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El Catoblepas, número 35, enero 2005
  El Catoblepasnúmero 35 • enero 2005 • página 23
Libros

1934, la Antiespaña comienza la guerra civil

Felipe Giménez Pérez

A propósito del libro de Pío Moa, 1934: Comienza la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda, Ediciones Áltera, Barcelona 2004

1. Introducción

En 1999 Gustavo Bueno publicaba España frente a Europa, obra a mi juicio muy importante porque aparecía en ella una filosofía materialista patriótica de la historia de España. En tal obra quedaba definida España como un Estado y como una Nación cuya Idea filosófica reguladora de su ortograma político, de su destino histórico es la Idea de Imperio Generador Universal. España, desde su nacimiento hacia 718 se configuró como un Imperio Católico en lucha contra el Islam y después además contra las potencias protestantes. Si todo Estado implica la existencia de otros Estados, de un pluriverso político de Estados contra los que lucha, es obvio que la mera existencia de España como Imperio implica la existencia de la Antiespaña. La Leyenda Negra Antiespañola configura ideológicamente la Antiespaña, la exterior y la interior. Esta Antiespaña niega la vinculación de España con el Imperio. En el límite, la Antiespaña niega la existencia misma de España, de la palabra también, absteniéndose de citarla. La Antiespaña busca borrar a España del mapa, y por supuesto, que la lengua española también desaparezca. La desaparición del idioma español serviría para debilitar e incluso destruir a España.

2. El libro de Pío Moa

Efectivamente, la Idea de España está vinculada históricamente a la representación de un Imperialismo católico generador, pero también está ligada a una Nación Política Canónica europea católica que actualmente por el momento es aún un Estado. No sólo se es Antiespaña por negar el Imperio Católico Generador, sino también por negar la existencia misma de España como Nación política y como Estado. Quien no acepte la persistencia de España en su unidad política y lingüística es Antiespaña necesariamente. Quien colabore o no resista a los secesionistas es Antiespaña. Todo europeísta es Antiespaña. La islamofilia es Antiespaña, el progresismo es Antiespaña. En el fondo la Antiespaña es la Antipatria. Todos estos elementos son malos españoles, antipatriotas o simplemente se les puede etiquetar como enemigos por parte del Soberano al decidir sobre el Estado de excepción, situación a decir de Carl Schmitt{1} donde se ha de tomar la decisión política trascendental que define perfectamente al poder estatal. Si la Antiespaña es absolutamente incompatible y contradictoria con la España, su relación, la de ambas entre sí sólo puede ser de enemistad existencial, de guerra. Llegada una situación extrema, excepcional, todos estos elementos díscolos sólo pueden tener como parlamento un campo de batalla en el que puedan dilucidar sus diferencias con los partidarios de España, al igual que ellos mismos y de forma explícita históricamente han definido así el lugar que debían ocupar los patriotas, los buenos españoles en relación con la Antiespaña.

«El 18 de julio de 1936 se enfrentaron las dos Españas existentes dentro del territorio español, si es que con razón puede llamarse españoles a quienes viviendo entro de ese territorio con el cuerpo, sus ideas, sus sentimientos, sus afanes, sus amores, su acción y todo su espíritu estaba con los enemigos de España, con la antiespaña exterior.»{2}

Pío Moa, 1934: comienza la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda, Ediciones Áltera, Barcelona 2004 Precisamente Pío Moa ha publicado en el año 2004 el libro 1934: Comienza la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda (Áltera, Barcelona 2004, 375 págs.). En El Catoblepas se ha comentado bastante la obra de Pío Moa. Ha habido incluso una polémica entre por un lado Enrique Moradiellos defendiendo la versión progresista de la guerra civil española y Pío Moa, Antonio Sánchez y José M. Rodríguez Pardo por otra defendiendo la doctrina historiográfica de Pío Moa expuesta extensamente en su trilogía sobre la guerra civil española publicada en la editorial Debate a partir de 1999. Así pues, hombres muy doctos han defendido detalladamente a Pío Moa y a sus interpretaciones y datos, por lo que me ahorraré el repetir lo que estos autores han expuesto en estas páginas.

El libro presente de Pío Moa es un libro popular de historia contemporánea de España en el que se resume notablemente el contenido de Los orígenes de la guerra civil así como las tesis fundamentales de El derrumbe de la República y la guerra civil. 1934... Es un libro de divulgación popular de las tesis de Pío Moa que pone al acceso del lector los argumentos de Pío Moa y que incluye más de 100 páginas de documentos a disposición del público lector para que vea que Pío Moa no tergiversa los hechos ni se inventa nada de nada.

«Si, en palabras del historiador británico Paul Johnson, la guerra civil española es uno de los sucesos del siglo XX sobre los que más se ha mentido, debe admitirse que las desvirtuaciones en torno a la II República apenas le van en zaga.»{3}

Llevamos más de treinta años soportando la propaganda del Komintern y de sus detritus ideológicos representados por los funcionarios progresistas de la historiografía que tienen tomada la universidad española. Esta propaganda bastarda por ser falsa también ha infectado a políticos e historiadores liberales y conservadores quienes para no parecer reaccionarios, fascistas y antipáticos han estado practicando una suicida política de apaciguamiento frente a los que se dicen herederos políticos de esa panda de individuos resentidos que constituyen la Antiespaña{4}, esa Antiespaña derrotada en 1936-1939 como Frente Popular y antes ya en 1934 en un alzamiento fallido. La Pax Hispanica de Franco que se extiende desde 1939 a 1975 y da lugar posteriormente al régimen de partidos bajo cuya égida vivimos desde 1978 está a punto de quebrarse por obra y gracia de otro nuevo Frente Popular, de una nueva Antiespaña, heredera de aquélla que fracasó en 1939.

Desde 1993 el PSOE y sus satélites vuelven a remover a sus muertos y a echar en cara a los conservadores la responsabilidad de 1934 y de 1936-1939. Según parece, la Antiespaña era buena y la España auténtica mala, cuando resulta ser al revés. La cuestión como afirma Pío Moa en Los orígenes de la guerra civil es ¿Quién empezó? Y la respuesta está muy clara: la Antiespaña.

«La CEDA se mostraba legalista en toda ocasión, no organizaba milicias, ni provocaciones sangrientas –a pesar de que las sufría constantemente–, ni la vigilancia de los vecindarios, &c., como sí hacían el PSOE, la Esquerra, los comunistas y otros.»{5}

Así pues,

«Irónicamente, fueron las izquierdas quienes trajeron a Franco y las que menos derecho tienen, por tanto, a quejarse de su dictadura.»{6}

Los progres han tenido durante la dictadura de Franco lo que se merecían. Quien siembra vientos recoge tempestades. Sólo les unía a las diversas degeneraciones de la izquierda el odio a la España Imperial católica y generadora, a la España como Nación y como Estado y a las derechas diversas que defendían esta interpretación realista de la historia de España. Así pues, las izquierdas devinieron en la Antiespaña, la Antipatria y frente a tales fuerzas políticas sólo cabe la guerra y que las armas decidan y vaya si decidieron. La victoria de 1939 es la legitimidad bajo la cual aún vivimos, para bien y para mal. Una larga eutaxia política en España que viene desde 1939 está a punto de dar lugar a una gravísima crisis existencial en la que España puede desaparecer víctima de la Antiespaña, ahora situada en el poder merced a un golpe de Estado expresado de forma electoral.

Hay una continuidad evidente entre el Régimen del 18 de julio de 1936 y su hijo legítimo nacido de entre sus entrañas, el régimen de partidos de 1978. Por eso los progres, aunque moderaron su discurso y sus prácticas políticas inicialmente en un pacto establecido en 1977-78, a partir de 1993, con sus corruptelas y delitos sin número a sus espaldas, comenzaron a deslizarse a la situación política anterior a 1939. Comenzó la reivindicación sistemática de la guerra civil para intentar favorecer al PSOE y a sus aliados secesionistas de quienes se cantaban sus virtudes políticas y sus bondades frente a una supuesta derecha mala y asesina. Comenzaron los desenterramientos de fusilados rojos, progresistas y separatistas en lugares apartados, como si eso sirviera para algo aparte de ir contra el PP y de hacer sistemáticamente política y propaganda demagógica contra el franquismo y el PP.

En 1934 comenzó la guerra civil española y la comenzaron el PSOE y los separatistas en una estrecha alianza. Les unía el odio a España{7} y a la derecha, a la que identificaban con España. El PSOE intentó dar un golpe de Estado revolucionario en 1934 como hicieron los bolcheviques el 7 de noviembre de 1917 en Rusia. La Esquerra intentó una insurrección secesionista para conseguir un Estado catalán independiente. Tras su momentáneo fracaso, las hostilidades se reemprendieron el 16 de febrero de 1936 con una campaña de asesinatos y atentados, huelgas, incendios, destrucciones, &c., que culminaron con el asesinato del líder de la oposición conservadora, Calvo Sotelo el 12 de julio de 1936.

Para evitar su exterminio físico, las derechas a la desesperada se alzaron el 18 de julio de 1936 y se impusieron a la Antiespaña en 1939. Esta victoria fue enormemente beneficiosa para España y los españoles y desarrolló notablemente las fuerzas productivas en contra de las falsedades difundidas por los historiadores progres o del Komintern. Ya es hora de desenmascarar a estos malandrines historiadores propagandistas de estilo soviético. La propaganda la hacen muy bien, llega a ser efectiva con la repetición efectuada sistemáticamente por el grupo PRISA. La historiografía progre es historiografía basura. Es historiografía antiespaña. Ya es hora de que se sepa la verdad y de que la verdad sea la que predomine y se imponga por la salud pública siempre necesaria para conservar la eutaxia política, núcleo mismo de la acción política.

En resumidas cuentas, recomiendo leer el libro de Pío Moa, aunque para mí resulta mejor la trilogía sobre la guerra civil publicada años ha por el mismo autor. Estas obras tienen una función catártica que contribuye a efectuar una reforma del entendimiento de los ciudadanos españoles.

3. Hacia una definición de la Antiespaña

Finalmente, en el caso español, las cosas son así: la división entre izquierda y derecha cede ante la división entre patriotas y antipatriotas, entre la España y la Antiespaña. Todas las naciones o patrias tienen su antipatria:

«La antipatria con respecto a una nación determinada, se halla constituida por el conglomerado de individuos y de colectividades que, dentro o fuera de ella, directa o indirectamente tratan de disminuir y destruir su prestigio, en todo o en parte, negando o menospreciando sus valores materiales y morales, y la desprecian, odian y la persiguen sistemáticamente, aprovechando para ello los más variados pretextos, todos los sugeridos por envidias y odios ocultos, que es de donde suelen proceder.»{8}

Está claro que el patriotismo pasa necesariamente por un estrecho conocimiento exacto de la historia de la Nación, de la Patria. En el caso español, si un ciudadano ha internalizado el contenido de la Leyenda Negra Antiespañola, entonces, ha ingresado en la Antiespaña. Su conocimiento de la Historia de España es nulo de pleno derecho. En general las izquierdas y los separatistas antes y los progres y separatistas hoy tienen asumida la Leyenda Negra. Hay que decir a todo esto que España es quizá la Nación más calumniada en el mundo y en la Historia Universal. Estas calumnias de la Antiespaña contra España son un síntoma del sectarismo ideológico de los progresistas y los separatistas. De todos modos es un sectarismo ideológico que se reduce a ir contra España y a negarla porque no es un sectarismo que tenga una gran claridad ideológica y doctrinal determinada. Sólo les une el odio y el resentimiento contra España y contra el pensamiento liberal, conservador y de orden que considera positiva la Idea de España y su Historia como Imperio católico generador, así como la persistencia de la Nación Española y de España como Estado unitario.

«La antiespaña no tiene una doctrina determinada, sino odio y rencor a la España Grande y a su excelsa fisonomía moral histórica, unidos a deseos y acciones para desprestigiarla y dañarla en todo lo posible, valiéndose para ello de todos los medios, los más adecuados en cada caso y momento histórico, sin preocuparse de que el proceder sea lógico o ilógico; para ella lo único importante es triunfar y acabar con la España espiritualista y católica de los altos destinos históricos y abanderada del catolicismo.»{9}

Podemos intentar definir a la Antiespaña como quien niega a España como Nación y como Estado y quien busca la secesión o quien busca debilitarla simplemente. También valdría definir a la Antiespaña como aquellos que niegan la identificación entre la Idea de España y la Idea de Imperio generador católico. La verdad es que constituye un gran oprobio el ser antiespañol. Claro, que a estos les resulta indiferente caer en la infamia.

La antimateria es la materia oscura, con igual masa, pero con carga opuesta. Al juntarse la materia con la antimateria se produce la aniquilación de materia y antimateria. En el caso de la Antiespaña, al juntarse con la España, se produce la guerra. La relación entre la España y la Antiespaña desemboca en la guerra y en la violencia. La muerte es un resultado de ese enfrentamiento, de esa contradicción existencial. El enemigo existencial, mortal, merece la muerte. El que es traidor a la patria, culpable, confeso y convicto de lesa patria, merece la muerte. En este caso hablaríamos de la eutanasia política. Aquí entra en juego la razón de Estado. El antiespañol es un imbécil político. Su crimen sólo se expía con la muerte. Es más, el Estado no puede convivir con él. Hay decrepitud moral y eso conduce a la eutanasia procesal para asesinos desde el punto de vista moral, social, pero hay decrepitud política, amenaza política y eso exige la muerte del enemigo dictada por el Soberano en vista de la eutaxia política. La Antiespaña merece la muerte en el límite. La traición a la patria exige la muerte del traidor si es que la patria tiene honor político. Al igual que la sociedad se envilece por la sobrevivencia del criminal entre sus filas, lo mismo ocurre con España respecto a la Antiespaña.

En cuanto a la precedencia histórica:

«Ciertamente, la antiespaña exterior precedió a la interior, y ésta es hija de aquella; pero no sería muy grave el mal que la primera pudiera hacernos, si no contase con la colaboración incondicional de la segunda; por esto y para esto fue creada por aquella: su desarrollo ha sido más o menos lento, según las circunstancias; adoptando las formas más adecuadas a cada caso, y, de ordinario, larvadas, especialmente al principio y mientras no se sentía con fuerzas para dar la batalla a España de frente y con la visera levantada, procurando entre tanto ir creciendo, ganando terreno y penetrando en aquélla más extensa e intensamente, haciendo ensayos parciales a fin de ver cuándo se hallaba en condiciones para dar la batalla final, ir entrenándose, tomando nuevas posiciones para facilitar el triunfo definitivo.»{10}

Sobre esto en principio yo estaría de acuerdo, aunque esto que viene a continuación alimentaría la noción de que el origen de la Antiespaña es español paradójicamente. A fines de 1533{11}, Rodrigo Manrique, hijo del Inquisidor General, encontrándose en París, le escribe una carta a Juan Luis Vives con motivo de la prisión del alumbrado erasmista Juan Vergara:

«Dices muy bien: nuestra patria es una tierra de envidia y soberbia; y puedes agregar: de barbarie. En efecto, cada vez resulta más evidente que ya nadie podrá cultivar medianamente las buenas letras en España sin que al punto se descubra en él un cúmulo de herejías, de errores, de taras judaicas».{12}

Por su parte, Juan Luis Vives le escribe a Erasmo de Rotterdam el 10 de mayo de 1534:

«Estamos pasando por tiempos difíciles, en que no se puede ni hablar ni callar sin peligro. En España han sido encarcelados Vergara y su hermano Tovar, como también otros hombres doctos. En Inglaterra, los obispos de Rochester y de Londres, y Tomás Moro. Ruego al cielo que te de una vejez tranquila.»{13}

Por lo demás, Bartolomé de las Casas contribuyó como nadie a la configuración de la Leyenda Negra. Puede ser entonces el iniciador de la Leyenda Negra Antiespañola y por tanto de la Antiespaña interna, de la que se sirvieron las potencias exteriores enemigas de España para sus fines políticos. Bien pudiera pensarse que la Antiespaña interna nació en España, de sus mismas entrañas en pleno siglo imperial de España, en su Edad de Oro. La lucha contra los alumbrados y contra los herejes ya fueran erasmistas o luteranos o ambos era la defensa del Estado, del Imperio. Ya había Antiespaña interna en el siglo XVI en España, hábilmente extirpada por aquel entonces por la Inquisición. No se puede tener un Imperio con un Antiimperio en el interior debilitando la eutaxia política imperial. La función de la Inquisición fue defender al Imperio, a España de la Antiespaña interior. Los que odiaban a la Inquisición eran pues también la Antiespaña.

Notas

{1} Por cierto que a este respecto, D. Antonio Muñoz Ballesta me recuerda que el alemán católico hispanófilo y cuyos herederos son españoles en su integridad ya hace tiempo que le escribió en una carta a su discípulo español Javier Conde que «Y ten presente siempre que los enemigos de España son y serán también mis enemigos».

{2} P. Teodoro Rodríguez, agustino, Así es España y así la Antiespaña, apuntes para conferencias patrióticas educadoras, Imprenta Juan Bravo 3, Madrid 1941, pág. 206.

{3} Pío Moa, 1934, pág. 35.

{4} Porque ¿cómo no llamar Antiespaña al Frente Popular, en cuyo territorio gritar Viva España resultó ser subversivo y políticamente poco correcto? Por cierto, hoy día, resulta obsceno para el Frente Popular que está en el poder en España hablar de España y ensalzar todo aquello que tenga que ver con ella. Ahí tenemos a los historiadores españoles, quienes asumen en gran medida la Leyenda Negra Antiespañola.

{5} Pío Moa, 1934, pág. 67.

{6} Pío Moa, 1934, pág. 169.

{7} Es que gritar «Viva España» estaba prohibido en el territorio controlado por el Frente Popular.

{8} P. Teodoro Rodríguez, op. cit., págs. 40-41. Clérigo muy lúcido éste quitando la religión, que no podemos asumir desde una perspectiva católica atea.

{9} P. Teodoro Rodríguez, op. cit., págs. 285-286.

{10} P. Teodoro Rodríguez, op. cit., pág. 197.

{11} París, 9 de diciembre de 1533.

{12} Citado por Marcel Bataillon, Erasmo y España, FCE, Madrid 1998, pág. 490.

{13} Erasmo y España, op. cit., pág. 490.

 

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