Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 4 • junio 2002 • página 11
1. «Derecha» e «Izquierda» no son categorías políticas (pertenecen a la ética y a la metapolítica). 2. Hay que corregir la globalización para que beneficie a todos. «Antiglobalización» es una fantasía reaccionaria. 3. La izquierda que impulsó las consignas «antiglobalización» y «antiliberalismo», de raíz nacionalista, hizo el juego a Le Pen
[Con el apoyo de ejemplos periodísticos se sostienen las siguientes tesis: 1) Izquierda y derecha no son opuestos, sino que actúan en planos diferentes (la izquierda es ideológica y la derecha pragmática). Tienen tradición cultural y ética; forman parte del marketing político, pero no son categorías políticas. 2) «Antiglobalización» es una utopía reaccionaria, a diferencia de la inquietud por paliar sus efectos no buscados, que subyace en la consigna de «otra globalización». 3) La izquierda, al apoyar indiscriminada e irresponsablemente a los antiglobalizadores y al antiliberalismo, favoreció el flujo de votos hacia Le Pen (e indirectamente favoreció a Chirac), así como en Argentina favoreció (desde 1945) las políticas que llevaron al desastre y ahora dificultan la salida.]
Hojeo El País de hoy (6 de mayo de 2002). Andrés Ortega{1} dice: «No difiere tanto [Blair] del discurso de Chirac (...) pero sí de otras izquierdas.» Y Sami Nair{2}: «Se está produciendo una doble disgregación, que afecta tanto a la derecha clásica como a la izquierda social-liberal (...) porque una y otra practican una política y una visión del mundo idénticas, aunque todo está hecho para que se crea lo contrario.» Luego plantea preguntas acerca del papel de la ciudadanía, del Estado, &c. «Estas preguntas –dice– superan ampliamente la separación derecha-izquierda (que ha desaparecido de hecho, porque la izquierda hace la política liberal de la derecha) sin por ello anularla (...).»
Los partidos políticos, dentro del sistema democrático, son competidores por puestos públicos que otorgan poder y prestigio. Para atraer al electorado, agitan supuestas diferencias ideológicas. Pero, fuera del marketing político, lo que interesa al ciudadano es la eficacia y la honestidad de los candidatos. No es que izquierda y derecha hayan desaparecido; tienen larga tradición cultural y ética, pero no son categorías políticas. Por eso Ortega menciona que a Blair se lo ha descrito como «el primer ministro posideológico».
La oposición real no es izquierda/derecha, sino competidores dentro del sistema/partidos o movimientos antisistema. En ambos lados de la separación, las diferencias son de matices. Por eso, en España apenas hay diferencia entre PP y PSOE, como sucede en Francia con PS y RPR; en cambio, ambos son opuestos al FN (Le Pen). ¿Qué sentido tiene hablar de «extrema izquierda» o de «extrema derecha»? ¿Acaso Le Pen es como Chirac, pero un poco más? O, en España, ¿son IU y HB iguales al PSOE pero un poco más? Nada de eso: son opuestos. En cambio IU, HB y los nacionalistas vascos, forman parte de la misma constelación. Por la misma razón, ¿qué sentido tiene decir como muchos (v.gr., Vidal Beneyto,{3}): «Es un disparate hablar de la extinción de la izquierda en esta elección cuando sumando todas sus variantes, todavía sobrepasa el 43% de los votos emitidos»? Es una suma imposible porque las variantes se parecen entre si, utilizando la expresión de Ortega y Gasset, como los caballos a las ostras, en que ambos son incapaces de trepar a los árboles.
Andrés Ortega dice que «...Blair se vuelve a la izquierda (...) aumentando el gasto público...» Pero aclara: «Y si esta política es posible es porque cuenta con un crecimiento sólido de la economía de más de dos puntos este año y del 3,5% en 2003.» De modo que lo primero es lograr el crecimiento económico. Además «pone la calidad de los servicios públicos en el centro de su mensaje». Más importante que cuánto se gasta es cómo se gasta.
En cambio Sami Nair dice: «En efecto, veinte años de política neoliberal han podido con la confianza del ciudadano francés...» Si tanto la derecha como la izquierda hacen política «neoliberal»... parecería que S.N. sugiere apoyar grupos antisistema. En realidad, tácita, vergonzantemente, es lo que ha hecho cierta izquierda al subirse al tren de la «antiglobalización». Pues nadie es tan claramente antiglobalizador como Le Pen, que quiere sacar a Francia de la UE y volver al franco.
Las protestas «antiglobalización» nos llevan a las reflexiones de Daniel Innerarity{4}. Veamos algunas de ellas:
«Últimamente parece haber aumentado la cantidad de los que protestas con reación al número de personas que se dedican a todo lo demás.»
«(...) Hoy más que nunca, protestar bien, con eficacia y oportunidad, razonable y convincentemente, no es nada fácil. Y tampoco es sencillo actuar correctamente ante la protesta; para ello se requiere entenderla bien, que suele ser algo distinto que atender a sus reivindicaciones literales».
«(...) El nuevo protestantismo consiste, a mi juicio, en que hace por un momento soportable la creciente incomprensibilidad del mundo, su complejidad».
«(...) Con razón o sin ella, la protesta ante la globalización o los flujos migratorios, contra la inseguridad o la falta de representación, refleja lo difusos e inconcretos que son los miedos, las expectativas y las incertidumbres de nuestra sociedad».
La globalización es un proceso espontáneo (sin planificación ni dirección) que se inició, puede decirse, con el descubrimiento de América, se aceleró con la Revolución Industrial y adquirió un ritmo frenético con la revolución científico-técnica. Estos rápidos y continuos cambios angustian a casi todos. La mayoría de las personas quisiera vivir con seguridad y tranquilidad en un mundo estable, sin cambios. Pero esto es una utopía conservadora, más aún, reaccionaria, porque lo que se quiere es volver al mundo «de antes» (o como algunos creen que era). Eso no significa que la globalización, además de las maravillosas ventajas que ofrece a casi todos, no tenga también inconvenientes, efectos no deseados. Pero así como los aviones ocasionan terribles accidentes, contaminan la atmósfera y son ruidosos, a nadie se le ocurre «prohibirlos», lo mismo sucede con la globalización. Por eso las personas constructivas y sensatas ya no hablan de «antiglobalización» sino de «otra globalización». Dice después Innerarity:
«Se protesta ireresponsablemente contra la irresponsabilidad».
«(...) Forma parte de la torpeza general de las protestas, que muchas veces consiguen lo contrario de lo que esperaban».
Se protestó contra Jospin votando a Le Pen y también no votando. El resultado inesperado favoreció a Chirac.
En Argentina se ha convocado –a mi juicio irresponsablemente– una huelga general contra el FMI. La única posibilidad de remontar la crisis sería lograr un prestamo, que solo podría provenir del FMI (ningún particular prestaría hoy a Argentina, a ningún interés).
«(...) Pero el problema se agudiza cuando resulta que lo rechazado por muchas protestas es precisamente la complejidad».
En el medioevo solía tomarse la complejidad de los seres vivos, o de un órgano en particular, v.gr., el ojo, como prueba de la existencia de un plan y de un planificador (Dios). De la misma manera, los «antiglobalizadores» no comprenden que la complejidad genera orden espontáneo y creen que la globalización fue planificada y que alguien la dirige. El mundo se vuelve más «comprensible» con esa visión simplista que, además, ofrece «culpables» contra los que luchar para calmar la angustia que los cambios desencadenan.
«(...) De ahí que la protesta pueda desentenderse completamente de la perspectiva de la gobernabilidad, motivo por el que resulta tan corta de vista».
«Tengo la impresión de que en la forma actual de la protesta se hace visible la inquietud que produce el aumento general de incertidumbre en la cultura actual. La dificultad que los seres humanos tenemos para convivir con la ignorancia acerca de nosotros, de nuestro entorno y de nuestro futuro dispara las alarmas y los mecanismos de defensa contra lo desconocido.»
«(...) La gestión de la protesta ha de ser más inteligente que ella.»
¡Ese es, exactamente, el objeto de la política! Debe tener en cuenta las protestas (individuales y grupales) no para satisfacerlas ipso facto, sino para acotarlas e interpretarlas antes de actuar.
6 de mayo de 2002
Notas
{1} Andrés Ortega, «Unos hacia la derecha, otro hacia la izquierda», El País, 6 de mayo de 2002.
{2} Sami Nair, «La crisis francesa». Id.
{3} José Vidal-Beneyto, «¿Fascismo o ruptura política?», El País, 4 de mayo de 2002.
{4} Daniel Innerarity, «La dificultad de protestar». Id.