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El Catoblepas, número 19, septiembre 2003
  El Catoblepasnúmero 19 • septiembre 2003 • página 22
Libros

Los Cuadernos de Ruedo Ibérico
se hacen redondos

Gustavo Bueno Sánchez

Sobre la edición en cederrón de Cuadernos de Ruedo Ibérico (1965-1979), publicada por Faximil Edicions Digitals, Valencia 2002

Una joven editorial valenciana, Faximil Edicions Digitals, capitaneada por un emprendedor licenciado en filosofía, Alfonso Rodríguez Moreira, ha publicado a finales del pasado año una magnífica edición en cederrón de la colección íntegra de una de las revistas más significativas de la última década del franquismo, Cuadernos de Ruedo Ibérico, y, en forma de suplementos, algunas de las publicaciones más significativas de la Editorial Ruedo Ibérico, libros que en aquellos años parecían contener (y en buena medida la contenían) las claves del tardofranquismo, y que sirvieron de sustento a buena parte de la transición de la que entonces se llamó democracia orgánico-representativa selectivo-jerárquica a la democracia coronada pluripartidista de ahora. Esta edición digital ocupa dos cederrones: el primero contiene los 66 números (39 entregas) de Cuadernos de Ruedo Ibérico (1965-1979); el segundo ofrece los siguientes ocho tomos: Horizonte español 1966 (tomo 1: la economía franquista, tomo 2: la oposición interior), Cuba, una revolución en marcha (1967), Horizonte español 1972 (tomo 1: del franquismo al carreroblanquismo; tomo 2: actualidad social española; tomo 3: escándalos financieros), El movimiento libertario español (1974), CNT Ser o no ser. La crisis de 1976-1979 (1979).

El precio de venta al público de la obra es de 60 euros, un precio prudente que permite obtener la imagen digitalizada de más de 9.000 páginas de casi 50 volúmenes impresos. (Hace casi veinticinco años el equivalente en pesetas me costó adquirir la colección completa de Cuadernos de Ruedo Ibérico –los dos primeros números en facsímil, el resto originales– y otros títulos de su fondo, cuando la editorial, trasladada de París a Barcelona, intentaba inútilmente sobrevivir en la España constitucional y democrática, y procuraba vaciar su almacén mediante anuncios en El País.) Además, el contenido de los dos cederrones se puede volcar sin problemas en el disco duro del ordenador, y así no hay necesidad de castigar continuamente los originales, cansarse manipulando discos y disqueteras, esperar a que ese mal amigo te devuelva lo que le prestaste, &c.

Junto con la imagen fotográfica de todas las páginas de las publicaciones mencionadas, esta edición digital ofrece una presentación del editor, Alfonso Moreira, dos estudios sobre la revista: «Cuadernos de Ruedo Ibérico: exilio, oposición y memoria», por Arantxa Sarriá Buil (de la Universidad de Burdeos-3), y «La estética gráfica de Cuadernos de Ruedo Ibérico en el contexto del arte español de los años sesenta», por Carlos Pérez (conservador de museos); índices de siglas, de pseudónimos y de materias, y una Cronología comparada 1965-1979.

Fragmento de la pantalla principal del CRI CD Esta edición se ha realizado recurriendo al formato pdf –portable document format– de la casa Adobe (como es bien sabido para su consulta se hace necesario disponer del programa Acrobat Reader, que por ahora se difunde gratuitamente, y cuya versión 5.0 va incluida en los discos), utilizando la modalidad de imagen y «texto flotante». De esta manera visualizamos en pantalla el facsímil de cada página, su imagen, y podemos realizar búsquedas sobre el «texto flotante» o «texto oculto» asociado a la imagen. Las herramientas de búsqueda sobre ese texto son por tanto potentes, y no es mayor inconveniente que la edición se ofrezca en dos discos y no se pueda realizar una búsqueda sobre el conjunto de los materiales editados: se evitan así posibles confusiones, y en todo momento podemos saber si los resultados ofrecidos corresponden a la revista o a los libros ofrecidos como apéndices. La edición de la revista está fragmentada en 631 archivos pdf, y los apéndices en 191 archivos pdf (que ocupan poco espacio y facilitan, además, su manejo individualizado), pues se adoptó, con buen criterio, al artículo y no al volumen como unidad. Así, por ejemplo, el archivo que contiene las páginas 125 a 128 del número 2 de Cuadernos de Ruedo Ibérico ocupa 401 kb en formato pdf –las imágenes fotográficas de esas cuatro páginas y su texto oculto asociado– mientras que sólo el texto de ese mismo documento, en formato html –hyper text markup language–, ocupa 21 kb tal como lo ofrece en internet el PFE: «Trotsky, nuestro contemporáneo», por Francisco Fernández-Santos.

Hasta aquí todo perfecto, y absolutamente de acuerdo con lo que se lee en la presentación de la edición:

«Se trata pues de la herramienta adecuada para llevar a cabo la digitalización de fondos como Cuadernos de Ruedo Ibérico cuyo interés reside tanto en el contenido de la publicación como en la pericia tipográfica de José Martínez, que tuvo oportunidad de aprender el oficio con profesionales de la categoría de Adrian Frutiger. (...) Además la edición digital va a permitir un uso extensivo por parte del lector que difícilmente podríamos conseguir consultando la edición original. Obviando los factores de espacio y localización, la posibilidad de realizar búsquedas a texto completo en la totalidad del contenido de la revista supone, desde nuestro punto de vista, la verdadera novedad de esta edición y servirá de modelo para futuras ediciones de publicaciones periódicas de diferentes coordenadas temporales y espaciales.»

Pero sucede que el «texto flotante» no ha sido lo suficientemente corregido, y es una lástima, pues el resultado es deudor de las inexactitudes propias de los programas informáticos de reconocimiento óptico de caracteres. Hemos realizado algunas catas, y aunque en algunos casos los textos tienen pocas erratas, otras parece que se han incorporado sin haberlos sometido a un mero corrector mecánico (¡hasta se mantiene el clásico error de la ó reconocida como un 6!).

Fragmento de CRI número 2, página 125 Para seguir con el ejemplo anterior, el comentario de Francisco Fernández-Santos al cumplirse las bodas de plata del servicio de Ramón Mercader, «Trotsky, nuestro contemporáneo», disponible desde abril de 2001 en internet: véase más abajo en la doble columna, a la izquierda el primer párrafo de ese artículo –tal como lo ofrece el PFE– y el mismo párrafo tal como figura oculto «flotando» tras la imagen fotográfica del original impreso en el cederrón que comentamos:

texto del PFE en internet   «texto flotante» en el CD

En este mes de agosto, exactamente el día 22, se cumple el vigesimoquinto aniversario del asesinato de una de las personalidades más poderosas y fascinantes, al mismo tiempo que más trágicas, del siglo XX: León Davidovich Trotsky. El 22 de agosto de 1940, moría uno de los fundadores de la Unión Soviética, revolucionario hasta el heroísmo, pensador marxista de gran clase y escritor de exuberantes dotes y fecundidad: una de las principales figuras de esa extraordinaria galería de revolucionarios-filósofos que marcaron al mundo para siempre con la garra de la Revolución de Octubre, hecho fundamental del siglo XX. Con el asesinato de Coyoacán se cerraba el ciclo de una de las tragedias más representativas de nuestra época: la de los bolcheviques del año 17; se rompía el arco de acero de una vida tendida constantemente hacia el objetivo de la revolución socialista mundial; se extinguía un europeo universal que había defendido hasta el último aliento la herencia del marxismo clásico y el espíritu de la Revolución de Octubre. Significativamente, en el mismo momento de su muerte el mundo se hundía en un periodo de barbarie y de criminalidad como no había conocido nunca. Los lobos nazis aullaban triunfalmente por las llanuras de Europa, el mundo carcomido de la democracia burguesa parecía derrumbarse estrepitosamente, y en la Unión Soviética, después de los sangrientos procesos de Moscú que liquidaron a toda una generación de revolucionarios, el stalinismo se estabilizaba como estructura al parecer insustituible del primer país socialista. La revolución socialista mundial parecía un sueño más inconsistente y utópico que nunca.

 

En este mes de agosto, exactamente el dfa 22, se cumple el' vig&iio-quinto aniversario del asesinato de uua de las personalidades mas poderosas y fascinantes, al mismo tiempo que 'más tragicas, de! siglo xx : Le6n Davrdovmh Trotsky. El 22' de agosto de 1940, moría uno de los fundadores de la Unión SoviBtica, revolucionario hasta' el heroismo, pensador marxista de gran clase y escritor de exuberantes dotes y fecundidad : una de las principales figuras de esa extraordinaria galerfa de revolucionarios fil6sofos que marcaron al mundo para siempre con la garra de la Revolución de Octubre, hecho fundamental del siglo xx. Con el asesinato de paregEr se cerraba el CIC!O de una de las más representatwas de nuestra época : la de los bolchevi ues rompia el arco de acero 8 del año 17; se e una vida tendida constantemente hacia el objetivo de la revoluci6n socialista mundial; se extin peo universal que había P un eur0 defen Ido hasta el último aliento la herencia del marxismo clásico y el espíritu de la Revoluci6n de Octubre. Significativamente, en el mismo momento de su muerte el mundo se humita en un periodo de barbarie y de criminalidad como no, habfa conocido nunca. Los lobos naxis aullaban trhmfalmente por las llanuras de Europa, el mundo carcomido de la democracia burguesa parecía derrumbarse estrepitosamente, y en la Unión Soviética, despu& de los sangrientos procesos de Moscú que liquidaron a toda una generaci6n de revolucionarios, el stalinismo se estabilizaba como estructura al parecer insustituible del primer psis socialista. La revolución socialista mundial parecia un sueño mas inconsistente y ut6pico que nunca.

Cualquier palabra, secuencia de palabras o frase de la versión del PFE de ese artículo podremos localizarla utilizando un buscador global de internet (google, por ejemplo), pero a nadie se le escaparán los límites de una búsqueda realizada sobre un «texto oculto» sin corregir. Es decir, lamentablemente debemos atribuir poca fidelidad a los resultados de una búsqueda realizada en esta edición en cederrón, lo que debe conocer el usuario para tener presentes los límites de esta obra, recordando siempre la no exhaustividad de los resultados en las búsquedas.

Otro ejemplo de esta limitación. En el Documentario que se ofrece desde este mismo sitio puede leerse el manifiesto «El terrorismo franquista en Francia», coetáneo del fallecimiento de Franco, firmado por una interesante selección de intelectuales y artistas internacionales del momento (algunos todavía en activo como firmantes). Allí se dice que se sigue la versión publicada por Cuadernos de Ruedo Ibérico, nº 46-48 (julio-diciembre 1975) págs. 209-211. Como es natural el facsímil de la página impresa en CRI podemos consultarlo en la edición que comentamos. Pero, ¿qué sucede si utilizamos el buscador de esta edición digital en CD para buscar nombres como Jacques Chevallier, Franzo Grande-Stevens o el mismo Francisco Fernández-Santos del ejemplo anterior? Pues que el buscador nos dirá que tales nombres no aparecen vinculados a ese documento, y parecerá que tales intelectuales no firmaron ese manifiesto, porque aparecen en el «texto flotante» con errores que los hacen inencontrables: «Jacques Chevahier, Franz0 Grande-Stevens y Fra&isco"Fernández-Santos.»

Sin embargo, y aunque sea una lástima no poder contar con una versión fiable de su texto en formato electrónico, la edición digital de la imagen y la aplicación en su conjunto tiene una gran calidad. Hay que felicitar a quienes han realizado el trabajo y a quienes les han apoyado.

Esperemos que este renacimiento de Cuadernos de Ruedo Ibérico sirva para ir removiendo lo suficiente aquellos años, y se pueda ir arrojando luz sobre esa cómoda penumbra del antifranquismo en la que tantos se han instalado, contando unos cuentos que muchos pardillos se van creyendo, pues de noche todos los gatos parecen pardos. En este sentido, complemento imprescindible para quien desee acercarse en serio a los materiales ya históricos contenidos en esta obra es el magnífico y entretenido libro de Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Anagrama, Barcelona 2000.

El anarquista José Martínez Guerricabeitia (1921-1986) fue el motor de la editorial Ruedo ibérico, constituida en París en 1961 por un grupo de exiliados españoles. Su primer libro y su primer éxito consistió en la edición de La guerra civil, de Hugh Thomas. Ruedo ibérico se consolidó muy pronto como uno de los instrumentos propagandísticos más efectivos de la oposición no comunista al franquismo. En noviembre de 1964 fueron expulsados del Partido Comunista de España los revisionistas Fernando Claudín y Jorge Semprún, y al mes siguiente, en diciembre de 1964, la editorial, que estaba sumida en una importante crisis económica, lanzó una suscripción de acciones que fue muy bien acogida y permitió abordar nuevos proyectos, entre ellos una revista que José Martínez quería lanzar desde hacía ya tres años. En marzo de 1965 se integraron al proyecto de la nueva revista Jorge Semprún y Fernando Claudín, y parece que fue éste quien propuso el nombre de Cuadernos de Ruedo ibérico. En su primer número (junio-julio 1965) figuran precisamente como redactores jefe el anarquista José Martínez Guerricabeitia y el comunista Jorge Semprún Maura. La nueva revista se convertía así, de hecho, en una alternativa a Nuestra Bandera, la revista teórica y política del Partido Comunista de España, que ese mismo año publicaba, con las replicas convenientes, el manifiesto derechista de Fernando Claudín. Leemos en uno de los trabajos incluidos en esta edición CD de los CRI:

«Los colaboradores de este primer período representan en sí mismo una de las riquezas de las páginas de la revista debido a la diferente procedencia geográfica y de afiliación política. Exiliados residentes en París y disidentes del Partido Comunista, y jóvenes próximos al FLP, unos recién llegados a la capital parisina en los primeros sesenta en calidad de becarios y otros desde el interior, constituyen el núcleo de la materia redaccional y expositiva de estos primeros CRI. Entre los colaboradores podemos citar a Manuel Castells, Ignacio Quintana, Eduardo García Rico, Luciano Rincón, Fernando Claudín, Francisco Fernández- Santos o Jorge Semprún, protegidos en su mayor parte por pseudónimos, que representan diferentes vías de acceso y penetración en el movimiento de oposición al régimen, pero que comparten el mismo objetivo de constituirse en tribuna plural y frente eficaz contra el franquismo. Esta finalidad común que da cuerpo a los trabajos publicados se concentra en la noción de frentepopulismo cultural que supone la práctica de una política de contrainformación destinada a debilitar la credibilidad de la dictadura y a fortalecer las acciones de la oposición antifranquista.» (Arantxa Sarriá Buil, «Cuadernos de Ruedo Ibérico: Exilio, oposición y memoria».)

Han pasado casi cuarenta años, y aunque se ha escrito mucho sobre Cuadernos de Ruedo Ibérico quedan buena parte de los detalles fundamentales por esclarecer. ¿Quien cubrió generosamente esa ampliación de capital que permitió a la depauperada editorial mantener una revista magnífica? ¿Quien dotaba esas oportunas becas que permitían la estancia en París de algunos jóvenes universitarios, que desde el radicalismo del Frente de Liberación Popular propugnaban actuaciones revolucionarias y censuraban la prudencia de los comunistas prosoviéticos? ¿Quién las concedía y cómo se captaban sus beneficiarios? ¿Quiénes fueron y cómo evolucionaron esos becarios? &c.

Si nos fijamos en la evolución política, ideológica y biográfica de los personajes más significativos de Cuadernos de Ruedo Ibérico deberemos concluir que en esa revista se produjo una alianza estratégica entre elementos de la izquierda de tercer género (anarquistas) y elementos de la izquierda de cuarto género (socialdemócratas), tanto frente al franquismo como frente a la izquierda de quinta generación (comunistas soviéticos) y en menor medida frente a la izquierda asiática o maoísta.

El trabajo sucio, el voluntarismo principal y el mayor fracaso lo pusieron sin duda anarquistas y militantes de las izquierdas fundamentalistas (no hay más que ver la tercera etapa de la revista, publicada ya en España durante 1979, formada por dos únicas entregas –nº 61-62, enero-abril 1979; y nº 63-66, mayo-diciembre 1979– y un extraordinario titulado CNT: ser o no ser. La crisis de 1976-1979). Cumplieron su papel en la primera etapa de la revista (números 1 al 42, 30 entregas entre 1965 y 1973) e incluso durante la segunda (también publicada en París, entre 1975 y 1977, números 43 al 60, 7 entregas), pero después del fallecimiento del general, legalizados los partidos políticos y en marcha la Constitución democrática, ya no eran necesarios y hasta podían molestar.

Y quienes más ventaja sacaron de aquella plataforma antifranquista y anticomunista fueron sin duda quienes desde el FLP y la disidencia del PCE acabaron formando en las filas del Partido Socialista Obrero Español, ocuparon ministerios, subsecretarias y altos cargos en la España que estrenaba democracia, e incluso en algunos casos evolucionaron hacia el «marxismo-ladrillismo»...

El final de José Martínez Guerricabeitia es símbolo de lo que decimos. Fracasada la editorial y agotados los millones que pagaron los holandeses por los archivos de la empresa y por sus propios papeles, que se conservan en el Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam, desde el Ministerio de Cultura (socialista felipista) le fueron haciendo encarguitos para que pudiera ir tirando en Madrid, donde falleció (quizá se suicidó) en marzo de 1986. Su antiguo colaborador y amigo Ramón Bulnes, entonces Subsecretario, con el PSOE, en el Ministerio de Cultura (de Javier Solana), facilitó que el Estado corriera con los gastos del entierro del ilustre editor anarquista. [Dos años después el propio Jorge Semprún fue nombrado Ministro de Cultura por Felipe González, y en 1990 falleció Fernando Claudín, militante del PSOE, presidiendo la Fundación Pablo Iglesias.]

Y José Martínez Guerricabeitia hubiera quizá permanecido mucho tiempo en el olvido si un hermano suyo, comunista exiliado en Hispanoamérica, donde incluso hizo cierta fortuna, no se hubiera preocupado de buscar un joven historiador como Albert Forment, al que ni siquiera le sonaba en el momento de aceptar el encargo qué fuera aquello de Ruedo ibérico, para que se enfrentase con la documentación y escribiese lo que se encontrase, cuyo fruto es el libro antes mencionado, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico.

Gracias a José Martínez Guerricabeitia, que era cuidadoso en sus anotaciones, al hermano que financió la investigación una vez fallecido y a Albert Forment, que salió airoso del encargo, podemos hoy conocer, por ejemplo, historias tan edificantes como la siguiente:

«El viernes 18 de diciembre de 1969 el notario Antonio García-Trevijano se citó en París con el director de Ruedo Ibérico [el anarquista José Martínez Guerricabeitia]. El primero, tras saludarle amigablemente, le comentó que llevaba un buen fajo de billetes en la cartera listos para invertirlos en su editorial. José Martínez, tras rehacerse de la sorpresa inicial, escrituró apresuradamente un precontrato a mano que fue aprobado provisionalmente por ambos, y nada más terminar García-Trevijano dejó el dinero en metálico sobre la mesa y se fue. (...) Lo que empujaba al conservador Antonio García-Trevijano a invertir sumas importantes en Ruedo Ibérico no tenía nada que ver, obviamente, con la filantropía. Desde 1968 el gobierno franquista había estado acosando con sanciones administrativas y suspensiones el diario monárquico Madrid, del que él era abogado y apoderado, y cuyo presidente del consejo de administración, Rafael Calvo Serer, amigo suyo, se había visto obligado a exiliarse en París. Podemos, por tanto, suponer que el detonante de la inversión en Ruedo Ibérico, al menos por parte de García-Trevijano, estaba relacionado con los intentos subterráneos de lucha contra la dictadura a partir del fortalecimiento de las plataformas de la oposición política, entre las que la editorial parisiense ocupaba un lugar destacado. Por supuesto, toda la operación se llevó a cabo en el mayor de los secretos y José Martínez únicamente comentó la verdadera personalidad de los donantes a Marianne Brüll y a Alfonso Colodrón.» (Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Anagrama, Barcelona 2000, págs. 375-376.)

Cinco años después de esta inyección económica, el 30 de julio de 1974, también en París, el notario Antonio García-Trevijano, el prohombre del Opus Dei y catedrático de filosofía Rafael Calvo Serer –sus libros Franco frente al rey: el proceso del régimen, [París] 1972, 254 págs., y La dictadura de los franquistas. 1: El 'affaire' del 'Madrid' y el futuro político, Alençon 1973, 393 págs., fueron publicados por Ruedo Ibérico aunque sin firmar la edición– y el eurocomunista Santiago Carrillo, presentaban la famosa Junta Democrática. Un día antes había presentado Ruedo Ibérico otro de sus libros famosos, La otra «cosa nostra». La Asociación Católica Nacional de Propagandistas y el caso del «El Correo de Andalucía», publicado bajo el pseudónimo de A. Sáez Alba (que encubría al sevillano Alejandro Rojas Marcos –alcalde de Sevilla en 1991, y Presidente del Partido Andalucista cuando la democracia–).

¿Es o no es necesario volver a leer y revisar detalladamente Cuadernos de Ruedo Ibérico para conocer el presente de la España en la que vivimos? Gracias a la magnífica edición de Faximil ya no caben disculpas.

 

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