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El Catoblepas, número 28, junio 2004
  El Catoblepasnúmero 28 • junio 2004 • página 11
Desde el malecón habanero

Asia en la segunda postguerra del Golfo

María del Carmen Solana Valdés
Eduardo Regalado Florido

Sobre reequilibrios continentales tras el 11 de septiembre

«Everything is going to move everywhere... There is not going to be a place in the world where it is going to be the same as it used to be... Were going to rationalize our posture everywhere, in Korea, in Japan, everywhere.» (Douglas J. Feith, Subsecretario de Defensa para la Política, Los Angeles Times, 29 mayo 2003.)

El reforzamiento de la presencia de EUA en Asia y el Pacífico

Con la entrada del milenio, EUA ha reconfigurado su primado en el continente asiático; ello supone reajustes regionales de trascendencia planetaria. No se puede perder de vista que la ruta de la guerra Afganistán-Irak ha sido tan sólo un medio expedito para el ensayo de nuevas fórmulas del ejercicio de poder consustanciales al 'gobierno mundial', los que obviamente, van más allá de la cruzada contra el terrorismo y las armas de destrucción masiva. La hegemonía estadounidense es en el presente una realidad sin contrincantes ni límites.

Posiblemente, Asia ha sido el continente más afectado por el curso de la política exterior de los EUA desde los ataques del 11 de Septiembre. Desde entonces, y nunca con tal intensidad, Asia y el Pacífico han quedado, de manera natural, expresamente insertados dentro de la arquitectura de la seguridad nacional de la primera potencia.

Baste aducir para ello, la multiplicación de las bases militares terrestres en las repúblicas de Asia Central, la reactivación y consecuente extensión del arco bioceánico tras los emplazamientos militares en la mayoría de los Estados litorales del Indico y del Pacífico Sur, la renovación de lazos tácticos y estratégicos de diferentes magnitudes con no pocos países de la región{1} y la renovación –con inusitada fuerza- del tema de los sistemas de defensa misilística. No es asombroso entonces, el «neoliderazgo» australiano más allá de su entorno del Pacífico Sur, ni la participación de la marina japonesa{2} en la llamada Operation Enduring Freedom (Libertad Duradera) nombre que se le dio a la guerra desatada contra Afganistán, las operaciones antiterroristas y más recientemente, contra Irak.

Tampoco asombran los nuevos matices de la tradicional supremacía de EUA en el Sudeste Asiático, ahora segundo frente contra el terrorismo, la virtual desarticulación de facto del Grupo de Shanghai o las nuevas avenidas en las históricamente complicadas relaciones triangulares{3} entre aquel con India y Pakistán.

Con éstos y otros no menos importantes trazados geoestratégicos se torna diáfano que en los nuevos diseños mundiales, Asia como entidad estratégica ocupa un lugar central y vital para los EUA en todos los frentes sin excepción.

El discurso presidencial de West Point (1º junio 2002) así como el reporte «The National Security Strategy of de United States of America» (17 septiembre 2002) se enhebran con el primer Reporte de Defensa (Quadrennial Defence Review) publicado el 30 de septiembre del 2001, para reafirmar el papel de gendarme mundial absoluto que los EUA se han autoasignado.

Esta especie de marco de actuación es la plataforma sobre la que se justifica el liderazgo monovalente de la primera potencia (más los grandes poderes mundiales, en segundo orden) en la defensa, por medio de la supremacía militar total, de la «democracia» en el mundo. Así, el discurso de la Administración Bush resulta claro: la prevención sólo es posible con la hegemonía total, garante de la imposición de los valores universalmente válidos inherentes a la civilización contemporánea a todos los confines de la tierra. Tal prevención incluye, incluso, la denominada «represalia preventiva», concepto que subyace explícitamente en la guerra contra Irak.

Parte consustancial de la estrategia estadounidense es identificar y emprender acciones contra los llamados extremismos y los conflictos de diversos signos que alimentan el terrorismo. En consecuencia, los estados calificados como inviables y corruptos son albergues por excelencia de tal flagelo. Ello exige de un rol más activo de la primera potencia en los asuntos internos de la región.

De ahí la renovada importancia de ASIA para la imposición de los componentes de esta doctrina. Se hace necesario fortalecer aún más la participación multilateral de EUA en la región, reforzando todas las áreas de colaboración políticas y de seguridad para manejar los conflictos de los Estados que acusan inviabilidad. Ello es particularmente imperativo para Asia Sur, subregión minada por una histórica «inviabilidad» congénita. Desde el diferendo Indo-pakistaní, hasta la crisis nepalesa, la prolongada guerra civil en Sri Lanka, o la grave situación socio-económica de Bangladesh acusan la urgencia de tal activismo estadounidense.

De acuerdo con lo anterior, parecen estar siendo sentadas las bases para un engarce de intereses en la supresión de las raíces que alimentan el terrorismo. De acuerdo con las percepciones de la casa Blanca, se torna imperativo encarar la llamada inviabilidad, promover la moderación política, avanzar en la resolución de conflictos regionales y suprimir –por la vía que fuere– cualquier expresión de extremismo (término que se está acuñando para designar manifestaciones sociales que no se encuentren dentro del cauce de los sacrosantos «valores democráticos». Se trata, sin dudas, de una nueva versión de las fórmulas contentivas de la conocida «pax americana».

De igual manera, la guerra contra el terrorismo ha sido la gran plataforma que ha permitido ir ajustando cada uno de los objetivos del programa de gobierno para Asia. La colocación en su «justo lugar» de los aliados tradicionales, la estrategia de contención y la multiplicación de socios subalternos es ya una meta que parece ir ganándose. Asimismo, el liderazgo de las modernas cañoneras impulsando a la muy novedosa «Nueva Economía» se ha puesto de manifiesto en cada ocasión, cumbres de APEC incluidas.

La expansión de la presencia militar estadounidense en la región se ha multiplicado en las más variadas formas; desde operaciones militares conjuntas, ejercicios, colaboración en diversas modalidades, programas de entrenamiento/adiestramiento, hasta intercambios de información y de altas personalidades, acuerdos militares y muy selectivos traspasos tecnológicos. Fuerza militar por delante, el mayor intercambio en otros terrenos no es otra cosa que el necesario complemento.

→Una mirada sumaria a los retos que enfrenta la «gran estrategia» de EUA en el más relativamente corto plazo pudiera estar contenida en la siguiente enumeración:

el peso creciente de la RP China y su real influencia en el área y,

la oscilación de la política estadounidense frente a China entre la contención y el «compromiso» (engagement); la conversión de China de «socio estratégico» a «competidor estratégico».

el alcance y las complicaciones derivadas de las nuevas ventanas entre EUA y Taiwán, sobre todo, y de manera especial, en el área militar;

los sistemas de defensa misilísticos vis a vis China y la RPDC, y su virtual viabilidad acorde con la redefinición del papel del armamento nuclear y su carácter esencial, tal cual aparece en el «Nuclear Posture Review»{4}.

la mayor proliferación de armas de destrucción masiva en la región por todos y cada uno de los actores principales;

la previsible complicación subregional en el Nordeste de Asia, y la forma en que cada uno de los actores asuma tales complicaciones. A partir del 2003, los enfoques sobre la península deberán sufrir cambios en consonancia con la marcha de los acontecimientos, sobre todo a partir de la peligrosa tensión actual entre EUA y la RPDC, aùn con las conversaciones multilaterales. La situación actual en la península abre un nuevo capítulo que va más allá del propio Nordeste de Asia al tener en su base posiciones doctrinarias{5} y de estrategia a largo plazo contenidas en la denominación post septiembre 11 del «eje del mal» y la inclusión en éste de la RPDC;

la expansión de los grupos político-militares en o fuera de las listas contenidas en los Patrones del Terrorismo Global;

la ingobernabilidad de los Estados en su relación con el tema de la identificación entre Islam y terrorismo;

la previsible complicación resultante del auge de las jerarquías militares en diversas subregiones del área;

la virtual escalada de violencia separatista en diferentes países en estrecho vínculo con la ecuación drogas-terrorismo-armamentismo; el nexo del área con las diferentes mafias a nivel internacional;

la confrontación específicamente nuclear al interior de Asia Sur y los efectos mediatos que sobre la subregión puede traer la aventura militar de EUA contra Irak;

los reacomodos en los sistemas de seguridad del área a tono con la creciente presencia del ejército de EUA en todo el continente (mar y tierra), así como las correspondientes concertaciones;

los desequilibrios crecientes en la zona de cara a la llamada Nueva Economía; el impacto de la situación económica de Japón en el área y el efecto casino;

la nueva coyuntura de dos frentes de tensión: Irak –y su entorno– y RPDC conlleva un proceso de transformaciones estructurales al interior de Asia y el Pacífico.

Antecedentes pre-Irak

1. Luego del 11 de septiembre, EUA consolida su liderazgo a nivel mundial por la vía de la legitimación de la validez de sus intereses de seguridad nacional proyectados a nivel planetario. EUA toma ventaja del elemento carismático para la corrección, ajuste y aceleración de sus tendencias hegemonistas. La llamada lucha universal contra el terrorismo le sirve en bandeja de plata los recursos necesarios para ejercer, sin aparentes restricciones, su autoridad unilateral en todo el mundo. Asia, no sólo no escapa de esta realidad, sino que es colocada en su mismo centro.

2. En la conjugación, por una parte, de la seguridad nacional con la seguridad global pasando por la lógica primacía de la seguridad de los aliados, y por otra, y de manera expresa, de los aspectos sociales, económicos, militares y ciber-espaciales de la misma, se encuentran los fundamentos que pueden explicar cómo la redefinición del concepto de seguridad nacional entraña la justificación del renovado expansionismo económico y militar estadounidense en Asia.

3. El ajuste de prioridades en el tema de la defensa –vulnerabilidad incluida– conlleva la legitimación de:

el enorme gasto (cerca de US$8 mil millones anuales) que supone el emplazamiento de los sistemas misilísticos. En lo que respecta a la región, el TMD, que compromete directamente a Japón, RK y la isla de Taiwán, una vez que todas las ataduras que supone el ABM, derogado en la práctica de manera unilateral el 13 de diciembre del 2001, decisión ratificada y formalizada el 13 de junio del 2002, hayan quedado definitivamente rotas.

los gastos de defensa: En el documento presidencia, National Security Strategy (septiembre, 2002), se define que, «Los estados Unidos requerirán de bases y estaciones en y más allá de Europa Occidental y el Nordeste de Asia, así como acuerdos para el acceso temporal para el despliegue de tropas a larga distancia.» Tal cual se subraya en el artículo, «The New American Colonialism», ...»Tales desplazamientos extensivos requerirán de cuantiosos gastos en la defensa (...) con planes de incremento calculados en US$500 mil millones anuales, en comparación con los US$350 mil millones actuales. Ello no incluye el estimado de US$40 mil millones anuales que serán necesarios para mantener los 150 mil efectivos militares estadounidenses en Irak»{6}.

el imperativo de la presencia militar estadounidense en toda Asia, desde el Asia Centro-Sur hasta el Sudeste y el Este de Asia. Junto a los tradicionales enclaves en Diego García que de manera primordial le concedían la primacía en las aguas del Índico, se presuponen ahora conexiones más dinámicas con el Pacífico. La consolidación de la presencia estadounidense en el estratégico estrecho de Málaca (primariamente militar en los emplazamientos sudasiáticos y en los territorios americanos del Pacífico) se complementan con las bases del Este de Asia y con la sombrilla nuclear que abarcaría a todo el continente. El enlace directo Asia-EUA está garantizado en el plano militar{7}.

la ofensiva diplomático-económica hacia el área estructurada jerárquica y selectivamente para que las voluntades de los países asiáticos no aliados tradicionales, reciban los beneficios del compromiso y la participación en los presentes y futuros diseños antiterroristas que suponen, ante todo, la prevención de las exportaciones de tecnologías nucleares-misilísticas, el tráfico de estas tecnologías o de materiales esenciales, la desarticulación de redes terroristas, la identificación de la tenencia y/o trasiego de armas letales masivas de todo tipo, entre otros.

4. Estados Unidos se encuentra reformulando la arquitectura de su sistema de contención. En Asia, uno de los pilares que sustenta a las nuevas prioridades es la redimensión de sus alianzas junto a la revisión de los esquemas del bilateralismo y el multilateralismo. En tal sentido, la ambigüedad y el estándar doble, no son errores de la política sino proyecciones geopolíticas.

Tendencias sobresalientes

EUA se propone dar continuidad a sus líneas estratégicas para Asia. No hay nada sustancialmente nuevo en la estrategia general de la primera potencia hacia el continente. La novedad radica en que se ha hecho expedito el proceso de consolidación de las tendencias claramente visibles desde la conclusión de los 90. Los ajustes van tomando lugar dentro de las listas de prioridades en una política exterior que cambia modos y formas, pero no esencias.

Asia ha quedado insertada de manera integral al «global engagement» (compromiso global) de la lucha contra el terrorismo. Esta es la parte descubierta de la «nueva alianza» que EUA impulsa. El compromiso intentará seducir a los países para un mayor apoyo y participación en operaciones militares, intercambios de seguridad beneficiosos para Washington, beneplácito a la expansión de la OTAN, al TMD, y otras.

Los nuevos tiempos le permiten al primer socio comercial e inversionista de Asia Pacífico, llevar la voz cantante en las estrategias que conducen a la diseminación de la «nueva economía».

La política de compromiso selectivo que Washington está tratando de desarrollar en Asia le permitiría actuar sin la interferencia de grupos de interés ajenos o contrarios a «las buenas costumbres» que EUA dicta para el área. La acentuación del más estricto bilateralismo con potencias líderes, incluyendo las emergentes, deviene elemento de disuasión importante; de esta suerte, triangulaciones retadoras de la supremacía global de la hiperpotencia podrán quedar neutralizadas en la práctica, sobre todo por la desarticulación de intereses antaño compartidos.

En Asia, parecería que la palabra clave de la política estadounidense es: CONTROL. Extensiva a hidrocarburos, rutas comerciales estratégicas, conflictos, fronteras, migraciones, tráfico de drogas-armamento, organizaciones terroristas y no terroristas, información, y hasta ejércitos, gobernantes y países.

Sin embargo, la naturaleza acrisolada de lo que se ha quedado en llamar «el fenómeno oriental», tan variado, complejo y difícil de comprender, que escapa a cualquier uniformización que se pretenda imponer, conjuntamente con las contradicciones inherentes al lógico conflicto de intereses, tanto al interior de Asia como entre sus componentes y los EUA son, de manera inmanente, un importante punto en contra del unilateralismo.

Supuestos para las tipologías de concertación intra-asiática:

Los diversos conflictos han encontrado un sustento común: el terrorismo + las armas de destrucción masiva. Engarzados son considerados por EUA como fenómenos planetarios de carácter multidimensional. Por su naturaleza, comprometen la seguridad global.

La aceptación tácita del liderazgo estadounidense en el combate de tales males, aún cuando éste actúe como licitación del orden unipolar del sistema internacional. En esta etapa, ello ha resultado inevitable. Tal liderazgo, sin embargo, es «compartido». Esta es una premisa importante para la consolidación de los sistemas de seguridad nacionales en la actual etapa.

La utilización de alta tecnología ha cambiado la naturaleza misma de lo que se entiende por «guerra». En consecuencia, el desarrollo tecnoeconómico resulta imperativo para los rediseños regionales en todos los planos y no únicamente en el terreno de la modernización militar.

El llamado pluralismo geopolítico que Occidente trató de impulsar en Asia luego de la desintegración de la URSS, se tornó totalmente viable desde la campaña militar de Afganistán cuando toda la región de Asia Central-Cáucaso-Caspio se tornó «área de interés especial» de los EUA. La siembra de la primera potencia en el corazón de Asia (con fronteras críticamente importantes con Rusia, China, India e Irán) tiene serias implicaciones para la seguridad multilateral regional. La arista geoeconómica de la «dominación virtual» de EUA en Asia Central no puede pasarse por alto en ningún análisis.

Tanto en lo que a Asia Central se refiere, como, por extensión, a otras áreas sensibles de Asia Pacífico, se advierte que los principales actores delinean políticas que les permitan espacio y capacidad de maniobra en todas direcciones, a la vez que mayores posibilidades para compromisos y cooperación, evitando la confrontación directa con la primera potencia. En definitiva, siendo ésta una potencia extrarregional (lo cual es Asia tiene una lectura muy definida), no le queda otra posibilidad que llegar a términos con los poderes regionales.

En las concepciones –expresas– de seguridad nacional de los EUA se establece claramente la trilogía profiláctica para el mundo: la paz se defiende primariamente con la corrección del triángulo terrorismo-tiranía-tecnología. En este marco, esta ecuación no merece comentarios; es bien clara. Las relaciones de EUA con los líderes asiáticos pasa por este triángulo que, de manera multiplicada incluye el rediseño económico, político y social que los países deben mostrar tener para «calificar» en el civilizado mundo de la «democracia liberal contemporánea». Esto es, desde todos los ángulos, un reto enorme para la cultura oriental, sustento de la vida de Asia en todos los órdenes.

El tema de la paridad tecnomilitar y espacial que dominó la última fase la guerra fría ha retornado con cualidades diferentes pero con idénticos propósitos. Este tema es cardinal en Asia Pacífico donde no abundan los «Estados inviables», pero sí un fuerte desarrollo espacial-nuclear misilístico.

Renovada validez del «siglo de Asia»

En las postrimerías del siglo XX se hizo común encontrar numerosos estudios que hablaban de Asia de cara al milenio, del predominio asiático en siglo XXI; nuevos conceptos emergieron y hasta el planisferio mundial exhibía una geopolítica en la que el Pacífico ocupaba el lugar central. En el tercer año del nuevo milenio, Asia, hogar de más de la mitad de la población mundial, deviene centro de gravedad de la geoestrategia política y económica internacional.

En apenas medio siglo –en algunos casos, menos– un gigantesco poderío económico ha sido concentrado en varios países de la región como consecuencia de estrategias nacionales que, como en el caso de China, se han orientado hacia el desarrollo económico como piedra angular de su seguridad nacional.

La región de Asia Pacífico, centro operacional de varias entidades de concertación económica y comercial de importancia planetaria, depende, cada vez más, de las interrelaciones bilaterales y multilaterales para el desarrollo de las economías que la integran. Las rutas comerciales son las arterias fundamentales de la dinámica regional. Durante los años 90 del siglo XX, el Pacífico se convirtió en el punto focal de la navegación internacional. Ello explica hoy la importancia estratégica multidimensional de sus mares, estrechos y puertos{8}, y, por supuesto, de las islas y masas terrestres que circunda. No menos importante está demostrando ser «el Indico» y sus gigantescas posibilidades.{9}

El consumo de petróleo, fuente de energía por excelencia de la dinámica industria asiática, se ha incrementado en los últimos 20 años. Representa el 60% del total de las importaciones de la región y para el 2010, según estimados, la cifra se elevará al 75%. La continuada –y creciente– dependencia del crudo del Medio Oriente, supone una multiplicada congestión de la actividad marítima, no sólo del Pacífico, sino también de su enlace con el Golfo Pérsico: el Océano Indico. Paralelamente, el comercio de carbón (importación desde Asia) por estas rutas es el 50% del mundial, y el mineral de hierro, el 60%, aunque debe decirse que en el caso del carbón, si bien EUA y Canadá son los mayores exportadores hacia la región, Australia está deviniendo su principal proveedor. Otro tanto sucede con los granos y más recientemente, el comercio conocido como, «containers trade», en el cual la preeminencia regional ha sido notable, sólo excedida por el comercio transpacífico.

Conjuntamente con la dinámica comercial y la obligada utilización de la superficie oceánica para su realización, el Pacífico es una nada despreciable vía de conexión para las ya multiplicadas Zonas Económicas Especiales y los llamados Triángulos de Crecimiento Económico, al servir de enlace entre las fuentes fluviales y las instalaciones infraestructurales en tierra.

Este es el marco en el que se intenta imprimir mayor dinamismo a la ASEAN y al ARF. La reunión ministerial de la ASEAN +3 (China, Japón y ROK) celebrada en junio del 2003 en Phnom Penh, abrió puertas para nuevas sendas que permitan ampliar la solidaridad y la cooperación en el Este de Asia, al tiempo que Pequín ha continuado promoviendo el Área de Libre Comercio ASEAN-China (para el 2010 y el 2015 en relación con los antiguos y nuevos miembros respectivamente). La cooperación, tal cual se proyecta en la actualidad rebasa los cauces de la economía y el comercio para adentrarse en concertaciones políticas coherentes para el área en su conjunto.

Hoy se habla de poderes regionales que articulan el primado de sus economías con capacidades de liderazgo en las concertaciones propias de los mecanismos de integración que de hecho, han devenido globales. En este entorno, la capacidad militar en todas sus dimensiones posibles, es complemento vital de sus proyecciones nacionales a mediano y largo plazos.

Aunque por décadas no se registran conflictos «no negociables» entre los líderes regionales, la seguridad en Asia tiene una fuerte raigambre histórica de franco predominio de lo nacional, lo que matiza a esta área en la que toda alianza o concertación es por fuerza, contextual. Los principios del Pansha-sila esbozados desde la Conferencia de Relaciones Asiáticas (Nueva Delhi, 23 de marzo de 1947) y ratificados en la Conferencia Afroasiática de Bandung{10} (15-25 de abril de 1955) continúan siendo premisa cardinal.

Quizás como contrapartida, la segunda reunión anual de la Conferencia de Seguridad en Asia (30 mayo-1º junio 2003), auspiciada por el Instituto de Estudios Estratégicos (IISS) con base en Londres, promovió el llamado track II –también conocido como «Diálogo Shangai-La»– que sentó a la mesa a ministros y viceministros de Defensa de 14 países convino en la posibilidad de explorar nuevas rutas de concertación en las que subyace el ejercicio regulador de Occidente sobre el ARF. Fue en este marco que se explicitó el plan de reestructuración de defensa global de Washington por el Secretario P. Wolfowitz a la vez que el ministro de Defensa australiano Robert Hill enfatizaba la conveniencia de las coaliciones para enfrentar las raíces mismas de los males contemporáneos mediante el uso de la fuerza en su nueva versión «internacional».

El histórico celo asiático por la autodeterminación es «monitoreado» muy de cerca por la primera potencia que identifica y califica los peligros asiáticos como verdaderas amenazas a su seguridad nacional.

De acuerdo con la percepción estadounidense, Asia es por definición, un área en la que predomina la inseguridad y la incertidumbre; tal como la presenta Robert D. Blackwill, Embajador de EUA en Nueva Delhi{11}: «Asia es un área en la que la prosperidad económica es susceptible de inestabilidad aguda. Junto con al amplio arco de volatilidad que comprende desde el Medio Oriente y el Golfo Pérsico (considérese a Irak) hasta el Nordeste de Asia (considérese a Corea del Norte), la región contiene una difícil mezcla de actores regionales en ascenso y descenso, Estados prósperos y Estados inviables, status quo y naciones revisionistas, y gobiernos responsables y gobiernos villanos». Esta percepción se encuentra en las bases doctrinales de las políticas estratégicas de Occidente hacia el milenario continente.

Las palabras de Dennis Blair, Comandante en Jefe del Comando del Pacífico{12}, resultan elocuentes en cuanto al tipo de seguridad que se espera configurar en la región: «El reto fundamental de la seguridad en la región de Asia-Pacífico es lograr transformar la concepción de balance de poder propuesto por aquellos que abogan por una estructura global de poder multipolar por otra que persiga la formación de comunidades de seguridad en las que existan expectaciones dependientes de cambios pacíficos y en las que no prime el pensamiento del uso de la fuerza para la resolución de disputas».

La segunda postguerra del Golfo y China

Si bien es cierto que en el plano económico los impactos perversos del conflicto iraquí se pronostica que no tengan una mayor trascendencia, debido a las potencialidades, alternativas y capacidad de maniobra de China, en el plano geoestratégico es todo lo contrario. Desde este ángulo, las repercusiones se perciben más complejas y de mayor calado.

Primeramente, para la comprensión de tal situación, se debe comenzar por el análisis del despliegue del hegemonismo de los Estados Unidos después de finalizada la Guerra Fría{13}. Círculos de poder norteamericanos, principalmente militaristas, consideran necesaria la imposición de una política mundial de fuerza, con el objetivo de afianzar por un largo período –entre 15 o 25 años– su status de superpotencia y disfrutar, de esta manera, de un descanso estratégico, en que ninguna potencia pueda retar su poderío integral.

Después que los estrategas estadounidenses han considerado que ya está establecido el sistema de relaciones y los mecanismos necesarios que les garanticen tales propósitos en Europa, han ido asumiendo acciones en otras regiones, con la intención de ampliar y consolidar sus objetivos hegemónicos, bajo la invocación de su «seguridad nacional».

Con tales propósitos, los Estados Unidos han ejecutado las acciones bélicas en Kosovo, Afganistán e Irak. Específicamente, su intervención en Asia Central responde a la utilización de la región como un punto de interconexión entre Europa y Asia Oriental, el cual le posibilite articular las estrategias particulares de cada región. A esta región, lejos de la esfera tradicional de influencia estadounidense, la han considerado de vital importancia para sus intereses geoestratégicos desde hace mucho tiempo.

Ahora, de igual modo le resulta de gran importancia para sus pretensiones hegemónicas, reforzar su control en el Medio Oriente, zona que se extiende a través de Europa, Asia y África. Particularmente Irak, situada en el corazón de dicha región y en el centro del mundo islámico, es un punto geoestratégico al que le han dado gran importancia los Estados Unidos, ya que intentan convertirlo en su enclave a fin de cambiar la situación geopolítica de esta región.

Como resultado, los Estados Unidos han trasladado el centro de gravedad de su geoestrategia hacia la región Asia-Pacífico, por considerarla como inestable y de gran interés. En este sentido, hay que destacar la presencia de tres países socialistas, sobre todo, China que ha sido considerada por importantes grupos de poder, como una amenaza latente a sus aspiraciones hegemónicas, la cual puede convertirse en un desafío real desde el punto de vista económico, político y militar.

Para poder acometer tales tareas, los Estados Unidos han estado conscientes que necesitan organizar y dirigir las operaciones en alianza. Ya desde la década de los cincuenta, los Estados Unidos del Norte de América firmaron un conjunto de tratados de alianza militar bilateral con Japón, la República de Corea, Australia y Nueva Zelanda, que ha representado un cerco en forma de media luna para el continente asiático y, en especial, para China, con el objetivo de realizar su contención.

Actualmente, con la presencia norteamericana en Asia Central tras la guerra de Kosovo, el cerco se ha ido cerrando. Con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, a las tradicionales bases norteamericanas en Corea del Sur, Japón y Taiwán, se le han añadido nuevas en los cinco países de Asia Central, que a pesar de la declaración de que la estancia iba ser temporal, aún se mantienen sin ninguna señal de retirada.

Es decir, paralelo a los recientes acontecimientos militares se ha reajustado el sistema de alianza, que ha permitido que a los 100.000 soldados que ha mantenido alrededor de China, se le suma otra considerable cantidad de hombres con la más moderna tecnología militar.

Además, los Estados Unidos han ejecutado otras acciones que refuerzan su presencia en la región, como son: propuestas de incrementar sus tropas y armamentos en el área; maniobras conjunta, intercambios de informaciones militares y firma de acuerdos de cooperación tecnológica con los ejércitos locales; entrenamiento y apoyo logístico al personal loca; adquisición de derechos de uso de las bases aéreas por período de 25 años. Por todo ello, se evidencia que se proponen que las relaciones de seguridad con los países de Asia Central, la estén proyectando para el largo plazo.

Todas las anteriores acciones han estado respaldadas, además de por «motivaciones antiterroristas» y de «seguridad nacional», por un fuerte estímulo económico. Se ha revelado que EE UU paga 300 dólares por cada despegue y aterrizaje de sus aviones militares, 7.000 dólares por cada despegue y aterrizaje de sus aviones de transporte militar de 300 toneladas. De ahí que, desde el 16 de diciembre del 2002, hasta el primero de marzo de este año, este país pagó en total 1,3 millones de dólares en servicios de navegación y aeropuerto. Aún más, en 2002, el gobierno norteamericano ofreció ayuda por valor de 52 millones de dólares a Kazajstán{14}.

La intensidad, profundidad y el costo de las acciones acometidas por los Estados Unidos en la región, es un índice de la utilidad geoestratégica que le reporta. Su afianzamiento en esta zona, los pone en mejores condiciones para la consecución de objetivos estratégicos tan grandes como la contención de Rusia, China y el debilitamiento de la Organización de Cooperación de Shanghai, sin desestimar, los intereses relacionados con el control del flujo de recursos petrolíferos y gas natural del Asia Central y el Mar Caspio.

En otras palabras, la actual presencia de los Estados Unidos en la región, les permite asentar a sus tropas en posiciones amenazantes a lo largo de la extensa frontera china, ubicarse en mejores condiciones para afectar la seguridad energética china y penetrar sus mercados.

De tal manera, los Estados Unidos rompería la correlación estratégica de la región, que conduciría a una costosa carrera armamentista que socavaría la seguridad y paz de la zona. Tal hecho está muy lejano al clima de distensión que reclama China para su desarrollo económico y social.

Con la reciente presencia de tropas de los Estados Unidos en Irak, el hegemonismo norteamericano se despliega y consolida, permitiéndole desarrollar su sistema de alianza y consolidar su posición para sus propósitos de contención sobre China.

Las acciones militares norteamericanas han estado muy vinculadas al desarrollo de su unilateralismo. Desde Kosovo hasta Irak, esta tendencia de los Estados Unidos se ha acrecentado, al punto, de que su ataque a Irak ha sido un ejercicio de anulación de la ONU, hecho este, que afecta los propósitos multilareralistas que ha venido defendiendo China.

Las autoridades chinas declaran que para que el país pueda desplegar su papel en el escenario internacional, depende fuertemente de la ONU, donde el derecho de veto en el Consejo de Seguridad, es una de las principales manifestaciones del status de gran nación que ostenta el país. Es decir, si el papel de la ONU se debilita, la actuación de China se verá también reducida, pues la nación asiática se apoya mucho en la Carta de la ONU para subrayar su soberanía nacional.

Debilitar la autoridad y legitimidad de la ONU, representa un precedente embarazoso para China en la solución del conflicto de Taiwán, ya que atentaría contra las consideraciones estipuladas por la organización internacional con respecto al principal problemática del gigante asiático, del que dependen aspectos tan importantes, como su integridad territorial y nacional.

Otro costo de gran relevancia para China de la agresión norteamericana a Irak, es lo relacionado con la realización de los ataques preventivos bajo su concepción de seguridad nacional. La nueva dirección estadounidense ha renunciado a las políticas de contención y disuasión, para atribuirse el derecho de acometer ellos primero, ataques militares bajo sus criterios particulares, creando así una perfecta excusa para desencadenar operaciones bélicas en correspondencia con sus intereses geoestratégicos.

El caso Iraquí es un perfecto ejemplo de su «conducta militar proactiva de seguridad», que, de hecho, se convierte en un antecedente muy negativo para China, ya que ha existido la tendencia de proclamarla como su «competidor estratégico», más aún, con la existencia de un conflicto tan explosivo, como es el de Taiwán, en que está involucrada dicha superpotencia.

Por último, aunque tiene un bajo perfil la construcción del Sistema de Defensa Antimisil de Teatro (SDAT) asiático en la actualidad, el reforzamiento y extensión del sistema norteamericano de alianzas y la proclamación de ciertos Estados de la región como «al margen de la ley», contribuye a crear las condiciones propicias para su futuro montaje. En efecto, con el pretexto de proteger a los aliados norteamericanos localizados en la zona, se acometería el proyecto hegemónico militar estadounidense, que amenazaría directamente la seguridad de China, sobre todo, si tiene en cuenta el propósito de incluir a Taiwán dentro de él.

Balance de los retos:

El conflicto iraquí está causando impactos negativos en la evolución de la economía china, no obstante, el país cuenta con potencialidades que le posibilitan amortiguarlos y seguir optando por la consecución de las altas metas económicas y sociales propuestas para este año.

Las afectaciones geoestratégicas que se desprenden del despliegue y la consolidación norteamericana en la región Asia-Pacífico, son de mayor trascendencia para la seguridad y estabilidad de China.

Con las sucesivas acciones militares desplegada por los Estados Unidos en la región, China ha visto afectado el necesario ambiente de paz regional e internacional –sobre todo, en su entorno– para su desarrollo económico y social.

Debido a las interrogantes estratégicas a que se enfrenta China, esta nación está obligada a hacer uso del más refinado y efectivo arte estratégico. En tal empeño, tendrá que establecer una adecuada prioridad de sus objetivos esenciales, realizar acercamientos tácticos y establecer un adecuado balance entre la cooperación y la contención en su política exterior.

Fuentes de Consulta

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Cirincione, Joseph: «The New American Colonialism», San Francisco Chronicle, 23 febrero 2003.

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Notas

{1} La Administración Bush ha logrado expandir las relaciones militares con Taiwán, oportunidad que no se le dio a ninguna Administración desde la normalización de las relaciones bilaterales con la RP China. Ha logrado reforzar como nunca antes desde el fin de la Guerra Fría, las relaciones con Las Filipinas, y con Indonesia, se han logrado articulaciones que son inéditas desde la reanudación de relaciones en 1999.

{2} Cinco buques de la marina japonesa se sumaron a las llamadas fuerzas multinacionales que atacaron a Afganistán luego del 11 de Septiembre. Esta es la primera vez que Japón envía efectivos hacia el exterior desde la Segunda Guerra Mundial.

{3} Desde la independencia de ambos países surasiáticos, nunca EUA pudo llevar adelante relaciones equilibradas con éstos. El triángulo actual, a pesar de todas las dificultades, retos y peligros potenciales, es ciertamente inédito.

{4} Ver: Ninan Koshy, NATO's Transformation and Asia, en: Foreign Policy in Focus, 5 diciembre 2002.

{5} Debe recordarse que de acuerdo con la doctrina geoestratégica que se impone en la Administración Bush, la característica más sobresaliente del mundo de hoy es su vulnerabilidad intrínseca, razón suficiente para identificar el gran peligro, las llamadas amenazas asimétricas o terrorismo+armas de destrucción masiva.

{6} Cirincione, Joseph. The New American Colonialism (23 febrero 2003), San Francisco Chronicle.

{7} Según Los Angeles Times, pueden existir planes sobre la mesa para el traslado de las fuerzas navales desde Okinawa hacia Australia, así como alcanzar acuerdos que permitan la basificación de naves en aguas de Viet Nam y fuerzas terrestres en Las Filipinas, al tiempo que se menciona a Malasia como enclave de pequeñas bases militares. Todo ello, en consonancia con la esperada reducción de las fuerzas destinadas en Corea del Sur. En: Ralph A. Cossa, (Presidente del Pacific Forum, CSIS), Regional Overview, «Everything is Going to Move Everywhere... but not Just Yet!» Comparative Connections, Ed. Brad Glosserman y Vivian Brailey Fritschi, vol. 5, nº 2, 2003. (www.csis.org/pacfor/ccejournal.html)

{8} Los puertos más importantes del Pacífico son, hasta el presente: Bangkok, Hong Kong, Kao-hsiung, Los Angeles, Manila, Pusan, San Francisco, Seattle, Shanghai, Singapur, Sydney, Vladivostok, Wellington y Yokohama. La referencia portuaria es bien importante, si tenemos en cuenta que son enclaves económicos de primera importancia de Thailandia, China –incluyendo a Taiwan–, República de Corea, Las Filipinas, Singapur, Australia, Nueva Zelanda y Japón; es decir de ocho países de Asia Pacífico, de los cuales siete –excluyendo a Las Filipinas– son economías punteras enlazadas en ruta oceánica con diferentes ciudades portuarias de EUA y Rusia.

{9} El volumen de mercancías que se transporta en la región ha sobrepasado los 1,5 mil millones de toneladas, un tercio de todo el volumen mundial. Casi el 20% del comercio internacional transita por los mares pacíficos del Sudeste Asiático. Una línea de navegación de creciente importancia es la ruta que conecta a los estrechos de Malacca-Singapur-Hormuz. Por aquí atraviesan los buques supertanqueros con crudo del Medio Oriente, el mineral de hierro, carbón y otros, que alimentan las industrias de la ribera asiática del Pacífico. Esta es la ruta también de los numerosos productos de alto valor agregado que tienen a Europa como destino.

{10} La Conferencia Afroasiática celebrada en Bandung durante los días 15 al 25 de abril de 1955, fue caracterizada por los líderes asiáticos del momento como un evento de singular trascendencia para los pueblos de Asia y África. En aquella ocasión se destacaba que su objetivo primordial era la condena del colonialismo, del racismo, de la carrera armamentista y con la legítima exigencia de los pueblos a la autodeterminación.

{11} Presentación en la V Conferencia sobre Seguridad en Asia, Institute for Defense Analyses, New Delhi, India, 27 enero 2003.

{12} Conferencia Carnegie Internacional sobre No-Proliferación, 16 marzo 2003.

{13} Después de la Guerra Fría, el foco de su estrategia ha pasado de la lucha por la hegemonía al mantenimiento y consolidación de la misma.

{14} Dai Yan, «Tropas de EE.UU. se preparan para larga estancia en Asia Central».

 

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