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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 8 • octubre 2002 • página 12
Artículos

Sobrevivir en Sarajevo
(Kaptol 28)

Mariano Arias

Una crónica desde Sarajevo, septiembre de 2002

En Sarajevo
En la primavera de 1992
Todo es posible:
Te pones a la cola del pan
Y terminas en una sala de urgencias
Con una pierna amputada

Más tarde todavía pensarás
Que fuiste muy afortunado

Izet Sarajlic, Suerte en Sarajevo

Hay una cicatriz en la memoria del pueblo bosnio, una línea que divide la historia de quienes han forjado su independencia: Bosnia-Herzegovina en 1992 y la vivencia actual de la posguerra.

Los ciudadanos de Sarajevo (coetáneos y contemporáneos) viven ahora la historia, con esa cicatriz provocada por la guerra y el cerco de los nacionalistas serbios extendido durante cinco largos años (1992-1996).

Sólo ellos, los supervivientes del genocidio, o de la denominada «limpieza étnica» (eufemismo escandaloso habitual en cierta prensa occidental), son conscientes del significado que ha tenido para sus vidas el horror padecido en ese lustro... También del sentido de ese «nacionalismo paranoico», como lo ha definido con precisión el escritor, precisamente de origen serbio, Danilo Kis. Ninguna palabra puede agotar ni describir la medida de la tragedia vivida porque tanto colectiva, como individualmente, la guerra ha marcado un largo camino de esperanzas y de muertes que, sin embargo, no ha podido con la secular tolerancia de Sarajevo.

Kaptol 28. Sarajevo © 2002 Mariano Arias Páramo

Kaptol 28 es una calle de la zona antigua de Sarajevo, también un número, una casa donde ha pasado la guerra Rada Mutevelic. Pero es también una dirección conocida por quienes visitaron Sarajevo en los años duros del cerco y hablaron con Rada, una mujer fuerte, afectuosa y hospitalaria que ha visto desde su ventana el bombardeo de la ciudad que la acogió en los años setenta y cómo su marido moría pocos días antes de finalizar la guerra.

Una calle en una ciudad donde conviven ortodoxos, católicos, musulmanes y judíos, Kaptol 28 pertenece ya a la historia individual y colectiva de Bosnia. Desde esa dirección puede contarse la destrucción de Sarajevo, por supuesto, su lenta recuperación de la miseria del presente. Tal vez, cuando se ha visto destruir un pueblo, la biografía personal sufre un cambio violento. Desde Kaptol 28 se pudo ver el bombardeo de la Biblioteca, cómo ardieron millones de manuscritos, libros y documentos, la aniquilación del Instituto de estudios orientales, la muerte en las calles, el bombardeo sistemático de una ciudad, su destrucción... Pero se pudo ver, también, cómo esa ciudad quedaba indefensa por decisión de la Comunidad internacional.

Rada Mutevelic reúne la feliz peculiaridad, común a muchos bosnios, a Sarajevo en particular, de su capacidad para el diálogo, para la apertura intelectual, la búsqueda del contraste de opiniones. En los días que visitamos a Rada hemos podido comprobar esas virtudes, máxime en la situación actual del pueblo bosnio, aún en proceso de superar una guerra que ellos no consideran civil sino provocada por el nacionalismo serbio. Diálogo que mantiene una constante, casi podría decirse que coincidente entre todos los amigos bosnios con los que hemos hablado: reconocen que sin la ayuda de los soldados de la SFOR la estabilidad actual en Bosnia-Herzegovina se vendría abajo, pero también reconocen y censuran la tardía intervención de Naciones Unidas. Es difícil, si no imposible, que puedan olvidar la no intervención de la comunidad internacional para frenar el genocidio perpretado por el nacionalismo serbio.

Desde Kaptol 28 se pudo ver la guerra, y aún quedan en la memoria de quienes pasaron por esa dirección las conversaciones en la noche de los bombardeos y la angustia cotidiana entre quienes vieron impotentes cómo la palabra democracia tenía un sentido distinto cuando se le aplicaba a Bosnia-Herzegovina. Acaso sea verdad, como los propios bosnios declaran, que si hubieran tenido petróleo la intervención ante la agresión nacionalista serbia hubiera sido inmediata, como ocurrió en la guerra desencadenada contra Irak para defender Kuwait.

En verdad la Unión Europea, Alemania, Francia, Inglaterra y EE.UU, no supieron entender, y quizás todavía no comprendan después de haber reinventado el fantasma del Islam agresivo y haber demostrado amnesia y miopía históricas, la radiografía de un pueblo masacrado, el nacionalismo radical y sanguinario de los serbios y los croatas, cuyo origen, étnico y político, gestado siglos atrás, fue reavivado con la caída del comunismo, la muerte de Tito, la caída de la economía y el agotamiento del sistema de autogestión yugoslavo. Pero también debe contar en este esquema el nuevo orden económico y político facilitado por los Estados fuertes del orbe europeo. En cualquier caso, es difícil asimilar las cínicas proclamas de occidente por la paz en Kósovo, la política de brazos cruzados mantenida mientras el terror serbio y croata se imponía en Bosnia-Herzegovina y la propia Unión Europea se consolidaba como un conjurado más del genocidio del pueblo bosnio. Es difícil además no censurar a la izquierda «pacifista», perdida en el mundo contemporáneo e incapaz de asumir y analizar críticamente la nueva situación étnica configurada en los Balcanes. Pero ante todo, y salvo excepciones, el grueso de la «izquierda», denominada por el escritor albanés Bashkim Shehu Izquierda Hundida, ha callado y cuando ha hablado su discurso ha girado y gira circularmente entre la incapacidad política y la proclama angelical de una paz imposible ya sin las armas, máxime cuando el conflicto se había desencadenado y lo que importaba entonces era atajar el terror ultranacionalista. Pero el hecho fundamental era que en Bosnia, en Sarajevo, en Srebrenica o en Mostar se estaba atacando y masacrando la población civil (característica principal de las guerras del siglo XX), hecho que fue desdeñado y reducido a un segundo plano, y la «opinión» occidental se dedicó a dirimir asuntos como si la OTAN o los EE.UU estaban ejerciendo su poder e interés geopolítico en lo que, sin cortapisas, denominaban el subterritorio europeo, vale decir: los Balcanes. Producto de la historia, de la guerra fría, del hundimiento del comunismo, de la no correspondencia entre las fronteras políticas y las fronteras étnicas, el conflicto yugoslavo esconde con virulencia el sentido de la identidad no de un pueblo sino de varios pueblos, no una identidad sino varias identidades. En cualquier caso, el porvenir de Bosnia-Herzegovina, el de los Balcanes, está ya vinculado a la historia de Europa por más que Europa no sea sino una idea cuya unión se fundamenta económicamente, no ideológica ni políticamente, pero una idea cuyas variables van a configurarse en función de la emancipación y desarrollo de los Estados balcánicos.

Son estas reflexiones las que se plantean quienes se proponen explicar el conflicto y reconstruir Bosnia-Herzegovina para que puedan convivir las etnias distintas que la han conformado históricamente.

Kaptol 28. Sarajevo © 2002 Mariano Arias Páramo

Un esbozo de la vida azarosa de Rada subyace a estas reflexiones a la vez que puede reflejar tanto la vivencia de miles de bosnios nacidos en los años treinta como conocer el periplo de quienes han sobrevivido en las ruinas de Sarajevo. En 1940, cuando tenía nueve años, Rada fue deportada a un campo de concentración en Croacia (al Norte de Split), y cinco años después, esta vez por los alemanes, a Serbia. Al final de la Segunda Guerra Mundial, implantado el régimen comunista de Tito, la familia de Rada se instaló en Belgrado donde realizará estudios de turismo. No fijará su residencia definitiva en Sarajevo hasta los años setenta, época en que contrajo matrimonio con Nijaz Mutevelic, periodista del diario Oslobodenje (Liberación).

Cuando hablamos con ella, en el amplio salón donde cuelgan cuadros de la familia, recuerdos de un pasado reciente, Rada gesticula con las manos, mira a los ojos, presta atención a los argumentos, y de vez en cuando surte la fuente de dulces o prepara un excelente café al estilo bosnio que su salud no le permite probar (secuela de los años de guerra). Mientras conversa se levanta para enseñarnos algún documento, libros, la caja metálica donde conserva la metralla recogida en su casa, en su mayoría balas de los francotiradores. En sus ojos, ocultos tras unas gruesas gafas que intentan paliar el daño provocado por el encierro en el sótano durante los bombardeos, a veces hay lágrimas cuando surgen recuerdos especialmente trágicos.

La guerra le ha quitado a su marido, también la salud, los objetos personales más valiosos, la mayoría de ellos vendidos al mejor postor para ser revendidos a las tropas de Umprofor. En la biblioteca conserva los libros escritos por su marido Nijaz, y entre ellos una bella historia de Sarajevo publicada en 1985 en la cual participaron escritores y artistas bosnios. Nos lo enseña orgullosa y se emociona ante el cuadro del amigo y pintor Franjo Likar reproducido en una lámina que describe la convivencia cultural, étnica de la ciudad de los ochenta minaretes. Según nos precisa, el cuadro original lo conservó en el salón hasta el final de la guerra cuando tuvo que desprenderse de él por razones económicas; y en la actualidad pertenece al fondo pictórico de la Embajada de Qatar en Sarajevo.

Pero si la guerra ha sido dura para ella, no ha perdido su aliento de información, su capacidad para analizar y estar pendiente del juicio a Milosevic o de buscar las razones que mueven a los gobernantes para no detener a los responsables máximos del genocidio, Radovan Karadzic y su lugarteniente Ratko Mladic. Como les sucede al resto de los habitantes de Sarajevo, la guerra aún no ha cubierto de niebla la tragedia y el recuerdo del genocidio: constantemente la prensa diaria y las revistas informan de la lucha de los serbios contra los bosnios en el norte, en el sur, en Trebinje, el descubrimiento de fosas comunes en Srebrenica, en Banja Luka, el último lugar de descanso de los que ya no están...

Sin embargo, habla con serenidad, con dulzura, virtudes inestimables para quien la guerra le ha mostrado la cara amarga de la existencia, aunque no le haya quitado ni el amable trato ni el afecto ni la generosidad. Y al hacerlo de ese modo, Rada narra la historia del bombardeo constante a que fue sometido Sarajevo por las fuerzas serbias, de la convivencia con los vecinos en el sótano, serbios, católicos y musulmanes, de la presencia omnisciente de los francotiradores acribillando su casa, de la falta de alimentos, de la discriminación de la ayuda humanitaria en función de la religión que se profesara, de los inviernos duros en un país nevado y helado.

Cuando habla de la guerra no podemos reprimir el recuerdo y el intercambio de vivencias en cuanto a lo acontecido con el cerco de Madrid y el asedio de Oviedo durante la guerra civil española... Ella conoce la historia de España, ha visitado en su época de guía turístico Andalucía, Cataluña, Castilla... Y en un instante de la conversación añade, casi exasperada, que no comprende la postura de Europa ante la guerra en los Balcanes, y Sarajevo en particular: «¿Cómo Europa no actuó contra los nacionalistas serbios? Jamás lo comprendí... y no hubo un solo día durante la guerra que no me lo preguntara», concluye.

O tal vez comprenda, es cierto, la inhibición de Europa ante una guerra que año tras año destruía material y mentalmente a la población bosnia. Después de un silencio en el cual parece buscar las palabras precisas, nos dice: «Somos bosnios, cualquiera que sea nuestra confesión religiosa. Somos bosnios antes que musulmanes, católicos, ortodoxos o judíos». «Esto es Sarajevo», dice. Y añade que ella no es practicante de ninguna religión. Lo ha repetido muchas veces a quienes la han escuchado, a sus amigos europeos, para resumir esa polifonía de religiones y tendencias que han coexistido pacíficamente en Sarajevo. Una ciudad ahora dividida en tres religiones, y con unos nacionalismos intransigentes disputándose su primacía. ¿Qué salida nos espera?, se pregunta Rada, ¿volverá Sarajevo a ser aquella ciudad tolerante, llena de vida y proyectos? Rada calla, su ceño no oculta escepticismo.

Si en su mente sólo hay respeto hacia quienes la ayudaron guarda un especial cariño hacia quienes desde el exterior se acercaron a Kaptol 28. Por su casa, en efecto, han pasado periodistas, escritores, amigos que han encontrado siempre la bondad y generosidad sin doblez del matrimonio Rada y Nijaz Mutevelic, pero también la vida y la esperanza de quienes desde Sarajevo querían que su voz fuera escuchada en el exterior.

Uno de esos amigos de los que nos habla Rada es Chris Agee, el editor y escritor irlandés. En varios escritos ha reflejado no sólo la situación de Sarajevo y de los Balcanes sino la hospitalidad y versión de la guerra ofrecida por el matrimonio Mutevelic. Agee colaboró en los años de guerra en el periódico Oslobodenje al lado de Nijaz, también en el número especial sobre Sarajevo de la revista Zidne Novine, publicado en 1996 y de gran repercusión en los medios periodísticos. Y en 1998, dos años después, Agee publica, esta vez como editor y con una larga introducción, Scar on the stone. Contemporary poetry from Bosnia, una antología, la primera, de poetas y narradores de las tres etnias que conviven en la actual Bosnia-Herzegovina.

El Gran Cementerio. Sarajevo © 2002 Mariano Arias Páramo

Cierto día, sobre la mesa, al lado de un exquisito desayuno de dulces y café bosnio preparado por Rada, apareció el libro Stemmer fra Balkan, del fotógrafo y escritor finlandés Jo Nesbø, en donde habla de su estancia en Kaptol 28 y cómo conoció a Rada y Nijaz. Nesbø también se refiere a ellos con afecto y cariño, con admiración. «Ha cumplido su deseo», dice Rada, «escribir sobre nosotros, los bosnios». Otros también lo han hecho... Hay agradecimiento en el rostro y en las palabras de Rada. Tengo buenos amigos, estoy orgullosa de ello, añade. Por una vez en su mirada la melancolía dio paso a la alegría.

Pocos días antes de despedirnos, y atendiendo a nuestro deseo, nos indica el modo de llegar al lugar donde está enterrado su marido, El Gran Cementerio... En Sarajevo es difícil sustraer la mirada de las numerosas parcelas y terrenos donde tienen su descanso final quienes cayeron en el cerco y en la guerra... Allí conviven con el paisaje de los minaretes, las aldeas y las verdes lomas, miles de monolitos blancos o de madera en la perfecta soledad del paisaje bosnio...

El Gran Cementerio se encuentra en una llanura, a continuación del cementerio católico y ortodoxo, en la zona de Kosevo. En tumbas marcadas por monolitos de mármol blanco reposan miles de bosnios musulmanes muertos durante la invasión serbia. En una de esas tumbas, muchas de ellas sin ninguna inscripción, está enterrado Nijaz Mutevelic, sin haber visto la liberación de Sarajevo.

En la mayoría de los monolitos se ha grabado una sura del Corán, significativa de la lucha y el sacrificio que ha representado su muerte:

No digáis de quienes fueron matados en el camino de Dios «Están muertos». No; están vivos, pero no los percibís.

Cuando se recorre ese mar de miles y miles de tumbas blancas brillantes al sol, algunas sin ninguna inscripción grabada, se percibe un extraño silencio en el cementerio... o quizás la imposibilidad de comprender, entre la inmensidad de las luminosas y pulidas piedras blancas, la razón de tanto odio y tantos muertos, sean ortodoxos, católicos, judíos o musulmanes (¿Cómo pudo decir en 1992 el presidente del Partido Autónomo Croata, Mate Boban: «Debemos dejar un poco de tierra también para los musulmanes, para que tengan un lugar de sepultura»?).

* * *

Por ello, Kaptol 28 ha sido, y es en la actualidad, para quienes han luchado por la libertad, para quienes han visitado ese maravilloso país en tiempos de guerra o en la posguerra, y comprendido en su complejidad el conflicto político, cultural y religioso de los Balcanes, un símbolo de la convivencia, un lugar donde ahora vive una mujer que afronta la dura y difícil lucha por la supervivencia.

Es cierto: Kaptol 28 no es una dirección anónima en el nuevo mapa de Sarajevo, es un lugar en el mundo donde la visión y consecuencias de la guerra son distintas a las que Europa cree tener, ignora tener o simplemente no desea ni quiere tener.

 

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