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El Catoblepas, número 28, junio 2004
  El Catoblepasnúmero 28 • junio 2004 • página 16
Artículos

El materialismo y la Paz

Felipe Giménez Pérez

Comunicación presentada a los
VIII Encuentros de Filosofía en Gijón (julio 2003)

«La idea de la paz se ha convertido hoy en una idea obsesiva. Gobernantes responsables y simples ciudadanos, hombres de mala y de buena fe, pueblos vencedores y pueblos vencidos, todos tienen hoy ocupada la mejor parte de su actividad mental, por no decir ya de su actividad política, en la realización de ese concepto, la Paz, concepto tan ambiguo como apetecible, tan inasequible, según parece, como realmente buscado.»{1}

En los últimos tiempos ha tenido lugar en España un verdadero estallido de pacifismo. Podríamos decir que «ha estallado la paz». El materialismo filosófico tiene una posición sobre la paz y la guerra. Esta posición filosófico-política sin embargo no viene ex nihilo. Numerosos pensadores antiguos y modernos sostuvieron puntos de vista parecidos a los que hoy sostiene Gustavo Bueno. Las doctrinas de estos pensadores son la ineludible base del materialismo filosófico entendido como materialismo político. El materialismo filosófico no sostiene verdades inauditas, más bien sostiene la verdadera sabiduría filosófica política presente en la tradición política de Occidente. La tradición realista o realismo político es la base del materialismo filosófico político y de su posición sobre la guerra y la paz entre las naciones. Maquiavelo, Hobbes, Espinosa, Hegel, Clausewitz, Schmitt, Aron y Julien Freund principalmente son los autores en los que se encuentran ideas y posiciones muy razonables para poder pensar con inteligencia acerca de la paz.

La posición que se tenga en filosofía política sobre la guerra y la paz depende de cuál sea la concepción del Estado que se tenga así como acerca de las relaciones internacionales. Gustavo Bueno, en unos cuantos trabajos recientemente publicados en El Catoblepas{2} ha abordado el tema de la paz. Sin embargo queda la tarea pendiente de realizar la construcción de una doctrina completa sobre la guerra y la paz. Se trata de construir una polemología materialista.

Pretendemos exponer aquí con ayuda de la filología histórico-filosófica del pensamiento filosófico materialista anterior a Gustavo Bueno, así como de los materiales del propio Gustavo Bueno los perfiles de una filosofía materialista de la paz.

1. La paz es mentira

En primer lugar el conflicto es inevitable en toda sociedad humana ya sea ésta natural o política. Por lo demás, el conflicto entre Estados es inevitable puesto que como muy bien dice Gustavo Bueno, todo Estado implica una expropiación de la tierra con respecto a los demás. Todo Estado implica así la existencia de otros Estados que se oponen a él. La conflictividad es esencial a la existencia de la sociedad. Por lo demás, «la paz finalmente no es más que un estado excepcional en la sociedad.»{3} Los Estados se hallan en estado de naturaleza. Hobbes lo deja muy claro en el Leviatán, referencia obligada para todo materialista: «Aunque ni siquiera haya existido nunca tiempo alguno en que los individuos particulares se hayan encontrado en una situación de guerra unos con otros, queda el hecho de que, en todos los tiempos, los reyes y las personas dotadas de una autoridad soberana se han encontrado animados a causa de su independencia, por una emulación continua y se han encontrado también en el estado y en la situación de los gladiadores: sus armas están apuntando y sus ojos fijos, unos sobre otros; yo quiero hablar de sus fuertes, de sus guarniciones y de sus cañones apostados en las fronteras de sus reinos, y de sus espías vigilando constantemente a sus vecinos; lo que es una actitud bélica.»{4}

Igualmente Espinosa sostiene tesis parecida al respecto: «Cada una de las ciudades unidas por un tratado conserva el derecho de proveer a sus intereses y cada una, en su consecuencia, se esfuerza tanto como puede por liberarse del temor y recuperar su independencia, así como también por impedir que el otro no resulte más poderoso. Si, pues, una ciudad después de haber sido engañada, no es a la ley de la ciudad confederada, sino más bien a su propia estupidez a la que puede condenar, ya que ha entregado su salvación a otra ciudad independiente, para quien la salvación del Estado es la ley suprema».{5} Aquí «ciudad» significa sociedad política. Más adelante, con mayor crudeza aún declara: «si un soberano ha prometido hacer por otro cualquier cosa y que, luego, las circunstancias o la razón parecen mostrar que esto es perjudicial para la salvación común de los súbditos, está obligado a romper el compromiso que ha aceptado.»{6}

Siempre se ha distinguido entre el orden intraestatal y el orden interestatal. Los filósofos clásicos lo sabían y lo tenían en cuenta en sus consideraciones teóricas. Decía Locke a este respecto: «Los hombres, viviendo juntos de acuerdo con la razón, sin ningún superior común sobre la tierra que tenga autoridad para separarlos, he ahí auténticamente el estado de naturaleza. Pero la fuerza, o la intención deliberada de emplearla contra la persona del prójimo, allí donde no existe un superior común sobre la tierra al que pueda recurrirse para pedirle socorro, ese es el estado de guerra; y, aun contra un agresor, es la ausencia de semejante recurso la que le da al hombre el derecho de guerra, y ello aunque se encuentre en sociedad y se trate de un conciudadano.»{7}

La humanidad no existe, sólo existen bandas, grupos, partidos, Estados y mientras la humanidad siga sin existir, subsistirá una diferencia esencial entre la política interior y la política exterior. En el interior del Estado el poder político ostenta el monopolio legítimo de la violencia. En la escena internacional hay una pluralidad de centros de poder político.

Por lo demás, siendo verdad que la esencia de lo político es la distinción entre amigo y enemigo, resulta que la guerra constituye el acta de nacimiento de la civilización, de la sociedad política. La mejor prueba de esto es que en medio del pluriverso político de Estados, «todas las civilizaciones llamadas superiores han hecho una distinción entre los miembros de la tribu (o de la ciudad o del Estado) y en el extranjero, así como entre las distintas clases de extranjeros.»{8}

La guerra es la situación normal en la Historia. Es innegable la influencia de la guerra en el desarrollo de la civilización.

Los Estados siempre se han comportado de la misma manera. Siguen en la actualidad comportándose como se han comportado a lo largo de la Historia. Además, «Ningún sistema internacional ha sido jamás igualitario, ni puede serlo.»{9}

La guerra forma parte de la civilización, de la naturaleza humana. «La verdadera razón de la perpetuidad de las guerras en la humanidad se desprende de la esencia de lo político».{10}

Si la guerra es un fenómeno necesario en la Historia, carece entonces de todo sentido el intentar justificarla o censurarla. No hay guerras ni justas ni injustas. Hay guerra en el mundo igual que hay mal en el mundo.

Además, la paz no es en sí misma un valor superior en sí mismo. Son más importantes que la paz la libertad, la verdad, la dignidad.

2. La paz es la pausa entre dos guerras

Para que haya paz, es menester que antes haya tenido lugar una guerra. La paz no es absoluta, es relativa y provisional. Los antiguos pensaban que la paz era una tregua entre dos guerras y así ocurre en realidad. Como no puede haber una guerra perpetua, se imponen las pausas y las treguas, por eso la paz debe ser la pausa entre dos guerras. Añadamos de paso que la paz perpetua también es imposible y por ello, las guerras interrumpen los períodos de paz. Desde el momento en que ha quedado claro que la paz es mentira tomada como algo abstracto, absoluto y separado de lo empírico, queda claro también que la paz si la hay sólo puede ser como consecuencia de la finalización o de la suspensión de las hostilidades bélicas. Como hay guerra, guerras, la paz se sitúa necesariamente como pausa o tregua entre dos guerras. Del hecho de que hay guerras se deriva el hecho de que la paz está situada entre dos guerras. Carece de todo sentido una paz en un mundo carente de antagonismos. Esto significa que la paz, como la guerra implica la existencia de dos potencias hostiles.

3. La paz es parcial siempre

No hay «La PAZ» siempre hay una paz determinada, la pax romana, la pax sovietica, la pax americana, la pax hispánica. «Muchos autores han celebrado la pax romana. En realidad se trata de la hegemonía secular de una ciudad que ha impuesto su paz a los pueblos conquistados sin poner fin a la guerra en las fronteras del Imperio, mientras que en el interior son patentes la sucesión de interregnos, de sediciones, de guerras civiles, de conflictos en las provincias y de revueltas generales.»{11} Sólo podemos tomar partido por una de ellas. Cuando uno lucha por la paz, lucha por una paz particular y adopta el partido de uno de los contendientes. La guerra exige o la victoria o la derrota. Como bien dice Clausewitz, o bien tengo éxito en imponer mi voluntad al enemigo o bien es él el que me impone la suya. Por ello como decía Mac Arthur, no hay sustitutivo de la victoria. La paz exige la victoria de uno de los contendientes sobre el otro. Entonces, tal paz, será su paz. Sólo se puede llegar a la paz o mediante la victoria o mediante la derrota. Por eso el pacifista tiene que elegir a cuál de los contendientes apoya o perjudica. El pacifismo no tiene nada de inocente.

Además la paz y la guerra, ambas están más allá del bien y del mal, son éticamente indiferentes. La paz es un postulado legal ante todo. No hay una paz buena y una paz mala ni una guerra justa y una guerra injusta. Por eso el pacifista siempre opta en contra de una determinada guerra y en contra de un determinado beligerante y a favor de un tipo de paz determinado y a favor de un beligerante, lo quiera o no, lo sepa o no. Así pues, quien lucha por la paz sin precisar nunca qué paz es un estafador o un agente al servicio de uno de los contendientes en liza. Todos luchamos por la paz, por nuestra paz. Se trata de luchar necesariamente por una paz al servicio de nuestros intereses y necesidades. Según Freund el verdadero problema de la paz es que todo el mundo dice quererla a condición de que sea como él quiera. «La paz perpetua o la de los pacifistas es una paz normativa, puramente lógica, ajena a las realidades de la existencia concreta, a los antagonismos, a las contradicciones, a las tensiones y, en general a las données de la naturaleza humana.»{12}

Conviene por lo demás no hacerse muchas ilusiones sobre la paz que no repose sobre la fuerza de las armas, el miedo o ambas cosas a la vez. La paz existe por la amenaza de la guerra.

4. El pacifismo es un factor bélico importante

Como el pacifismo implica tomar partido entre los beligerantes automáticamente eso significa entrometerse en el conflicto bélico. Como decía justamente Julien Freund, el pacifismo, bajo la apariencia de alejar el espectro de la guerra, se hace abiertamente agente de la subversión de uno de los dos campos que están considerados como enemigos virtuales.{13} Pues las doctrinas pacifistas «no son más que la tapadera destinada a camuflar con una aparente nobleza de ideas los designios de una potencia política.»{14} Los pacifistas son traidores a uno de los bandos y aliados de otro de los bandos. Si la política es la dualidad de dos bandos, el amigo y el enemigo, el pacifista lo que hace es trabajar para el enemigo. Buscando la paz amenaza la tranquilidad pública, la eutaxia política del Estado.

Los pacifistas no quieren la violencia para obtener la victoria pero no reflexionan lo suficiente acerca de las relaciones existentes entre la revolución y la guerra. El pacifismo cuando se convierte en lo que Gustavo Bueno denomina como SPF, Síndrome Pacifista Fundamentalista pasa a ser una enfermedad política, una grave anomalía que amenaza la paz pública así como el correcto discernimiento de los intereses políticos de la comunidad.

«El no-violento, que rechaza incondicionalmente coger las armas, que se muestra indiferente a las consecuencias de su negativa, para él mismo y para su país, caso de que su ejemplo sea seguido, tiene quizá la conciencia en paz, pero sale del mundo político y debe reconocer la legitimidad de las sanciones que le son impuestas. La moral del ciudadano o del conductor de hombres no puede nunca ser otra cosa que una moral de la responsabilidad, aunque convicciones trascendentes al orden de lo útil alienten esta búsqueda de lo mejor y fijen sus objetivos.»{15}

Es más popular la paz que la guerra en la opinión pública y eso hace que cualquier demagogo progresista pueda utilizar la lucha por la paz como banderín de enganche útil para perseguir sus inconfesables fines, nada más que la conquista del poder político desgastando al gobierno con la demagogia sentimental y eticista.

Así pues, la paz es una forma de lucha. La firma del tratado de paz no anula al enemigo.

El pacifismo según Julien Freund es uno de los principales obstáculos para conseguir paces políticamente sanas. La falta de una teoría acerca de la guerra conduce al pacifismo a forjarse una idea impolítica de paz.

5. La paz y la guerra son conceptos conjugados

Los fines de la guerra son los fines de la paz. Ambos conceptos, guerra y paz se exigen mutuamente. Al pensar en la guerra se piensa en la paz y viceversa. La diferencia entre guerra y paz no es tan tajante. Más bien sucede que la paz se da a través de la guerra y a la inversa, la guerra se da a través de la paz. El embajador y el guerrero no son dos figuras tan lejanas ni tan discordantes. La paz necesita de la guerra para garantizarse y mantenerse y el pacifismo es también un arma polemológica. Las reivindicaciones de justicia son una de las principales fuentes de la guerra. Es un prejuicio de nuestra época el pensar a la guerra como algo externo a la paz. Ocurre al contrario, que la paz no es la antinomia de la guerra. Según los pacifistas, la guerra y la paz se excluyen mutuamente. Sin embargo, toda la experiencia histórica de la humanidad manifiesta que a las guerras les sucede la paz y a la paz le sucede la guerra.

Empíricamente la paz está unida al conflicto que se establece entre enemigos. El conocimiento de la paz está totalmente en el estudio de la guerra. Si quieres la paz, conoce la guerra.

La guerra, dice Clausewitz, no es un acto aislado. No es más que la continuación de la política por otros medios.

Decía Rafael García Serrano, «Parece como si nuestra paz descansase sobre nuestra fuerza, sobre la soberbia de nuestras armas».{16}

La paz descansa en el poder. El principio de la paz no es diferente del principio de la guerra.

Si ensayamos el enlace metamérico entre los dos conceptos, a saber, el concepto de guerra y el de paz no conseguiremos grandes resultados de interés en cuanto a la verdad de sus planteamientos.

1. La paz se reduce a la guerra, Heráclito. Todo es guerra. Desear la guerra sin embargo es de insensatos dice Herodoto.

2. La guerra se reduce a la paz. Es el pacifismo progresista, kantiano. Es la inmovilidad parmenídea. Una sociedad sin cambios, sin movimiento es algo que resulta de todo punto imposible. Ahí tenemos la utopía platónica entre otras.

3. La guerra y la paz, considerados como conceptos enterizos están yuxtapuestos el uno con el otro. Es imposible transitar del uno al otro. También los pacifistas, los místicos, la opinión pública, el vulgo, considera que una cosa es la guerra y otra la paz, son conceptos que no tienen nada que ver el uno con el otro, como sustancias separadas.

4. La conexión diamérica entre Guerra y Paz queda clara cuando se dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios o la política es la continuación de la guerra por otros medios. La paz es también un instrumento de la política al igual que la guerra. La paz es la pausa entre dos guerras. La guerra es la interrupción de la paz. La paz necesita de la guerra y la guerra necesita de la paz. Incluso durante las guerras hay momentos de descanso, de agotamiento. Además, el enemigo subsiste durante la paz. Durante la paz hay una tensión prebélica o diplomática. Aquí tenemos a Clausewitz, Julien Freund, Schmitt, Bueno, Raymond Aron, &c. La conexión diamérica entre guerra y paz es el camino emprendido por el materialismo.

La guerra y la paz son conceptos correlativos y no meros contrarios lógicos a decir de Julien Freund. Ambas son formas de lucha, de conflicto.

6. El realismo es la mejor forma de abordar las relaciones internacionales

Al igual que André Gide decía que con buenos sentimientos sólo se hace mala literatura, podemos decir que con buenos sentimientos no podemos entender la política internacional concebida como política de poder. Los deseos piadosos no sirven para nada. Ni amar ni odiar, sólo hace falta comprender lo que hay. Con buenos sentimientos pacifistas, progresistas sólo se hace mala política y no se entiende en absoluto nada de lo que pasa a nuestro alrededor. El realismo resulta ser así la posición materialista para entender la historia universal y las relaciones internacionales.

La política internacional es política de poder. «La política internacional ha sido reconocida, siempre y por todos, como lo que es: política de poder; salvo en nuestra época, por algunos juristas ebrios de conceptos, o por algunos idealistas que confundían sus sueños con la realidad. Pero nunca ha sido francamente aceptada como tal. Los juristas deploraban el tener que ignorar o legalizar la guerra y los moralistas se dedicaban a considerarla esencia de la conducta diplomático-estratégica, el hecho de que esta conducta, aun en tiempo de paz, haga referencia a la eventualidad de la guerra, es decir, de la coacción y de la violencia.»{17}

La disciplina teórica llamada «Relaciones Internacionales» tiene que estudiar los fenómenos de la guerra y de la paz entre las naciones o Estados. Todo depende de la perspectiva teórica que se adopte al pensar la esencia de las relaciones internacionales. Hay dos grandes escuelas principales. Una es la escuela idealista. Otra es la escuela realista

El idealismo cree en el progreso y que por tanto este progreso lo es hacia la paz. Criminaliza la guerra y bendice la paz como algo bendito y bondadoso y positivo para la Humanidad. Tiene una concepción bondadosa y positiva de la naturaleza humana. Adopta un planteamiento no determinista. Sostiene que hay colaboración más que lucha, intereses complementarios más que antagónicos. Buscan la racionalidad y la moralidad internacionales. La perspectiva idealista considera que la paz es un fin en sí mismo y que la guerra es algo maligno.

En cambio la visión realista, que corresponde con el materialismo, tiene otro enfoque opuesto. Tiene una visión estatista de las relaciones internacionales. Las relaciones internacionales son relaciones entre Estados. Tiene una concepción antropológica pesimista. Es determinista. Sostiene que no hay armonía, sino más bien competencia, lucha y antagonismo entre Estados. Finalmente las relaciones internacionales son entendidas como política de poder.

Hans Morgenthau sostiene que «la política internacional, como toda política, es una lucha por el poder. Cualesquiera que sean los objetivos últimos de la política internacional, el poder es siempre el objetivo inmediato».{18}

Desde esta perspectiva el derecho internacional carece de sentido. Su validez sólo depende de que los Estados lo acepten voluntariamente. La independencia de cada Estado se realiza por la guerra. El recurso a la fuerza forma parte de la conducta secular de los Estados. Todos los Estados tienen derecho a la guerra. La guerra no es un delito. La guerra no es evaluable jurídicamente. El derecho internacional es una construcción ética que se puede aceptar voluntariamente si se quiere pero que no tiene fuerza vinculante. Como bien afirma Raymond Aron «ninguna teoría del Derecho Internacional ha sido nunca satisfactoria, ni en sí misma ni en relación a la realidad.»{19}

Las relaciones internacionales desde la perspectiva realista o materialista trata de las relaciones entre unidades políticas, cada una de las cuales reivindica el derecho de hacerse justicia a sí misma y de ser la única dueña de la decisión de combatir o de no hacerlo.

Las mayores dificultades para conseguir la paz proceden de la incapacidad teórica para comprender la guerra o para comprender y entender al enemigo.

7. La dialéctica militar entre Estados es superior a la dialéctica entre clases

La Historia es la historia de las incesantes luchas y guerras entre las unidades políticas estatales. La lucha de clases es un factor causal menor en comparación con la lucha internacional. La guerra tiene mayor poder de transformación histórica que los problemas internos de los Estados. La Historia Universal más que lucha de clases es una lucha entre Estados. La guerra ha existido siempre y los conflictos bélicos entre Estados siempre han sido más potentes, numerosos e influyentes que los conflictos entre clases dentro de los Estados. De quien más puede temer un Estado es de otro Estado, más que de sus conflictos internos. El marxismo sobreestimó las posibilidades de subversión interna y menospreció el papel de las guerras en la Historia Universal.

Los partidos socialistas primero y luego los comunistas plantearon la lucha contra la guerra. Según el marxismo, las guerras, en cuanto vinculadas con las relaciones de producción y de clase propias del sistema capitalista, desaparecerán con la realización universal de la sociedad comunista sin clases. Hasta que llegue ese momento la guerra sigue siendo un fenómeno natural e inevitable de acuerdo con las leyes inexorables del destino histórico. El marxismo sostiene que la lucha de clases interna en cada Estado tiene más importancia histórica y política que la lucha armada entre Estados. Por ello el marxismo es una filosofía de la guerra en el sentido de que postula la guerra civil entre clases en el interior de un Estado, aunque también afirma que la lucha entre Estados distrae al proletariado internacional de su misión histórica. Es un pacifismo internacional y un belicismo intranacional. Quiere convertir la guerra entre naciones en una guerra social y civil entre clases. Sin embargo, la Guerra Fría (1945-1991) y la historia de la URSS (1917-1991) demostraron que el marxismo era una filosofía de la guerra, aunque bajo la máscara de la paz y de la lucha por la paz, por lo que se demuestra la íntima ligazón existente entre la guerra y la paz. La lucha por la paz era la lucha por la victoria por otros medios. En política internacional un Estado marxista opera en sus relaciones internacionales de forma muy parecida a como opera un Estado burgués en lo que se refiere a sus intereses nacionales geoestratégicos. El interés nacional imperialista de la URSS estaba por encima de los intereses figurados y presuntos del proletariado internacional al que por cierto no se le ve por ninguna parte. Los marxistas de principios del siglo XX eran internacionalistas y pretendían oponerse al imperialismo capitalista. Se propuso una huelga general revolucionaria antimilitarista y antiimperialista contra la movilización general antes de 1914 en previsión de que estallara la Primera Guerra Mundial, cosa que finalmente ocurrió. Sin embargo, los hechos demostraron que tales planteamientos ideológicos eran mera retórica. En tiempos de guerra todo el mundo se vuelve nacionalista y patriótico. Así fracasó la socialdemocracia en 1914. Moviliza más el interés nacional que la Idea del Proletariado Mundial como Clase Universal.

8. El destino de las naciones se decide en los campos de batalla

Por ello die Weltgeschichte ist das Weltgericht. El tribunal de la historia es el verdadero tribunal de justicia entre las naciones. Aquí decide la fuerza de las naciones en su enfrentamiento. Como dice Julien Freund, la guerra es un juicio por medio de la fuerza. Lo que cuenta es el resultado. La victoria concede la impunidad al vencedor. Por ello, en las guerras los Estados se juegan mucho, su supervivencia como tales Estados incluso. En las guerras los Estados afirman su independencia y en las guerras se manifiestan los imperios con sus debilidades o sus grandezas. La configuración territorial de los Estados debe mucho a las guerras y por tanto a las batallas. Si el Estado es quien tiene el legítimo monopolio de la violencia, si lo político descansa sobre la fuerza, lógicamente, la guerra es el momento en el que se juega el destino de los Estados y de las naciones.

9. La paz es un asunto político

Paz y Guerra se refieren a los Estados. No hay guerra entre hombres, entre individuos. Tampoco hay paz entre hombres. «La guerra no es asunto de los militares y la paz de los sabios, sino que la guerra y la paz son ambas asuntos de la política».{20} Los pacifistas y los progresistas enfocan el problema de la guerra y de la paz desde la perspectiva de la ética, no de la moral o de la política. Esto es un craso error y por eso no se enteran de nada. No son buenos ciudadanos, no son buenos patriotas. Por eso la guerra no es irracional como dicen los que adoptan esta errónea perspectiva de la ética para analizarla o condenarla. Ya Clausewitz nos dijo que la guerra no es un acto ciego, sino un acto dominado por un diseño político. La guerra está al servicio de la eutaxia política del Estado. La guerra está al servicio de la política. Por lo demás, la política es el medio material en el que la guerra se desarrolla. Julien Freund consideró por su parte la guerra como el conflicto político por excelencia. La guerra es la forma radical de la enemistad política.

El fin del militar es la victoria pero el político quiere construir la paz que garantice la seguridad y la concordia. Por eso la paz a cualquier precio es algo políticamente nefasto.

Como lo político es el enfrentamiento entre el amigo y el enemigo, la guerra es un asunto claramente político: «Todo antagonismo u oposición religiosa, moral, económica, étnica o de cualquier clase se transforma en oposición política en cuanto gana la fuerza suficiente como para agrupar de un modo efectivo a los mismos hombres en amigos y enemigos.»{21} Esta concepción de lo político se manifiesta claramente en la guerra. En esta guerra la hostilidad es máxima, la polarización y la distinción entre los enemigos es máxima. Por eso la guerra es claramente un asunto político. Esta concepción de lo político de Carl Schmitt procede del español Baltasar Álamos de Barrientos.

No hay que confundir al enemigo público con el enemigo personal. El enemigo privado nos quiere mal, siente hacia nosotros odio y resentimiento, mientras que el enemigo público en general no está animado por malos sentimientos, pues la mayor parte de las veces no le conocemos personalmente. El odio en la guerra no existe a decir de Hegel y de Julien Freund. La guerra es un asunto de profesionales y del ejército. La enemistad en las fuerzas armadas es algo indeterminado. La paz se hace con el enemigo. Los pacifistas al no reconocer al enemigo combaten a quienes no comparten su punto de vista. Por ello el pacifismo es una formidable arma psicológica en la guerra o una formidable arma de la demagogia política contra el Gobierno. El pacifismo es muchas veces un peón en la estrategia de los enemigos del Estado. La paz se convierte así en un factor de beligerancia, en un factor polemológico como hemos afirmado más arriba. Ser pacifista no es lo mismo que ser pacífico.

Como bien dice Aron, «las relaciones internacionales son relaciones sociales que exigen el recurso posible y legítimo a la fuerza.»{22} El empleo de la fuerza en sí mismo no es inmoral. La política está más allá del bien y del mal y por tanto también la paz y la guerra lo están.

Es un error evaluar la guerra desde la ética y por tanto justificar la guerra desde el punto de vista de la guerra justa cuando no el condenar toda la guerra en nombre de la ética. La ética es superada por la moral y por la política cuando se trata de analizar las relaciones internacionales y por lo tanto la guerra. No se pueden aplicar principios éticos a problemas políticos entre Estados.

Conviene considerar a la guerra como algo racional. Hay que tratar como dice Hegel, de investigar la porción de racionalidad que hay en la guerra.

La guerra es el momento en el que el ciudadano se sacrifica por su Estado. Por eso el pacifismo es una traición. El desertor merece la muerte porque comete un crimen de lesa patria. La guerra es la situación en la que se toma en serio la vanidad de los bienes terrenales.

Los Estados están en estado de naturaleza en la guerra y en el escenario internacional. La guerra no es la supresión de las relaciones entre Estados, sino una situación especial de las mismas. En estas relaciones internacionales se detecta una estructura oligopolística.

Si un político se dedica exclusivamente a operar de acuerdo con las leyes de la ética, será muy ético y de muy buen corazón pero dejará de comportarse como un político. No servirá a la eutaxia política. Si el hombre de Estado no se porta de acuerdo con la razón de Estado, entonces es un incompetente, un traidor, falta a los deberes de su cargo. Es que ocurre que no hay que pensar que si uno no quiere enemistad, entonces no tendrá enemigos. Como bien afirmaba justamente Julien Freund, si el enemigo te elige como enemigo, entonces no te queda más remedio que hacerte cargo de tal enemistad. No se puede actuar como si el enemigo no existiera. «La política sin enemigo es una representación interesada que prescinde de algunos de los elementos esenciales de toda política, incluso de aquellos que son constitutivos desde la óptica de la finalidad espcífica de la política.»{23} De ahí viene la debilidad del pacifismo, consistente en creer que si uno no quiere tener enemigos, no los tendrá y la enemistad en virtud de su subjetividad se evaporará.

La guerra, como la paz es un asunto político porque la guerra es un acto político cuyos objetivos militares o estratégicos están subordinados a los objetivos políticos.

Por lo demás, la paz es un asunto político también. Los clásicos decían que el objetivo político supremo es la paz. Julien Freund sostiene en cambio que el fin de la política no es la paz, sino la seguridad exterior y la eutaxia política.

La guerra puede ser una catástrofe para el Estado, pero la paz puede igualmente llegar a ser el final de un Estado. No se puede querer la paz a cualquier precio porque los fines de la política son antológicamente superiores. Un hombre de Estado inteligente debe preferir una buena guerra a una mala paz. La guerra es una de las empresas más trascendentales de la acción política. El político no le debe hacer ascos a la guerra si ello fuera necesario para perseguir el bien común o la eutaxia política. Salus populi suprema lex est.

Hay que tener en cuenta siempre para una mejor inteligencia de la relación entre guerra, paz y política, que las normas éticas sólo son posibles si la sociedad existe, si las normas morales o del grupo y la praxis política es correcta en aras de mantener la eutaxia política. El pacifista sólo puede existir si existen el guerrero, el político y el diplomático.

10. Sobre la definición de guerra y paz

A la hora de estudiar la disciplina de las relaciones internacionales es conveniente partir del hecho de la guerra. «porque la conducta estratégico-diplomática se refiere a la posibilidad del conflicto armado, ya que éste constituye, por decirlo así, el desenlace de las operaciones «a crédito».{24}

Como dice Raymond Aron, «La paz se nos aparece, hasta el momento, como la suspensión, más o menos duradera de las modalidades violentas de la rivalidad entre unidades políticas. La paz depende de la fuerza de los diversos Estados. Raymond Aron distinguía según las relaciones de fuerza entre los Estados tres tipos de paz: 1. Paz de equilibrio, 2. Paz de hegemonía, 3. Paz de Imperio.

En la Paz de equilibrio las fuerzas de las unidades políticas se encuentran en equilibrio.

En la Paz de hegemonía las fuerzas de las unidades políticas estatales están dominadas por las de una de entre ellas.

En la Paz de Imperio las fuerzas de las diversas unidades políticas estatales se ven sobrepasadas por las de una de ellas, hasta el punto de que todas las unidades, salvo una, pierden su autonomía y tienden a desaparecer como centros de decisiones políticas. El Imperio se reserva finalmente el monopolio de la fuerza física y la paz imperial se convierte en paz civil.

Según afirma Raymond Aron, a estos tipos de paz convencionales cabe añadir debido al progreso de las armas nucleares de destrucción masiva nuevos tipos de paz aparecidos desde 1945. La paz por el terror es una típica paz aparecida a causa de la guerra fría (1945-1991). Es la paz que reina o reinaría entre unidades políticas si cada una de ellas tiene la capacidad de ocasionarle a otra daños mortales. Se llama también la capacidad de destrucción mutua asegurada.

La paz por el terror podría considerarse como una paz por impotencia. También podríamos añadir la paz por satisfacción.

La guerra es un acto de violencia destinado a obligar al adversario a hacer nuestra voluntad.

La guerra en cuanto acto político supone una pluralidad de voluntades enfrentadas, esto es, de sociedades políticas. La política presupone la distinción entre amigo y enemigo. El soberano debe saber distinguir entre el amigo y el enemigo. El mundo político es un pluriverso político. En esta lucha incesante cada Estado quiere vencer al otro. La guerra es así la violencia y esta violencia es el medio para conseguir el fin, que es imponer nuestra voluntad al enemigo.

La guerra no tiene sentido si hay suicidio de los beligerantes. Esto es algo obvio para cualquiera. La guerra implica la derrota y la victoria de uno de los beligerantes. El enemigo debe sobrevivir a la guerra, esto es necesario para concluir un tratado de paz

Julien Freund sostiene tres corolarios en torno a la guerra y la paz y la política: 1. La guerra está subordinada a la política. Es el político quien designa al enemigo, 2. La guerra es la posibilidad límite de la política, la última ratio, 3. La política y la guerra dependen de la voluntad de los contendientes.

La guerra resulta ser el medio extremo para resolver antagonismos que han alcanzado un cierto grado de intensidad. La guerra no puede someterse al derecho, Inter arma silent leges.

El elemento fundamental de la guerra es el aumento del poder, la voluntad de poder, el deseo de modificar una relación de fuerzas concreta, un determinado equilibrio de poder.

Como dice Julien Freund, la guerra es un conflicto de naturaleza específica que se caracteriza por la utilización de armas para darse muerte.

Según Carl von Clausewitz la guerra entendida como guerra absoluta se traduce siempre en una guerra real condicionada o delimitada por tres sucesos decisivos: 1. La guerra nunca es una acción totalmente aislada, 2. La guerra no puede decidirse en una acción única, 3. Ninguna guerra tiene resultados irreversibles.

Con todos estos elementos teóricos aquí expuestos consideramos que se debe elaborar una doctrina materialista de la guerra y de la paz. Esto no es más que un humilde esbozo que someto a la consideración del público.

Notas

{1} Álvaro D'Ors, De la guerra y de la paz, Rialp, Madrid 1954, pág. 23.

{2} Gustavo Bueno, «Las manifestaciones 'Por la paz', 'No a la guerra'», El Catoblepas, nº 13, marzo 2003, página 2; «El manifiesto de la alianza de intelectuales y en no a la guerra de los premios Goya», El Catoblepas, nº 12, página 2. «SPF, Síndrome de Pacifismo Fundamentalista», El Catoblepas, nº 14, página 2.

{3} Julien Freund, Sociología del conflicto, Ediciones Ejército, Madrid 1995, pág. 44.

{4} Hobbes, Leviatán, capítulo XIII.

{5} Espinosa, Tratado político, capítulo III, parágrafo 14.

{6} Espinosa, op. cit., capítulo III, parágrafo 17.

{7} John Locke, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, capítulo III, parágrafo 19.

{8} Raymond Aron, Paz y guerra entre las naciones, Alianza Editorial, Madrid 1985, vol. I, pág. 148.

{9} Raymond Aron, Paz y guerra entre las naciones, vol. II, pág. 759.

{10} Julien Freund, «La esencia de lo político», L'essence du politique, Sirey, 1990, 3ª reimp., pág. 610.

{11} Julien Freund, Sociología del conflicto, op. cit., pág. 290.

{12} Julien Freund, L'essence du politique, op. cit., pág. 631.

{13} Julien Freund, Sociología del conflicto, Ediciones Ejército, Madrid 1995, pág. 14.

{14} Julien Freund, op. cit., pág. 147.

{15} Raymond Aron, Paz y guerra entre las naciones, vol. II, pág. 753.

{16} El Pino volador, Editora Nacional, Madrid 1964, pág. 158.

{17} Raymond Aron, Paz y Guerra entre las Naciones, vol. II, pág. 835.

{18} Hans Morgenthau, Politics among Nations, pág. 29, citado por Tomás Mestre Vives, La política internacional como política de poder, Editorial Labor, Barcelona 1979, pág. 160.

{19} Raymond Aron, op. cit., vol. II, pág. 854.

{20} Julien Freund, op. cit., pág. 292.

{21} Carl Schmitt, El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid 1991, pág. 67.

{22} Raymond Aron, op. cit., vol. II, pág. 689.

{23} Jerónimo Molina, Julien Freund, lo político y la política, Ed. Sequitur, Madrid 2000, pág. 155.

{24} Raymond Aron, op. cit., vol. I, pág. 197.

 

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