurables, se pueden cambiar en el mercado es porque ambas son iguales a una tercera, como muy bien supo ver Aristóteles en su tiempo:

«Lo que produce la retribución proporcionada es la unión de términos diametralmente opuestos [...] Pues una asociación por cambio no tiene lugar entre dos médicos, sino entre un médico y un agricultor, y en general, entre personas diferentes y no iguales. Pero es preciso que se igualen y, por eso, todas las cosas que se intercambian deben ser, de alguna manera, comparables [...] Es preciso, pues, que entre el arquitecto y el zapatero haya la misma relación que entre una cantidad de zapatos y una casa o tal alimento. Pues, de otro modo, no habrá cambio ni asociación. Pero esta proporción no será posible, si los bienes (distintos) no son, de alguna manera (en algo que les sea común), iguales. Es menester, por tanto, que todo se mida por una sola cosa...»{6}

«Es menester, por tanto, que todo se mida por una sola cosa, como se dijo antes. En realidad esta cosa es la necesidad, que todo lo mantiene unido; porque si los hombres no necesitaran nada o no lo necesitaran por igual, no habría cambio o no tal cambio. Pero la moneda ha venido a ser como una especie de sustituto de la necesidad en virtud de una convención [...] así, pues, la moneda, como una medida iguala a todas las cosas haciéndolas conmensurables; no habría asociación, si no hubiese cambio, ni cambio si no hubiera igualdad, ni igualdad si no hubiera conmensurabilidad [...] debe existir, entonces, una unidad establecida en virtud de un acuerdo, porque esto hace a las cosas conmensurables. En efecto, con la moneda todo se mide. Sea A una casa, B diez minas, C una cama. A es la mitad de B, si la casa vale cinco minas o su equivalente; la cama C, es la décima parte de B. Es claro, entonces, cuántas camas valdrán lo mismo que una casa, es decir, cinco. Es evidente que el cambio se haría de este modo, antes de existir la moneda».{7}

Luego en nuestro ejemplo, según Aristóteles, si se pueden cambiar veinte varas de lienzo por una levita es porque ambas valen lo mismo, por ejemplo, 1000€.{8} Pero Aristóteles está confundiendo aquí el valor con su medida en dinero, veremos luego por qué. ¿En qué consiste pues, esa tercera cosa que se mide en dinero? Para responder esa pregunta, Marx se formula otra: Si dejamos de lado o hacemos abstracción de que el lienzo y la levita son objetos útiles, ¿qué queda por decir de ellos? Como señalábamos al principio, queda por decir que son producto del trabajo humano, pero no producto del trabajo concreto del tejedor o el sastre, pues en la relación de intercambio entre mercancías desaparece su carácter útil (el valor de uso){9}. Es decir, al desaparecer el carácter útil de la mercancía desaparece también el de los trabajos concretos (ligados a esta utilidad, el arte del sastre o el tejedor) que los produjeron, «reduciéndose en su totalidad a trabajo humano indiferenciado, a trabajo abstractamente humano»{10}. Lo cual quiere decir, que si quitamos el trabajo concreto lo que queda es trabajo abstracto, simple gasto de fuerza de trabajo y músculos.

La conclusión aparece ya con suma nitidez, es la cantidad de trabajo abstracto contenida en una mercancía la que consigue que se pueda cambiar por otra, la que la hace conmensurable con otra, la que, en definitiva fija su valor. ¿Cómo se mide esta cantidad de trabajo abstracto? Por su tiempo, por su duración en horas, minutos y segundos. Y ese valor, que lo fija la cantidad de tiempo de trabajo en, lo que en El Capital se llama, la esfera de la producción de mercancías, en la agricultura, en las fábricas, reaparece, como representación nominal que agiliza (acelera) pero no posibilita los intercambios, en la esfera de la circulación de mercancías, el mercado, en forma de dinero.

Expresado así, parece que cuanto más tiempo se tarde en la elaboración de una mercancía tanto más valiosa será esta, de tal manera que nos veamos en la paradoja de tener que afirmar que la mercancía elaborada por un obrero más torpe o perezoso puede ser más valiosa que otra realizada en menos tiempo{11}. Sin embargo, en la sociedad capitalista el mercado se encarga de confrontar la duración de los diversos trabajos corrigiendo conductas en dirección a una creciente productividad. Por ejemplo, si para producir un zapato, un zapatero emplea una hora de su labor y otro vecino suyo, zapatero también, se ayuda de una máquina que ha inventado él y le permite realizar 60 zapatos en una hora, este invento, que significa el desarrollo de las fuerzas productivas, hará que el tiempo medio socialmente necesario{12} para la realización de un zapato baje a un minuto y la hora que emplea el zapatero artesanal represente sólo un minuto de trabajo social medio y que el valor de su zapato haya disminuido sesenta veces.

Decíamos antes que Aristóteles confundía el valor con su representación y que el descubrimiento de que el valor de las mercancías depende directamente del tiempo de trabajo necesario para producirlas se debe a Marx. Esto no es así porque Marx fuera más listo o cosas por el estilo, sino porque «el secreto de la expresión de valor, la igualdad y la validez igual de todos los trabajos, en cuanto son y por el hecho de ser todos ellos trabajo humano en general, sólo podía ser descifrado cuando el concepto de la igualdad humana poseyera ya la firmeza de un prejuicio popular».{13} La estructura económica, el modo de producción esclavista, está bloqueando a Aristóteles el descubrimiento, ya que no puede considerar iguales (abstractamente humanos) todos los trabajos, no puede considerar igual, en definitiva, el trabajo de un hombre libre y un esclavo, ya que el esclavo no es humano. Y no puede porque el «espíritu objetivo», por hablar con términos hegelianos, no se lo permite. Tendrá que convertirse la idea de igualdad humana, a través de la expansión del cristianismo y las revoluciones burguesas, en un prejuicio popular, para que sean equiparables el trabajo del arquitecto y el del albañil. No es que Marx desprecie a Aristóteles por esclavista, como luego han hecho muchos marxistas, de hecho, le reconoce como a un genio, «El genio de Aristóteles brilla precisamente por descubrir en la expresión de valor de las mercancías, una relación de igualdad. Sólo la limitación histórica de la sociedad en que vivía le impidió averiguar en qué consistía "en verdad", esa relación de igualdad»{14}, sino que era realmente imposible que se le pudiera ocurrir, como es imposible que se pudiera componer el Requiem de Mozart.

Podemos concluir para este apartado que la magnitud tiempo que nos ocupa ejerce una función fundamental en la Economía Política, a través de la teoría del valor, en la que el valor de una mercancía aparece como la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla y a su vez el tiempo de trabajo socialmente necesario viene determinado por el desarrollo de las fuerzas productivas a través de la ciencia, la tecnología...

2. La función de la magnitud del tiempo en el mercado. La esfera de la circulación de mercancías

En un primer momento, el capitalista acude al mercado con un dinero (D) y compra con él dos tipos de mercancías (M) necesarias para que el dinero empiece a circular cíclicamente{15}. Para que pueda empezar a convertirse en capital productivo, tendrá que comenzar por comprar los (Mp) medios de producción (maquinaria, fábricas, almacenes...), para continuar adquiriendo la fuerza de trabajo (T) es decir, la contratación de obreros en el mercado laboral. Que estos obreros se puedan contratar, presupone la existencia de la propiedad privada de los medios de producción, de la misma manera que la compra de esclavos presupone al sistema esclavista, como dice Marx «hay que partir de la existencia de la esclavitud para que el dinero pueda invertirse en comprar esclavos. En cambio, para hacer posible la esclavitud no basta con que el comprador disponga de dinero»{16}. Pero el obrero no es un esclavo, el empresario no puede volver a venderle, sólo ha comprado su fuerza de trabajo por un determinado tiempo, la jornada laboral.{17}

El capitalista ya dispone de los medios de producción y de la fuerza de trabajo necesarios para hacerlos funcionar, para consumir las mercancías que compró. El resultado de ese "consumo productivo" son otras mercancías de mayor valor que las primeras y que se venden por más dinero. La fórmula general del ciclo del capital-dinero sería:

formula

Donde P es la plusvalía,{19} literalmente, valor de más que tiene Mī respecto a M, que se ha generado, donde se genera todo valor, a lo largo del tiempo de trabajo, la jornada laboral de T, en la esfera de la producción.

Ahora bien, en la esfera de la circulación, en el mercado, las mercancías no se venden solas, eso sería caer ya en el colmo del fetichismo o del antropomorfismo, el empresario necesita un cuerpo de asalariados, que se encarguen de acelerar la circulación de las mercancías, estos son los vendedores. Para el capitalista, tan importante como producir es vender y esto guarda una estrecha relación con la magnitud tiempo. Veamos: En nuestro ejemplo anterior, el zapatero a parte de disponer de una fábrica, con máquinas y obreros, tiene una furgoneta con conductor con la que lleva mercancías a la capital y una tienda con dos vendedores donde vende los zapatos. En el momento en que un zapato se vende y el capitalista obtiene dinero, se ha cumplido un ciclo de circulación del capital-dinero. La rotación del capital es igual a la duración de la fase de producción más la duración de la circulación. Así, cuanto más se vende, más zapatos han de producirse para volver a reponer los estantes de la zapatería y cuanto más se produce, más ganancia obtiene el zapatero. Es decir, a mayor velocidad de circulación del capital, mayor ganancia del capitalista.

Se aprecia claramente cómo el tiempo de circulación influye en la producción en el momento de las crisis económicas. Por ejemplo, si nuestro zapatero deja de vender zapatos por los motivos que sean, o los vende más despacio (desaceleración del ciclo), se verá obligado, a frenar también la producción, por ejemplo, despidiendo obreros, vendiendo máquinas, para intentar mantener sus beneficios.

«El tiempo de circulación y el tiempo de producción se excluyen mutuamente. Durante su tiempo de circulación el capital no funciona como capital productivo, y por eso no produce ni mercancía ni plusvalor. [...] Por tanto, el tiempo de circulación del capital limita en general el tiempo de producción y en consecuencia su proceso de valorización. Y los limita precisamente en proporción a lo que él mismo dura.»{20}

De esta forma, y por conectar estos estudios, aparentemente teóricos, con la realidad fenoménica más actual, empiezan a aclararse, por ejemplo, los efectos económicos de los atentados del pasado once de septiembre. Puede cualquier lector comprender, que si el World Trade Center era uno de los mayores puntos mundiales de circulación de mercancías (por la cantidad de empresas dedicadas a ello que estaban afincadas en las Torres Gemelas), y este desaparece de un plumazo, entonces las compras y ventas, no es que desaparezcan pero se ralentizan, agudizando la crisis, recesión y paro que ya existían, por cierto, de antes de los atentados.

En el seno del materialismo filosófico, discusión y crítica aparte merece el hecho de que Marx no llamase proletarios{21} a los trabajadores asalariados implicados en el proceso de circulación. Desde un punto de vista estrictamente marxista estos trabajadores comerciales, de distribución y transporte, trabajadores del sistema financiero, burócratas y funcionarios, educadores, militares, etc, no son productivos porque su trabajo no crea plusvalía; en realidad, el capitalista se ve obligado a emplearlos porque es la única forma de asegurar que sus mercancías podrán venderse. Sin embargo, sí que influyen directamente en acelerar la circulación y que la producción global aumente{22}.

El análisis del hecho de la creciente concentración laboral en lo que se denomina el sector terciario de la economía es especialmente interesante para el caso de España, que ha visto en los últimos veinte años, como se desmantelaban sus sectores primario y secundario, en un plan orquestado directamente por una superpotencia (la UE). Convirtiendo la piel de toro en un lugar de paso para el dinero, donde no se produce riqueza.

3. Un problema actual de la magnitud tiempo: Jornada laboral de 35 horas semanales.

Hemos asistido en los últimos tiempos, a una de las propuestas más sugestivas de los sindicatos en lo que a los trabajadores asalariados se refiere: la reducción de su jornada de trabajo de cuarenta a treinta y cinco horas semanales. Los sindicatos y fuerzas políticas de izquierda han argumentado por boca de sus portavoces a favor de esta medida y se han oído unas consignas que revelan el más burdo voluntarismo político, en lugar del análisis científico y filosófico de la realidad y el presente histórico.

La defensa de la tesis de la reducción de la jornada laboral se ha articulado en torno a cuatro argumentos clave{23}, que constituyen el núcleo propagandístico de la campaña, veamos cuáles son estos argumentos{24}:

a) Se argumenta en primer lugar, que la jornada de treinta y cinco horas otorgará más tiempo libre, más tiempo de ocio a los obreros lo que contribuirá en mejorar su nivel de vida{25}. En este razonamiento se esconde, por un lado, la idea de que el ideal de vida del obrero es trabajar lo menos posible y consumir mayor tiempo de ocio, y por otro, se enmascara el hecho de que desde el punto de vista del cierre categorial económico, ese sujeto (obrero) cuando deja de producir, sólo puede ser considerado consumidor y como tal es considerado. Aumentando su tiempo de consumo (de compras, no de "ocio") y disminuyendo el de trabajo, se intenta desbloquear el mercado existente, mientras se amplía la oferta de valores de uso novedosos que estimulan el consumo , ¿cuántos hornos radioactivos, cuántos teléfonos móviles, plataformas digitales de televisión u ordenadores, se compraban hace treinta años?

b) En segundo lugar, se habla de la reducción del paro (la creación o el reparto de empleo). Si las horas de tiempo de trabajo disminuyen, la producción disminuirá también y tendrán que mantenerla mediante la contratación de los parados, que supuestamente, los patronos se verán obligados a adquirir para mantener los niveles de producción, aunque sea para media jornada. Sin embargo, el capitalismo no puede renunciar al paro como ejercito trabajador de reserva, que se encarga, además, de regular los salarios a la baja en el mercado laboral. El pleno empleo es una reivindicación absurda e irracional para los intereses capitalistas (es una utopía sobre todo, en un periodo de desaceleración){26}. Además, aunque en principio se generara más empleo, esto sería peligroso para la estabilidad laboral de los trabajadores antiguos (véase más abajo el comentario sobre el caso francés).

c) En tercer lugar, argumentan que reducir la producción es malo para el capitalista. Pero ya hemos visto que esto no es siempre así. Conocidas son las huelgas provocadas por los propios capitalistas a principios de siglo, por ejemplo, o las huelgas de stock «a la japonesa» donde se luchaba contra el capitalista, precisamente aumentando la producción. Nosotros acabamos de observar en los dos puntos anteriores, que es precisamente en los periodos de desaceleración (desaceleración en el ciclo del capital) económica cuando más interesa a los capitalistas reducir la producción.

d) En cuarto y último lugar, un argumento que además de los sindicatos y las fuerzas políticas de izquierda, ha usado también parte del movimiento antiglobalización, desde las perspectivas ecológica y neomalthusiana{27}. Argumentan ellos que reducir la producción, en general, es bueno para la Naturaleza, ya que los recursos naturales limitados de que el hombre dispone y que le son necesarios (oxigeno, agua, tierra cultivable, fauna y flora...) se están agotando y no podrán sustentar a la población mundial durante mucho tiempo más. Además de situarse en una perspectiva radial, en detrimento de la circular, que es la que corresponde a la Economía política como ciencia, estos ecologistas no dicen a las claras lo que los malthusianos de antaño se atrevían a decir sin tapujos: que la reducción de la producción humana forzaría a tener que reducir el número de habitantes del planeta.

Así que la jornada de treinta y cinco horas es buena para todo. Para el Hombre, porque mejorará su nivel de vida (tendrá más tiempo libre para poder ir consumiendo gasolina en sus viajes de fin de semana o quedarse en su casa viendo la televisión) y para la Naturaleza, porque se dejará de explotar salvajemente el planeta y los recursos del ecosistema podrán alimentarnos durante quinientas generaciones más.

Y con argumentos semejantes se ha realizado en este país la campaña a favor de la reducción de jornada, reivindicación que, por otra parte, habían copiado de sus vecinos franceses e italianos{28}.

Comentario a parte merecerían las repercusiones que la implantación de la jornada laboral de treinta y cinco horas ha resultado tener en Francia. En el caso francés, donde también se prometió al principio no reducir los salarios (y se mantuvo) lo que ocurrió fue que los parados fueron contratados como eventuales con sueldos lógicamente inferiores (en tanto que eventuales). Los trabajadores antiguos enviados al paro y vueltos a contratar en condiciones más precarias que las que tenían (todo esto se pudo realizar en el marco de la más estricta legalidad gracias a la reforma laboral ad hoc del gobierno francés), como reconoce en este texto, un miembro de la Dirección Nacional de Refundación Comunista de Italia, extraído de una conferencia en la que intentaba aleccionar a los dirigentes de IU:

«...Fuimos incluso ayudados, no diré por el Destino sino por el movimiento europeo que habíamos contribuido a hacer nacer, porque el 10 de octubre Jospin había dicho "yo hago la reducción del horario de trabajo"; el 12 de octubre se reabrieron las negociaciones con el gobierno Prado; el 14 de octubre firmamos el protocolo de acuerdo que contenía la promesa del gobierno de presentar en estos días un proyecto de ley para la reducción del horario de trabajo para el 1º de enero del año 2001, al menos para las empresas de más de 15 asalariados. Ha sido una victoria debida a nuestra determinación y a la contemporaneidad de la decisión del gobierno francés»{29}.

Así, se materializaba la bajada de salarios global que habían negado tanto gobierno como sindicatos en un principio.

Nosotros, ante este presente de confusión{30}, proponemos que cada propuesta de los sindicatos y de los partidos denominados «de izquierda» sea examinada teóricamente de forma escrupulosa. Aprovechando para ello y en cada ocasión, el instrumental analítico que nos proporcionan el materialismo histórico y el materialismo filosófico, no quedarán ya más dudas, sobre la hipocresía moral de quienes dicen representar los intereses de unos grupos humanos, defendiendo en realidad los de los grupos de los que dicen ser enemigos, ya sea porque son los que les pagan, o por pura incompetencia teórica.

Bibliografía básica

Aristóteles, Ética Nicomáquea, Gredos, Madrid 1998.

Gustavo Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya ciencia, Barcelona 1972.

Carlos Marx, El Capital, 3 vols., FCE, México D.F. 1995.

Notas

{1} Pelayo García Sierra, Diccionario Filosófico, Pentalfa Ediciones, Oviedo 2000, pág 27.

{2} Para la relación entre las Ideas y las Categorías pueden verse, por ejemplo: Gustavo Bueno, El papel de la Filosofía en el conjunto del saber, Ciencia Nueva, Madrid 1970, cap. III. C. Las "Ideas", objetos del taller filosófico, pág. 251. Gustavo Bueno, Etnología y Utopía, Júcar, Madrid 1987, pág. 47-48.

{3} «El partido que voy a tomar aquí es, decididamente, el siguiente: suponer como 'referencia', de cualquier lenguaje económico, a la realidad económica primaria, en cuanto, en cualquier caso, está, también constantemente implicada en el 'sentido' de la Economía Política [...], diríamos que la Economía Política científica desempeña el papel de una Gramática, por respecto a la lengua hablada». Gustavo Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya Ciencia, Barcelona 1972, pág. 38.

{4} «El Tempus económico, está, sin duda, entretejido con el tiempo astronómico, pero formalmente es un tiempo ontológico categorial, y las unidades de este tiempo no tienen por qué ser, en principio, las mismas que las unidades del tiempo cronológico». Gustavo Bueno, op. cit. pág 60

{5} Es importantísimo conocer el cap. I del vol I de El Capital para toda la terminología marxista que luego será recurrente a lo largo de todo el libro.

{6} Aristóteles, Etica nicomáquea, Gredos, Madrid 1998, libro V, pág. 251

{7} Ibíd. 252.

{8} «Los términos "ganancia" y "pérdida" proceden de los cambios voluntarios, pues a tener más de lo que uno poseía se le llama ganar y a tener menos de lo que se tenía al principio, perder, y lo mismo en el comprar y en el vender y en todos los cambios que la ley permite». Ibíd. 249

{9} Karl Marx, El Capital, vol. I, FCE, México D.F. 1995, pág. 6

{10} Ibíd.

{11} Ibíd.

{12} «El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción imperantes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad de trabajo.» Ibid pág 6. «La mensuración es objetiva (incluso inconsciente).El concepto de trabajo social medio no es sólo un 'promedio académico' sino una resultante social, dentro de cada modo de producción». Gustavo Bueno, op. cit., pág. 60.

{13} K. Marx op. cit. pág. 26

{14} Ibíd.

{15} «La rotación sistemática recurrente como contenido mismo del cierre categorial, es un movimiento, y, por tanto, incluye el Tiempo. El Tiempo es, en efecto, un componente esencial de la razón económica categorial y del cierre económico.» Gustavo Bueno, op. cit. pág 60

{16} K. Marx, op. cit. Vol II, cap I pág. 33.

{17} Explicar la jornada laboral aquí excedería el marco de la exposición en el congreso. Por eso remito a los interesados en profundizar al capítulo VIII del volumen I de El Capital.

{18} Esta es la rotación sistemática de la que habla Gustavo Bueno en la nota 15, representada en forma de círculo en la tabla que aparece en su Ensayo en la pág 47.

{19} Vale el mismo comentario que para la jornada de trabajo.

{20} Karl Marx, op. cit. vol. II. Cap. V pág. 111.

{21} «Por "proletario" únicamente puede entenderse, desde el punto de vista económico,el asalariado que produce y valoriza capital y al que se arroja a la calle no bien se vuelve superfluo paraa las necesidades de valorización de Monsieur Capital» K. Marx, op. cit. vol I, cap. XXIII.

{22} «Por consiguiente, el capital comercial no crea valor ni plusvalor, es decir, no lo hace directamente. En la medida en que contribuye a la abreviación del tiempo de circulación, puede ayudar, indirectamente a aumentar el plusvalor» K. Marx, op. cit. vol III, cap. XVI.

{23} «En este sentido, la reivindicación de una Ley que reduzca la jornada laboral a 35 horas semanales es una batalla contra el paro permanente, contra la pobreza y la exclusión social, pero también un modelo de sociedad democrática e igualitaria, ecológicamente sostenible y por una nueva relación entre géneros, por la profundización y la extensión de la democracia política. En síntesis, por una opción de civilización».Salvador Jové, Manuel Monereo, 35 horas por Ley ¡ya!, en VV.AA. El libro de las 35 horas, El Viejo Topo, Madrid, pág. 8.

{24} Parece superfluo, pero es fundamental advertir que, por supuesto, la reducción de la jornada no debe implicar, para los sindicatos, una reducción del salario en ninguno de los casos.

{25} «Además de crear y mantener empleo, es un factor de civilización: para ganar tiempo de vida, para una mayor igualdad entre hombre y mujer, etc. En una Europa en la que la producción se ha multiplicado por tres en los últimos 40 años, mientras que la cantidad de trabajo se ha reducido un 30%, el tiempo estándar de trabajo no puede ser el mismo.» José M. Zaffiur, 35 Horas, Artículo aparecido en el diario «Cinco días», 20 de Octubre de 1997.

{26} «El anuncio francés, seguido a los pocos días por sus vecinos italianos, de reducir la jornada laboral a partir del año 2001, parece reflejar que se ha asumido ya, por esos gobiernos, que si no se puede crear empleo, entonces que se reparta. Pero ¿es ésa una disyuntiva real?, ¿es ése el derrotero por el que podían avanzar las más imaginativas estrategias de la anhelada socialdemocracia europea?» Santos Ruesga y Ciro Murayama ¿Generar o repartir empleo?, El Mundo, martes, 28 de octubre de 1997. (Cursiva mía)

{27} Véase el antílogo de Gustavo Bueno, «La nostalgia de la barbarie como antiglobalización», al libro de Zerzan, Malestar en el tiempo, Ikusager, Vitoria 2001 (septiembre), págs. 19-45.

{28} «Los compromisos de los gobiernos francés e italiano de legislar la reducción de la jornada laboral a 35 horas, constituyen la prueba más evidente de que se puede, desde la iniciativa política, abordar dicho objetivo. Las decisiones de estos gobiernos han tenido unos antecedentes y unos ámbitos de discusión previos en otros foros y en otros diálogos. Por lo que hace referencia a Izquierda Unida recordemos los mítines conjuntos en París (1996) y Lisboa (1997) de todas las fuerzas políticas que integramos, tanto el Grupo Parlamentario Europeo, como el Foro de la Nueva Izquierda Europea. Pero recordemos especialmente los compromisos contraídos en los acuerdos de Madrid (1996) y Leganés (1997) entre nuestras fuerzas políticas con respecto a la demanda de referéndum sobre la Moneda Única y la lucha por las 35 horas de jornada semanal. Nuestra propuesta tiene la virtud de que expresa en el nivel europeo tanto unos antecedentes (Francia e Italia) como unos compromisos y, por ende la posibilidad de una amplia alianza social y política europeas. Estamos hablando de la auténtica construcción europea que no será posible sin la unidad política y sin las políticas de igualdad.» Julio Anguita, Carta del Coordinador General a todos los afiliados de IU, Editado electrónicamente por el Cendoc de IU Federal, Madrid 14 de enero de 1997.

{29} Alfonso Gianni, alocución Sobre la campaña del empleo en Italia pronunciada ante el Consejo Político Federal de IU el 31 de Enero de 1998, Editado electrónicamente por el Cendoc de IU Federal, Madrid, 28 de febrero de 1998.

{30} El día que se escriben estás líneas, 13 de marzo de 2002, UGT ha anunciado su nueva propuesta para la reducción de la jornada de trabajo a ¡cuatro días semanales! Utilizando los argumentos a y b (reducción del paro y más tiempo libre para dedicar "a la familia").

 

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