Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas, número 23, enero 2004
  El Catoblepasnúmero 23 • enero 2004 • página 17
Artículos
Filosofía y Locura

Locura objetiva y Filosofía:
el caso de Telépolis y los señores del aire

Eliseo Rabadán

Una crítica desde el materialismo filosófico
de las tesis defendidas por el profesor Javier Echeverría

Introducción

Vamos a considerar la acepción de locura siguiente, en el sentido del Diccionario manual e ilustrado de la lengua española: «Acción inconsiderada o gran desacierto. Y no en el sentido, también según la misma fuente, de privación del juicio o del uso de la razón.» En cuanto al sentido de la palabra loco, utilizaremos la siguiente acepción, siempre según la misma fuente de referencia: «Dícese de la brújula cuando por causas accidentales pierde la propiedad de señalar el norte magnético, y de las poleas u otras partes de las máquinas que en ocasiones giran libre e inútilmente».

En cuanto a la acepción del término Filosofía nos atenemos a las tesis desarrolladas en el libro ¿Qué es Filosofía?{1}, cuyo autor resulta de sobra conocido en el medio filosófico español y desde la traducción del libro El mito de la Cultura{2}, comienza a serlo en el ámbito germano-parlante europeo. Nuestra propuesta incluye también el concepto de mito, y concretamente su utilización en el sentido de una escatología, tal como lo expone Mircea Eliade en Mito y Realidad.{3} Tal escatología, implica una interpretación de la realidad histórica como si fuese un conjunto de aconteceres necesariamente anunciantes de catástrofes sociales o políticas, que deben ser enfrentadas por movimientos salvadores de tipo milenarista.

Vamos a utilizar como fundamento crítico un artículo de Gustavo Bueno que se publicó en la revista El Catoblepas con el título Filosofía y Locura, por considerar que sus clasificaciones lógicas booleanas en lo que a la relación entre Locura y Filosofía se refiere, resultan pertinentes para la crítica de las tesis de Echeverría sobre lo que viene definiendo como la Nueva Polis, desde un primer artículo: Telépolis, publicado en la revista Claves de razón práctica, de diciembre de 1992.{4}

Nuestra tesis plantea que la posición defendida por Echeverría se fundamenta en la metafísica racionalista monista de Leibniz, con lo cual cae en mistificaciones metafísicas que no sólo no explican los hechos, sino que oculta a manera de objetivos{5} la verdadera materialidad de los mismos bajo la apariencia de un orden interiorizado, que en términos, digamos, leibnizianos de Javier Echeverría, define la teletopía como una estructura de lugares a distancia que ya es operativa y vigente, y que comienza a ser interiorizada mentalmente por los ciudadanos de la nueva polis.{6}

Leibniz, la cibernética y telépolis

En Ensayos materialistas,{7} obra clave en el sistema de Gustavo Bueno, tenemos la siguiente tesis, que enunciamos así: El Ego Trascendental (E), es decir, el lugar desde el que se realiza el ejercicio de la conciencia filosófica, no puede ser entendido –si no queremos crear una hipóstasis metafísica– como una entidad distinta de las materialidades dadas en el Mundo. El Ego trascendental no es un «sujeto» que recibe los estímulos del Mundo objetivo; ese sujeto no existe como sustancia, fuera del mundo; porque el Ego trascendental es la misma práctica o ejercicio (de índole histórico-social) en la cual el Mundo se constituye como objeto.

Este postulado primero de la Ontología materialista, a saber: E = (M1 È M2 È M3) será pues, la piedra de toque frente a los «Entornos» de Echeverría.{8}

Mantenemos, pues, la perspectiva desde la cual el materialismo se nos presenta como una idea-función{9}, y la deducción de los valores de la misma arroja las cuatro funciones concretas siguientes:

  1. S xx v (complemento de...) S xx
  2. K xx v (complemento de...) K xx
  3. R xx v (complemento de...) R xx
  4. S xx v (complemento de...) S xx

Esta tesis del materialismo nos resulta ahora fundamental, por lo que asamos a exponerla: Estos esquemas nos indican cuatro valores ontológico-generales de la función «espiritualismo(idealismo)/materialismo» –es decir, valores que no han sido obtenidos por medio de la doctrina de los Tres Géneros de Materialidad.{10} Aunque prescindan algunos de la palabra Conciencia, ello no deja tan claro que prescindan de usar el concepto. Tal es el caso de Ashby en Proyecto para un cerebro.{11}

El caso del esquema B, que es el que nos interesa(fundamentalmente) para llevar a cabo la crítica de las tesis de Telépolis, defendidas por Echeverría. Un ente x (un cerebro) se envía mensajes a sí mismo (Sxx), es decir, interpreta como señales para sí estímulos propios anteriores (concepto de memoria), en el sentido de que Conciencia sería una función-operación de un cerebro considerado como dispositivo capaz de recoger los estímulos del Umwelt –del que forman parte otros cerebros–, para, componiéndolos con otros estímulos procedentes del propio organismo, interpretarlos como signos (sistemas de señalización) de elección de medios que le permitan mantener una conducta recurrente.{12} Veremos que la crítica de Echeverría a Mc Luhan resulta infundada, pues además de deformar las tesis del canadiense, no logra salir él mismo del idealismo metafísico leibniziano en que está inmerso.

No habría problema en reconocer el mérito de Echeverría, si no considerásemos las consecuencias sociales y políticas de sus tesis, porque al relacionar la Filosofía, convergente con la de Leibniz, y constatar que esa convergencia da lugar a un germen ideológico de tales características que nos atrevemos a proponer la tesis siguiente: Partiendo de fundamentos que en anteriores etapas históricas podían resultar convergentes con el sentido común (en el caso de Echeverría, Leibniz y la época ilustrada según el monismo del ser de cuño espiritualista –metafísico–) de un momento de la Historia, pero que no se puede extrapolar a otra época, sin caer en el error de presentar como verdad lo que no resulta sino apariencia engañosa. Si lo que pretende Telépolis y el tercer entorno, es presentarse como una filosofía discordante como lo fue el mito de la caverna de Platón, nos encontraremos ante una auténtica impostura cuyos efectos en tanto locura objetual son nefastos, como veremos. El género locura objetual podemos especificarlo según los ejes del espacio antropológico, con lo que tenemos una locura circular, otra locura angular y otra locura radial.{13}

Wiener y Leibniz: la crítica materialista que Bueno lleva a cabo en Ensayos Materialistas

Nos interesa en especial la cuestión que plantea Echeverría de la información inmaterial, ya que no es tal la supuesta inmaterialidad de la información. Lo virtual en ese mundo del que habla Echeverría es un mundo tan metafísico como el mundo perfecto de Leibniz, donde las mónadas, el entorno que Echeverría define como tercer entorno o E3{14} es tan metafísico como el que «vió» Wiener cuando interpretaba a Leibniz en el sentido en que lo hizo en sus dos libros (citados y analizados por Gustavo Bueno en Ensayos Materialistas).

En el libro, más de estilo de literatura ensayística de corte divulgativo que estrictamente científico, The human use of human beings,{15} defiende Wiener un modelo basado en la monadología de Leibniz, a quien admira como el precursor de las tesis que él mismo (Wiener) defiende en su libro. La crítica que queremos destacar, por parte de Gustavo Bueno es la siguiente:

«En realidad, me parece, que lo que ocurre es que la armonía preestablecida, en el límite, no excluye la realimentación, sino que la tiene ya incorporada, sólo que de tal suerte que toda incertidumbre ha desaparecido. Me parece que no deja de tener interés ligar este paso al límite con la idea de la velocidad de la luz (...) la velocidad de la luz, por rápida que sea, supone un lapso de tiempo desde la salida de una señal hasta su percepción por otra: esto contradice un sistema de mónadas perfectamente conectado, en el que cada mónada, instantáneamente puede tener noticia de la situación de todas las demás. (...) es la necesidad de contar con la duración (o el tiempo) de la transmisión de los mensajes inter-mónadas, lo que podría considerarse como fundamento para probar que un sistema real (por ejemplo, un sistema social, considerado desde el modelo monádico) no puede regularse según la armonía preestablecida, en el que toda incertidumbre ha desaparecido».{16}

La posición de Leibniz implicaría entropía cero (en el límite). La solución de Espinosa sería que, dado que existe un paralelismo entre los fenómenos del alma y los del cuerpo, habrá un a situación en la cual la entropía no se considera puesto que los fenómenos del alma no envían mensajes a los fenómenos del cuerpo. En Bueno, se expone así esta tesis:

«Espinosa decía que el orden (la correspondencia, p. ej., entre los términos subjetivos, M2, y los objetivos, M1) no es el sincronismo de los relojes, a quienes un relojero va poniendo en hora en cada momento (Malebranche), ni en el sincronismo de los relojes arreglados desde el principio –por ello, calculando ya sus atrasos o adelantos relativos, por tanto, con realimentación–, sino el sincronismo de las esferas movidas por una misma maquinaria (¿la sustancia?). Esto quiere decir, en el plano cibernético, que Espinosa ha eliminado la realimentación de su cuadro (...)».{17}

La crítica que hizo Bueno en su libro de 1972 es plenamente actual, como iremos mostrando a lo largo de nuestro análisis. Los Ensayos Materialistas presentan, a mi juicio, la crítica más fértil al célebre Marshall McLuhan, como veremos, además, aplicable a algunas de las tesis que ha planteado Echeverría tanto en su libro Telépolis, como en el libro Los señores del aire: Telépolis y el tercer entorno.{18} El núcleo de la crítica está establecido en el texto siguiente; crítica que desde el materialismo filosófico haremos a las metafísicas nematológicamente{19} expuestas tanto en Telépolis y en Los señores del aire, desde la clave de la relación entre filosofemas idealistas monadológicos (sean divergentes o convergentes respecto de un sistema de sentido común de referencia, como hemos señalado) con deliremas objetuales. Es de interés añadir que en otros autores de renombre en el mundillo de la cibernética (o lo que se entiende por ella en este contexto en el cual los científicos hacen esa filosofía espontánea, tan de su agrado, pero tan poco útil al conocimiento de las estructuras esenciales,{20} materialistas, de los fenómenos que analizan). Nos referimos a Paul Virilio, o Negroponte, Mattelart o el sociólogo Edgar Morin. No tenemos espacio para el análisis de estos autores, sin embargo, su modo de relacionar filosofemas con deliremas (objetuales), no dista mucho de las nematologías echeverrianas:

«El esquema [Kxx], en su versión monadológica, define una posición espiritualista, determinada claramente como un espiritualismo de la conciencia. Porque es la realidad misma de la conciencia (Kxx) aquella que se hace consistir enteramente en el proceso de enviar y recibir mensajes. Cuando este modelo espiritualista se utiliza como esquema, no ya del Ser o de la Naturaleza en general, sino como esquema de la realidad histórica (en tanto se considera descansando principalmente en M2), entonces descubre su verdadera faz, y sus líneas se dibujan plenamente como Idealismo de la conciencia, componente esencial del Idealismo histórico. El campo de la Historia humana aparece ahora, p. ej., estructurado como el conjunto de conciencias {x, y, z... w} cuya vida propia se hace ahora consistir en enviar mensajes a las demás conciencias, para, recibiéndolos a su vez, realizase en un proceso recurrente, en un principio indefinido (postulado de la inmortalidad de la «especie humana»). Este esquema recoge lo esencial del Idealismo de Fichte, para quien el Mundo objetivo (M1) llega a ser una objetivación (alienación, salida de sí mismo) del propio Yo, a través del cual el Yo se dirige mensajes a sí mismo. La clave específica del idealismo de Fichte, y de su grandeza, consiste seguramente en haber comprendido como partes de un mismo problema –o fases de un mismo proceso– la multiplicidad de las cosas objetivas dadas en la experiencia y la multiplicidad de los Egos. La gran Idea del sistema de Fichte es haber interpretado las multiplicidades objetivas (la materia corpórea) no como limitadoras del Ego desde fuera, como barreras de la libertad, sino como autolimitación del propio Yo que en la dialéctica interna de la actividad, al desfallecer como Yo práctico y activo, se determina simultáneamente, como una pluralidad de Egos cuyo campo es la pluralidad de los objetos mundanos. Estos objetos son, para cada Ego, solamente el mensaje (Sxy) recíproco entre los Egos que comprenden que son las leyes morales los fundamentos de las leyes naturales».{21}

Echeverría se mantiene entre dos (más bien cuatro) aguas. Unas veces se pone en contextos leibnizianos o fichteanos, al hablar de la relación entre la tecnología y el yo psicológico o sociológico. Pero también sigue pautas hegelianas, cuando establece la necesidad de que el Estado controle a lo que él llama los señores del aire. Lo grave en el caso de esta manera de presentar las tesis supuestamente defensoras de los derechos de los ciudadanos, es que incluso Echeverría pretende haber seguido el camino más sabio para enfrentar los problemas de ese entorno tercero en que la información es la base de un capitalismo perverso, sin haber superado el idealismo hegeliano de la Historia, pues a pesar de las apariencias de progresismo frente a conservadurismo de señores del aire enajenadores de las libertades de los ciber ciudadanos de Telépolis, el marxismo se le ha quedado en mero hegelianismo caricaturizado .

El capitalismo y la era de la información

Hay una obsesión por parte de Javier Echeverría por mostrar a los señores del aire como si se tratara de enemigos públicos en el mundo virtual, es decir, en lo que entiende Echeverría como el Entorno tres. ¿ Quiénes son esos señores? Según se desprende de las palabras de Echeverría, que a modo de programa y proyecto a desarrollar frente a ese Poder en manos de tales señores, se presentan en el prólogo del libro Los señores del aire, son aquéllos que impiden que el Tercer entorno sea democrático.{22} Pero no resulta su objetivo satisfactorio el democratizar si no se consigue, mediante unos principios generales, el objetivo fundamental de Echeverría, a saber: humanizar el Tercer entorno.

Los señores del aire responden, en el planteamiento nematológico de Echeverría, según su propia definición, a un espacio social en situación neofeudal, ampliamente dominado por las grandes empresas transnacionales de teleservicios o señores del aire. Echeverría centra sus críticas en un mundo que gira en torno a internet o la sociedad red, en el sentido que lo plantean por ejemplo Anthony Giddens, Alain Touraine y Manuel Castells, pero a diferencia de estos tres sociólogos, Echeverría, preso de una deriva delirante (objetual, incluso podemos decir, respecto a las posiciones sociológicas de estos tres investigadores de la sociedad red, en el sentido de Castells, puesto que ellos simplemente se mueven por decirlo así, en las coordenadas sociológicas) recae una y otra vez en un idealismo de estilo leibniziano que le lleva a ver un peligro en la acción de esos dioses (señores del aire), que rompen la armonía de esa sociedad de la información, en la que el Estado (socialdemócrata, claro está, en la línea de lo que Hegel propuso y luego, como bien señalara Marcuse en Razón y Revolución los italianos Croce y Gentile, ideólogos del fascismo italiano, que utiliza a las masas para dominar y controlar en nombre de la libertad y la democracia).{23}

La crítica centrada en un documento publicado en los Estados Unidos como Libro Blanco como Declaración Política: Gestión de los Nombres y Direcciones de Internet Echeverría construye la base de sus tesis, y resulta de ello un endeble constructo intelectual, que increíblemente en España al parecer ha sido acogido como un libro altamente recomendable. No nos explicamos cómo desde un centro de Investigaciones Superiores se puede aportar tal cantidad de tesis sin fundamento. Una muestra de lo que afirmamos podemos hallarla sin problemas (dada la abundancia de afirmaciones de este cariz) en el texto de Echeverría{24}:

«El documento publicado por Dyson, Gilder, Keyworth y Toeffler (DGKT) en 1994 representa bien la manera de pensar de los neoconservadores norteamericanos. Partiendo de la metáfora de Toeffler de la tercera ola, de la que ya nos hemos ocupado más de una vez en esta obra, DGKT habla de una nueva frontera electrónica del conocimiento, que pone en cuestión las nociones de libertad, autogobierno, propiedad, competencia, cooperación, comunidad y progreso. Para estos autores, «el ciberespacio es un entorno bioelectrónico que es literalmente universal: existe en cualquier lugar donde hay conexiones telefónicas, cables coaxiales, línea de fibra óptica u ondas electromagnéticas». (...) Contrariamente a ellos [se refiere Echeverría a DGKT], pensamos que el tercer entorno no sólo es un espacio para el conocimiento, sino en general para la interacción a distancia, incluyendo acciones comerciales, económicas y financieras. Difícilmente cabe afirmar que el dinero es conocimiento : más bien es un medio para la interacción entre los seres humanos. Al excluir el dinero electrónico y sus transacciones de ese entorno electrónico DGKT olvidan un aspecto esencial de E3: su fuerte componente capitalista. Por nuestra parte, pensamos que hablar de una Era del Conocimiento es una edulcoración del problema real, a saber: el tercer entorno es un nuevo espacio creado en gran medida para la expansión del capitalismo, tema éste que raras veces es mencionado por estos autores.»

La crítica a los autores que se citan en Los señores del aire, además de ser evidentemente más un panfleto anticapitalista de otras etapas, en el sentido de lo que ha planteado con atinada precisión Gustavo Bueno en El mito de la izquierda, resulta, como poco, mistificadora, pues se plantean tesis sin justificar, se confunden Ideas filosóficas sin definir desde cuáles coordenadas se defienden, y en lo relacionado con la relación entre las partes del campo de lo que Wiener definía como Cibernética, la utilización pseudocientífica de categorías es una constante en este libro delirante. Veamos algunos ejemplos de lo dicho. Cuando Echeverría habla de una confusión, por parte de los autores citados (DGKT) entre la noción de propiedad con la concepción de medios de producción... lo explica en estos términos:

«Por decirlo en nuestros términos, el tercer entorno crea nuevos medios e instrumentos de producción, como la teleproducción. Pero el modo de producción como tal sigue siendo un modo de producción capitalista, como muestra el hecho de que para producir en E3 o para navegar en el ciberespacio se requieren grandes inversiones públicas o privadas para crear y mantener las enormes infraestructuras de conexión (nuestros teleservicios) y los capitales de la tercera ola.»

Para terminar, quisiera simplemente mostrar uno de los principios básicos para la constitución de Telépolis, en la línea de ese mundo de esferas armónicas leibniziano, que nuestro eximio investigador del CSIC, Javier Echeverría aporta para democratizar y humanizar el tercer entorno, a saber:

«cabe seguir afirmando que, en comparación a E1 y E2, E3 posee un alto grado de incorporeidad y artificialidad (...) el destino y desarrollo del tercer entorno depende de la voluntad de los seres humanos, que son quienes toman las decisiones para organizarlo de tal o cual manera. Dependiendo de cómo vayan las cosas en E1 y E2 para esas personas, el tercer entorno se desarrollará más o menos y primará tales o cuales actividades. En ningún caso es un espacio social autónomo e independiente de los otros dos grandes espacios.{25}

Al margen de que ante esta disyunción (¿o se trata de conjunción?) entre tres entornos pero que además se relacionan (no explica cuál es el tipo de relación entre ellos) y de que se encuentra en este modelo, digamos, el germen idealista espiritualista, hay otros factores que pensamos que Echeverría ha descuidado en su propuesta de análisis. Por una parte, el aspecto político falla al carecer de un análisis teórico político que evite el misticismo de esa izquierda indefinida o divagante o inclusive extravagante de quienes pretenden que internet o la sociedad de la información en bloque han de servir a una humanidad sin roces al modo de Habermas que lo soluciona todo con comunicación consensuada, o los ecologistas de la información que sueñan con el respeto a todas las culturas y cosas por el estilo. La posición de Echeverría es un crisol de ideas políticas de la izquierda que ha perdido el rumbo y, como hemos visto en entrevistas recientes a Bueno en el diario La Nueva España, menos mal que la realpolitik evita que, de la mano de estos visionarios engreídos de la soberbia socialdemócrata, caigamos en la ruta errática que sus sueños idealistas y su egolatría nos señala, que nos hundamos en ese delirio de grandeza que no ha llevado a más que problemas de los que cuesta mucho salir.

Las tesis de Echeverría me recuerdan el libro de Rousseau Revéries d'un promeneur solitaire. Paseando por los parques suizos, se podía soñar una democracia al estilo de la Suiza para toda la humanidad sufriente... gracias al luminoso rayo de las Luces que aportaba la Ilustración. Esto es precisamente el modelo echeverriano: una ilustración humanista que los intelectuales como él nos darán mediante la Cultura impartida por un Estado benefactor... que se alimenta sin embargo de ese Leviatán que es el Estado capitalista. Paradojas de los socialdemócratas. Para una demoledora crítica desde el materialismo filosófico a la Idea de Cultura, Idea que semeja a la propuesta de humanizar Telépolis que nos ofrece Echeverría, resulta imprescindible la lectura de El mito de la Cultura, uno de los libros fundamentales de Gustavo Bueno.{26}

Notas para una propuesta de análisis de la cibernética como sistema

Terminamos este ensayo crítico con la siguiente sugerencia, y no por falta de interés no la desarrollamos, pero el espacio del que disponemos es limitado, por lo que la sugerencia queda abierta a la discusión. El análisis de las propuestas de Javier Echeverría y las tesis que manejaba Norbert Wiener, lo mismo que Mc Luhan, y las que siguen manejando otros autores que se ocupan de lo que podemos llamar cibernética en un sentido muy amplio, tal como es manejado en textos como el de Echeverría, nos muestran un asunto crucial, a saber: la necesidad de utilizar criterios gnoseológicos que establezcan los marcos analíticos de los fenómenos implicados en las cuestiones de la información, la entropía, la homeostasis, etcétera. Pero el mismo Norbert Wiener lo dice explícitamente en la segunda edición de Cybernetics: or Control and Comunication in te Animal and the Machine: «es necesario revisar conceptos de mi primer libro sobre cibernética, porque algunos elementos manejados en la ingeniería han variado, sobre todo el concepto lógico matemático subyacente en los circuitos no lineales».{27}

En la página de internet del Proyecto Filosofía en español, encontramos un artículo, a nuestro juicio, clave, por tratarse de la primera propuesta que va más allá de la teoría general de sistemas de von Bertalanffy, y de la Teoría de Juegos de von Neumann, a la cual por cierto dedica un interesante análisis Wiener en la edición de 1961 de Cybernetics (concretamente en el capítulo IX On learning and Self-Reproducing Machines). Se trata del artículo de Gustavo Bueno, Sistema, un trabajo que se presentaba en la Fundación Gustavo Bueno, en Oviedo, el 10 de noviembre del año 2000. Un artículo del profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oviedo, David Alvargonzález en el mismo lugar y con el mismo nombre, Sistema, es también referencia fundamental. Nos permitimos copiar aquí solamente el cuadro taxonómico de los sistemas que Bueno propone en su artículo.

Clasificación general de los seis tipos fundamentales de sistemas

Esta clasificación resulta del cruce del criterio I (formal) y el criterio II (material); en la tabla que sigue no se representan los tipos de sistemas bidimensionales (circular/radial, circular/angular, radial/angular) ni tridimensionales (circular/angular/radial).

       Criterio II
Criterio I         
Sistemas
circulares
Sistemas
radiales
Sistemas
angulares
Sistemas de
primer orden

(suprasistáticos)
Tipo 1

• Sistemas elementales de parentesco
• Sistemas de gobierno político (realizados en sociedades diversas, no en forma «permista»)

Tipo 2

• Sistema periódico de los elementos
• Sistema de los cinco poliedros regulares
• Sistema taxonómico de Linneo

Tipo 3

• Sistemas religiosos (como sistemas de comunicación interespecífica)

Sistemas de
segundo orden

(intrasistáticos)
Tipo 4

• Sistema diplomático internacional
• Sistema globalizado de las bolsas de capitales

Tipo 5

• Sistema solar
• Sistemas orgánicos
• Sistema montañoso de la Península Ibérica

Tipo 6

• Sistema (intencional) de la Jerarquía celeste del Pseudo Dionisio

Notas

{1} Gustavo Bueno, ¿Qué es la filosofía? Pentalfa, Oviedo 1995.

{2} Gustavo Bueno, El mito de la cultura. Prensa Ibérica, Barcelona 1996.

{3} Labor, Colombia 1994, pág. 79.

{4} Javier Echeverría, Telépolis, Destino, Barcelona (2ª ed.) 2000 (1ª ed. 1994), págs. 17-20.

{5} Ver el articulo de Gustavo Bueno en El Catoblepas ya citado.

{6} J. Echeverría, op. cit., pág. 24.

{7} Gustavo Bueno, Ensayos materialistas. Taurus, Madrid 1972. encontramos una propuesta que habla de la diferencia entre materialismo mundano y materialismo académico, pero la distinción entre materialismo en sentido ontológico-general y materialismo en sentido ontológico especial resulta esencial para nuestra crítica a las tesis de Javier Echeverría respecto de los tres entornos, que por cierto, desde el materialismo filosófico quedarían triturados al desmantelar, si se nos permite la expresión, tales conceptos, mediante la Idea filosófica de Espacio Antropológico, conformado por tres ejes: circular, radial y angular. Pero, y en esto radica la mayor capacidad crítica del materialismo propuesto por Gustavo Bueno frente a los análisis de Echeverría, además es parte de un Espacio Gnoseológico, desde el que es preciso regresar a la ontología. Sin este paso gnoseológico, se cae, como veremos, en el monismo espiritualista, que es lo que, desde las coordenadas que manejamos, constituiría, aplicado a la cuestión de Telépolis, un sistema de deliremas objetivo, aun cuando se los presente como avalados por una determinada tradición filosófica (emic), tal es el sistema de la Monadología de Leibniz, en el que subyace toda la locura objetual que nos propone el investigador del CSIC, Javier Echeverría. Esto sin tomar en cuenta los deliremas y filosofemas de corte agustiniano, del género agustinismo político que sugieren dos de los discípulos de Echeverría en su libro La nueva Ciudad de Dios. Se trata de Ignacio Arzoz y Antonio Alonso. El libro ha sido publicado por Editorial Siruela, Madrid.

{8} Ver Ontología especial y Doctrina de los tres géneros de materialidad en Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico. Pentalfa, Oviedo 2000. «La Filosofía como Ontología –conjunto de doctrinas que giran en torno a la Idea de Ser– encontró, en Ch. Wolff, el reconocimiento de su más sólida estructura. La Metaphysica specialis se constituye por la exposición de la doctrina sobre los tipos ontológicos del Ser, que, según la Metafísica clásica (llamada «Ontoteología»), son tres: Mundo, Alma y Dios. Tras la Crítica kantiana, la estructura de la Ontología de Wolff pudo parecer desplomada para siempre. Sin embargo, más que un derrumbamiento lo que tuvo lugar fue un cambio de orientación en el que permaneció la arquitectura general interna del edificio. Otro tanto debe decirse de la Filosofía Idealista. Comparándola con la Ontología clásica, la Ontología Especial del Idealismo ha sustituido la organización trimembre (Mundo, Alma, Dios) por una organización bimembre, edificada sobre la oposición Naturaleza/Espíritu (también designado como «Cultura», «Costumbres», «Historia»). El Materialismo Dialéctico, mantuvo, nominalmente al menos, una concepción isomorfa a la del Idealismo (Dialéctica de la Naturaleza/Dialéctica de la Historia). Es preciso, sin embargo, desde una perspectiva materialista, revisar esta estructuración bimembre y reivindicar la teoría wolffiana de la Ontología especial, por medio de la Doctrina de los Tres Géneros de Materialidad. Mundo, Alma y Dios deben ponerse en estrecha correspondencia, respectivamente, con el Primer (M1), el Segundo (M2) y el Tercer Género (M3) de materialidad; pero correspondencia no incluye identidad.

Es suficiente probar que en cada una de las tres Sustancias se encuentra el núcleo de lo que caracteriza a cada uno de los géneros de Materialidad. «Mundo» designa el conjunto de entidades físico-empíricas, corpóreas, que constituyen el Primer Género (M1). «Alma» designa el conjunto de fenómenos de la «vida interior» psicológica e histórica, es decir, el contenido del Segundo Género (M2). «Dios», el Dios «mundano» ontoteológico-especial de los estoicos, el Dios de Cleantes de los Diálogos de Hume, el Dios de los filósofos de la Ontología especial, se corresponde con el Tercer Género de Materialidad (M3). Dios es, en efecto, «sujeto de todos los predicados positivos» (Leibniz, Specimen Inventionis), el depósito de las esencias eternas con respecto a las cuales el mundo y las almas están gobernadas según un orden invisible. Desde la perspectiva de la Teoría de las tres Materialidades, la Doctrina de las tres Ideas –Mundo, Alma, Dios– se nos presenta como una especie de sustantivación metafísica de los Géneros.

La Doctrina de los Tres Géneros de Materialidad ha sido ejercitada por prácticamente la integridad de la tradición filosófica y, explícitamente, aparece ya formulada por Platón. En la época moderna, la situación podría ser esquematizada del siguiente modo:

(I) El Idealismo clásico alemán (sobre todo, Kant, Fichte y Hegel) no ha ofrecido explícitamente una exposición de la Doctrina de las Tres Materialidades, aunque la ha ejercitado. El Idealismo clásico alemán, tras la crítica al noúmeno kantiano manifiesta una propensión a fundir o identificar la Tercera Materialidad (M3) con la Segunda (M2) en el sentido de elevar el reino psicológico, el reino del sujeto (M2), al reino de la sustancia (M3), es decir, a reducir M2 a M3 [M2 Ì M3].

(II) El materialismo (atomista o continuista) ha seguido el mismo camino del Idealismo (identificación de M3 y M2, pero en sentido contrario: reduciendo M3 a M2, en el caso del empiriocriticismo, las ideas objetivas a contenidos de conciencia [M3 Ì M2], y M2 a M1 en el caso del materialismo naturalista. No es posible reducir la posición de Marx a formulaciones tan sencillas. Pero esta doctrina ha sido usada (actu exercito) por Marx, aunque encubierta por los esquemas dualistas (Conciencia/Mundo).

(III) Ha sido en la Filosofía alemana de los últimos decenios del siglo pasado (algunas direcciones del neokantismo: Natorp y su aproximación de Kant a Platón; Teoría de las concepciones del mundo de Dilthey) y primeros decenios de nuestro siglo (Fenomenología, Axiología, Simmel, &c.), en donde aparece reexpuesta la dotrina de los Tres Géneros de Platón, que ha penetrado, incluso, en ámbitos más próximos al positivismo (Carnap y Teoría de los Tres Mundos de Popper). Esta doctrina es, precisamente, excelente criterio para separar el Idealismo clásico alemán del idealismo alemán moderno».

{9} Estos planteamientos se desarrollan con detalle en Ensayos materialistas, págs. 110-146.

{10} Op. cit., pág. 119.

{11} Op. cit., pág. 120. «Es muy importante hacer una aclaración al respecto, pues la cuestión que se plantea desde el materialismo filosófico es precisamente el sentido que el concepto de conciencia tiene en la crítica filosófica, sentido que al leer el texto de Ashby parece no haber entendido en absoluto el autor de modelo para un cerebro. Dice Ashby: «Si la conciencia es el hecho más fundamental, ¿por qué no se la utiliza en este libro? La respuesta es, en mi opinión, que la ciencia se ocupa y puede ocuparse sólo de aquello que una persona pueda hacer patente a otra. Por muy vívida que sea la conciencia para su poseedor, por ahora no se conoce método alguno de hacer patente su existencia a otro; y hasta que se encuentre tal método, o algo equivalente, los hechos de la conciencia no pueden emplearse en el método científico» . La conciencia entendida de este modo, similar al de Reichenbach o Carnap, resulta ser un ente metafísico, pero al entender E (el Ego trascendental en Ensayos materialistas, de Gustavo Bueno), como la actividad de un sujeto gnoseológico y sujeto operatorio que organiza las relaciones entre los tres géneros de materialidad, &c., se evita esta posición reduccionista del estilo de Ashby.

{12} Gustavo Bueno, loc. cit. Pág. 120, Nota 55.

{13} «Los campos antropológicos y el material antropológico no son esferas sustantivas: hay que contar con un contexto en el cual existe el propio material. Hemos introducido el concepto de «espacio antropológico» como concepto gnoseológico vinculado, en cuanto contexto envolvente, a un campo o a un material antropológico. La idea de un espacio antropológico presupone la tesis de que el hombre sólo existe en el contexto de otras entidades no antropológicas, la tesis según la cual el hombre no es un absoluto, no está aislado del mundo, sino que está «rodeado», envuelto, por otras realidades no antropológicas (plantas, animales, piedras, astros). Se trata de determinar cuáles puedan ser los ejes necesarios y suficientes coordinantes de este espacio. A partir de ellos, todos los «materiales antropológicos» habrían de poder situarse. El espacio antropológico del idealismo hegeliano (pero también el del materialismo histórico y el del materialismo cultural) es un espacio bidimensional, con dos ejes: el «Hombre» y la «Naturaleza». La tradición metafísica aristotélica –y cristiana– había utilizado un espacio tridimensional (las relaciones del hombre para consigo mismo, las relaciones del hombre con la naturaleza y las relaciones del hombre para con Dios o los dioses). Del hecho de adoptar (contra esta tradición) una perspectiva materialista (que niega a los dioses como entidades inmateriales) ¿cabe inferir que es preciso reducir el espacio tridimensional a un espacio plano? No necesariamente: sólo será preciso cambiar los términos del tercer contexto. No serán los dioses quienes lo constituyan. Nuestro espacio antropológico estará coordenado por estos tres ejes: el eje circular, el eje radial y el eje angular». «Espacio antropológico» en Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico. Pentalfa, Oviedo 2000.

{14} Aunque da una apariencia de crítica muy bien establecida, cuando Echeverría hace referencia a una ausencia, digamos, al hilo de lo que él expone, «increíblemente ingenua», de asuntos como el modo de producción que es, desde las coordenadas, el modo capitalista, etc., no se entiende, salvo por meros intereses de cuño ideológico (al servicio de determinadas estrategias políticas, como serían, desde luego, las socialdemócratas y progres en la España forjada (y derrotada en las urnas por dos veces) por lo que Petras definiera como los yuppies de Marbella, es decir, la cúpula del felipismo en los años 1982-1994.

{15} Norbert Wiener, The human use of human beings, Avon Books, Nueva York 1967. (1ª ed. en inglés: 1950). La traducción española es Cibernética y sociedad, Sudamericana, Buenos Aires 1958.

{16} Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, pág. 132.

{17} Ibid. pág. 136.

{18} Telépolis, Destino, Barcelona 2000. 1ª ed. 1994 y Los señores del aire: Telépolis y el tercer entorno, Destino, Barcelona 1999.

{19} En el Diccionario filosófico de Pelayo García, tenemos una exposición de este concepto fundamental (Nematológico/Diairológico) para establecer la crítica materialista. La cita está tomada directamente de dicha fuente: «Diairológico es todo aquello que tiene relación con una división en sentido distributivo, no sólo específico-unívoco (la división de la masa monetaria en las monedas individuales acuñadas, independientes las unas de las otras) sino también genérico combinatorio (el género «palanca» respecto de sus tres especies independientes es un género diairológico). Es un procedimiento que tiende a separar, a distinguir las cuestiones o los objetos en lo que ellos necesiten para resultar inteligibles según el principio de symploké. Las totalidades distributivas son diairológicas.

Diairológico se opone a nematológico, es decir, a toda multiplicidad cuyas partes o regiones se consideran desde la perspectiva de su trabazón o entretejimiento por relaciones o hilos (nema,atos,o=hilo) tales que impiden un tratamiento aislado de las unas por respecto a las otras, según el principio de symploké. Las totalidades atributivas son nematológicas.

Con el nombre de nematologías se designarán también a ciertas instituciones ideológicas que se constituyen regularmente en el seno de las «nebulosas ideológicas» (religiosas, políticas, filosóficas,...) de una sociedad dada y que están orientadas en el sentido de la determinación de los «hilos» de conexión que mantienen las unas con las otras y entre sus propias partes. La nematología de una nebulosa ideológica se desarrolla bien adoptando la perspectiva de las nebulosas del entorno, presentándolas como conducentes o adaptadas a ella misma (nematología preambular) o bien como enemigas de ella (nematología polémica), o bien adoptando la perspectiva de la propia nebulosa con objeto de sistematizar sus partes, aun valiéndose de ideas comunes a otras nebulosas. La llamada Teología positiva será interpretada como la nematología de las nebulosas religiosas terciarias (cristianismo, judaísmo e islamismo, principalmente; hay una Teología preambular, que busca establecer los preambula fidei, hay una Teología dogmática y, dentro de ella, una Teología fundamental)».

{20} Pelayo García señala en el término «Esencial»: Figura (sector) del eje semántico del espacio gnoseológico. Esencial (esencia) se opone a referencial (fisicalista) y a fenómeno, pero sólo puede entenderse en tanto constituida a partir de ellos. Las esencias son estructuras pero no toda estructura es una esencia (caben estructuras fenoménicas). Una ciencia sólo comienza a ser tal cuando logra establecer estructuras esenciales «neutralizando» las operaciones ejercidas sobre los fenómenos, y abriendo paso, a su vez, a operaciones de orden más complejo. Los fenómenos del espectro del átomo de hidrógeno sólo comenzarán a formar parte de una auténtica ciencia física cuando puedan ser considerados desde las estructuras esenciales establecidas por la teoría del átomo de hidrógeno de Bohr y las teorías sucesoras. Sólo entonces podremos advertir el verdadero alcance de la ciencia moderna: mientras que el trato con los fenómenos nos mantiene en el frágil terreno de un mundo cuyas líneas morfológicas depende enteramente de las contingencias de nuestros neurotransmisores, de nuestra subjetividad práctica inmediata, el regressus hacia las esencias que puedan constituirse en el flujo mismo de los fenómenos, nos abre el único camino posible hacia la constitución de nuestro mundo real objetivo, de nuestro universo.

Las esencias no forman parte, por tanto, de un mundo transfísico, o de un «tercer mundo» (Popper), puesto que no son otra cosa sino relaciones del tercer género de materialidad entre los fenómenos constitutivos del único mundo en el que vivimos y actuamos, de nuestro mundo (la esencia del NaCl, que se nos da en el fenómeno de un cuerpo blanco, salado, &c., tiene que ver con la estructura de los enlaces iónicos de sus átomos cristalizados). Esta es la razón por la cual las ciencias positivas contribuyen fundamentalmente a la constitución del «estado del mundo» de nuestro presente. Las estructuras esenciales se dan en relación con los contextos determinantes (en tanto implican esquemas de identidad) que las hacen posibles, y con las verdades científicas, entendidas como identidades sintéticas. Un sistema dinámico estacionario, en tanto implica relaciones verdaderas -identidades sintéticas- es una estructura esencial física; un poliedro regular es una estructura esencial geométrica; una geoda (reunión de cristales que tapizan una cavidad), pero también una macla (grupos de cristales de la misma sustancia que se asocian simétricamente) son estructuras fenoménicas».

{21} Ensayos materialistas, página 136. Los problemas que se han suscitado los últimos años en torno a los media no son, por tanto, insólitos en el pensamiento filosófico clásico, como sugiere T. Nairm en su ensayo sobre Mac Luhan, leído en Análisis de Marshall Mc Luhan, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires 1969, pág. 69. Gustavo Bueno ha tratado recientemente el tema de la televisión en dos libros: Televisión: Apariencia y Verdad, Gedisa, Barcelona 2000 y en Telebasura y democracia, Ediciones B, Barcelona 2002. Para una aplicación del materialismo filosófico a la Teoría General de la Información tal como es estudiada en las facultades de ciencias y técnicas de la información y la comunicación social (periodismo, publicidad, cine), ver el libro de Felicísimo Valbuena, Teoría General de la Información, Noesis, Madrid 1997.

{22} Para una crítica de la Idea de democracia, consultar «Democracia como ideología y como metafísica», en el Diccionario Filosófico de Pelayo García ya citado. Transcribimos una parte de la temática allí expuesta, sobre la democracia realmente existente y su modo ideológico de uso en el caso de Echeverría: «Las ideologías democráticas podrían pretender mantenerse (es cierto que a duras penas) en un terreno estrictamente político o, al menos, podría intentarse entenderlas siempre en el ámbito de las categorías políticas, e incluso justificarlas en la medida en que colaboran a extirpar cualquier brote orientado hacia la restauración de cualquier tipo de «Estado dual» (como alguno llama a un Estado en el que existen las SS fascistas o la NKVD soviéticas). Pero, de hecho, suelen desembocar, de modo más o menos soterrado, en una auténtica metafísica antropológica que transciende los límites de cualquier terreno político, envolviéndolo con una concepción tal del hombre y de la historia que, desde ella, la democracia puede comenzar a aparecer como la verdadera clase del destino del hombre y de su historia, como la fuente de todos sus valores y como garantía de su «salvación».

La democracia metafísica será entendida, ante todo, como la fuente de la ética, de la moral, de la sabiduría práctica, de la verdad humana, del sentido de la vida y del fin de la historia humana. Se hablará de la democracia como si desde ella pudieran ser comprendidos, controlados, superados, cualquier otro género de impulsos, ritmos, intereses, que actúan en las sociedades y en la historia humanas. La visión secular que Hegel atribuyó, en su Fenomenología del espíritu, a la «autoconciencia» como fin y objetivo de la evolución humana (tantae molis erat se ipsam cognoscere mentem) se desplazará hacia la democracia: la «autodeterminación» democrática de la humanidad será el fin de la historia. Kojève y Fukuyama se han atrevido a decirlo públicamente. Desde una metafísica semejante se comprende bien que muchas personas, al proclamarse «demócratas», parezcan sentirse «salvadas», «justificadas», «elegidas» –y no sólo en unas elecciones parlamentarias–. Ser demócrata significará para esas personas algo similar a lo que significa para los miembros de algunas sectas religiosas formar parte de su grupo y, a su través, estar tocados de la gracia santificante (algo similar a lo que les ocurre a muchos de los que confiesan «ser de izquierdas de toda la vida», sobrentendiéndose salvados antes por su fe que por sus obras). Es cierto que ningún demócrata (ni aun el más metafísico) podrá considerarse sectario, aunque experimente sentimientos de exaltación plena similares a los del sectario, porque una democracia es todo lo contrario de una secta: es, por esencia, pública. Pero también hay religiones públicas (como el cristianismo) o movimientos políticos públicos (como el fascismo o el comunismo) cuyos miembros han podido llegar a creer mayoritariamente que estaban colaborando a traer al mundo al «hombre nuevo» (si es que no creían haberlo traído ya). Y, en cualquier caso, habrá siempre que analizar hasta qué punto una sociedad política que basa la «autoconciencia» de su fortaleza en la estructura democrática de sus instituciones, no está siendo víctima de un espejismo ideológico, porque acaso la fortaleza del sistema deriva de estructuras materiales que tienen que ver muy poco con la democracia formal. Por ejemplo, ¿puede asegurarse que la fortaleza de una nación organizada como democracia coronada se asiente antes en su condición de democrática (adornada «accidentalmente» por un revestimiento monárquico) que en la propia corona y en la historia que ella representa?».

{23} El libro Teorías para una nueva sociedad, Fundación Botín, Madrid 2002, presenta el debate entre Castells, Touraine y Giddens. Para un análisis de estos problemas acerca de cómo organizar el mundo globalizado, etc. En la revista Monthly Review, vol. 48, nº 3 de julio-agosto de 1996 : «Capitalism and the Information Age», encontramos el enfoque socialista norteamericano. Una minoría, que a pesar de ello resulta interesante, por venir de el núcleo generador de este sistema de intercomunicaciones mediante la red (llamadas antes autopistas de la información). Lo que plantea en este número Robert McChesney es la lucha global por la democratización de la comunicación . McChesney es coautor junto con Edward S. Herman del libro, traducido al español, Los medios globales. (Los nuevos misioneros del capitalismo corporativo, Cátedra, Madrid 1999. Otro autor que ha dedicado un par de libros a criticar el funcionamiento poco transparente y la deriva anti democrática de los medios de comunicación, es Noam Chomsky, coautor con Herman de Los guardianes de la libertad, Crítica, Barcelona 1990. (En inglés: Manufacturing consent). Cito estos autores, porque en sus tesis se puede al menos ver una definición política y datos fenoménicos concretos, no sólo intenciones, como a lo largo del libro de Javier Echeverría se encuentran. Que podamos estar en contra de las tesis de Herman, Chomsky, Castells o incluso Echeverría, no es mera cuestión intencional. Se debe buscar los referentes fisicalistas que apoyan, digamos, los fenómenos, de lo contrario, se cae no ya en el idealismo, sino en una constante yuxtaposición de categorías, ideas y opiniones, que conducen a lo que hemos venido definiendo como auténticas nematologías, que es lo que tratamos de mostrar en este breve ensayo, traen como consecuencias auténticas locuras (no locuras en el sentido de trastornos de la conducta de un sujeto operatorio, sino de deliremas que conforman una locura objetual respecto del sentido común de una sociedad política en el presente), respecto de la estrategia a seguir en relación con los programas y proyectos (ortogramas) políticos, sociales, económicos, más aconsejables, en cuanto a la eutaxia de la sociedad política en que nos movemos, y respecto de ella, las estrategias a seguir ante otras sociedades políticas, &c. [Para los conceptos de eutaxia y ortograma ver el Diccionario filosófico.]

{24} Echeverría remite a: www.ntia.doc.gov/ntiahome/domainname/proposals

{25} Echeverría, Los señores del aire, op. cit., páginas 461-462.

{26} En el Diccionario Filosófico de Pelayo García, encontramos un excelente desarrollo de las tesis de esta obra. Uno de ellos se encuentra en el término «Idea metafísica de Cultura (características)». Otros análisis sobre la cuestión pueden consultarse en los artículos de Pedro Insua, «El mito de la Cultura, en su idioma original» y Nicole Holzenthal, «El materialismo filosófico y El mito de la cultura de Gustavo Bueno», en El Catoblepas.

{27} Cfr. Norbert Wiener, Cybernetics : Control and Communication in the Animal and the Machine. Cambridge, Massachusetts; second edition 1962 (reimpresión, 1973). Después de la edición de 1950, el libro necesitaba adaptarse a nuevos enfoques y soluciones a la ingeniería de la comunicación. Sin embargo, a pesar de todo, el libro con las consiguientes adaptaciones siguiendo el ritmo de avances técnicos y matemáticos, no puede superar las contradicciones a que nos hemos referido en cuanto a la consideración de Leibniz que hace Wiener. Ni siquiera la menciona en este libro, que como habíamos dicho, es un libro no de carácter divulgativo, como Cibernética y sociedad.

 

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