Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 9 • noviembre 2002 • página 11
Se propone una definición más amplia de sistema. Se articula una nueva clasificación de sistemas. Se ensaya tal definición y la consiguiente clasificación en el campo de las ciencias de la tierra. Se discute el carácter sistemático de algunas clasificaciones científicas
1. Definición holótica de sistema
Los campos categoriales de distintas ciencias de la tierra (geología, cristalografia, mineralogía) se definen en virtud del cierre operatorio de sus términos. Este cierre responde –como las mismas ciencias practicadas– a distintos sistemas e ideas de sistemas utilizados por los científicos.
Por otro lado, la verdad científica reposa en la identidad sintética, que –como se postula– puede ser sistemática o esquemática (sistática). La geología, como toda ciencia se construye en el ámbito de sistemas. Decimos que toda ciencia es sistemática porque las verdades o identidades sintéticas se dan necesariamente en el ámbito de sistemas. Los sistemas de la geología se construyen sobre todo por el modo de la clasificación. El geólogo utiliza ideas de sistemas propias (edades de la naturaleza, sistemas cristalográficos, sistemas geológicos, tectónica de placas...) que analizaremos de acuerdo con la definición de sistema propuesta por Bueno (2000) desde la ontología especial y que se refiere siempre a materiales corpóreos aunque no se reduce a ellos.
Los sistemas son totalidades limitadas constituidas no sobre simples elementos sino sobre multiplicidades heterogéneas previas o totalidades sistáticas que constituyen las bases (Bi) que a su vez constan de partes heterogéneas (bi). Es por tanto una totalización compleja pues presenta niveles. La totalización sistemática se forma a partir de las bases sistáticas (Bi) constituidas por partes (bi).
El sistema contiene siempre una dimensión distributiva por la alternancia lógica que implica, lo que habla de su momento β-operatorio de «arreglo sintáctico», y –sólo en el caso de que fuera posible neutralizar las operaciones a partir de las que se constituyó– α-operatoria.
Gustavo Bueno (2000) diferencia las totalidades sistáticas (atributivas, las estructuras) de las totalidades sistemáticas (que implican aspectos atributivos y distributivos, los sistemas) y propone dos tipos de sistemas: los de primer orden o suprasistáticos, establecidos como totalidades distributivas y los de segundo orden o intrasistáticos, cuyas bases sistáticas son parte de una clase distributiva interna de la totalidad sistática común. Puesto que todos los sistemas son culturales (sus bases sistáticas están tomadas del espacio antropológico) y sólo en el límite son α-operatorios, Bueno cruza los dos tipos precedentes con los tres ejes por él definidos para el espacio antropológico obteniendo seis tipos de sistemas diferentes.
David Alvargonzález (2000) distingue dentro de los sistemas de segundo orden de Gustavo Bueno dos situaciones diferentes: la propiamente intrasistática (aquélla en la que los sistemas forman parte de una totalidad sistática común, como se da entre los distintos sistemas de un organismo y el propio organismo) y los sistemas sistáticos (que, como en el caso del sistema solar, sin perder su condición de totalidad sistemática constituyen a un tiempo una sistasis cuyas partes se codeterminan causal o estructuralmente según ciertas leyes). Este autor entrecruza estos tres tipos de sistemas (suprasistáticos, sistáticos e intrasistáticos) con la distinción entre sistemas α- y β-operatorios obteniendo otros seis tipos diferentes.
Por nuestra parte, limitaremos el estudio al eje radial del espacio antropológico, desde el análisis gnoseológico de la geología, y a las situaciones α-operatorias en tanto que cientνficas y segregadas del sujeto operatorio (otra cosa sería aplicarlo a esquemas precientíficos).
Reconocemos en la complejidad una característica fundamental de los sistemas, lo que implica efectivamente al menos dos niveles{1} de totalidades (sistemas y bases). La tipología de las totalidades vendrá determinada por su distributividad o atributividad. En principio, y por definición, todo sistema ha de ser distributivo (al menos como alternativa a otro), en este sentido, conviene recordar:
a. Respecto del primer nivel sistemático
Un organismo, pongamos por caso, el Paleotherium medium sería en principio una totalidad atributiva respecto de su mandíbula y de los pedazos de su cráneo hallados por G. Cuvier, mientras que la especie Paleotherium medium, así como la familia de los tapíridos serían totalidades distributivas respecto de las distintas especies y géneros de tapires{2}, entre ellos el mentado Paleotherium medium (E. Álvarez, 2002: 125). Pero si aceptáramos la definición de sistema «muy general» –y que no reconoce niveles de complejidad– propuesta por Ferrater Mora, esto es: «conjunto de elementos relacionados entre sí funcionalmente, de modo que cada elemento del sistema es función de algún otro elemento, no habiendo ningún elemento aislado» y la ponemos en relación con el Discours sur les révolutions de la surface du globe de G. Cuvier:
Todo ser organizado forma un conjunto, un sistema único y cerrado, cuyas partes se corresponden mutuamente y concurren en la misma acción definitiva gracias a una reacción recíproca. Ninguna de esas partes puede cambiar sin que las otras cambien también; y consecuentemente, cada una de ellas, tomada por separado, indica y determina a todas las demás. (G. Cuvier, 1840: 98)
Así (...) si los intestinos de un animal estuviesen organizados de tal manera que no pudiese digerir más que carne fresca, sería necesario que sus mandíbulas pudiesen devorar una presa, que sus garras pudiesen asirla y rasgarla, que sus dientes fuesen capaces de despedazar la carne; sería también preciso que sus órganos locomotores permitiesen perseguir y alcanzar a la presa; que los órganos de sus sentidos fuesen capaces de avistarla desde lejos; es también imprescindible que la naturaleza haya dotado a su cerebro con el instinto de saber esconderse y tender trampas a sus víctimas (G. Cuvier, 1840: 98-99)
... la forma del diente entraña la forma del cóndilo, y ésta la del omóplato, y ésta a su vez la de las uñas, al igual que la ecuación de una curva entraña todas las propiedades de la misma; y al igual que si tomamos separadamente cualquier propiedad como base de una ecuación particular, llegaremos después a la ecuación general y recuperaremos todas las demás propiedades, cualesquiera que éstas sean, asimismo la uña, el omóplato, el cóndilo, el fémur y todos los demás huesos, cogidos cada uno por separado, nos darán el diente y se determinarán recíprocamente; así que al comenzar por cualquiera de ellos, aquel que domine racionalmente las leyes de la economía orgánica podrá rehacer todo el animal (G. Cuvier, 1840: 101-102)
Si, como parece, la anatomía comparada de Cuvier es capaz de reconstruir los sistemas de los respectivo organismos, entonces deberíamos admitir que un organismo vivo es un sistema, eso sí, considerando explicitamente los distintos niveles de complejidad que representan sus distintos sistemas (circulatorio, respiratorio, locomotor, &c.) que como Cuvier demuestra están íntimamente relacionados. De hecho, con los restos de esqueletos encontrados en las canteras de yeso de la región parisina, Cuvier tuvo la ocasión de entusiasmarse con su método:
Carezco de palabras para describir el placer que experimenté al ver cómo a medida que iba descubriendo un nuevo carácter se iban desarrollando sucesivamente todas las consecuencias más o menos previstas de ese carácter; los pies se encontraban tal como ya lo habían anunciado los dientes; los huesos de las piernas, de los muslos, todos aquellos huesos que tenían que conformar sus extremidades, todo iba encajando tal como se podía haber previsto en un principio; en pocas palabras: cada una de esas especies renacía, por así decirlo, a partir de uno solo de sus elementos (G. Cuvier, 1840: 108)
Fue el caracter sistemático de sus construcciones lo que permitió a Cuvier reconstruir la cabeza de un animal con aspecto de tapir al que denominó Paleotherium medium a partir de varias mandíbulas y de cráneos incompletos. Del examen de otra mandíbula y de los dientes de un pequeño esqueleto incrustado en un bloque de yeso concluyó Cuvier que se trataba de un marsupial semejante a la zarigüeya actual, conclusión que sería ratificada posteriormente. Incluso se cuenta una broma que, según parece, intentaron gastarle a Cuvier algunos de sus discípulos disfrazados de diablo que lo despertaron a medianoche gritando: «Cuvier ¡te voy a comer!». Dicen que Cuvier abrió sus ojos y observó tranquilamente: «Todas las criaturas con cuernos y pezuñas son herbívoras. No puedes comerme», y dándoles la espalda siguió durmiendo.
b. Respecto del carácter atributivo de la base
Toda base será, también por definición composicional, una totalidad atributiva respecto de sus partes heterogéneas. Al menos en su último nivel, esto es, el que organiza directamente las partes materiales.
Sistema (Bb) | Bases (Bi) | Base última (Bn) | Partes (bi) |
Sistema Periódico de los elementos | Metales/No metales, 7 niveles electrónicos, orbitales s, p, d, f, &c. | Cada uno de los ciento y pico elementos químicos | Electrones, protones, neutrones... |
Sistemas cristalográficos | 7 sistemas cristalinos, 32 clases de simetría, 230 grupos de operaciones de simetría | Cada una de las formas cristalinas | Ejes, planos y centros de simetría |
Organismo | Sistemas digestivo, circulatorio, respiratorio, &c. | Aparatos funcionales | Órganos, tejidos, células, &c. |
Así pues, las totalidades complejas y limitadas que denominamos sistemas serán siempre, y por definición, distributivas y, por composición, sus bases últimas serán siempre atributivas. Lo anterior no significa que los sistemas no puedan ser, además, atributivos y las bases, además, distributivas. Es más, si admitimos la complejidad como característica del sistema y con ello la existencia de diferentes niveles de bases sistáticas o incluso sistemáticas, entonces no es necesario introducir distintos órdenes sino que, por ejemplo, el aparato digestivo de un organismo podríamos considerarlo como una base sistemática o distributiva. El esquema nos remitirá entonces a cuatro situaciones diferentes en función de estas últimas precisiones:
Sistemas (siempre distributivos) |
Bases (siempre atributivas) |
Ejemplo | |
I | Atributivos (además de distr.) |
No distributivas | Sistema solar |
II | No atributivos | Distributivas (además de atrib.) |
Sistema periódico |
III | No atributivos | No distributivas | Sistemas geológicos |
IV | Atributivos (además de distr.) |
Distributivas (además de atrib.) |
Organismos vivos |
2. Clasificaciones y sistemas geológicos
Procederemos ahora a examinar distintas clasificaciones propuestas para la geología y en general para las ciencias de la tierra para discutir su sistematicidad y, llegado el caso, el tipo de totalidades sistemáticas originadas.
En nuestra tesis (E. Álvarez, 2002: 164) proponíamos la siguiente taxonomía para las clasificaciones geológicas y de las ciencias de la tierra:
Clasificaciones | Descendentes | Ascendentes |
Distributivas | Taxonomías Formaciones de Werner Épocas de la Naturaleza de Buffon Sistemas cristalinos |
Tipologías Clasificaciones de las rocas Clasificación mineral Clasificaciones del volcanismo Clasificación de bordes de placa |
Atributivas | Desmembramientos Clasificaciones de Moro, Arduino, Lehmann y Füchsel División de la litosfera en Placas |
Agrupamientos Clasificación de Gesner Clasificación de Messerchmidt Clasificación de Thomsen Estrata de Smith |
Clasificaciones en geología y ciencias de la tierra en general
A continuación intentaremos aplicar la anterior definición de sistema a algunas de estas clasificaciones para a continuación discutir su carácter sistemático.
3. Clasificaciones no sistemáticas
Aunque los sistemas científicos (y no científicos) se formen normalmente sobre clasificaciones, esto no significa que toda clasificación dé lugar a un sistema pues, como se ha mencionado, el sistema es siempre complejo mientras que la clasifición, en principio, no tiene por qué serlo. Esta es la razón por la cual la mayor parte de las clasificaciones fenoménicas se muestran incapaces de organizar internamente el material en partes formales.
a. Las investigaciones naturales precientíficas exploraron fenoménicamente mediante alguna clasificación los materiales que les salían al paso. En la tesis aludida se citan unas cuantas (la clasificación de los fossilia de Gesner, la clasificación de Messerchmidt y la teoría de las colecciones, la clasificación arqueológica de Thomsen, la clasificación de piedras y de tierras de Avicena, &c.). Estas clasificaciones son técnicamente agrupamientos establecidos merced a relaciones de semejanza entre los materiales. Es un modo preliminar rara vez exitoso (sólo cuando detecta una organización interna sistemática y no simplemente características externas).
En ese sentido, el caso de la clasificación de Thomsen es ejemplar, pero el éxito de su clasificación (instrumentos de piedra, de bronce o de hierro) se debe a que tal agrupamiento de materiales representaba, tal vez inopinadamente, una organización interna más compleja (civilizaciones que empleaban determinadas tecnologías). Los agrupamientos propuestos por Gesner o incluso por Messerchmidt no corrieron la misma suerte y no generaron sistemas científicos.
b. Tampoco presentan los niveles de complejidad suficientes para vindicar carácter de sistemas las clasificaciones de terrenos de Moro, 1740, (Montañas primitivas y Secundarias), de Lehmann, 1756, (Rocas primitivas, Rocas horizontales y Aluvión) ni de Arduino, 1756, (Montañas primitivas cristalinas, Montañas secundarias sin fósiles, Montañas terciarias de relieves bajos y Aluvión). Inicialmente, estas clasificaciones fueron desmembramientos o particiones (atributivas) de las montañas que posteriormente eran caracterizadas e identificadas como tipologías (distributivas). En cualquier caso, en un primer estadio anterior a Werner, no puede hablarse de sistemas.
Tanto a. como b. son clasificaciones atributivas carentes de la distributividad constitutiva de la sistematicidad.
4. Clasificaciones sistemáticas: la clasificación mineral
La mineralogía de principios del XIX logró superar la simple tipología mineral y constituirse como ciencia sistemática con la complejidad requerida tras considerar las distintas propiedades internas de los minerales, entre ellas la forma de los cristales. La organización sistemática mineral supuso mucho más que una adaptación terminológica o que una nomenclatura oportuna. Mientras autores como L. J. Sevrin y Guyton de Morveau habían aplicado sin más el análisis químico de Lavoisier a la clasificación de los minerales, Bergman y Haüy, optaron por clasificar los minerales según sus formas cristalinas. Alexandre Brongniart sostenía con razón que los tipos minerales no sólo se fundamentaban en principios composicionales. El enfrentamiento entre el sistema químico de la mineralogía y el sistema cristalográfico de Haüy en la primera década del XIX fue puesto de manifiesto en la anomalía calcita-aragonito. Ambos minerales presentan la misma composición química (carbonato cálcico), sin embargo, como Haüy había mostrado, ambos muestran diferentes «formas primitivas» (romboide para la calcita, octaedro irregular en el caso del aragonito). Así pues, desde la perspectiva de la química mineralógica sendos minerales deberían recibir el mismo nombre, mientras que para la cristalografía se trataba de especies diferentes.
Laplace en 1805 en el cuarto volumen de Traité de méchanique céleste sugirió la resolución del problema: las mismas moléculas constituyentes se pueden agrupar de distintas formas dando lugar a la variedad de estructuras cristalinas. Desde entonces, los campos de la química y de la mineralogía establecerán cierres diferentes, en el primer caso el cierre se dará entre términos que atienden a la composición, mientras que el segundo cerrará sobre los términos determinados por su estructura cristalina.
La clasificación mineral, que desde entonces ya no se limitó a las características externas (tipología), dio lugar así a una organización sistemática en la que los distintos minerales con sus respectivas estructuras cristalinas constituían las bases atributivas.
5. Involucración de la mineralogía en la geología
Al estudiar la génesis de las ciencias no es infrecuente detectar –en los momentos inaugurales o previos al establecimiento de las identidades sintéticas que constituyen los sistemas científicos– conflictos por intentos de reducción de unas a otras, como le sucedió a la mineralogía química frente a la cristalografía de Haüy, o situaciones intrasistáticas estructurales, como en el caso antes expuesto de la anatomía comparada de Cuvier respecto de la zoología.
La mineralogía significó desde el punto de vista sistemático que estamos explorando un primer nivel de complejidad, que, como veremos, habría de resultar imprescindible para la constitución de la geología moderna de la mano de A.G. Werner. Años más tarde, W. Whewell comparía la relación inicial entre la geología y la mineralogía en estos expresivos términos:
La relación entre mineralogía y geología es de naturaleza similar a la existente entre una nodriza y un niño de teta de buena posición. El ama de cría, sin parentesco natural con su encomendado, lo nutre en sus primeros años, y lo apoya en sus primeros pasos infantiles; pero su destino será quedar oscurecida por el crecimiento y progreso de su vigorosa cría (W. Whewell, apud. C. R. Weld, 1848, A history of the Royal Society, vol.2: 45)
La especial relación entre dos ciencias –previa al momento de sus respectivos cierres, o al menos al de uno de ellas– merece una atención especial por lo que significa de colisión entre distintas pretensiones de totalización sistemática. El papel de la mineralogía en el nacimiento de la geología fue especialmente relevante en el caso de Abraham Gottlob Werner (1749-1817) y así se demuestra en sus dos obras escritas: Von den äusserlichen Kennzeichen der Fossiliem (en lo sucesivo: De los caracteres externos) de 1774 y el celebradísimo opúsculo Kurze Klassifikation und Beschreibung der verschiedenen Gebirgsarten (en lo sucesivo: Breve clasificación) de 1786.
De los caracteres externos comienza con una declaración de principios en la que se practica una reducción de la geognosia (geología) a la mineralogía:
Una de las ciencias más útiles y casi indispensables en la sociedad civilizada es la mineralogía o historia natural de los minerales (...) Su rama más importante es, indudablemente, la orytognosia, que da lugar a la formación de otras dos subdivisiones: la geognosia y la geografía mineralógica. Mientras la mineralogía o historia natural de los minerales incluye todo lo relativo al conocimiento de los mismos, la orytognosia se ocupa de determinar científicamente los minerales, la geognosia se encarga de los acontecimientos y la formación de estos cuerpos y la geografía mineralógica estudia su distribución. Recientemente, la ciencia también nos explica los tipos de montañas encontrados en cada país, su constitución y sus recursos minerales{3} (A. Werner, 1962: xxiii-xxiv).
Sin embargo, en Breve clasificación de 1786, parece alejarse de los planteamientos de 1774 y se ocupa básicamente de geognosia y no de mineralogía. Realmente no puede hablarse de una evolución en el tiempo de las ideas wernerianas (que sí de las de sus discípulos), pues posiblemente la Breve clasificación de 1786 recogiera ideas que Werner ya llevaba exponiendo en sus lecciones desde diez años atrás. También es cierto que él seguiría sosteniendo que la geognosia o geología{4} era una rama de la mineralogía, la más hipotética, pues se nutriría de las generalizaciones sobre los hechos (D. Oldroyd, 1998: XIIa, 201-3).
En Breve clasificación Werner se apropia de la clasificación de tipos de terrenos y montañas de Lehmann y Arduino que hemos visto en 3.b. al tiempo que le otorga un sentido esencial que enlaza con la química y con las cosmogonías de Buffon, Leibniz y Descartes. Consideraba Werner que los materiales terrestres eran los antiguos precipitados de un océano primordial que había cubierto toda la Tierra. A medida que iba precipitando el material disuelto, la disolución iría variando su composición y los precipitados, de composición paulatinamente modificada, se irían depositando (en el orden dictado por las propiedades de los materiales en disoluciones acuosas) horizontalmente en el fondo o acomodándose en los bordes oceánicos. Este comportamiento puede observarse en cualquier disolución (un charco de agua de mar, por ejemplo). Además, las observaciones de campo del mismo Werner, mostraban un número relativamente reducido de grupos de rocas, paralelos entre sí y siempre en el mismo orden. Las investigaciones de Arduino, Lehmann y Füchsel, habían mostrado que los núcleos de las cadenas montañosas estaban compuestos por rocas cristalinas (supuestamente los primeros precipitados químicos) mientras que los flancos se asociaban a rocas estratificadas progresivamente más terrígenas.
Werner construyó su sistema disponiendo las Gebirgen (o formaciones) como bases sistemáticas distributivas compuestas de minerales, que serían las partes atributivas, con lo que el sistema geognostico de Werner alcanzó un nivel de complejidad superior al de la mineralogía. Además, el conjuto o totalidad sistemática se adaptaba mejor que el esquema de «edades de la naturaleza» de Buffon a los antiguos «sistemas» cosmogónicos al estar fundamentado en la mineralogía y en la química. Claro que si las formaciones fueran las capas de la cebolla que pensaba Werner, la geología sería una ciencia bastante simple, bastaría conocer la composición de una roca para inferir su posición en la columna estratigráfica universal, datar en qué momento había sido depositada y deducir qué rocas yacían bajo ella. En esto consistía la reducción practida por Werner de geognosia (estratigrafía) a mineralogía. El concepto de formación o de formaciones universales de Werner abrió una vía de investigación, aunque pronto se vio cerrada ante la enorme cantidad de excepciones que se vio obligado a admitir con las consiguientes modificaciones ad hoc de una teoría sistemática que desaparecería hacia la tercera década del XIX.
Ahora bien, la estricta aplicación del principio de superposición era dirigida, en el caso de Werner por una teoría especulativa de corte cosmogenista –«genética» en la terminología de Oldroyd, «embriológica» según Gohau, pero en cualquier caso no rigurosamente histórica (estratigráfica)– basada en la precipitación secuencial de las presuntas sustancias disueltas en un invocado océano primordial. Esta hipótesis neptunista ofrecía una explicación causal de la composición litológica de cada una de las formaciones señaladas congruente con las relaciones de orden entre las mismas. En este sentido, la geognosia de la Breve clasificación de Werner era una teoría cosmogenista de la tierra tan causal como las Épocas de Buffon{5} y tan determinista como podría serlo el Système du Monde de Laplace, pero no estrictamente histórica. La geognosia werneriana participaba del modelo cartesiano de sucesión de fases irreversibles.
La más importante aportación de Werner fue el modelo teórico de Gebirge como término operativo de la geología, cuya validación residiría en una amplia distribución geográfica –muy superior a la exigida por Steno para su principio de continuidad lateral– que le garantizaría un lugar en la «columna universal» o compendio de la historia geológica. Será justamente la columna universal la que permitirá regresar al término, a la formación y encajarlo dentro de un sistema (era o período geológico). Pero esto, aunque implícito en la columna de Werner, y aún en la de Arduino, sólo era una hipótesis de trabajo a contrastar, pues la secuencia de rocas en Europa no llegó a ser aceptablemente conocida hasta los años cuarenta del siguiente siglo. El error fundamental de Werner fue su exclusiva atención a la litología, que, aisladamente, no es criterio concluyente en geología. Para Werner, la composición mineral de dos rocas de igual edad debía ser idéntica. La falacia de esta proposición muestra hasta qué punto Werner se apoyaba en una teoría imperfecta y especulativa.
6. La clasificación empírica de los estratos de Smith
Con anterioridad al siglo XVIII se habían producido diferentes intentos clasificatorios y explicatorios de piedras, tierras, minerales o fósiles a los que deberemos recurrir para comprender por qué la geología se conformó como lo hizo. La geología que surge en el primer tercio del XIX dista mucho de la geología tal como la imaginaron los pioneros que facilitaron su construcción.
Con muchas menos pretensiones teóricas que Werner, William Smith sí consiguió que sus formaciones cerraran en un esquema al cartografiarlas en su mapa geológico. El procedimiento de Smith fue un ejemplo de ciencia empírica bien construida. Smith se limitó aparentemente a registrar lo que veía ayudado del empleo de fósiles guía. La justificación teórica del empleo de los fósiles en la datación de terrenos la darían Cuvier y Brongniart mediante su principio de correlación faunística.
Sólo las clasificaciones rocosas que tengan en cuenta las relaciones entre los términos serán geológicamente trascendentes. La geología se da esencialmente como ciencia en la contigüidad. Smith insistiría en la idea, pues sólo a partir del reconocimiento de las relaciones geométricas de las masas rocosas podrán distinguirse los grupos pertinentes de rocas. Este reconocimiento de la disposición geométrica es previo a la correlación faunística.
La tabla presentada por Smith en 1799 contenía ya veintitrés strata o unidades rocosas presentadas en una columna vertical, señalando de cada una de ellas su grosor, los fósiles característicos encontrados en cada horizonte, la litología y otras características distintivas. El stratum de Smith puede corresponderse casi plenamente con nuestras formaciones actuales. En dos obras posteriores: Strata identified by organized fossils (1816) y Stratigraphical system of organized fossils (1817) abundaría en el concepto de formación o estrato definido mediante fósiles. Pero la concepción tipológica del mundo mineral estaba también presente en Smith al levantar sus columnas estratigráficas, al tiempo que disponía de la terminología petrológica correspondiente. No obstante, las maneras de Smith fueron siempre rigurosamente empiristas y procedía en el campo por agrupamientos ascendentes. William Smith recorrió el camino ascendente, midiendo y describiendo cada capa con la meticulosidad del coleccionista y caracterizándola merced a sus fósiles para después agrupar las capas en unidades rocosas de orden mayor con los criterios que le dictaba su atenta observación.
Aun aceptando el carácter estratigráfico (sintáctico) de la obra de Smith, hay que recordar también que la estratigrafía de Smith es posible gracias a un cierto desarrollo de la terminología petrológica (semántica) deudora de las clasificaciones del siglo XVIII. La proposición más o menos implicitamente asumida en las clasificaciones del XVIII y comienzos del XIX podría expresarse así: «La corteza terrestre no se compone sino de un número relativamente pequeño de especies de rocas. Estas especies de rocas (a diferencia de las de los reinos animal y vegetal) son idénticas en los puntos más distantes del globo en cuanto a su naturaleza mineral». Esta era la idea central de la clasificación de Werner, aunque seguramente fuera anterior a la geognosia.
William Smith cartografió las formaciones de Inglaterra y de Gales, lo cual significa dos cosas: primero definirlas correctamente colocándolas en una secuencia, y después extender la columna por todo el centro y sur de Gran Bretaña. Su trabajo es sin duda menos pretencioso y brillante que el de Werner, no apadrinó ninguna escuela de pensamiento, ni siquiera gozó de un gran reconocimiento científico; pero la cartografía de Smith es una construcción a partir de términos referenciales bien definidos merced a un principio de las relaciones entre secuencias estratigráficas y sucesiones faunísticas (ambas a nivel de términos referenciales). W. Smith caracterizó cada formación por su contenido fosilífero y alcanzó a comprender que hay fósiles característicos de cada formación. Sin embargo, renunció a culminar su construcción –como intentó hacer Werner con muchos menos datos– en un sistema general, aunque aportó método y rigor a la ciencia geológica. Werner y Arduino habían tratado de clasificar los terrenos atendiendo a litologías. Smith se afanó en clasificar fósiles y relacionarlos con los terrenos, el esquema de Smith, a diferencia de los que le precedieron cumplía el nivel de complejidad requerido por los sistemas. Pero al circunscribir sus investigaciones al esquema operatorio renunció a inaugurar el sistema que él mismo había contribuido a fundar. En el Preface afirma:
«mis observaciones (...) son totalmente originales y no necesitan ser coronadas por teorías, ya que yo no tengo ninguna teoría que sostener» (W. Smith, 1817)
7. Los sistemas geológicos
En Principles of Geology (1830-33) Lyell adoptó los strata de Smith y agregó algunas unidades rocosas más procedentes del continente a la nueva columna estratigráfica. Además superpuso las unidades y las asignó a «grupos» que a su vez supuso parte de categorías superiores o «períodos» para los que respetó la terminología de la escuela werneriana (Primario, Secundario, Terciario). Las unidades empíricas de roca encontraron así su sitio en el marco o esquema hipotético de Werner que, bajo la pretensión de totalidad omniabarcante, les impuso un cierto cierre que habrían de testar, corregir, explorar, modificar y expandir en un proceso interno que culminaría con el levantamiento de la columna geológica universal. Decir, como hacía Werner «Primario» suponía una literal petición de principio. Ahora bien, cuando los autores ingleses de la década de 1830 definieron Primario como Paleozoico (vida antigua) estaban abriendo paso a eventuales formaciones y períodos anteriores a la aparición de la vida (Azoico, Proterozoico, Arqueozoico o Precambriano sucesivamente) lo que representaría la virtualidad de la ciencia de construirse sobre sus propios materiales con total libertad e independencia de premisas hipotéticas.
Es por esto que decimos que la columna de strata y la cartografía de Smith son identidades sintéticas esquemáticas, mientras que la geología moderna posterior daría un paso sistematizador al limitar y cerrar el esquema abierto de Smith. Las unidades litoestratigráficas de Smith que se constituían en identidad esquemática sobre el terreno británico mediante las cartografías, fueron integradas en sistemas cronoestratigráficos mayores.
El procedimiento de clasificación de los terrenos en sistemas asumía una clasificación descendente –de mayor a menor o si se prefiere, del todo a las partes– a partir de los cuatro o cinco Gebirge de Werner y Arduino{6}. Pero en el campo, y una vez situados en el correspondiente período, se procedía por agrupación de menor a mayor, describiendo rigurosamente en minuciosas columnas los contenidos litológicos y fosilíferos de las capas (centimétricas a métricas) de los distintos afloramientos e interrelacionándolos en mapas geológicos a la manera de Smith.
Desde comienzos del XIX, los geólogos continentales emprendieron la clasificación sistemática de los estratos fosilíferos en unidades de magnitudes intermedias entre los strata de Smith y las vastas secuencias englobadas en las unidades de Transición y el Flötz de Werner. Estas nuevas unidades o «sistemas» (Lyell en 1833 hablaría de «grupos») se distinguían principalmente por el tipo de rocas constituyentes y eran ordenadas cronológicamente de acuerdo al principio de superposición.
Estas descripciones –que parten y enlazan con el anterior reconocimiento y agrupación de las formaciones referenciales– conservan de esta manera su condición de términos geológicos materiales a pesar del nivel de complejidad y generalización que representan. Las denominaciones de tipo Primitivo, Terciario, Cuaternario o Transicional remiten directamente a ideas de totalidad sistemática, son propias de clasificaciones distributivas descendentes. La nomenclatura que hace referencia a los materiales como Carbonífero o Cretácico es más consecuente con procedimientos empíricos ascendentes aunque también participan de las litoestratigrafías de corte werneriano.
Sistema | Bases cronoestratigráficas (distributivas) | Bases litoestratigráficas (atributivas) | Partes (bi) |
Sistema geológico | Eones, eras, sistemas, pisos | Grupos, formaciones, miembros | Capas |
Fanerozoico, Primario, Carbonífero, Namuriense | Caliza de Montaña, Miembro Valdeteja | Capa (localización) |
Las denominaciones Primario, Secundario o Terciario remiten a ideas de totalidad que, si no constituyeron propiamente una ciencia sistemática en su origen fue debido a la falta de conexión de identidad con sus partes últimas (las rocas y capas) por una insuficiente determinación de sus bases atributivas. Tales denominaciones son propias de clasificaciones descendentes más o menos especulativas. Por el contrario, la Tabla de Strata de Smith así como su cartografía de Gran Bretaña, ya sí son identidades sintéticas, pero de tipo esquemático (dado su carácter atributivo y la renuncia expresa de Willian Smith a construir un sistema). Es por esto que la obra de Lyell cobra importancia como síntesis pues, sin excesiva originalidad, fue capaz de engarzar la clasificación de las edades de los terrenos y de las montañas de Arduino-Lehmann-Werner (bases cronoestratigráficas distributivas) con la columna estratigráfica de Smith (base litoestratigráfica atributiva) merced a una serie de unidades intermedias (bases distributivas) resultantes del agrupamiento de las unidades de Smith que encajaban en las clasificaciones cronológicas de terrenos y montañas. No en vano, el nombre dado por Lyell a esos periodos fue precisamente el de «sistemas». Los manuales actuales de estratigrafía hablan igualmente de Eontemas, Eratemas y Sistemas.
Bibliografía:
Álvarez Muñoz, Evaristo, 2002, El cierre categorial de la geología. Tesis Doctoral, Universidad de Oviedo.
Alvargonzález, David, 2000, Sistema, [en línea], en Proyecto de Filosofía en español, Oviedo, <http://www.filosofia.org/enc/cc1/cc1002.htm> [consulta: 26 de septiembre de 2002]
Bueno, Gustavo, 2000, Sistema, [en línea], en Proyecto de Filosofía en español, Oviedo, <http://www.filosofia.org/enc/cc1/cc1001.htm> [consulta: 26 de septiembre de 2002]
Cuvier, Georges, 1812, Discours sur les révolutions de la surface du globe et sur les changements qu'elles ont produits dans le règne animal. 8e ed., Paris, H. Cousin, 1840, 355 p.
Oldroyd, David R., 1998, Sciences of the Earth: studies in the history of mineralogy and geology. Aldershot (Hampshire), Ashgate.
Werner, Abraham Gottlob, 1774, On the external characters of minerals (trad. ingl. de A. V. Carozzi). Urbana, University of Illinois Press, 1962, 118 p.
Notas
{1} Podrían ser más, piénsese en el caso de los sistemas cristalográficos (totalidad sistemática) que tiene por bases los siete sistemas cristalinos (Bi1), las 32 clases de simetría (Bi2) y los 230 grupos de operaciones de simetría (Bi3) (todos ellos serían bases distributivas) que determinarían las distintas formas cristalinas (Bi4) (bases atributivas) cuyas partes serían los ejes, planos y centros de simetría.
{2} La cuestión así suscitada es justamente la de cómo la noción de sistema desborda las categorías científicas, una totalidad sistática y atributiva (el organismo vivo) con respecto al campo categorial de la anatomía, será sistemática en el contexto de la anatomía comparada o en el de la biología evolutiva, en que se encontrará en oposición distributiva a otras especies. De hecho, en diversas fases de la historia de la geología nos encontraremos en esta situación
{3} El último párrafo hace referencia a las clasificaciones de Moro, Arduino, Lehman y Füchsel expuestas en 3.1.b. y de las que Werner es deudor.
{4} La equivalencia entre su geognosia y la geología nunca hubiera sido aceptada por A. Werner, para quien la geología era una teoría especulativa sobre la tierra.
{5} Aquí el hilo de Ariadna no sería el enfriamiento de la tierra sino la precipitación sucesiva de sedimentos en el seno oceánico, lo que desde un punto de vista material presenta al menos la ventaja de la presencia constatable de los estratos o formaciones depositadas, pero el esquema era el mismo.
{6} El procedimiento también prepuponía un tiempo geológico finito que implicaba un principio.