Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 35, enero 2005
  El Catoblepasnúmero 35 • enero 2005 • página 4
Los días terrenales

Una revisión terrenal
de Ernesto Che Guevara

Félix Martínez Ramírez

El proyecto revolucionario en América Latina
y la gestión económica en Cuba

Ernesto Che Guevara fotografiado por Alberto Korda el 5 de marzo de 1960, durante el acto de homenaje a las víctimas del sabotaje del barco La Coubre

En la historia del pensamiento político en América Latina, las ideas de Ernesto «Che» Guevara son las que más se asocian y relacionan con los fenómenos de revolución social y cambio radical de la sociedad, pero también son las que de forma contundente representan una postura de enfrentamiento extremo contra el capitalismo y las políticas intervencionistas de los Estados Unidos en Latinoamérica. A partir de finales de la década de los años cincuenta los proyectos de transformación de la realidad económica, social y política de América Latina, incluso de otras regiones, a través de la vía armada y el cambio revolucionario reprodujeron las aspiraciones, estrategias y los valores sociales e individuales que el «Che» Guevara trazó en sus escritos y reflexiones y en el papel que desempeñó al triunfo de la revolución cubana. Su pensamiento es la expresión de un conjunto de ideas y acciones sobre la revolución, la formación del revolucionario, las tareas de gestión económica del socialismo en Cuba y el surgimiento de un Hombre Nuevo comprometido y entregado a la edificación de una nueva sociedad. El pensamiento político del «Che» Guevara es la elaboración de una opción revolucionaria producto de su experiencia personal y en constante construcción a partir de las circunstancias que vive y a las que se enfrenta. Es, por nombrarlo de alguna forma, la formación de un pensamiento y acción original y producto de las particularidades de la región latinoamericana. Como veremos, a pesar de nutrirse de un marco de ideas dominantes respecto a la interpretación marxista y socialista adquiere tintes únicos en la figura exclusiva del «Che Guevara». Bajo este marco de ideas, el presente trabajo describirá los antecedentes y orígenes de su posición revolucionaria hasta el triunfo de la revolución cubana de 1959, el impacto y las explosivas expectativas que ésta produjo en su dirigencia, fundamentalmente en el «Che» Guevara, y en los partidos de izquierda de América Latina, así como la problemática a la que se enfrentó Guevara para llevar a cabo la complicada gestión económica de la revolución cubana. El siguiente análisis tiene como fin revisar de una manera más laxa, menos sujeta a la adhesión incuestionable al mito, la importancia que tuvo la figura del «Che» Guevara en la creación, en su momento, de una opción política e ideológica para transformar la realidad de nuestra agobiada región.

Ernesto «Che»Guevara

Los orígenes del pensamiento y el cambio revolucionario, que en el «Che» Guevara adquirieron una dimensión tan alta hasta llegar a convertirse en una definición similar a la de los misioneros, tuvo como experiencias precedentes a las profundas transformaciones que a principios de siglo representaron los regímenes socialistas de la URSS y China, y, aunque de forma diferente en la región, la revolución mexicana. A partir de la experiencia de estas «grandes revoluciones», el cambio revolucionario se redefinió para describir transformaciones profundas y violentas en los valores de una sociedad, en sus instituciones políticas y en sus estructuras sociales y económicas. El concepto moderno de revolución implicó el rápido desplazamiento de un viejo orden político, económico, institucional y social por la construcción de órdenes nuevos. En la mayoría de los países de América Latina en el siglo pasado los enunciados y movimientos revolucionarios en general eran empleados para describir fenómenos relacionados con el término restauración. El discurso revolucionario tenía como fin justificar el uso legítimo de la violencia para liberarse de un gobierno corrupto y extralimitado en sus funciones (son los casos de las inestabilidades políticas y de las constantes luchas violentas que vivieron algunos países en América Latina, como por ejemplo Perú y Argentina en los primeros años de 1890); en esta idea tradicional de la revolución se trataba sobre todo de liberar a los pueblos de gobiernos ilegítimos, que habían incumplido el marco constitucional, pero no para construir un orden profundamente nuevo en los países de América Latina, como lo sería a partir del triunfo de la revolución en Cuba en 1959. Con esta idea de cambios radicales, el término revolución se transformó, gráficamente, en un continuum iniciado a partir del asalto al presente de forma violenta y de un lanzamiento hacia el futuro, en ocasiones poco claro, para construir una nueva sociedad. En la nueva definición del concepto revolución se encuentra la discontinuidad, la ruptura, el rechazo a lo existente, con una idea de no retorno y de cambio drástico e irreversible. «La tradición fue reemplazada por la razón, las costumbres por la enumeración de derechos, la mirada en el pasado por la vista en el futuro, la restauración por la creación».{1} De alguna forma estos aspectos forman parte de legado político del «Che» Guevara. Sin embargo, esta postura revolucionaria no se produjo en Guevara sólo por una explicación teórica o política sino que esencialmente se fue construyendo a partir de la experiencia personal y de una profunda sensibilidad frente a las desigualdades económicas que observó en los diferentes países de América Latina.

El «Che» Guevara observó la necesidad de una profunda transformación de las condiciones existentes en los países de América Latina no por una rígida postura ideológica, ni por una experiencia partidista ni militante, sino por una reflexión constante de las situaciones que vivía y que le causaban una profunda inconformidad; dichas reflexiones, más una gradual adopción de las ideas marxistas heterodoxas lo llevaron adoptar una posición radical y antiimperialista. La conformación del pensamiento de Guevara tuvo una evolución que partió de su gusto por los viajes y las aventuras arriesgadas para conocer lugares distintos a los de su natal Argentina, así como de su actitud personal para superar los obstáculos que le imponía la enfermedad asmática que padeció a lo largo de su vida, hasta llegar a convertirse en un revolucionario. El resultado de su profunda transformación personal fue un compromiso y una responsabilidad ilimitada de entrega a la revolución y a la búsqueda de soluciones prácticas a los problemas económicos de la opción socialista en Cuba.

Ernesto «Che» Guevara nació en junio de 1928, perteneció a una familia aristocrática argentina que a lo largo de las primeras décadas de su vida disminuyó sus riquezas. Su infancia transcurrió entre los constantes cambios de residencia, en gran parte debido al asma que padeció, y entre los conflictos familiares provocados por el origen y la responsabilidad en las causas de su enfermedad y de sus cuidados. Su vida adquirió estabilidad en 1941 a partir del inició de sus estudios de bachillerato y de su permanencia en la provincia de Córdoba; en 1947, al iniciar sus estudios universitarios de medicina se estableció en Buenos Aires. Durante su adolescencia obtuvo una enorme influencia del carácter informal y bohemio de su madre y de las marginales participaciones de su padre en la política. Su gusto por la literatura y la filosofía fomentaron su personalidad inquieta y su actitud desafiante ante su selecto círculo social, sin embargo durante su vida de estudiante de bachillerato no mostró un compromiso con la política y las influencias partidistas (a pesar de la agitación política que se vivía en Argentina durante el régimen de Juan Domingo Perón). Durante sus estudios universitarios de medicina no se modificó su estilo de vida; sus intereses estaban más centrados en la investigación médica y en algunos trabajos temporales que requerían de un notable esfuerzo físico. Aunque, como lo demuestran algunos de sus primeros textos y los relatos que aparecen en sus diarios, durante esa época vivía íntimamente «turbadas emociones», que expresaban una personalidad fuerte, orientada a lo trágico y al enfrentamiento con las adversidades personales. En uno de sus diarios, citado por Anderson J. Lee, correspondiente al 17 de enero de 1947, escribe,

Morir, sí, pero acribillado por
Las balas, destruido por las bayonetas, si no, no. Ahogado no...
Un recuerdo más perdurable que mi nombre
Es luchar, morir luchando.{2}

Son los trabajos voluntarios en clínicas que atienden problemas alérgicos y sus pequeños viajes a las provincias de Argentina los que hacen entrar al «Che» Guevara en contacto con habitantes de pueblos pobres y marginados, y lo que posteriormente reconocerá como el origen de su postura de «médico revolucionario». A partir de 1952 empezaría una serie de viajes, sólo interrumpidos para finalizar sus estudios de medicina, por Chile, Perú, Colombia y Venezuela y posteriormente hacia el norte de la región hasta llegar a Centroamérica. Sus diarios de viaje recogen múltiples impresiones sobre sus diálogos circunstanciales con obreros, campesinos e indígenas; en general realiza descripciones narrativas sobre la vida de las sectores populares marcados por la desigualdad económica y social, observa y se conmueve por la «tragedia que envuelve la vida del proletariado en todo el mundo... cuánto durará este orden de las cosas basado en un absurdo sentido de castas es algo que (aún) no está en mi responder».{3} Es entre 1953 y 1954 donde su incipiente posición política empieza adquirir un fuerte impulso antiimperialista y antinorteamericano, sobre todo al comprobar durante sus travesías la enorme influencia que tienen los consorcios y empresas de EU en las economías latinoamericanas (como la United Fruit Company) y en las consecuencias económicas y políticas que genera la existencia de regímenes oligárquicos y dictatoriales en los países de la región. Es hacia 1954 en Guatemala donde finalmente se identificaría con una causa política de izquierda y con un compromiso por la opción armada.

En 1954 el «Che» Guevara se estableció en Guatemala, donde inicialmente sólo tenía previsto estar una breve temporada para continuar su viaje hacia el norte, y se impresionó profundamente por la experiencia de un gobierno de izquierda. El gobierno izquierdista del coronel Jacobo Arbenz en Guatemala estuvo claramente influenciado por las ideas de reforma social y transformación económica a favor de los intereses nacionales y las clases populares. En 1952 realizó una profunda reforma agraria que puso fin al sistema oligárquico de los latifundios y nacionalizó las propiedades de la United Fruit, además implantó una serie de impuestos sobre la renta que afectaba a los grupos económicos más fuertes; estas decisiones lo llevaron al duro enfrentamiento con la oligarquía nacional y con el gobierno de los Estados Unidos. A partir de 1954 los sectores conservadores y los representantes de la CIA promovieron diversas acciones con el fin de desestabilizar y «frenar a los gobiernos comunistas» de la región. Durante ese periodo el «Che» Guevara reflexionó sobre lo que más tarde constituyo su pensamiento sobre las estrategias para defender y preservar un gobierno independiente de las influencias económicas y políticas de los Estados Unidos.

Durante el gobierno de Arbenz llegaron a Guatemala muchos izquierdistas latinoamericanos con el fin de conocer y participar en el gobierno de izquierda, pero también muchos otros como exiliados políticos. Este era el caso de algunos exiliados cubanos que habían participado con Fidel Castro en julio de 1953 en el asalto al cuartel Moncada en Cuba, que tenía como fin derrocar al gobierno del dictador Fulgencio Batista. Es en ese mismo año de 1954 que Guevara conoce a Hilda Gadea, dirigente juvenil del Apra peruano, exiliada y colaboradora cercana del régimen de Arbenz, quien más adelante se convertirá en su esposa, y quien lo involucra en el círculo de revolucionarios e izquierdistas latinoamericanos. Es a través de Hilda Gadea, y su círculo de compañeros y funcionarios del gobierno, que Guevara conocerá algunos pormenores de la gestión revolucionaría, así como de las «erráticas decisiones» del gobierno guatemalteco para defender la opción socialista contra las presiones y los intentos de desestabilización de los grupos militares apoyados por EU y los sectores conservadores de Guatemala.

La mayor enseñanza para el «Che» Guevara en Guatemala, y que tendría consecuencias profundas en su futura posición radical, fue reconocer que el derrocamiento de Arbenz a manos del Ejército de Liberación liderado por Castillo Armas, y apoyado firmemente por la CIA y el gobierno de Estados Unidos, fue «una terrible ducha de agua fría», en gran parte debido a la ausencia de una postura radical para defender al gobierno socialista. Para el «Che» Guevara:

«Al igual que la República Española, Guatemala había sido traicionada desde dentro y desde fuera... no hubo asesinatos ni nada que se le parezca. Debería haber habido unos cuantos fusilamientos al principio (se refiere a los militares traidores al gobierno socialista). Si se hubieran producido esos fusilamientos, el gobierno hubiera conservado la posibilidad de devolver los golpes... Yo llegué (al comunismo) por el segundo camino (el del desengaño de todo) pero me convencí inmediatamente de que uno debe seguir el primero (el del convencimiento). La manera en que los gringos (y recuerda que los yanquis son gringos) tratan a América venía provocando una indignación creciente en mí, ...después vino Guatemala ...En ese momento deje el camino de la razón y adopté algo parecido a la fe que no puedo describir ni siquiera aproximadamente porque el camino fue largo y con muchos pasos hacia atrás.»{4}

Son estas experiencias en Guatemala las que forman el futuro pensamiento del «Che» Guevara sobre la guerra y las guerrillas, la defensa de la revolución y sus estrategias de enfrentamiento contra la intervención extranjera.

Con los acontecimientos ocurridos en Guatemala adquiere una forma más acabada su idea del médico revolucionario, el cual trabajará «en el campo durante el periodo de neutralidad armada que procedía a la guerra declarada». En su idea del médico revolucionario se encuentra su postura sobre la necesidad de formar un ejército auténticamente popular, que incluye la entrega de armas a la población civil y la creación de células de apoyo armado al gobierno revolucionario, pero sobre todo se encuentran sus primeras reflexiones sobre lo que más tarde será su idea del Hombre Nuevo, individuo voluntariamente comprometido con la revolución, el bien común y el trabajo voluntario, y la formación de una economía socialista. Para el «Che» la derrota del gobierno socialista de Guatemala se debió a la indecisión del presidente Arbenz para entregar las armas a los trabajadores y militantes del Partido Guatemalteco de los Trabajadores y de esta forma defender al gobierno y evitar una traición por parte de los militares (a pesar de que uno de los argumentos decisivos para que la CIA decidiera promover rápidamente el golpe militar haya sido el descubrimiento de un cargamento de armas proveniente de Checoslovaquia). En este caso si el pueblo era capaz de rechazar la invasión, la revolución socialista quedaría instaurada inequívocamente en Guatemala.

Los acontecimientos ocurridos en Guatemala en 1954, así como las crecientes lecturas sobre Marx, Lenin, Engels, Mariátegui y la Nueva China, formaron sus ideas sobre la realidad Latinoamericana y la urgente necesidad de enfrentar a los intereses económicos norteamericanos y a los grupos internos oligárquicos que se favorecían de las riquezas nacionales y promovían la desigualdad social. A partir de estas fuentes el «Che» Guevara adquirió una visión personal del papel de la revolución y del revolucionario en los países subdesarrollados. Para el «Che» Guevara, el revolucionario debía de entregarse de forma incondicional y voluntaria a la lucha armada, luchar hasta alcanzar la victoria y poner su vida entera a la tarea de construcción del nuevo sistema socialista. El revolucionario encarnaría el ejemplo de dignificación y entrega, aún a costa de su propia vida, por el bien común y a favor de las clases más explotadas por el capitalismo colonialista. Los gobiernos nacidos de los procesos revolucionarios deberían apoyarse en el pueblo para desafiar y ganar, después de una dura lucha, la libertad económica y la justicia social. Esta postura personal es la que lo dominará durante su desempeño militar revolucionario, durante su gestión económica y su propuesta de industrialización acelerada en la revolución cubana, pero también al adquirir un compromiso con la exportación de la revolución a otros países subdesarrollados. De tal forma que el «Che» Guevara es un reformador social que adquiere sus ideas de la práctica y de su experiencia personal y no un marxista doctrinario.

Después de su estancia en Guatemala vivió en México, donde trabajó como médico en una agencia gubernamental y cómo fotógrafo para una agencia informativa del gobierno de Argentina. Durante su permanencia en México profundizó sus estudios sobre economía política marxista, amplió sus anotaciones sobre el papel del revolucionario y su compromiso social y estableció contacto con Fidel Castro, quien por esas fechas aún «se declaraba anticomunista, pero ya mostraba señales de ese oportunismo político astuto que le daría fama, al atraer a personas de todas índoles políticas que pudieran serle útiles para conseguir sus objetivos»{5}. El «Che» Guevara decidió voluntariamente participar con los hermanos Castro en la formación de un grupo guerrillero que tomaría el poder por las armas en Cuba. El 6 de julio de 1956 en una carta que les enviaba a sus padres para informarles que se encontraba preso en la Ciudad de México debido a sus actividades clandestinas con Castro, les escribía que en cuanto a su futuro,

«Está ligado al de la Revolución Cubana. Triunfaré con ella o moriré allí... Si por alguna razón que no puedo prever, me resulta imposible volver a escribir, y si más tarde me toca en suerte perder, considerad estas líneas una despedida, no muy grandilocuente, pero sincera. Durante toda mi vida he tanteado en busca de la verdad y ahora, en el camino recto y con una hija que me sobrevivirá, he cerrado el ciclo. De ahora en adelante no consideraría mi muerte una frustración, sino que, como Hikmet: Sólo llevaré a la tumba la pena de una canción inconclusa.»{6}

Desde el principio de la formación guerrillera cubana existían diferencias entre el «Che» Guevara y Fidel Castro con respecto a la opción armada; «Guevara consideraba que la política era un medio para alcanzar la transformación social; ése era su acicate, no el poder como fin en sí mismo», además valoraba y tenía anhelos de establecer relaciones de camaradería, de sentir la confianza; el asma lo había obligado a reconocer la autodisciplina pero también el apoyo mutuo y desinteresado. Mientras Fidel Castro se había considerado desde siempre el futuro líder de Cuba y tenía una poderosa ambición de lograr todo lo que se proponía; su pensamiento político estaba más vinculado al discurso nacionalista y a la democracia electoral, que a la causa socialista o comunista. Sin embargo, «cuando se conocieron, cada uno había intentado en vano participar en los sucesos históricos de su época y reconocían al mismo enemigo: Estados Unidos».{7}

Del 2 de diciembre de 1956, con la llegada del Granma a una playa de Cuba, a enero de 1959, con el triunfo de la revolución, el «Che» Guevara puso en práctica sus reflexiones, métodos y prácticas de su concepto guerra de guerrillas; durante la guerra además se sometió a una disciplina personal y grupal extrema, acrecentó su sentido trágico y fatalista de la muerte y desarrolló su capacidad física para enfrentar el asma. Desde el punto de vista revolucionario su figura alcanzó un prestigio insuperable como dirigente militar debido, entre otros aspectos, a su congruencia personal, a su capacidad de dirección y estrategia en las acciones armadas más riesgosas, a su frialdad para cumplir con sus tareas y a su devoción por el cambio revolucionario. «Identifico la revolución como la circunstancia ideal para adquirir la conciencia socialista. En esencia, el socialismo era el orden natural de la humanidad y la guerra de guerrillas la crisálida a partir de la que se originaba».{8}

La revolución cubana y su impacto en América Latina

La revolución cubana de 1959 pasa de ser una aventura incierta a convertirse en un acontecimiento que modificó el debate y la política sobre la autonomía y desarrollo económico de los países de América Latina. También transformó las ideas sobre las vías para originar el cambio social y transformar el sistema económico subdesarrollado. Aunque al principio no tenía definido un proyecto claro de orientación ideológica, las expectativas y las simpatías que generó, más las circunstancias económicas y políticas a las que se enfrentó, lo obligaron a formular un discurso de régimen socialista. En gran parte esta situación se debió a la importancia que el «Che» Guevara tuvo en la dirección de régimen revolucionario triunfante.

Durante la década de los años cincuenta en América Latina los partidos comunistas tenían poca presencia política en la sociedad y muy escasa participación electoral, se habían convertido sobre todo en organizaciones de denuncia en espacios de debate ideológico por sus posturas frente al socialismo existente en la URSS; sin embargo, «no estaban dispuestos ni eran capaces para lucha por el poder, ni mucho menos por la revolución».{9} Además, para muchos intelectuales y militantes de izquierda la experiencia de Guatemala había resultado por demás traumática.

En muy pocos casos los partidos comunistas y las organizaciones socialistas hacían esfuerzos por apoyar y vincularse a los programas populistas; la posición de la izquierda latinoamericana estaba enfrentada entre un proyecto nacionalista frente al imperialismo norteamericano y una confusión de su acción política frente a la realidad social; existieron dos polos ideológicos predominantes, por un lado un aspecto comunista meramente ideológico y por el otro un espectro en el que confluían la social democracia, el socialismo y el sindicalismo, pero no existía una opción que optara abiertamente por la lucha armada y el cambio político radical.

Sin embargo, desde el punto de vista ideológico se presentaba una situación que tendría un fuerte impacto sobre el triunfo de la revolución cubana, y es el que se relacionaba con las ideas políticas en el contexto internacional y la polarización gradual de los bloques económicos capitalista y socialista. En el ámbito de las fuerzas de izquierda en Latinoamérica, a pesar de la inmovilidad política existía una idea que no dejaba de ser importante y que generaba una amplia aunque discreta expectativa, era la relacionada con la revolución socialista de la URSS y sus consecuencias económicas. La política propagandística del régimen soviético insistía en que era posible un cambio radical de las condiciones económicas y sociales. Para la izquierda en los países del tercer mundo, la URSS era una visión casi profética, no importaba si sus acciones y resultados eran poco creíbles, lo importante era que enarbola un movimiento emancipador y de confrontación contra el capitalismo semicolonialista y salvaje. Lo más importante del régimen soviético era que había vuelto concreta una propuesta que había sido siempre utópica y que además después de una grave crisis económica, en la década de los años de 1950, parecía dar algunos resultados a través del sistema de planeación centralizada y de la cada vez mayor actividad exportadora de sus productos, debido a un acelerado proceso de industrialización de las actividades económicas.

Además para los partidos de izquierda simpatizantes de la URSS, se aceptaba como algo normal el control político del Partido Comunista y su sistema totalitario en el ejercicio de la autoridad; se reconocía la necesaria existencia de líderes carismáticos que fomentaban el culto a la personalidad como algo inevitable, sobre todo porque era gracias a sus dirigencias que el cambio revolucionario había ocurrido. Es en este contexto que al triunfo de la revolución cubana las figuras del «Che» Guevara y Fidel Castro serán reconocidas por la izquierda y por las posturas nacionalistas en América Latina como revolucionarias y portadoras de profundos cambios.

La existencia de una dirigencia legítima producto de la lucha revolucionaria y de un discurso de enfrentamiento contra el capitalismo de los Estados Unidos, permitía una lectura que hacía que la revolución cubana tuviera algunas coincidencias con el discurso ideológico de la URSS, pero sobre todo creaba la expectativa de que era deseable y adaptable a las condiciones de los países de América Latina el cambio hacia el socialismo. Esta expectativa no era ajena a la postura del «Che» Guevara, y aunque al principio no era del todo compartida por Fidel Castro, serán las complicadas circunstancias económicas las que obligaron a la revolución cubana a orientarse hacia al socialismo pro soviético.

Las expectativas a favor de la revolución cubana y sus figuras revolucionarias se vieron también alimentadas porque durante esa época, y producto del desarrollo urbano e industrial, existió en la mayoría de los países de América Latina una intensa actividad política en las universidades. Los estudiantes consideraban que su participación en la política resulta fundamental para transformar las «situaciones imperantes». Las universidades estaban marcadas por un pensamiento progresista y expresan diversas ideas sociales. Generaban una identidad política y pública y responsabilidades sociales que se vieron acrecentadas por la revolución cubana. Durante esa época existió una presión política cada vez mayor de las clases medias que expresaban demandas que rebasaban la sectorialización de los trabajadores y campesinos y exigían transformaciones más integrales como la apertura del sistema político, el derrocamiento de los regímenes militares existentes, una mayor distribución de los beneficios económicos y un desarrollo económico autónomo. Estas expectativas y demandas se extenderán y volverán fundamentales al triunfo de la revolución cubana, sobre todo por las simpatías que generó en la región.

Además la situación que presentaba el Estado cubano al triunfo de la revolución, coincidía con la situación institucional que vivían otros países de la región. En la mayoría de los países de América Latina las instituciones y el Estado mismo se encontraban en un proceso de construcción, vivían constantes crisis económicas a pesar de los esfuerzos de industrialización a partir del modelo sustitutivo de importaciones. En la mayoría de los países de América Latina existía una clase dominante capitalista tradicional, amplios sectores campesinos y una creciente proletarización, que buscan espacios de representación y de presión para adquirir algunos derechos sociales. La naturaleza de las sociedades latinoamericanas era básicamente rural, con un alta población analfabeta, pobres y desorganizadas, carentes de instituciones estatales. El proceso de integración, sobre todo por el proceso de industrialización, sólo había incluido a los obreros y a las clases medias urbanas; en algunos países existía un Estado de bienestar limitado, la mayoría de las actividades económicas estaban a cargo de la tutela estatal, bajo un discurso nacionalista y una política corporativista férrea. Desde el punto de vista político, en algunos países existía una política represiva de los gobiernos dictatoriales y un control excesivo de las instancias gubernamentales y políticas de los grupos y facciones dominantes. Los sistemas políticos no contaban con una infraestructura institucional, no existía un sistema partidista que garantizara la expresión de las demandas de muchos grupos sociales ni una economía distributiva. Frente a estas circunstancias los partidos políticos y agrupaciones de izquierda coincidían en que Latinoamérica vivía un grave subdesarrollado económico y estaba en gran parte condicionado al mercado, principalmente norteamericano. El Estado en América Latina no podía responder a las exigencias de las clases medias emergentes, que serán el apoyo más importante de la revolución cubana y los futuros seguidores de la figura del «Che» Guevara. En el escenario internacional la guerra fría empezó a presentar los primeros síntomas de lo que posteriormente sería la carrera armamentista.

Antes del triunfo de la revolución cubana en América Latina había un agotamiento de los modelos y una sensación de que no había opciones para dar respuestas políticas y económicas. A partir de la revolución cubana el horizonte parece cambiar y existe una dirección ideológica válida para las clases medias universitarias y para los partidos políticos y agrupaciones de izquierda. Los revolucionarios son una generación universitaria que hacen una profunda crítica al estado de cosas anterior, y que sumada a la crisis del modelo provoca un marco de expectativas sociales y políticas y una radicalización ideológica a partir de la revolución en Cuba en 1959. Aparece una izquierda latinoamericana radicalizada entre los jóvenes pero expandida a todos los ámbitos y actores.

La revolución cubana de 1959 ocurrió justo en el momento en se presentaban claros signos del agotamiento del modelo desarrollista; su impacto generó una explosión de expectativas tanto para sus promotores, como para sus simpatizantes; el acontecimiento revolucionario expresaba la posibilidad de un cambio profundo en la historia de América Latina. Resultaba paradójico que lo que al principio pareció una idea descabellada se había convertido en una realidad que demostraba su viabilidad. A pesar de no haber sido una guerra en el sentido amplio de la palabra, los revolucionarios habían logrado derrocar a un Ejército apoyado por los Estados Unidos. Este hecho provocaba un debate intenso entre las partidos comunistas y los de izquierda sobre la viabilidad de la lucha armada. Además, el cambio revolucionario había ocurrido en Cuba, país que dependía prácticamente de la economía de los EU. Los partidos comunistas, los movimientos nacionalistas y los diversos sectores de izquierda y opositores a los regímenes opresivos de América Latina nunca se habían imaginado que una revolución que tímidamente se declaraba socialista se volviera gobierno. Pero Cuba daba un rumbo, incluso en contra de las predicciones de la URSS, sobre las condiciones que establecía el marxismo-leninismo para una transformación estructural. Cuba vivía prácticamente de la producción del azúcar, «en un tiempo vivo y un tiempo muerto» de la cual entre un 50% y un 70% estaba destinada al mercado de EU. Nadie se imaginaba una Cuba socialista.

Aunque Castro no se declaraba comunista, la presencia del «Che» Guevara, con su ya reconocida fama como revolucionario, introducía el carácter socialista y de reforma social para Cuba. Y aunque las medidas iniciales del gobierno revolucionario no eran profundas, una reforma agraria limitada que incluía la expropiación de tierras baldías, una ley que permitía una reducción del 50% de los alquileres de rentas urbanas entre otras, es el problema de la producción y venta del azúcar lo que transforma la condición política y discursiva de la revolución cubana.

La revolución cubana produjo una expectativa muy amplia sobre todo en los primeros años, generó una creciente radicalización de los partidos y grupos de izquierda. La revolución demostraba que la isla solitaria podía representar una opción independiente; cargada de un fuerte idealismo y sensibilidad comunitaria, proponía un cambio para América Latina. Cuba pasaba de ser un «prostíbulo» a representar un ejemplo para los países del tercer mundo. El sentimiento de ser un ejemplo, sobre todo en las ideas y pensamientos del «Che» Guevara, permeaba la opinión sobre el cambio. Para él no se trataba de una revolución para desplazar a un gobierno sino la creación de un nuevo sistema económico, social y político, una nueva sociedad. Era, como dice Jorge G Castañeda, «la revolución en la revolución», que generaba una amplia simpatía en la comunidad internacional de izquierda; era una revolución romántica y realista, no era una noción académica e intelectual. Su proyecto era lograr profundas reformas sociales y económicas desde la distribución de la tierra hasta la expropiación de recursos naturales; desde la reforma urbana hasta una política de masas de educación y salud; desde transformar su condición agrícola hasta lograr una acelerada industrialización.

Durante las primeras etapas de la revolución cubana, las expectativas seguían creciendo por el discurso radical del «Che» Guevara, pero sobre todo por la estrategia publicitaria y discursiva de Castro de encontrar soluciones rápidas a los graves problemas que vivía la economía. La postura de ambos revelaba una tendencia a adoptar proyectos económicos extravagantes que resolverían los problemas de Cuba.

«Tal vez sus proyectos más estrafalarios eran producto de la desesperación lisa y llana, ya que los problemas económicos lo acosaban por todos lados, la corrupción del batistato, los robos de última hora y la fuga de capitales habían reducido las reservas del erario cubano a poco más de un millón de dólares, la deuda pública sumaba 1,200 millones de dólares y el déficit presupuestario era de 800 millones.»{10}

Frente a la situación económica y política que presentaba Cuba, y al contrario a la presión económica y a la amenaza de reducción de la compra del azúcar por parte de Estados Unidos, la URSS no dejaba de observar que a pesar de que «Castro, no era más que un burgués y que su revolución sería una de tantas», el «Che» Guevara merecía una atención especial y era oportuno establecer un contacto ya que el Comité Central del Partido Comunista y su jefe Jruschev observaban que «Si de veras es así –dijo– si estos cubanos son marxistas (refiriéndose a Raúl Castro y al «Che» Guevara) y si llevaran a cabo algún tipo de movimiento socialista en Cuba, ¡sería fantástico! Sería el primer lugar del hemisferio occidental con un gobierno socialista o prosocialista. ¡Sería bueno muy bueno para la causa socialista!»{11}

Fue después de una gira de tres meses del «Che» Guevara iniciada en junio de 1959 por Europa, Medio Oriente, Asia y Europa del Este, que la producción de azúcar de Cuba encontraba nuevos mercados en el bloque socialista, pero sobre todo que a partir de 1960 la URSS aceptó comprar todo el azúcar cubano a precios superiores a los del mercado mundial. El clímax de esta situación fue cuando se expropiaron los ranchos ganaderos, todas las plantaciones azucareras y finalmente las refinerías de las empresas norteamericanas Texaco, Esso y la británica Shell. A partir de estas decisiones, calculadas por Fidel Castro y el «Che» Guevara, con el apoyo de URSS para la obtención de armas para que el pueblo cubano defendiera a la revolución y con la invasión militar el 15 de abril por parte de un grupo opositor apoyado por la CIA en Bahía de Cochinos, la Cuba revolucionaria cambiaría su dependencia de EU a la de la URSS. Como bien lo anunció paradójicamente el «Che» en una reunión de punta del Este a un colaborador del presidente Kennedy «Gracias por lo de Playa Girón, –dijo–. Antes de la invasión la revolución flaqueaba, ahora está más fuerte que nunca»{12}. Sin saberlo, el «Che» Guevara, aunque con cierta intuición, anunciaba que la «luna de miel de la revolución cubana había terminado»

El «Che» Guevara y la gestión económica de la revolución cubana

La revolución cubana generó un marco muy amplio de expectativas tanto al interior de la dirigencia revolucionaria, en el caso de Fidel Castro para detentar y concentrar el poder, en el caso de «Che» Guevara para poner en práctica sus ideas y planteamientos sobre el sistema socialista, como para el universo de simpatizantes de izquierda, que incluía a los de América Latina, a los de otras regiones subdesarrolladas pero también en todos aquellos que se declaraban anticapitalistas o antiimperialistas. La revolución cubana era una demostración de la posibilidad de volver real una utopía; era un ejemplo inesperado y debía de cumplir de alguna forma con los objetivos que se esperaban de ella. Sin embargo, como todos los procesos revolucionarios, necesitaba establecer su marco de transformaciones y generar resultados inmediatos. Con el carácter de revolución socialista, adoptado después de la invasión de Bahía de Cochinos, era urgente transformar su sistema económico, o por lo menos demostrar su indiscutible adopción de un modelo independiente de los Estados Unidos, e iniciar una política de dotación de infraestructura social y redistribución de la riqueza, lo cual resultaba una tarea prácticamente imposible de realizar de forma autónoma.

El talento militar del «Che» Guevara, su compromiso revolucionario pero también su decisión personal de encargarse de estas complicadas tareas, lo llevaron a responsabilizarse del proceso de industrialización acelerada en Cuba. Contaba para ello con un entusiasmo desbordado pero con graves insuficiencias materiales, humanas, institucionales, financieras y un conocimiento limitado del funcionamiento de una economía nacional. Guevara se encontraba ante el doble problema que se supone lograr un sistema de dirección y gestión económica y administrativa y un mejoramiento de las condiciones de vida de los grupos marginados que apoyaban a la revolución.

En contra de sus propósitos se encontraba la ausencia de recursos para la inversión productiva, derivado en gran parte del discurso autónomo de la revolución, de su antiimperialismo y de su dependencia paulatina a los intereses económicos de la URRS. Además, las condiciones productivas de Cuba no podían ser más desalentadoras con un mercado laboral profundamente agrícola, una escasa infraestructura de comunicaciones y la ausencia de derechos sociales amplios; lo que el «Che» Guevara encuentra al inicio de su gestión económica es, en términos generales, un Estado pobre y débil.

Después del triunfo de la revolución el «Che» Guevara será el responsable de dirigir el proceso de industrialización de la economía. Para ello, a mediados del año de 1959, será nombrado Jefe del Departamento de Industrias del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), más tarde será designado Presidente del Banco Nacional de Cuba, y en febrero de 1961 se aprueba la creación del Ministerio de Industria y será designado Ministro (en ocasión del nombramiento del Gerente del Banco Nacional de Cuba, Fidel Castro comentaba que necesitaban un buen economista y el «Che» Guevara, en tono de broma se autopropuso, diciendo que entendió que se requería un buen marxista). Su gestión directiva de la economía será de mediados de 1959 hasta marzo de 1965, la cual combinó con el estudio de la economía política, la elaboración de lineamientos de teoría económica, su papel como líder del movimiento revolucionario, el trabajo voluntario, la impartición de conferencias en foros nacionales e internacionales, diversos viajes por el tercer mundo y el bloque socialista y sus proyectos de exportar la revolución.

Es importante, para conocer las posibilidades de éxito de gestión económica del «Che», entender las condiciones económicas que vivía Cuba al triunfo de la Revolución. Es muy probable que Guevara tuviera problemas graves para obtener un diagnóstico de la situación económica por la insuficiencia de datos y la ausencia de una institución estatal encargada de dirigir un sistema nacional de información.

La economía cubana era totalmente dependiente de los Estados Unidos. El 73.7% del total de las materias primas empleadas por la industria cubana en esos años era importado de Estados Unidos. El país contaba con una agricultura en extremo atrasada y poco diversificada, además de una producción industrial subdesarrollada y estructuralmente deformada, sin integración productiva y escasa. «El 65 % de la producción agrícola era azúcar... pero tenía bajos niveles de productividad a causa de los insignificantes niveles de mecanización, riego y fertilización. Pero no sólo eso, sino que además se producía azúcar crudo»{13}, es decir, era una materia prima con un grado menor de elaboración, por lo cual no se podía atenuar los efectos estacionales del «tiempo vivo-tiempo muerto», al no existir una etapa industrial de producción. Además, las condiciones de los ingenios y el parque ferroviario azucarero eran viejas, este hecho se explica porque aproximadamente el 40% de las plantas azucareras fue fundado en el siglo pasado y el 60% fue construido a partir de 1925.

En muchas ramas económicas la política arancelaria era impuesta por el gobierno de EU, lo cual impedía el desarrollo de nuevas producciones competitivas y provocaba que fuera prácticamente imposible para cualquier productor nacional o país exportador competir con las manufacturas estadounidenses. El perfil monoproductor y monexportador de Cuba evitaba desarrollar nuevas fuentes de materias primas agrícolas, e impedía crear nuevas industrias dirigidas a la sustitución de gran parte de los bienes de consumo importados y mucho menos de las importaciones de los productos intermedios requeridos por la industria nacional. En lo que se refiere a la estructura geográfica del comercio exterior, se notaba nuevamente la dependencia hacia a EU, toda vez que acaparaba en el periodo 1952-1958 el 64% de las exportaciones y el 74% de las importaciones.

La cuestión industrial por ramas resultaba dramática. La minería, sobre todo la producción de níquel, estaba marcada por la ausencia de tecnología, bajo nivel de prospección geológica y una irracional explotación de los yacimientos; la metalurgia prácticamente no existía y su desarrollo posterior sólo permitió elaborar barras de acero a partir de chatarra importada; la industria mecánica estaba constituida por talleres con muy pocos trabajadores que elaboraban equipos de manufactura simple y procesos artesanales; en cuanto a materiales de construcción sólo se producía cemento en pocas proporciones, el resto de los materiales era importado; la producción de petróleo se realizaba en las grandes empresas norteamericanas, pero sólo existía capacidad para procesar petróleo crudo importado; la producción de materiales químicos (papel, vidrio, goma, pintura, &c.) se caracterizaba por una combinación de tecnología moderna y atrasada; la energía eléctrica la generaban plantas termoeléctricas alimentadas con petróleo importado; las actividades textiles dependían totalmente de insumos importados; para la elaboración de alimentos se contaba con cientos de fábricas de tipo artesanal y algunas pocas con un desarrollo tecnológico adecuado y económicamente rentables que producían leche, maltas y conservas de carne y vegetales; finalmente la elaboración de tabacos y bebidas alcohólicas aunque contaban con bajo desarrollo tecnológico, eran redituables por la calidad de la materia prima.{14}

En estrecha vinculación con esta situación industrial se encontraba el hecho de que, según datos de 1954, dos tercios de las fábricas existentes empleaban menos de 10 obreros y sólo un tercio de ellas empleaba una cantidad superior; en el caso de los cargos directivos, tanto administrativos como técnicos, que no eran accesibles a los cubanos, los empleados eran extranjeros, principalmente norteamericanos. En cuanto a infraestructura existían rutas de ferrocarril sólo entre las zonas industriales en franca decadencia y con equipo anticuado, el 98% de las 404 locomotoras con que contaba el servicio nacional de ferrocarriles –no se incluía la parte adscrita como propiedad de la industria azucarera– tenía una edad promedio superior a los treinta años, situación idéntica en lo que se refiere a carros de carga y de pasajeros. En cuanto a la red de carreteras y caminos era insuficiente y con una distribución geográfica desproporcionada, ya que muchas estaban construidas para satisfacer la demanda turística o para favorecer a algunos sectores privilegiados.

En las zonas rurales eran prácticamente inexistentes las comunicaciones y los caminos; además muchos de los fondos destinados para crear infraestructura se creía que habían sido malversados o para enriquecimiento de algunos miembros del régimen de Batista. Las comunicaciones telefónicas, telegráficas, radiofónicas se concentraban en la Habana. En el caso de los servicios sociales la situación no era en nada mejor. En el caso de la educación (y que además no existía información estadística) había un alto índice de analfabetismo originado, entre otros factores, por la escasa construcción de escuelas y su concentración en el área urbana. En lo que se refiere a la salud, La Habana, con 22% de la población, contaba con el 61% de las camas hospitalarias existentes, a la vez que concentraba la mayor parte de los médicos; la medicina rural era prácticamente inexistente. En cuanto al equipamiento sanitario de las viviendas sólo el 8.1% de las viviendas rurales y el 22% de las urbanas contaban con instalaciones de agua; sólo el 10% de las viviendas rurales disponía de luz eléctrica. Además, los niveles de habitabilidad era sumamente bajos: según el censo de 1953, el 46.6% de las viviendas estaba en mal estado o ruinoso (este porcentaje ascendía al 75.2% en el caso de las viviendas rurales), el 40.4% eran de estado regular o aceptable y sólo el 13% se encontraba en óptimas condiciones»{15}. En términos muy generales, ésta era la situación económica que guardaba Cuba al triunfo de la revolución y al inicio de las gestiones del «Che» Guevara para iniciar el programa de industrialización. Frente a esta difícil situación económica y productiva, el «Che» Guevara propuso para llevar a cabo sus tareas de dirección económica y productiva un modelo denominado de Sistema Presupuestario de Financiamiento y la difusión del imperativo «Una nueva actitud frente al trabajo» a través de su idea del «Hombre Nuevo».

En el caso del Sistema Presupuestario de Financiamiento, el «Che» Guevara reconoce que el origen del modelo proviene de los sistemas de control de las refinerías imperialistas Esso, Texaco y Shell expropiadas, por lo que se trata más de un sistema de gestión administrativa de empresas que de un sistema de inversiones y producción económica.

«Podemos, decir pues, que como técnica, el antecesor del sistema presupuestario de financiamiento es el monopolio imperialista radicado en Cuba, y que había sufrido ya las variaciones inherentes al largo proceso de desarrollo de la técnica de conducción y control que va desde los albores del sistema monopolista hasta nuestros días en que alcanza sus niveles superiores... (porque) Cuando los monopolistas se retiraron se llevaron sus cuadros superiores y algunos intermedios.»{16}.

En general su Sistema Presupuestario de Financiamiento está basado teóricamente en una interpretación de los escritos del joven Marx y de los inicios de la gestión económica de Lenin, pero al ser, por decirlo de alguna forma, experimentales, se centraban sobre todo en la administración de las empresas y sus formas de articulación, partiendo de dos modelos de administración productiva: el Autogestivo, irrelevante para el «Che» Guevara, y el Sistema Presupuestario de Financiamiento.

En el primer caso se trata del modelo de Autogestión, que es un sistema descentralizado de gestión con control indirecto a través del manejo financiero del banco, que mediría, a través del resultado monetario, la gestión productiva y los premios o castigos por el incumplimiento de las metas, y que al «Che» le parece menos «revolucionario» porque supone la asignación de un estimulo material a los empleados para incrementar su productividad, lo cual sería muy parecido al que se instrumenta en las industrias capitalistas.

Guevara pone en práctica el Sistema Presupuestario de Financiamiento, sobre todo porque involucra un sistema de medición de rendimiento productivo que excluye el «incentivo material». Para el «Che» el mejor desarrollo productivo lo garantizaba la elaboración de un Plan Centralizado General del Estado que, a través de organismos estatales y de forma directa, controlara y evaluara las actividades de las empresas (en este caso las empresas serían una conglomerado de unidades que tuvieran las mismas actividades, se complementarían productivamente y tuvieran una situación geográfica compartida) pero que funcionaran sin fondos propios ni créditos bancarios. Aunque su análisis incluye temas como la ley del valor, la formación de precios y los incentivos individuales y colectivos (sueldos), en el fondo no menciona aspectos tan importantes para la actividad económica, sobre todo estatal, tales como el financiamiento de las empresas, las relaciones oferta-demanda nacionales e internacionales, el consumo, las leyes del mercado, subsidios, &c. El problema fundamental de su modelo es establecer que los precios no deben estar fijados por el mercado sino por el Plan Central, por lo que los niveles de producción deben de ser fijados exclusivamente por el gobierno, sin mencionar las dificultades que supone el manejo de información y el control de la oferta-demanda, y olvidando la existencia de un sistema autoritario de toma de decisiones.

El «Che» Guevara reconoce que en la realidad su sistema de financiamiento se encuentra con que:

«La fábrica no cuenta con los abastecimientos en la forma y en el momento señalado, de tal manera que incumbe sus planes de producción, pero lo que es peor, recibe en muchos casos materias primas para procesos de distinta tecnología, producir cambios en la misma que obligan a cambios tecnológicos; esto incide en los costos directos de producción, sobre la cantidad de mano de obra, sobre las inversiones, en algunos casos, y a menudo desarman todo el plan, obligando a frecuentes cambios... En el momento actual, a nivel ministerial hemos tenido que ser meramente receptores de estas anomalías, registradoras de ellas.»{17}

Además acepta que el sistema es inmaduro, que hay una ausencia de cuadros capacitados en todos los niveles, una falta de conocimiento del sistema por parte de las unidades, la ausencia de una aparato central de planificación, fallas de transporte que provocan acumulación de productos, ausencia de control de calidad y en las relaciones con los organismos de distribución, y la inexistencia de una ordenamiento laboral que determine las relaciones entre las empresas del estado y el trabajador. Para el «Che» Guevara la ventaja más valiosa del sistema, y sobre la que insiste reiteradamente a pesar de las evidencias de su fracaso, es que «va creando en el obrero la idea general de la cooperación entre todos, la idea de pertenecer a un gran conjunto que es de la población del país; se impulsa el desarrollo de su consciencia del deber social, del Hombre Nuevo»{18}.

Para el «Che» Guevara los serios problemas económicos y productivos serían resueltos a través del surgimiento del Hombre Nuevo, que tiene una actitud nueva frente al trabajo, una actitud de entrega voluntaria que profundiza la conciencia revolucionaria por la vía del trabajo colectivo, «se trata de convertir en un juego el vivir cotidiano». Con la posesión de los medios de producción el hombre adquiere una nueva significación, pero que será sólo completa hasta que se entregue al trabajo productivo que permita generar bienes para ofrecer a toda la población. Su idea es que el hombre debe trabajar de una forma que pueda ser un «engranaje que tiene su propio motor, que cada vez trata de impulsarlo más y más para llevar al feliz término del socialismo»{19}. Para el «Che» Guevara el trabajo voluntario es el factor que desarrolla la conciencia de los revolucionarios y los trabajadores; pero además que del trabajo voluntario, sea este manual e intelectual, surgirá una sociedad en la que no existirán las clases sociales. La dirigencia revolucionaria debería, tal como el «Che» lo demostraba, ser ejemplo de esta nueva moral y de esta nueva actitud frente a las adversidades que tenia el proyecto revolucionario. Los dirigentes revolucionarios deberían ser «combatientes de la producción». Ya que el trabajo voluntario rebaja costos, aumenta la rentabilidad e incrementa incesantemente la producción de bienes materiales asegurando la satisfacción al máximo de las necesidades crecientes de la sociedad. Para Guevara la construcción del socialismo cubano sólo podría ser posible si se estudiaba para crear tecnología propia, se trabajaba voluntariamente y se tenía un fusil para defender a la revolución.

Estas ideas del «Che» Guevara estarán presentes en la mayoría de sus textos. En su ensayo el Socialismo y el hombre en Cuba, establece que el triunfo revolucionario y la construcción del sistema socialista solo podrán ser posibles a partir de la entrega, del sacrificio personal y de una vida ejemplar socialmente, que excluye al individualismo y permite construir el futuro. Y en este aspecto la dirigencia tiene un aspecto central, ya que debe promover el entusiasmo y la disciplina de la masa a las tareas que establece la revolución:

«Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta conexión más estructurada con la masa. Debemos mejorarlo durante el curso de los próximos años, pero en el caso de las iniciativas surgidas en los estratos superiores del gobierno utilizamos por ahora el método casi intuitivo (el subrayado es mío) de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados.»{20}

A diferencia del hombre en el capitalismo, que vive y está condicionado inconscientemente, el hombre en el socialismo es un ser único y unido a lo social, pero no es un hecho acabado, sobre todo por las taras que lo atan al pasado, es una construcción constante y siempre inacabada que se autoeduca y educa a la sociedad a través de la entrega al bienestar común. Para el «Che» Guevara esta situación exige aún un mayor sacrificio porque el socialismo cubano se encuentra en un constante enfrentamiento con la situación de subdesarrollo económico y por los embates del capitalismo norteamericano. Reconoce que el cambio radical no será rápido ni sencillo, por lo que exige un constante sacrificio de los revolucionarios y del pueblo cubano. Para el «Che» Guevara en los momentos de peligro extremo, como en su enfrentamiento con el asma durante la guerra, el hombre puede potenciar sus estímulos morales de entrega y mantenerlos vigentes a través del desarrollo de una conciencia en que los nuevos valores adquieran categorías nuevas, donde la nueva sociedad en su conjunto se convierte en una gigantesca escuela. El hombre en el socialismo es un ser que va naciendo y que va encontrando en su desarrollo nuevas formas de trabajo y producción económica que acrecienta su conciencia nueva y le permite participar en la construcción del socialismo en una relación dialéctica.

«Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma... Siguen a su vanguardia, constituida por el partido, por los obreros de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas... el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán características distintas: la sociedad del hombre comunista.»{21}

En toda esta formación del Hombre Nuevo la dirigencia revolucionaria debe reconocer cómo camina su pueblo, y tendrá que alentarla para avanzar más rápido con su ejemplo. Mientras en los dirigentes revolucionarios «se produce un cambio cualitativo que les permite ir al sacrificio en su función de avanzada, en los segundos sólo ven a medias y deben ser sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad; es la dictadura del proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada, sino también individualmente, sobre la clase vencedora».{22} La imagen del «Che», con respecto al Hombre Nuevo es poética, se imagina al hombre en la Cuba revolucionaria trabajando voluntariamente en los campos, en las fábricas, en las oficinas, con una conciencia creciente de lo social, de la entrega mutua, de apoyo y «amor», que le otorga alegría, libertad, y que es reconocida y apreciada por todos los demás hombres que participan en su proyecto y que él dirige. Es la idea de la satisfacción social, del sacrificio a costa de la vida íntima y familiar; de la entrega al ejemplo revolucionario; es el surgimiento de un nuevo hombre que se había pensado pero que ahora podía adquirir realidad.

Entre las ideas relacionadas con el Hombre Nuevo y la construcción del socialismo en Cuba, el «Che» Guevara piensa que la teoría marxista era incompleta, que el hombre íntegro no enajenado no surgió de las contradicciones del capitalismo avanzado, sino de un país subdesarrollado en una región discriminada y dependiente, que a pesar de la situación en la que se encuentra, reina la solidaridad y el deber social. Es la historia y experiencia personal del «Che» Guevara pero expandida a lo social; son sus principios éticos y su sacrificio individual trasladados a la masa, al pueblo. El individuo en el socialismo cubano debe sentirse pleno, con mucho mayor satisfacción y riqueza interna, debe ser responsable, dispuesto al sacrificio; es el individuo del futuro, es el individuo que nació en Latinoamérica, en Cuba bajo la revolución. El «Che» es la expresión más alta del idealismo a pesar de que la realidad se presente cotidianamente indomable, sin esperanza pero con una ilusión inagotable. «La revolución se hace a través del hombre pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario».

Hacia finales de 1964 y principios de 1965 el «Che» Guevara está decepcionado del apoyo socialista de la URSS. Lanza sus primeras críticas al régimen soviético denunciando que vive presa de un dogmatismo exagerado, donde la creación es un tabú, hay un alejamiento de la dirigencia con respecto a la masa y la sociedad vive de una forma mecánica, es una sociedad que se difunde ideal, sin conflictos ni contradicciones. Denuncia la ausencia de una política fraternal de los países socialistas con Cuba y con los otros países que buscan su liberación, a quienes incluso se les cobran las armas. Sin embargo, lo que más le parece injusto es la relación económica y los intercambios comerciales (por ejemplo, el establecimiento a precios del mercado mundial de las materias primas para producir) que la URRS le impone a Cuba; denuncia a la URSS como cómplice de la explotación imperial (en el año de 1964 el 80% del comercio de Cuba es con los países del bloque socialista) «Las verdades del socialismo, más las crudas verdades del imperialismo, fueron forjando en nuestro pueblo y enseñándole el camino que luego hemos adoptado conscientemente»{23}

El apoyo financiero que la URSS estaba dispuesto a otorgar Cuba estaba condicionado a las ramas productivas que le parecían prioritarias para sus intereses; es decir la planeación central que proponía el «Che» Guevara, en muchos de los casos no dependía del gobierno revolucionario, incluso se exigía que se produjeran bienes que no eran para consumo interno. El modelo económico del «Che» Guevara se había estrangulado por la falta de inversión, por la ausencia de recursos –ingresos fiscales–; un sistema de financiamiento presupuestario limitado y de expansión raquítica. Sólo había podido tomar decisiones prácticas y de sentido común por lo incipiente y limitado de su formulación teórica y por las condiciones que presentaba la realidad económica del país. Los problemas cotidianos para llevar a cabo sus propuestas económicas lo agobiaban.

«El menor detalle logístico causaba problemas inmensos: por ejemplo, las herramientas soviéticas eran métricas y no se adaptaban a la maquinaria de fabricación norteamericana (existente)... abundaban los motivos de desilusión: Buena parte de la maquinaria adquirida en el bloque soviético era tosca y anticuada... '¡Mira la mierda que nos vendieron!... tenemos que improvisar hasta los tornillos'... le enfurecía la desidia con que se intentaba trasplantarlo (el modelo soviético) a Cuba con toda su ineficiencia, burocracia y retórica triunfalista.»{24}

Para el «Che» Guevara Cuba debería de tener libertad para producir los artículos de consumo interno básico; los créditos no deberían cobrarse ni mucho menos con intereses, sobre todo tomando en cuenta la situación reciente de la revolución, además exigía el pago de los gastos de administración local de los proyectos de inversión, se debía además suministrar tecnología de punta, sin el ocultamiento de los avances y sin el argumento de las patentes, y la asistencia técnica dispuesta a adaptarse a la idiosincrasia del pueblo cubano. En el fondo criticaba la imposición unilateral a la que sometía el régimen soviético al revolucionario, además «Nuestros pueblos, por ejemplo, sufren la presión angustiosa de bases emplazadas en su territorio o deben llevar el pesado fondo de las deudas externas de increíble magnitud»{25}. Era evidente que los recursos y los apoyos eran insuficientes y que además no se podía ejercer el gasto destinado mejorar las condiciones sociales como se las había propuesto. El «Che» Guevara tenía graves problemas con los países socialistas sobre todo porque las relaciones comerciales que quieren establecer son similares a las del capitalismo, basadas en las leyes del mercado y no en una política de apoyo y solidaridad con la construcción del socialismo y el Hombre Nuevo en Cuba.

El 3 de octubre de 1965 Fidel Castro, en el acto de presentación del Comité Central del Partido Comunista, lee una carta del «Che» Guevara. Era su despedida de la revolución cubana. Dejaba atrás sus inútiles esfuerzos por ver hechos realidad sus proyectos y propuestas de construcción del socialismo en Cuba. El 9 de octubre de 1967 muere en el pueblo de la Higuera, en Bolivia. Probablemente ese deseo de continuar poniendo en práctica su idea de «crear una situación, un foco guerrillero», lo haya llevado a buscar la congruencia entre sus ideas y sus acciones y repetir hasta la muerte: «Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización».

El pensamiento del «Che» Guevara es el surgimiento de la opción revolucionaria para América Latina; su figura representa el estrecho vínculo entre historia personal, ideas y actuación revolucionaria. No es posible separar su propuesta de cambio de sociedades en América Latina con el pragmatismo y el voluntarismo individual. Su ímpetu revolucionario lo llevó a desconocer la realidad económica en la que se encontraba la Cuba revolucionaria para llevar a cabo una transformación radical de sus condiciones. Su legado es la crítica a las relaciones de dependencia y marginación social en los países subdesarrollados. Creó una expectativa de orientación para la juventud latinoamericana, no siempre afortunada, en una época en que los modelos capitalistas de la región se encontraban en crisis, en otras regiones se resquebrajaban los últimos sistemas de orden colonial, surgían nuevos movimientos de independencia y se intensificaba la lucha entre socialismo y capitalismo en el entorno internacional. Su postura representó el más radical enfrentamiento a la política intervencionista de los Estados Unidos. A partir del «Che» Guevara, las corrientes ideológicas en América Latina, principalmente de izquierda, se transformaron y adquirieron una particularidad con consecuencias políticas y sociales que la marcaron históricamente.

Bibliografía

Alonso, Paula. Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política argentina en los años 90, Sudamericana, Buenos Aires 2000.

Anderson, Jon Lee. «Che» Guevara. Una vida revolucionaria, Emece Editores, España 1997.

Castañeda, Jorge G. La utopía desarmada, Alianza Editorial, Madrid 1996.

«Che» Guevara, Ernesto. Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento. En El debate cubano sobre el funcionamiento de la ley del valor en el socialismo, Laia. Barcelona 1974

El socialismo y el hombre en Cuba, Nativa, Montevideo 1973.

La planificación socialista, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1988.

El guerrillero reformador social, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1988.

La banca, el crédito y el socialismo, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1988.

Carta de despedida a Fidel Castro, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1988.

Paramio, Ludolfo. Tras el diluvio: la izquierda ante el fin de siglo, Siglo XXI, Madrid 1988.

Rodríguez M, Gonzalo. El proceso de industrialización de la economía cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1980.

Tablada Pérez, Carlos, El pensamiento económico de Ernesto «Che» Guevara, Ediciones Casa de las Américas, La Habana 1987.

Notas

{1} Un acertada síntesis sobre las diferentes interpretaciones sobre el concepto de revolución, se encuentra en Paula Alonso, Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política argentina en los años 90, Sudamericana, Buenos Aires 2000, págs. 152-157.

{2} Jon Lee Anderson, «Che» Guevara. Una vida revolucionaria, Emece Editores, España 1997, pág. 56.

{3} Idem., pág. 84.

{4} Idem., págs. 158-160.

{5} Idem., pág. 164.

{6} Idem., pág. 187.

{7} Idem., pág. 171.

{8} Idem., pág. 274.

{9} Jorge G. Castañeda, La utopía desarmada, Alianza Editorial, Madrid 1996, pág. 40.

{10} Anderson, op. cit., pág. 368.

{11} Idem., pág. 372.

{12} Idem., pág. 451.

{13} Gonzalo Rodríguez M., El proceso de industrialización de la economia cubana, Editorial de Ciencias Sociales, Cuba 1980, pág. 137.

{14} Idem., págs. 137, 157.

{15} Idem., págs. 159-163.

{16} Ernesto «Che» Guevara, Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento. En El debate cubano sobre el funcionamiento de la ley del valor en el socialismo, Laia, Barcelona 1974, pág. 55.

{17} Idem., pág. 71.

{18} Idem., pág. 74.

{19} Ernesto «Che» Guevara, El socialismo y el hombre en Cuba, Nativa, Montevideo 1973, pág. 10.

{20} Idem., pág. 25.

{21} Idem., pág. 28.

{22} Idem., pág. 29.

{23} Ernesto «Che» Guevara, Discurso presentado en Argel 30 de enero de 1965, en El socialismo y el hombre en Cuba, Nativa, Montevideo 1973, pág. 39.

{24} Anderson..., op. cit., pág. 496.

{25} Ernesto «Che» Guevara, Discurso..., op. cit., pág. 45.

 

El Catoblepas
© 2005 nodulo.org