Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 29 • julio 2004 • página 4
Si sale adelante la operación de compra del Abbey Bank por el Grupo Santander, si se consolida, las finanzas españolas habrán entrado en una nueva dimensión, en el capitalismo de verdad
La crisis bancaria española, que corrió paralela a la transición política, se cerró en los primeros años ochenta al tiempo que se iniciaba una nueva fase de maniobras sobre maniobras, en buena medida alentadas, dirigidas y protegidas desde instancias políticas. Esa fase culminará con la compra del banco británico Abbey National recién anunciada por el Banco Santander.
En los últimos veinte años se habían producido otros muchos cambios en el sistema financiero español. Pero este es el más importante y significativo.
Dicho de otra forma, esta adquisición supone un cambio cualitativo. La banca española ingresa en una nueva era. ¿Cual es?
Sencillamente se trata de su efectiva internacionalización: tanto entran los españoles en Inglaterra como, seguramente, los británicos en España.
Vayamos por partes.
Superada la crisis de los setenta, la banca inició un proceso de cambio marcado por el Gobierno socialista, de carácter cuasi absoluto.
Algunos aun consideran que tenía más poder la banca que el Gobierno, pero no era así ni muchísimo menos. Cualquier banquero, por poderoso que fuese, temblaba delante del Gobernador del Banco de España.
Y templaba porque a los tres meses de llegar Felipe González a la Moncloa expropió Rumasa sin pestañear. Una ilegalidad, un golpe de efecto, una terrible prueba de poder. Desde entonces los banqueros sólo hicieron lo que les ordenaban desde instancias políticas.
La reorganización bancaria pensada desde un Gobierno socialista se orientó, como no podía ser de otra forma, hacia el nacional capitalismo. Proteccionista. Intervencionista. Dirigista. O, mejor dicho, hacia el nacional capitalismo con sensibilidad social y que nadie se ría.
El Gobierno alentó agrupamientos de bancos. Pero sobre todo intentó echar a la vieja clase capitalista y renovarla con gente afín.
La batalla fundamental se lanzó desde los bancos vascos sobre Banesto, el mayor y más tradicional banco español. Eran los tiempos en que ni se podía pronunciar la palabra España. La banca vasca asaltaba a la banca castellana. O eso parecía.
Fracasaron. Mario Conde, un desconocido en el gremio, con oscuros apoyos en Italia, se hizo con el poder en Banesto y frustró unas operaciones de fusión que de todos modos se acabaron realizando mediante otros emparejamientos.
El modelo bancario seguía siendo el mismo salvo la ligera concentración experimentada. La verdadera novedad la intentó aportar después el propio Mario Conde al pretender meter en Banesto a la legendaria firma norteamericana J. P. Morgan. Una jugada que suponía la ruptura del cartel financiero español, del capitalismo nacional, socialista o no, que a esas alturas ya era lo de menos.
No pudo. No le dejaron. Le ocurrió lo mismo que a Ruiz Mateos diez años antes. Las autoridades competentes asaltaron Banesto y lo recondujeron, dejándolo finalmente en manos del Santander. El cartel seguía a salvo.
La jugada fue tan fuerte que el grupo victorioso fue rápidamente a más y acabó absorbiendo a los fusionados Central-Hispano. De los siete grandes bancos de inicios de los años ochenta cuatro estaban fusionados bajo la batuta del Santander. Otros dos, los vascos, se habían unido por su cuenta en el Bilbao-Vizcaya al que sumaron el privatizado Argentaria. Muy descolgado quedó el Popular al que se ha acercado recientemente el Sabadell que ha comprado dos bancos asturianos, el Herrero y el Asturias, y el Atlántico que en su día había sido la joya de Rumasa.
A su vez el Santander reforzaba su sólida alianza con el Royal Bank of Scotland, un verdadero gigante, el segundo banco europeo.
Los dos grandes españoles se expandieron en esos años por Iberoamérica con una fuerza extraordinaria. La internacionalización era un hecho pero solo en unos espacios que en buena medida parecen prolongación de España y donde los riesgos son tan grandes que apenas nadie quiere competir.
El panorama estaba maduro para una revolución. El primer paso lo dio el Barclays al comprar el Zaragozano.
El golpe espectacular lo acaba de dar el Santander al hacer una oferta en firme al Abbey National.
El nacional capitalismo estaba herido de muerte desde hace mucho tiempo pero ahora acaba de recibir el acta de defunción.
Botín hace lo que había pretendido Conde pero desde una posición de fuerza, no de subordinación. Desaparece el cartel bancario español pero no por asalto desde fuera sino por asalto desde aquí hacia una entidad de fuera.
La apuesta es tan fuerte que Botín quizá se enfrente ahora a resistencias tan formidables como las que recibió en su día Conde.
Resistencias desde la banca española.
Resistencias desde el Gobierno socialista.
Resistencias desde la banca y los gobiernos europeos. Especialmente desde Francia y Alemania.
Si sale adelante la operación, si se consolida, las finanzas españolas habrán entrado en una nueva dimensión, en el capitalismo de verdad.