Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 8 • octubre 2002 • página 4
La ideología política de un dirigente tupamaro: Uruguay 2002
José Mujica es un viejo dirigente tupamaro, hoy senador de la República Oriental del Uruguay y una de las figuras centrales de la política uruguaya. En el discurso de Mujica creemos encontrar el borrador de un nuevo programa o proyecto político para la izquierda uruguaya que espera por una formulación más explícita. El nuevo proyecto se basa en la posibilidad de producir pacíficamente y en democracia cambios de carácter revolucionario. Esto sería posible dada la profundidad de una crisis irreversible y el grado de conciencia de amplios sectores de la población. Más allá de los valores personales, que en el caso de Mujica hablan de un hombre que se preocupa por vivir de acuerdo a lo que predica, la ideología a la que Mujica nos introduce presenta elementos propios de un tiempo en que la profundidad de la crisis nos coloca frente a opciones que hasta no hace mucho parecían imposibles. Dice Mujica:
El país tiene algunas tradiciones propias que merecen ser rescatadas. Es un país bastante liberal en el modo de ser; no me refiero al concepto económico, me estoy refiriendo a la capacidad de convivir con diferencias pero tolerarlas. Eso es un valor de la Nación que debe ser conservado y rescatado. Si va a haber algún día una sociedad mejor no va ser en contra de esto, va a ser a partir de esta manera de vivir. Me parece que por eso debe lucharse, muy particularmente por parte de las fuerzas de izquierda. Si no, no aprendimos nada.
—¿Usted cree que la tolerancia es un valor?
Sí, yo creo que es un valor formidable, la tolerancia y la libertad. No concibo la mejora en una sociedad a cuya gente tengamos que decidirle absolutamente todo. Libertad es tener la mayor cantidad de tiempo para hacer con su vida lo que a uno se le cante; entonces soy libre en ese margen de tiempo, donde hago con mi vida lo que yo quiero. Hay un límite: no joder a los demás. Para algunos, libertad es una vieja con un gorro frigio. Pero el concepto puede ser más tangible. La humanidad va a ser mejor si garantiza que exista un margen creciente de esa libertad de hacer con el tiempo de nuestra vida lo que se nos ocurra.
Mujica se atreve a desnudar las limitaciones presentes no sólo en las "vanguardias", sino también en el "pueblo", al que se libera de la tradicional carga de pureza idealizada. Al mismo tiempo se humaniza al "enemigo" y se hace accesible la victoria. Se despoja al enemigo –el otrora invencible "imperialismo"– del tradicional carácter de omnipresencia. Se llama a las limitaciones por su nombre. Ingenuidades por tales. Mediocridades por tales. Se nota la ausencia de las referencias obligadas a las "ideologías pequeño burguesas". Las denominaciones clasistas se dosifican.
—¿Usted cree que el Frente Amplio está respondiendo a las expectativas de la gente?
Creo que el Frente Amplio es un hijo de la historia del pueblo uruguayo y como tal no puede escapar a las limitaciones de sus progenitores. Es una construcción histórica y como tal está limitado. Tiene el tipo de limitaciones que tiene la sociedad uruguaya. Ahora, además, está frente a la responsabilidad probable de que se le caiga el gobierno encima y sin la seriedad necesaria como para enfrentar ese dilema. Intelectualmente se ha dado cuenta de eso pero somáticamente no vive en función de eso. Vive con el grado de irresponsabilidad del que no tiene que preocuparse mucho por mañana. Entonces se da el lujo de pelearse por pavadas en la interna y hace el culto de una democracia que no tiene nada de democracia; y va derecho a tener que bailar con la más fea. Bueno, pero ésas son las limitaciones del pueblo uruguayo: no son las limitaciones del Frente.
—¿El Frente no tendría que estar un poco más allá del pueblo uruguayo?
Es difícil. Lo curioso es que se trata del único instrumento que tiene el pueblo uruguayo. O el Frente o el nihilismo puro. O el Frente o el no ser o agarrar la valija e irse. El Frente es pelear la esperanza, lo otro es sentarse en el cordón de la vereda y criticar todo y no servir para nada. Ésos son los dilemas.
Se buscan las soluciones en un nuevo proyecto nacional y regional, desarrollado a la medida de las características propias del país, de la región y de su historia.
—Las soluciones posibles y viables, ¿son muy difíciles de formular, existen escasas fuerzas acumuladas para impulsarlas, o no hay soluciones posibles?
Si no hubiera soluciones posibles seríamos unos enfermos con sensualidad de poder. Estamos en una sociedad que tiene muchísimos recursos no aprovechados, que tiene una enorme capacidad ociosa. También tenemos problemas que son graves pero no tan dramáticos como para que no tengan salida. Por ejemplo, hemos sido prisioneros de los organismos internacionales. Ellos deciden todo sobre nosotros. No existimos fuera del Fondo Monetario, del Banco Mundial, del bid y, al parecer, no se puede hacer nada. Eso hoy es mentira y siempre fue mentira, porque no tenemos la soberanía infinita de hacer lo que se nos cante, pero tampoco tenemos obligación de someternos siempre. Esta idea falsa a la izquierda le ha servido para echarle la culpa a otros y a la derecha también le ha servido para decir "estamos jodidos, no podemos hacer otra cosa". Descubrimos que el Fondo Monetario pone las condiciones pero... ¿quién nos manda pedirle prestado? Ni siquiera tenemos la honradez intelectual de discutirlo entre nosotros mismos, porque yo nunca vi ningún desarrollo, ni ninguna riqueza que pueda venir prestada. Y lo más curioso es que con el correr del tiempo terminamos pagando muchísimo más de lo que nos prestan. ¿Qué clase de negociantes somos? Tenemos que empezar a decir: somos unos estúpidos. No es que quiera pelear con el Fondo. Gritando contra el imperialismo no pasa nada. Tengo que gritar poco, pero funcionar consecuentemente con lo que pienso. Entonces tengo que pensar que el Fondo Monetario no me va a solucionar ningún problema, los problemas me los tengo que solucionar con una política de ahorro. Es como el proteccionismo agrícola de los países centrales. ¡Ay!, deben de temblar con los gritos de nuestro presidente y de nuestros agricultores; los países centrales se cagan de risa.
—¿Para acumular riqueza?
Hay que trabajar y no dejarse robar.
Se pone de manifiesto la necesidad de madurar, de desarrollar aspectos culturales que se reconocen como inmaduros.
— ¿Y es posible hacerlo en un gobierno democrático?
Sí, creo que sí. No al infinito, pero sí en términos relativos. Mire, están haciendo un llamado en el Ministerio de Ganadería y Agricultura para que se presenten proyectos entre industria y plantadores de tomates. ¡Oh!, hemos descubierto que a lo mejor se puede hacer la salsa de tomates para las pizzas nuestras en el Uruguay; hemos descubierto una maravilla. ¿Qué estamos descubriendo ahora? Estamos descubriendo la gilada que hemos cometido.
Hay que decirle que no a la economía gil. Ni tan abierta para que cierren todas las industrias, ni tan cerrada para aislarse del mundo. Tal vez hay cosas en las que no puedo ser competitivo a nivel internacional, pero mientras tenga gente desocupada, la menor productividad de todas es tener las manos al pedo. A ver si me entendés: no me importa que la salsa de tomates al principio nos cueste el doble, no me importa que las camisas o los pantalones nos cuesten el doble, podemos pagar ese precio. Si total, los desocupados igual los estamos pagando. Pero agotado ese proceso de desocupación, tengo que tener una política de ir concentrando las nuevas inversiones en aquellas áreas de la economía que van a tener posibilidad de pelear en un mundo más abierto.
— Pero Uruguay ha llegado a compromisos con el Fondo Monetario y con organismos internacionales que obligan a este gobierno y a los futuros gobiernos...
Mentira. En los papeles se puede escribir lo que se quiera. Pero en un país con las dimensiones de Uruguay, hay un margen de soberanía brutal desde el punto de vista administrativo. Hay nueve importadores de ajo en este país. Yo no tengo ni que pelearme con la Organización Mundial del Comercio, para el mundo soy todo lo liberal que se quiera. Ahora, tengo teléfono, a los importadores de ajo los llamo: "loco, no me traigas ajo". Y si me quieren traer ajo les mando a la dgi para que les revisen los talonarios. Porque el mundo funciona así. Es que nosotros somos más realistas que el rey, a nosotros nos inventan una bacteria cuando están atorados de arroz, y nos quedamos con el arroz. Una vez nos pararon un cargamento de frutillas porque la frutilla estaba autorizada pero las cajas no. El mundo es eso. Yo planteo un manejo administrativo inteligente, y no pelear en el campo del Derecho. No podemos esperar nada de los gritos, ni de las declaraciones internacionales. Cuando nos aprietan mucho -porque siempre nos van a descubrir el juego- llorisqueamos, estamos fundidos, aflojamos un cachito y volvemos. Tiene que haber un manejo habilidoso, tiene que haber un manejo artero. Porque la economía capitalista es la guerra con todas las sinvergüencerías y las arterías de la guerra.
— Es decir que los compromisos hay que cumplirlos con flexibilidad.
Sí, claro. Porque el gran problema es asegurar, por todas las formas en que se pueda, que quede dentro de nuestras fronteras la mayor cuota posible de valor, que es lo que capitaliza a las sociedades. Después, en los métodos hay que ser muy flexibles. Claro, no tan flexibles como para hacer contratos con los barones de la marihuana, porque entonces vamos a pedir más de lo que nos pueden dar. En lugar de renegar con Brasil, conseguir que el lobby metalúrgico de San Pablo sea nuestro representante. Más claro: si le vendo arroz, lácteos, helados, le tengo que comprar los autitos. Lo que yo tengo para reprocharle a la política uruguaya y a la política económica es que es gil, es naba, es idiota, es pueril, tiene una microcorrupción intelectual, es inocente, y no entiende cómo funcionan las economías capitalistas. Es típica de burócratas. Son contadores y abogados que están especializados en lo que no hay que hacer.
El nuevo modelo para el Uruguay y la región es del realismo. Un volver a las fuentes tradicionales de trabajo y riqueza. Un apostar a la identidad cultural para llegar a la identidad económica.
—Si el país ya no va a ser una plaza financiera, ¿cuál es el nuevo modelo?
Las discusiones acá se terminan cuando la realidad impone determinadas realidades. Tuvimos una fantasía: se podía sobrevivir con atraso cambiario; y pasaban los gobiernos hasta que nos pelamos todas las reservas del Banco Central. El país que tenemos de arranque es el país agropecuario, y ése tiene que producir los medios para ser un país agroindustrial. Se fue contra la historia, se pagó el pecado. En vez de profundizar la industrialización agraria se inventó el país de servicios. ¿Para qué? Para vivir del curro de la región, para transformarnos en sanguijuelas de lo que pasaba en el Río de la Plata y ser el asiento de todos los dinerillos negros que andan en la vuelta. Ahora vino la realidad amarga. Entonces tenemos que hacer como dice el tango: tenemos que ir a trabajar el campo para que no nos falten flores cuando estemos en el cajón. Pero tenemos que aprender la lección. Tenemos que ser coherentes con un proyecto de país y no vivir en esa fantasía de que tenemos tres cuartas partes del país que vive a cien kilómetros del puerto de Montevideo y al resto ni lo miramos. Es una pelea dura, no sé si a mi izquierda le agrada, pero nos vamos a ir convenciendo.
Se sientan las bases de una excepción revolucionaria en el marco de la excepción política y económica reinante. Lo "radical" se funde con lo extraordinario de la situación.
— ¿El Frente ha evaluado la posibilidad de impulsar un gobierno de salvación nacional para responder a la falta de credibilidad y de confianza?
Lo que más le conviene a corto plazo es pincharle un ojo, no darle pelota al gobierno, dejarlo que se cocine en su salsa y que reviente. Ahora, el problema es de carácter moral. En el medio está la suerte de la sociedad uruguaya. Es decir, ¿nos cruzamos de brazos y decimos "que se jodan porque no nos dieron pelota"? Cuidado, porque un gobierno acorralado por la realidad puede evolucionar hasta que tenga que pedir un sos. Es ahí donde puede entrar un gobierno de salvación nacional, con cuatro o cinco cosas para que la gente no se muera de hambre y el país no se siga hipotecando más. Pero es difícil que la 'porfiadera' del Partido Colorado tenga tanta grandeza, porque sería como el reconocimiento de una derrota histórica. Creo que el Partido Colorado es capaz de muchísimas cosas, menos de eso. Y el presidente que es colorado, se quedó en coloradito. Y mídanse las palabras: coloradito, no batllista. Por lo tanto, nos va a dejar endeudados hasta la manija y bastante destruidos. El Frente tampoco lo va a tirar porque no tiene vocación de tirar a nadie, el Frente está enamorado de la institucionalidad... Yo creo que no es así. Pero la mayoría de las fuerzas que lo componen lo han dicho. Y además creo que es lo que quiere nuestra sociedad que es mansa, con cosas que son de fantasía, porque lo que están haciendo los ahorristas uruguayos es de fantasía. Están proclamando que la clase media uruguaya se puede hacerse cargo de los bancos. Les falta un tranquito de conciencia. ¿Para qué queremos bancos transnacionales? Nosotros los ahorristas podemos serlo. Les falta la estatura de una clase dirigente, tienen todo lo demás.
— ¿De qué manera, desarrollando qué tipo de potencialidades y con qué tipo de alianzas estratégicas cree que debe reinsertarse Uruguay, y eventualmente los otros países de la región, en el mundo llamado globalizado?
Uruguay tiene que estar dispuesto a salir los sábados de noche a bailar con la que sea. Ahora, eso de casarse es distinto. Creo que es muy correcta desde ese punto de vista la política de Nueva Zelanda que comercia con 117 países. El día que haya un presidente al que se le ocurra ir a Noruega o a Suiza me voy a poner contento; saldremos del estado de estupidismo colonial en el que vivimos. Y los nombres no están elegidos al azar, son dos pequeños países pero que para nosotros son gigantescos, a los cuales no les vendemos ni un queso, y no están atados a ninguna clase de compromisos internacionales. Pero para nosotros es como si no existieran. Noruega es un país carísimo, Suiza ni hablar. Qué cosa curiosa: el viejo Batlle fue a Suiza a buscar su fantasía como un modelo político, y el boniato del Colegiado que nos metió lo sacó de ahí.
En cuanto a las alianzas, primero la diversificación con todo lo que se pueda. Segundo, en el barrio tenemos una cosa muy importante que es la burguesía paulista. Hay que trabajar para el lado de Brasil porque es muy rico y está en el barrio. No podemos darnos el lujo de ignorar el sistema monetario ni la paridad monetaria con Brasil. Somos tres millones de habitantes, somos un barrio de San Pablo, y tenemos 700 kilómetros terrestres. Hay más margen para un país chico que para un país grande. Creo que los países chicos son los que han resuelto mejor. Cuando miro toda la historia de Europa veo eso. Estamos en el medio de la última reserva agrícola del mundo y de la segunda reserva de agua dulce. El Uruguay es viable y tiene porvenir. El problema es que está lleno de uruguayos.
— ¿Cree que, como consecuencia de la crisis, hay una convergencia de intereses entre los trabajadores y sectores empresariales para impulsar transformaciones políticas democráticas en el país?
Hay un empresariado históricamente 'lobbysta' que no entiende la lucha gremial de otra forma que ir a hacer antesala a los ministerios. Se han ido fundiendo, pero es muy difícil que puedan renegar de esa cultura. Están de acuerdo con muchas propuestas de la Concertación programática, pero no se animan, porque quieren estar con Dios y con el diablo. Entonces critican al gobierno pero esperan los favorcitos del gobierno. Yo he dicho por ahí que Uruguay tiene una lumpen-burguesía. Se ha dado en muchas partes de América. Nuestra dependencia ha producido burguesías raquíticas que tienen mucho de rentistas, de mendicantes y no de luchadores por el poder. Son bastante alambicados. Es lo que tenemos, y tenemos que lidiar con esto. Pero no son muy confiables porque son débiles. Yo no les voy a pedir a los burgueses que sean socialistas, pero son una manga de atorrantes y jodidos que dan fiebre. Cuando las papas queman no tienen otra que ir a mendigar y a pedir por favor esto y lo otro. Y eso conspira contra la Concertación.
Pero se ha generado una gran coincidencia por la reactivación y contra la pobreza...
La construcción material de este país es pelear contra la pobreza. Yo estoy cerca de Marx, no creo que una sociedad mejor nazca a partir de una sociedad pobre. Hay que enriquecer a nuestra sociedad: en medios, en cultura, en un montón de cosas. No vamos a tener una sociedad mejor que nos caiga del cielo. La construcción de una humanidad mejor tiene mucho de cultura, de medios, de distribución. Entonces, le doy una bruta importancia a la construcción material de nuestra sociedad. Y creo que estos sectores, empresariales, productores, burgueses y también profesionales, intelectuales, científicos, tienen que participar. Si no, vamos a tener una sociedad sin medios materiales, sin conquistas de carácter científico, y además poco desarrollada intelectualmente. Hay que pelear por incluir a todos estos sectores porque tenemos mucho camino para andar juntos.
— Usted ha hablado de que somos más pobres de lo que aparentábamos...
Sí, efectivamente, somos más pobres. Somos pobres de espíritu también porque disparamos ante la adversidad, porque hay un derrotismo que camina por las calles, tal vez porque somos una sociedad de viejos, porque ponemos en duda nuestra propia viabilidad. Cuando se tiene semejante fineza en el análisis de los factores negativos es porque se ha perdido esa cuota fresca de primitivismo. Mire qué paradoja: uno tiene que luchar por la sabiduría pero también sabe los frenos que significa el exceso de duda, porque la vida de un pueblo es afirmativa. En última instancia hay que creer en la vida. Es una mierda, nos pasa esto, nos pasa lo otro, pero qué linda es la vida.
Para bien y para mal reconoce Mujica el papel regulador de las vanguardias.
—¿Piensa que la extensión de la pobreza y la marginalidad generará manifestaciones de confrontación social mayores o estallidos sociales?
Puede haber algunas manifestaciones, pero puede haber cosas que sean manija de la extrema derecha. Creo que hay un sordo estallido social en la sociedad uruguaya. Se está dando de otra manera, se está dando por la fuerte corriente emigratoria, porque no sólo se nos va mucho: se nos va bueno. La sociedad uruguaya tiende a crear esos mecanismos de amortiguación. Dentro de poco vamos a tener una eficiencia mundial en materia de ollas populares, vamos a dar cátedra. Vamos generando todo un sistema de amortiguación, en el que de una manera u otra, convencidos o no, participamos todos los uruguayos. Y el gobierno es también un gran amortiguador, él va a seguir negociando la derrota. Y hay una fragmentación muy grande de la disconformidad, y creo que el gobierno también especula con ello. Pero por otro lado, la salida más positiva que tiene es también una salida amortiguada. Uruguay, descreído y todo, es un país que tiene una esperanza, una esperanza política. Paradójicamente, aunque no lo quiera, el Frente actúa como un freno, pero no porque se ponga deliberadamente a frenar sino porque actúa como un elemento encauzador de una esperanza. En realidad existen condiciones para una explosión social pero existe la esperanza política; la gente siempre tiene un margen de racionalidad.
—Usted hablaba de la creatividad de la gente en estas circunstancias...
Ayer me estaba enterando de cosas que pasaron en Argentina que son maravillosas, lástima que no se difunden. Gente que estuvo seis meses quemando cubiertas en las carreteras, de fábricas que quedaron cerradas, las terminaron ocupando y hoy están trabajando, y cada vez están trabajando más. Claro, se pusieron salarios que son de hambre, para arrancar. Y los jueces echaron para atrás. A la santa propiedad la hicieron carozo. Y los que eran antiguos empresarios rajaron. Y eso va creciendo. Entonces dijeron: esto de seguir haciendo piquetes es una boludez, nos estamos muriendo de hambre. Entonces arrancaron para ocupar y empezaron a resurgir industrias y actividades que estaban muertas, fundidas, la gente las empezó a encauzar. Hay lugares donde están 2 mil tipos ganando 600 pesos, todos parejo. Y tienen 15 quilos de carne. Arrancaron 80 tipos con unos pocos pesos por día y 10 quilos de carne por semana. Ahora mejoraron, ya son como 3 mil. Es notable lo que está pasando en la base en Argentina.
Yo creo que la sociedad uruguaya tiene una racionalidad, la va llevando. No es que el Frente deliberadamente esté haciendo un trabajo de amortiguación. No, eso sería no entender a la gente, sino que hay hondos mecanismos subliminales en la conducta de la gente. ¿De dónde saco eso yo? Lo saco de hablar con la gente, con los uniformados, de hablar por acá, por allá.
La situación catastrófica de las fuerzas armadas hablan de la profundidad de la crisis y de la posibilidad de los cambios de fondo.
—Usted ha participado en acciones de guerra con los militares; ¿hoy percibe cambios en el pensamiento de los cuadros militares y mayor apertura ideológica en los mismos?
Los que son milicos de alma tienen una disconformidad brutal. Y después, como en cualquier sector social, están los que acomodan el cuerpo a la situación, flotan, los de corcho. Y yo creo que hay un vivir político dentro de las fuerzas armadas también. Los que son más milicos, más valiosos con el compromiso militar, piensan que no tienen nada para perder con un gobierno del Frente, porque peor de lo que están no van a estar con nadie, están tratados como tarro de basural, y en alguna medida, como pieza de museo. Y además ya han aflorado con claridad problemas que estaban insinuados pero que tal vez no se veían. No creo que realmente Uruguay tenga un problema por ese lado.
Sobre las diferencias en la izquierda escribe Mujica:
—¿Piensa que la exteriorización de las diferencias internas es parte de la cultura de la izquierda o las mismas están exacerbadas por la eventual proximidad del gobierno y las diferencias estratégicas entre los distintos grupos y líderes?
Pienso que hay dos o tres cosas que se entrecruzan. El afán natural de desarrollarse de cada uno de los sectores que componen la fuerza de izquierda. El Frente, antes que nada, es un frente, es decir, es un acuerdo de fuerzas que tienen diferencias. Y naturalmente, con frecuencia, la parte es más importante que el todo. Entonces hay una lucha de perfiles. Y los perfiles son siempre un poco impostados, pero a veces marcan diferencias que son más profundas. Me parece que el que esas diferencias existan es inevitable y necesario. Yo le doy importancia a la diversidad porque hay clases diferentes, hay diferencias que son propias de nuestra sociedad que se reflejan en esa microsociedad que componen el Encuentro Progresista y el Frente Amplio. Es natural que la haya. En un sentido medio antiguo eso puede quitar coherencia. ¿Y quién dijo que la realidad tiene que ser totalmente coherente? ¿Quién dijo que no puede haber contradicciones y diferencias? ¿Caos? Y que laude la historia, el devenir y la gente. Ahora, lo que jode es cuando esas diferencias se transforman en factores de campaña interna como para darnos manija unos contra otros. Ésa es nuestra pequeña enfermedad de poder.
—Se exacerba cuando se acerca al poder...
Creo que se exacerba, porque viene mezclado de la vanidad humana y todas esas cosas que llevamos en las achuras, porque no somos dioses. Yo creo que viene entreverado eso.
Sobre el rol de los medios de comunicación:
— ¿Usted cree que los medios de comunicación constituyen un obstáculo para el crecimiento de la izquierda?
La izquierda va a tener medios de comunicación cuando llegue al poder. Seguramente, de acuerdo a las tradiciones del país, va a tener el diario con más tiraje a favor de ella. Ese diario siempre apoyó al gobierno. Es claro que aún no ha llegado al gobierno, por eso todavía... Pero creo que los medios de comunicación hacen su siembra, y no tenemos la mejor parte. Tampoco tenemos la inteligencia de entenderlos. Es una posición muy individual.
— Usted es el más mediático.
Sí, puede ser. Yo no me dedico a criticar medios de prensa, lo cual no quiere decir que no tenga posición. Pero si critico mucho me gano un enemigo por partida doble. Si me pegan un garrotazo y los salgo a criticar porque me pegaron, me van a pegar con más fuerza en la próxima. Y yo digo: calavera no chilla; entonces no pateo, no pateo contra nadie. Porque en primer término, para mí existen trabajadores que hacen lo que pueden; y segundo, hay una orientación desde arriba en cada medio de prensa que no es responsabilidad del trabajador. El trabajador es un ser de carne y hueso que se tiene que ganar la vida, ¿para qué me la voy a agarrar con él? Y con el patrón, si me la agarro, pierdo por partida doble. Entonces, me pueden pegar todo lo que quieran que yo no chillo, banco, porque me parece que es lo más inteligente. No voy a cambiar con mi gritito la realidad.
Pero hay otra cosa. Usted vende una revista, usted tiene que poner algo que llame la atención porque usted está disputando un espacio. Si yo soy un vendedor de manzanas no puedo vender manzanas podridas arriba de una tabla y después reprocharle a la gente que no me compra las manzanas. Es decir, hay que tener una mercadería relativamente presentable para pelear en el mundo en el que estamos. Entonces, si a la prensa no le damos contenido, no se puede inventar. A la prensa hay que darle contenido, suministrarle información. No nos quejemos. Después va a ser más benigna con uno, con el otro, etcétera. Pero a veces me pregunto por qué será que Viglietti tiene un espacio en El Espectador en una audición musical. ¿Sabe por qué? Porque es buenísimo, buenísimo, porque resiste todo intento de censura por calidad. Entonces lo que le tengo que transmitir a la izquierda es que frente a las inevitables "censuras" que existen en el marco de la sociedad en la que vivimos, el camino de romperla es con calidad, con contenido.
La defensa de la empresa pública objetivo revolucionario:
—¿Usted cree que en estos dos años avanzará el ataque contra las empresas públicas?
Pienso que es una de las tablas de salvación para ir haciendo caja y sujetar en algo el déficit fiscal que tiene el gobierno, consumir una porción de las joyas de la abuela. Y creo que en parte lo tenía previsto. La mala suerte para el gobierno es que agarra una coyuntura tan jodida que ni siquiera hay compradores. Entonces corremos el doble riesgo: además de venderlas, malbaratarlas. Pero estamos dispuestos a complicarle la vida todo lo posible para evitar incurrir en ese camino, que no es solución de nada.
La revolución en etapas. Lo primero es lo primero:
—¿Con el Frente viviremos mejor?
No tengo dudas, porque vamos a tener esperanzas. No se precisa tanto para vivir un poco mejor en Uruguay. Ser un poco más serio en el trabajo, desburocratizarnos un poco y frenar un poco la joda. Acá tengo una lista, es la del día: los cincuenta pases en comisión del Ministerio de Industria. Mirá éste, qué perlita: Alfredo A., pase en comisión de Ancap, sueldo líquido $37.679, incentivo mensual $7.225, alimentación $4.000, incentivo de alimentación $1.620; total de incentivos en el Ministerio, $2.545; total recibido, $50.000. No, es mucho, viejo. Esto es lo que hay que frenar. Y pienso que los problemas también traen soluciones. Tenemos una salud que se nos cae a pedazos, pero tenemos un Hospital Militar que atiende como a 300mil: noventa mil de las fuerzas armadas, y los jubilados y los familiares. Y en la Policía no sé cuántos son. Otros pagamos mutualistas. ¿No estará para hacer algo de eso y dejarnos de joder? Las crisis si se aprovechan también pueden ser paridoras.
[Las citas están tomadas del artículo «Mujica habla de todo», en Caras y caretas, 13 de septiembre de 2002.]