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El Catoblepas
  El Catoblepasnúmero 10 • diciembre 2002 • página 11
Artículos

La Filosofía: estrategia de la Verdad

Antonio Muñoz Ballesta

Se discuten las cuestiones de la teoría y la praxis de la Filosofía
confrontando dos intervenciones de Gustavo Bueno:
en 1975 en el Congreso de Filósofos Jóvenes,
en 2002 en Puerto de Mazarrón

los estoicos apretaban el puño al comprender una idealos estoicos apretaban el puño al comprender una idealos estoicos apretaban el puño al comprender una idealos estoicos apretaban el puño al comprender una idea

La Filosofía no puede reducirse a sociología ni a política, no se pueden mezclar esos distintos ámbitos de la acción humana materialista, lo cual no quiere decir que el filósofo, como un ciudadano más, no tenga sus opiniones y acción política concreta, y es más, sea, el filósofo, la persona verdaderamente capacitada para ofrecer una «filosofía política» a su sociedad y a su tiempo.

En el mes de marzo de 1975 Gustavo Bueno pronuncia una conferencia, en Oviedo, que trata de dejar las cosas claras al respecto, pues en esa época, el activismo político lo invadía todo:

«Y así como del sacerdote decimos que, al perder la luz de la fe, ha perdido la razón de su oficio, así también decimos de los filósofos que al perder la pasión por lo verdadero, al perder la rigurosa voluntad de distinguir en todo momento lo que es verdadero y lo que es falso, lo que es evidente y lo que es obscuro –aunque sea en nombre de la justicia o de la felicidad– han perdido su razón de ser, porque han perdido la disciplina filosófica.»

En el mismo mes de marzo de 2002 en la conferencia de Puerto de Mazarrón (Murcia), nos recuerda que tampoco la Filosofía puede olvidarse y alejarse de las Ideas y conceptos políticos. Sobre todo en una época, como la actual, en la que «el activismo político» corre el peligro de «espiritualizarse» y perder el sentido de la realidad configurada por el presente de las sociedades políticas ,y el partidismo ideologizado. Por ello hizo constar en este nuevo comienzo de la «era de la globalización», que:

«si bien toda filosofía política es una ideología, no toda ideología es una filosofía política.»

Si la Ideología acompaña a la actividad política, de forma esencial (aunque no vamos a tratar, aquí y ahora, el tema del «fin de las ideologías» que Gonzalo Fernández de la Mora anunciara hace años), en cambio, la Filosofía, aunque sea la Filosofía de la «acción política» de todo Estado o sociedad política, no es, simplemente, una Ideología cualquiera del «politiquismo», o una actividad práctica política.

El oficio de la filosofía, no se puede negar, está inmerso en una «maraña de mistificaciones», y, de sinsabores e incomprensiones, muchas veces entre los mismos que constituyen el gremio, lo que obliga a preguntarnos: ¿Cual es el verdadero campo de la Filosofía? ¿Puede la filosofía reducirse a «problemas de lucha de clases», o a «problemas de partido», o « a resolver «falsos problemas», o a «problemas de la gobernanza de la mundialización actual»?

En 1975 Gustavo Bueno utilizó, en aquella conferencia a los jóvenes filósofos, el símil del «sacerdote» respecto al «filósofo»: «Cito esta profesión a título solamente de ilustración, de modelo, de ejemplo. Todos conocemos las discusiones que hoy (1975) mantienen entre sí los clérigos en todo el mundo, en lo que se refiere a la verdadera misión y destino sacerdotal.» ¿Cual puede ser el modelo equivalente al sacerdote, hoy en día, para el filósofo? ¿El periodista, el intelectual, el profesor de Universidad, el activista político...?

Se trataba de saber si el filósofo, de mediados los años setenta –y en España–, debía dedicarse, como proponían una parte de los sacerdotes respecto a su oficio, a la «actividad política» concreta, al «activismo político en cuanto sacerdote» (en cuanto filósofo).

Lo cual nos conduce, inevitablemente, a la delimitación de la Filosofía del resto de las actividades –contemplativas o no– de los seres humanos.

El tema de la delimitación perfecta de la actividad filosófica respecto a otros saberes y actividades típicamente humanas, es crucial en el mundo en el que vivimos, y no solamente en la España de la transición. En el presente cotidiano nos encontramos con la creciente pretensión de las disciplinas científicas como la psicología, la sociología, la economía,.. que mantienen la necesidad de reducir al mínimo (minimizar) la Filosofía, y para ello buscan la alianza con las nuevas «falsas conciencias», que nos invaden.

Gustavo Bueno supo percatarse, y sintetizar, ya en 1975, lo que realmente se pretendía con la inundación de todos los ámbitos de la vida humana por el «activismo político», es decir, poner fin con el oficio de filosofar, con la disciplina filosófica, sustituyéndola por la filología, el cientificismo, y la ideología: «Se desea matar y asesinar a una profesión», la de filósofo, exclamó, con la lúcida contundencia que le ha caracterizado siempre.

Y este deseo, sigue analizando Gustavo Bueno, «tiene que ser experimentado desde dentro, tiene que ser siempre contemplado, porque ese deseo puede ser realmente él mismo filosófico, filosofía como autocrítica». No hay cuestión, pues, que no merezca el análisis filosófico, incluso el «deseo de acabar con la Filosofía».

La relación de la conciencia filosófica y la conciencia política («con la práctica política», «con la política en general») es una relación necesaria por la misma génesis y evolución de la sociedad –y de la misma Filosofía–, pero se trata de una relación peculiar, porque la actividad filosófica no es un continuo que se prolongue en la práctica política, ni ésta «regrese» a la «contemplación filosófica»:

«en un sentido que de ningún modo creo que pueda conducir a la resolución de la Filosofía en política inmediata, activa, administrativa, ligada a un modo de producción.»

Es puro sociologismo unir el destino de la Filosofía al destino de la «Dialéctica en el contexto de la lucha de clases» o «al contexto de la Ciudad» y de la «Red» –M. Castells–, o de la política, pues «superada la lucha de clases», o «la Ciudad» o «la comunicación tradicional humana» (lo cual es ya mucho suponer) también, por lo tanto, se superaría la «dialéctica y la propia conciencia filosófica», tendría que desaparecer la Filosofía (y no precisamente en manos de sus enemigos tradicionales como el dogmatismo religioso y el fanatismo unido a la superstición y la ignorancia).

También es puro odio a la Filosofía el pretender unir el destino de la misma al «activismo político» o al «gremialismo filosófico», pues la Filosofía, cuando es verdadera, es independiente y libre. Independiente y libre, en definitiva, respecto a su propio material que la constituye.

Y, precisamente, es el argumento de la confusión de la ideología y la Filosofía, el argumento más utilizado por los «pro-científicos» para justificar su pretensión de «minimizar» la Filosofía.

Debido a que se ha demostrado, se dice, que la «ideología comunista» (y toda ideología «socialista») ha caído con la caída de la URSS, y también su concepto de «lucha de clases» se ha demostrado como contrario a la ciencia, entonces, en base a la «profesionalización» que nos otorga la «ciencia», es perfectamente lógico que la Filosofía sea sustituida por las diversas ciencias, de las que ella era una simple precursora (se dice, equivocadamente, una y otra vez).

Ahora bien, es falso que la Filosofía sea la «precursora o madre de las ciencias» (ver el libro de Gustavo Bueno, La Metafísica Presocrática, de próxima reedición), sino más bien un saber de segundo grado, que precisa de ellas, y otros saberes (técnicos, poéticos, mitológicos, &c.), para poder existir –independientemente de la conjugación que inevitablemente se dan entre ambos órdenes de la acción humana–. Y las Ideas filosóficas, digámoslo una vez más frente a los defensores del «relativismo cultural», son transnacionales (y no tengo que recordar que la de «lucha de clases» ni tan siquiera era la originalidad de Marx), «transcategoriales». Las Ideas filosóficas constituyen la «verdadera Internacional» para el verdadero filósofo, incluido el filósofo político.

Pero la «actividad política» es ideal para los filocientíficos ya que la «actividad política» (como en 1975 la actividad tradicional sacerdotal) está «mal considerada» entre determinado sector del poder cultural. «La política, realmente, no consigue lo que la gente quiere», se repite por los intelectuales al uso (entre los que no se encuentran verdaderos filósofos como Albiac y otras honrosas excepciones, cuyas «críticas» a la misma actividad política tiene fundamentos más profundos) –sin preguntarle antes a la «gente» lo que realmente quiere–, y debe sustituirse (se cree) por los técnicos, economistas, o administrativos, o sociólogos... para que así se pueda conseguir «algo mejor» para el «bienestar común» (por cierto «bienestar común» que no deja de ser una Idea filosófica, incomprensible desde el cientificismo y otros achatamientos de la realidad). No es cuestión, tampoco aquí, de analizar la «política tradicional» como la política ligada al Estado, y el presunto abandono de esta forma política o su desaparición, y el nuevo lugar de la política en la «gobernanza» mundial (F. Vallespín), abandonando su lugar natural del «gobierno» estatal. Pero sí es hora, en cambio, de recordar que la Filosofía no puede verse involucrada en el supuesto desprestigio de «la política» o de «cierta política», porque la Filosofía no es «meramente política» (aunque puede hacerse, y se ha hecho siempre, un uso político de los sistemas e Ideas filosóficos, y es una de las razones, por cierto, del progreso de la civilización, y de algunos males también).

No se puede meter en el mismo saco a la Filosofía y a la «actividad política» o «antipolítica». Siempre habrá un ámbito de lo filosófico, al igual que siempre habrá un ámbito de lo político.

El campo de la Filosofía (quizá mejor metáfora sea «la mar» de la Filosofía), como el de la política y lo político, no se puede «inventar» o «crear» por mera voluntad del individuo o de los partidos o sociedades, como si fuera una cuestión de «puro acto creativo» o de «fe». El campo de la Filosofía, como el de la política, nos viene dado. Nos viene «históricamente concebido» en tradiciones, a veces enfrentadas entre sí, determinadas históricamente, y que «guardan una unidad dialéctica».

¿Se puede inventar la Filosofía tal como se puede inventar una ciencia, un mito, una ideología? ¿Podemos dar algún crédito a quienes tratan de sostener que desaparezca la Filosofía, ya que, cuando haga falta, ya se inventará de nuevo algo parecido?

La Filosofía no es una conciencia original, sino refleja, por ello siempre hay que tener una Estrategia propia, filosófica.

Toda Filosofía debe integrar, en su Mar, en su campo, la Idea de la Estrategia de la acción filosófica.

La Filosofía debe estar siempre en guardia frente a los nuevos retos que quieren «clausurar su Academia». «Clausurar su Academia» en el sentido material –de instituciones y edificios, matrículas, cuotas de poder, &c.–, y en el sentido formal – del ejercicio de verdadera filosofía–, pues la Estrategia de la Filosofía es la Estrategia de la Libertad y de la Verdad. Donde no exista respeto hacia la Verdad y la Libertad filosófica no habrá verdadera Filosofía, solamente «producto pseudofilosófico».

La Filosofía debe «dividirse», también, en la rama de la Estrategia profilosófica, junto con las ramas tradicionales de la Ontología, Epistemología, Filosofía Moral y ética, Filosofía política, Filosofía de la Ciencia, Filosofía de la Religión, &c. Divisiones, por otro lado, que no dejan de ser excesivamente «academicista», pues es absurdo pensar en serio que pueda existir la «especialización» en Filosofía: ¿Es posible, por ejemplo, que una catedrática/o de «Filosofía moral» o «Filosofía de la ciencia» declare que no tiene que conjugar en su «discurso moral» o «epistemológico» más Ideas y conceptos que los estrictamente «morales o éticos» o científicos de su «profesión», y disciplina, de la «filosofía moral» o «filosofía de la ciencia»? ¿No será, más bien, necesario retornar siempre a las «esencias» del saber «general» de la Filosofía, y ser más antidogmáticos, y tener presente que la Filosofía es un «saber de segundo grado»?

La nueva rama de la Filosofía (la Estrategia de la Verdad) vendría a ser como la capa cortical de la Sociedad Filosófica, que tendría como función esencial la defensa de la «verdadera filosofía» (aunque no sea materialista), respecto de los enemigos, tradicionales y nuevos, de la Filosofía.

Y Gustavo Bueno, y creo que es una de las Ideas superiores e implícitas de su Filosofía, y en este sentido, asume una concepción plena y circular de la Filosofía, semejante a la propuesta, a saber, la «estrategia» filosófica funciona en toda actividad filosófica verdadera. De ahí su analogía fundacional con la Geometría –las Matemáticas–. El «logos», en su ejercicio teórico-práctico, lleva en sí la «estrategia» filosófica.

La Filosofía, en su ejercicio, requiere de la estrategia. Estrategia que nos lleva a las Ideas desde las categorías científicas y técnicas, o de ámbitos cuasi-categoriales.

No se trata solamente del método filosófico del regressus-progressus, es algo propio, previo y envolvente al método filosófico.

«Previo», porque se nutre de actividades sociales no filosóficas, como por ejemplo la defensa jurídica, y «envolvente», porque la misma acción filosófica lo genera, aunque sea inconscientemente; y es «propio» de la acción filosófica de las personas (humanas), ya que la Filosofía es, también, una actividad lógica materialista (y ello aunque el gnosticismo mire para otro lado cuando se encuentra con el sistema filosófico kantiano). Podemos comprobar lo que trato de decir, en las mismas palabras de Bueno en 1975, referidas a las matemáticas (sustituyan ustedes «matemáticas» por «Filosofía»):

«la determinación del límite de la función (matemática) y = (3x2 – 3) / (x – 1), cuando x tiende a 1 (valor para el cual la función es indeterminada). En este caso, no podré de ninguna manera, ejercitando la sustitución de x por 1, llegar al límite de la función. Pero si represento el valor de x por la expresión (1+h) –en la que h puede tomar el valor de 0– puedo, mediante unas facilísimas transformaciones, llegar a saber que el límite de esa función es para x=1'6. He representado por 1+h una situación de indeterminación; en ella represento (G. Bueno) este valor indeterminado mediante la relación a otra variable h, que, a su vez, puede tomar el valor 0. El valor que tenía en principio lo estoy negando para que pueda aparecérseme el límite de la función. Si 1+h me indica la distancia en general al valor indeterminante, para llegar a este número tengo que negar esta distancia representándola como distancia nula. Con esto realizo una «estrategia», es decir, una práctica que me produce una representación que, a su vez, niega el contenido de la primera. Hay una contradicción que de ningún modo puede ser formal, porque con ello se arruinaría la consistencia de las matemáticas. Pero la contradicción se mantiene en el contexto de la representación y del ejercicio.»

Semejante a esta Teoría y esta Praxis es la Filosofía. Podríamos decirlo en otros términos, pero no por ello menos clásicos. En un Mundo, y «una» España, «distinto» y distinta al de 1975, en el que «el activismo político e ideológico» no está omnipresente, Gustavo Bueno formuló en Puerto de Mazarrón (Murcia), el 9 de marzo de 2002, un nuevo alegato a la independencia de la Filosofía, insistiendo esta vez en que la Filosofía no puede desentenderse de la acción política, cuando afirmó «La filosofía política es una Ideología, pero no toda Ideología es una Filosofía política»; en cambio, en 1975, era necesario, pues era otro «estado del Mundo», resaltar y avisar, todo lo contrario, es decir, que la Filosofía no podía confundirse con la mera «acción política». Pero estamos ante la misma «estrategia filosófica».

La Estrategia filosófica estaría, siempre, en todo momento y lugar (Oviedo, Mazarrón...), propugnando la labor filosófica, para que la «función filosófica» pueda obtener valores concretos, acertados o no, pero no «indeterminados», porque la Filosofía, cuando es verdadera, es una «representación objetiva».

Sí, no se engañen, la Filosofía no es un «mero hablar o conversación entre personas cultas» (aunque hoy en día «conversa todo diós» pues «conversar es divino», sobre todo si se hace por Televisión). La Filosofía no es un puro pragmatismo, es algo más, y, además, objetivo.

Gustavo Bueno se refería en el año 1975 a la «lucha de clases», ahora podemos referirnos, por ejemplo, a lo «políticamente correcto»:

«Si suponemos que toda teoría es producto de los intereses de clase, que toda teoría está contaminada de subjetividad, se ha arruinado completamente el materialismo. Son entonces las teorías, en cuanto teorías verdaderas, en cuanto son la realidad misma en tanto que demostrada por vía categorial, los soportes más fuertes del materialismo. En la medida en que desconectemos las conexiones de la Filosofía con las Ciencias Naturales y con las Matemáticas estaremos, otra vez, recayendo en el subjetivismo, en el voluntarismo.»

La Filosofía se conjuga con las ciencias y otros saberes, y además, su propio ejercicio, en la sociedad de su tiempo, genera una estrategia lógico material encaminada, siempre e insobornablemente hacia la Verdad, que la independiza y la mantiene en desarrollo, distinguiéndola, de todo tipo de mitos, gremialismos, literaturas, ciencias e ideologías.

Gustavo Bueno reafirma tal autonomía de lo filosófico en su conferencia de Mazarrón en el I Encuentro de Humanidades y Filosofía,{1} en este año 2002, como ya lo hiciera en 1975, en Oviedo en el XII Congreso de filósofos jóvenes.{2} Un mundo nuevo amanecía en esos años de la Transición, otro nuevo Mundo inicia su camino ahora, pero la Filosofía siempre es la misma.

Notas

{1} En preparación la publicación, en libro, de las conferencias del I Encuentro de Humanidades y Filosofía, Mazarrón, marzo de 2002: «El Mundo tras el 11 de septiembre» por el escritor y diplomático José María Ridao, y «La Filosofía política en el mundo actual» de Gustavo Bueno.

{2} Parte de las intervenciones producidas en el XII Congreso de Filósofos jóvenes (Oviedo, marzo de 1975), sobre el tema general «Teoría y Praxis», se publicaron en 1977 (en Valencia, por Fernando Torres-Editor), en un librito con el título Teoría y Praxis, perteneciente a una serie Interdisciplinar (coordinada por Vicente Aguilera Cerni, y comité asesor compuesto por Elías Díaz, Simón Marchán, Fernando Montero y Manuel Sánchez Ayuso). Además de la conferencia de Gustavo Bueno se recogen las de Etienne Balibar, Claude Berger, José María Laso, Fernando Ariel del Val y José Vericat.

 

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