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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 5 • julio 2002 • página 4
Desde Ultima Thule

Monstruo de lujuria extraordinaria

Fernando Flores Morador

Sobre la tesis doctoral de Edda Manga: «Revelaciones divinas y fornicaciones demoníacas. Un estudio de la herencia excéntrica del pensamiento católico de Cecilia Rodríguez.»

Traducción que a los efectos de este artículo, me permito hacer del título sueco: Gudomliga uppenbarelser och demoniska samlag En studie av det excentriska idéarvet i Cecilia Rodríguez katolska tänkande [Edda Manga / 2002 / Göteborgs Universitet Institutionen för idéhistoria och vetenskapsteori / Box 200 / SE 405 30 Göteborg]

El sábado 8 de junio de 2002, defendió su tesis doctoral en la Universidad de Gotenburgo, la historiadora de las ideas Edda Manga. Después de muchos años en la búsqueda de materiales perdidos en diversos archivos, entregó a la colectividad de investigadores del mundo sus descubrimientos y reflexiones teóricas acerca de la beata cubana Cecilia Rodríguez.

Cecilia Rodríguez nació hacia 1750 en La Habana, de una familia criolla de la que se sabe muy poco. Su historia es una historia como muchas otras. La historia de una mujer que encuentra en la experiencia mística la realización de sus aspiraciones más íntimas. Pero a diferencia de otras mujeres en situaciones similares, Rodríguez no se destaca ni por el peso literario de su discurso, ni por el peso profético de sus visiones. La originalidad de su propuesta está en la individualización de una nueva categoría de pecados, productos de una psicología a la que hoy muchos describirían como «sadomasoquista» y a la que Rodríguez llamó «pecados de lujuria extraordinaria».

En un análisis retrospectivo en busca de los orígenes de su pecaminosidad, relata Rodríguez que siendo pequeña se sintió eróticamente atraída hacia su hermano.

«[...] estando hay parada lebante casual los ojos, y mire a este dicho hermano y asi que lo vide bage con prontitud los ojos cruce los brazos y me halle bestida en mi alma de los mas raros efectos por que en esta accion que digo hice fue sintiendo un genero de humillacion al dicho hermano pero humillacion afectada [...].»

En una larga serie de revelaciones y cartas a sus confesores, Rodríguez revela sus experiencias mas intimas:

«[...] y me subi de esa edad tan tierna, me subi sobre una cama, y desnudandome quede en carnes, y haciendome que aquel hermano me castigaba me puse de rodillas sobre la cama y fingiendo me castigaba hacia que gemia y que estaba presente castigandome y yo diciendo no mas señorito, y hacia lloraba produciendome estas acciones la mas fuerte luxuria en mi carne, [...].»

Decíamos que no es mucho lo que se sabe de Cecilia Rodríguez. Se puede deducir que fue criolla blanca y de familia humilde. Sabía leer y escribir, lo cual le permitió registrar las revelaciones experimentadas. Además de un número considerable de cartas a sus confesores, escribió Rodríguez a la Santa Inquisición en Cartagena de Indias, e incluso al Rey de España, de quién por lo demás, recibió largas respuestas. Lamentablemente los originales de sus escritos se perdieron cuando las tropas insurrectas de la revolución libertadora quemaron el archivo en Cartagena de Indias. Debemos agradecer el conocimiento de su historia al poder reproductor de la burocracia eclesiástica, la cual guarda en sus archivos de Madrid, más de mil páginas en copias manuscritas de los originales perdidos.

Los médicos consideraban a Cecilia Rodríguez enfermiza y de constitución débil. A pesar de ello, soportaba interminables horas en el confesionario. Vestida con los hábitos de los capuchinos (a pesar de no ser monja) y siguiendo las más estrictas normas ascéticas, se reunía a diario con uno o varios confesores, en intensísimas sesiones. En esas reuniones surge poco a poco, la historia de sus pecados:

«[...] forme dos mugeres segun mi apetito, y estas dos mugeres me las hacia cada una con su nombre de figura distinta, y a mi querer segun adaptaban a mi luxuria, y estas eran las que yo desde mi mas tierna edad tomando este estilo para pecar, me fingia yo que esas dos mugeres estaba yo a su cargo que ellas me educaban siendo la educacion las mayores torpezas, y me hacia yo que les tienía mucho miedo y cruzaba los brazos en su presencia jimiquiando, y diciendo no señorita; me hacia que me cogian desnudaban las tales mugeres que imaginaba, y desnuda me hacia yo, que me castigaban, y yo gritaba, lloraba, y el castigo que me fingía yo me hacian en mis partes, en las nalgas, y me figuraba que me las despedazaban azotes, siendo estos motibos las mas fuertes luxurias, y ya bien encendida de ese modo tenia los tocamientos de obra seguidamente teniendolos con furor [...].»

Poco a poco queda claro que Cecilia Rodríguez no puede contentarse con la dialéctica de la confesión tal y como se la practicaba tradicionalmente. El carácter extraordinario de sus pecados, la llevaba a gozar de los castigos que los confesores le imponían creándose de esta forma un círculo vicioso entre pecado y la confesión, que la hundía en la más profunda desesperación. Que el auto castigo era fuente de gozo se puede leer en lo que sigue:

«[...] que la muger ciega de colera que lo era yo que lo estaba de luxuria pero me fingia yo misma asi que la muger ciega de colera no havia un dia hallado a mano con que sobarme en mis partes, y hallo casual una lamina de metal de la pura, y limpia recortada, y que la cogio la muger, y me la metio entre las partes clabandola con clabos en el caño de la orina, sintiendo un sumo deleite en esto [---] padre mio llena de luxuria, ni reparé, ni me se dio nada en este execrable pensamiento [---] fue el Demonio proponiendome otros casos como esos [---] en que fue el malvado haciendo los mayores desprecios a todo la sagrado [...].»

Es así que entra en contacto con la orden de los capuchinos, recientemente establecida en La Habana, y especialmente con cuatro monjes a los cuales acapara durante varios años, los padres Lanciego, Rocamundo, Bustos y Portillo. Con la ayuda de estos padres y guiada por la aparición de la Virgen, Rodríguez encuentra el metodo adecuado para la confesión de sus pecados. Se trata de «poner en escena», en presencia de los monjes, el acto pecaminoso puro y descarnado, mostrando exactamente el desarrollo del mismo. Las emociones generadas en este proceso, permitían a Rodríguez romper con el círculo del placer para finalmente caer en el más profundo y sincero arrrepentimiento. El más renombrado de estos mecanismos de naturaleza dramática, fue el llamado «ejercicio de la gamuza». En este ejercicio, Rodríguez se servía de un trozo de piel de gamuza para mostrar como realizaba ciertos «tocamientos» pecaminosos. De más está decir que estas nuevas formas de la expurgación de los pecados, pecados llamados «de lujuria extraordinaria», despertaron la oposición mas ferviente del Sr. Obispo de La Habana, y en su debido momento de la Santa Inquisición. En conjunto intentaron por todos los medios impedir el proceso expurgatorio extraordinario, canalizándole hacia formas más convecionales, pero sin mucho resultado. Uno de los obstaculos más serios ante estos intentos represivos lo constituyó la firme convicción de por los menos tres de los confesores de Rodríguez, quienes por lo que de los documentos puede deducirse, se mantuvieron fieles a las conclusiones teológicas subyacentes hasta el final de sus días.

Una de las preocupaciones fundamentales de Rodríguez puede asociarse al desconocimiento de la época de la anatomía de la mujer y de las zonas erógenas de la misma. Todo parece indicar que en La Habana de fines del siglo XVIII, se deconocía la obra anatómica de Columbus, quien, ya en el siglo XVI, había comprobado la naturaleza especialmente erógena en la anatomía del sexo femenino.

«[...] en virtud de este derecho y por permisión divina concurrió a su organización Leviatan y que dispuso, preparó y templó las vias de esta mujer Cecilia de tal modo que lo que había de concurrir al vaso natural, fuere al miembro superior o caño de la orina [...].»

La tesis significa, además, un importante aporte teórico al tema de la deconstrucción de la retórica del poder en el estudio de la historia. En ese sentido, los valores teóricos de la tesis no le van en zaga al importante resultado historiográfico que el hallazgo del caso Cecilia Rodríguez ha significado.

La tesis de Edda Manga, joven colombiana residente en Suecia, está en sueco. Habrá que esperar unos años para disponer de una traducción al español. Se dispone ya de una selección de los textos de Cecilia Rodríguez, preparada por Edda Manga y con el título Santas visiones y pecados extraordinarios. Compilación de textos de Cecilia Rodríguez (Publicación de la Universidad de Gotenburgo, Departamento de Historia de las Ideas).

 

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