Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 16, junio 2003
  El Catoblepasnúmero 16 • junio 2003 • página 16
Artículos

Carga teórica, eufemismo y contradicción
en el término enteógeno

Montserrat Abad Ortiz

Exposición crítica de la teoría de los enteógenos,
defendida ante el 40 Congreso de Filósofos Jóvenes (Sevilla 2003)

Introducción: objetivos de la comunicación

Esta comunicación tiene como objetivo exponer la teoría de los enteógenos{1} y examinar cuál es el alcance real de esta teoría en la explicación del origen de la religión.

La teoría enteogénica es relativamente nueva (los estudios se remontan como mucho a cuarenta años atrás, y el vocablo aparece por primera vez en letras de molde en 1979) pero ha obtenido una gran resonancia internacional{2} y resulta francamente ambiciosa, ya que pretende poseer la clave explicativa de toda religión en cualquier coordenada espacio-temporal.

Sin embargo, el concepto de enteógeno sufre ciertas deficiencias pragmáticas (contradicciones, sinsentidos, incoherencias{3}), y al situarlo como forma elemental de su estructuración teórica, tales defectos de forma y contenido se transmiten a las hipótesis formuladas con él, no menos que a la teoría, ahogando la posible validez empírica de los hallazgos de estos botánicos, químicos, antropólogos y restos de «eruditos de la enteognosia»,{4} volcados en los fitoembriagantes y sus relaciones con los fenómenos religiosos.

En este trabajo se trata de exponer y documentar (adecuándose a los márgenes previstos por la organización de este Congreso, y dentro de los medios disponibles) los límites explicativos de este neologismo, sus tendencias teológicas e ideológicas, así como las posibles vías de diálogo o ruptura que desde la filosofía de la religión{5} pueden entablarse con dicha teoría. En la medida de lo posible se tratará de averiguar hasta donde conducen estas posturas cuasi teológicas y cual es su influencia en nuestra sociedad actual y en la propagación y recuperación de religiones secundarias.{6}

1. El concepto de enteógeno. Historia, definición y etimología

El concepto de enteógeno surgió a finales de los años 70, de la pluma de R. Gordon Wasson, Albert Hofmann, Carl A. P. Ruck y R. Evans Schultes{7} entre otros, en un intento de paliar el efecto de lo que consideraron «términos peyorativos»{8} para referirse a según que usos de las drogas, en concreto aquellos asociados a ceremonias mágico-religiosas.{9} Este concepto es usado hoy en un sentido mucho más general e impreciso, el cuál ya no se limita a las coordenadas religiosas para las que fue diseñado. Un amplio espectro de la población ha adoptado el vocablo para referirse al consumo de sustancias estimulantes, alucinógenas o narcóticas, constituyéndose en torno a él una teoría bastante ambiciosa, que ha conseguido consolidar en torno a ella un sólido fondo económico que financie sus investigaciones.{10} En este apartado se tratará de ver la historia literaria{11} del concepto, así como sus incongruencias etimológicas, y la «generalización» del término a ciertos campos donde no procede ser utilizado.

La definición inicial (y con la cuál nacieron estas investigaciones) es la siguiente:

«Enteógenos: ("Dios dentro de nosotros") sustancias vegetales que, cuando se ingieren, proporcionan una experiencia divina; en el pasado solían ser denominadas "alucinógenos", "psiquedélicos", "psicotomiméticos", &c., términos que pueden ser objetados seriamente.
En vista de lo anterior queremos sugerir un vocablo nuevo, que podría resultar apropiado para las drogas cuya ingestión altera la mente y provoca estados de posesión extática y chamánica. En griego entheos significa literalmente "dios (theos) adentro", y es una palabra que se utilizaba para describir el estado en que uno se encontraba inspirado y poseído por el dios, que ha entrado en su cuerpo. Se aplicaba a los trances proféticos, la pasión erótica y la creación artística, así como a aquellos ritos religiosos en que los estados místicos eran experimentados a través de la ingestión de sustancias que eran transustanciales con la deidad. En combinación con la raíz gen-, que denota la acción de "devenir" esta palabra compone el término que estamos proponiendo enteógeno.
Nuestra designación es fácil de pronunciar. Podemos hablar de enteógenos o como adjetivo, de plantas o de sustancias enteogénicas. En un sentido estricto, sólo aquellas drogas que producen visiones y de las cuáles puede mostrarse que han figurado en ritos religioso o chamánicos serían llamadas enteógenos; pero en un sentido más amplio, el término podría también ser aplicados a otras drogas, lo mismo naturales que artificiales, que inducen alteraciones de conciencia similares a las que se han documentado respecto a la ingestión ritual de los enteógenos tradicionales.» Carl A. P. Ruck, Jeremy Bigwood, Danny Staples, Jonathan Ott y R. Gordon Wasson.{12}

En esta «definición» habría muchos términos que esclarecer antes de dar por válidos todos los presupuestos que se contienen en ella (como por ejemplo: ¿qué es una experiencia divina?, ¿qué objeciones se presentan a los términos alucinógeno o psiquedélico?, ¿qué se entiende por estados alterados de conciencia?, ¿qué son las sustancias transustanciales?). Y aquello que pocas veces nos atrevemos a preguntar: ¿es correcta la formación del neologismo?

Es esta última pregunta la que se centrará esta comunicación, dado que los límites reales impuestos por el ritmo del Congreso no permitirían una exposición a fondo de todos los problemas que surgen de la bibliografía relacionada. En definitiva se tratará de aclarar que el término enteogéno es contradictorio en los contextos antropológicos, un eufemismo cuando se trata de materia de drogas, incorrecto cuando se pone como origen, causa y por tanto núcleo de toda religión, equívoco en su forma general e incoherente en su forma específica.

Por otro lado el éxito del término desde los setenta hasta aquí y su evolución, así como los usos que se han hecho del mismo, han complicado más si cabe la percepción del mismo y la comprensión de su sentido lingüístico.{13} Expondré a continuación brevemente el desarrollo de la teoría enteogénica y la evolución simultánea de su forma elemental.{14}

En 1959 Wasson publica por primera vez relatos acerca de sus experiencias con hongos alucinógenos, estas experiencias fueron publicadas en la revista Life{15} y a partir de su lectura Timothy Leary inició su propia aventura con este tipo de sustancias. Hasta entonces Tim Leary (1920-1996) había sido un profesor de psicología de Harvard bien considerado. Después de un par de viajes a México y un par de experiencias con el LSD se convirtió en «apóstol»{16} de la «gran juerga».{17} Al tiempo, los Shulgin (Ann y Alexander) realizaban investigaciones sobre las estructuras químicas de las feniletilaminas{18} (anfetaminas y drogas de diseño) y sus efectos. Por las mismas fechas Hoffmann se encuentra realizando sus investigaciones secretas acerca de la LSD-25.{19}

Durante los sesenta el consumo de todo tipo de drogas (no sólo alucinógenos como se piensa habitualmente) se incrementó notablemente, convirtiéndose a partir de entonces en la «primera forma de diversión» de muchos jóvenes norteamericanos (costumbre que se extendió rápidamente a todo el orbe). Hay que advertir que este uso de drogas es lúdico, no religioso.

En los setenta el cambio estético{20} (de la paz al punk) no eliminó, sin embargo, el hábito del consumo de drogas en ambientes juveniles. En 1979 aparecerá el concepto «enteógeno» formulado por primera vez en una publicación. En este apasionamiento por las drogas, hay mucho de adoctrinamiento por parte de aquellos gurús que apuestan por la experiencia personal con alucinógenos y otras sustancias «como método de conocimiento»{21}, Tim Leary, W. Burroughs{22} (no olvidemos que el escritor W. Burroughs asesinó a su mujer delante de su hija de seis años para reproducir el cuento de Guillermo Tell, le metió una bala entre ceja y ceja mientras vivía su experiencia enteogénica), grupos musicales como The Doors, The Rolling Stones, &c. han contribuido de forma muy importante en la «sacralización» del uso de drogas. E. Jünger{23} ampliaría el glosario de la teoría enteogénica con el término «psiconautas».

Entre 1975 y 1980 el mercado de drogas se abrió totalmente a la juventud española. El fin de la dictadura franquista y el corto espacio a la transición democrática levantaron la sobreprotección en tema de drogas{24} y abrió puertas a la exportación de «nuevas sustancias» (como el MDMA, el LSD, la mescalina, el peyote{25}). El espectacular descenso demográfico{26} debido a la muerte de cientos de jóvenes por el consumo de heroína durante los últimos veinte años, da prueba de ello.

Comienzan además a aparecer artículos{27} en torno al tema de las drogas en publicaciones periódicas{28}. Con respecto a esta cuestión hay que nombrar dos figuras de especial relevancia en España con respecto a los enteógenos: Antonio Escohotado y José María Fericgla. En segundo plano, abogando por el uso de las llamadas «drogas blandas», encontramos al ilustre Fernando Sánchez Dragó.

A principio de los noventa surgieron ya publicaciones especializadas. Ajo Blanco dedicó anualmente un número especial al Cannabis, mientras otros abanderados (la editorial Liebre de Marzo{29}, la revista Cáñamo) de los enteógenos dieron una palestra pública en la cuál volcar sus reflexiones a las nuevas figuras de este movimiento. Surgirá así mismo en España la «Sociedad de Etnopsicología aplicada y Estudios cognitivos», fundada por José María Fericgla y dedicada al estudio de los enteógenos y sus aplicaciones terapéuticas: http://www.etnopsico.org

En nuestro país el concepto ha sido aceptado sin someterlo a la más mínima revisión crítica (un caso típico es el de F. Rubia, que reconoce sin ninguna vergüenza en una entrevista radiofónica que usa los términos alucinógeno, enteógeno y embriagante indiscriminadamente, sin plantearse la adecuación de los mismos o si realmente son sinónimos).

Es en esta década cuando el discípulo legítimo de Wasson, Ruck y compañía, J. Ott, consciente de la degeneración que el término enteogénico estaba sufriendo, propuso limitar su uso en el Pharmacotheon{30} a aquellas sustancias que estuviese demostrado que formaban parte de ceremonias religiosas, y para el uso lúdico de las mismas propuso el término «ludibundo» (término que debiera aplicarse al uso de la mayoría de los consumidores de todo el mundo). La defensa del término por Ott y su interpretación (así como su autoridad, pues es co-firmante de la declaración de enteógeno) es muy dogmática.{31} (Ott no admite por ejemplo el vino como enteógeno, aunque, como le señala Escohotado, forma parte de una ceremonia religiosa y es capaz de inducir visiones.)

Junto a la historia más «académica» del término se da un recorrido paralelo, la vulgarización del concepto, aplicado ya a todas las drogas, a todos sus usos y a todos sus contextos. Esta generalización no sólo constituye un eufemismo sino que es totalmente contraria a la definición dada por sus creadores.

El término enteógeno (ni como sustantivo, ni como adjetivo) aparece aún en el DRAE{32}. El uso vulgarizado del término (que lo hay) no ha sido recogido aún por el diccionario de nuestra lengua. Sin embargo es un término muy en boga, así lo demuestran las más de 2500 entradas que proporciona una búsqueda en Internet del término, y no todas las páginas pertenecen a instituciones u organizaciones de tipo técnico.{33}

Esta carencia en español nos obliga a remitirnos a aquellos que lo usan habitualmente y que amplían su polisemia y extienden su normalización en el lenguaje. Pero aún podemos ir más allá sin ceñirnos al dogmatismo de la teoría enteogénica; el neologismo es una composición de dos términos en griego, sí traducibles al español. ¿Cuáles son las referencias de estos términos en español? ¿Se corresponden claramente con las expuestas en inglés? ¿Qué derivados de la raíz griega existen en nuestra lengua que puedan acercarnos al sentido del vocablo? Veamos:

«εν-Θεος ον: poseído o inspirado por un dios; inspirado, profético.
γενος εος [ους τους]: nacimiento, origen, linaje, familia, raza o especie, pueblo, nación, descendencia, prole, posteridad, vástago, hijo, patria, clase (género o casta), naturaleza, índole, generación humana, edad.»{34}

La combinación de los términos, como se ve, da lugar a múltiples significados{35} que analizados uno a uno, darían al traste con la formación del término enteogénico, puesto que cada una de estas combinaciones requeriría, para su aceptación, una explicación de las metáforas resultantes, una preconcepción de los fenómenos religiosos, y disponibilidad para aceptar vocablos poco prácticos. De otra parte cabe decir, que dichos problemas (sistema de referencia del concepto) tampoco se resuelven claramente desde la explicación enteogénica. Una vez más es obligado repetir que no hay espacio para un análisis tan nutrido y nos centraremos en la intención original de los autores.

Conviene ahora ver la relación del término griego con nuestra lengua. El término «entheos» tiene sus correspondientes «herederos» en español: estos vocablos son endemoniado, endiablado,{36} endiosado (que por cierto no tiene que ver con ningún dios, sino que se refiere a una altivez extrema y si es una acción activa) y poseso{37} (también acción pasiva).

La primera apreciación que cabría reflejar del término entheos es su condición pasiva «poseído por, padecer el apoderamiento de», y para que esta acción pasiva tenga sentido, ha de tener también un agente. ¿Cuál es el agente «que actúa sobre» en los enteógenos? ¿La planta u hongo?, ¿el chamán?, ¿un sueño de los individuos?, ¿el que padece la visión... o una suerte de espíritus que pueblan el mundo y nos acompañan? Desde un análisis puramente gramatical el término deja muchos argumentos sin respuestas.

Otra apreciación esta en el parecido del término «endógeno» con el término «enteógeno». Parece como si los vocablos endon y enteos hubiesen sido confundidos, ya que endon{38} sí implica «localizar Y dentro de X» mientras que enteos lo que indica es «acción de Y sobre X». La θ (zeta griega) se latinizó en interdental sonora (d) y puede que de ahí nazca esta confusión entre el «estar dentro» y «operar sobre».

2. Uso eufemístico del concepto enteógeno. Contradicciones del término con la antropología

¿Qué se entiende por uso eufemístico de un término o concepto? Recurriremos de nuevo al DRAE, que nos advierte que es «la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión podría ser dura y malsonante». Este uso (que ciertamente es el más generalizado del término y que además está implícito en la declaración que vimos antes) es el que cuestiona J. Ott con el concepto de ludibundo.{39} Sin embargo J. Ott parece obviar que ese uso eufemístico está contenido en la acuñación del término, ya que según sus propias afirmaciones, el concepto enteogénico se usa en lugar de psiquedélico o alucinógeno, no porque estas formas sean realmente incorrectas, sino porque caracterizan negativamente la experiencia de quien toma estas drogas. Es decir que la acuñación del neologismo responde a la necesidad de no verse «insultado» en la experiencia individual con las drogas. La siguiente declaración de Ott dará cuenta de lo que quiero decir:

«A partir de la experiencia personal sabemos que los embriagantes chamánicos no provocan "alucinaciones" o "psicosis", y como creemos que es una incongruencia referirse al uso chamánico tradicional de plantas psiquedélicas (palabra peyorativa para muchos, que invariablemente se asocia con el uso occidental de la droga en los setenta) acuñamos este término en 1979.»{40}

Esta declaración (muy habitual por otro lado en este grupo teórico) pone de manifiesto que «enteógeno» aplicado al consumo de drogas en cualquier contexto no recogido en la definición inicial (ver documentos auxiliares), es eufemístico. El término se acuña para diferenciar el uso religioso del uso lúdico de las drogas. Ahora bien, Ott y su grupo se basan en la experiencia personal, una experiencia personal que a menos que practiquen la religión chamánica correspondiente, o que nos situemos en una perspectiva creadora de una «religión personal», queda indiscutiblemente ligada a un contexto occidental y por tanto lúdico (hasta donde sabemos ninguno de ellos pertenecen en principio, a estas religiones{41}) y por tanto su «propia experiencia» en sus «propios términos» no podría ser tildada de «enteogénica» (puesto que no es el contexto religioso) sino de «ludibunda» (contexto occidental). El término resulta contradictorio con los mismos presupuestos antropológicos de los autores, que o bien no conocen la distinción etic/emic de Pike{42} (lo cuál no es creíble dadas las titulaciones académicas que poseen) o bien sufren lo que en psicología conductual{43} se considera «segundo nacimiento», o traducido: conversión religiosa. Por otro lado, la ingesta de sustancias alucinógenas{44} (del latín hallucinaris, divagar, errar, o como apuntan «divagar mentalmente, hablar sin sentido»{45}) no tiene por qué ser interpretada como peyorativa. Lo cierto es que las experiencias clínicas{46} de este tipo aportan datos sobre la ofuscación mental que se padece (si se quiere externamente, etic, desde el punto de vista médico) cuando se consumen alucinógenos. El individuo suele ser incapaz de mantener una conversación coherente, aunque él sienta que controla perfectamente la situación. Hay documentos gráficos y sonoros que explican mejor estas conductas desde la perspectiva etic.

Por tanto, en el uso de alucinógenos, desde la propia experiencia, no se tienen las herramientas necesarias para saber si el estado es de embriaguez (término más referido a cierta confusión y sin embargo usado sin problemas) puede calificarse como estado psicótico, o si estamos desvirtuando la realidad en función de lo alterado de nuestras percepciones; definir «enteógeno» fundamentado en la usanza personal, no es más que una forma eufemística para definir el consumo individual de drogas{47}. Aplicado a la rutina del practicante de una religión chamánica, también es un eufemismo, porque para el individuo en cuestión (el chamán o practicante del chamanismo) el concepto de enteógeno no responde al nombre del fetiche que él se dispone a consumir. Es decir, ni desde un punto de vista emic, ni desde un punto de vista etic el concepto nos aclara nada ni sobre la religión ni sobre la ceremonia religiosa, lo único que muestra es una predisposición en la postura etic de CREENCIA en la postura emic e integrarse en ella no como observador, sino como «vividor» de la experiencia, es decir con una clara intención de conversión religiosa. Sólo desde una perspectiva teológica (es decir, la construcción racional desde dentro de la religión de sí misma) tendría sentido el uso de un concepto como el de enteógeno referido a estos fetiches ceremoniales.{48}

3. Carga teórica del concepto de enteógeno. Ideología y teología de los fitoembriagantes

Para concretar la carga teórica del concepto enteógeno podemos recurrir a la analogía con otro término de Mircea Eliade que ya ha sido criticado.{49} Dicho concepto es el de teofanía. Los conceptos de teofanía y enteógeno parten de sistemas de referencia en los que dios no es una idea, si no un ser realmente existente que opera de alguna forma y desde algún lado. Este tipo de términos llevan asociada la pregunta de ¿dónde está Dios?, ¿existe realmente Dios?

Y desde el ámbito filosófico cabría preguntar: ¿es la existencia de dios un problema filosófico, antropológico o científico? Parece más una pregunta propia de la teología que de ninguna otra disciplina.

Hasta ahora hemos visto que el concepto resultaba una formación un tanto desafortunada, que pretendía designar ciertas sustancias, y se descubre como definición de un determinado uso{50}, el religioso. Dicha utilización parece la más importante a destacar desde esta teoría, y el motivo no es, como se pretende, que las drogas tengan la clave para resolver los «enigmas religiosos», sino que se usa por otras razones, por un lado la búsqueda de «espiritualidad»{51} y por otro la justificación del movimiento antiprohibicionista{52}, y ambas vertientes de la teoría recaerían en el eufemismo.

Los primeros, los «espiritualistas», defienden que, gracias a estas drogas, ha aumentado su nivel de conocimiento «interior» (sin que ninguno pueda explicar más que sensaciones{53}), es decir, fundamentan en el concepto de enteógeno una supuesta nueva religión, basada en valores «acordes con la nueva era», mientras que el segundo grupo, más reacio a dar por supuesta la existencia de ningún tipo de divinidad, lo usan, bien para justificar el movimiento antiprohibicionista, bien como «sinónimo» de alucinógeno, embriagante o psicodélico (uso eufemístico). Es decir, el término enteógeno es utilizado actualmente desde una perspectiva teológica (vuelta a las religiones secundarias y al uso de fitoembriagantes para recuperar el espíritu religioso) y desde una perspectiva ideológica (defensa del antiprohibicionismo) o en el peor de los casos como una pedantería (caso de todos los científicos que lo utilizan como sinónimo de otros conceptos referidos a sustancias que alteran la conciencia).{54}

4. Límites del concepto de enteogénico. Invalidez filosófica y científica

La última cuestión a observar detenidamente es cómo entran en contradicción estas asimetrías formales detectadas en el concepto con diferentes campos de conocimiento, y cómo el concepto sólo resulta útil desde un justificacionismo (cualquiera que este sea) del uso individual de las drogas.

¿Por qué, sin embargo, desde la filosofía de la religión el concepto y la teoría de los enteógenos no pueden tener una función explicativa? Porque no explican nada, o nada que le interese al filósofo, al antropólogo o al científico. Si aplicásemos la famosa navaja de Occam al término enteógeno, tendríamos que decir sobre él, lo mismo que Occam dijo sobre el ímpetus:

«Decir que "un cuerpo se mueve debido a un ímpetus adquirido" no supone decir más que "un cuerpo se mueve"»{55}

Del mismo modo, decir que «en esta ceremonia se utilizan sustancias embriagantes, a las que podemos llamar enteógenos», no supone decir más que «en esta ceremonia se utilizan sustancias embriagantes».

Ciertos presupuestos fundamentales de la teoría son los que la han hecho famosa, y al mismo tiempo los que inhabilitan el término por inútil en cualquier disciplina con un mínimo de rigor. Recurriré para ello a unos cuantos párrafos muy significativos (y repetitivos también entre sus autores). Son aquellos en los que aventuran hipótesis (de lo más descabellado por cierto) acerca del origen de las religiones, y que pontifican aquellos aspectos que para la teoría enteogénica son específicamente religiosos y humanos.

Una primera muestra la obtenemos de J. Ott, un apasionado escritor, creador de una industria farmacéutica en lucha contra el prohibicionismo yanqui. Como ya dijimos co-firmante en lo que podría llamarse «manifiesto enteogénico». En la ponencia de las segundas Jornadas sobre enteógenos celebradas en Barcelona en 1997, J. Ott dijo lo siguiente:

«Hemos visto que la embriaguez constituye un fenómeno ordinario en el mundo animal y que los embriagantes sagrados –como el hongo siberiano– también son ingeridos por animales no-humanos.»

Y tirando de criterio de autoridad cita a Wasson:

«El reino animal no conoce a Dios; no posee concepto de la idea religiosa (...). Debió existir un momento en el que el hombre emergiendo de su pasado bestial, intuyó por primera vez estas posibilidades, vagamente dubitativo; cuando conoció por primera vez el asombro que acompaña a la idea de Dios (...). Sugiero que, cuando nuestros más primitivos antepasados buscaban sus alimentos, debieron dar con nuestros hongos psicotrópicos, o quizás otras plantas que poseían las mismas propiedades, y las comieron, y conocieron el milagro del asombro de estar en presencia de Dios.»{56}

En primer lugar habría que oponer a Ott que, dado que el fenómeno de la embriaguez no constituye un fenómeno propio del homo sapiens sino de todos los animales{57}, habría que plantearse si es un fenómeno constituyente de la religión o si por el contrario es otro tipo de fenómeno asociado a los cambios adaptativos del hombre (como animal omnívoro) y a sus recursos alimenticios.

La «sugerencia» de Wasson forma parte de uno de los pilares básicos de la teoría de la religión de los enteógenos. Según los mismos, el conocimiento de enteógenos se remonta hasta el más oscuro de los tiempos (¿fue el homo sapiens siempre un experto en materia de drogas?) y se encuentra en el germen mismo de la religión. También esta sugerencia forma parte de una tendencia general que tiende a no considerar el aspecto cuantitativo de la categoría de tiempo. Demostrar la intersección de las drogas con todo proceso religioso, es uno de los objetivos, esta vez, del italiano Giorgio Samorini:{58}

«Aunque en la discusión sobre la documentación del Sahara en la literatura psiquedélica popular (véase McKenna 1993) estas pinturas han sido erróneamente consideradas pertenecientes a una cultura neolítica, es decir, a una cultura de ganaderos, en realidad pertenecen a una cultura del epi-paleolítico, al final del paleolítico.»{59}

Lo que es bastante discutible es que las pinturas de rasgos neolíticos (datadas entre el 7.000 y el 5.000 a. C.) que presenta, tengan algo que ver con las pinturas del paleolítico{60} datadas de 30.000 años atrás, en las que las representaciones que se repiten son las del «bisonte/caballo».{61}

Por otro lado las investigaciones arqueológicas tienen indicios contundentes de que la caza fue la principal forma de alimentación de los homínidos con los que estamos emparentados durante el Paleolítico,{62} durante aproximadamente unos veinte mil años (veinte milenios de nada). El predominio de la recolección y el conocimiento de la agricultura sólo se dan cuando la caza comienza a escasear,{63} la recolección de forma predominante, sólo se encuentra asociada a una etapa secundaria de la religión, cuyas primeras manifestaciones se dan en el mesolítico y se continúan durante el neolítico (entre el 10.000 y el 5.000), una vez que la caza ya no constituye la actividad esencial del hombre{64} y que ha pasado una cantidad de tiempo suficiente como para que podamos suponer que tiene capacidad de transmisión oral de conocimientos (la figura del chamán implica una cierta acumulación de conocimientos que conservar, que suponen una división social elaborada en las que ya se asigna la labor de «guardar todo el saber» a uno de los miembros). Esta recolección masiva de plantas en periodo de escasez proporcionaría las condiciones adecuadas para que el volumen de conocimientos aumentara lo suficiente como para aprovechar gran cantidad de plantas (y por tanto de hongos y otros frutos) primero como medio de alimentación, y después de mucho ensayo y error, determinar otros usos no alimenticios.

Puede verse en las obras de los antropólogos que muchos de los rituales son presentados a menudo como una reunión en torno a un alimento (como pueden ser los hongos y las setas, una papilla a base de hierbas, o trigo con cornezuelo o una sopa) que es repartido por el que se considera más sabio de la reunión, de forma que cada uno reciba según el grado de iniciación de la ceremonia. En palabras de Wasson y Escohotado se reivindica la «comunión».

«(...) se había escamoteado la forma sustancial de la comunión; es decir, que las personas pudieran comer un «dios o una «diosa» y entrasen en un trance inconcebiblemente intenso durante un tiempo, y que dirigiendo ese trance realizasen un actor religioso específico.»

¿No es la comunión una ceremonia religiosa llena de símbolos que remiten a la realidad? La comunión es un concepto que en su sentido religioso está profundamente vinculado al cristianismo. Estas reminiscencias simbólicas tienen una serie de «circunstancias» comunes a la mayoría de ceremonias de comunión que conocemos. Fijémonos en estos rasgos a partir de dos ejemplos: la comunión cristiana y la comunión de los mexicanos de las sierras de Oaxaca.{65}

Si se tratase de una escena teatral, veríamos que ambas representaciones son muy parecidas, el escenario es en torno al fuego o la mesa (sitios por cierto tradicionales para una de las actividades más importantes de «cualquier animal», comer), donde las viandas (pan y vino en una, estramonio, hongos psilocibes, y peyote en otra) permanecen delante del «sabio» (Jesús en el cristianismo, Don Juan en los relatos de Castaneda) que, tras anunciar la transubstanciación de los alimentos en carne de dios{66} mediante el salmo correspondiente, proceden al reparto de los mismos entre los congregados (de tal forma que cada uno de los religiosos tiene para él su pequeño todo distributivo de la «carne de dios»).

Esta escena podría evocar cualquier reunión humana en torno a los alimentos ¿Cómo sería esta ceremonia en un grupo de homínidos? No resulta difícil evocar las manadas carnívoras animales{67} en torno a una presa que hay que repartir para todo el grupo, donde probablemente el líder de la tribu (o la manada si se prefiere) reparte entre los miembros. ¿No pueden ser las ceremonias de comunión una anamnesis simbólica de estas remotas ceremonias alimenticias?

Y es aquí donde aparece algo específicamente del homo sapiens, convertir un acto común a todos los animales en una ceremonia, en un ritual. La transformación del acto de alimentación en otro tipo de relación, en una ceremonia donde además se invoca a seres distintos a ellos mismos (númenes). El acto de alimentación (independientemente de las consecuencias de esta ingestión{68}) es común a todos los animales, lo que ya no lo es, es la conducta ceremoniosa. ¿Qué otro animal cocina sus alimentos? ¿Qué otro animal es ganadero o agricultor? Más bien parece que el reparto de la «carne del dios» en las ceremonias mexicanas, sea también un simbolismo de esta escena, mucho más perdida en el tiempo y más cerca del núcleo original de la religión y de la preconcepción religiosa.

Esta es una de las cuestiones irresueltas por la teoría de los enteógenos. Hasta las teorías animistas son más explicativas que la teoría enteogénica{69} y presenta más dificultades de crítica. El problema de la teoría enteogénica radica principalmente en una categoría mal formada, errónea, no definida en contextos claros, y muy eufemística, que no especifica si las manifestaciones (fenómenos) religiosos surgen de las relaciones del hombre con el medio, en las relaciones del hombre consigo mismo, o en las relaciones del hombre con estos seres numénicos (porque se perciben como tal desde una perspectiva emic) que no existen como tales para la perspectiva etic, pero que han de tener un fundamento material.{70}

La teoría enteogénica realmente no sabe donde localizar los númenes. Algunos autores los sitúan en la relación del hombre con los vegetales, como Carl P. Ruck. Antes de que el hombre pudiese ver algún tipo de numinosidad en los árboles estos tenían que constituirse en preciado bien (que debió tardar muchos millones de años en ocurrir, ya que durante los veinte mil años de edad paleolítica los más de los instrumentos encontrados fueron hachas, y los árboles (la madera) siempre fue la mejor forma de hacer fuego. Y cuando hablamos de miles de años muchas veces olvidamos que hubo muchos años y muchos siglos para acumular conocimientos sobre el medio, que este debió ser un proceso arduo y muy largo, cuya conservación era extremadamente difícil porque no existía la escritura, y resultan bastante incoherente afirmaciones como «un día encontraron los hongos psicoactivos y a partir de ahí los veneraron». Probablemente la creación humana en este periodo tan lejano fuese mucho más complicada. (No hay más que observar las cantidades temporales que median entre las «mejoras» de los útiles de piedra{71} a los útiles de metal. Esto puede dar una idea del lento aprendizaje de nuestros antepasados.)

Quisiera apuntar que la teoría enteogénica comparte con otras teorías formas metafóricas de explicaciones semejantes a las teorías psicologicistas, sociológicas, o las animistas{72} de la religión, pero sólo en algunos aspectos y autores. Estas similitudes podrían determinar que la teoría enteogénica en alguno de sus aspectos podría tratar las relaciones humanas (entre ellos mismos), sin embargo sería necesario un desarrollo que sólo es posible apuntar aquí.

El aspecto metafórico de la «sugerencia» de Wasson, al hablar del aprendizaje del homo sapiens, olvida que el aspecto cuantitativo del tiempo en el aprendizaje humano ha de ser considerado, ya que es esta acumulación temporal de ensayo y error la que nos permite discernir, entre nuestros restos arqueológicos, la existencia de sistemas conceptuales de nuestros antepasados. ¿Cómo podríamos no perder de vista el aspecto cuantitativo? Pues de la forma más objetiva posible. Refiriéndonos a ellos como los conocemos (ya dados).

Samorini afirma que las pinturas de Tassali son paleolíticas y no neolíticas. Partiendo de la exposición de Samorini parece que esto fuese un gran descubrimiento. Las pinturas a las que se refiere Samorini se hallan en Argelia (una zona mediterránea), y si comparamos uno a uno los datos reales su hipótesis resulta un poco retorcida (situar unos restos que pueden caracterizarse perfectamente como neolíticos por sus rasgos comunes con el neolítico europeo, a saber figuras monocromas antropomorfas, construcción de megalitos, &c., zona de influencia geográfica y coordenadas temporales semejantes y que, sin embargo, no guardan relación común con las características del paleolítico). Olvida Samorini también que el comercio marítimo es una de las características señaladas en el neolítico (por muy primitivas que fuesen las barcas), que la construcción de «viviendas» (en forma de castro, &c.) está documentada desde muchos aspectos. En fin, que en el neolítico se pueden señalar grandes diferencias con los modos de vida del paleolítico inferior (aunque después de más de veinte milenios, ¿a quien puede extrañar que las diferentes sociedades ágrafas se moviesen en sistemas conceptuales más elaborados{73}?)

Es muy probable que la teoría de los enteógenos necesite de un análisis en profundidad desde la filosofía de la religión. Un repaso a la bibliografía sugerida por el Congreso nos aporta la seguridad que existen diferentes teorías sobre la religión, pero estas teorías (como puede verse en la lectura de El animal divino) no son todas filosóficas. Tal vez sea la filosofía materialista de la religión (tomada como metodología){74} presentada en este libro, la única capaz de explicar el núcleo de la religión de una forma efectiva. Podemos estar seguros, en relación con lo que se dice en El animal divino, que la teoría enteogénica no es una teoría filosófica (y que cabrían varios análisis para determinar qué tipo de teoría es). Una forma de acercarse más rigurosamente al concepto podría ser desde la filosofía materialista de la religión. Esta tarea supera este espacio y el objetivo de la comunicación, que se puede dar por terminada una vez que en líneas generales ha dado cuenta de sus objetivos iniciales: exponer algunas de las deficiencias de un concepto utilizado en las teorías de la religión (no menos que en algunas filosofías de la religión) y que no ha sido revisado críticamente.

Notas

{1} Someramente, dado que las limitaciones del Congreso no permiten profundizar más en la amplia bibliografía sobre el tema.

{2} «Me alegra poder decir que, catorce años después (...) de haber lanzado el neologismo (...) la palabra haya sido aceptada por la mayoría de los expertos en este campo y ha aparecido impresa por lo menos en siete lenguas.» J. Ott, Nota sobre el texto Pharmacoteon, La liebre de Marzo, Barcelona 2000.

{3} Carece de sentido desde perspectivas tanto lingüísticas como etológicas.

{4} Como orgullosamente denomina Fericgla: Pharmacotheon, Prólogo a la edición española.

{5} Entendida como disciplina en el sentido tradicional, ver Fraijó, Filosofía de la Religión, estudios y Textos, Trotta, Madrid.

{6} Para ver los conceptos de religión primaria, secundaria, y terciaria remito a la lectura recomendada por la organización: Gustavo Bueno, El animal divino. Ensayo de una filosofía materialista de la religión, Pentalfa, Oviedo 1996.

{7} Los primeros en utilizar la palabra son Ruck, Bigwood, Staples, Ott y Wasson en El camino a Eleusis, FCE, Breviarios, Madrid 1994.

{8} «¿Cómo puede un término semejante permitirnos comentar con imparcialidad esos transcendentes y beatíficos estados de comunión con las deidades (...) es incongruente que un chamán tome una droga psiquedélica», El camino a Eleusis, Apéndice.

{9} Los primeros trabajos de este grupo versaron en torno a los misterios eleusinos y a los ritos mexicanos de la Sierra de Oaxaca.

{10} Son muchos los empresarios que «explotan» esta teoría. El negocio más reciente que llena sus escaparates de la palabra «enteógeno» son los «Grow shops», establecimientos que se mantienen en el límite de la legalidad (venden semillas de casi todas aquellas especies vegetales embriagantes) proporcionando todo lo necesario para cultivos hidropónicos de cáñamo y hongos.

{11} No son una escuela de ninguna disciplina, son un grupo «afín» a un concepto cuya trayectoria solo es posible seguir a través de la literatura publicada.

{12} C. A. P. Ruck y otros, El camino a Eleusis, Breviarios del FCE, Madrid 1994. La primera edición se publicó en inglés en 1978, y las citas corresponden al revés de la página de dedicatorias y al último párrafo del «Apéndice».

{13} Para ver un análisis de la idea de sentido remito a Symploke (18.1), «Análisis de la idea de sentido», Jucar, Madrid 1991.

{14} El término «enteógeno» es a la «enteognosia» lo que la mercancía es al Capital de Marx. «(...) el régimen capitalista de producción se nos aparece como un "inmenso arsenal de mercancías" y la mercancía su forma elemental.» K. Marx, El Capital, cáp. 1, FCE 1995.

{15} Cabe destacar que a Wasson le acompañaron un antropólogo francés y un fotógrafo. La presencia del fotógrafo es un elemento extraño en la expedición, ya que terminó probando los hongos «por cortesía», pero no iba allí con esa idea, o al menos así lo narra Wasson en el artículo de Life. ¿Trataba Wasson de fotografiar las visiones de aquellas experiencias? Los artículos publicados en Life están expuesto en la siguiente página de Internet http://es.geocities.com/astralvision13/enteogenos/robert.htm

{16} Tal vocablo (apóstol) lo utilizan sus acólitos y discípulos, y «la gran juerga» es la fórmula magistral que Leary ofrece a sus seguidores en busca de la felicidad.

{17} Hipótesis según la cuál la vida que llevas habitualmente será «mejor» si realizamos nuestras acciones cotidianas bajo el influjo de drogas (preferiblemente LSD y hongos alucinógenos).

{18} Las obras que dan cuenta de las investigaciones, en el campo de la química, del matrimonio estadounidense Shulgin son PIHKAL, Phenylethylamines I Have Known And Love: A Chemical Love Story (1991), y TIHKAL, Triptamines I Have Known And Love (1997).

{19} Desde de la II Guerra Mundial y hasta nuestros días muchos han sido los laboratorios que investigaban secretamente con las sustancias incluidas en la lista I (Convención Única sobre Estupefacientes, de 1961), II y IV (Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas, de 1971) de la OMS. Para ver más sobre el tema puede leerse el capítulo 35 de A. Escohotado, Historia general de las drogas, Espasa 1998.

{20} Este «cambio» no se produce sólo a un nivel estético, sin embargo no es el propósito de esta comunicación investigar cuales fueron los factores de cambio de estas «corrientes juveniles» en profundidad, si no ver como las drogas forman parte de ellas.

{21} Este método de conocimiento sería lo que denominan como enteognosia (ver nota 4 de la introducción).

{22} Que con su novela «Yonqui» se convirtió en palabras de Escohotado en «fundador de la secta yonqui mundial». A. Escohotado, Los enteógenos y la ciencia, Drogas y dignidad humana, La Liebre de marzo, Barcelona 1999.

{23} E. Jünger, Approches, drogues et vírese, Gallimard, París 1974.

{24} La cocaína se vendía en las farmacias durante el franquismo como remedio para el dolor de muelas (uno de los usos que Freud le dio con mayor fruición), por lo que muchos de nuestros abuelos se vieron muy sorprendidos con el uso que la juventud hacía del fármaco.

{25} Conviene hacer un inciso importante. El consumo de peyote y el mercado creado en torno a este cactus (que contiene más de 56 alcaloides psicoactivos y es uno de los vegetales más potentes en este sentido) ha provocado la extinción de la especie. (Véase la página de Internet dedicada a «recuperar especies de cactus en extinción») http://es.geocities.com/anvitel/index.html

{26} Entre 1980 y 1995, gran parte de la población juvenil era consumidora de drogas (al menos un 50% se declaraban consumidores habituales) –ver informe de José Navarro Botella publicado en Internet–. Durante estos quince años la causa principal de muerte entre jóvenes (15-35) de ambos sexos fue por SIDA (casi un 50% de las muertes registradas en ambos sexos) contagiado por consumo intravenoso de heroína. Las muertes por sobredosis de estupefacientes alcanzan al dos por ciento de la población comprendidas entre estas edades. Algunos de los estudios relevantes pueden consultarse en Internet, en especial los Boletines de Salud Pública, Boletines epidemiológicos, Instituto Nacional de Estadística, &c.

{27} En Cuadernos para el diálogo, en 1978, por ejemplo, en portada aparecía el siguiente titular: «Universidad: de la contestación al porro.»

{28} El País (suplemento dominical), Primera Línea, Interviú, AjoBlanco, entre otras

{29} Es la editorial que más libros ha publicado respecto al tema en España (aunque no la única). Anagrama, Espasa, y otras también han dado salida a los textos a los «enteognósicos» españoles.

{30} J. Ott, Pharmacotheon, La Liebre de Marzo, Barcelona 1996.

{31} Para echar un vistazo al dogmatismo de J. Ott se puede leer el artículo «Paraísos Naturales», en Los enteógenos y la ciencia.

{32} Diccionario de la Real Academia española, vigésimo segunda edición (2001). También se han consultado en Internet las distintas ediciones publicadas desde 1726, http://www.rae.es

{33} Si esto fuese así (que todas las páginas que recogen el término pudiesen ser clasificadas como «técnicas») daría pie a pensar que estamos ante «jerga científica», tecnicismo, pero no es el caso.

{34} Diccionario de Griego Español, de José María Pabón S. de Urbina.

{35} Haciendo una combinación simple (matemática) entre las acepciones de εν-Θεος y γενος obtenemos ¡76 combinaciones diferentes! (origen de la posesión de un dios, origen de la inspiración divina, origen de lo profético, pero también naturaleza de la posesión, patria de la inspiración, linaje de lo profético). Muchas de estas combinaciones resultantes carecerán absolutamente de sentido.

{36} Endemoniado y endiablado son sinónimos, en la segunda acepción del DRAE, pero no en la primera. Endemoniado hace referencia a la posesión de un diablo mientras que «endiablado» hace referencia a la fealdad física y a ciertos festejos

{37} «Dicho de una persona que padece posesión o apoderamiento de un espíritu.» Por otra parte la acepción de «inspirado» en este sentido solo correspondería como reminiscencia a las musas apolíneas.

{38} Ενδον: dentro, en el interior (ver nota 36 para referencia bibliográfica)

{39} Referido al uso lúdico

{40} J. Ott, Pharmacotheon, «Nota sobre el texto», los énfasis son suyos.

{41} Aunque resulta paradigmático el caso Castaneda: antropólogo californiano que fue a las sierras de Oaxaca a realizar trabajos de campo... y terminó convirtiéndose al chamanismo mexicano (de Castaneda ver la «Tetralogía del poder»: Las enseñanzas de don Juan, 1974, Relatos de poder, 1974, Viaje a Itxlan, 1974 y Una realidad aparte, 1971; en estos cuatro libros, editados por el FCE, puede leerse de la mano del propio Castaneda su «conversión religiosa»). Otros casos similares ya han sido nombrados, en especial Tim Leary.

{42} Para ver la distinción de Pike desde una reelaboración crítica del concepto recomendamos Gustavo Bueno, Nosotros y ellos, Pentalfa, Oviedo 1990.

{43} Ver Alfredo Fierro, «Psicología de la religión», en Filosofía de la Religión, Estudios y textos (ed. Manuel Fraijó), Trotta, Madrid 1994.

{44} No sólo Fericgla, la mayoría de los estudiosos de las drogas reconocen que bajo el efecto de estas drogas los individuos son incapaces de expresar verbalmente sus experiencias (hablar sin sentido), «viajan» (errar): «Recuerdo una expresión típica que he oído en bastantes personas que experimentan con ayahuasca o con LSD, cuando les pasa el efecto suelen decir: «¡ah...!si yo pudiera decir todo lo que siento...» y cuando les animas a hacerlo permanecen extáticas sin repetir más que esta misma exclamación» (Fericgla, Apolo Dionisos y el uso de enteógenos, Los enteógenos y la ciencia.)

{45} Otra acepción es la de «sorprender, deslumbrar», y ¿quién se atreve a decir que quien toma 250 micro gammas de LSD no está asombrado con lo que ve? ¿es peyorativo que se diga de quien esta bajo el efecto de estas experiencias que está «deslumbrado»?

{46} Datos sobre estos ensayos y bibliografía puede encontrarse en los portales médicos (www.farmaconsulta.com; http://medlineplus.gov/spanish) y para ver sólo bibliografía consultar http://www.imim.es/j.camí/publi-da.htm

{47} Será difícil negar que para un consumidor es más bonito decir «yo tomo enteógenos» que «yo tomo drogas».

{48} Siempre y cuando dicha teología no sea realizada por los practicantes nacidos sino conversos. La razón es que los practicantes nacidos tienen su propia «teología» sin necesidad de que los occidentales «conversos» la inventen.

{49} Se pueden ver entre otros Gustavo Bueno, Los valores de lo sagrado.

{50} Y no otro tipo de características esenciales como pudiera ser su estructura química.

{51} Los químicos Hoffmann y Shulgin (A. y A.) dan muestras en sus escritos de esto. Un buen ejemplo de lo que esperan Hoffmann y Shulgin de dichas sustancias puede encontrarse en esta revista electrónica Tempus Fungi: http://www.tempusfungui.com

{52} Al que pertenecen la mayoría de escritores en lengua española de este grupo, Escohotado, Fericgla, J. Ribas. Como muestra internaútica puede verse la librería Muscaria www.muscaria.com;

{53} ver nota 46.

{54} Es el caso de F. Rubia por ejemplo.

{55} G. de Occam, Summulae in Phys., III, 5-7.

{56} Wasson, 1959

{57} Una anécdota curiosa es que los cultivadores y consumidores de Cannabis, en las distintas publicaciones en las que se ponen en contacto, aconsejan si se tiene por mascota un gato, plantar una buena mata de lentejas cerca, ya que de otro modo el felino también degustará los placeres que se puedan obtener del cuidado cáñamo, y parece ser que prefieren el efecto de las lentejas.

{58} Ver documentos adjuntos.

{59} La referencia bibliográfica de la cita es del propio autor, Samorini. En otro momento del mismo texto el autor sitúa las pinturas de las que esta hablando (en las que aparecen figuras antropomorfas con algo parecido a hongos alrededor del cuerpo) da las fechas 7500-5000 a. C. Los enteógenos y la ciencia, «Nuevas Fronteras de la Etnomicología».

{60} Para las diferencias entre paleolítico y neolítico A. Leroy-Gourhan (1966), Introducción al arte parietal paleolítico, Ed. Encuentro, Madrid 1983 y G. Echegaray, Orígenes del neolítico sirio-palestino, 1978, o bien las unidades didácticas dedicados a la Prehistoria. Unidades Didácticas de la UNED –nº 44101UD01/02– Madrid 2001 (unas 1.500 páginas en total).

{61} Se puede ver al respecto J. Clottes y David Lewis Williams, Los chamanes de la prehistoria, Ariel, 2001,(la parte de frecuencias de animales en las cuevas) y también, ver Alfonso Fernández Tresguerres, Los dioses olvidados, Pentalfa, Oviedo 1993, en especial «El culto al toro y sus metábasis», capítulo 2, segunda parte.

{62} Una de las tesis más polémicas y que más nos cuesta aceptar es que otros homínidos semejantes a nosotros formasen parte de la dieta de nuestros antepasados.

{63} Además es paralelo al desarrollo de la técnica ganadera (ver nota 63).

{64} Para ver algunas teorías de la caza en español se puede ver Alfonso Fernández Tresguerres, Los dioses olvidados, Pentalfa, Oviedo 1993.

{65} Carlos Castaneda, Tetralogía del poder: Las enseñanzas de Don Juan, Viaje a Itxlan, Una realidad aparte, FCE 1974, Relatos de poder, FCE 1971.

{66} «Y tomando el pan dijo: "este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros, haced esto en memoria mía". Asimismo tomó el cáliz diciendo: "Tomad y bebed todos de él porque este es el cáliz de mi cuerpo". Sangre de la alianza sagrada y eterna que será derramada por vosotros.» Durante muchos años esta ha sido una de las fórmulas que se entonaba en el momento de la comunión en las iglesias españolas. Se trata de adaptaciones a los versículos de Marcos (14, 12-16), Mateo (26,17-19) y Lucas (22, 19-21) –Juan es el único evangelista que no hace referencia a la institución de la eucaristía– Nuevo Testamento, BAC, 2ª edición, Madrid 1965.

{67} Las especies herbívoras distribuyen los alimentos en pequeños territorios de pasto no se congregan en torno a una misma mata.

{68} El homo sapiens no consume únicamente «hongos alucinógenos» sino otros autótrofos llamados champiñón, níscalos, setas en general que resultan muy sabrosas al paladar.

{69} Cabría otro análisis de análogas dimensiones respecto a la cuestión de si no es la teoría enteogénica en alguna de sus formas una deformación de la teoría animista.

{70} Todos estos conceptos pueden verse en Gustavo Bueno, «Sobre el concepto de espacio antropológico», El Basilisco, Oviedo, nº 5, (nov-dic 1978), págs. 70-82.

{71} Ver nota 63

{72} Ver la «sugerencia» en la cita de Wasson en la pagina 16 y para apreciar las similitudes ver Gustavo Bueno, El animal divino, capítulo 2: «La teoría de la religión como filosofía».

{73} Insisto que una breve hojeada a los manuales de los alumnos de Historia de la UNED podría dar cuenta del error cometido por Samorini (ver nota 63).

{74} Gustavo Bueno, «Prólogo» a Los dioses olvidados, Pentalfa, Oviedo 1993.

 

El Catoblepas
© 2003 nodulo.org