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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 5 • julio 2002 • página 22
Libros

¿Qué dijo Chomsky sobre el 11 de septiembre?

Adrián Fernández Martín

Sobre el libro de Noam Chomsky, 11/09/2001, RBA, Barcelona 2001

La reseña llega tarde, en vista de que hablamos, como mínimo, de la cuarta reedición de esta recopilación de entrevistas posteriores a los atentados del 11 de septiembre [la primera edición se publicó en España en diciembre de 2001, la segunda en enero de 2002, la tercera en febrero y la cuarta en marzo]. Desconozco si ya hay alguna edición más. Es probable. Pero, aunque sea tarde, los comentarios políticos de Chomsky siempre merecen difusión.

1. ¿Qué hay de nuevo y cómo se aprovecha?

Chomsky pretende desvelarnos qué se esconde tras el humo de las Torres Gemelas: la política internacional de saqueo y destrucción de los EE.UU. Y también, qué tienen de nuevo estos atentados. Sin duda algo ha cambiado desde el 11 de septiembre, cree Chomsky, pero a diferencia de lo dicho por la prensa, el cambio no está en la potencia de fuego (la destrucción causada por EE.UU. en cualquiera de sus intervenciones humanitarias siempre es mayor) sino en la dirección del fuego: «Por primera vez, las armas han sido apuntadas en dirección contraria. Ése es el tremendo cambio».

Los atentados del 11 de septiembre han suscitado el apoyo y la comprensión de los pueblos que sufren la política exterior norteamericana, el saqueo de sus riquezas por las pequeñas élites pro-occidentales y los gobernantes corruptos respaldados militarmente por EE.UU. Bin Laden se ha convertido en un héroe para la mayoría de las masas depauperadas del mundo islámico y comparte con ellas el odio contra EE.UU. que provoca su presencia militar en Arabia Saudí, su apoyo a las atrocidades sionistas y la devastación de Irak.

En los días posteriores al ataque, EE.UU. en prueba de un fanatismo religioso no mucho menor, habló de cruzada, aunque pronto se dio cuenta de que, si quería aliados musulmanes, tal concepto era un error. Justo como cruzada interpreta Bin Laden la agresión norteamericana. Sin embargo, piensa Chomsky, preferir hablar de guerra contra el terrorismo, en vez de cruzada, no es más que pura propaganda, a parte de falso. Las potencias occidentales nunca se someterían a la definición de terrorismo tal y como figura en la legislación estadounidense: terrorismo es el uso de medios coercitivos dirigidos a poblaciones civiles en un esfuerzo por lograr objetivos políticos, religiosos y otros. Si admitimos una guerra contra el terrorismo en los términos definidos por la legislación gringa, entonces tendríamos como resultados que el más conspicuo de los terroristas es EE.UU.

Finalmente, recordemos que la guerra contra el terror no tiene nada de nueva. La administración Reagan llegó al poder proclamando que el terrorismo internacional, auspiciado por la URSS (que en paz descanse), era la mayor amenaza que enfrentaba EE.UU. Como coartada sirvió para poner en marcha políticas militaristas y reaccionarias, al igual que ocurre hoy, cuando el gobierno Bush II explota los atentados como ocasión para acelerar su propia agenda política: militarización, defensa antimisiles, eliminación de los programas sociales, políticas medioambientales destructivas, transferencia de la riqueza a los grupos privilegiados, restricción de las libertades, ..., &c.

2. ¿De dónde salieron los muyahidines?

La CIA desempeñó un papel fundamental en la creación del islamismo radical. A principios de los ochenta, junto con los servicios secretos paquistaníes, saudíes y británicos, reclutaron, entrenaron y armaron a los islamistas más radicales y fanáticos que pudieron encontrar. Luego se los soltaron a los soviéticos en Afganistán para librar una Guerra Santa. La organización de estas fuerzas comenzó en 1979, si hacemos caso al consejero de Seguridad Nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski.

Acabada la guerra, los muyahidines volvieron su atención a otras zonas. En Chechenia y en Bosnia (siguiendo campaña ahora contra Rusia) recibieron el apoyo tácito de EE.UU. También se dirigieron a la China musulmana occidental (islamistas radicales de origen chino fueron enviados ya en 1978 por la República Popular China a Afganistán). Volvieron asimismo su atención a sus primitivos enemigos –Arabia Saudí, Egipto y otros Estados árabes–, y en los años noventa también hacia EE.UU., considerado por Bin Laden como invasor de Arabia Saudí. Vistas las cosas es razonable que Chomsky considere que, a fin de cuentas, EE.UU. se buscó los atentados, al menos indirectamente.

3. ¿Quiénes son los terroristas y cómo se debería actuar contra ellos?

Es importante recordar, según Chomsky, pues, la prensa lo sigue silenciando sistemáticamente, que en 1986, EE.UU. fue condenado por el Tribunal Internacional por uso ilegal de la fuerza, es decir, por terrorismo internacional. EE.UU. vetó la resolución del Consejo de Seguridad que exigía respetar la ley internacional. Recientemente, en términos del derecho internacional, el bombardeo sobre Yugoslavia supone sin duda un acto de terrorismo internacional. Luego, el problema del 11 de septiembre, dice Chomsky, no es el terrorismo, sino que éste haya sido dirigido por primera vez contra los EE.UU.

En los ochenta, la Nicaragua sandinista fue sometida a una salvaje agresión terrorista, organizando EE.UU. un ejército mercenario encargado, según el Departamento de Estado, de atacar objetivos fáciles, o sea, cooperativas agrícolas indefensas y hospitales. El país fue arrasado, con decenas de miles de muertos y cuerpos mutilados. El ataque terrorista estuvo acompañado de una guerra económica devastadora. Los efectos de la política gringa sobre Nicaragua han sido mucho más graves de los del ataque sobre Nueva York. Sin embargo, los nicaragüenses se presentaron ante el Tribunal Internacional, que falló a su favor, y ordenó a EE.UU. desistir en su campaña terrorista y pagar reparaciones. EE.UU. se pasó el falló del altísimo tribunal por donde acostumbra. Reagan fijó, por entonces, el 1º de mayo como Día de la Legalidad, y lo celebró anunciando el día anterior que harían caso omiso a las medidas del Tribunal y que aumentaría la escala de sus agresiones. En el Consejo de Seguridad usó, como acostumbra, su derecho de veto. Finalmente, la Asamblea General aprobó una resolución semejante con el voto en contra de EE.UU. y su portaviones Israel.

Nicaragua, que ha sufrido el terrorismo internacional, ha de ser, piensa Chomsky, el ejemplo para EE.UU. Éstos pueden recurrir, sin que nadie les bloquee, a los Tribunales Internacionales y a la ninguneada ONU. Eso es lo que están pidiendo los pueblos de la región, incluidos sus aliados. Algunos ministros europeos de la OTAN quisieron desmarcarse de la respuesta norteamericana, aunque finalmente dieran luz verde a la cláusula de defensa mutua, pues, saben que un ataque masivo contra la población musulmana sería la respuesta las plegarias de Bin Laden y daría fundamentos a su causa. Aunque matarán a Bin Laden, la muerte de inocentes no haría más que intensificar los sentimientos de ira en la región. Sin embargo, frente a la actitud de Nicaragua, lo que ha ocurrido es que los EE.UU. han anunciado una virtual declaración de guerra contra todos aquellos que no se le unan en su guerra contra el terrorismo.

4. ¿Es el fundamentalismo el nuevo enemigo de Occidente?

EE.UU. y Occidente en general no mantienen malas relaciones con el fundamentalismo, del signo que sea. En el mundo islámico, una vez destruido el régimen de los talibanes, el país más rigorista es Arabia Saudí, y sin embargo, es el aliado privilegiado de los norteamericanos. Arabia Saudí es un satélite estadounidense desde su fundación y los talibanes, a fin de cuentas, vástagos de la versión saudí del Islam, y mercenarios anti-soviéticos al servicio durante décadas de los EE.UU., Gran Bretaña y la República Islámica de Pakistán.

Los hechos desmienten, pues, la idea de un choque de civilizaciones. No tiene sentido, al menos en vista de la historia conocida. El Estado islámico más poblado es Indonesia, favorito en su momento de la administración Clinton. Desde que Suharto tomó el poder en 1965 logró eliminar en Timor a casi un tercio de la población, con la inestimable ayuda británico-norteamericana. Una carnicería que la propia CIA comparó con los crímenes hitlerianos. En los ochenta, EE.UU. y los británicos dieron apoyo a su entonces amigo, hoy Satán, Sadam Hussein, justo en el momento en que gaseaba a los kurdos (como luego harían los turcos). También en los ochenta, libró una importante guerra en Hispanoamérica que dejó doscientos mil cadáveres torturados y mutilados y cuatros países devastados. Uno de los principales blancos del ataque fue la Iglesia Católica que había tomado la opción preferencial por los pobres. A principios de los noventa EE.UU. eligió a los musulmanes bosnios como sus protegidos balcánicos. Los narco-fundamentalistas de la UCK pasaron, según interesó a británicos y estadounidenses, de terroristas en 1998, a luchadores por la libertad cuando comenzaron los bombardeos sobre Yugoslavia, para luego volver a ser considerados terroristas. Luego, ¿dónde está la división entre civilizaciones y su choque?

Creer que los terroristas eligieron las Torres Gemelas como símbolo de la globalización y hegemonía cultural norteamericana, es una interpretación, piensa Chomsky, que pretende absolver a Occidente de sus responsabilidades por los actos que de verdad yacen tras los atentados. A los intelectuales occidentales les conviene hablar de causas más profundas, como el odio a los valores occidentales («[...] los autores actuaron impulsados por el odio a valores acariciados en Occidente como son la libertad, la tolerancia, la prosperidad, el pluralismo y el sufragio universal», dice el New York Times, 16/09/2001), pues, es una forma útil de evitar preguntas sobre el origen de Bin Laden. Sin embargo, esta interpretación está en total discrepancia con cuanto sabemos de la política exterior estadounidense, fundada en el atropello sistemático de los derechos humanos y el saqueo de las riquezas de los pueblos.

A Bin Laden la globalización le trae al pairo. Bin Laden dice en voz alta cuáles son sus preocupaciones: Guerra Santa contra los regímenes corruptos y no islámicos de la región, comenzando por Arabia Saudí, y apoyo político, económico y militar a los musulmanes para que se defiendan de los infieles, dondequiera que estén: Chechenia, Bosnia, Cachemira, China occidental, Sudeste asiático, el Magreb, ..., &c.

5. ¿De dónde nace tanto odio?

Es necesario un esfuerzo, afirma Chomsky, para comprender las causas de los atentados y el odio a EE.UU., aunque sin duda es mucho más fácil personalizar al enemigo e identificarlo como símbolo de la perversidad. De este modo, EE.UU. evita su responsabilidad en los atentados.

Cuando los atentados de Oklahoma, algún periodista dijo que Oklahoma parecía Beirut. Por supuesto, nunca a ninguno se le ocurrió decir que Beirut parecía Beirut. Agentes de la administración Reagan colocaron en Beirut en 1985 un camión-bomba delante de una mezquita, calculando el momento de la explosión para matar a la mayor cantidad de gente posible. La bomba mató a ochenta personas e hirió a doscientas cincuenta, muchos de ellos niños, según confirmó dos años después Washington Post.

Pero, en cuestión de matanzas esto no es nada. La política norteamericana en Oriente Medio de los últimos diez años ha devastado la sociedad civil iraquí, mientras que ha fortalecido a Hussein, a quien apoyaron en sus peores atrocidades, incluida la utilización de gases contra los kurdos en 1988. Desde la Guerra del Golfo acaso más de un millón de civiles han muerto en Irak, como resultado de las sanciones, entre ellos, medio millón de niños. Al menos es lo que declara, sin rubor ninguno, Madeleine Albright a las televisiones norteamericanas. Añade: Creemos que el precio merecía la pena.

Turquía, el socio musulmán de la OTAN, puso en marcha en la pasada década una operación de limpieza étnica kurda de la que poco se sabe, dada la responsabilidad de la administración Clinton, que participó poniendo el ochenta por cierto de las armas. Pero, podemos seguir. Recordemos la destrucción de la planta farmacéutica de Sudan. ¿Acaso no es esto terrorismo? Bin Laden todavía no ha logrado volar la mitad de los suministros farmacéuticos en EE.UU. Los efectos del atentado del 11 de septiembre son perfectamente comparables, en opinión de Chomsky, a las consecuencias del bombardeo terrorista de Clinton en Sudán en 1998. Muchos periodistas bienpensantes se indignaron ante esta comparación de Chomsky, pero tal indignación demuestra que la prensa norteamericana ve los crímenes propios como absolutamente normales. Sudán pretendió que la ONU hiciera una investigación sobre las razones del bombardeo pero tal investigación fue también bloqueada por Washington.

En este caso contemos, pide Chomsky, las víctimas que murieron como consecuencia del crimen, no sólo aquellos que fueron muertos por misiles. Un año después del ataque, sin las medicinas producidas y destruidas las instalaciones, la cifra de muertos ha seguido aumentando: miles de personas, muchas niños, han muerto de malaria, tuberculosis y otras enfermedades que se pueden combatir. La fábrica además proporcionaba todas las medicinas para uso veterinario disponibles en Sudán, un país dedicado en su mayor parte al pastoreo. Por otro lado, las sanciones contra Sudán hacen imposible importar cantidades suficientes de medicamentos hoy indispensables. A todo esto hemos de sumar, como efecto colateral, que se hizo añicos la posibilidad de la paz entre los contendientes en la guerra civil sudanesa y radicalizó más las posturas de los islamistas que gobiernan Sudán. El doctor Idris Eltayeb, presidente del consejo directivo la planta farmacéutica ha dicho sobre el 11 de septiembre que «el crimen es un acto de terrorismo igual al de las Torres Gemelas. La única diferencia es que sabemos quién lo cometió. Lamento mucho la pérdida de vidas, pero en términos de cifras y en el costo relativo para un país pobre, el bombardeo de Sudán fue peor».

Justo antes del ataque terrorista de Clinton en 1998, Sudán detuvo a dos hombres sospechosos de haber atacado las embajadas de EE.UU. en África y lo notificó a Washington, según confirman funcionarios norteamericanos. Pero se rechazó la colaboración ofrecida y, después del ataque al laboratorio, Sudán liberó indignado a los sospechosos. Desde entonces, para colmo, han sido identificados como miembros de la red de Bin Laden. Las ofertas sudanesas rechazadas incluían una vasta base de datos sobre Bin Laden y más de doscientos miembros destacados de su red terrorista, con fotografías, biografías, informes financieros, ..., &c.

6. ¿Y Afganistán?

De Afganistán, a corto plazo, sólo interesa su situación estratégica en la ruta del petróleo como posible zona donde construir los oleoductos que ayudarán a EE.UU. en las complejas maniobras sobre el control de los recursos de Asia central. Para ello EE.UU. ha regalado el poder político a la famosa Alianza del Norte, un conjunto de asesinos y narcotraficantes (aprovechando su control de la frontera con Tayikistán) que han llevado adelante tanta destrucción y terror, que muchos vieron con buenos ojos a los talibanes. Según J. Hiltermann, de Human Right Watch, su mandato en Afganistán entre 1992 y 1995 puede describirse como el peor de la historia afgana. En 1997 asesinaron a tres mil prisioneros y llevaron a cabo limpiezas étnicas masivas entre quienes sospechaban eran simpatizantes de los talibanes.

Añadamos a esto, dice Chomsky, la exigencia norteamericana a Pakistán de suspender la ayuda alimentaria a Afganistán. Significa esto que una cantidad desconocida de afganos morirá de hambre. Y no precisamente talibanes, sino víctimas de los talibanes. El envío por aire de ayuda no puede considerarse sino un acto propagandístico norteamericano. En la actualidad, gracias a los veinte años de guerra financiados y apoyados por EE.UU., ocho millones de afganos dependen de la limosna internacional para evitar la muerte por frío y desnutrición.

 

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