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El Catoblepas, número 33, noviembre 2004
  El Catoblepasnúmero 33 • noviembre 2004 • página 16
Información & comunicación

El análisis transaccional
(propiamente dicho), de Eric Berne

Felicísimo Valbuena de la Fuente

El Análisis Transaccional de Eric Berne
desde el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno

Eric Berne utilizó, por sinécdoque, el sintagma Análisis Transaccional para designar a todo su sistema: Análisis Estructural, Transaccional, de Juegos y de Guiones.

En mis dos últimos artículos, me ocupaba del Análisis Estructural, que pragmáticamente apunta a que una persona pueda controlar sus conflictos internos y las situaciones de tensión. Lo importante es que el Adulto se dé cuenta de qué Estado tiene el poder ejecutivo en cada momento, que someta a prueba la realidad y se imponga a las contaminaciones y exclusiones.

«Una forma fácil de hacerlo es escuchar lo que ocurre en la cabeza de cada uno, y entonces se oye conversar a los tres Estados del Ego. Si todos se detuvieran a escuchar sus propias cabezas, todos se convertirían en gente magnífica, y en el acto se resolverían muchos problemas del mundo» (Berne 1982:222.)

El segundo estrato del sistema de Eric Berne es el Análisis Transaccional propiamente dicho, cuyo fin es el control social, es decir, que el Adulto retenga el poder ejecutivo para no manipular destructivamente a otras personas y no dejarse manipular por otras que pudieran privarle de opciones para razonar e intuir.

Voy a exponer en qué consiste el Análisis Transaccional propiamente dicho y a ilustrar algunas de sus instancias con ejemplos tomados de películas y de alguna obra literaria, como en artículos anteriores. Mi propósito decidido de ilustrar es porque las exigencias de la Teoría del Cierre Categorial y del Materialismo Filosófico, de Gustavo Bueno, garantizan una consistencia que no he encontrado en otras filosofías.

1. La transacción como unidad de las relaciones sociales

«Cuando se enfrentan dos personas, hay seis Estados del Ego implicados, tres en cada persona. Como los Estados del Ego son tan diferentes unos de otros como lo son las personas reales, es importante saber qué Estado del Ego está activo en cada persona cuando sucede algo entre ellas.» (Berne 2002: 31-32.)

Berne llama transacción a la unidad de las relaciones sociales.

«Si una o dos personas se encuentran en un grupo social, tarde o temprano alguna de ellas hablará o dará alguna señal de reconocimiento de las otras. Esto se llama estímulo transaccional. Entonces, otra persona dirá o hará algo que está de algún modo relacionado con este estímulo, y eso se llama respuesta transaccional. Basta un sencillo análisis de la transacción para diagnosticar qué Estado del Ego cumplió con el estímulo y cuál ejecutó la respuesta» (Berne 1988: 37.)

En el último discurso que pronunció antes de su muerte, con un título irónico y con una exposición también humorística, Berne explicó por qué había preferido el término «transacción».

«La expresión "Interacción Interpersonal" es, para mí, normalmente la marca del tonto. Precisamente lo que me pasa con esta expresión es que no me pasa nada con ella, y que son más significativas todas las opuestas: la interacción impersonal, la superacción o la infracción interpersonal. En la actualidad la expresión es una especie de frase-comadreja, pues significa: "Si uso un gran conjunto de grandes palabras no tendré realmente que saber lo que pasa de verdad, y además sonará muy bien". Por supuesto, mi interés está en proponer la palabra «transacción». «Transacción» significa: «Al menos ya he dado un paso adelante. Sé que cuando la gente habla intercambian algo entre sí, y que por eso hablan unos con los otros.» (Berne 2002: 278.)

El Análisis Transaccional como método estriba en:

Más en concreto, hay que dar los siguientes pasos:

  1. Averiguar quién –Padre, Adulto, Niño– está dirigiendo el estímulo transaccional.
  2. Concretar qué Estado del Ego –Padre, Adulto, Niño– está activado en la respuesta transaccional.
  3. Visualizar en diagramas, mediante vectores, la dirección del estímulo y de la respuesta..
  4. Denominar el carácter de las transacciones.
  5. Hallar el significado esencial e intemporal de las transacciones.

Aplicando el sistema de Gustavo Bueno, podemos decir que, para 11 y 21, tendremos en cuenta las claves no verbales y las expresiones verbales: la materialidad primogenérica. Al fin y al cabo, lo que conocemos positivamente es el lenguaje que las personas emplean y las expresiones no verbales concomitantes. Con tales datos podemos empezar a trabajar en 31. El paso 41 reflejará la materialidad segundogenérica, el carácter subjetivo de las transacciones. El paso 51 identificará la realidad terciogenérica de las transacciones.

En el siguiente diagrama podemos apreciar la representación gráfica que Eric Berne ideó para mostrar los nueve vectores posibles que pueden darse entre los Estados del Ego de dos personas.

Valbuena / Eric Berne

Cuando los vectores son paralelos, las transacciones son complementarias y son de nueve tipos: PP, PA, PN; AP, AA, AN; NP, NA, NN). Examinando atentamente estas transacciones, nos damos cuenta de que las podemos agrupar: a) entre iguales psicológicos: PP, AA y NN; b) entre desiguales psicológicos: PA, PN, AP, AN, NP, NA.

Según Berne, la regla de estas transacciones es que, cuando los vectores son paralelos, la comunicación puede durar indefinidamente.

Si los vectores, además de paralelos, son horizontales, entonces las transacciones son simétricas, transitivas y reflexivas. En ellas, cada parte presenta el mismo Estado del Ego, de modo que las personas establecen un contrato recíproco bilateral. La igualdad no es una igualdad social u ocupacional, sino comunicativa y transaccional.

Cuando los vectores son oblicuos, las transacciones son asimétricas, intransitivas y no-reflexivas.

Volveré sobre este diagrama general en el apartado 6)

2. Ejemplos de transacciones simétricas:

2.1. Transacciones complementarias Padre Crítico-Padre Crítico:

Berne afirma que este tipo de interacciones PC-PC tiene carácter de Charla Crítica y es propio de las Comisiones oficiales y no oficiales para intercambiar indignaciones basadas en prejuicios, no en hechos.

«Por ejemplo, cualquier miembro de este tipo Paternal de Sociedades Represivas que dé una opinión imparcial Adulta sobre el asunto probablemente tenga que oír diversos calificativos desagradables. Y el Niño travieso todavía pone más nerviosos a los miembros de la comisión que el Adulto imparcial. Así, los prohibicionistas de distintas creencias se incomodan si alguien intenta probar mediante la investigación Adulta que aquello que ellos prohíben no es después de todo tan perjudicial, y quizá pongan obstáculos a tal investigación. Pero si alguien trata de demostrar eso mismo en forma Infantil traviesa, emprenden una acción más drástica para impedirlo (tal vez lo encarcelen). Los autores cómicos entienden bien este principio; saben que los chistes inquietan a los entremetidos Paternales aún más que los hechos.» (Berne, Sexo, 97-98.)

Valbuena / Eric Berne

2.1.1. Comisión para condenar, en Doce hombres sin piedad (1957)

El Jurado se retira a deliberar sobre la inocencia o culpabilidad del acusado. En la primera votación, once creen que es culpable. Inmediatamente, se forma una cadena de intervenciones que cercan al Jurado nº 8.

«10.– (AGRIO) Siempre lo mismo, siempre tiene que haber uno que da la lata.
7.– ¿Y ahora qué hacemos?
8.– Creo que tendremos que hablar.
10.– ¿Hablar? ¿Hablar otra vez?
3.– (AL 8) ¿Cree sinceramente que es inocente?
8.– No lo sé.
3.– (SONRIENDO) ¿Entonces? Veamos. Usted ha estado sentado con nosotros en la sala, ha oído usted las mismas cosas que nosotros. Sabe muy bien que este chico es un asesino.
10.– Y muy peligroso.
8.– Sólo tiene diecinueve años.
10.– ¿Y qué? Era lo bastante hombre para apuñalar a su padre. ¡Ocho centímetros de acero en pleno pecho!
6.– (AL 8) No hay la menor duda, Yo me convencí enseguida, desde el primer día.
3.– Yo también. (AL 8) Se cae por su peso. Lo han provocado de trece maneras distintas. ¿Quiere que se las recuerde?
8.– No.
10.– Entonces, ¿qué quiere?
8.– Nada. Hablar con ustedes.
7.– ¿Hablar de qué? Hay once hombres que están de acuerdo. ¿De qué vamos a hablar?
10.– (AL 8) Una pregunta. ¿Cree usted la historia del chico?
8.– Puede ser.
10.– ¿Cómo que puede ser?
8.– No sé todavía si lo creo.
7.– Pero ha votado usted «inocente».
8.– Había once que le creían culpable. No me ha parecido bien levantar la mano porque sí, y enviar a ese chico a la muerte, sin hablar antes unas palabras.
7.– ¿Quién ha dicho que hayamos votado porque sí?
8.– Nadie.
7.– Entonces, ¿ha sido sólo... porque hemos votado de prisa? Yo creo que el chico es culpable. Y aunque hablemos durante un año, no cambiaré de opinión.»

2.2. Transacciones complementarias Adulto-Adulto

Son típicas de los colaboradores, que más que mirarse a los ojos, trabajan sobre un material que comparten. Pueden estar viéndose y trabajando juntos durante años y, sin embargo, no ser amigos. Hablan sobre el material y a través del material. En general, tienen carácter de resolución de problemas.

Valbuena / Eric Berne

2.2.1. Policías y forenses colaboran, en Al rojo vivo (1949)

Ya me he referido a esta película en el artículo sobre los Estados del Ego. El fragmento que ahora presento sucede después de entregarse Cody Jarrett como autor de un robo que no cometió, precisamente para ocultar el que sí ha organizado y protagonizado. La Policía ha encontrado en el refugio de montaña el cadáver de uno de los secuaces de Cody, que resultó con la cara abrasada por el vapor de la locomotora.

En el depósito de cadáveres.
AGENTE.– Dos cazadores le encontraron congelado en las montañas. Empezamos a sospechar: forastero, agujero de bala en el techo de la cabaña. Y, sobre todo, el estado de su cara. (Dígaselo, doctor!
DOCTOR.– A pesar de la quemadura del tercer grado, no se han chamuscado las cejas ni el cabello. Eso significa agua hirviendo o vapor.
AGENTE.– Así que pensamos en una locomotora de vapor.
EVANS.– Uh-uh. Buen presentimiento. (Déme sus ropas! Toma sus huellas dactilares y una mascarilla de su cara!
AGENTE.– Aquí tiene, señor Evans. Nada en los bolsillos salvo este paquete de cigarrillos.
....
En la oficina del Departamento del Tesoro (Los Ángeles)
AGENTE DEL FBI.– Esto te animará, Phil. Una espectografía de la tierra del túnel y una espectografía de depósitos de polvo tomado de la ropa del muerto. No cabe ninguna duda, son idénticas. Todo coincide. Y coloca a nuestro amigo del depósito justo en la escena del crimen.
EVANS.– Vamos por buen camino... (Toma un cable del teletipo). De Washington: «No tenemos antecedentes ni huellas del muerto.» Esto sí que no lo esperaba. Estamos en un callejón sin salida. «Pero huellas en el paquete de cigarrillos. Pertenecen a Giovani Cotton Valeti, conocido miembro de la banda de Jarret.»

Las transacciones Adulto-Adulto también pueden ser de respeto. Las personas ya no se comunican a través de del material, sino cara a cara. Dos personas se respetan cuando son predicen mutuamente cuál va a ser su comportamiento y saben que una va a estar disponible para la otra. La madre que acude a atender al lactante siempre que éste la necesita, inicia la relación de confianza que el niño va a tener en la vida. Si la madre está distraída con otros asuntos y no presta la atención que el niño espera, la confianza será menos sólida.

Como ya he explicado en el artículo anterior, el Adulto en el Niño o Pequeño Profesor es intuitivo y sagaz. Es el que se da cuenta de si puede fiarse de una persona o no. Si decide que sí, entonces anima al Adulto en cuanto tal a que entable una relación de respeto con la otra persona. El gran atractivo del respeto es que las personas se comprometen y no buscan excusas para cumplir sus compromisos.

Berne considera que el respeto es una transacción simple indirecta, es decir, aquella en la que cada parte presenta un solo Estado del Ego, pero esa presentación va precedida de un diálogo interior en el cual interviene otro Estado del Ego.

2.2.2. El respeto, en Matar un ruiseñor (1962)

Durante los años treinta, en el Sur profundo de Estados Unidos, el negro Tom Robinson es acusado de haber violado a la joven blanca Mayella Ewell. Dada la segregación racial, comprometerse a defender a un negro podía traer consecuencias muy desagradables para quien aceptase ese papel. Sin embargo, el juez Taylor necesita que alguien defienda a Tom Robinson. Podemos deducir que, antes de ir a ver a su casa por la noche al abogado Atticus Finch ha repasado mentalmente los nombres de varias personas y, si se ha decidido por Atticus, es porque confía en él y porque sabe que puede comprometerse.

JUEZ.– Buenas noches, Atticus.
ATTICUS.– Buenas, señor Juez... Hace calor, ¿verdad?
JUEZ.– Sí, ya lo creo.
ATTICUS.– ¿Cómo está su esposa?
JUEZ.– Mucho mejor, gracias... Eh, ¿te has enterado de lo de Tom Robinson?
ATTICUS.– Si, señor.
JUEZ.– Mañana se le formularán los cargos ante el Jurado... Yo, estaba pensando en nombrarte defensor de oficio, aunque ya sé que ahora estás muy ocupado con los asuntos de tu bufete y que tus chicos te llevan gran parte de tu tiempo. (Se calla y espera la respuesta de Atticus).
ATTICUS.– Cierto... Aceptaré el caso.
JUEZ.– Ya te mandaré aviso de a qué hora se celebrará la sesión... Bueno, hasta mañana, Atticus.
ATTICUS.– Buenas noches.

2.2.3. La falta de respeto, en La ráfaga del libro, de G. K. Chesterton

Cuando alguien no activa al Adulto en su Niño, a su Pequeño Profesor, se encuentra con que no conoce a los demás. Gilbert Keith Chesterton escribió La ráfaga del libro, uno de los cuarenta y nueve que protagonizó el Padre Brown. Cuenta la inocentada que un secretario gasta a su jefe. Se vale de un disfraz y se inventa cinco muertes de otros tantos personajes. También emplea un libro que parece contener un enigma pero que realmente no contiene escrito alguno. El Padre Brown encuentra la razón de todos estos hechos en que el jefe nunca se había fijado bastante en él.

El profesor lo miró fijamente y le habló recalcando cada palabra como si se lo dijera a un niño.
–Mi querido Padre Brown, cinco hombres han desaparecido.
–Mi querido profesor Openshaw: ningún hombre ha desaparecido.
El Padre Brown lo miró con la misma fijeza y le habló con la misma distinción. No obstante, el profesor requirió que le repitiera las palabras y le fueran repetidas distintamente.
–Digo que ningún hombre ha desaparecido,
–Me imagino que la cosa más difícil es convencer a alguien de que 0 más 0 más 0 es igual a 0. Los hombres creen en las cosas más extrañas si se dan así en serie: por esto Macbeth creyó las tres palabras de las tres brujas, aunque la primera era algo que supo por sí mismo y la última algo que sólo él podía contar de sí mismo. Pero en su caso el término medio es el más flojo de todos.
– ¿Qué quiere usted decir?
–Usted no vio desaparecer a nadie. No vio desaparecer al hombre del barco ni tampoco al desaparecido de la tienda. Todo se apoya en la palabra de míster Pringle, a quien no quiero discutir por ahora. Pero usted va a admitirme esto: usted no hubiera aceptado su palabra si no la hubiese visto confirmada por la desaparición del empleado. Como Macbeth no hubiera creído nunca que sería el rey si no se lo hubiera confirmado la predicción de que sería señor de Cawdor.
–Esto puede ser verdad- dijo el profesor moviendo lentamente la cabeza-. Pero cuando fue confirmado, supo que era verdad. Dice que no vi nada por mi mismo. Pero algo vi; vi a mi propio empleado desaparecer. Berridge desapareció.
–Berridge no desapareció- dijo el Padre Brown-, sino todo lo contrario.
–¿Qué diablos quiere dar a entender con «sino todo lo contrario»?
–Quiero decir –dijo el Padre Brown– que nunca desapareció. Apareció.
Openshaw miró con insistencia a su amigo, pero su mirada se había alterado. Como pasaba siempre que se encontraba con una nueva complicación del problema.
El sacerdote prosiguió:
–Apareció en su estudio, disfrazado con una greñuda barba roja y abotonado hasta el cuello con una burda capa y anunciándose como el reverendo Luke Pringle. Usted no se había fijado nunca bastante en él para poder reconocerlo, ni aun estando tan burda y apresuradamente disfrazado...
–Pero, ¿por qué me jugaría esa insensata broma? –preguntó Openshaw.
–Porque... porque no le había mirado en su vida contestó el Padre Brown, y agitó su mano ligeramente, como si trazara ondas con ella. Después la cerró, como si fuera a golpear la mesa, si él hubiese sido dado a hacer esto–. Le llamaba la máquina de calcular porque era en eso en lo que le empleó siempre. No supo descubrir en él lo que cualquier extraño, pasando por su despacho y en cinco minutos de charla hubiera descubierto: Que tenía un carácter, que era tan gran bromista, con toda clase de puntos de vista acerca de usted, de sus teorías y de su reputación en poner en *evidencia+ a las gentes. Puede comprender su excitación probando que no podía hacerlo con su propio empleado». (Chesterton, 1957: 51-52.)

2.3. Transacciones complementarias Niño-Niño

Tienen varios significados: Juego, Intimidad, Amor. Para Berne, el la intimidad es una transacción compuesta; es decir, requiere más de dos Estados del Ego para sustentarla. Estas transacciones son las más durables de la vida humana. Las transacciones familiares tienen que ser compuestas para sobrevivir.

Valbuena / Eric Berne

2.3.1. Juego, intimidad y amor, en Quien conquista es la mujer (1937)

En esta comedia, el padre de Kenneth es muy creativo, con multitud de proyectos realizados y algunos fallidos. La entusiasta Virginia quiere ayudarle para realizar la gran ilusión de construir las viviendas Nolan. Por el contrario, Kenneth es un hijo que quiere seguir los conservadores consejos de su difunta madre, que se reía de su creativo marido. Cuando una pareja de timadores está a punto de que una pareja de timadores le engañen, Virginia logra con su imaginación deshacer todo el plan.

La escena que presento está situada al final de la película.

«VIRGINIA.– ¡Miau! ¡Miauuu! ¡Miau!
KENNETH.– ¡Silencio!
VIRGINIA.– ¡Miau! ¡Ahhh! (Le ha tirado algo por la ventana). ¡Hola!
KENNETH.– Hola, ¿qué haces?
VIRGINIA.– Subida a un árbol.
KENNETH.– ¿Es divertido?
VIRGINIA.– Algunos lo son, pero éste no me lo parece.
KENNETH.– ¿Qué quieres decir? Es un árbol maravilloso. Yo solía subirme en él.
VIRGINIA.– Quizá me llegue a gustar.
KENNETH.– Eres la primera escaladora nocturna de árboles que he conocido.
VIRGINIA.– De día cualquiera puede subirse a un árbol.
KENNETH.– Deberías estar en la cama. Vamos, entra.
VIRGINIA.– Vamos, sal, estoy atascada.
KENNETH.– ¿Dónde?
VIRGINIA.– Aquí.
KENNETH.– Ah, yo puedo arreglar eso.
VIRGINIA.– Un momento.
KENNETH.– Ya está. ¡Ay! ¿Oh!
VIRGINIA.– Queda muy bonito.
KENNETH.– Muy bonito, muy bonito... oye, ¿dónde te has atascado? ¿Eh?
VIRGINIA.– En esa rama.
KENNETH.– Si seguimos sacando cosas, haremos un árbol de Navidad.
VIRGINIA.– Vamos, ven.
KENNETH.– Ah, creo que nunca veré un árbol tan bonito como éste. «Árbol fuente de la vida...» (cantando).
VIRGINIA.– (Psssh! ) Pero ¿qué haces?
KENNETH.– Eso es lo que me gustaría saber. Ah, ya me acuerdo, tengo que coger la silla. Cuidado con la cabeza.
VIRGINIA.– Creo que será mejor que me traslade a esta otra rama. ¡Oh!
KENNETH.– No te preocupes, que me acerco. ¡Oh! Cuidado. Voy a ver si consigo desatascarte. A ver... ¡No tires!
VIRGINIA.– ¿Por qué no lo dejas como está? ¿Tienes un cuchillo?
KENNETH.– No. Será mejor que me siente y piense con tranquilidad.
VIRGINIA.– ¡Ay! ¿No crees que deberías sacarme de aquí?
KENNETH.– Sí, lo haré enseguida; antes tengo que pensar. ¡Ya lo tengo! Sí. Eso es. Ven aquí. Vamos, relájate. La gente no sabe lo que se pierde por no subirse a los árboles.
VIRGINIA.– Los monos lo saben.
KENNETH.– ¿Quieres que traiga otra silla?
VIRGINIA.– ¿Va a venir alguien?
KENNETH.– Yo no he invitado a nadie más. ¿Y tú?
VIRGINIA.– Sólo a ti.
KENNETH.– Sólo nosotros, en un árbol toda la noche. Construiremos un nuevo mundo y el sol de un nuevo día se levantará sobre la tierra. Seremos Adán y Eva en un...
VIRGINIA.– ¡Adán y Eva!
KENNETH.– ¡En un árbol! Pelearemos un nuevo y majestuoso imperio en este desierto. Y haremos planes, planes que cambiarán el mapa de la creación. Hola, Virginia. Empezaremos por construir una casa en un árbol, y en el jardín de esa casa, plantaremos otro árbol, y en ese árbol construiremos otra casa, y otro árbol, y otra casa ... ¿Qué es esto?
VIRGINIA.– Olvídalo, es sólo un contrato.
KENNETH.– ¿Un contrato? ¿Para qué? Como socio de la empresa, acepta adquirir Colinas Nolan, ¿eh? Lo compraré.
VIRGINIA.– ¡Cómpralo mañana! Ahora estamos planeando cosas, por favor.
KENNETH.– De nada sirve planear nuestra vida aquí, la vida hay que hacerla allí abajo.
VIRGINIA.– ¿Estás seguro de que quieres hacerlo? ¿De que te comportas sensatamente?
KENNETH.– ¿Sensatamente? ¡Al diablo con la sensatez!, estoy harto de esa palabra.
VIRGINIA.– Cariño, ¿puedo llamarte«cariño»
KENNETH.– ¡Sí, cariño!
VIRGINIA.– ¡Oh! Eso es lo que he deseado siempre. Un milagro.
KENNETH.– Sí, un brillante milagro que tú has conseguido. Por eso te estoy agradecido y por eso te amo.
VIRGINIA.– ¿Por eso qué ...?
KENNETH.– Te amaré siempre, día tras día. ¡Dame una pluma, rápido!
VIRGINIA.– ¿Una pluma? Olvidé la pluma.
KENNETH.– ¿Olvidaste la pluma?
VIRGINIA.– Olvidé la pluma.
KENNETH.– Servicio de árbol.Hack, Hack. Oye, al decir «Hack», parece que nos estemos riendo, Hack, Hack, dame una pluma estilográfica.
HACK.– Sí, señor.
VIRGINIA.– Asegúrate de que tenga tinta. Y trae un papel secante.
KENNETH.– Y un papel secante al instante.»

Las transacciones complementarias Niño-Niño son también propias de las Comisiones infantiles para reivindicar, que se dedican a «jugar», porque no quieren realmente solucionar los problemas ni rectificar errores, sino derrotar a las autoridades sobre las cuales se quejan.

2.3.2. La Comisión de reivindicación, en Furia (1936)

Partiendo de un comentario en una barbería, va formándose bola de nieve de rumores en un porche y en un bar que se convierten físicamente en la marcha de una multitud hacia la cárcel para linchar a un preso al que acusan falsamente de ser un secuestrador que ha cobrado un rescate. Podemos interpretar toda la secuencia del intento de linchamiento, con asalto a la cárcel, incendio y empleo de la dinamita como resultado de la acción conjunta de una Comisión de Padres Críticos para condenar y de una Comisión de Niños para divertirse. Dentro de los Niños podemos incluir también a los periodistas que están cubriendo la salvajada.

Cuando las personas se comunican complementaria e igualitariamente en los tres Estados, es señal de compañerismo. Los compañeros intercambian prejuicios Paternales, se dan mutuamente consejos Adultos y se divierten juntos como Niños. Esto no significa que busquen el bienestar mutuo. La prueba está en que la relación suelen ser temporal: durante unas vacaciones, un viaje o una guerra. Suelen tenerse afecto y respeto mutuo, pero también pueden llegar a despreciarse y permanecer juntos porque se necesitan para participar en juegos psicológicos, de los que me ocuparé en el siguiente artículo.

Valbuena / Eric Berne

Para Berne, el compañerismo es una transacción compuesta.

2.3.3. El compañerismo, en Doce hombres sin piedad

El Jurado nº 8 va ganando compañeros, que comparten su posición: el 9, el 5, el 11 y logran formar una minoría que, al final, logra conquistar a la mayoría. Después de entregar el veredicto al juez, cada uno se irá a reanudar su vida habitual.

Si las personas avanzan en su conocimiento mutuo, entran en el terreno de la amistad, en el que los Padres no actúan, sino sólo los Adultos y los Niños. Intercambian afirmaciones y sentimientos, pero no se dan consejos desde una posición de superioridad. El secreto de la amistad está en «aceptar» a la otra persona tal como es, incluyendo sus defectos. En casos de emergencia, el Adulto puede convertirse en Padre Protector que acude a ayudar, pero después de pasar la crisis, es mejor que el Padre se retire y el Adulto ocupe su lugar. Según Berne, la causa de que muchos padres no sean amigos de sus hijos es que cuidan demasiado y se entrometen, prestando ayuda cuando no se la busca.

Valbuena / Eric Berne

También la amistad es una transacción compuesta.

2.3.4. La amistad, en El Dorado (1967)

En esta película de Howard Hawks, el sheriff J. B. Harrah, su amigo Cole Thornton, su ayudante Bull Thomas y el joven Mississippi, están cercados en la comisaría por la banda de Bart Jason. Algunos hombres de éste avanzan a galope por la calle principal del pueblo para disparar sobre la Comisaría y los amigos salen a hacerles frente, logrando matar a uno de ellos. El sheriff termina herido en una pierna. El veterano doctor Miller y el joven doctor Donovan acuden a visitarlo.

DOCTOR MILLER.– Bueno, aquí no hay ninguna bala. Sheriff no tiene por qué preocuparse. Levante un poco la pierna, haga el favor. Thornton, ¿se hizo extraer aquella bala que tenía en la espalda?
THORTON.– No, todavía no.
DOCTOR MILLER.– Bien, ya le dije que se lo hiciera alguien que supiera más que yo. Ahora tengo al hombre que puede hacerlo. Doctor Donovan, ¿puede venir un momento?
DOCTOR DONOVAN.– Sí, doctor... (a J. P. HARRAH) Ponga el dedo aquí. No ahí no, aquí.
DOCTOR MILLER.– Este hombre tiene una bala en el cuerpo. Le entró por el costado izquierdo y... fue a alojarse a al espina dorsal.
DOCTOR DONOVAN.– ¿Por aquí?
THORTON.– Un poco más arriba.
DOCTOR DONOVAN.– Ah, sí, ya la noto. Uh-uh. Esto podría hacerle daño.
THORTON.– Y lo hace.
DOCTOR DONOVAN.– Es curioso, dígame, ¿le duele aquí?
THORTON.– No.
HARRAH.– Eh, doctor...
DOCTOR MILLER.– ¡Un momento, Sheriff! Bien, ¿qué opina, Donovan? ¿Invita a intervenir?
BULL.– Según parece su desgracia es más interesante que la tuya, ¿eh, Sheriff?
HARRAH.– Oiga doctor, no quisiera importunarle pero es que... sigo sangrando.
DOCTOR DONOVAN.– No se preocupe, Sheriff, su herida es muy bonita. ¡Dígame!, le causa molestias, ¿no es cierto?
THORTON.– Hombre, yo no diría...
DOCTOR MILLER.– ¿Por qué no le dice la verdad?
DOCTOR DONOVAN.– La adivino. Le produce un repentino espasmo de dolor seguido de la paralización de un lado, probablemente el derecho.
THORTON.– Bueno, no dura mucho.
DOCTOR DONOVAN.– Pero cada vez dura un poco más, ¿verdad?
DOCTOR MILLER.– ¿Qué trata de decirle, doctor?
DOCTOR DONOVAN.– Que si no se extrae la bala en una de esas ocasiones tendrá un ataque del que no pasará.
THORTON.– Mc Leod es ahora nuestro problema más urgente, pero si estoy aquí después de que lo hayamos resuelto, iré a verle, doctor. Se lo prometo.
DOCTOR DONOVAN.– Debe hacerlo.
HARRAH.– Y, ahora, doctores, si tienen la bondad, ¿podría uno de ustedes venir aquí para que yo pueda descansar el dedo?
DOCTOR DONOVAN.– Por supuesto, Sheriff.»

En la siguiente escena, los tres hombres están observando al sheriff, que está pasando por un síndrome de abstinencia.

BULL.– ¡Cole!
THORTON.– J.P., ¿por qué no te estas quieto?
HARRAH.– No puedo evitarlo, Cole, tengo una excitación...
BULL.– Ya la tenías antes.
HARRAH.– Sí, pero no con un agujero en la pierna y un montón de enemigos rondando por ahí a la espera de que nos descuidemos para poder sacar...
THORTON.– ¿Y qué quieres hacer? ¿Abandonar?
HARRAH.– Lo único que se me ocurre es no utilizar la puerta, no salir a la calle.
THORTON.– ¿Cerrarnos en este agujero?
HARRAH.– Pues sí, no va a entrar aquí persiguiéndonos.
THORTON.– ¿Cuándo esperas que llegue el Comisario Federal?
HARRAH.– ¡Qué sé yo! Ya no recuerdo cuándo estuvo aquí por última vez.
BULL.– Y cuando estuvo, le hiciste una buena acogida. Le tiró una botella.
THORTON.– Sería vacía, claro.
BULL.– Sí, con lo que no tardó en largarse.
THORTON.– ¿Cuándo esperáis su visita?
BULL.– Dentro de cuatro o cinco días.
HARRAH.– ¿Hay bastantes provisiones?
BULL.– Sólo hay bastante café y agua.
HARRAH.– Oye Bull, ¿no podrías escurrirte por la puerta de atrás y traernos comida?
BULL.– ¿Sin que me den un tiro?
HARRAH.– Lo deseo tanto.
BULL.– No sé si lo que deseas es la comida o que me den un tiro.
MISSISSIPPI.– ¿Quiere que vaya con usted?
BULL.– Sí, así si me dan un tiro tú traerás la comida. Y además de la comida traeremos toda una barra de jabón. Esto nunca ha sido un restaurante elegante, pero la comida sabrá mejor si cierto individuo que conozco se lava un poco.
HARRAH.– Bull, ¿por qué no te largas ya?
BULL.– Eso voy a hacer...
HARRAH.– Supongo que podría bañarme.»

Mientras el sheriff está bañándose en una tina, aparecen sucesivamente las jóvenes Joey y Maudie.

BULL.– Sería de agradecer.
BULL.– Buenos días, Joey.
JOEY.– Buenos días, Bull. He traído... ¡Buenos días, Sheriff!
HARRAH.– ¡Joey, estoy bañándome!
JOEY.– ¡Bah!, no se preocupe, me he criado entre cuatro hermanos.
HARRAH.– Pero yo no soy tu hermano.
JOEY.– El doctor Miller le envía estas muletas. Además, le manda una pastilla de jabón. Y yo le traigo otra más por si acaso le... ¡oh!, veo que ya tiene.
HARRAH.– Sí, es que tengo muchos amigos.
JOEY.– Bien, tengo que marcharme. Buenos días.
MISSISSIPPI.– Adiós, Joey
THORTON.– Joey, ¿qué hace aún aquí en el pueblo?
JOEY.– Hemos venido para llevarnos a mi hermano Jared. Está mucho mejor.
THORTON.– Cuanto vuelvan al rancho hagan lo que le dije a usted.
JOEY.– Lo recuerdo bien: que nos encerráramos y estuviésemos vigilantes.
THORTON.– Exacto.
JOEY.– (A Mississippi). Está usted mejor sin ese sombrero.
MISSISSIPPI.– Gracias, señorita.
MAUDIE.– ¡Esperen! ¡No cierren la puerta! Buenos días, Joey.
JOEY.– Buenos días, Maudie.
BULL.– Hola, Maudie.
MAUDIE.– Buenos días, Bull y Missisippi. Buenos días, Cole.
HARRAH.– Buenos días, buenos días, buenos días... Tendría más intimidad en medio de la estación de El Paso que aquí.
MAUDIE.– (Se ríe a carcajadas). Hola J. B., ¿cómo estás?
HARRAH.– Pensando en hacer pagar la entrada; me haría rico.
MAUDIE.– Llego en el instante oportuno, te he traído jabón.
HARRAH.– Lo que me faltaba.
MAUDIE.– (A Thorton). ¿Qué te ha pasado en la pierna?
HARRAH.– ¡Maudie! ¿Quieres hacer el favor de retirarte?
MAUDIE.– Está bien, hombre. ¿Qué le ha ocurrido?
HARRAH.– Nada, ya está bien.
MAUDIE.– Ahhh...
HARRAH.– Anoche le hicieron un rasguño».

Ejemplos de transacciones asimétricas:

2.4. Transacciones Complementarias Niño-Padre (N-P)

En la admiración, el Adulto examina a la otra persona y le dice al Niño que siga adelante. Recodemos que, en el respeto, era el Niño el que tomaba la iniciativa con su sagacidad. La admiración suele surgir porque el niño se queda maravillado ante la presencia, fuerza y energía del padre real. Hay quienes aceptan la admiración y la transforman en una experiencia valiosa, porque saben que la gente necesita modelos de comportamiento. Otros la rechazan, por las molestias que ocasiona al admirado. Algunos la explotan en su propio beneficio, sexual o económicamente.

Valbuena / Eric Berne

Berne considera que la admiración es también una relación simple e indirecta

2.4.1. La admiración, en El Dorado

Cole Thorton se ha caído del caballo porque tiene alojada una bala en la espalda y, de vez en cuando, sufre un pinzamiento que le deja paralizado medio cuerpo. Mississippi le ha ido siguiendo y acude a ayudarle.

MISSISSIPPI.– ¿Se ha caído del caballo?
THORTON.– Sí.
MISSISSIPPI.– ¿Está herido?
THORTON.– No.
MISSISSIPPI.– Sin embargo, le ocurre a usted algo.
THORTON.– Oye, tengo una bala en la espalda. Y algunas veces presiona contra no sé qué parte y... es un dolor tremendo que me deja como baldado; la mano queda muerta.
MISSISSIPPI.– ¿Y le dura mucho eso?
THORTON.– No, sólo un rato. ¿Por qué vienes siguiéndome?
MISSISSIPPI.– Eh... Pues es que... Es que he pensado lo que va a hacer usted.
THORTON.– ¿Y tú que sabes lo que voy a hacer yo?
MISSISSIPPI.– Eh..., pues usted va a ese lugar, El Dorado, a ayudar a su amigo contra Mc Leod y su pandilla.
THORTON.– ¿Cómo sabes que es mi amigo?
MISSISSIPPI.– Uhmm, por su expresión al saber que se había vuelto un borracho.
THORTON.– Bueno, esto me está fastidiando. ¡Ayúdame a subir al caballo!
MISSISSIPPI.– ¿Cree que su amigo merece que lo ayuden?
THORTON.– Has pasado dos años persiguiendo a los individuos que mataron a tu amigo. ¿Crees que él merecía esos dos años de persecución?
MISSISSIPPI.– Eh, me parece que he hecho una pregunta tonta.
THORTON.– Ehh, y que lo digas. Uhmmm. ¡Descansemos a los caballos! ¡Vamos al paso!
MISSISSIPPI.– Ese Mc Leod, ¿es de veras un buen tirador?
THORTON.– No lo sé por experiencia, pero... dicen que es uno de los mejores.
MISSISSIPPI.– Debe de estar furioso con usted después de haberlo puesto en ridículo delante de los suyos.
THORTON.– Eh, supongo que sí.
MISSISSIPPI.– ¿Y no le teme?
THORTON.– En su oficio nunca se tiene derecho a ponerse furioso. Eso le hace errar el tiro a cualquiera. Así que cuanto más furioso esté mejor para mí.
MISSISSIPPI.– Eh..., ¡cuánto me gustaría ver eso!
THORTON.– ¿Por qué tienes empeño en meter las narices en este asunto?
MISSISSIPPI.– Por si puedo ayudarle. Me ha salvado dos veces la vida.
THORTON.– Pero ahora no voy a tener tiempo para seguir salvándote. Ni siquiera sabes usar un revólver.
MISSISSIPPI.– Enséñeme usted. Necesito que alguien me enseñe. J. D. me decÍa que hay que mejorar en todo.»

2.5. Transacciones complementarias Padre-Niño (P-N)

En el afecto, alguien expresa su sentimiento como un padre o madre reales con su hijo y suscita una respuesta del Estado del Ego del Niño. El único riesgo en esta transacción es que alguien, cuando brinde afecto, parezca preocupado, con aire grave. Entonces, el Niño puede quedar desconcertado, porque no sabe si debe responder al afecto o a la preocupación. Hay una manera muy dramática de llevar las cosas al extremo. A un niño, cuando empieza a darse cuenta de las cosas, pueden revelarle que su madre murió en el parto. Es decir, él es indirectamente, la causa de que la fuente de su afecto muriese por darle a él la vida. Para muchas personas, puede ser una losa de la que no se puedan liberar en toda su vida.

Valbuena / Eric Berne

2.5.1. El afecto, en El Dorado

En la Primera Parte de El Dorado, Mississippi ha desafiado a uno de los asesinos que, junto con otros tres, mataron al hombre que había sido su maestro. Mississippi es más veloz que el matón con su pistola. Cuando quiere salir del «saloon», Cole Thornton interviene y habla con el elegante jefe de la banda, Nelse Mc Leod, para que puedan salir seguros a la calle. Después, Thornton cuida de Mississippi para que cene y le aconseja lo que tiene que hacer para sobrevivir en el Oeste. Como el joven parece que no le va a hacer caso, Thornton se va, porque no quiere cargar con un Niño, sino trabajar con un Adulto. Al día siguiente, Mississippi le irá siguiendo y querrá acompañarlo, ajustándose a las condiciones de supervivencia en el Oeste.

MISSISSIPPI.– Creí que nos ibamos.
THORTON.– Missisippi, calma y escucha. Mc Leod, ¿no le gustaría salir por esa puerta delante de nosotros?
MISSISSIPPI.– No, no creo que me gustase.
THORTON.– Ni yo lo creo, tampoco.
MC LEOD.– ¡Pedro! ¡Milt! ¿Podéis oírme?
SECUAZ.– Sí, te oímos.
MC LEOD.– Voy a salir. ¿Dónde estáis?
SECUAZ.– Aquí, jefe.
SECUAZ.– Estamos aquí.
MC LEOD.– ¡Vamos! ¡Venid! ¡Acercaos a la luz! ¡Deprisa! ¡Tirad los revólveres! ¡Ahora, venid! ¡Entrad! ¿Le basta eso, Thornton?
THORTON.– Me basta. (Missisippi, coge los revólveres! Eh, si no tiene inconveniente, Mc Leod, los dejaremos en el despacho del Sheriff para que los recojan sus hombres al irse del pueblo.
MC LEOD.– Es razonable.
THORTON.– Muchas gracias.
MC LEOD.– Digamos que es deferencia profesional.
THORTON.– ¿Quieres comer algo, Missisippi?
MISSISSIPPI.– Señor Thornton, habría caído en la trampa de esos tipos si usted no me hubiera impedido salir.
THORTON.– Te pregunto que si tienes hambre.
MISSISSIPPI.– Quiero darle las gracias.
THORTON.– ¡Y yo tengo hambre! Ese jaleo que has armado ahí dentro ha interrumpido mi cena. Déjate de cumplidos, lo que hay que hacer es ver dónde nos dan de cenar.
MISSISSIPPI.– ¿Ahora?
THORTON.– Ahora. ¡Uhmmm!
En un comedor.
SIRVIENTA.– ¿Quiere algo más?
MISSISSIPPI.– ¿Eh? ¿Qué?
THORTON.– ¿No la has oído? ¿Que si quieres algo más?
MISSISSIPPI.– Eh, no. Sólo café.
SIRVIENTA.– Café.
THORTON.– Sí, haga el favor. No tienes mucha hambre, ¿eh?
MISSISSIPPI.– No, no mucha.
THORTON.– Los nervios te han quitado el apetito.
MISSISSIPPI.– Sí, esta noche he terminado lo que empecé hace dos años.
THORTON.– ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Volver al río?
MISSISSIPPI.– Todavía no he pensado bien qué haré en adelante. El río ya no será el mismo sin el viejo.
THORTON.– Pues si vas a quedarte por estas tierras te daré un par de consejos. Deshazte de esa chistera y aprende a usar el revólver.
MISSISSIPPI.– No pienso desprenderme de la chistera.
THORTON.– ¿No?
MISSISSIPPI.– No. J. D. era el amigo a quien... Eh... el hombre que me educó. Todo lo que dejó fue un reloj de oro y un sombrero, éste. El reloj tuve que venderlo hace un año o poco más. Así que... seguiré llevando su sombrero.
THORTON.– ¿Y lo de aprender a usar el revólver?
MISSISSIPPI.– Eh, J. D. no creía en los revólveres. Siempre opinó...
THORTON.– Y está muerto. Con que aplícate el cuento. A menos que aprendas a no meterte en líos.
MISSISSIPPI.– Eh, es lo único que el viejo J. D. no logró enseñarme.
THORTON.– Bueno, yo voy a largarme. Que tengas suerte.
MISSISSIPPI.– Oiga, ¿no le parece que podría acompañarle?
THORTON.– No.
MISSISSIPPI.– Eso es hablar claro. En fin, espero que todo le salga bien.
THORTON.– Que me salga bien, ¿qué?
MISSISSIPPI.– Eh, sea lo que sea lo que vaya a hacer.
THORTON.– Uhmm, ahí va lo mío. Adiós. (Pausa).

2.6. Transacciones Complementarias Padre-Adulto (P-A)

Una persona apoya a otra para que tome la decisión que le parezca más oportuna.

Valbuena / Eric Berne

2.6.1. El apoyo, en Operación Alfa (1973)

A Mark Forbes, supervisor de delincuentes en libertad bajo palabra, su superior le comunica que le despedirán a final de mes, porque cumple sesenta años. Cuando comprueba lo mal que le han tratado, y valiéndose de la información que ha obtenido del moribundo Harry Balsam, decide dar un gran golpe. Para lograrlo, se alía con tres de los hombres cuya vigilancia tiene encomendada. Visita a Tudor, encargado de efectos especiales en unos estudios de televisión y comprende las dudas de éste y le da libertad para abandonar. Tudor reconoce implícitamente la superioridad de Mark, no sólo porque es un supervisor con quien se lleva bien, sino porque sabe cómo dar el golpe, mientras que él no sabe cómo hacerlo.

También podemos considerar apoyo lo que John T. Chance hace con Dude en 2.7.1.

MARK.– ¡Fascinante! ¡Enséñame esto!
TUDOR.– Adelante...
MARK.– ¿De qué está hecho esto?
TUDOR.– De escayola. Luego lo pintan.
MARK.– ¡Fantástico! ¿Puedes hacer una?
TUDOR.– Sí, claro. Es fácil. ¿Para qué?
MARK.– No lo sé, estaba pensando.
TUDOR.– Si, sí. Yo también he estado pensando. Y, cuánto más pienso, menos me gusta lo que pienso.
MARK.– A ver, cuéntame.
TUDOR.– No me gustan las posibilidades, Mark. Para empezar tenemos muy pocas. Y, además, tú eres nuevo y...
MARK.– ¿Qué más?
TUDOR.– Quiero ser sincero contigo, Mark, porque me caes bien.
MARK.– Sigue.
TUDOR.– ¿Cuántos años tienes? ¿Sesenta?
MARK.– Uh-uh.
TUDOR.– Y has sido policía toda tu vida. ¿No te parece que es... un poco tarde para cambiar de bando?
MARK.– Tudor, te agradezco tu sinceridad. ¿Quieres dejarlo?
TUDOR.– Pues lo he estado pensando.
MARK.– Bien, pero hasta mañana, no. Ya tendré listo el plan. Y si quieres dejarlo lo entenderé, ¿de acuerdo?
TUDOR.– Bien.
MARK.– Ah, Tudor, cuando vengas mañana quiero que me contestes a dos preguntas. Una, ¿qué blindaje tiene por debajo una furgoneta?; dos, ¿qué dinamita hace falta para hacer un agujero... por el que tú puedas pasar? ¿De acuerdo? Hasta mañana.

2.7. Transacciones Complementarias Adulto-Padre (A-P)

Alguien quiere mantener una posición asertiva y su interlocutor acepta.

Valbuena / Eric Berne

2.7.1. La asertividad, en Río Bravo (1958)

El sheriff John T. Chance sólo tiene la ayuda de su ayudante alcohólico, Dude, y del viejo tullido «Stumpy» para impedir que Nathan Burdette y sus secuaces liberen al asesino Joe Burdette. Y sólo cuenta con la ayuda de aquéllos, porque un hombre de Nathan acaba de tirotear, a traición, al único hombre que le había ofrecido ayuda a Chance: su amigo Pat Wheeler. Chance y Dude han salido a perseguir al asesino y Dude le han disparado, pero no ha conseguido abatirlo. El siguiente diálogo parte del reconocimiento de la superioridad de Chance, pero Dude acaba consiguiendo llegar a un acuerdo con él.

«(Disparos).
DUDE.– ¡John!, )ocurre algo?.. Se ha escapado. ¿Estás bien?
JOHN.– Si, ¿dónde está?
DUDE.– No sé. Salió corriendo y no pude ver dónde...
JOHN.– ¿Pasó por aquí y fallaste?
DUDE.– Esto está muy oscuro, pero quizá le haya herido.
JOHN.– No te preocupes, yo le dejé escapar.
DUDE.– Todavía no ha escapado. Seguro que se ha metido en la taberna y sigue allí.
JOHN.– ¿Cómo lo sabes?
DUDE.– Aún llegué a ver cómo se movían las puertas. Soy un experto en eso.
JOHN.– ¿Crees que podrás reconocerle?
DUDE.– No hará falta. Pisó ese charco, llevará barro en las botas.
JOHN.– ¿Estás dispuesto a entrar a buscarle?
DUDE.– Pues claro.
JOHN.– Escucha esto. Allí habrá al menos diez hombres de Burdette.
DUDE.– Puede que más.
JOHN.– Tú entra por detrás, yo iré por delante.
DUDE.– John, yo quisiera...
JOHN.– Siempre lo hemos hecho así.
DUDE.– Precisamente por eso. Quisiera entrar por delante.
JOHN.– ¿Podrás hacerlo?
DUDE.– Lo intentaré.
JOHN.– ¡Suerte, entonces...! Yo les sorprenderé por detrás.»

2.8. Transacciones Complementarias Adulto-Niño (A-N)

Es la apropiada de personas que aconsejan. También, de las que enseñan.

Valbuena / Eric Berne

2.8.1. El consejo, en El dilema (1999)

El periodista Lowell Bergman habla con el investigador Jeffrey Wigand. Éste ha descubierto la corrupción de las compañías tabacaleras. Harto de las presiones de sus antiguos jefes, está dispuesto a revelar los secretos que conoce. A la vez, teme las consecuencias que su actuación puede acarrear a su familia.

«LOWELL.– Vale. Así que ahí está, usted trabaja para una tabacalera. Procede de culturas empresariales donde la investigación y creatividad son primordiales y llega a una tabacalera. El tabaco es una cultura de ventas. Comercializan cantidades enormes para muchos torneos de golf y lo demás da igual. ¿Por qué hizo eso? ¿Por qué se fue a trabajar a una tabacalera?
JEFFREY.– No puedo hablar de eso.
LOWELL.– ¡Ja!
JEFFREY.– Se supone que el trabajo que iba a hacer podía tener efectos positivos, no lo sé. Pudo haber sido beneficioso. Más que nada, me pagaban mucho, y acepté. Mi esposa era feliz, buenas escuelas y médicos para mis hijas, una buena casa. ¿ Qué tiene eso de malo?
LOWELL.– No tiene nada de malo. Gana dinero, saca adelante a su familia, como ha observado.
JEFFREY.– Siempre me consideré un científico, eso es lo malo.
LOWELL.– Entonces tiene usted un conflicto, Jeff. Porque ahora su situación es ésta: Si posee información interna vital que el propio pueblo americano por su bien debería saber y se siente obligado a revelarla y violar su acuerdo al hacerlo, es una opción. Y si lo que quiere es respetar el acuerdo, es simple: hágalo, no diga nada, no haga nada. Sólo hay alguien que puede tomar esa decisión y es usted, nadie más.
JEFF.– Las niñas estarán a punto de acostarse.»

2.9. Transacciones Complementarias Niño-Adulto (N-A)

Es la que mejor refleja la súplica o petición de ayuda, aunque también, según el contexto, podría corresponder a N-P.

Valbuena / Eric Berne

2.9.1. La súplica, en El puente sobre el río Kwai (1957)

En un campo de concentración de un país asiático, durante la Segunda Guerra Mundial, el coronel inglés Nicholson está confinado en una celda de castigo por defender la aplicación del Tratado de Ginebra sobre prisioneros de guerra, a sus oficiales. Saito, el coronel japonés, le llama para conferenciar.

«NICHOLSON.– Debo decirle, coronel Saito, que pienso hacer un informe completo sobre su conducta en este campo.
SAITO.– ¡Creo que no se hace usted perfecto cargo de mi posición! ¡Tengo que ejecutar las órdenes que me dan!
NICHOLSON.– Oh, claro, claro.
SAITO.– ¡Y me han ordenado terminar la construcción del puente para el doce de mayo! ¡Queda poco tiempo! ¡Solamente doce semanas!
NICHOLSON.– En efecto.
SAITO.– ¡Por lo tanto, me veo obligado a utilizar a todos los hombres disponibles!
NICHOLSON.– Pero no a los oficiales, salvo en trabajos administrativos.
SAITO.– ¡Hay muchos oficiales que están trabajando actualmente a lo largo del ferrocarril! ¡Usted lo sabe tan bien como yo!
NICHOLSON.– No me incumben las decisiones que puedan tomar otros jefes de batallón. Personalmente, me opongo.
SAITO.– ¡Bueno, no le conviene excitarse! ¿Quiere usted un cigarro?
NICHOLSON.– No, gracias.
SAITO.– Cuando dije que todos los oficiales debían trabajar, naturalmente no me refería a usted, el jefe del batallón. Mi orden solamente afectaba a los oficiales de menor graduación.
NICHOLSON.– Ninguno de los oficiales hará trabajos manuales.
SAITO.– ¡Permita! (Estaba a punto de decirle que después de reflexionar el asunto he decidido utilizar a los comandantes y a usted en trabajos administrativos. Y sólo a los restantes oficiales en las obras.
NICHOLSON.– No, imposible. El Tratado no admite esas componendas.
SAITO.– ¿Sabe lo que significaría para mí que el tiempo no estuviese construido a tiempo?
NICHOLSON.– Tengo idea.
SAITO.– ¡Tendría que matarme! ¿Qué haría usted en mi lugar?
NICHOLSON.– Pues supongo que yo, en su lugar, acabaría matándome. A su salud.»

3. Las transacciones cruzadas

Recordemos que transacciones complementarias son aquellas en las que los vectores son paralelos. Hay otros casos en que los vectores que representan el estímulo y la respuesta se cruzan. Por eso, Bene las denomina transacciones cruzadas.

La regla de tales transacciones es que, cuando se produce ese cruce, la comunicación se interrumpe. Podemos detectar ese cruce físicamente, aunque algunas veces resulte más complicado que en otras, por cambios en el lenguaje corporal, en el paralenguaje y en el contenido de las palabras de los interlocutores. Es la materialidad primogenérica.

Hay cuatro tipos esenciales de transacciones cruzadas: quejumbrosas, arrogantes, exasperantes e insolentes o punzantes. Es la materialidad segundogenérica, subjetiva, de estas transacciones. La quejumbrosa es propia de quien, cuando su interlocutor está tratando la información, responde lamentándose. La arrogante sucede cuando también el interlocutor está tratando algún tipo de información y él o ella responde desde una posición de superioridad. Exasperante se da cuando alguien pide ayuda y le responden con hechos. En la Punzante o insolente, a quien espera conformidad le responden con hechos.

Berne se eleva a la materialidad terciogenérica cuando ve en estos cuatro tipos básicos de transacciones cruzadas las causas fundamentales por las que las cosas van mal en este mundo, tanto en la vida personal como en la política.

3.1. Transacción cruzada quejumbrosa

Valbuena / Eric Berne

3.1.1. Los lamentos, en Código del hampa (1963)

Johnny North ha sufrido un accidente automovilístico y se encuentra en la cama de un hospital, con fracturas y, momentáneamente, sin vista. Cuando despierta, Earl Sylvester, su amigo y mecánico, acude a ayudarlo. Él pregunta si *ella+ ha venido. Entonces, le informa de que ella está enamorada de Jack Browning, que lo tiene todo y lo paga todo. North le llama mentiroso, pero Earl le revela que antes ha habido un torero y un boxeador en la vida de esa mujer y que North es un corredor de coches del que también se ha encaprichado, pero que siempre vuelve a Browning.

Sheila Farr, la mujer, está esperando fuera de la habitación y, por fin, un resignado Earl la deja pasar.

«SHEILA FARR.– Hola, Johnny. No querían dejarme entrar a verte (Besa a Johnny, que está con los ojos vendados).
JOHNNY NORTH.– Claro, claro. ¿Qué abrigo llevas hoy? ¿Uno de visón o tal vez de castor?
SHEILA FARR.– ¿Qué te ocurre?
JOHNNY NORTH.– Mírame detenidamente. Soy un perdedor.
SHEILA FARR.– No me importa el aspecto que tengas.
JOHNNY NORTH.– ¿No te importa? Lo que quieres es tener a un hombre que pague tus cuentas y a mí me quieres para pasar el rato; quizás podría ser tu chófer. ¿Sabes lo que cuentan de las mujeres ricas y de sus chóferes?
SHEILA FARR.– Johnny, me imagino cómo te sientes.
JOHNNY NORTH.– Me siento muy bien, muy bien; me tuve que quemar los ojos para ver claro. No soy un juguete, no quiero ser algo con lo que te diviertas hasta que encuentres algo mejor.
SHEILA FARR.– ¿Qué es lo que te dijo?
JOHNNY NORTH.– ¿Quién? ¿Earl? Nunca me cuenta nada; sólo me habla de toreros y boxeadores. Tal vez la próxima vez sea un jugador de fútbol. Ese Browning debe de ser un tipo muy comprensivo.
SHEILA FARR.– Johnny, nunca te he mentido.
JOHNNY NORTH.– ¿Qué importa si me has mentido o no, si tienes a tu compañero con su talonario de cheques a tu disposición? ¿Me equivoco?
SHEILA FARR.– ¿Quién crees que soy? Díme
JOHNNY NORTH.– ¿Aún no lo sabes? Pregúntaselo a Browning. Él debe de saberlo; te está pagando.
(Sheila sale de la habitación)
JOHNNY NORTH.– ¡Dios mío!

3.2. Transacción cruzada arrogante

Valbuena / Eric Berne

3.2.1. El orgullo, en Doce hombres sin piedad

Los dos testigos del fiscal son un hombre viejo, que afirma haberse levantado de la cama e ir hasta la puerta de su casa a tiempo de ver que el joven acusado bajaba por las escaleras. El jurado nº 8 ha representado las acciones que debió de ejecutar este viejo.

«8. Mi opinión, que creo exacta, es que el viejo oyó el drama, encima de su cuarto como él dijo: la pelea, los gritos, –el golpe del cuerpo al caer, los pasos corriendo hacia la puerta y al bajar la escalera. Todo eso es verdad. Pero no pudo ver al hombre que huía y se imaginó que era el muchacho.
5. Creo que es posible.
3. (GRITANDO) ¡Imaginaciones! Todo son figuraciones. He visto hacer toda clase de tonterías en la vida, pero como ésta ninguna. (AL 4) (Dígaselo usted! (EL 4 SE QUEDA CALLADO) (EL 3 SE VUELVE AL 8) Parece ser que con sus tonterías, ha tocado usted las almas y los corazones de unas cuantas damas sensibles que hay aquí , que se han echado a llorar. ¡Pero conmigo no cuente! (A LOS OTROS) El chico es el asesino. Está claro como el agua ¡Tenemos que destruirle! Y se nos está escapando entre los dedos...»

3.3. Transacción cruzada exasperante

Valbuena / Eric Berne

3.3.1. La frustración, en Página en blanco (1960)

Víctor y Hilary Rhyall viven en un castillo, que los turistas visitan. Las entradas por las visitas no cubren los gastos de mantenimiento y Hilary se ofrece para hablar con Trevor Shellers, el mayordomo, y ver si aceptaría dar clases a los dos hijos a cambio de unas libras de más por semana. Así podrán prescindir de la institutriz. Cuando ha asegurado que podrá convencer a Sellers, cambia el asunto de la conversación. Ella quiere encontrar en su marido comprensión y Víctor responde con hechos a los sentimientos de ella.

«Hilary.– Oye.
Víctor.– ¿Qué?
Hilary.– Tengo miedo de engatusarte a tí también.
Víctor.– Humm, no es corriente que digas eso. ¿Qué te ocurre?
Hilary.– Eres tan bueno conmigo.
Víctor.– ¿Qué estas leyendo?
Hilary.– A ver si te gusta esto.
Víctor.– ¿Por qué?
Hilary.– Mira por la ventana y sabrás porqué. Siempre me entran ganas de leer en esta época del año. Aquí está. Escucha: «Y es que nace la fuerte primavera...»
Víctor.– Espera, espera. ¿Va a ser muy largo?
Hilary.– No, no. Es cortito. «Y es que nace la fuerte primavera despertando los sueños. Corre la savia. ¡Oh! esta agradable y paciente y sedienta inquietud. Toda la vida brota. Y mi corazón, lleno de abril, brinca en mi pecho.»
Víctor.– Estamos a cinco de mayo, ¿eh? O, al menos, esa es la fecha que pondrá en tu cheque.
Hilary.– Pero, ¿quién ha hablado de cheque?
Víctor.– «¡Oh! esa agradable y paciente y sedienta inquietud.» Esto sólo puede significar una cosa: vestidos.
Hilary.– ¿Vestidos? ¿Te crees muy listo, verdad?
Víctor.– Al contrario, creo que la lista eres tú. «Nace la primavera... Una turbulenta estación. Todo en renacimiento.»
Hilary.– «¡Nidos nuevos, hierba reciente, qué poderosa inquietud!»
Víctor.– Sí, te advierto una cosa: cuanto mayor eres, mayor es la inquietud. Una época muy peligrosa, ten cuidado
Hilary.– Cariño, no quería pedirte ningún cheque, de verdad que no. Sólo querría disponer de parte del dinero de los champiñones.
Víctor.– No puedo consentir que gastes el dinero de tus champiñones
Hilary.– ¡Has puesto «con amor», sobre tu firma!
Víctor.– En efecto, son mis iniciales.
Hilary.– ¡Ah!»

3.4. Transacción cruzada punzante

3.4.1. La insolencia, en Mujeres (1939)

En esta brillante comedia, podemos encontrar algunos de los ejemplos más humorísticos de transacciones punzantes.

Valbuena / Eric Berne

Mary Haines quiere reconquistar a su marido, amante de Crystal Allen, dependienta en una tienda de artículos de belleza. No le va a resultar fácil lograr su objetivo, porque Crystal sabe cómo tratar a los hombres.

En la primera escena que he escogido, Crystal encarga a Lulú, una muchacha de la limpieza, que compre y prepare la cena a la que ha invitado a Stephen Haines. Cuando él llama, Pat, compañera de Crystal, está a su lado, comentando lo que oye.

«LULÚ.– ¿Ha preguntado por mí, señorita Allen?
CRYSTAL.– Uh-uh. He estado buscándote por todas partes. Ve a mi apartamento y prepara cena para dos.
LULÚ.– ¡Yo no sé guisar, señorita Crystal!
CRYSTAL.– ¡Pon a asar unas chuletas de vaca, mujer!
LULÚ.– ¡Pero si yo en mi vida he asado carne!
CRYSTAL.– No importa. Enciende el horno y no te preocupes. ¿Qué puede impedir que se asen?
PAT.– ¡Con que ésta era la cita tan importante que tenías esta noche!
CRYSTAL.– Importantísima, cielo. Voy a llevarle a cenar a mi casa. A ver si se da cuenta de que soy una mujer de hogar.
PAT.– ¡Mujer de hogar! ¡qué cosas! ¿Por qué no llevas a un par de chicas de la Quinta Avenida?
CRYSTAL.– Porque él me quiere solamente a mí.
LULÚ.– ¿Cuánto va a pagarme?
CRYSTAL.– Dos pavos.
LULÚ.– ¿No pueden ser tres, señorita?
CRYSTAL.– ¡He dicho dos pavos!
LULÚ.– Está bien. ¿Dónde encontraré la carne? ¿En el frigorífico?
CRYSTAL.– Encontrarás cerveza y una botella de... ¡Ten!, compra lo que sea. ¡Ve al supermercado y date prisa!
COMPAÑERA.– ¿Apartamento de ...? ¡Para ti, Crystal!
CRYSTAL.– Es muy tarde para admitir pedidos. ¡Di que acabamos de cerrar, lo que sea...!
COMPAÑERA.– Muy bien, se lo diré a ese caballero.
CRYSTAL.– ¿Caballero? ¿Por qué no me lo has dicho? ¡Diga! Ah... ¡Hola, Stephen! ¿Qué? Bueno... No, no te preocupes, mi vida. Sí, naturalmente que no me importa que no vengas. Ah, bueno, claro que sí, me importa y mucho. Pero será una buena disciplina para mi ansia de estar a tu lado.
PAT.– ¡Qué barbaridad! ¡Vaya frase!
CRYSTAL.– ¡Estúpida! ¡Dime!.. Verás, iba a darte una sorpresa esta noche, cariño. Iba a preparar la cena en mi apartamento. ¡Ah, tonto! Claro que sé cocinar.
PAT.– ¿Crees que porque Lulú es negra pasará desapercibida?
CRYSTAL.– ¡Chissst! Bueno, tú no conoces ni la mitad de mis virtudes.
PAT.– Ni él, ni nadie.
CRYSTAL.– ¿Quieres largarte? Bueno, está bien, Stephen. Te guardaré un trozo de tarta... con una velita. Ah, la verdad. No quise decirte que era mi cumpleaños para... para que no fueras a hacer algo extravagante. Uhm, te agradezco que quieras estar conmigo en este día tan especial, pero no estaré sola. No, que no, te lo aseguro. Y... si de paso se me va la neuralgia cuando vuelva a verte, me encontrarás mejor. No, no, no es nada. Son los nervios. Uhm... Es que... he recibido malas noticias de casa; mi hermanita no se encuentra bien.
PAT.– ¡Menuda borracha! ¿Qué tiene? ¿Resaca?
CRYSTAL.– Pero se le pasará, amor. Confío en que no será nada. Ah... No, Stephen... Ah, no puedo consentir que cambies tus planes. Ya cumpliré otro al año que viene.
PAT.– Seguramente la semana que viene.
CRYSTAL.– ¿Quieres dejarme en paz de una vez? Ah... Cariño, qué abrazo voy a darte. Si pudieras... si pudieras pasar un momento por mi casa a tomar una copa de jerez conmigo, a mi salud. ¡Oh, Stephen, te necesito tanto! Ah... sí, amor. Sí, mi vida, te espero en nuestra esquina dentro de cinco minutos. Muuuu. ¡Hasta pronto! ¿Qué? ¿Qué te ha parecido? ¡Iba a dejarme plantada por su mujer!
PAT.– ¡Qué malos son!
COMPAÑERA.– Hay un par de clientes que te esperan desde hace un rato.
CRYSTAL.– No, a mí no. Atiéndelas tú, yo tengo prisa.
COMPAÑERA.– Mujer, han preguntado por ti, señorita Cristal Allen.
CRYSTAL.– ¡Ah, por mí! Puede que estén investigando.

Crystal no es una mujer que se dé por vencida. Los grandes guionistas denominan «escena obligatoria» al encuentro, que algunas veces se hace esperar, de las fuerzas opuestas. Mary se introduce en el probador de Crystal, pero ésta sabe replicarle.

«(Mary llama a la puerta del probador de Crystal).
CRYSTAL.– ¿Qué quiere usted?
MARY.– Soy la señora de Stephen Haines.
CRYSTAL.– Lo siento; me parece que no la conozco.
MARY.– Es a mi marido a quien usted conoce.
CRYSTAL.– ¡Ah! ¿Ya se lo ha dicho Stephen?
MARY.– No, él no me ha hablado de usted.
CRYSTAL.– ¡Váyase!
MARY.– Pero había oído hablar de usted hace tiempo.
CRYSTAL.– Será una sorpresa para Stephen. Personalmente, me alegro.
MARY.– No he hecho caso, sé que Stephen no tardará de cansarse de usted.
CRYSTAL.– No se haga ilusiones, señora Haines. Yo no soy usted.
MARY.– Ha visto usted también a mi hija. Y por eso es por lo que he venido. ¡No le permito que se acerque a ella!
CRYSTAL.– Oiga, no tiene por qué ponerse histérica. ¡Qué me importa a mí su hija! ¡Estoy harta de oír hablar de la niña!
MARY.– ¡No volverá a oír hablar de ella porque usted y mi marido no volverán a verse!
CRYSTAL.– Eso lo decidirá Stephen, ¿no cree?
MARY.– Desde luego, así que será mejor que haga otros planes.
CRYSTAL.– ¡Oiga, yo sólo haré los planes que quiera Stephen! Él parece que está satisfecho con mi comportamiento. ¡No me obligue a forzar la máquina si no quiere crearse problemas!
MARY.– ¡Usted me ha hecho imposible buscar otra solución!
CRYSTAL.– Confía mucho en sí misma, ¿no?
MARY.– Porque sé que Stephen no puede querer a una como usted.
CRYSTAL.– Pues si no puede, es que es muy buen actor. Oiga, ¿por qué se preocupa tanto? Usted tiene lo que importa. Tiene el nombre, la posición, el dinero...
MARY.– Me importa mucho más el amor de mi marido que todas esas cosas.
CRYSTAL.– ¡Oh!, no me venga con cursiladas, señora Haines. Ustedes, las nobles esposas y madres me cansan terriblemente. Seguro que también cansa a su marido.
MARY.– Es usted bastante dura.
CRYSTAL.– Puedo ser dulce en ciertas ocasiones. Oiga, ¿qué esperaba usted que hiciera? ¿Que me echase a llorar y le rogara que me perdonase? ¿No es para eso para lo que entró usted aquí, señora Haines?
MARY.– Después de verla, no. Es usted peor de lo que imaginaba.
CRYSTAL.– Pues, nena, eso es recíproco. ¡Me gustaría arrastrarla por el pelo y partirle los hocicos, pero sé que no me dejarían! No crea que es porque su marido esté loco por mí; es porque él es de los que dejan que esos sentimientos anticuados le marquen como a un indio. ¡Eso es todo!
MARY.– Me alegro de que advierta la fuerza de los sentimientos. Porque su belleza es algo que jamás comprenderá.
CRYSTAL.– Este probador es el mío, señora Haines.
MARY.– Es suyo sí, pero de momento. Como todo lo demás que tiene ahora. Permítame aconsejarle que, si quiere gustar a Stephen, no se ponga eso. Le repele lo llamativo.
CRYSTAL.– Gracias por el consejo, pero cuando lo que llevo puesto no le gusta a Stephen ¡me lo quito!»

4. Transacciones ulteriores: a) Angulares

Berne entiende el adjetivo «ulterior» como «lo que implica un motivo oculto». Las transacciones ulteriores son angulares cuando implican tres Estados del Ego, desarrollándose ostensiblemente en el nivel social y ulteriormente en el nivel psicológico.

Valbuena / Eric Berne

Para distinguir bien las transacciones ulteriores, es importante tener en cuenta que las personas transmiten verbalmente el significado ostensible, social o manifiesto, pero extraverbalmente el significado encubierto. O dicho de otro modo, predicen con palabras en el nivel social y mediante gestos, entonación... en el nivel psicológico o encubierto. Que un individuo capte adecuadamente estas transacciones dependerá de su destreza para discernir y discriminar los estímulos. Puede darse el caso de que alguien crea haber captado el significado total de una situación porque ha atendido a lo obvio; sin embargo, habrá dejado una sobra de significado sin la cual no comprenderá lo que ocurre.

Un aspecto que del que no puedo ocuparme en este artículo, porque merece otro estudio aparte, es el de las aportaciones de Gustavo Bueno: a) Su teoría sobre las apariencias veraces y falaces (Bueno 2000: 9-53); b) Su distinción entre telebasura fabricada y telebasura desvelada (Bueno 2001) y c) entre hecho y fenómeno (Bueno 2004: 161-186). Con estas aportaciones podemos profundizar en las transacciones ulteriores.

Ilustremos el diagrama de una transacción angular con el siguiente diálogo, en el que el vendedor no quiere que el cliente responda de Adulto a Adulto, sino de Niño a Adulto.

• (Nivel social): –Este coche sería el más indicado para usted pero usted no puede comprarlo.
• (Nivel psicológico): –Claro, que su vecino no vacilaría en comprarlo.
• (Nivel social): –Tiene razón. No puedo comprarlo.
• (Nivel psicológico): –Me lo compro.

Berne considera que este ejemplo es típico de las transacciones de los vendedores con los clientes.

En estas transacciones podemos incluir también la hipocresía unilateral y la traición.

4.1. La hipocresía, en Doce hombres sin piedad

El jurado número 3 parece que está exponiendo la información con imparcialidad, pero más adelante nos muestra su «agenda oculta».

«2.– Ya lo sé... Yo quería decir que... que ese chico es culpable. Un testigo pronunció.... (SE PARA).
3.– De acuerdo...Yo pienso que sobran los pareceres personales. Yo me atengo a los hechos. Primero pensemos en el testimonio del viejo que vive en el segundo piso, justo debajo de la habitación en que cometieron el asesinato. A las doce y diez de la noche del crimen, oyó ruido en el apartamento de arriba. Dijo que parecía ruido de pelea. Después oyó al crio gritar: «Voy a matarte.» Un segundo después oyó caer un cuerpo y corrió a la puerta de su casa, abrió la puerta y vio al chico bajar la escalera corriendo y salir de la casa. Después llamó a la policía Encontraron al padre con una navaja en el pecho. El forense fijó la hora de la muerte sobre las doce de la noche. He ahí los hechos, no se puede ir contra ellos. El chico es culpable. No hay duda. Yo soy tan humano como cualquiera. Sé que el chico sólo tiene diecinueve años, pero debe pagar lo que ha hecho.
7.– Estoy completamente de acuerdo con usted.»

Más adelante, el nº 3 descubre información que antes no había revelado.

«8.– Sí, pero no olviden que desde los cinco años, el padre no dejó de darle golpes.
7.– Yo hubiera hecho lo mismo que el padre.
3.– ¡Yo también! (ENTRE DIENTES) ¡Hijo de perra!.. Sí, señores, así es la juventud de hoy. Yo, cuando tenía esa edad, llamaba a mi padre «Señor» (AL 8) «Señor» ¿Ha oído algún chico de ahora llamar a su padre «Señor»?
8.– Los padres de hoy, no le dan importancia a eso.
3.– ¿Usted cree? ¿Usted tiene hijos?
8.– Tres.
3.– Bueno, pues yo tengo uno de veintitrés años. No tenía todavía diez cuando le vi, un día, en una pelea de barrio, largarse como un conejo. Me dio tanta vergüenza que me dieron ganas de vomitar. Cuando le cogí, dije: «O hago de ti un hombre o te parto en dos.» Y he hecho un hombre de él. Cuando cumplió 17 años tuvimos una discusión, y me dio una paliza que me dejó hecho un asco. Es un chico muy fuerte. Hace más de dos años que no le veo... La juventud está perdida. Se estruja uno el alma para darles todo y.... (SE PARA, MIRA AL 8, LUEGO A LOS OTROS ) ( Y SE LEVANTA FILTRO DEL AGUA) Bueno, ¡que más da! Continuemos.»

El choque que tiene con el nº 8 nos revela más sobre el asunto:

«8.– Odia usted al muchacho. No por lo que ha dicho, sino por razones personales.
3.– ¡Cierre la boca!
8.– Es usted un sádico.»

5. Transacciones ulteriores: b) Dobles

Se dan cuando cada parte activa dos Estados del Ego; uno, en el nivel social, ostensible y otro, en el nivel encubierto, psicológico.

Valbuena / Eric Berne

Ilustremos este diagrama y con un diálogo:

• (Nivel social). –¿Te gustaría que fuésemos al museo?
• (Nivel psicológico). –Estoy loco por ti.
• (Nivel social). –Muy bien. Hace mucho tiempo que no iba a un museo y conviene cultivar la sensibilidad.
• (Nivel psicológico). –Si no estuviese casada, hoy mismo empezábamos una nueva vida.

5.1. La hipocresía multipersonal en El cartero siempre llama dos veces (1946)

Cora Smith y Frank Chambers son amantes y han intentado matar al marido de ella, muchos mayor. No lo han logrado, pero cuando Nick, el marido, propone a Cora cerrar el motel de carretera e ir a Canadá para cuidar a su hermana inválida, los amantes deciden acabar con él. Los tres salen del motel y ven que llega Kahil Sackett, el fiscal del distrito.

FRANK.– La experiencia anterior me había disuadido de intentar cometer el crimen perfecto. Este iba a ser tan imperfecto que ni siquiera iba a ser crimen. Sería un vulgar accidente por borrachera, con alcohol en el coche y todo lo demás.
SACKETT.– Cierran temprano.
FRANK.– ¿Qué tal, señor Sackett? Nos vamos a Santa Bárbara. ¿Quiere alguna cosa antes de que cerremos?
SACKETT.– Tengo las ruedas un poco flojas, pero yo mismo daré aire.
CORA.– Oh, mi bolso.
FRANK.– No se moleste, señora Smith, yo se lo traeré.
(Los dos entran en el Motel)
CORA.– ¡Frank, ése es Sackett!
FRANK.– Lo cual es perfecto, tenemos al Fiscal del Distrito de testigo, haremos la comedia aquí en vez de esperar a la siguiente gasolinera. Empieza.
(Salen del motel).
FRANK.– Vamos, Nick, deja que me ponga al volante. Tú has bebido demasiado.
CORA.– Ni hablar. Está tan borracho como él, sólo que no se le nota.
FRANK.– ¿Borracho? Yo no estoy borracho. Se lo demostraré. Escuche: «Adios, adios, amor mío...»
CORA.– Frank, póngase en el asiento de atrás.
FRANK.– Bien, señora Smith, si prefiere que conduzca Nick por eso no vamos a discutir, ¿sabe?
CORA.– Nick, déjame sitio. No puedes conducir y cantar al mismo tiempo.

Cora y Frank representan sus papeles en el nivel manifiesto o social y, en el nivel encubierto cuando entran al motel para hablar. Sackett también oculta que los está vigilando, como pondrá de manifiesto más adelante.

6. Análisis Transaccional y Matemáticas

Partiendo del diagrama de transacciones posibles del apartado 1), el Análisis Transaccional pretende analizar todas las transacciones posibles entre dos o más personas, basándose en Estados del Ego específicamente definidos, que dan lugar a un número finito de tipos establecidos: 9 complementarias, 72 cruzadas , 36 angulares y 6.480 dobles. De las cruzadas, sólo las cuatro que he ilustrado tienen interés. Y de las dobles, sólo seis suelen darse ordinariamente; el resto son, sobre todo, de interés académico.

«Tal vez el lector se pregunte por qué hay tantos números en esta sección. Hay tres razones: 1) La razón del Niño es que a mucha gente le gusta indicar las cosas con números. 2) La razón del Adulto es demostrar que el Análisis Transaccional es más preciso que la mayoría de las teorías sociales y psicológicas. 3) La razón del Padre es mostrar que, aun siendo tan preciso, no acorrala a la gente.» (Berne 2002: 36-37.)

«Cualquier sistema o método que no esté basado en el análisis riguroso de las transacciones individuales para descubrir los Estados específicos del Ego que las componen no es Análisis Transaccional. Esta definición, de hecho, intenta dar un modelo para todas las formas posibles de conducta social humana. Este modelo es eficiente porque sigue el principio de la economía científica (a veces llamado «la navaja de Occam»), partiendo de sólo dos supuestos: 1) que los seres humanos pueden cambiar de un Estado del Ego a otro, y 2) que si A dice algo y B dice algo poco después, puede verificarse si lo que ha dicho B es o no es una respuesta a lo que había dicho A. Además, es muy eficaz porque, de momento, no se ha encontrado ningún ejemplo entre miles o millones de intercambios entre seres humanos que no pudiera encajarse en el modelo; y también es riguroso, porque está limitado por simples consideraciones aritméticas.» (Berne 2002: 38-39.)

7. Final

Después de recorrer las transacciones, hemos cubierto el segundo estrato del Análisis Transaccional como sistema. Claude Steiner se vale de una analogía para explicar la relación entre lo que hemos visto hasta ahora y lo que nos queda por explicar.. El Análisis Estructural describe las partes pertinentes de la personalidad como, en la mecánica, una lista de partes describe las que integran un motor. El Análisis Transaccional describe el modo en que las partes interactúan, como un corte transversal del motor muestra de qué manera sus partes se relacionan unas con otras. Pero para poder entender por qué las personas juegan entre sí, es preciso recurrir a una fuerza motriz (como la gasolina) (Steiner 1991: 64). Me ocuparé de este aspecto en el próximo artículo, en el que compararé la Teoría de la Programación de Eric Berne –Material, Social e Individual– con la teoría de Bueno sobre las ceremonias. Desarrollaré, también, el Análisis de los Juegos.

Bibliografía:

Berne, Eric: Transacional Analysis in Psychotherapy, Random House, Nueva York 1961. Empleo la edición de 1978, que publicó Ballantine Books, de Nueva York. Traducción española: Análisis Transaccional en Psicoterapia, Editorial Psique, Buenos Aires 1985.

—: Introducción al tratamiento de Grupo, Grijalbo, Barcelona 1983 (20ª edición)

—: ¿Qué dice usted después de decir «Hola»?, Random House-Mondadori, Barcelona 2002.

—: Juegos en que participamos. Psicología de las relaciones humanas, Jaime Vergara Editor (co-edición de Editorial Diana, de México). Reimpresión de Buenos Aires 1988. (La edición original en inglés es Games People Play, de 1963. La primera edición en español, de 1964).

—: Sex in Human Loving, Grove Press, Nueva York 1970. (Traducción española: Hacer el amor, Editorial Alfa, Barcelona 1982.)

—: «Más allá de una teoría del impacto de la interacción interpersonal en la cooperación no verbal». Cuadernos de Información y Comunicación, 7, 2002: 275-292)

Bueno Martínez, Gustavo: La vuelta a la caverna: Terrorismo, Guerra y Globalización, Ediciones B, Barcelona 2004.

—: Telebasura y Democracia, Ediciones B, Barcelona 2001.

—: Televisión: Apariencia y Verdad, Gedisa, Barcelona 2000.

Chesterton, Gilbert Keith: El escándalo del Padre Brown, G. P., Barcelona 1957. La primera edición inglesa es de 1935: The Scandal of Father Brown.

Steiner, Claude M.: Los guiones que vivimos. Análisis Transaccional de los Guiones de la Vida, Kairós, Barcelona 1991.

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