Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 29, julio 2004
  El Catoblepasnúmero 29 • julio 2004 • página 22
cine

Zelig y la primitiva Aldea Global

Eloy Parra Boyero

Identidad y sentido en la sociedad tecnificada actual, tomando
como fuente de inspiración la película Zelig de Woody Allen

Zelig Woody Allen

Formación de la identidad

Ante tanto relativismo es preciso mirar hacia atrás en busca de un punto de apoyo, quizá volver al «cogito, ergo sum» cartesiano, que todos somos capaces de sentir. El constructivismo social nos dice que somos seres socialmente construidos, que pensamos con un lenguaje que nos condiciona la visión de la realidad y la forma de argumentar, que nuestras identidades no son nuestras, sino que en su mayor parte son construcciones sociales. Así es, pero quiero establecer también desde el principio que existe un núcleo de la individualidad indiscutible, el asociado a nuestra corporeidad, y a nuestra conciencia, o mejor dicho a nuestra autoconciencia.

Se trata de un núcleo sin el que es imposible construir una persona. Pero que, en efecto, resulta nimio en relación con todo lo que una persona es en un determinado momento.

Nuestra capacidad de agencia y nuestra acción en el tiempo nos permite concebir nuestra propia identidad. Nos vemos con un pasado, con una trayectoria de logros y errores, y con una proyección hacia el futuro, tenemos una narración de nosotros mismos. «Soy profesor», o «soy madre de 2 niñas», son frases que usamos para definirnos. Porque nosotros somos en gran medida lo que hacemos.

Pero en la concepción de nuestra identidad interviene de forma notoria el entorno, la llamada «mirada del otro». Por ejemplo, una A como calificación en la UOC hace que la concepción que uno tiene de sí mismo mejore, y un despido del trabajo que empeore.

Por otra parte, tenemos una identidad social externa: la idea que los otros tienen de nosotros como personas. En ella influyen nuestros actos y nuestras representaciones.

La concepción de nuestra propia identidad, y la identidad social se construyen afectándose de forma recíproca en nuestras relaciones sociales, y muy especialmente mediante la adscripción a grupos. La integración en un grupo supone la interiorización de los valores, actitudes y normas del mismo, lo cual nos conforma como miembros del grupo tanto individualmente como socialmente.

Zelig Woody Allen

Todas estas ideas, a su vez se ven afectadas por la propia noción de identidad. La modernidad concebía la identidad de forma monolítica, e invariable, ligada al concepto de carácter, pero en la posmodernidad la identidad es algo variable en el tiempo para una misma persona, construido en gran medida de forma social y, lamentablemente, corroída también por una sociedad en la que el cambio es permanente.

Leonard Zelig tenía autoconciencia, pero había perdido casi por completo la percepción de su propia identidad a causa de la adopción de los roles de las personas con las que se relacionaba en cada momento. «La mirada del otro» había tomado un papel tan prominente que anulaba los otros componentes de la personalidad: la narración de sí mismo, su role-playing, su pertenencia a grupos, e incluso, como muy bien nos muestra Wody Allen, su propio soma.

Solo bajo los efectos de la hipnosis, la doctora Eudora Fletcher encontró un rescoldo de identidad propia y una explicación de sí mismo, de su actitud camaleónica: necesitaba ser querido, protegerse, ser igual que los demás para gustar, o al menos para que no le hicieran daño. Esta es una actitud humana que todos compartimos. El pasado año incluso hemos visto a personas con un ego robusto, como José María Aznar, empezar a hablar con acento mejicano en su conversación con Bush, y ni siquiera porque Bush tuviese ese acento, sino tan sólo porque lo tenía el intérprete que les servía de puente lingüístico. Lo que Leonard nos explicó en la sesión de hipnosis es que necesitaba pertenecer al grupo con el que se encontrara en cada momento. Son muchos los millones de años que el hombre ha vivido y evolucionado como miembro de clanes o bandas cazadoras recolectoras, como para no tener bien arraigada la necesidad de adscripción a grupo.

La película nos muestra muchos más ejemplos de comportamientos grupales, que pueden no llamar la atención por lo cotidianos que resultan. El consumo masificado de todo tipo de productos alusivos al camaleón humano, el ridículo y divertido baile del camaleón del que todos disfrutaban, o la adhesión al régimen nazi en la etapa de preguerra de principios del siglo pasado, son algunos ejemplos de ellos.

Tipologías de identidades

Siguiendo el esquema planteado en la película, podemos hacer un análisis de las identidades en función de las dos dimensiones básicas de la dinámica social, la acción (individual-grupal) y la estructura (simple-compleja).

Tipologías de identidades

En este espacio bidimensional aparecen ecosistemas en los que predominan distintas especies de identidades, añadidas a la caracterización que nos muestra Woody Allen en su excelente película:

  1. La identidad camaleón.
  2. La identidad mota de polvo, o pulga.
  3. La identidad hormiga.
  4. La identidad caimán.

Las identidades camaleón y caimán corresponden a un predominio de la actividad individual, mientras que las personalidades hormiga, y pulga, corresponden a entornos de acción grupal.

El camaleonismo no es un fenómeno raro, todo lo contrario, casi podríamos decir que es una de las esencias del ser humano. Una estrategia de integración social, y por consiguiente de protección y supervivencia. Además es una de las identidades emergentes en la sociedad del cambio.

La identidad camaleónica lleva implícita una voluntad de simulación, de integración, de simpatía con el entorno y empatía formal con los otros. Es la típica del peloteo interno en la empresa para ascender o del peloteo fuera de ella para conseguir aceptación. El camaleón establece lazos cínicos con su entorno social, y más concretamente con su entorno laboral, pues la empresa es un sistema que le proporciona empleo, pero a la vez es vista también como potencial desempleadora. La insolidaridad dentro de la empresa es una característica que se deriva de lo anterior. Se busca encajar y hacerse imprescindible por encima de todo y de todos. La ética es también simulada y empleada como una cobertura para la aceptación social.

Pero la identidad de Leonard tenía tan poco calado, que ni siquiera llegaba a sentirse camaleón, a definirse como tal: cuando Eudora lo acorrala solo acierta a balbucear sobre sí mismo: «yo no soy nadie, no soy nada». Porque en efecto, aunque sus formas son las de la personalidad camaleónica, su esencia tiene un mejor encaje en la personalidad mota de polvo, también designada como personalidad pulga por su tamaño.

La personalidad pulga aparece en la sociedad posfordista y bajo la influencia de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. La complejidad de los desarrollos tecnológicos nos hacen sentirnos pequeños, nos muestran a las claras las limitaciones de nuestro conocimiento y capacidad individual de comprensión. Incluso los profesionales de la informática y las comunicaciones se sienten incapaces, de forma individual, de conocer o gestionar las tecnologías de la información. Son analfabetos en todo menos en informática, pero además, también analfabetos en informática. Es imposible seguir los desarrollos que se producen, un simple ordenador es el resultado de miles de años hombre de trabajo para la creación del sistema operativo, del microprocesador, o de cualquier otro componente hardware o software. Este fenómeno se repite con la medicina, y con casi todas las ramas del saber.

La televisión nos muestra realidades diferentes y así abre nuestro campo de visión y de comprensión del mundo. Pero su funcionamiento mercantilista acaba mostrando solo determinadas versiones del mundo, y abusando de forma palmaria de la presentación de la realidad como mera actividad consumista. Utiliza en la publicidad las técnicas más eficientes de manipulación de voluntades. Es decir, uno se asoma para ver el mundo, y el mundo que ve es sólo el que los poderes económicos y políticos desean mostrar. En Zelig, los editores de periódicos se jactan de no tener que inventar nada para vender periódicos, les basta plasmar la realidad, aseveran con jocosidad. Si era difícil aprehender la realidad tecnificada, ahora ya resulta imposible. Y si alguien todavía tenía interés por su estudio, aquí está de nuevo la industria del ocio para fagocitar su tiempo y su dinero.

De esta manera existe un amplio campo para la existencia de personalidades pulga, construidas de forma artificial a partir de pequeños corpúsculos. Hemos encuadrado esta personalidad precisamente en un campo social caracterizado por una pequeña estructura social y en el que la decisión está cedida al grupo, pues en este entorno precisamente se manifiesta la personalidad mota de polvo o pulga con mayor intensidad. Pertenecen a la misma grandes masas acríticas, con baja o nula cultura, consumidores de TV, por ejemplo aquellos que sienten como parte importante de su ser, el ser de un equipo de fútbol. O en un extremo grotesco y lamentable, los miembros del club de fans de «Tamara». Por cierto, Allen olvidó crear el club de fans de Zelig.

Al hombre pulga, vapuleado por la inestabilidad del cambio, y por la manipulación de su realidad, solo le dejan la libertad de consumir, claro está, dentro de lo que le hayan marcado previamente, Coca Cola ó Pepsi, pero no el líquido elemento.

En el film Zelig nos hace una descripción de su niñez en un entorno de pulgas: «yo pegaba a mi hermana, mi madre me pegaban a mi y a mi hermana, (...) los vecinos pegaban a mi familia.» Esta es la descripción de lo más significativo de su infancia, es decir escasa integración grupal y nula capacidad de gestión no violenta de conflictos. La publicidad y los movimientos de masas y de opinión que se muestran en la película son también el resultado de la amplia implantación de personalidades creadas y manipuladas en serie. La falta de criterio y de sentido individual en combinación con la manipulación de masas, quedan también retratadas de forma sarcástica cuando se muestra la opinión de un ciudadano sobre que Zelig era un ejemplo a seguir, o cuando se le presenta sucesivamente como símbolo del conformismo, del capitalismo, de la esperanza en la mejora, y finalmente como símbolo del valor.

Vimos que Zelig no llegaba a ser un auténtico camaleón, pero como pertenece a cualquier grupo de personas con las que se relaciona, y su agencia queda anulada en la del grupo, ni pertenece a ningún grupo ni tiene agencia, por lo que este hombre, con realmente poca personalidad, tampoco tiene la personalidad pulga.

En la parábola del camaleón, este no pertenece a la rama, a la estructura, simplemente se camufla en ella para sobrevivir y alimentarse. Esta es la diferencia esencial en relación con la personalidad hormiga. En la película se dice explícitamente que Zelig abraza el nacionalsocialismo buscando el anonimato, y en efecto, la personalidad hormiga se caracteriza esencialmente por la cesión de gran parte de su autonomía a una estructura grupal jerárquica y compleja.

El cambio institucionalizado, paradójicamente puede provocar estructuras simbióticas entre personas individuales y personas jurídicas (estructuras empresariales concebidas como metaorganismos que también persiguen su pervivencia). El fin y el sentido de esta simbiosis es la supervivencia en medio del cambio intenso y extenso. Se produciría, en determinadas situaciones de alta estructura y decisión grupal, una identificación de la persona con el grupo, y recíprocamente una protección especial desde el grupo hacia sus miembros, sin la cual no se comprendería la primera. Se trata por ejemplo de la alineación personal con los intereses del capital que se produce cuando los empleados son remunerados con importantes participaciones en el capital empresarial, como ocurre en la consultora Andersen Consulting, o con los directivos de muchas compañías como Telefónica. Otro ejemplo, lamentablemente en auge, es el del terrorismo islámico suicida. El suicida en concreto no mantiene su vida, pero sí es una muestra de la adhesión e identificación grupal previa y de la existente entre los que no se han inmolado. Finalmente, el ejemplo que nos muestra la película es el del régimen nazi, en el que Zelig había llegado en poco menos de un año a situarse en plena cúpula, gracias sin duda a su perfecta adopción del rol de un miembro fiel de dicho movimiento. Era la perfecta hormiga en las filas del nazismo.

Pero nuevamente nos falla la adscripción de Zelig en este ecosistema de personalidades, pues le faltaba la fidelidad acrítica con la empresa, y como nos muestra Woody Allen, bastó la presencia de Eudora, para que empezara a hacer de antihormiga y se delatara.

Sorprendentemente solo nos queda el grupo del caimán, el grupo donde puede florecer la personalidad individual, el último grupo en el que a priori habríamos encuadrado a Zelig. El caimán vive solo, y si es preciso se alimenta de sus propios congéneres, pero va consiguiendo fortaleza y acaba siendo una potente máquina de matar y sobrevivir. Éste es el caldo de cultivo en el que podría surgir el superhombre de Nietzsche, pero mirando más a nuestra sociedad es el caldo de cultivo del neoindividualismo posmodernista, implica la adquisición de una sólida base económica, equivalente a la fortaleza física del caimán, para la supervivencia ante el cambio. Zelig, en los períodos de lucidez, se nos muestra como un hombre feliz, autónomo, con ideas propias, con deseos, con seguridad, con éxito y puede finalmente ser adscrito a este grupo cuando está en su juicio.

Sentido

No parece fácil asociar la vida de depredador insensible de un caimán con la felicidad a la que aspira el ser humano. Wody Allen, combina en esta película la comedia con el análisis de la realidad social y de las motivaciones individuales. De ahí que también podamos encontrar múltiples referencias al sentido que las personas encuentran para guiar su quehacer.

Si queremos tomar también en este apartado un punto de apoyo inicial, el cógito ergo sum ahora puede ser la afirmación del antropólogo Marvin Harris que nos describe al ser humano como de un animal que busca, como no puede ser de otra forma, su supervivencia y su reproducción. Y digo que no puede ser de otra forma, porque de no tener como prioridad existencial la supervivencia, nos habríamos extinguido antes siquiera de aparecer como raza, y lo mismo habría ocurrido de no perseguir la procreación.

La primera referencia al sentido de la vida en la película aparece cuando Zelig nos narra la anécdota de que un día entró en una sinagoga y le preguntó al rabino por el sentido de la vida. Éste le respondió en hebreo, y como él no sabía hebreo no pudo conocer la respuesta a tan trascendental cuestión. Como solución, el rabino le propuso darle clases por 600$ al mes. ¿Es esto un chiste o es el sentido de la vida? Marvin diría que lo segundo, pues en efecto, lo que perseguía el rabino era su fortaleza económica para asegurar su mejor supervivencia, la búsqueda de dinero en la que todos estamos necesariamente implicados.

En otra ocasión, Zelig nos dice que cuando su padre murió, le dijo que la vida era una pesadilla sin sentido, y le recomendó que se dedicara a coleccionar algo como cáscaras de naranja. Nuevamente podemos preguntarnos ¿bromea Allen? Y nuevamente podemos afirmar que no. La mente racional e instrumental que tiene el ser humano, como herramienta funcional para la supervivencia es la que nos impulsa a querer encontrar un sentido también a nuestra propia existencia. Pero esto todavía no justifica la respuesta del padre de Leonard, necesitamos implicar también el innato deseo de supervivencia, la autoconciencia de nuestra mortalidad, y finalmente la inmemorial promesa de las religiones sobre el «más allá». Ahora sí podemos imaginar el razonamiento del padre de Zelig: se me había prometido la inmortalidad que saciaba plenamente mis deseos intrínsecos de supervivencia, pero la crisis de religiosidad existente me desvela con nitidez la falacia de la vida eterna, de forma que me he quedado sin nada, sin sentido, esto es una pesadilla, una pesadilla sin sentido. El fallo de este argumento es un fallo de perspectiva, un fallo de magnitud en las unidades a comparar. En respuesta a nuestros deseos de trascendencia, teníamos al alcance de la mano algo tan grande como la salvación eterna en el cielo, y nos hemos quedado con algo tan pequeño a su lado como vivir tan solo unos años. Unos años frente a la eternidad es una nimiedad, un sin sentido.

Zelig Woody Allen Pero Allen simultáneamente nos propone coleccionar cáscaras de naranjas. Y ante esta posibilidad, lo que antes era una vida nimia se engrandece de forma majestuosa. Casi podríamos decir que la vida aparece ahora plena de posibilidades interesantes, enriquecedoras y motivadoras si las comparamos con coleccionar cáscaras de naranjas. Y Allen en Zelig nos resalta una de ellas, «quiero acostarme con usted» le dice a Eudora en cuanto ésta le quita el complejo de camaleón bajo la hipnosis. Solo ese deseo colma de sentido su vida, coincidiendo además con la doctrina de Marvin Harris de la que partíamos. Al final de la película se nos dice que Zelig había disfrutado de la vida. Ese es el sentido de la vida, y también vivirla con sus sinsabores, ejecutar el programa de supervivencia y procreación que es nuestra esencia. Este programa viene acompañado de infinidad de recompensas para que se ejecute correctamente. La felicidad que produce la compañía, el amor, el sexo, la comida, el sol, una ducha, y así hasta la última cosa que favorece nuestra pervivencia como personas y como especie. Precisamente los sentimientos que acompañan el enamoramiento que favorece la procreación, juegan un papel muy importante en la trama de la película: Eudora cura a Leonard gracias a sus sentimientos por él, y a su vez él abandona el estatus de dirigente nazi por sus sentimientos hacia ella. Como afirma la voz en off, Zelig cambió el amor de muchos por el amor de una mujer.

Al final de su vida Zelig se lamenta sólo de no poder saber cómo acaba Moby Dick, pues todavía latía en él la curiosidad intelectual, una de las herramientas de las que disponemos al servicio de la vida.

Cultura y estructura

Acabamos de describir el sentido de nuestras vidas como el sentido de la vida de un animal. Y esta afirmación acarrea una serie de implicaciones sociales y estructurales en el desarrollo de la especie sobre el planeta, en especial en estos tiempos en los que el planeta empieza a quedarse chico, a ser una aldea global.

El éxito del animal humano en la colonización del planeta ha sido rotundo, pero nos encontramos como consecuencia de ello ante una nueva era, en la que los recursos naturales empezarán a ser escasos debido a la esquilmación de los mismos y a la superpoblación. Como ya no se habla de civilización sino de aldea, y dado lo irracional de la actuación del «homo sapiens» sobre la tierra, creo que la mejor designación para la nueva era es la de Primitivismo Global.

En el siguiente cuadro mostramos esta era en comparación con las precedentes:

ModernidadPosmodernismoPrimitivismo Global
Predominio de la razón
«homo sapiens»
Identidad estable
Progreso humano
Desarrollo individual y social
Relativismo
«homo dubitativus»
Corrosión del carácter
Desorden en la naturaleza
Manipulación mediática
Irracionalidad
«homo fromicus»
Identidad en la estructura
Recursos insuficientes
Explotación humana

En la visión cosmocéntrica del hombre, la naturaleza es grande y nosotros nos ubicamos en el orden que reina en la misma. La posterior visión antropocéntrica dice que lo grande es el hombre, y que éste es la medida de todas las cosas. Nos encaminamos finalmente a una visión economicocéntrica, en la que la naturaleza, recreada socialmente, y el propio hombre se verán pequeños. Se abre la lucha por los recursos ya escasos de la mano de la irracionalidad instrumental, y la lucha por la supervivencia y el poder, sin escrúpulos, por encima incluso de la ciencia, del hombre y de la naturaleza. Lo mejor que podemos decir en estos momentos del ser humano como especie es que tiene una gran inteligencia depredadora de los recursos naturales.

Aportemos algunos argumentos que avalen estas afirmaciones repasando las diversas identidades de las que antes hablábamos.

En el ámbito del hombre hormiga, la estructura es el hormiguero, un ser vivo que se mantiene y consume energía. Un ser vivo que sobrevive a los individuos que lo constituyen, y a quienes defiende con ahínco, pero solo en beneficio de su propia supervivencia. Esta superestructura fagocita la inteligencia depredadora y de supervivencia de sus miembros, convirtiéndose a su vez en un depredador más apto en un mundo cambiante. Su inteligencia adaptativa le permitirá cambiar de fuente de alimentación cuando haya agotado los recursos de los que anteriormente se nutría. La falta de oxígeno, por ejemplo, no sería una catástrofe, sino una bendición y una oportunidad para la Coca Cola del futuro, que en lugar de vender enlatado algo innecesario, pasaría a vender enlatado a nivel mundial algo vital.

Los hombre hormiga establecidos en los ámbitos empresariales, políticos, y religiosos, buscan su perpetuación en el poder económico, la permanencia de la macroestructura económico-política. Pero la escasez de recursos de la primitiva aldea global, impone a la estructura económico-política una realidad más cruda, una estructura en la que los pilares son la ecología en peligro del planeta y el género humano amenazado. Si a la ya existente explotación del hombre por el hombre se le suma una crisis de recursos, queda claro que lo que importa no va a ser el ser humano («los derechos del hombre»), sino dónde está un ser humano en concreto: dentro del hormiguero con comida, o fuera, como la cigarra del cuento.

En este escenario, el hombre camaleón tiene la oportunidad de pasar al ecosistema de hombre hormiga, pero el hombre pulga y el individualista, el caimán, poco pueden hacer. El individualismo será útil en la medida en que se utilice para cambiar a un ecosistema más favorable, por ejemplo para liderar un hormiguero. Pero las grandes masas de hombres pulga serán pasto de la escasez, anulados aún más si cabe, por los medios de manipulación de masas que ostentan el poder. La soberanía no va a emanar del contrato social individuo-sociedad, y de la «voluntad general» que así se forma, sino de la manipulación de las voluntades de individuos con flacas identidades y escasa cultura, como en parte ya ocurre. Y de la explotación posterior de dichos aldeanos y de sus recursos.

Las soluciones pueden surgir en la charca de los caimanes, que ostentan el papel de minorías capaces de provocar el cambio: el nuevo contrato social habrá de hacerse entre estructuras, y consistirá en la renuncia al uso de parte de su poder de depredación en aras de mantener a largo plazo la viabilidad de la vida. Los actuales hombres-hormiga no son capaces de ver esto aún, porque aún prima en ellos su propio instinto de supervivencia y poder, y su entrega acrítica a la empresa, por encima del instinto de pervivencia del hormiguero, y porque el hormiguero no ha desarrollado suficiente capacidad de visión de futuro. Al hormiguero le falta identidad.

Zelig Woody Allen

Así fueron los años 20, nos dice el documental, en alusión a que las estructuras sociales y sus intrincados modos de funcionamiento se imponen a las voluntades individuales.

 

El Catoblepas
© 2004 nodulo.org