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El Catoblepas, número 15, mayo 2003
  El Catoblepasnúmero 15 • mayo 2003 • página 22
Libros

Agnes Heller y Ángel Prior:
el valor de elegir ser una buena persona

Antonio Muñoz Ballesta

A propósito del libro de Ángel Prior, Axiología de la modernidad. Ensayos sobre Ágnes Heller, presentación de Jacobo Muñoz, Colección Frónesis, Cátedra-Universidad de Valencia, Madrid 2002

Ángel Prior, Axiología de la modernidadDe la obra de Agnes Heller se puede decir lo que nuestro escribidor cervantino, José Jiménez Lozano, acaba de reconocer: que de la tensión y entrecruce de pensares, sentires y vivires, junto con la interior aventura de los conversos –de la que nace la conciencia, no del yo cartesiano, sino del yo existencial y vividero– se origina el más alto esplendor de la Filosofía contemporánea.

A su vez, Ángel Prior ha realizado en su libro Axiología de la modernidad. Ensayos sobre Agnes Heller, una de las mejores interpretaciones filosóficas, que podamos conseguir hoy en día, de la obra completa de la filósofa húngara, porque nos ofrece, magistralmente, el núcleo, el cuerpo y el curso de desarrollo de la filosofía de Ágnes Heller, en su contexto y panorama dialéctico pertinente, convirtiéndose, por tanto, mucho más que una mera introducción al pensamiento ético y moral de la filósofa afincada en Nueva York; se trata, más bien, de una magnífica dilucidación de su filosofía moral y política, y con ello, de una ilustración, imprescindible y necesaria, de nuestro presente filosófico y época moderna.

La riqueza del pensamiento de Ágnes Heller se conjuga, en este libro, con la lucidez de matices y relaciones establecidas por la escritura del profesor Ángel Prior.

El núcleo de la obra de la discípula de Lukács es el valor de la libertad (la libertad absoluta del Marx de una ontología de la práxis, la libertad política de la modernidad, y la libertad enriquecida por la elección valerosa de ser, ante todo, buenas personas).

El cuerpo envolvente, y necesario para entender el núcleo, es el diálogo del marxismo práctico, o comunismo reformista, con el pensamiento de Habermas, Nietzsche, Kierkegaard, Weber, y Heidegger, entre otros, y con la realidad política y económica, y corrupción moral, de los antiguos países comunistas, en el curso del devenir de la modernidad en Occidente, entendida ésta como ámbito de la autonomía, vida y pluralidad, que hace posible la ética de la personalidad, y que a su vez, precisamente, nos hace libres, con una libertad aún más profunda, rica y auténtica, pues, en definitiva, dicha libertad, que no es el simple libre arbitrio, procede (y antecede) a la elección existencial absoluta de ser personas morales (buenas personas), consistente en el a priori de toda determinación diferencial de nuestras religiones, profesiones, gustos o disgustos.

Incluso podríamos describir en la historia, y en la geografía, de la misma biografía de Agnes Heller la verdad de su filosofía:

En un primer momento la Idea de la emancipación y sus límites, que se centra en el estudio y perfeccionamiento de la filosofía de Marx, con la influencia –por lo demás nunca perdida en su totalidad– de su maestro Lukács; es la época de la Escuela de Budapest (Hungría) hasta su exilio en Australia, y la primera parte del libro de Á. Prior (páginas 45 a 77).

En una segunda época, los años ochenta del siglo XX, es el análisis filosófico del lugar de la Justicia, una justicia dinámica, en su relación con lo moral, lo ético y lo político, en diálogo con el filósofo alemán J. Habermas y el filósofo norteamericano J. Rawls, fundamentalmente, en una interpretación crítica de la Modernidad. Con un detalle apasionante lo comprobamos en la segunda parte del libro de Á. Prior (páginas 81 a 143).

Y, para concluir –pero sin clausura alguna– una tercera época, la de los años noventa del siglo XX hasta hoy en día, en Nueva York, caracterizada por la formulación definitiva de lo que embrionariamente ya se encontraba en los años setenta, pues es ya en esos años, cuando comprende que la filosofía de Kierkegaard era la única alternativa al callejón sin salida del colapso de las grandes narrativas, de las filosofías de la historia y de la corrupción política del comunismo, me refiero, como resalta Ángel Prior en la tercera parte de su libro (páginas 147 a 166), al salto a la moralidad de las personas, personas, en sí mismas contingentes, que viven en sociedades morales.

Sin ésta tercera época no se puede entender ni el desarrollo de la filosofía de la autora húngara, ni el núcleo de la misma, o dicho de otra manera, no podemos descubrir una de las grandes filosofías del siglo XX, si no disponemos de su justificación. El salto a la moralidad (Kierkegaard) es la clave de la comprensión del pensamiento de la filósofa húngara.

Por lo que no nos encontramos solamente ante un libro más de una filosofía contemporánea, estamos, por el contrario, ante el reconocimiento filosófico de las pocas filosofías posibles a principios del siglo XXI que no quiere caer en el positivismo o en el reduccionismo, abriéndose, en cambio, a los más influyentes saberes de la estética, historia, política, &c., sin dejar de volver a la vida cotidiana en la que se sitúan, obviamente, los valores de la vida y la libertad de los hombres y mujeres modernos.

De la inmensa creación filosófica helleriana, en número de páginas y en calidad, podemos resaltar, siguiendo las tres etapas señaladas, y de las que da debida cuenta Ángel Prior en sus Ensayos, las siguientes:

En su primera época de joven autora, compañera de F. Fehér, G. Markus, M. Vajda, A. Hagedus o M. Markus, enfrentada a la interpretación oficial del marxismo e interesada ya en una filosofía de los valores que dé cuenta del carácter irreductiblemente axiológico de la acción humana, de la acción ética y la estética, podemos citar sus obras Aristóteles y el mundo antiguo, El hombre en el Renacimiento, Sociología de la vida cotidiana, y sobre todo Hipótesis para una teoría marxista de los valores, Teoría de las necesidades en Marx, y Por una filosofía radical.

En su segunda etapa, caracterizada por la defensa realista de los valores de la vida y la libertad como definitorios de la Modernidad, y en sus distintos niveles, interrelacionados, pero no confundidos, de la Ética, la Moral y el Derecho, y en la que reinterpreta y corrige a las tesis de Habermas, pero también a las de Rorty o MacIntyre &c., son imprescindibles su Teoría de la historia, que constituirá el marco conceptual mínimo de Más allá de la Justicia, y de la obra conjunta, con su marido F. Fehér, El péndulo de la Modernidad.

Y en su etapa actual, obviamente, su trilogía moral de Ética general en 1988, A Philosophy of Morals, en 1990 y An Ethics of Personality, en 1996.

Axiología de la de la modernidad. Ensayos sobre Agnes Heller, presenta el hilo conductor de la obra completa de Agnes Heller, la Idea de «valor».

El estudio y relevancia de los valores es el camino esencial en la comprensión del curso de la filosofía helleriana, pues ya en su primera época se muestra inmersa en el estudio de la concepción weberiana de la acción racional con arreglo a valores, para, a su vez, compaginarla con el proyecto lukacsiano de renacimiento del marxismo.

Los valores de la propia vida y de la libertad de los individuos contingentes, y su pluralidad de posibilidades de vida en la Modernidad guiada por un ethos débil, pero no opresor de las conciencias individuales, son los valores predominantes de ese yo, no cartesiano, existencial y vividero, del que se muestra, también, heredera Agnes Heller.

Si en Locke el valor de la libertad se reducía a la propiedad privada, y en Hobbes se reducía a la seguridad, o a la igualdad en Rousseau, y, como otra interpretación más de la modernidad, en Marx, el valor de la libertad (y de la vida en terminología de Antonio Negri) es, siempre, el valor de la riqueza de capacidades y sentimientos de los hombres, en Ágnes Heller, más aún, la libertad viene a ser el valor de la elección existencial absoluta de la persona, que es una persona contingente.

La elección de sí misma como una buena persona dentro de las coordenadas de una ética de la responsabilidad y de la vida buena. Libertad.

Y persona buena es la que prefiere sufrir la injusticia a cometerla u ocasionarla.

Como si nos encontráramos ante un renovado estoicismo (y sin tener que renunciar al epicureísmo), nos encontramos, en nuestra existencia, con el poder de elegir nuestro destino en la vida (cotidiana y más allá de ella) como personas buenas que quieren, y pueden, hacer el bien.

Esa es la convicción de Ágnes Heller, que a mi entender ha sabido presentarnos Ángel Prior en su libro.

Es decir, que el bien es posible, en el presente mundo moderno –un mundo dislocado y extraño–, porque existen personas que eligen, ante todo, ser buenas personas.

Quizás el ejemplo del proceder del padre de la filósofa húngara, en su ciudad invadida por las tropas de Hitler, influyera en la primacía de la decisión, necesaria y arriesgada –aunque no tenga una explicación racional según los cánones de un racionalismo inhumano–, de ser una persona moral, una buena persona, antes y por encima de otras consideraciones.

Ángel Prior delimita la evolución del pensamiento de Agnes Heller mediante el reconocimiento de una axiología, existente, ya incluso, con la reformulación de la filosofía de Marx como una ontología de la praxis, una crítica de la cosmovisión histórica y dogmática marxista, pero también en el cuerpo de su dialéctica con Habermas, la política democrática y sus valores de la justicia exclusivamente formalista y procedimental, hasta recuperar la persistencia axiológica de la pluralidad de los poderes éticos desde una consideración opuesta a una naturaleza humana hipostasiada arbitrariamente, siendo, más bien, desde la consideración moderna de la condición humana, y su contingencia, desde donde se produce, o decide, la radicalidad de la kierkegaardiana elección existencial que abre el mundo personal, y – ¿por qué no?– social y político, a una auténtica ética de la personalidad y destino, querido por el sujeto.

En un Mundo en el que las mitologías, y las Ideologías, han dejado de aportar la seguridad existencial necesaria para dar un sentido totalizador al hombre moderno de principios del siglo XXI, estimo que Ángel Prior nos muestra, y demuestra en la composición de los temas, que la trayectoria o el camino mismo, del pensamiento de Agnes Heller (desde la impostura de una seguridad fundamentalista marxista, falsa, y utópica, que ignoraba a la persona y su individualidad moral concreta, a la necesaria elección radical y existencial de la condición humana) resulta ser la verdadera seguridad a la que podemos aspirar en la nueva modernidad, es decir, la seguridad verdadera a la que podemos aspirar en nuestro actuar inmerso en una regulación normativa moral y jurídica compleja del siglo XXI.

Es la seguridad existencial que nos ofrece una ética de la personalidad y una pluralidad de valores , y que no solamente es aceptada por nosotros a nuestro pesar, sino fomentada por nosotros mismos, para enriquecer, así, nuestras vidas individuales y convertirlas en una buena vida, digna de ser recorrida, precisamente, porque lo ajeno, el Otro, tiene una relevancia trascendental en nuestro destino.

Ágnes Heller se propone interpretar filosóficamente lo que sea la multi-dimensionalidad plural de la condición humana (H. Arent) en las esferas de objetivación de la modernidad caracterizada por un ethos débil (separación de las instituciones políticas y económicas, distinción entre las esferas pública, privada e íntima y la división de la esfera cultural en subesferas independientes como las de la ciencia, el arte y la filosofía, con sus propias normas intrínsecas) y, con la libertad y la vida, como valores básicos.

Se desarrolla, dialécticamente, de esos valores básicos –podemos colegir del libro–, el cuerpo del pensamiento ético, moral, y jurídico-político helleriano.

La justicia dinámica es el concepto esencial helleriano de dicho cuerpo envolvente, pues es en el mismo mundo de la vida, y sus principios y valores, en dónde se encuentra, y brota, la ética del discurso y justicia habermasiana. La comunidad ideal de diálogo, o comunicación, es criticada, acertadamente, por su carácter ideal, y no realista; es decir, que esa comunidad habermasiana es una comunidad real de pluralidad de valores y valores plurales, que disputan por su aplicación y concreción en el mundo de vida conseguido.

El pluralismo es un valor, y precisamente por ello, la teoría filosófica helleriana, que es una filosofía que se vive y no se teoriza exclusivamente, permite vislumbrar una comprensión de las dicotomías y aporías de los debates filosóficos, morales y ético-jurídicos contemporáneos (liberalismo/democracia, liberalismo/comunitarismo, libertad positiva/libertad negativa, modernidad/postmodernidad, neokantismo/ neohegelianismo...) de los autores de su generación –desde Habermas a Taylor y de Foucault a Derrida–, con la presencia constante de los filósofos clásicos, y sus Ideas, con los que enlaza, sin duda, su Filosofía, reinterpretándolos y matizando, una y otra vez –de Aristóteles a Kant, Hegel y Lessing, y de Marx y Nietzsche a Hannah Arendt–.

Presencia permanente que libera a Agnes Heller de caer en el doble defecto, tan habitual hoy en día, del fin de la Historia, aunque ésta sea una historia contingente, y no el heraldo de la salvación (Teoría del péndulo en la evolución de la Modernidad de Occidente), y en el de la falsa ilusión de vivir en un supuesto reino de la libertad completa, pues apostar existencialmente (Pascal) por la liberación y la vida buena, no es ignorar los condicionantes históricos y sociales, sino todo lo contrario.

Y ello podemos comprobarlo en el análisis que realiza Ángel Prior del concepto de justicia dinámica helleriano, en sus aspectos ético-político y jurídico del ethos común moderno, en los que el principio de universalización (U) y el procedimiento ético-discursivo (ED) de la ética del discurso habermasiana deben ser entendidos como principio y procedimiento de justicia, pero no de moral, aunque incluyan un aspecto moral, y, sobre todo, en la vinculación, por la autora, en los años noventa, del concepto de justicia dinámica, con la libertad política (y moral), como característica misma esencial de la modernidad.

Esa es la razón verdadera de la postulación de la teoría del péndulo de la modernidad, nos dice Ángel Prior, pues la justicia dinámica aparece como la principal empresa de la modernidad, la que permite la constante crítica de todo orden social considerado como injusto, para lo que sería preciso el uso de la argumentación y la apelación a los valores de la libertad y/o la vida.

Considerar la Filosofía como una peculiar forma de discusión axiológica, relacionada con la discusión axiológica cotidiana en la modernidad, pero al mismo tiempo diferenciada de ella, como, esencialmente, lo hace Ágnes Heller, implica, por lo demás, un motivo axiológico ausente en otros autores como Habermas o MacIntyre, y que estaría a la base, nos dice Á. Prior, de su decisionismo (tantas veces malentendido), que la autora asume, y, que desde un punto de vista realista, no sería un inconveniente de su filosofía, como sus críticos idealistas, entre ellos Habermas, opinan.

Y es esa decisión de elegirse como persona moral, la que desarrolla su pensamiento hacia los tres aspectos de su filosofía moral, a saber, el aspecto interpretativo, el normativo, y el educativo-terapeútico.

Las personas buenas existen, ¿qué las hace posible?

Si para Max Weber la única forma de elegir de forma absoluta la vida cotidiana es mediante la moral religiosa, para Heller, en cambio, sugiere que la actitud básica en la vida cotidiana puede ser asunto de elección y que solamente hay una elección existencial verdaderamente radical y absoluta, la de elegirnos como seres morales que afecta a la relación de la persona con el conjunto de las normas de la Sittlichkeit.

La ética de la personalidad propuesta por Agnes Heller (que es el personaje de Vera en An Ethics of Personality, 1996) es la superación de los modelos éticos representados por Goethe o Marx, y/o Nietzsche, situándose, en cambio, en un modelo ético cercano al de Kierkegaard, sin identificarse totalmente con él o llegar a dar el salto al sentimiento religioso (y precisamente, cifro aquí, mi humilde crítica a la evolución del pensamiento de A. Heller, y ello no porque el hombre moderno tenga que volver a una cosmovisión religiosa de su mundo, sino porque las sociedades humanas sí que siguen manifestando, a pesar de ello, en su espacio antropológico un eje angular de relaciones con lo numinoso, que espera una integración, quizás más explícita, por parte de la autora).

La ética de la personalidad, nos enseña Ángel Prior, es, en definitiva, la unión, posible, de individualidad, como elección existencial de sí mismo, como singularidad, y universalidad, como elección del bien (Kierkegaard: en la esfera de la moral el individuo es el universal). El puntal del imperativo categórico kantiano, en cambio, una vez realizada la elección existencial, no te hace más bueno –y esto es lo fundamental– si tú ya no lo eres.

Por todo ello podemos decir, con Ángel Prior, que en el pensamiento de Agnes Helles es compatible la elección absoluta y existencial de la moralidad con el desarrollo de una elección fundamental bajo la categoría de lo particular, así como con el desarrollo de una estética moral desde el ideal de una personalidad armoniosa que incluya el carácter bello y sublime, e integre la felicidad y el amor como elementos fundamentales de la ética de la personalidad, y, a partir de aquí, si se quiere, retomar críticamente el núcleo de la libertad como emancipación y riqueza de la personalidad de la condición humana, sin tener que reproducir el marxismo dogmático y el Gulag, porque elegirse como buena persona, al ser una elección universal, es, también, cambiar el Mundo.

Y elegirse como buena persona es, en fin, un acto valeroso. Inteligencia, valentía y bondad definen a la verdadera Filosofía. He aquí un libro de verdadera filosofía. Vale.

 

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