Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 8 • octubre 2002 • página 20
Las aventuras de Jeremiah Johnson es una película rara en el género y que sirve para ilustrar algunos temas que se abordan en la asignatura de Filosofía en primero de bachillerato, por ejemplo la dualidad cultura bárbara / cultura civilizada
Vi por primera vez esta película con diez u once años, en la sesión infantil del cine Felgueroso de Sama de Langreo (España) y simplemente me quedé fascinado pues nunca diez pesetas me habían proporcionado tanto gozo. Con posterioridad ya he perdido la cuenta de las veces que me he deleitado con ella en cine, televisión y en vídeo. Las razones subjetivas de esta presentación no son para mi difíciles de explicar, sin embargo no hacen al caso. Hoy sabemos que fue uno de los trabajos que más solidez dieron a Robert Redford en la madurez de su carrera cinematográfica. Una madurez que en cierta medida corre paralela a la amistad que le une desde los años sesenta al director del filme Sidney Pollack.
Existe pues para ambos un caldo de cultivo común en la citada y famosa década, a saber: la contracultura, la actitud crítica frente a la guerra de Vietnam, las preocupaciones ecologistas y un gusto por la independencia frente a la todopoderosa y devoradora industria de Hollywood. En el caso de Redford es obvia esta referencia, pues es la cabeza visible de uno de los principales festivales de cine independiente que tiene sus propias señas de identidad, el de Sundance. Por otro lado el tándem Pollack-Redford siempre ha sido fértil y exitoso (p.e. «Memorias de África», 1985, y «Habana», 1990, entre otras).
«Las aventuras de Jeremiah Johnson» (Jeremiah Johnson, 1972) es un filme que conjuga las panorámicas del cine naturalista y de aventuras con una acción basada en una trama de peso. Un argumento que se cierra sobre sí mismo para convertirse en un mensaje que trasciende de alguna manera los matices épicos narrados.
El excelente guión es de John Millius y Edward Anhalt y se basa más en las novelas Mountain Man de Vardis Fisher o Crow Killer de Thorp y Bunker, que en la auténtica historia del fronterizo «comedor de hígado» Jhonson, del que la tradición cuenta que para vengar la muerte de su mujer india de la tribu «cabezas lisas» mató y comió los hígados de los mejores guerreros «Crow» (cuervos) que enviaron contra él.
Reconocemos de forma voluntaria que como telón de fondo didáctico, para mostrar y reflexionar en el aula sobre cuestiones de antropología cultural, existen obras más cualificadas incluso dentro del género western (así «Un hombre llamado caballo», 1969, de Elliot Silverstein) y fuera del mismo (la sin par «Derzu Uzala», 1976, de Akira Kurosawa por mencionar sólo una).
Dentro del western no son muchas las películas de gran presupuesto que se centran sobre la vida y obra de los hombres que habitaron las colonias inglesas y francesas en Norteamérica y tampoco abundan mucho las que tienen como referencia los EE. UU. de la primera mitad del siglo XIX. Cabe citar entre las más recientes la fallida «Revolución», la nueva versión del clásico de Fenimore Cooper «El último mohicano» (Last of the Mohicans, 1992, dirigida por Michael Mann) y «El patriota». Entre las clásicas destacan «Corazones indomables» (Drums along the Mohawk, 1939, John Ford), «Paso al Noroeste» (Northwest Passage, 1940, King Vidor) y «Los inconquistables» (Unconquered, 1947, Cecil B. De Mille). Se trata de lo que en términos cinéfilos se denomina «prewesterns».
Sobre la vida de los primeros cazadores y tramperos señalamos, además de mitificaciones de personajes históricos como Daniel Boone, David Crockett, Jim Bowie, Kit Carson, William F. Cody (Buffalo Bill), &c., dos filmes también notables «Río de sangre» (The Big Sky, 1952, Howard Hawks) y «Más allá del Missouri» (Across the Wide Missouri, 1951, William A. Wellman) inspirados ambos en dos relatos publicados en 1947, el premio Pulitzer en trabajos históricos Across the Wide Missouri de Bernard De Voto y la novela de A. B. Guthrie Jr. The Big Sky.
Después de este paréntesis tenemos que afirmar que «Las aventuras de Jeremiah Johnson» aunque presenta la vida de un trampero y cazador solitario que abandona la ciudad (la civilización) –tal vez por un carácter asocial, desengañado y escéptico frente a todo convencionalismo– desarrolla un argumento que está muy en consonancia con la ideología que en los círculos progresistas y universitarios circulaba en los Estados Unidos a finales de los años sesenta y principios de los setenta del siglo XX. Se trata de la actitud crítica frente al rampante imperialismo, la intervención bélica en Vietnam y la castración ética de una sociedad burguesa que hace al hombre unidimensional para decirlo con Herbert Marcuse, autor que tanto influyó en diversos Movimientos de Liberación.
Queremos destacar de la película los espléndidos paisajes ya que está rodada en espacios naturales de las Montañas Rocosas del estado de Utah , hecho en el que tanto Robert Redford como Sydney Pollack se empeñaron frente a los deseos iniciales de la productora.
No obstante lo que nos interesa es el «universo» de la montaña y el duro aprendizaje de la supervivencia en él. Este proceso se construye como un microcosmos, es decir, un mundo ordenado con sus propias e inexorables leyes que a lo largo del film cobra un sentido épico por su circularidad. El protagonista vive lo dicho pasando por varios episodios, que al modificarle van haciendo avanzar la acción a modo de un peculiar eterno retorno.
A) Johnson aprende a poner trampas, cazar, dormir sobre la nieve y comerciar con los indios ( es decir a sobrevivir) gracias al viejo trampero Bearclaw Grizlap. Éste le enseña que la montaña no puede ofrecer lo que uno no lleve ya dentro, por eso hay que respetarla y por esto mismo la película cobra tintes de «western ecologista».
B) Ayuda a la mujer superviviente del ataque indio y entierran a los muertos. Jeremiah descreído reza también una plegaria ante las tumbas. Adopta como hijo al niño (Caleb) que parece haber enmudecido por el trauma causado por la masacre.
C) Salva de la muerte a otro trampero solitario, Del Cue. Al verse involucrado en la venganza que éste desata contra la partida de guerra que lo torturó, nuestro protagonista comienza a coger fama de gran guerrero y cazador. También conoce las costumbres de los Flatheads y en un contexto antropológico «circular» y «radial» no exento de comicidad, recibe como regalo del jefe de la tribu, Dos Lenguas Lebeau, a la hija como esposa (Swan).
En este punto el film llega a la cima, pues Jeremiah Johnson formará una familia y vivirá de la caza y el comercio de pieles.
La tragedia que vertebra el argumento de la película surge ahora. Jhonson se ve impelido a hacer un favor a un destacamento del ejército. Les conduce a través de las montañas para que rescaten de las garras del frío, las alimañas y los indios a una caravana de pioneros que tienen sus carretas averiadas y atascadas. Al atravesar un desfiladero tienen que pasar por un cementerio «Crow», profanándolo así.
Queremos llamar la atención sobre el respeto que muestra Jeremiah frente al mundo indio que contrasta con el dogmatismo cristiano de uno de los miembros del pelotón. La dimensión religiosa («angular» en la terminología que Gustavo Bueno le asigna dentro del «espacio antropológico») toma un claro matiz animista, mágico y premonitorio cuando el protagonista tiene de nuevo que regresar por el cementerio, pues parece que el graznido de las aves y los propios esqueletos «comunican» la violación de lo sagrado.
Los indios se vengan en el trampero y matan a su esposa e hijo. Su respuesta es todavía más terrible, pues irá enfrentándose y liquidando en combate singular a todos los guerreros que el jefe «Crow» manda contra él.
A partir de aquí surge la circularidad que hemos citado (A, B, C –núcleo trágico– C', B', A') como nervio de un argumento épico. (C') Jeremiah se encuentra con Del Cue, el cazador fanfarrón, que admira las Montañas Rocosas y que no admite más iglesia que la naturaleza. (B') De nuevo también visita a una familia de colonos en el valle que conocen su terrible fama y le muestran un monumento funerario con el que sus enemigos le honran en secreto por su valor y fortaleza.
Por último (A') el viejo cazador que había aleccionado a nuestro protagonista entra en escena. Se saludan como dos lobos solitarios que se profesan mutua admiración y Bearclaw le pregunta por el sentido de su vida (¿Has venido lejos forastero?), pero Jeremiah, taciturno, hace como que no le comprende.
La apoteosis final de la película se produce cuando el jefe de los indios se despide de Jeremiah Johnson con solemnidad, al salir éste de su territorio. El odio había dejado paso a la admiración. En un acto de rabia (pues ahí encuentra y asume su condición de «héroe» a su pesar) Johnson devuelve el saludo .
El filme como hijo del trasfondo cultural que hemos comentado tiene claros tintes de ecologismo panteista y hereda bajo este nuevo formato la tradición de los «westerns pro indios» de los años cincuenta. No obstante el modelo de héroe que se construye a través del protagonista es el del «outsider». El perdedor desarraigado, defensor de causas perdidas que tiene que espiar y superar sus contradicciones a través del sufrimiento. Siendo la principal de ellas el haber pretendido convivir entre dos culturas: una es la de su legado cristiano que le lleva a ayudar a los blancos y otra la india con sus propias creencias que él viola por auxiliar a los primeros.
La inconmensurabilidad entre cultura bárbara y civilizada está servida, asimismo se subraya el relativismo cultural. En Estados Unidos esta película se utiliza en la enseñanza secundaria para abordar asuntos como la doctrina del Destino Manifiesto, el cristianismo frente a la religión tribal, el trueque, la supervivencia, la coexistencia de culturas distintas, &c.
Como sucede con los buenos filmes éste nos dice bastante del caldo de cultivo en que se fraguó. Percibimos incluso las consignas antimilitaristas y antibélicas (a pesar de que la película está llena de escenas violentas), pues Jeremiah lleva unos pantalones del ejército lo cual nos insinúa un importante dato sobre su procedencia (esto no pasa desapercibido para el viejo cazador) y además pregunta por la guerra contra Méjico (1846-1848).
Digamos para finalizar este artículo que la Warner ha restaurado hace poco el film y la pista de sonido con la moderna tecnología digital y podemos ahora verlo además de en vídeo en DVD.
Pensamos también que es posible que la «televisión formal» sea una de las formas más agresivas a través de las cuales se ejercita y representa la economía de mercado global y el «pensamiento único» de la civilización occidental actual. Pero en cuanto «televisión material» y aun siendo un mal sustituto del séptimo arte, películas como la que hemos comentado justifican su uso como recurso pedagógico, aunque solo sea porque muestran como diría Bazin que el western es una mitología que encontró en el cine su forma de expresión.
Bibliografía
Georges-Albert Astre y Albert Patrickm Hoarau, El universo del Western, Editorial Fundamentos, 2ª ed. Madrid 1986.
Gustavo Bueno, Etnología y Utopía, Azanca, Valencia 1971. Segunda edición con «Epílogo» en Júcar, Madrid 1987. «Sobre el concepto de 'espacio antropológico'», El Basilisco, nº 5, Oviedo 1978. El animal divino. Ensayo de una filosofía materialista de la religión, Pentalfa, Oviedo 1985. Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Mondadori, Madrid 1989. Telebasura y democracia, Ediciones B, Barcelona 2002.
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