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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 4 • junio 2002 • página 24
Libros

El socialismo contra la ley

Jorge Lombardero Álvarez

Sobre el libro de José María García de Tuñón, El socialismo contra la ley, Fundación Ramiro Ledesma, Oviedo 2002, 172 págs.

José María García de Tuñón, El socialismo contra la ley El título del libro que hoy comentamos puede llevarnos a creer que su contenido se refiere a la reciente etapa de gobiernos socialistas (1982-1996) soportados por esta España nuestra. Pero no es así, a pesar de lo ajustado de la expresión a la forma en que los socialistas ejercieron el poder en el periodo mencionado, cuando más obligados estaban a un cumplimiento escrupuloso de la ley. Y aunque alguna referencia se hace a estos hechos en el libro, la contemplación de la portada ocupada por una fotografía del edificio histórico de la Universidad de Oviedo en ruinas, nos permite adivinar que la obra se centra en los acontecimientos de octubre de 1934, cuando se produce un intento de derrocar al gobierno de la República española utilizando la fuerza por parte de una serie de organizaciones sindicales y políticas, entre ellas el Partido Socialista Obrero Español. Esta actuación se denomina técnicamente golpe de estado.

La labor del autor consiste simplemente en recordarnos esto, recurriendo para ello al rescate de numerosos testimonios que se encontraban dispersos en la prensa de aquellos días y en los libros de memorias de sus protagonistas y espectadores. De la lectura de esta recopilación se sacan a nuestro parecer dos claras conclusiones: primera, que este intento de golpe de estado, no pretendía corregir el rumbo de la República ante el peligro de su fascistización, sino que buscaba acabar con ella para sustituirla por la dictadura del proletariado; y segunda, que tan ambicioso plan no fue fruto de una espontánea e improvisada reacción ante la entrada de varios ministros derechistas (que por cierto habían ganado las elecciones) en el gobierno, sino que se preparaba desde mucho antes; en términos penales era pues premeditada, en terminología política hablaríamos de conspiración. Y esto es lo que demuestra con un aluvión de pruebas documentales el libro de García de Tuñón.

El ovetense García de Tuñón parece tener una tendencia a afrontar temas controvertidos y polémicos de nuestra historia reciente, y no precisamente desde la óptica académica dominante, como podemos ver en su obra anterior: José Antonio y la República (1995), José Antonio y Luys Santamarina (1999), José Antonio ante la Historia (2000) y Apuntes para una historia de la Falange asturiana (2001). En este El socialismo contra la ley, se enfrenta a la tarea de desmitificar la revolución de octubre, en la línea abierta por Enrique Barco Teruel con El golpe socialista (1984), y continuada recientemente por el ex grapo Pío Moa.

Además, para este último la revolución no fue un freno para el fascismo, sino todo lo contrario: «La experiencia de octubre del 34, en vez de vacunar contra un ulterior enfrentamiento, lo acicateó. Si aquella insurrección inició el conflicto civil, se debió a que sus causas no desaparecieron sino que cobraron después una fuerza multiplicada. Y lo hicieron hasta el punto de que el clima social, tenso pero no belicoso en 1934, se cargó de odio irreconciliable. La historiografía de izquierdas y buena parte de la de tinte derechista, achaca ese cambio a una salvaje represión contra los revolucionarios de Asturias y a la política 'reaccionaria' de la CEDA. Sin embargo un análisis detenido de los hechos no abona tal versión. No hubo 'represión brutal' en Asturias, sino una virulenta campaña sobre ella, abiertamente falsa en unos casos y muy exagerada en otros. Fue esa campaña la que formó el ambiente bélico en el país, además de anudar el pacto conocido por frente popular» (Pío Moa, El derrumbe de la Segunda República y la Guerra Civil, Madrid 2001, págs. 9-10).

Para Moa, tampoco se puede comparar la gravedad de lo sucedido en el 34 con el pronunciamiento de Sanjurjo en 1932 pues, «entre ambos golpes media una distancia cuantitativa enorme: el de octubre llevó a la muerte a ciento treinta veces más personas que la 'sanjurjada'. Y, aún es mayor la distancia cualitativa: el golpe del 32 no fue realizado por 'la derecha', sino por un sector mínimo de ella que quedó aislado sin apoyo de la mayoría; y como se congratuló Azaña sirvió para fortalecer a la república. Por contraste la insurrección del 34, fue realizada por el mayor partido izquierdista en Cataluña y por el principal en el conjunto de España, y apoyada, al menos moralmente, por casi todo el resto de las izquierdas. Pero ello tampoco robusteció el régimen sino que le infligió una profunda herida, de la que acabaría feneciendo» (Pío Moa, Los orígenes de la Guerra Civil española, Madrid 1999, pág. 11).

Muerte que por otro lado no puede sorprender a nadie, cuando el propio presidente de la República, Alcalá Zamora, manifestaba en septiembre de 1934 en un mitin en el Teatro Calderón de Valladolid, lo siguiente: «En el año 1935 y, si me apuráis, en los meses que quedan del 34, el horizonte de la grandeza española puede aparecer diáfano y sin nubes, si los españoles queremos que España sea uno de los paraísos relativos de la tierra. La impaciencia y la inquietud española no tienen justificación. Al alcance de vuestra voluntad está, ¡oidlo bien españoles!, en plazo cortísimo, inmediato, una era de prosperidad y de bienestar como hace siglos no la ha conocido España; una coyuntura histórica que no tenemos el derecho, que no podemos cometer el crimen de despreciar. Economía sana, presupuesto nivelado, poca deuda exterior, con una transformación política en paz y en orden, compensando el antiguo desgaste de las guerras civiles. Por todo eso al alcance de la España de nuestro tiempo se muestra un porvenir de grandeza y bienestar como jamas pudo soñarse» (citado en Padilla Bolivar, 1934: Las semillas de la guerra, Barcelona 1988, pág. 206).

Con defensores tan despiertos como este no necesitaba enemigos la República. Si hasta el payés Josep Pla, cuyo «paisaje básico queda comprendido entre Puig Son Ric, de Begur, a levante; las montañas de Fitor, a poniente; las islas Formigues a mediodía; y Montgri a tramontana» (J. Pla, El cuaderno gris, Unidad Editorial, Madrid 1999, pág. 10), estaba mejor informado que el presidente como se ve en su escrito de 23 de septiembre de 1934: «Los socialistas han entrado, pues, en una táctica francamente revolucionaria. Los sucesos de estos días (constantes hallazgos de armas) lo demuestran palpablemente. Es un hecho que el comité ejecutivo del Partido, en reunión tenida hoy, ha hecho recomendaciones al grupo parlamentario socialista que parecen indicar que los socialistas sienten en este momento la voluptuosidad de la sangre. Si no pueden hacer el golpe, que de todas formas es un hecho problemático harán el chantage del golpe por tal de impresionar a las más altas esferas del Estado en contra de la tendencia a formar un gobierno mayoritario» (cit. en Padilla Bolivar, págs. 206-207).

Cuando la máxima autoridad política de una nación no se entera o no se quiere enterar de la evidente amenaza que planea sobre la supervivencia del régimen, la desaparición de éste es ya cuestión de tiempo, de poco tiempo.

 

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