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El Catoblepas, número 23, enero 2004
  El Catoblepasnúmero 23 • enero 2004 • página 15
Artículos

Sistema de ideas prácticas utilizadas
por Unamuno en San Manuel Bueno, mártir

Francisco Rosa Novalbos

Se da cuenta del sistema de ideas psicológico-prácticas que utiliza Unamuno
en esta obra para construir sus personajes y dotarles de movimiento

En esta lectura de la última obra de Unamuno hemos prescindido del análisis de las metáforas, cuestión por lo demás interesantísima, pero que nos llevaría a un estudio exhaustivo de éstas en la extensa literatura unamuniana. Pretendemos, entonces, dar cuenta de la tensión dramática que constituye el tema de esta obra, tan corta y a la vez tan densa –no en vano se ha dicho que constituye el testamento de don Miguel–; esto lo haremos a partir de la extracción de los ejes de coordenadas y las ideas desde los cuales Unamuno diseña la obra y entre las cuales podremos situar a los personajes y dar cuenta de sus movimientos.

Dividiremos la obra en cuatro momentos que corresponderán al despliegue de los ejes del espacio tetradimensional en que consiste esta novela; definiremos cada uno de estos ejes a partir de dos ideas en oposición. Estos momentos no siguen un estricto orden secuencial, sino que se solapan o corren paralelos en algunos de sus tramos:

Primer momento

Despliegue de la oposición religiosidad-ateísmo bajo las figuras de don Manuel y el primer Lázaro. Esta oposición se establece en dos partes: brevemente al comienzo, en la presentación de los personajes, y más tarde en la comparación que se da entre la descripción a fondo de don Manuel y la de Lázaro a su vuelta de América. Don Manuel representa la religiosidad mientras que Lázaro, el ateísmo y el progresismo.

Francisco Rosa Novalbos 1

Segundo momento

Despliegue de la oposición felicidad-verdad en lo tocante al móvil de las acciones. Este momento se presenta en la descripción de don Manuel; lo podemos extraer de sus conversaciones con el payaso, con Perote y con el juez: mientras que estos dos últimos se decantan por el lado de la verdad y la justicia («el hijo no es mío», «se ha de castigar al verdadero culpable»), don Manuel lo hace por el de la felicidad (del niño y del reo) –obsérvese también que Perote, figura representativa del pueblo, termina actuando según le aconseja don Manuel, de lo cual se deduce que mantiene una actitud religiosa, mientras que el juez, al pedirle a don Manuel que abusara de su secreto de confesión y de su influencia en las almas del pueblo, podemos considerar que es o que mantiene una actitud atea, o al menos pragmática. El cruce entre estos dos ejes o criterios da lugar a una matriz, un cuadro en el que colocar a los diferentes personajes, pero en el cual no sabríamos colocar, en principio, a Lázaro, pues al llegar de América viene con ideales ilustrados, progresistas, sustentados en la verdad de la inexistencia de Dios, aunque si nos fijamos en su relación con Ángela y con la madre podemos inferir que su móvil es conseguir la felicidad de los demás, al menos de ellas dos; de otro modo podría haberse ido a Madrid él solo. Asimismo Ángela podría situarse del lado del pueblo, el cual busca la felicidad en la salvación, busca el contento de vivir.

Francisco Rosa Novalbos 2

Tercer momento

Despliegue de la oposición acción individualista-acción social. Dicha oposición es presentada tras el pasaje de los titiriteros:

• don Manuel, siempre mezclado en las tareas del pueblo, de la gente, confiesa que no ha nacido para estar solo, sino para darse al pueblo: «Debo vivir para mi pueblo, morir para mi pueblo»{1}. En estas declaraciones se puede observar cómo va manifestándose una cierta tensión interna en don Manuel.

• En cierto modo también Ángela comienza a plantearse el problema de la acción social: no piensa en meterse a monja, ni en casarse, y el problema del infierno le importa «por los otros»; sin embargo, podemos considerar que su acción sigue siendo individualista, centrada en su familia y en sus inquietudes intelectuales.

• La oposición alcanza su máxima tensión en la pseudoconversión de Lázaro, en la conversión a ojos del pueblo, mas no real: «No trataba, al emprender ganarme para su causa [...], arrogarse un triunfo, sino que lo hacía por la paz, por la felicidad, por la ilusión, si quieres, de los que le están encomendados [...]. Me rendí a sus razones, y he aquí mi conversión»{2}. Si se produce este cambio en la actitud de Lázaro, podemos considerar, retrospectivamente, que su actitud siempre fue pensar en la felicidad y el bien de los demás: actuar desde un punto de vista social, socialista, si se quiere, pues no en vano le propone a don Manuel crear un sindicato agrario.

El cuadro quedaría así ampliado:

Francisco Rosa Novalbos 3

Ahora bien, justo con la pseudoconversión de Lázaro comienza el cuarto momento.

Cuarto momento

Despliegue de la oposición convicción religiosa-convicción atea, referida al interior de los personajes. Con la introducción de esta oposición, sin embargo, debemos reestructurar la formulación de las anteriores oposiciones:

a) En efecto, resulta que la primera oposición religiosidad-ateísmo ahora se nos presenta desde otra perspectiva, una perspectiva fenoménica, que en realidad es la que Unamuno nos ha estado presentando por medio de Ángela; y si bien en un principio podíamos confundir la convicción con la acción fenoménica (perceptible por el pueblo), pues no poseíamos elementos para disociarlas, a medida que avanza la novela y la tensión misteriosa que atenaza a don Manuel se hace más fuerte, al final se nos presenta por medio de Lázaro y no nos queda más remedio que reconocerla.

b) Por otro lado la distinción entre felicidad y justicia-verdad respecto del móvil de la acción, ahora pasaría a depender de lo que el individuo entendiera por justicia o verdad en función de sus convicciones (ateas o religiosas). Por lo tanto habría que modificar el criterio de la justicia-verdad por el de la convicción.

El cuadro quedaría del siguiente modo (en él hemos introducido los personajes que aparecen en la novela, su desplazamiento a lo largo de ésta, así como otras figuras que nos ayudarán a entender y completar la matriz):

Francisco Rosa Novalbos 4

Explicación del cuadro{3}:

• En primer lugar, lo que aparece al cruzar los criterios es la imposibilidad práctica de algunas casillas: en efecto, si el móvil de la acción es la convicción y ésta es atea, la acción no podrá ser religiosa, con lo cual desechamos las casillas 10 y 11; y si es religiosa la convicción, la acción no podrá ser atea (casillas 2 y 3).

1. Felicidad como móvil, convicción religiosa y acción atea e individualista: digamos que no se trata de un tipo estable, aunque esporádicamente pueda darse en casos de personas débiles de voluntad.

4. Felicidad como móvil, convicción religiosa y acción atea pero social: éste pudiera ser el caso de personas religiosas en los países comunistas; la felicidad aquí puede ser buscada tanto individual, lo cual es difícil en un Estado que no deja libertad de culto, como socialmente, y en tal caso la cruz es más llevadera.

5. Una acción atea e individualista, cuyo móvil sea la felicidad bajo una convicción atea es propia de liberales individualistas, en su sentido económico, no en el sentido político-cultural que tiene en la novela de Unamuno.

6. El filósofo es el candidato más apropiado para ocupar el espacio definido por la acción atea individualista cuyo móvil fuera una convicción atea; aunque se trataría, evidentemente, de un filósofo individualista, porque puede haber, y de hecho hay, filósofos socialistas,

7. que son los que quedan definidos en este lugar: aquellos que creen en la justicia social, en la verdad. Pero una acción llevada a cabo desde estas categorías puede resultar peligrosa, puede generar el terror (como ocurrió en la Revolución Francesa o en la URSS). Ya hemos expuesto las razones por las que creemos que Lázaro (el primer Lázaro) no se situaría en este espacio,

8. sino que lo haría en este otro, en el definido por la acción atea social desde una convicción atea pero cuyo móvil de la acción fuera la felicidad, principalmente la de los demás. Quizá fuera interesante dividir esta columna en dos conforme a la distinción entre la felicidad propia y la de los demás; esto haría más rico el cuadro, aunque también más complicado.

9. Una acción individualista religiosa desde una convicción atea tampoco es muy frecuente, pues no cabe suponer una debilidad de la voluntad, sino un cambio temporal en la convicción, lo cual significaría que no estamos en el caso definido.

12. Este es el cuadro crítico, el más importante, pues es donde se sitúan tanto don Manuel como el segundo Lázaro: por la felicidad de los demás, para proporcionarles contento de vivir, actúan de un modo social (para los demás) y religioso (observando las costumbres católicas romanas, para no escandalizar), aunque todo ello desde una convicción atea. Consideramos que don Manuel pasa por dos momentos, aquél en el que sería un creyente convencido y después otro, el que narra Unamuno, donde ha perdido la fe, donde se ha vuelto ateo; de otro modo no sería posible dar cuenta de su drama de conciencia. Este espacio (nº 12) corresponde a ese segundo momento de don Manuel.

13. La acción religiosa, sincera e individualista orientada desde la felicidad, es la que corresponde al pueblo, a Blasillo, a la primera Ángela; ésta, sin embargo, por la influencia de don Manuel, pasará a realizar una acción más social.

14. La acción religiosa sincera e individualista, movida por la convicción, es la que mejor podría definir al protestante, sobre todo al definido por Max Weber, cuya moral da origen al capitalismo.

15. La acción religiosa y sincera desde una firme convicción, pero orientada socialmente, es la que da origen al fundamentalismo religioso (de cualquier tipo), pues centrada en la teología, en la verdad, no se preocupa de la felicidad del pueblo: «Poca teología, ¿eh?, poca teología; religión, religión», dice Lázaro al nuevo cura{4}. En general toda acción orientada socialmente desde la sincera convicción, pero obviando la felicidad del pueblo degenera en el terror.

16. Acción religiosa y sincera desde la felicidad social: aquí se situaría Ángela al final y el don Manuel que no nos presenta Unamuno, o el que creíamos al principio de la novela, pero que es necesario postular para entender la tensión trágica en la persona de don Manuel: la pérdida de la fe en el otro mundo.

Esta matriz de criterios cruzados es lo suficientemente potente como para dar cuenta del movimiento de los personajes: las flechas que marcan el movimiento no poseen su forma al azar;

• la de Ángela se acerca ligeramente al espacio definido por una convicción atea, y esto es debido a los libros que leía y al propio don Manuel; aunque al final acaba creyendo.

• A Lázaro no le supone ningún drama de conciencia pasar de una acción atea a una religiosa, pues para él lo verdaderamente importante era el pueblo, la felicidad del pueblo.

• En cambio don Manuel sufre por no poder creer, por no poder decir la verdad: su curva se acerca, peligrosamente (si pudiéramos doblar la matriz, formar un cilindro y hacer coincidir el margen derecho con el izquierdo), a la acción individualista movida por la propia felicidad, que sólo conseguiría con el descanso eterno, con el largo sueño cuya metáfora es el lago, la villa sumergida que llama al alma de don Manuel.

Con esta matriz hemos apresado ciertos aspectos de San Manuel Bueno, mártir, pero otros muchos quedan fuera, pues esta novela es muy rica. En particular podríamos ahondar en la figura de don Manuel y de su drama, su querer creer pero no poder. Lo que nosotros queríamos mostrar era que la novela consta de dos planos fundamentales: el del drama personal y el de la dedicación a los demás; aquél, sin embargo, no empaña a éste. Se trata, por lo tanto, de una novela con un carácter eminentemente ético e inmanentista, donde el pueblo, la sociedad, es el verdadero protagonista, el que más pesa en la balanza, al que hay que engañar para que siga pensando en una vida ultraterrena donde se le premiarán los sufrimientos en ésta: «¿Cómo voy a salvar mi alma si no salvo la de mi pueblo?»{5}, lo que vendría a decir, «¿cómo yo, ateo, voy a morir tranquilo, si sé que mi pueblo va a vivir intranquilo pensando en lo absurdo de esta existencia?». La reflexión, por lo tanto, sobre la otra vida, sobre Dios, es puramente instrumental, funcional, para la auténtica y única vida que es ésta; daría igual qué religión fuese: todas son «verdaderas» (útiles para la vida, en tanto evitan que alcance el tedio de vivir a los creyentes), todas son igual de falsas.

Notas

{1} Unamuno, San Manuel Bueno, mártir, Cátedra, Madrid 1997, pág. 129, línea 320.

{2} Unamuno, o.c., pág. 142, líneas 198-205.

{3} Los números de párrafo corresponden a los números de las casillas.

{4} Unamuno, o.c., pág. 161, líneas 38-39.

{5} Unamuno, o.c., pág. 129, líneas 320-321.

 

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